"...¿No te da miedo? ¿No has visto el mundo cambiar ante tus propios ojos y sin embargo sigues vivo?¿Dónde están ahora los tuyos? Se han ido... y tú te irás también un día que a cada segundo es más cercano. Anda, aférrate un poco más a esta tierra que ya no tiene nada para ti...¿Qué buscas? ¿Qué es eso que te falta?... ¿No lo tenéis ya acaso? " Narwain sacudió la cabeza desvaneciendo aquellas afiladas palabras; no permitiría que eso lo frenara. Recordó fugazmente su pasado, su vida entre espesos bosques, las lanzas, las espadas, el honor al rey... tiempo, tiempo, tiempo que se escurría como agua entre las manos.

Ahora estaba solo; cabalgando aún sobre su fiel y níveo corcel. Lejos de su bosque, lejos de sus recuerdos, cabalgaba hacia un pequeño poblado donde seguramente habría una posada. Su paso era calmado, un poco por serenidad, un poco por cansancio. Quería dejar de correr tras el tiempo, quería dar un último respiro en aquel lugar de toda su vida ¿Qué buscaba?...

°*°*°*°*°*

Nan alcanzaba otro pastelillo del platón

-Ay hija mía, eso te pasa por convivir tanto con hobbits -

-¿mmm? - respondió la muchacha con la boca llena

-De todos modos seguirá igual de flaca - todos rieron.

Nan era una muchacha alegre y risueña que vivía en una granja próxima a Bree; la más pequeña de los hijos del leñador y la quinta después de cuatro fuertes varones. A su corta edad sólo ayudaba alimentando animales y preparando el alimento de sus hermanos. Y a veces iba a la Taberna más famosa del pueblo, donde la nieta del gran posadero Cebadilla Mantecona era su gran amiga; después de atender a los clientes solían cantar, bailar y hasta beber un poco si no las atrapaban antes.

- Padre ¿puedo ir con Lili? Ya he terminado mi comida y de hacer lo que me pediste -

- Claro que puedes, pero no quiero que vuelvas muy tarde - dijo su padre, un hombre corpulento y con una oscura y espesa barba que ya pintaba algunas canas. Nan le dio un beso en la mejilla y salió corriendo hacia su destino.

Las empedradas calles estaban cada vez más llenas de gente: comerciantes, aldeanos y campesinos que pasaban por ahí, hobbits, enanos y hombres; Nan sabía el camino de memoria y todo se le hacía tan común, tan bellamente común. El olor de los comercios de comida, el ruido de los carros y de los mercantes vendiendo sus cosas, las pisadas de los caballos sobre la piedra y el sonido de su propia respiración, agitada y presurosa, dispuesta a llegar hasta la taberna y divertirse con Lili.

Una rizada y rubia joven la recibió como siempre por la puerta de atrás

-¡Nany! -

- Por fin he llegado - dijo, agitada - ¿Cómo vas hoy?-

-Necesito tu ayuda, esto está imposible - le respondió y la tomó de la mano, llevándola adentro con rapidez

-Estamos hasta el tope, lo siento pero tendrás que ayudarme - dijo sonriente

-¿Ahora?-

-Sí ahora, vamos; tú atiende a ese misterioso de allá -

-¿Y por qué yo tengo que atender al misterioso? -

-Da igual, ¡apúrate antes de que nos linchen! -

Nan se dirigió hacia el extraño; un hombre con el rostro ensombrecido por una capucha verde oscuro

-Buenas noches- dijo Nan, pero al no obtener respuesta, repitió casi gritando. El hombre levantó la cabeza, sobresaltado

-¿Desea tomar algo? - le preguntó sonriente. El hombre la miró un momento

-Una pinta -

- ¿De cerveza, verdad...? en seguida -

Nan se alejó con una extraña sensación; la manera en que ese hombre miraba, la manera en que hablaba la habían inquietado un poco. Sirvió la pinta con las manos estremecidas y regresó rápidamente a la mesa

-Aquí tiene- dijo poniendo el tarro sobre la mesa. El hombre sólo inclinó la cabeza en seña de agradecimiento.

La noche se desarrollaba ruidosa y alegre como siempre, hombres contando sus historias, un tanto reales y un tanto exageradas. Algunas canciones desafinadas sonaban de pronto y otras más afortunadas voces cantaban las grandes hazañas de la antigüedad.

-Hey Nany, ¿por qué no cantamos algo? - preguntó Lili sonriente hacia su amiga

-¿y qué les cantaremos? -

-Una buena, la del vino -

-Venga- dijo animándose rápidamente. Con un cuchillo tintineó sobre un tarro llamando la atención a todos

-Ahora nos toca cantarles - dijo Lili, que estaba sobre una silla. Nan sacó unos cascabeles de su bolsillo y comenzó a darle el pulso a Lili, para después seguirla.

"Sólo estoy con mi frasco de vino

bajo un árbol en flor.

Asoma la luna y dice su rayo

que ya somos dos..

Y mi propia sombra anuncia después

que ya somos tres.

Aunque el astro no pueda beber

su parte de vino

Y mi sombra no quiera alejarse

pues está conmigo.

En esa placentera compañía

reiré de mis dolores

En tanto que dura la primavera!"

Todos se habían callado para escuchar a las jóvenes que animadas cantaban su canción. Cuando terminaron todos aplaudieron y hubo hasta quien se atrevió a silbar fuertemente. Las muchachas rieron, era una costumbre de cada noche. Usualmente un grupo de viajeros ,que llevaban ya un tiempo en la posada, sacaban instrumentos diversos y tocaban una vivaz música con la que bailaban. Cuando había mucha gente subían a las mesas. La canción del vino era una de las más apreciadas por todos, al comentar sus bendiciones todos se animaban a pedir más

Nan se sentó cansada en una silla, aún agitada después de la canción y el baile posterior. Miró a su alrededor y sonrió, toda la gente, los caminantes y comerciantes; Lili bailando con un apuesto viajero... miró entonces a aquel rincón. El hombre se había quitado la capucha verde; tenía unos ojos del color de las nubes llenas de lluvia y una piel clara y limpia como nunca había visto una en su vida. Su cabello era de un rubio oscuro, peinado hacia atrás y atado con una cinta. Se quedó boquiabierta.

-¿Qué pasa? Parece que viste un fantasma - le dijo Lili sorpresivamente, que llevaba de la mano al viajero con quien antes bailaba

-¿Quién es ese?- dijo señalando sin ninguna vergüenza al hombre

- Llego apenas ayer, no sé... parece ser de esos hombres raros que todavía vagan por ahí -

Nan asintió; no podía dejar de verlo. Entonces, como si le hubiera llamado, el hombre volteó de pronto. Ella quitó su mirada lo más pronto que pudo, pero ya fue inevitable hacer notar que lo miraba. Tardó un rato en mirar de nuevo pero ya no había nadie en la mesa cuando eso sucedió.

La noche se dejó ir como todas, alegre y ajetreada, hasta que Nan se percató de que era bastante tarde

-¡Mi padre me va a matar! Adiós Lili, vengo mañana -

-¿No quieres que te acompañe? -

-No, ¿luego quién te acompaña a ti? -

-¿Segura? -

-Sí, no me pasará nada- dijo con una sonrisa. En realidad le daba miedo pasar por ese largo trecho de bosque sombrío hasta llegar a su casa. Salió por la entrada principal y caminó por las calles solitarias y mojadas por el rocío de la madrugada. Se arrebujó en su capa, un poco raída y gastada. Cada vez caminaba más rápido, no sabía bien por qué, pero estaba intranquila. Al salir de la ciudad llevaba el paso tan apretado que casi corría. Las siluetas de los enormes árboles le daban un aspecto terrorífico al bosque. Nan caminaba lo más alejada de la arboleda que podía, aunque resultaba imposible. -Calma, calma- pensaba- si nunca pasa nada no tiene por qué pasar hoy -. Aunque trataba de controlarse estaba demasiado nerviosa para poder hacerlo.

Divisó unas siluetas y un escalofrío corrió por su espalda;apretó el paso. Ahora no eran sólo siluetas sino macabras carcajadas que salían del interior del bosque, donde había un resplandor rojizo, como de un fuego.

-Hey, mira - dijo de pronto una rasposa voz, no muy lejos

-Vaya, ¿que tenemos aquí?- respondió otra con un tono desagradable

Nan vió cómo se acercaban poco a poco a pesar de que avanzaba lo más rápido que podía. Hasta entonces pudo verlos con claridad; dos hombres de aspecto desagradable y un tercero grande y fuerte, pero no menos malcarado.

-No corras, muñequita, que no te haremos daño- decía el más bajo, sacando un oxidado cuchillo de su bolsillo.

Sentía que el corazón se le salía y hasta entonces empezó a correr, pero no sirvió de nada. El hombre más grande le dio pronto alcance y la derribó. Nan gritó desesperada y como pudo trató de golpearlo; era inútil. Los otros hombres vitoreaban y ayudaban a inmovilizar a la muchacha. -Debí hacer caso a mi padre- pensaba desesperadamente, no podía ya gritar pues le tapaban la boca; lo único que deseaba era que alguno de sus hermanos o su padre estuvieran ahí para quitarle de encima a esos horribles hombres.

De súbito, alguien golpeó fuertemente al hombre más grande, que se le quitó de encima, con la nariz ensangrentada. Nan se pudo zafar, pero aún la tenían por los brazos los otros dos. Y entonces vio a un cuarto hombre que golpeaba al que antes la tuviera sometida; los otros acudieron en su ayuda pero fue inútil, aquel parecía moverse ágilmente aunque a veces por número los otros lo superaban. Nan estaba inmóvil, no sabía que hacer

-¡!Corre!! - le gritó el que la había salvado

-¡¿Qué?! - decía sin saber qué hacer y sin querer dejar en apuros a aquel caballero

-¡¡¡Vete!!!- le gritó de nuevo y con más fuerza

Nan corrió tan rápido como pudo, sin dejar de pensar en la identidad de aquel... llegó a su casa agitada y sucia, entre el llanto y la agitación no pudo hablarle claramente a su padre.

-¡Pero niña!, ¡¿qué te ha pasado?! Te dije que no volvieras tarde, ¿Qué pasó?! -

-Perdona papá, es que el tiempo se me fue y luego... unos hombres... - decía entre sollozos

-¿Unos hombres qué? ¡Habla, Nandya!-

-Me atacaron, pero no paso nada, no sé, alguien me salvo-

Su padre puso uno de los gestos más furiosos que Nan jamás le hubiera visto. -.Esperen a que les ponga las manos encima a esos miserables - dijo su padre levantándose de su cómodo asiento, con los puños apretados

-No papá, está bien, déjalo ya - dijo Nan tomándolo de la mano y llevándolo de nuevo a sentarse

-No, nadie pondrá un dedo sobre mi hermana- dijo el mayor de los hermanos

-¡Basta ya! que no me ha pasado nada, la única que merece un buen regaño soy yo por cruzar el bosque tan tarde- dijo Nan hablando muy fuerte.

Después de horas de alegatos y griteríos su hermano mayor tomó un hacha y salió de la casa. Apenas regresó una hora después, para notificar que no había encontrado nada. Nadie dijo nada y todos se fueron a dormir.

Nan salió un momento a lavarse, vio la luna reflejada en el agua y pensó en aquel hombre, creía que esos que rescataban doncellas sólo existían en las leyendas....

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Bueno, este es de nuevo este fic que antes perdiese el ritmo. Esta remasterizado jajaja y espero que les guste!! Ustedes deciden si continúo o no

Gracias por sus revius!

Arrooooooz!