1. Introducción: (2º parte: El viejo tuerto y el joven ciego)
No me gustaba nada lo que me estaba diciendo el gilipollas que tenía delante de mí: ¿cómo que no me iba a dar el dato que necesitaba así como así?. Me obligué a mantener la paciencia, pero era difícil. Allí estaba aquella moza, saboreando un traguito de tequila, poco a poco... le ponía los pelos de punta su belleza y le sacaba de sus casillas su relativa pasividad ante sus flirteos. Otras mujeres ya se hubieran lanzado a sus brazos a esas alturas. ¿Qué esperaba: que le regalara rosas y le declarara su amor? ¡Anda ya! ¡Él no era uno de esos maricones que regalaba flores y bombones!. Él iba a lo que iba... las mujeres ya sabían qué era.
Mientras tanto, ella seguía a lo suyo y el tipo que estaba delante de él seguía jodiéndolo con su cháchara.
- Señor, aquí tiene lo que ha pedido...¡Oh!- el café de la bandeja que llevaba la camarera se vertió encima de su brazo izquierdo... justo el que tenía postizo, el falso.
La camarera comenzó una retahíla interminable de confusas disculpas y explicaciones.
"Calma", se repetía mentalmente Sands, mientras trataba de convencer a la camarera para que se marchara al principio, más tarde advirtiéndoselo y finalmente casi echándola a gritos. ¡Diablos, estaba sacándole el brazo falso en su intento por secárselo!.
- ¡Señor; debe quemarle mucho!
- ¡LÁRGUESE! ¡LE HE DICHO QUE NO PASA NAD...
Le había terminado sacando el brazo postizo dejando al descubierto el truco ante su informador tuerto.
- ¡Maldita sea!- gritó- No tendríais que haber visto esto. - masculló cabreado. Le pegó un tiro al que tenía enfrente y se levantó rápidamente. Recogió sus pertenencias y le pegó un tiro a la camarera en su camino hacia la puerta. Echó una ojeada atrás. La muchacha se había levantado de la silla y había dejado olvidado el tequila, miraba al hombre con una expresión ligeramente angustiada; se tocaba los labios en actitud preocupada. ¡Genial; si no le impresionaba de una manera la impresionaría de otra! ¡Dios Santo! ¿Qué hacía preocupándose de impresionar a una muchacha si podía tener a la que quisiera?
"Sands, has perdido el juicio", pensó.
*__ * * __ *
Unas horas después chequeaba el cadáver del tuerto, a ver si encontraba una pista de la información que precisaba. A la orilla del río comenzó a vaciar todos los bolsillos del muerto y a buscar entre la ropa sin resultado.
- A ver..., dónde escondes mi mensaje...- habló al cadáver cómo si él le fuera a contestar. Se agachó junto a su cabeza y, como por instinto, levantó el parche del ojo izquierdo del tuerto.
Reprimió un gesto de asco al ver la oquedad ensangrentada y dentro...
- Vaya, ¿no podrías haberlo guardado en otro sitio? ¡Pero que tío más cerdo!. Sólo faltaba que te lo metieras por el...- divagó Sands.- Veamos; guantes, guantes...- hurgó en sus propios bolsillos y sacó un par de guantes de látex. Se los puso y sacó el papel de la viscosa oquedad.
- Pero que asco...- masculló Sands. Abrió el papel y lo leyó.- Así que sí...- miró al muerto, pensativo, mientras murmuraba:- ¿Qué hago contigo? Ya sé.- volvió a arrugar el papel y puso en práctica la proposición que había hecho antes sobre un lugar aún más asqueroso que la cavidad ocular.
Acto seguido arrastró el cadáver hasta el río y dejó que la corriente lo arrastrara. Se quitó los guantes y se alejó del lugar.
*__ * *__ * *__ * *__ * * __ *
- ¡Hey! ¡¿Estás ahí?! ¿Estás a...? ¡Joder!- cerró el móvil con rabia y comenzó a dar vueltas por la casa de comidas.
Estaba nervioso. ¡Claro que estaba nervioso, joder! Todo se había ido a la mierda; había comenzado como algo divertido. Había disfrutado con todo eso de convencer al mariachi para que matara al tipo aquel q iba a acabar con el presidente, Márquez, creía recordar que se llamaba, y que Ramírez matara a otro tipo. Todo eso del Golpe de Estado y todas las complicaciones que conlleva le había divertido a Sands... hasta ahora. Debería haberse preocupado antes, ahora se le estaba yendo todo de las manos, y el odiaba perder el control sobre las cosas.
- ¡Joder; empiezo a acojonarme!- dijo exasperado. Suspiró, se sentó y se pasó las manos por la cara y el pelo, tratando de quitarse el nerviosismo. Comenzó a juguetear con la comida. Marisa lo miraba con una sonrisa divertida, lo que irritaba aún más a Sands. De pronto frunció el ceño; ¿era posible que esa muchacha supiera algo? ¿Qué perteneciera al cártel?. Coincidían demasiado.
No pudo seguir con sus pensamientos porque una mujer se sentó en la silla delante de él. ¿Qué hacía aquella mujer allí?
- Apuesto a que ya pensabas que no te íbamos a coger.- dijo ella. Él la miró largamente. Iba a contestar cuando sintió un pinchazo en el cuello y un instante después se cernió la oscuridad sobre él.
* __ * *__ * * __ *
Marisa lo había visto todo. Observó con un nudo en el estómago cómo le inyectaban algo en el cuello a Sands y éste quedaba dormido. La mujer, que iba vestida toda de negro, hizo un gesto de cabeza al gorila que estaba detrás de Sands, se puso de pié y salió de la casa de comidas. El otro agarró al dormido de cualquier manera y se lo llevó tras ella.
Marisa dudó un momento si seguirlos o no. Había indagado sobre el hombre, ahora inconsciente, que frecuentaba el lugar y había averiguado algunas cosas: su nombre, su menú preferido, que solía frecuentar con tíos raros y otras cosas que escandalizarían a su madre. Por no hablar que ella misma, personalmente, lo había visto matar a más de una persona. Era, sin duda alguna, un hombre peligroso... y un imán para alguien con una vida tan aburrida como la de ella. Además de una atracción de emociones, también había una atracción física.
No se lo pensó dos veces: dejó unas monedas para que la camarera se cobrara ella misma el trago y salió afuera.
Anduvo disimuladamente a lo largo de la acera, tratando de no llamar la atención y vio como metían a Sands en el maletero de un coche. Arrancaron y se fueron. En cuanto doblaron la esquina, Marisa echó a correr hacia donde ellos se habían ido y siguió el coche durante un buen trecho. Cuando creía que había perdido de vista el automóvil, lo vio aparcado en un lado de la calle. Logró ver cómo, calle abajo, metían al hombre en un portal. Aún iba dormido. Se metió en otro portal en la esquina de la calle donde estaba a esperar. Tras dos horas y media de espera, al no ver señal de movimiento en el edificio que vigilaba, Marisa se fue a su casa. Mañana a primera hora volvería.
* __ * * __ * * __ *
Sands despertó con un fuerte dolor de cabeza y un molesto zumbido en los oídos. Su vista se fue aclarando un poco hasta distinguir el lugar en el que se hallaba: una pequeña y oscura habitación con una débil luz. Estaba en una camilla rodeado de unos tipos nada amigables.
- ¿Qué tal la siesta, Sands?- dijo con sarcasmo un tipejo con voz familiar que Sands no pudo distinguir bien; sólo estaba seguro que el tipo era de lo más feo. - Supusiste que te ibas a salir con la tuya, como siempre, ¿verdad?
- Os lo advierto, - se apresuró Sands sintiendo que lo invadía el pánico de estar en una situación tan precaria,- si me matáis tendréis a toda la puñetera marina detrás vuestra.- y añadió.- Soy miembro de una organ...
- Sí, sí, tranquilo, Sands... No se ponga nervioso; no queremos matarle... sólo opinamos que ha visto demasiado.
- Y creemos que no debería ver nada más.- añadió otro hombre, compañero del primero.
Conocía a esos tipos, eso era lo que más nervioso lo ponía ahora que los reconocía: eran los que iban a matar al presidente y provocar el golpe de estado. El cártel.
- ¿Ves algo bonito?- dijo la mujer que lo había distraído en la casa de comidas, insinuándosele. También a ella la conocía, ya la había reconocido en la casa de comidas, se hacía llamar Ajedrez. Su pregunta lo dejó ligeramente descolocado; pero enseguida le siguió el juego.
- Sí. Veo a una mujer.- dijo con una sonrisa lasciva.
- Me alegro; porque será lo último que veas.
Un hombre se acercó a la camilla con una aguja en una mano y haciendo funcionar una especie de pequeño taladro puntiagudo en la otra. La sonrisa burlona se borró de la cara de Sands dando lugar a un semblante serio y, aparentemente, impasible.
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No me gustaba nada lo que me estaba diciendo el gilipollas que tenía delante de mí: ¿cómo que no me iba a dar el dato que necesitaba así como así?. Me obligué a mantener la paciencia, pero era difícil. Allí estaba aquella moza, saboreando un traguito de tequila, poco a poco... le ponía los pelos de punta su belleza y le sacaba de sus casillas su relativa pasividad ante sus flirteos. Otras mujeres ya se hubieran lanzado a sus brazos a esas alturas. ¿Qué esperaba: que le regalara rosas y le declarara su amor? ¡Anda ya! ¡Él no era uno de esos maricones que regalaba flores y bombones!. Él iba a lo que iba... las mujeres ya sabían qué era.
Mientras tanto, ella seguía a lo suyo y el tipo que estaba delante de él seguía jodiéndolo con su cháchara.
- Señor, aquí tiene lo que ha pedido...¡Oh!- el café de la bandeja que llevaba la camarera se vertió encima de su brazo izquierdo... justo el que tenía postizo, el falso.
La camarera comenzó una retahíla interminable de confusas disculpas y explicaciones.
"Calma", se repetía mentalmente Sands, mientras trataba de convencer a la camarera para que se marchara al principio, más tarde advirtiéndoselo y finalmente casi echándola a gritos. ¡Diablos, estaba sacándole el brazo falso en su intento por secárselo!.
- ¡Señor; debe quemarle mucho!
- ¡LÁRGUESE! ¡LE HE DICHO QUE NO PASA NAD...
Le había terminado sacando el brazo postizo dejando al descubierto el truco ante su informador tuerto.
- ¡Maldita sea!- gritó- No tendríais que haber visto esto. - masculló cabreado. Le pegó un tiro al que tenía enfrente y se levantó rápidamente. Recogió sus pertenencias y le pegó un tiro a la camarera en su camino hacia la puerta. Echó una ojeada atrás. La muchacha se había levantado de la silla y había dejado olvidado el tequila, miraba al hombre con una expresión ligeramente angustiada; se tocaba los labios en actitud preocupada. ¡Genial; si no le impresionaba de una manera la impresionaría de otra! ¡Dios Santo! ¿Qué hacía preocupándose de impresionar a una muchacha si podía tener a la que quisiera?
"Sands, has perdido el juicio", pensó.
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Unas horas después chequeaba el cadáver del tuerto, a ver si encontraba una pista de la información que precisaba. A la orilla del río comenzó a vaciar todos los bolsillos del muerto y a buscar entre la ropa sin resultado.
- A ver..., dónde escondes mi mensaje...- habló al cadáver cómo si él le fuera a contestar. Se agachó junto a su cabeza y, como por instinto, levantó el parche del ojo izquierdo del tuerto.
Reprimió un gesto de asco al ver la oquedad ensangrentada y dentro...
- Vaya, ¿no podrías haberlo guardado en otro sitio? ¡Pero que tío más cerdo!. Sólo faltaba que te lo metieras por el...- divagó Sands.- Veamos; guantes, guantes...- hurgó en sus propios bolsillos y sacó un par de guantes de látex. Se los puso y sacó el papel de la viscosa oquedad.
- Pero que asco...- masculló Sands. Abrió el papel y lo leyó.- Así que sí...- miró al muerto, pensativo, mientras murmuraba:- ¿Qué hago contigo? Ya sé.- volvió a arrugar el papel y puso en práctica la proposición que había hecho antes sobre un lugar aún más asqueroso que la cavidad ocular.
Acto seguido arrastró el cadáver hasta el río y dejó que la corriente lo arrastrara. Se quitó los guantes y se alejó del lugar.
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- ¡Hey! ¡¿Estás ahí?! ¿Estás a...? ¡Joder!- cerró el móvil con rabia y comenzó a dar vueltas por la casa de comidas.
Estaba nervioso. ¡Claro que estaba nervioso, joder! Todo se había ido a la mierda; había comenzado como algo divertido. Había disfrutado con todo eso de convencer al mariachi para que matara al tipo aquel q iba a acabar con el presidente, Márquez, creía recordar que se llamaba, y que Ramírez matara a otro tipo. Todo eso del Golpe de Estado y todas las complicaciones que conlleva le había divertido a Sands... hasta ahora. Debería haberse preocupado antes, ahora se le estaba yendo todo de las manos, y el odiaba perder el control sobre las cosas.
- ¡Joder; empiezo a acojonarme!- dijo exasperado. Suspiró, se sentó y se pasó las manos por la cara y el pelo, tratando de quitarse el nerviosismo. Comenzó a juguetear con la comida. Marisa lo miraba con una sonrisa divertida, lo que irritaba aún más a Sands. De pronto frunció el ceño; ¿era posible que esa muchacha supiera algo? ¿Qué perteneciera al cártel?. Coincidían demasiado.
No pudo seguir con sus pensamientos porque una mujer se sentó en la silla delante de él. ¿Qué hacía aquella mujer allí?
- Apuesto a que ya pensabas que no te íbamos a coger.- dijo ella. Él la miró largamente. Iba a contestar cuando sintió un pinchazo en el cuello y un instante después se cernió la oscuridad sobre él.
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Marisa lo había visto todo. Observó con un nudo en el estómago cómo le inyectaban algo en el cuello a Sands y éste quedaba dormido. La mujer, que iba vestida toda de negro, hizo un gesto de cabeza al gorila que estaba detrás de Sands, se puso de pié y salió de la casa de comidas. El otro agarró al dormido de cualquier manera y se lo llevó tras ella.
Marisa dudó un momento si seguirlos o no. Había indagado sobre el hombre, ahora inconsciente, que frecuentaba el lugar y había averiguado algunas cosas: su nombre, su menú preferido, que solía frecuentar con tíos raros y otras cosas que escandalizarían a su madre. Por no hablar que ella misma, personalmente, lo había visto matar a más de una persona. Era, sin duda alguna, un hombre peligroso... y un imán para alguien con una vida tan aburrida como la de ella. Además de una atracción de emociones, también había una atracción física.
No se lo pensó dos veces: dejó unas monedas para que la camarera se cobrara ella misma el trago y salió afuera.
Anduvo disimuladamente a lo largo de la acera, tratando de no llamar la atención y vio como metían a Sands en el maletero de un coche. Arrancaron y se fueron. En cuanto doblaron la esquina, Marisa echó a correr hacia donde ellos se habían ido y siguió el coche durante un buen trecho. Cuando creía que había perdido de vista el automóvil, lo vio aparcado en un lado de la calle. Logró ver cómo, calle abajo, metían al hombre en un portal. Aún iba dormido. Se metió en otro portal en la esquina de la calle donde estaba a esperar. Tras dos horas y media de espera, al no ver señal de movimiento en el edificio que vigilaba, Marisa se fue a su casa. Mañana a primera hora volvería.
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Sands despertó con un fuerte dolor de cabeza y un molesto zumbido en los oídos. Su vista se fue aclarando un poco hasta distinguir el lugar en el que se hallaba: una pequeña y oscura habitación con una débil luz. Estaba en una camilla rodeado de unos tipos nada amigables.
- ¿Qué tal la siesta, Sands?- dijo con sarcasmo un tipejo con voz familiar que Sands no pudo distinguir bien; sólo estaba seguro que el tipo era de lo más feo. - Supusiste que te ibas a salir con la tuya, como siempre, ¿verdad?
- Os lo advierto, - se apresuró Sands sintiendo que lo invadía el pánico de estar en una situación tan precaria,- si me matáis tendréis a toda la puñetera marina detrás vuestra.- y añadió.- Soy miembro de una organ...
- Sí, sí, tranquilo, Sands... No se ponga nervioso; no queremos matarle... sólo opinamos que ha visto demasiado.
- Y creemos que no debería ver nada más.- añadió otro hombre, compañero del primero.
Conocía a esos tipos, eso era lo que más nervioso lo ponía ahora que los reconocía: eran los que iban a matar al presidente y provocar el golpe de estado. El cártel.
- ¿Ves algo bonito?- dijo la mujer que lo había distraído en la casa de comidas, insinuándosele. También a ella la conocía, ya la había reconocido en la casa de comidas, se hacía llamar Ajedrez. Su pregunta lo dejó ligeramente descolocado; pero enseguida le siguió el juego.
- Sí. Veo a una mujer.- dijo con una sonrisa lasciva.
- Me alegro; porque será lo último que veas.
Un hombre se acercó a la camilla con una aguja en una mano y haciendo funcionar una especie de pequeño taladro puntiagudo en la otra. La sonrisa burlona se borró de la cara de Sands dando lugar a un semblante serio y, aparentemente, impasible.
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