Nan corrió a abrir la puerta trasera cuando había pasado un momento ya
desde el tercer llamado. No tomó en cuenta el helado aire que se colaba por
la casa y vio una silueta en la penumbra, que se alejaba
-¡Espera! -
La figura se detuvo al instante y se aproximó: en efecto, aquel era Fram, con la capucha verde con que lo había conocido; la luz que salía de la casa lo hacía distinguir de entre los árboles.
- No me queda más - le dijo sonriendo aturdida; Léod salió de la casa también y puso las manos sobre los hombros de su hermana.
- Si dejo a mi hermana ir con usted - dijo dirigiéndose a Fram, mirándolo de arriba abajo - tendrá que jurarme que la protegerá siempre -
Fram los miró; en realidad estaba confundido, confundido como no lo había estado hace cientos de años... "Vaya, antes hacer el bien no causaba tantos problemas" pensaba.
-Lo juraré entonces si así obtendré vuestra confianza -
Léod pensó que el hombre era demasiado formal, era casi como si estuvieran pidiendo la mano de su hermana
- Y tendrá que jurarlo por algo importante -
-Mis palabras no son vanas -
-Vamos ya, Léod, no hay tiempo para estas cosas - dijo Nan impacientándose
-Nan... no se qué tengo en la cabeza para estar dejándote hacer eso y por lo menos tengo que estar seguro de que no te ocurrirá nada-
-Os juro que no dejaré ni un segundo de procurar a vuestra hermana... os lo juro por Elbereth-
Léod abrió muchos los ojos. ¿Por quién había dicho? Ese no podría ser un hombre común... pero, sin perderse en pensamientos se apresuró a dar un gran abrazo a su hermana.
-Papá no me perdonará nunca -
-Te equivocas, papá jamás dejará de amar a su niña - le dijo acariciando su cabello
Fram tomó del brazo a Nan, apresurándola. Los hombres habían llegado ya y llamaban a fuertes golpes y gritos en la puerta principal.
-¡Adios!- dijo Nan con la voz entrecortada, perdiéndose en la espesura del bosque.
*°*°*°*°
Fram subió a Nan a la grupa de su esbelto corcel que aguardaba al lado del camino. Desde ahí todavía podían verse las llamas lejanas de los hombres que habían ido a buscarla hasta su propia casa. Enseguida se pusieron en camino, yendo a gran velocidad. Nan no tenía palabras, nunca había subido a un caballo parecido a ese, nunca había ido más lejos de lo que el pueblo delimitaba y ahora pasaba por todos esos campos dejándolos atrás como imágenes borrosas, perdidas entre las sombras.
Estaba con un extraño que las vueltas del destino habían traído hasta ella. Recordó que apenas hace unas semanas su vida era normal, pero algo quiso que cierta noche dejara de lado todo para ir hacia quien sabe donde.
...Pequeña extraña niña, ¿a dónde vas? ...
Estaba recargada sobre el pecho de Fram. Era muy silencioso, demasiado; al contrario de ella que si comenzaba a hablar parecía que no se detendría nunca... a falta de palabras o de algo que ver, pues la noche lo cubría todo, cayó en un sueño intranquilo y agitado. No pasó demasiado tiempo cuando abrió los ojos de nuevo; le pareció imposible que siguieran cabalgando pues sintió que había dormido por horas. Miró al este y vio el resplandor perezoso de la próxima alba.
-Buenos días- dijo Fram, sonriendo aunque ella nunca pudo ver su expresión
-Buenos días, ¿Dónde estamos? -
-Hemos tomado el Camino Verde, estamos acercándonos a las Quebradas del Sur -
- Vaya, sí que estamos lejos -
Fram soltó una risilla impasible
-¿Lejos? Esto es sólo el comienzo-
Nan no dijo nada; aunque sabía que estaba en lo cierto, le dolió más que nunca estar lejos de su familia. A esta hora debían ya estar levantados y preparándose para cortar leña... claro, en un día normal pues aún no sabía lo que había pasado en esa fatídica noche. Fram detuvo del caballo después de salir del camino; se encontraban en un tranquilo claro del disperso bosque castaño. El invierno anunciaba su llegada con heladas mañanas y vientos del norte arrancando envidiosamente las últimas hojas doradas de los árboles. Nan bajó del caballo por su propia fuerza, dejando a Fram con la mano tendida para ayudarla.
-Sé como hacerlo- le dijo sonriente. - Quítate esa capucha, para mi ya no debes ser ningún desconocido -
El dio un leve respingo; no estaba acostumbrado a que le hablasen con tanta soltura, mucho menos una mujer. Negó con la cabeza y bajó lentamente la caperuza que ensombrecía su rostro. Sacudió la cabeza para acomodar su cabello y lo ató con una cinta.
-Así está mejor - dijo Nan con una mirada juguetona y se bajó la capucha ella también- bueno, tú ya me conoces así que para ti no es tan emocionante -
- Descansaremos aquí unas horas-
-¿Y después?¿A dónde vamos? - su voz era la de una chiquilla emocionada; más que estar huyendo parecía salir de viaje en busca de aventuras.
-Todavía no lo sé, pero nos alejaremos bastante -
-Vaya...- dijo ella mordiéndose las uñas. Se acercó a su equipaje y alcanzó un pequeño saco lleno de galletas.
-¿Quieres? Debes tener hambre -
-Ahora no, gracias -
Nan estaba a punto de decir algo cuando escucharon un aullido no muy lejano. Se levantaron de la piedra donde estaban sentados y Fram desenvainó una espada corta de hoja muy brillante.
-Acércate al caballo y no lo dejes ir -
Nan asintió y se aproximó hasta el blanco animal
-¿Cómo lo agarro? no lleva riendas ni montura, ¿Se las quitaste?-
-No, no utilizo-
-¡¿Qué?! -
En ese momento un temible lobo rasgó de una mordida el vestido de Nan. Ella gritó y ágilmente Fram saltó hasta donde estaba y de un golpe hirió al animal que se alejó chillando.
-Estoy... harta de que... me salves- dijo con la voz agitada- mi padre siempre me dice que tengo una habilidad especial para meterme en problemas-
-¿En serio os dijo eso? - dijo Fram, sonriendo con los ojos - Mi padre también me lo decía-
-¿Ves? ya tenemos algo en común -
El lobo herido regresó, con otros más detrás suyo. Se aproximaban furiosos, aún entre las sombras del día que no acababa de despertar. Ahora fue Fram el que cayó al suelo con un lobo encima de él. Nan tomó la espada que se le había caído y con un fuerte golpe casi degolló a la bestia y lo arrojó lejos. Fram tuvo tiempo para levantarse y tomar su arco, terminando así por fin con las horrendas bestias.
-Ahora fue usted quien me salvó-
- Ser la hija del leñador tiene que servir de algo, ¿no?... estamos a mano, por lo menos inútil ya no me siento-
-Extraño... ver lobos casi al amanecer- dijo Fram mirando a su alrededor, con los ojos llenos de sospecha.
-Extraño para mi es ver lobos a la hora que sea-
-El invierno acecha ya... no podremos estar demasiado tiempo viajando-
-¿A dónde vamos?-
-Al sur-
-¿No podrías ser más específico?-
-No-
Nan lo miró con enfado, pensaba que ese tal Fram era un poco engreído y además no hablaba lo suficiente como para mantenerla tranquila. Pero ahora no tenía opción más que viajar con él, aunque fuera más aburrido que aquellas noches cuando su padre contaba las ganancias de la leña... Subieron al caballo, que parecía bastante tranquilo aún después del ataque de los huargos.
°*°*°*°*°*°*°*°*°*°*
-¿Qué quieres decir con que no a todos les atrae ser guerreros?-
-Creo que he sido claro, madre-
-Atan...-
Los ojos pardos de su madre lo vieron con tristeza; no parecía un muchacho extraño, ni fuera de lo normal. Estaba ahí parado, en el marco de la puerta, con la cabeza ladeada. Los ojos grandes, expresivos... el cabello ondulado y oscuro enmarcaba su pálido rostro. Apenas tenía un poco e barba. A los ojos de su madre, era todavía su niño
-No me mires así... ya no soy un crío-
Hiril enarcó las cejas; era extraño, pero parecía leerle la mente a veces. Atan había sido su único hijo, el único hijo que la vida les había querido dar. Se quedó callada, mirando por la ventana...
-¿Madre?- dijo Atan -Vaya, y dices que yo soy el extraño...-
Hiril comenzó a reír alegremente; su risa inundó la estancia de la casa, como una cálida brisa que le quitara un poco de sobrecogedor al clima de aquella mañana de agonizante otoño.
-Me voy, antes de que mi padre despierte-
-¿Te escaparás de nuevo de tus clases de esgrima?-
-No, escaparme no... sólo me estoy tomando un tiempo- dijo el muchacho sonriendo irónicamente.
-Bueno, si vas a irte hazlo de una vez... ¡y da gracias a Dios, que tienes una madre tan condescendiente!-
Atan salió rápido por la puerta, dejando entrar una fuerte corriente de helado aire que hizo que Hiril se estremeciera. Miró la escalera y decidió subir a despertar a su esposo, ahora que no tenía con quien hablar. Entró a la habitación tratando de no hacer ruido
- Artamir... ¿Estás despierto?-
-Lo estoy ahora, mujer- respondió el hombre que yacía en un lecho sobria, pero elegantemente adornado. Las mantas color zafiro sobre una alta cama con dosel, de madera oscura.
- Está amaneciendo, ya es hora de que te levantes-
- Es... temprano todavía...- respondió Artamir en medio de un bostezo
-Tu rey no toleraría un retraso-
-Mi rey aún está dormido como una piedra cuando entramos a la guardia-
-Eso no es cierto-
-Lo es, últimamente parece muy cansado... despierta a Atanamir, tiene que ir a sus clases-
-Bueno... es que... Atan... ha salido muy temprano-
Artamir se levantó de súbito, cambiando su buen humor por un notable disgusto
-Ese jovenzuelo... parece estar decidido a ser un inútil toda su vida-
-¡No hables así de tu hijo!- replicó enérgicamente Hiril
-¡Precisamente por que es mi hijo lo digo! ¡debe entender que esta vida cómoda no durará para siempre! - hizo una pausa- Me preocupa, Hiril... más de lo que imaginas- dijo, con los ánimos más calmados
-¿Por qué habría de preocuparte? Es un buen muchacho-
Artamir no dijo nada y llegó al ventanal para abrir las cortinas. Los primeros rayos de sol matizaban el paisaje de Gondor; la ciudad blanca despertaba perezosa tras una tranquila noche bajo la mirada incansable de la luna.
°
-¿Estás ahí?- decía Atan, acercándose a una pared de roca pulida y grisácea. Y entonces la vió; un hermoso trazo color tierra, que felizmente no se había borrado con la ligera lluvia de anoche. Parecía una mujer... sí, era una mujer. Tan sólo unas líneas, tan precisas como la misma naturaleza. El cabello, largo y ondeante, la nariz fina... y esos ojos, grandes y misteriosos. Siempre que la miraba de nuevo se preguntaba si ella podría existir, en algún lugar de ese mundo...
-¡Ahí estás! Buenos días, dama mía-
Decía Atanamir sonriendo y contemplando su obra de arte. Le gustaba dibujar cosas en aquel lugar, a veces sólo formas, líneas de tierra... a veces paisajes, árboles o signos; pero ese día la había dibujado a ella... y era el único dibujo que no se había borrado ya de la piedra.
-¿Crees que soy raro?- le preguntó, como si ella le pudiese contestar. El espeso follaje de los árboles no dejaba que el sol matinal lo calentase y tiritaba de frío. Recordó lo que apenas ayer le habían dicho... "eres un fenómeno... peleas como una niña... ¿hoy no irás a hablarle a los árboles?..."
-Claro que soy raro, ¡diablos! Un tonto anormal que le habla a las piedras-
Se puso de pié y pateó el polvo, enojado. Caminó rápidamente, dirigiéndose a la ciudadela.
-Iré a la maldita clase de esgrima, no aguantaré que mi padre me sermonee de nuevo-
Apretó el paso... la ciudad estaba ya agitada, tan blanca como siempre, con los tintes dorados del sol naciente.
///////////////
Mil gracias por sus reviews!! Bueno, he aquí un nuevo personaje. La cosa no va muy cambiada hasta ahora, pero espero que los mantenga expectantes.
Gracias a Jennyfer, Nariko, a Erusel, a Ithilwen, Lisswen y Nárya y a todos los que me leen y no dejan reviu!
Arrooooooouz!
-¡Espera! -
La figura se detuvo al instante y se aproximó: en efecto, aquel era Fram, con la capucha verde con que lo había conocido; la luz que salía de la casa lo hacía distinguir de entre los árboles.
- No me queda más - le dijo sonriendo aturdida; Léod salió de la casa también y puso las manos sobre los hombros de su hermana.
- Si dejo a mi hermana ir con usted - dijo dirigiéndose a Fram, mirándolo de arriba abajo - tendrá que jurarme que la protegerá siempre -
Fram los miró; en realidad estaba confundido, confundido como no lo había estado hace cientos de años... "Vaya, antes hacer el bien no causaba tantos problemas" pensaba.
-Lo juraré entonces si así obtendré vuestra confianza -
Léod pensó que el hombre era demasiado formal, era casi como si estuvieran pidiendo la mano de su hermana
- Y tendrá que jurarlo por algo importante -
-Mis palabras no son vanas -
-Vamos ya, Léod, no hay tiempo para estas cosas - dijo Nan impacientándose
-Nan... no se qué tengo en la cabeza para estar dejándote hacer eso y por lo menos tengo que estar seguro de que no te ocurrirá nada-
-Os juro que no dejaré ni un segundo de procurar a vuestra hermana... os lo juro por Elbereth-
Léod abrió muchos los ojos. ¿Por quién había dicho? Ese no podría ser un hombre común... pero, sin perderse en pensamientos se apresuró a dar un gran abrazo a su hermana.
-Papá no me perdonará nunca -
-Te equivocas, papá jamás dejará de amar a su niña - le dijo acariciando su cabello
Fram tomó del brazo a Nan, apresurándola. Los hombres habían llegado ya y llamaban a fuertes golpes y gritos en la puerta principal.
-¡Adios!- dijo Nan con la voz entrecortada, perdiéndose en la espesura del bosque.
*°*°*°*°
Fram subió a Nan a la grupa de su esbelto corcel que aguardaba al lado del camino. Desde ahí todavía podían verse las llamas lejanas de los hombres que habían ido a buscarla hasta su propia casa. Enseguida se pusieron en camino, yendo a gran velocidad. Nan no tenía palabras, nunca había subido a un caballo parecido a ese, nunca había ido más lejos de lo que el pueblo delimitaba y ahora pasaba por todos esos campos dejándolos atrás como imágenes borrosas, perdidas entre las sombras.
Estaba con un extraño que las vueltas del destino habían traído hasta ella. Recordó que apenas hace unas semanas su vida era normal, pero algo quiso que cierta noche dejara de lado todo para ir hacia quien sabe donde.
...Pequeña extraña niña, ¿a dónde vas? ...
Estaba recargada sobre el pecho de Fram. Era muy silencioso, demasiado; al contrario de ella que si comenzaba a hablar parecía que no se detendría nunca... a falta de palabras o de algo que ver, pues la noche lo cubría todo, cayó en un sueño intranquilo y agitado. No pasó demasiado tiempo cuando abrió los ojos de nuevo; le pareció imposible que siguieran cabalgando pues sintió que había dormido por horas. Miró al este y vio el resplandor perezoso de la próxima alba.
-Buenos días- dijo Fram, sonriendo aunque ella nunca pudo ver su expresión
-Buenos días, ¿Dónde estamos? -
-Hemos tomado el Camino Verde, estamos acercándonos a las Quebradas del Sur -
- Vaya, sí que estamos lejos -
Fram soltó una risilla impasible
-¿Lejos? Esto es sólo el comienzo-
Nan no dijo nada; aunque sabía que estaba en lo cierto, le dolió más que nunca estar lejos de su familia. A esta hora debían ya estar levantados y preparándose para cortar leña... claro, en un día normal pues aún no sabía lo que había pasado en esa fatídica noche. Fram detuvo del caballo después de salir del camino; se encontraban en un tranquilo claro del disperso bosque castaño. El invierno anunciaba su llegada con heladas mañanas y vientos del norte arrancando envidiosamente las últimas hojas doradas de los árboles. Nan bajó del caballo por su propia fuerza, dejando a Fram con la mano tendida para ayudarla.
-Sé como hacerlo- le dijo sonriente. - Quítate esa capucha, para mi ya no debes ser ningún desconocido -
El dio un leve respingo; no estaba acostumbrado a que le hablasen con tanta soltura, mucho menos una mujer. Negó con la cabeza y bajó lentamente la caperuza que ensombrecía su rostro. Sacudió la cabeza para acomodar su cabello y lo ató con una cinta.
-Así está mejor - dijo Nan con una mirada juguetona y se bajó la capucha ella también- bueno, tú ya me conoces así que para ti no es tan emocionante -
- Descansaremos aquí unas horas-
-¿Y después?¿A dónde vamos? - su voz era la de una chiquilla emocionada; más que estar huyendo parecía salir de viaje en busca de aventuras.
-Todavía no lo sé, pero nos alejaremos bastante -
-Vaya...- dijo ella mordiéndose las uñas. Se acercó a su equipaje y alcanzó un pequeño saco lleno de galletas.
-¿Quieres? Debes tener hambre -
-Ahora no, gracias -
Nan estaba a punto de decir algo cuando escucharon un aullido no muy lejano. Se levantaron de la piedra donde estaban sentados y Fram desenvainó una espada corta de hoja muy brillante.
-Acércate al caballo y no lo dejes ir -
Nan asintió y se aproximó hasta el blanco animal
-¿Cómo lo agarro? no lleva riendas ni montura, ¿Se las quitaste?-
-No, no utilizo-
-¡¿Qué?! -
En ese momento un temible lobo rasgó de una mordida el vestido de Nan. Ella gritó y ágilmente Fram saltó hasta donde estaba y de un golpe hirió al animal que se alejó chillando.
-Estoy... harta de que... me salves- dijo con la voz agitada- mi padre siempre me dice que tengo una habilidad especial para meterme en problemas-
-¿En serio os dijo eso? - dijo Fram, sonriendo con los ojos - Mi padre también me lo decía-
-¿Ves? ya tenemos algo en común -
El lobo herido regresó, con otros más detrás suyo. Se aproximaban furiosos, aún entre las sombras del día que no acababa de despertar. Ahora fue Fram el que cayó al suelo con un lobo encima de él. Nan tomó la espada que se le había caído y con un fuerte golpe casi degolló a la bestia y lo arrojó lejos. Fram tuvo tiempo para levantarse y tomar su arco, terminando así por fin con las horrendas bestias.
-Ahora fue usted quien me salvó-
- Ser la hija del leñador tiene que servir de algo, ¿no?... estamos a mano, por lo menos inútil ya no me siento-
-Extraño... ver lobos casi al amanecer- dijo Fram mirando a su alrededor, con los ojos llenos de sospecha.
-Extraño para mi es ver lobos a la hora que sea-
-El invierno acecha ya... no podremos estar demasiado tiempo viajando-
-¿A dónde vamos?-
-Al sur-
-¿No podrías ser más específico?-
-No-
Nan lo miró con enfado, pensaba que ese tal Fram era un poco engreído y además no hablaba lo suficiente como para mantenerla tranquila. Pero ahora no tenía opción más que viajar con él, aunque fuera más aburrido que aquellas noches cuando su padre contaba las ganancias de la leña... Subieron al caballo, que parecía bastante tranquilo aún después del ataque de los huargos.
°*°*°*°*°*°*°*°*°*°*
-¿Qué quieres decir con que no a todos les atrae ser guerreros?-
-Creo que he sido claro, madre-
-Atan...-
Los ojos pardos de su madre lo vieron con tristeza; no parecía un muchacho extraño, ni fuera de lo normal. Estaba ahí parado, en el marco de la puerta, con la cabeza ladeada. Los ojos grandes, expresivos... el cabello ondulado y oscuro enmarcaba su pálido rostro. Apenas tenía un poco e barba. A los ojos de su madre, era todavía su niño
-No me mires así... ya no soy un crío-
Hiril enarcó las cejas; era extraño, pero parecía leerle la mente a veces. Atan había sido su único hijo, el único hijo que la vida les había querido dar. Se quedó callada, mirando por la ventana...
-¿Madre?- dijo Atan -Vaya, y dices que yo soy el extraño...-
Hiril comenzó a reír alegremente; su risa inundó la estancia de la casa, como una cálida brisa que le quitara un poco de sobrecogedor al clima de aquella mañana de agonizante otoño.
-Me voy, antes de que mi padre despierte-
-¿Te escaparás de nuevo de tus clases de esgrima?-
-No, escaparme no... sólo me estoy tomando un tiempo- dijo el muchacho sonriendo irónicamente.
-Bueno, si vas a irte hazlo de una vez... ¡y da gracias a Dios, que tienes una madre tan condescendiente!-
Atan salió rápido por la puerta, dejando entrar una fuerte corriente de helado aire que hizo que Hiril se estremeciera. Miró la escalera y decidió subir a despertar a su esposo, ahora que no tenía con quien hablar. Entró a la habitación tratando de no hacer ruido
- Artamir... ¿Estás despierto?-
-Lo estoy ahora, mujer- respondió el hombre que yacía en un lecho sobria, pero elegantemente adornado. Las mantas color zafiro sobre una alta cama con dosel, de madera oscura.
- Está amaneciendo, ya es hora de que te levantes-
- Es... temprano todavía...- respondió Artamir en medio de un bostezo
-Tu rey no toleraría un retraso-
-Mi rey aún está dormido como una piedra cuando entramos a la guardia-
-Eso no es cierto-
-Lo es, últimamente parece muy cansado... despierta a Atanamir, tiene que ir a sus clases-
-Bueno... es que... Atan... ha salido muy temprano-
Artamir se levantó de súbito, cambiando su buen humor por un notable disgusto
-Ese jovenzuelo... parece estar decidido a ser un inútil toda su vida-
-¡No hables así de tu hijo!- replicó enérgicamente Hiril
-¡Precisamente por que es mi hijo lo digo! ¡debe entender que esta vida cómoda no durará para siempre! - hizo una pausa- Me preocupa, Hiril... más de lo que imaginas- dijo, con los ánimos más calmados
-¿Por qué habría de preocuparte? Es un buen muchacho-
Artamir no dijo nada y llegó al ventanal para abrir las cortinas. Los primeros rayos de sol matizaban el paisaje de Gondor; la ciudad blanca despertaba perezosa tras una tranquila noche bajo la mirada incansable de la luna.
°
-¿Estás ahí?- decía Atan, acercándose a una pared de roca pulida y grisácea. Y entonces la vió; un hermoso trazo color tierra, que felizmente no se había borrado con la ligera lluvia de anoche. Parecía una mujer... sí, era una mujer. Tan sólo unas líneas, tan precisas como la misma naturaleza. El cabello, largo y ondeante, la nariz fina... y esos ojos, grandes y misteriosos. Siempre que la miraba de nuevo se preguntaba si ella podría existir, en algún lugar de ese mundo...
-¡Ahí estás! Buenos días, dama mía-
Decía Atanamir sonriendo y contemplando su obra de arte. Le gustaba dibujar cosas en aquel lugar, a veces sólo formas, líneas de tierra... a veces paisajes, árboles o signos; pero ese día la había dibujado a ella... y era el único dibujo que no se había borrado ya de la piedra.
-¿Crees que soy raro?- le preguntó, como si ella le pudiese contestar. El espeso follaje de los árboles no dejaba que el sol matinal lo calentase y tiritaba de frío. Recordó lo que apenas ayer le habían dicho... "eres un fenómeno... peleas como una niña... ¿hoy no irás a hablarle a los árboles?..."
-Claro que soy raro, ¡diablos! Un tonto anormal que le habla a las piedras-
Se puso de pié y pateó el polvo, enojado. Caminó rápidamente, dirigiéndose a la ciudadela.
-Iré a la maldita clase de esgrima, no aguantaré que mi padre me sermonee de nuevo-
Apretó el paso... la ciudad estaba ya agitada, tan blanca como siempre, con los tintes dorados del sol naciente.
///////////////
Mil gracias por sus reviews!! Bueno, he aquí un nuevo personaje. La cosa no va muy cambiada hasta ahora, pero espero que los mantenga expectantes.
Gracias a Jennyfer, Nariko, a Erusel, a Ithilwen, Lisswen y Nárya y a todos los que me leen y no dejan reviu!
Arrooooooouz!
