Abrió los ojos unas horas antes del amanecer. Aquel otoño estaba por morir
ante el blanco invierno y las mañanas cada vez eran más frías.
Se desperezó y se levantó del montón de pieles y mantas que le servían de
cama. Asomó su semidormida cabeza por la pequeña ventana que tenía el
tapanco donde dormía.
Los ronquidos de sus hermanos se escuchaban en todo el piso de arriba; pero
Léod, el hermano mayor de Nan ya se había levantado y, adormilado, trataba
de ponerse las botas; varias veces tropezó con la mesilla de noche y soltó
varios improperios. Nan no se pudo aguantar la risa
-¿Qué estás mirando tú? - le preguntó entre enojado y divertido
-Compruebo que tienes muy mala visión nocturna - respondió la muchacha riendo
-Ven acá...- su hermano se acercó a donde estaba y fuerte como era la cargo cuál si fuese un saco mientras ella golpeteaba su espalda y reía
-¡Bájame! ¡bájame ya! ¡Léod!-
-No podrás escaparte Nany -
-¡¿Pero que alboroto es este?! - la voz de su padre venía desde la única recámara separada de las demás camas. Ambos se detuvieron.
-Nan y yo vamos a alimentar a las gallinas -
- ¿No es muy temprano para eso?-
-Dile eso a las gallinas, papá - respondió la muchacha bromeando
-Veo que esta niña tiene hoy muy buen humor- dijo su hermano al momento en que la atrapaba y le hacía cosquillas. Las carcajadas de Nan inundaron la habitación e incluso la casa entera. Sus otros hermanos, que aún dormían gruñeron y los hicieron callar.
-Bueno ya, váyanse de una vez-
Nan y Léod bajaron la escalera aún entre carcajadas. Ella se puso las botas de trabajo y se echó encima una de las pieles que estaban en el perchero; tomó la canasta para recoger los huevos y abrió la puerta. Salieron juntos entre la todavía oscuridad, guiados por el claro resplandor de la luna. Entraron en el pequeño corral que estaba a un lado de la casa; había plumas por todos lados. Dieron grano a las gallinas. Mientras Nan recogía los huevos y Léod limpiaba un poco aquel desastre, el cielo se empezó a aclarar y la luz de las estrellas se disminuía poco a poco.
-¿Sabes de qué tengo ganas? - preguntó Léod
-No me digas, de que te prepare un gran desayuno -
-Me lees la mente, hermanita-
- Si quieres que cocine me tendrás que acompañar al pueblo a comprar varias cosas-
-Prometido -
Al igual que su madre, que había muerto hace mucho tiempo, Nan tenía la mejor mano para cocinar. Por fin, la luz tocó el horizonte. Nan siempre decía que el sol a esa hora parecía una reluciente moneda de cobre. Los rojos tejados de las casas se vislumbraban entre el verdor y la bruma matutina que aún no se diluía por completo; las finas columnas del humo de las cocinas comenzaban a ascender allá abajo, en el pueblo. Nan entró en la casa y se cambió, se puso el vestido de siempre y se peinó un poco aquel rebelde y oscuro cabello que tenía. Todos estaban ya levantados: alimentando a los pocos borregos que tenían y cortando leña. Era un común y bello día
-Padre, Léod y yo bajaremos al pueblo; compraremos varias cosas -
- Vayan, y no tarden mucho, que ya me empieza a dar hambre -
Siguieron el camino de siempre: la pequeña senda a través del bosque donde, de pronto, la muchacha recordó lo que le había pasado. Tenía casi una semana de sucedido y no había vuelto a ver ni a los atacantes ni a aquel extraño que la había salvado. Su hermano cruzó un brazo encima de sus hombros, en un gesto protector y siguieron caminando.
Aún era temprano y el pueblo tenía ya una gran movilización. Parecían ese día llegar muchos comerciantes y pastores de aldeas cercanas. Fueron directamente al mejor puesto de alimentos de Bree, donde, según Léod, estaba la leche y el queso de las mejores vacas, además de las legumbres de la mejor parcela.
-Buenos días señorita Nan ¿Cómo está vuestro padre? - dijo un amable y rechoncho hobbit. Nunca le había preguntado cómo se llamaba, pero le caía muy bien
- Oh, él se encuentra de maravilla, gracias -
-¿Y qué llevará hoy? ¿Algunas zanahorias, papas, tomates? Tenemos lo mejor para usted ¿Qué me dice del queso fresco, o de la crema agria? Todo es recién traído - el hobbit hablaba apresuradamente, moviéndose de un lado a otro.
- Claro, lo mejor, por eso vengo aquí - respondió sonriendo - Necesito leche, varios litros -
-¿Podrá cargarlos? -
-Para eso lo traigo a él - dijo dando un golpecito en la espalda de su hermano
-Entonces la leche, muy bien -
- Y papas, una buena cantidad... también de ese queso y, claro! salchichas de desayuno -
A Nan le encantaba cocinar para los demás; disfrutaba del olor de todas las cosas, las texturas y los condimentos. El aroma de las verduras crudas, aún con su esencia de tierra fresca. La carne roja y húmeda, las manzanas y las moras. No por eso decían que tenía el mejor sazón de todo Bree, aunque pocos habían probado lo que cocinaba.
-¿Podría guardar un momento mi compra? Tengo que ir a la panadería -
-Con todo gusto - respondió el afanoso hobbit
Nan se encaminó junto con su hermano que a ratos se quedaba atrás, distraído entre las extrañas mercancías de los comerciantes extranjeros. El olor de los hornos los guiaba y llenaba el aire de un apetitoso aroma.
-¡Buen día! -
-Buen día tenga usted, señorita ¿En que puedo serviros? -
-Me gustarían tres piezas de ese pan que acaba de sacar del horno - dijo señalando unas deliciosas hogazas aún despidiendo un tibio vapor.
No supo en que momento se percató de que el habitual griterío no se hacía presente. Escuchaba los rumores y murmullos de las mujeres solamente. No pudo evitar sentir curiosidad y se acercó con disimulo hasta donde estaban para escuchar de qué hablaban
- Qué terribles cosas suceden ahora, el hijo mayor de los Cornezuelo, los de los caballos, ¿asesinado? ¿por acampar en el bosque con un par de amigos nada más? - decía una señora con la voz muy baja
- He oído que el culpable es uno de esos sanguinarios extranjeros que llegan, ¡deberían prohibirles la entrada! -
Nan estaba por demás interesada en la plática, pero después de reflexionar un momento, se puso pálida, recordó; sí, ¿el mayor de los Cornezuelo? Siempre fue un niño desagradable, y de mayor fue peor... unió las piezas de su cara poco a poco: los ojos grandes y hundidos, la nariz afilada, unas cejas espesas y la expresión de siempre estar tramando algo; era muy grande y corpulento... cerró los ojos un y los abrió asustada, aquella descripción era la misma que tenía aquel hombre del bosque... ¿muerto? ¿ acampando con dos amigos?
- Y yo supe que todo eso había ocurrido por culpa de una muchachita- dijo una mujer joven mirando a Nan inquisitivamente. Ella sólo tomó su pan y pagó; ahora no cabía duda, de lo que hablaban era de su incidente.
Salió de ahí con los puños apretados, totalmente furiosa... y desconcertada. Entró rápido a recoger su pasada compra a la tienda de alimentos.
-Aquí están vuestras cosas, señorita - dijo el tendero hobbit, aún bastante animoso. Ella sonreía a medias, por pura cortesía. Al momento en que pagaba vio como la gente se le quedaba mirando de nuevo y ahora no sólo murmuraban, sino que hacían sus comentarios abiertamente.
-Los Cornezuelo no habrían sufrido tal pérdida si no se le hubieran insinuado al joven ...-
- Supe que él nunca le hizo caso, por eso la despechada buscó a un salvaje que lo asesinara por unas cuantas monedas -
Nan los miraba con enfado y Léod más aún, pues creía totalmente en lo que su hermana le había contado.
-¡Ya está bien! - dijo impacientado Léod, alzando la voz al momento en que ella lo jalaba del brazo para salir de ahí.- ¡Y cuando los vuelva a oír inventar tales cosas yo mismo los pondré en su lugar! ¡buitres! - gritaba de lejos a los chismosos que se habían juntado.
-Cálmate y vámonos de una buena vez- le decía Nan muy indignada, que no paraba de jalarlo. Se decidieron a salir entonces, pero vieron que Lili venía de frente.
-Hola Nany, Léod- saludó la rubia muchacha
- Hola Lili... - respondieron casi al mismo tiempo
-Parece que ya sabes lo que dicen... -
-Sí, lo he oído ya... ¿Qué? ¿Tú también les creerás? -
- No, yo te creo a ti - dijo Lili con una dulce sonrisa, poniendo una mano en el hombro de Nan
-Gracias -
-No tienes nada que agradecerme... pero, tengo algo que decirte - dijo haciendo una clara seña de que quería estar a solas con ella. Léod asintió y se alejó lo suficiente como para no oírlas.
- Quien te salvó fue ese hombre que está en la posada -
-¿Hablas... del misterioso? ¿Y tú como estás tan segura? -
- Se hace llamar Fram y claro que es él. Esa noche salió, antes que te fueras y regresó ya muy entrada la noche... herido-
- ¿Quién más lo sabe? -
-Pues mi padre, pero nadie más... aunque no dudes que lo tengan en la mira; Nany, esto es peligroso, parece que todo Bree está en tu contra, sabes lo conocidos que son "esos"- dijo despectivamente.
-No sé que haré... - dijo mirando hacia abajo - de momento me voy a casa, mi padre nos espera-
-Está bien, nos vemos. Cuídate -
Los hermanos continuaron su camino en silencio hasta llegar a su casa.
°*°*°*°*°*°*°*°
No había pasado mucho tiempo y las cosas se habían puesto feas; Nan ni siquiera podía pensar en ir al pueblo, se sentía enclaustrada. En especial aquella tarde donde estaría con Lili en la taberna, viendo llegar a todos los viajeros , sirviendo pintas de cerveza...
Ahora sólo podía ir a buscar soledad en el bosque (no muy lejos, obviamente). Había causado tantos problemas que lo único que quería era esconderse. Sus hermanos no podían ir al pueblo sin soltar provocaciones e insultos a los que iniciaban las habladurías y su padre ya había sido amenazado por varios tipejos de los Cornezuelo. A la sombra de un gran árbol se sentó y cerró los ojos. Estaba recargada cómodamente y cantaba casi en susurro una cancioncilla. Pero de pronto, sintió como una mano tapaba su boca y unos brazos la tomaban por detrás. Se levantó entre forcejeos y entonces destaparon su boca. Vio frente a frente a aquel hombre de hacía semanas. Sus ojos azul- gris la miraban fijamente
-¡Maldita sea! ¿por qué todos los hombres tienen que hacer las cosas de este modo? ¿no pudiste llegar a hablar tranquilamente y ya?- dijo Nan alterada mientras se desarrugaba el vestido
-Perdona, no quería que gritaras -
- ¡Pues claro que no iba a gritar! ¿era necesario montar esta escenita? -
El hombre no dijo nada y Nan, al mirarlo con más calma se tranquilizó. Casi olvidaba que le debía un agradecimiento...
- Entonces eras tú -
- ¿Yo? -
-Sí, el de esa noche -
-Ah... sí, fui yo -
-Gracias- dijo Nan, sonriendo. Él pareció no responder, pero era como si sus ojos se alegraran
-Yo soy Nan - dijo tendiéndole la mano, él la tomó y se la besó delicadamente. Nan se extrañó, nadie nunca había hecho eso en una presentación
-Llamadme Fram -
- ¿Y por qué has venido a buscarme? -
- Señorita... parece la he metido en un gran lío -
-Ah no, no fue tu culpa, de hecho hubiera sido peor si no hubieses estado ahí - Nan le hablaba con soltura, pero él parecía no abandonar la cortesía ni un momento
- Es más serio de lo que usted cree, en especial ahora-
-No comprendo -
-Vienen por usted, creen que fue la culpable de que ese hombre fuese muerto -
-Te puedo preguntar... era necesario que... lo... mataras? -
-Yo no lo maté en realidad.... habrá tiempo de contárselo después sí usted... viene conmigo -
Nan se quedó boquiabierta.
-¿Ir contigo? ¿a...dónde? sí apenas te conozco -
-Entonces tendrá que confiar en mi... no puedo dejaros aquí, mi conciencia no lo podría sobrellevar-
-¡Pero si no va a pasarme nada! Este es mi hogar -
- Créame... vienen por usted -
La palabras del hombre se tornaron realmente serias y sombrías. No podría mentir. Nan tragó saliva con dificultad y no pudo evitar que dos lágrimas rodaran por sus mejillas.
- Vendré, en unas horas al anochecer. Llamaré tres veces... si no sale, confiaré en que vuestra decisión es quedarse, pase lo que pase -
La muchacha asintió y vio como se alejaba Fram entre el bosque. Corrió hasta su casa y no había nadie. Estuvo dando vueltas en la salita, pensando millones de cosas; preparó un equipaje muy ligero: si no se iba sería fácil desempacarlo. Estaba realmente desesperada, hasta que su hermano mayor llegó.
-¿Qué te pasa Nany? ¿Con quién estabas? - le preguntó mientras le daba un abrazo. Su hermana no dejaba de llorar y entre sollozos tratar de explicarle
-Calma, calma.... no te entiendo -
-Léod, me tengo que ir-
-¿Qué dices? ¿Ir a dónde?¿Con quién? -
-Me matarán, esto ya se puso muy feo... -
- Primero tendrán que matarnos a todos para hacer eso -
-Es que ya no quiero causar problemas... ¿recuerdas el hombre que me salvó? Estaba con él y me dijo que partiéramos... Léod, yo no quiero que les pase algo por mi culpa -
-Nada de eso, Nany... y no te dejaré ir con un extraño ¡Ni hablar! -
- Entiéndeme, hermano... - dijo, de nuevo estallando en llanto
En ese momento sonó un golpe no muy fuerte pero lo demasiado sonoro para ser notado por los hermanos.
-Es él-
-Nany, no te vayas... ¿Y papá? ¿Y nosotros? -
Nan no contestó; se escuchó el segundo llamado. Estaba nerviosa, miraba a su hermano, su casa y miraba a la puerta trasera, donde la silueta de un hombre aguardaba. También escuchó un grupo de hombres que venía hacia su casa por la senda principal, traían antorchas...
-Hermana... ya vienen...-
//////////////////////////
Bueno, el suspensito que busca dejarlas emocionados jeje. Gracias a Elanta (prometo terminar este fic de una vez por todas) a Nariko mi consentida, a Lisswen, a Jennyfer, a Giledhel-Narya, a mi Marcelita y a todos los que me leen y no dejan review, hantalë!!
Dejen Reviú por todos los Valar!
Arroooouz
-¿Qué estás mirando tú? - le preguntó entre enojado y divertido
-Compruebo que tienes muy mala visión nocturna - respondió la muchacha riendo
-Ven acá...- su hermano se acercó a donde estaba y fuerte como era la cargo cuál si fuese un saco mientras ella golpeteaba su espalda y reía
-¡Bájame! ¡bájame ya! ¡Léod!-
-No podrás escaparte Nany -
-¡¿Pero que alboroto es este?! - la voz de su padre venía desde la única recámara separada de las demás camas. Ambos se detuvieron.
-Nan y yo vamos a alimentar a las gallinas -
- ¿No es muy temprano para eso?-
-Dile eso a las gallinas, papá - respondió la muchacha bromeando
-Veo que esta niña tiene hoy muy buen humor- dijo su hermano al momento en que la atrapaba y le hacía cosquillas. Las carcajadas de Nan inundaron la habitación e incluso la casa entera. Sus otros hermanos, que aún dormían gruñeron y los hicieron callar.
-Bueno ya, váyanse de una vez-
Nan y Léod bajaron la escalera aún entre carcajadas. Ella se puso las botas de trabajo y se echó encima una de las pieles que estaban en el perchero; tomó la canasta para recoger los huevos y abrió la puerta. Salieron juntos entre la todavía oscuridad, guiados por el claro resplandor de la luna. Entraron en el pequeño corral que estaba a un lado de la casa; había plumas por todos lados. Dieron grano a las gallinas. Mientras Nan recogía los huevos y Léod limpiaba un poco aquel desastre, el cielo se empezó a aclarar y la luz de las estrellas se disminuía poco a poco.
-¿Sabes de qué tengo ganas? - preguntó Léod
-No me digas, de que te prepare un gran desayuno -
-Me lees la mente, hermanita-
- Si quieres que cocine me tendrás que acompañar al pueblo a comprar varias cosas-
-Prometido -
Al igual que su madre, que había muerto hace mucho tiempo, Nan tenía la mejor mano para cocinar. Por fin, la luz tocó el horizonte. Nan siempre decía que el sol a esa hora parecía una reluciente moneda de cobre. Los rojos tejados de las casas se vislumbraban entre el verdor y la bruma matutina que aún no se diluía por completo; las finas columnas del humo de las cocinas comenzaban a ascender allá abajo, en el pueblo. Nan entró en la casa y se cambió, se puso el vestido de siempre y se peinó un poco aquel rebelde y oscuro cabello que tenía. Todos estaban ya levantados: alimentando a los pocos borregos que tenían y cortando leña. Era un común y bello día
-Padre, Léod y yo bajaremos al pueblo; compraremos varias cosas -
- Vayan, y no tarden mucho, que ya me empieza a dar hambre -
Siguieron el camino de siempre: la pequeña senda a través del bosque donde, de pronto, la muchacha recordó lo que le había pasado. Tenía casi una semana de sucedido y no había vuelto a ver ni a los atacantes ni a aquel extraño que la había salvado. Su hermano cruzó un brazo encima de sus hombros, en un gesto protector y siguieron caminando.
Aún era temprano y el pueblo tenía ya una gran movilización. Parecían ese día llegar muchos comerciantes y pastores de aldeas cercanas. Fueron directamente al mejor puesto de alimentos de Bree, donde, según Léod, estaba la leche y el queso de las mejores vacas, además de las legumbres de la mejor parcela.
-Buenos días señorita Nan ¿Cómo está vuestro padre? - dijo un amable y rechoncho hobbit. Nunca le había preguntado cómo se llamaba, pero le caía muy bien
- Oh, él se encuentra de maravilla, gracias -
-¿Y qué llevará hoy? ¿Algunas zanahorias, papas, tomates? Tenemos lo mejor para usted ¿Qué me dice del queso fresco, o de la crema agria? Todo es recién traído - el hobbit hablaba apresuradamente, moviéndose de un lado a otro.
- Claro, lo mejor, por eso vengo aquí - respondió sonriendo - Necesito leche, varios litros -
-¿Podrá cargarlos? -
-Para eso lo traigo a él - dijo dando un golpecito en la espalda de su hermano
-Entonces la leche, muy bien -
- Y papas, una buena cantidad... también de ese queso y, claro! salchichas de desayuno -
A Nan le encantaba cocinar para los demás; disfrutaba del olor de todas las cosas, las texturas y los condimentos. El aroma de las verduras crudas, aún con su esencia de tierra fresca. La carne roja y húmeda, las manzanas y las moras. No por eso decían que tenía el mejor sazón de todo Bree, aunque pocos habían probado lo que cocinaba.
-¿Podría guardar un momento mi compra? Tengo que ir a la panadería -
-Con todo gusto - respondió el afanoso hobbit
Nan se encaminó junto con su hermano que a ratos se quedaba atrás, distraído entre las extrañas mercancías de los comerciantes extranjeros. El olor de los hornos los guiaba y llenaba el aire de un apetitoso aroma.
-¡Buen día! -
-Buen día tenga usted, señorita ¿En que puedo serviros? -
-Me gustarían tres piezas de ese pan que acaba de sacar del horno - dijo señalando unas deliciosas hogazas aún despidiendo un tibio vapor.
No supo en que momento se percató de que el habitual griterío no se hacía presente. Escuchaba los rumores y murmullos de las mujeres solamente. No pudo evitar sentir curiosidad y se acercó con disimulo hasta donde estaban para escuchar de qué hablaban
- Qué terribles cosas suceden ahora, el hijo mayor de los Cornezuelo, los de los caballos, ¿asesinado? ¿por acampar en el bosque con un par de amigos nada más? - decía una señora con la voz muy baja
- He oído que el culpable es uno de esos sanguinarios extranjeros que llegan, ¡deberían prohibirles la entrada! -
Nan estaba por demás interesada en la plática, pero después de reflexionar un momento, se puso pálida, recordó; sí, ¿el mayor de los Cornezuelo? Siempre fue un niño desagradable, y de mayor fue peor... unió las piezas de su cara poco a poco: los ojos grandes y hundidos, la nariz afilada, unas cejas espesas y la expresión de siempre estar tramando algo; era muy grande y corpulento... cerró los ojos un y los abrió asustada, aquella descripción era la misma que tenía aquel hombre del bosque... ¿muerto? ¿ acampando con dos amigos?
- Y yo supe que todo eso había ocurrido por culpa de una muchachita- dijo una mujer joven mirando a Nan inquisitivamente. Ella sólo tomó su pan y pagó; ahora no cabía duda, de lo que hablaban era de su incidente.
Salió de ahí con los puños apretados, totalmente furiosa... y desconcertada. Entró rápido a recoger su pasada compra a la tienda de alimentos.
-Aquí están vuestras cosas, señorita - dijo el tendero hobbit, aún bastante animoso. Ella sonreía a medias, por pura cortesía. Al momento en que pagaba vio como la gente se le quedaba mirando de nuevo y ahora no sólo murmuraban, sino que hacían sus comentarios abiertamente.
-Los Cornezuelo no habrían sufrido tal pérdida si no se le hubieran insinuado al joven ...-
- Supe que él nunca le hizo caso, por eso la despechada buscó a un salvaje que lo asesinara por unas cuantas monedas -
Nan los miraba con enfado y Léod más aún, pues creía totalmente en lo que su hermana le había contado.
-¡Ya está bien! - dijo impacientado Léod, alzando la voz al momento en que ella lo jalaba del brazo para salir de ahí.- ¡Y cuando los vuelva a oír inventar tales cosas yo mismo los pondré en su lugar! ¡buitres! - gritaba de lejos a los chismosos que se habían juntado.
-Cálmate y vámonos de una buena vez- le decía Nan muy indignada, que no paraba de jalarlo. Se decidieron a salir entonces, pero vieron que Lili venía de frente.
-Hola Nany, Léod- saludó la rubia muchacha
- Hola Lili... - respondieron casi al mismo tiempo
-Parece que ya sabes lo que dicen... -
-Sí, lo he oído ya... ¿Qué? ¿Tú también les creerás? -
- No, yo te creo a ti - dijo Lili con una dulce sonrisa, poniendo una mano en el hombro de Nan
-Gracias -
-No tienes nada que agradecerme... pero, tengo algo que decirte - dijo haciendo una clara seña de que quería estar a solas con ella. Léod asintió y se alejó lo suficiente como para no oírlas.
- Quien te salvó fue ese hombre que está en la posada -
-¿Hablas... del misterioso? ¿Y tú como estás tan segura? -
- Se hace llamar Fram y claro que es él. Esa noche salió, antes que te fueras y regresó ya muy entrada la noche... herido-
- ¿Quién más lo sabe? -
-Pues mi padre, pero nadie más... aunque no dudes que lo tengan en la mira; Nany, esto es peligroso, parece que todo Bree está en tu contra, sabes lo conocidos que son "esos"- dijo despectivamente.
-No sé que haré... - dijo mirando hacia abajo - de momento me voy a casa, mi padre nos espera-
-Está bien, nos vemos. Cuídate -
Los hermanos continuaron su camino en silencio hasta llegar a su casa.
°*°*°*°*°*°*°*°
No había pasado mucho tiempo y las cosas se habían puesto feas; Nan ni siquiera podía pensar en ir al pueblo, se sentía enclaustrada. En especial aquella tarde donde estaría con Lili en la taberna, viendo llegar a todos los viajeros , sirviendo pintas de cerveza...
Ahora sólo podía ir a buscar soledad en el bosque (no muy lejos, obviamente). Había causado tantos problemas que lo único que quería era esconderse. Sus hermanos no podían ir al pueblo sin soltar provocaciones e insultos a los que iniciaban las habladurías y su padre ya había sido amenazado por varios tipejos de los Cornezuelo. A la sombra de un gran árbol se sentó y cerró los ojos. Estaba recargada cómodamente y cantaba casi en susurro una cancioncilla. Pero de pronto, sintió como una mano tapaba su boca y unos brazos la tomaban por detrás. Se levantó entre forcejeos y entonces destaparon su boca. Vio frente a frente a aquel hombre de hacía semanas. Sus ojos azul- gris la miraban fijamente
-¡Maldita sea! ¿por qué todos los hombres tienen que hacer las cosas de este modo? ¿no pudiste llegar a hablar tranquilamente y ya?- dijo Nan alterada mientras se desarrugaba el vestido
-Perdona, no quería que gritaras -
- ¡Pues claro que no iba a gritar! ¿era necesario montar esta escenita? -
El hombre no dijo nada y Nan, al mirarlo con más calma se tranquilizó. Casi olvidaba que le debía un agradecimiento...
- Entonces eras tú -
- ¿Yo? -
-Sí, el de esa noche -
-Ah... sí, fui yo -
-Gracias- dijo Nan, sonriendo. Él pareció no responder, pero era como si sus ojos se alegraran
-Yo soy Nan - dijo tendiéndole la mano, él la tomó y se la besó delicadamente. Nan se extrañó, nadie nunca había hecho eso en una presentación
-Llamadme Fram -
- ¿Y por qué has venido a buscarme? -
- Señorita... parece la he metido en un gran lío -
-Ah no, no fue tu culpa, de hecho hubiera sido peor si no hubieses estado ahí - Nan le hablaba con soltura, pero él parecía no abandonar la cortesía ni un momento
- Es más serio de lo que usted cree, en especial ahora-
-No comprendo -
-Vienen por usted, creen que fue la culpable de que ese hombre fuese muerto -
-Te puedo preguntar... era necesario que... lo... mataras? -
-Yo no lo maté en realidad.... habrá tiempo de contárselo después sí usted... viene conmigo -
Nan se quedó boquiabierta.
-¿Ir contigo? ¿a...dónde? sí apenas te conozco -
-Entonces tendrá que confiar en mi... no puedo dejaros aquí, mi conciencia no lo podría sobrellevar-
-¡Pero si no va a pasarme nada! Este es mi hogar -
- Créame... vienen por usted -
La palabras del hombre se tornaron realmente serias y sombrías. No podría mentir. Nan tragó saliva con dificultad y no pudo evitar que dos lágrimas rodaran por sus mejillas.
- Vendré, en unas horas al anochecer. Llamaré tres veces... si no sale, confiaré en que vuestra decisión es quedarse, pase lo que pase -
La muchacha asintió y vio como se alejaba Fram entre el bosque. Corrió hasta su casa y no había nadie. Estuvo dando vueltas en la salita, pensando millones de cosas; preparó un equipaje muy ligero: si no se iba sería fácil desempacarlo. Estaba realmente desesperada, hasta que su hermano mayor llegó.
-¿Qué te pasa Nany? ¿Con quién estabas? - le preguntó mientras le daba un abrazo. Su hermana no dejaba de llorar y entre sollozos tratar de explicarle
-Calma, calma.... no te entiendo -
-Léod, me tengo que ir-
-¿Qué dices? ¿Ir a dónde?¿Con quién? -
-Me matarán, esto ya se puso muy feo... -
- Primero tendrán que matarnos a todos para hacer eso -
-Es que ya no quiero causar problemas... ¿recuerdas el hombre que me salvó? Estaba con él y me dijo que partiéramos... Léod, yo no quiero que les pase algo por mi culpa -
-Nada de eso, Nany... y no te dejaré ir con un extraño ¡Ni hablar! -
- Entiéndeme, hermano... - dijo, de nuevo estallando en llanto
En ese momento sonó un golpe no muy fuerte pero lo demasiado sonoro para ser notado por los hermanos.
-Es él-
-Nany, no te vayas... ¿Y papá? ¿Y nosotros? -
Nan no contestó; se escuchó el segundo llamado. Estaba nerviosa, miraba a su hermano, su casa y miraba a la puerta trasera, donde la silueta de un hombre aguardaba. También escuchó un grupo de hombres que venía hacia su casa por la senda principal, traían antorchas...
-Hermana... ya vienen...-
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Bueno, el suspensito que busca dejarlas emocionados jeje. Gracias a Elanta (prometo terminar este fic de una vez por todas) a Nariko mi consentida, a Lisswen, a Jennyfer, a Giledhel-Narya, a mi Marcelita y a todos los que me leen y no dejan review, hantalë!!
Dejen Reviú por todos los Valar!
Arroooouz
