N.A. Slayers y todos sus personajes no me pertenecen ni los quiero. Solo
los uso, adapto y corrompo para darle gusto a mi imaginación torcida.
Esta historia corre paralela con la de ASESINO de Rurouni Kenshin, y próximamente con SOLDADO de Gundam Wing; En un futuro no muy lejano, las juntaré en un Crossorver.
El corredor era oscuro y bastante lúgubre. La falta de vigilancia y el ambiente solitario que lo cubría daba a entender obvio. Zona Restringida.
Por fuera podía parecer un edificio de oficinas común y corriente. Incluso varios abogados importantes, algunos fiscales y uno que otro senador laboraban en esa área. Pero como todas las cosas en el mundo, no todo era lo que parecía.
Los sótanos, tan celosamente ocultos, contenían uno de los mayores secretos de la cuidad, y del continente. La sociedad Mazoku.
Ladrona
Capitulo 1 El robo de una vida.
A las 2:45 de la madrugada, unos ruidos leves violaron el respetuoso silencio de los pasillos, a pesar de que ni un alma los recorría. Una rejilla del aire acondicionado del pasillo fue retirada con sumo cuidado y una pequeña cabeza, cubierta por una gorra, se asomó para vigilar. Satisfecha de que el ambiente estuviera seguro, la cabeza se volvió a meter y en su lugar, descendió una pequeña bolsa, colgada de una delgada cuerda y con cuidado, fue depositada en el suelo. La mitad del cuerpo al que pertenecía la cabeza salió del ducto y con un gira, sacó las piernas. Por un breve momento, el cuerpecito quedó colgando de delgados brazos. Posteriormente descendía al suelo sin provocar un ruido.
A pesar de la poca luz, que no permitía identificar al intruso, la sombra era de una chica muy delgada, pequeña, no mas de 1.60 m de estatura. Su cabello, oculto parcialmente por la gorra, iba atado en una cola de caballo larga y apretada. Sus movimientos, gráciles, veloces y silenciosos como los de un gato, presumían de un largo entrenamiento en incursiones furtivas. Su respiración no se alteraba, y fue contenida cuando se quedó quieta, ocultándose aún mas en las sombras. " guardias fuertemente armados vigilaban la puerta donde se supone que debería entrar.
Metió la delicada mano enguantada a la bolsa que colgaba de su hombro y sacó de un bolsillo interior 2 ampolletas con agujas finas. Las colocó entre sus dedos y entrecerró los ojos para apuntar. Analizó a los guardias.
Grandes, fornidos, armados hasta los dientes con armas automáticas. Ropas abultadas de las que se deducían chalecos antibalas. Cuchillos gigantescos de comandos y rostros que ni una madre podría amar. Estaba decidido, las agujas no entrarían ni de broma por los chalecos, pero el cuello y las manos estaban relativamente desprotegidas.
Concéntrate.
El primer guardia sintió un agudo piquete en su cuello, y al llevarse la mano para investigar, encontró una jeringuilla del tamaño de un pequeño lápiz gastado. Cayó al suelo sin ceremonias, totalmente inconsciente. Su compañero alistó el arma, listo para ataca cuando sintió un piquete en su mano. Encontró el mismo tipo de aguja que tenía el guardia inconsciente en el cuello. De repente sintió su cuerpo muy pesado. Cayó de rodillas y trataba de mantenerse despierto, pero sus ojos se negaba a responder. La vista se le fue nublando y lo último que sus ojos registraron fueron un par de pequeñas botas y unos apretados pantalones negros colocarse frente a él.
El cuarto era bastante amplio, lleno de consolas multimedia, pantallas grandes y unidades Cray. Amplia puerta que daba acceso al lugar se abrió lentamente. La figura de la pequeña chica arrastraba a los guardias inconscientes con mucha facilidad. Como si de fardos viejos se tratase, los arrojó despectivamente a los lados y cerró la puerta presionando un botón en la pared.
Encendió una de las pantallas más grandes y se sentó en el cómodo sofá frente a ella. Sus dedos ágiles volaban por el complicado teclado, ejecutando comandos y ordenando instrucciones para cancelar los programas de seguridad y sistemas autodestructivos que mantenían la información mas guardada y protegida que la fórmula de la Coca Cola.
El tenue resplandor de la pantalla iluminaba parcialmente el rostro de la joven. Cara juvenil y fresca, 16 o 17 años a lo mucho. Ojos grandes y de un raro color rubí. El cabello era de un rojo intenso como la sangre (teñido o natural, no se sabe.) Se veía esbelta (demasiado para su gusto) pero de músculos fuertes y delgados.
Con una sonrisa y mirada avara encontró su objetivo. Del bolso sacó un disco Magneto-óptico y lo introdujo a su respectiva unidad. A su comando, una pequeña ventana informaba en tiempo real del avance. El avance era proporcional a la sonrisa que se formaba en el rostro de la chica. Por lo que al alcanzar el 100 % gritó.
- ¡¡¡SI!!! - Inmediatamente se tapo la boca con las manos y se regañó mentalmente.
No importaba que tanto le pagarían por la información, de nada le serviría todo su trabajo si la atrapaban por una estupidez como la que acababa de cometer. Debía mantener la guardia muy en alto.
Retiró el disco del Driver y cerró el sistema. Si la seguridad era como le habían explicado, solo pasarían 10 minutos, antes de que el desvío de datos que introdujo a los sistemas desaparecieran. Si eso pasaba y ella se encontraba en el edificio. Adiós a su paga. Hola a la cárcel.
O algo peor.
Guardando el disco en su respectivo lugar en el bolso, se dispuso a salir. Pero la puerta se abrió.
Una mujer madura, alta y vestida de bata blanca entro a la habitación cargando un vaso de café. Ambas mujeres se encontraron viéndose una a la otra mientras la puerta se cerraba detrás de la mayor. Ella no pudo evitar echar un vistazo a los guardias inconscientes, dándole oportunidad a la chica de sacar una pequeña arma con silenciador. Un siseo cortó el aire en lo que la científica era sacada de combate.
- ¡Maldición! - Murmuró la ladrona.
No quería llegar tan lejos. Las balas huecas y el somnífero que usó en ese momento no eran tan comunes. Por lo que, con un poco de empeño, una organización tan grande como los Mazoku podría rastrearlos, tanto en el mercado legan, como en el negro.
Instada por el hecho de que no podía perder más tiempo, tomó a la mujer y la arrojó a una posición comprometedoramente cerca del guardia 1. Salió y cerró la puerta.
Corriendo en silencio por el corredor inicial, buscó la rejilla por donde entró, encontrándola aún abierta. Mentalmente se regañó por ese error. Una rejilla abierta es muy sospechosa. Con una excelente puntería, aventó el bolso justo al centro del ducto u saltó para aferrarse a los bordes de este con las manos. Con un movimiento gimnástico dobló su cuerpo, pegando las rodillas a su cara y, con el movimiento del salto, introdujo las piernas en el ducto en un solo movimiento. El resto del cuerpo le siguió.
10 Segundos después y el ducto fue cerrado.
7 min., más tarde, y Elvis salía del edificio.
4:00 A.M. el relevo de los guardias del cuarto de la MainFrame llegaba para encontrar el puesto vacío.
4:05 A.M. el jefe de seguridad informaba a sus superiores que la defensa perimetral de la base había sido violada. 2 guardias y una técnica en sistemas que trabajaba horas extras se encontraron en un sueño casi catatonico.
En la mañana intensas investigaciones fueron ordenadas como prioridad máxima en una reunión urgente con el líder de la organización.
Nunca se habría investigado tan concienzudamente, si el archivo copiado de la computadora principal no llevara el nombre de: GORN NOVA PROYECT.
Posiblemente era la única persona que podía dormirse en la clase de historia. Esto no quería decir que era interesantísima. Sino que el profesor, joven y apuesto, mantenía a las chicas atentas a cada palabra de su boca, con estrellas, corazones y flores en los ojos. Y a los chicos, con rayos y nubes de humo alrededor de ellos, debido a los celos. Y no era para menos. Rondando en unos 24 años, alto y atlético. Posiblemente el único profesor en Chicago con el teñido de verde Turquesa y ojos color miel. El Profesor Valtiera daba sus impresiones de la guerra civil. La chica sentada al final del salón, vestida con un incomparable estilo Dark (blusa, sweater y pantalones negros) mantenía su cara oculta entre sus brazos y su cabello rojo sangre llamando la atención del profesor. Normalmente no existía problema alguno en que se quedara dormida, Val estaba acostumbrado a eso. Lo que jamás pudo permitir era que ¡roncara en su clase! ¡PAFF! Un borrador provocó un chichón en su cabeza e inmediatamente la chica se ponía de pié. Sobándose con la mano izquierda y formando un puño con la derecha. - ¡Que quiere! - le gritó al profesor con ojos asesinos y dientes afilados. Se calmó al ver que estaba haciendo el ridículo, y no le ayudaba en nada la actitud calmada del profesor.
5 minutos después vagaba por los solitarios pasillos de la preparatoria. Brazos cruzados y buscando con la mirada a cualquier vigilante que la regañara por no estar en clases. Aunque, particularmente eso era mejor que seguir soportando las burlas continuas de los compañeros. Maldito sea Valtiera, Malditos sean sus contratistas, Malditos sean los Mazoku, malditos, malditos, malditos.
Aunque, ¿podía culparlos? Val siempre fue muy tolerante con ella. Demasiado quizás. Pero, ya basta de pensar en esas tonterías. Revisó la hora en su reloj. 20 minutos más y el descanso empezaría y con el, comida, sabrosa comida que le levantaría el ánimo. Sin embargo tenía que entretener o mitigar el hambre con algo. 11:40 A.M. ¿Qué cosa podía hacer para distraerse? Colocando una sonrisa en el rostro, se dirigió al patio trasero de la escuela.
Unos dedos sacaron una cajetilla de cigarros del bolsillo de la camisa negra. Con un movimiento practicado, sacó uno de ellos y se lo llevó a la boca de un rostro moreno. Un fósforo más, y el joven empezaba a fumar tranquilamente el 5 tabaco del día.
Parecía sacado de una película de Quentin Tarantino, Pantalones poco ajustados negros sujetos por un cinturón de piel con hebilla plateada. Zapatos de marca y camisa de manga larga abierta. Destacando entre el oscuro color, una camiseta deportiva ajustada a un cuerpo bien trabajado. Ojos cafés detrás de gafas oscuras y cabello teñido de gris metálico, siguiendo una extraña moda de un país desconocido para la humanidad.
Zelgadis Greywords se saltaba la segunda clase del día.
Si le preocupaba faltar, las calificaciones o alguna acusación de parte de los profesores, no lo demostraba. Para él siempre hubo un trato especial. No por nada, detrás de ese pandillero atuendo se escondía la inteligencia más aguda de la escuela. El talento más grande para la ciencia (en especial la química) que lo hacía ganador de varios concursos estatales, y un instinto asesino si se trataba de jugar Foot Ball. Solo por eso, gozaba de privilegios.
Estaba echado bajo la sombra de un frondoso árbol en el patio trasero de la prepa, cerca de las canchas de Basquet. Fumando, tranquilamente sin siquiera molestarse en dirigir una mirada al entrenamiento de las porristas favoritas de la escuela. La única actividad diferente que hacía en la última hora fue cuando detectó un leve caminar a sus espaldas. De forma automática sacó de nuevo la cajetilla y sacó parcialmente un cigarrillo, solo para que un par de delicados y pálidos dedos lo tomaran. Escuchó como un accionaban un encendedor y una exhalación provocó una segunda nube de humo gris. La pequeña y delicada chica se sentaba a su lado, gozando de la fresca sombra.
- Déjame adivinar, te sacaron de nuevo.
Reena asintió con los ojos cerrados mientras inhalaba una nueva carga de monóxido de carbono aderezado con nicotina.
- El desgraciado de Val me sacó. - Habló soltando el humo de sus pulmones.
- Supongo que no lo habría hecho si no estuvieras roncando. - No necesitó ver que ella se sonrojaba de vergüenza. La conocía demasiado bien. - De hecho, te oías hasta acá.
- Tengo suficiente con las burlas de todos, ¿Te unirás a ellos? - exclamó enojada. No estaba de humor para mas burlas.
- De acuerdo, de acuerdo, me callo. Pero dime, ¿completaste el trabajo?
- Si no fuera por eso, crees que tendía sueño. Pasé toda la noche borrando mi rastro en el edificio. Por cierto, las balas si funcionan. Gracias.
- Espero que haya sido un caso de vida o muerte. Si no es así, te mataré. - Su voz era peligrosamente seria.
- No te preocupes. Para cuando nos encuentren, ya estaremos muertos.
Por un momento Zel estudió la importancia de ese comentario. El oficio de su amiga no era de los mas fáciles. Pero siempre tuvo ese aire de despreocupación respecto a su trabajo, bromeando, alardeando. Y esa seriedad que manifestó no podía ser una buena señal. Archivó ese comentario para un análisis grupal posterior. Por ahora, tenía una renta que pagar.
- Y respecto al trabajo, ¿Cuándo nos pagan?
- Esta tarde, iré a tu casa después de eso. 5 grandes en metálico, baja denominación.
Zel asintió. En ese punto, cualquiera que se dignara a dar una mirada a los jóvenes, podría pensar que era un par de novios gozando de la cercanía del momento. Reena estaba tan cansada que había recargado la cabeza en el hombro del chico y este, respondía rodeando sus estrechos hombros con un poderoso brazo. De alguna forma, siempre había sentido la extraña necesidad de protegerla, a pesar de que ella sola podía hacerlo mejor que él. Si se dedicaba a pensar en su relación, se encontraba en un callejón sin salida. Sin saber que era lo que sentía por ella. Pero de eso a decir que era su novia ni hablar. Nunca, nunca. Tenía problemas más graves a los que poner atención.
Los cigarrillos se consumieron demasiado pronto y el timbre no se hizo esperar. Las hordas de estudiantes hambrientos amenazaban con saquear la cafetería si ellos (mejor dicho, si Reena) no hacía algo al respecto. Estirándose se puso de pié y algo en la multitud de chicos que invadían el patio le llamó la atención.
- Bueno Zel, te dejo. Voy a comer para dormir a gusto la siesta con Martina (Matemáticas) Además, - puso la primera sonrisa pícara del día. - No quiero interrumpirlos.
Antes de que Zel pudiera preguntar algo, ella desapareció. Una vocecilla agudo y enérgica gritaba su nombre. Se puso de pié de un salto buscando el origen de esa voz y temiendo el resultado.
Posiblemente la única persona que podía tomarlo por sorpresa, una pequeña jovencita (mas que Reena y eso es decir demasiado) suficientemente desarrollada se le colgó literarmente del brazo, ignorando una expresión de fastidio de parte del dueño del mismo.
- Zelgadis, hace tiempo que no te veía. - Estrellas, flores y corazones fluían por sus ojos, Maldita Reena, pensó él. Lo abandonó justo cuando detectó a la niña. Ahora su tranquilidad se iba por el caño. Necesitará herbicida para quitársela de encima. Lástima que no lleva ampolletas de somníferos a la escuela.
Satisfecha, Reena caminaba con paso lento hacia la cafetería. Con las manos detrás de la cabeza y mirando al cielo sin preocuparse por chocar con alguien. La mayoría de la gente procuraba evitarla. El supuesto mal carácter, los chismes sobre si era una lesbiana por no salir con alguien y una infinidad más le permitían despreocuparse por el peligro que su profesión causara si tenía muchos amigos. Zel podía defenderse solo. Pero no podía confiar en nadie más. Ni en su hermana.
La sola visión de esa alta y voluptuosa mujer, con flequillo de perro pastor y vestimenta de camarera, fue suficiente como para que un viento helado corriera por su espina. Emociones como respeto, amor pavor, terror, odio y otras más la abrumaron por un momento. Era increíble que su hermana le provocara esas cosas.
- Reena.
Una suave voz la sacó de sus terribles reflexiones y toda la tensión y preocupación que sentía se esfumó cuando vio la dulce y sincera sonrisa de la única amiga real que tenía en la escuela.
- ¡Sylphiel!
Parecía increíble el efecto que la presencia de esa chica provocaba en ella. Le alegraba mas que un trabajo cumplido, una batalla exitosa, e incluso, mas que un grueso sobre lleno de billetes de Benjamin Franklin. Raro, pero real.
La aludida Sylphiel era una de las chicas mas bonitas de la escuela. Su carácter amable y demasiado tierno la hicieron blanco de muchos tipos que querían propasarse con ella, abusando de su ingenuidad. Allí es donde entraba Reena. Mas de una vez había dejado inconsciente al líder del equipo de lucha, al quarterback o líder defensivo del equipo de Foot Ball, todo por defender a la única persona que realmente apreciaba (con la notable excepción de Zel) en la escuela, no en la vida.
Algo mas alta que Reena, de un profundo cabello negro bastante largo, lacio y brillante. Ojos grandes y verdes que era el principal atractivo de la muchacha, sin demeritar el glorioso cuerpo que poseía.
- Te tengo la tarea que dejó al profesor Val, es un trabajo para fin de año. - le dijo, extendiendo una hoja con unas líneas escritas con una caligrafía perfecta, una vez que caminaba junto a ella. Era difícil no sentirse extraña junto a la pequeña pelirroja. Había algo en su aura que la hacia sentirse, rara.
- Muchas gracias Syl. - agradeció Reena después de quejarse del trabajo. - Oye, voy a la cafetería, me acompañas?
- Si.
Nuevamente, Reena pudo notar las miradas con que muchos de sus compañeros las veían. La forma en que ella defendía a su amiga, y la falta de novio formal entre ellas, desataban una cantidad impresionante de habladurías respecto a su relación, la cual para muchos no era de "amigas".
Si a Sylphiel le importaba, no lo demostraba. Ella seguía platicando como cualquier día normal. La escuela, las últimas ocurrencias de sus hermanos, los detalles graciosos e interesantes (al menos para ella) de las clases y los últimos chismes de los profesores. No era que a Reena le importara, sino que Sylphiel representaba prácticamente todo lo que ella no podía ser. No tanto popular y deseada, sino normal.
El desayuno fue como cualquier otro. El maldito cigarro no solo no le quitó el hambre, sino que la aumentó de forma exponencial. Si no fuera por los "trabajos" especiales que hacía en sus ratos libres, habría muerto de hambre desde hace mucho tiempo.
Se sentaron en su mesa especial. De "inadaptados" como solían llamarlo. Amelia tratando por todos los medios de hacer reír al reservado Zelgadis y Reena escuchando amablemente a su amiga Syl. Esto, claro, entre bocados de escala industrial que se introducía a la boca con avidez desmedida.
Finalmente el odioso timbre anunció el fin del querido descanso y el comedor se fue vaciando. Zel al fin pudo respirar de la atormentada compañía que Amelia le provocaba. (El porqué no la rechazaba generaba pesadas bromas de parte de su amiga) y se pudo retirar tranquilamente a asesorar al maestro en la clase de Química. Reena se levantó, dejando 4 charolas pulcramente limpias (cualquier migaja dejada en un plato es un bocado más que no se disfruta. O al menos eso pensaba.) y se despidió de Sylphiel, quien, lamentablemente para ella, tomaba clases diferentes.
La chica morena se quedó viendo a su oscura compañera. Cerró los ojos y mentalmente agradeció que no la rechazara. Un rechazo de su parte y no podría soportarlo. ¿Cuánto tiempo más pasaría, para que se sincerara con su amiga y le expresara todos sus sentimientos.? No sabía. Solo esperaba que no tardara mucho la oportunidad.
Antes de ponerse de pie y dirigirse al salón que le tocaba, abrió un pequeño libro, que usaba como diario y paso sus dedos por una fotografía, sonriendo tristemente.
Se levantó y guardó el libro en su mochila, pensando en la foto de una chica de cabello rojo que tenía pegada en su diario.
La puerta de un pequeño apartamento se abrió con lentitud. Casi de forma inaudible.
- Que bien no está.
- ¡REENA INVERSE¡ ¿QUÉ HORAS SON ESTAS DE LLEGAR?
La reacción fue inmediata. Reena, quien en esos momentos esperaba que la arpía de su hermana no estuviera en casa se congeló de inmediato. De nuevo otro grito.
- ¡Te he dicho una y mil veces que no juegues en ese árbol!
Una reacción. Perplejidad. Otro grito, pero mas débil que el anterior.
- ¡Suelta a ese gato que es mío!
La comprensión llegó finalmente a su alma y pudo respirar tranquilamente. Checo el reloj que tenían en la pared. 6:24 P.M. el sol caía lentamente y la noche hacía su aparición. Dentro de poco la bruja... este su hermana despertaría de su sueño diurno a la agitada vida nocturna que tenía que pasar. Lo malo era que en ese lapso, Reena sufría las consecuencias. "Reena traime esto... Reena traime aquello...No has preparado la cena...deja de estar bobeando...¡Cuando te agarre me las vas ha pagar!" Repetía mentalmente recordando las frases más habituales.
Husmeó en el cuarto de su hermana.
Tenía que reconocer que se veía tierna cuando estaba dormida. Apenas entrada en la edad legal, cargando en sus hombros la manutención de ambas como camarera en uno de los antros de mas mala muerte en Chicago, había forjado el carácter de Luna. Sin embargo, Reena atenía que reconocer que pasaban buenos ratos los pocos días que tenían libres. Ya sea cocinando, viendo una película, o simplemente conversando acerca del futuro. Después de todo eran hermanas.
Se encerró en su respectivo cuarto.
De la mochila sacó un sobre abultado. Lo recogió debajo de la cuarta banca del parque en su sección oriente, después de haber metido el disco envuelto como regalo en el buzó de correos más cercano. Aunque no conocía a quienes la contrataban, sabía que eran demasiado metódicos respecto a las entregas. Bueno, tenia que reconocer que por su mente pasó la idea de registrar la banca antes de depositar la entrega, pero no encontró nada. Hasta después de meter la mercancía y a pesar de estar observando a todo momento la banca. Al regresar, sin que nadie la hubiera tocado, el dinero apareció. ¿Esta gente era bruja o algo así? En ese caso, Sabrina debe de existir.
La pequeña televisión le informó que en Alemania se hizo un nuevo descubrimiento arqueológico (¿a quien le interesa?), que en Japón, un proveedor de droga fue ejecutado por una familia rival y en Escocia un atentado terrorista destruía un castillo antiguo. Típico.
Al abrir su correo, aparte de encontrar la basura de siempre, encontró agradecimientos por trabajos efectuados (para aquel que piense que es inseguro tener notas de agradecimiento de los clientes de un ladrón profesional, La mejor forma de ocultar algo es en lo más evidente) Un Nickname le llamó la atención. Una tal "Golden Dragon" le tenía un nuevo trabajo. ¿Tan pronto?
"Gracias, el disco sonó bastante bien, The Demons son un grupo genial. Pero existe un libro que nos interesa bastante. ¿podrías darte una vuelta al museo estatal? Busca la Biblia del jefe. Es como de 50 hojas. Mil gracias. Donde siempre. Estaremos libres el jueves en el mismo antro. No faltes."
Hasta el jueves, eso le da 2 días para el robo. Sonrió al ver su suerte. Si todo salía como estaba planeando, el robo lo haría mañana. Esta noche estaba ocupada.
Abrió otro correo. De "Masterfreeze"
"Tu fama es conocida. Necesitamos de tus servicios. 100 como pago. Museo de arte antiguo. Piedra del sabio. Entrega Miércoles, 6:00 P.M. Estación 34, banca 265467."
Cuando recibió el correo, al principio penso que era una broma. ¡Era demasiado obvio! Pero al rastrear la fuente se encontró con más seguridad que la de la NASA. Y Zel, al investigar respecto al Masterfreeze, encontró con que su Nickname era desconocido, excepto en los chats privados de alta seguridad, donde la mayoría de la mafia se comunicaba con confianza.
Cualquier peligro, se justifica con el maravilloso premio de 100 grandes. La sonrisa avara que era su marca personal apareció en su rostro y casi babeaba por esa perspectiva.
- ¡Reena!
El grito de su hermana la dejó petrificada y al analizar el reloj se dio cuenta que había estado babeando por demasiado tiempo. Pasaban de las 7:30 y su hermana tenía media hora para llegar al trabajo. Las prisas convertían al a bruja de su hermana en el mismo Lucifer. Ya podía verla. Cabellos negros despeinados, colmillos pronunciados y 2 fuentes de luz roja en lugar de ojos.
Cuando Luna salió de la ducha, Reena la esperaba en la puerta de su habitación con el uniforme pulcramente planchado y una de esas sopas instantáneas lista en la mesa.
5 minutos después Luna Inverse cruzaba la puerta y en vez de correr como era su rutina se detuvo, haciendo que su pequeña hermana alzara sus defensas previniendo un ataque físico o verbal.
Luna la abrazó.
- Pórtate bien Reena, por favor. No hagas tonterías.
Reena observó a su hermana desaparecer por el elevador, destinándole una sonrisa tierna de amor filial como pocas veces lo hacía. Un frío recorrió la espalda de la pelirroja. Eso fue mas inesperado que un golpe, de hecho lo prefería.
Si se preguntan, ¿porqué viven solas?, ¿Por qué Reena tiene esas habilidades, tan superiores para alguien de su edad? O ¿por qué de la reacción de Luna?
Posiblemente ni ellas mismas lo saben.
Todos sus recuerdos se pierden cuando retroceden 2 años.
Una familia aparece en vagas imágenes. Una niña Luna cuidando a su pequeña hermana de una fiebre mientras un par de sombras las vigilan desde la puerta de un cuarto desconocido.
Después una escuela y varios compañeros, maestros y vecinos. Exámenes, peleas de niñas y enojos habituales.
Luces intensas cegándolas y muchas personas rodeándolas al tiempo y después nada. Solo lagunas mentales y desesperación.
De hecho Luna es la más desesperada. La fuente de su mal genio es su incapacidad de relacionar las imágenes o tratar de ver algún detalle que les dé una pista de su pasado.
También es la mas fuerte. Si la fuerza se mide en la potencia de un golpe, ó la capacidad de soportar el peso, Luna se llevaba las palmas. Su inteligencia también sobrepasaba el promedio, así como su condición Física. Pero nuevamente, de nada le servía si no sabía como usar esas habilidades.
Reena, en cambio, buscaba no preocuparse por esas cosas. Realmente le preocupaba su amnesia, pero buscaba consuelo en los riesgos. La razón de sus robos. La excitación del peligro que implicaba cada golpe la distraía y en ocasiones le brindaba un nuevo recuerdo.
Y ese era su secreto. Uno que ni a Luna le revelaría.
Y ahora, al ver como su hermana se perdía en la oscuridad de la noche, rumbo a su trabajo en "La cueva del Dragón", uno de los bares mas malditos de Chicago, suspiraba ante lo que iba ha hacer esa noche.
Llegará el día en que el dinero no le preocupe para nada. (Unos cuantos ceros más y podría retirarse a un lugar exótico y disfrutar de la vida) Llegará el día en que la memoria regresaría para ambas y serían felices.
Mientras tanto, había un trabajo que realizar.
Un robo mas para cometer.
Un dinero extra que cobrar.
N.A. preguntas o aclaraciones (menos spoilers) Pus ya saben.
Esta historia corre paralela con la de ASESINO de Rurouni Kenshin, y próximamente con SOLDADO de Gundam Wing; En un futuro no muy lejano, las juntaré en un Crossorver.
El corredor era oscuro y bastante lúgubre. La falta de vigilancia y el ambiente solitario que lo cubría daba a entender obvio. Zona Restringida.
Por fuera podía parecer un edificio de oficinas común y corriente. Incluso varios abogados importantes, algunos fiscales y uno que otro senador laboraban en esa área. Pero como todas las cosas en el mundo, no todo era lo que parecía.
Los sótanos, tan celosamente ocultos, contenían uno de los mayores secretos de la cuidad, y del continente. La sociedad Mazoku.
Ladrona
Capitulo 1 El robo de una vida.
A las 2:45 de la madrugada, unos ruidos leves violaron el respetuoso silencio de los pasillos, a pesar de que ni un alma los recorría. Una rejilla del aire acondicionado del pasillo fue retirada con sumo cuidado y una pequeña cabeza, cubierta por una gorra, se asomó para vigilar. Satisfecha de que el ambiente estuviera seguro, la cabeza se volvió a meter y en su lugar, descendió una pequeña bolsa, colgada de una delgada cuerda y con cuidado, fue depositada en el suelo. La mitad del cuerpo al que pertenecía la cabeza salió del ducto y con un gira, sacó las piernas. Por un breve momento, el cuerpecito quedó colgando de delgados brazos. Posteriormente descendía al suelo sin provocar un ruido.
A pesar de la poca luz, que no permitía identificar al intruso, la sombra era de una chica muy delgada, pequeña, no mas de 1.60 m de estatura. Su cabello, oculto parcialmente por la gorra, iba atado en una cola de caballo larga y apretada. Sus movimientos, gráciles, veloces y silenciosos como los de un gato, presumían de un largo entrenamiento en incursiones furtivas. Su respiración no se alteraba, y fue contenida cuando se quedó quieta, ocultándose aún mas en las sombras. " guardias fuertemente armados vigilaban la puerta donde se supone que debería entrar.
Metió la delicada mano enguantada a la bolsa que colgaba de su hombro y sacó de un bolsillo interior 2 ampolletas con agujas finas. Las colocó entre sus dedos y entrecerró los ojos para apuntar. Analizó a los guardias.
Grandes, fornidos, armados hasta los dientes con armas automáticas. Ropas abultadas de las que se deducían chalecos antibalas. Cuchillos gigantescos de comandos y rostros que ni una madre podría amar. Estaba decidido, las agujas no entrarían ni de broma por los chalecos, pero el cuello y las manos estaban relativamente desprotegidas.
Concéntrate.
El primer guardia sintió un agudo piquete en su cuello, y al llevarse la mano para investigar, encontró una jeringuilla del tamaño de un pequeño lápiz gastado. Cayó al suelo sin ceremonias, totalmente inconsciente. Su compañero alistó el arma, listo para ataca cuando sintió un piquete en su mano. Encontró el mismo tipo de aguja que tenía el guardia inconsciente en el cuello. De repente sintió su cuerpo muy pesado. Cayó de rodillas y trataba de mantenerse despierto, pero sus ojos se negaba a responder. La vista se le fue nublando y lo último que sus ojos registraron fueron un par de pequeñas botas y unos apretados pantalones negros colocarse frente a él.
El cuarto era bastante amplio, lleno de consolas multimedia, pantallas grandes y unidades Cray. Amplia puerta que daba acceso al lugar se abrió lentamente. La figura de la pequeña chica arrastraba a los guardias inconscientes con mucha facilidad. Como si de fardos viejos se tratase, los arrojó despectivamente a los lados y cerró la puerta presionando un botón en la pared.
Encendió una de las pantallas más grandes y se sentó en el cómodo sofá frente a ella. Sus dedos ágiles volaban por el complicado teclado, ejecutando comandos y ordenando instrucciones para cancelar los programas de seguridad y sistemas autodestructivos que mantenían la información mas guardada y protegida que la fórmula de la Coca Cola.
El tenue resplandor de la pantalla iluminaba parcialmente el rostro de la joven. Cara juvenil y fresca, 16 o 17 años a lo mucho. Ojos grandes y de un raro color rubí. El cabello era de un rojo intenso como la sangre (teñido o natural, no se sabe.) Se veía esbelta (demasiado para su gusto) pero de músculos fuertes y delgados.
Con una sonrisa y mirada avara encontró su objetivo. Del bolso sacó un disco Magneto-óptico y lo introdujo a su respectiva unidad. A su comando, una pequeña ventana informaba en tiempo real del avance. El avance era proporcional a la sonrisa que se formaba en el rostro de la chica. Por lo que al alcanzar el 100 % gritó.
- ¡¡¡SI!!! - Inmediatamente se tapo la boca con las manos y se regañó mentalmente.
No importaba que tanto le pagarían por la información, de nada le serviría todo su trabajo si la atrapaban por una estupidez como la que acababa de cometer. Debía mantener la guardia muy en alto.
Retiró el disco del Driver y cerró el sistema. Si la seguridad era como le habían explicado, solo pasarían 10 minutos, antes de que el desvío de datos que introdujo a los sistemas desaparecieran. Si eso pasaba y ella se encontraba en el edificio. Adiós a su paga. Hola a la cárcel.
O algo peor.
Guardando el disco en su respectivo lugar en el bolso, se dispuso a salir. Pero la puerta se abrió.
Una mujer madura, alta y vestida de bata blanca entro a la habitación cargando un vaso de café. Ambas mujeres se encontraron viéndose una a la otra mientras la puerta se cerraba detrás de la mayor. Ella no pudo evitar echar un vistazo a los guardias inconscientes, dándole oportunidad a la chica de sacar una pequeña arma con silenciador. Un siseo cortó el aire en lo que la científica era sacada de combate.
- ¡Maldición! - Murmuró la ladrona.
No quería llegar tan lejos. Las balas huecas y el somnífero que usó en ese momento no eran tan comunes. Por lo que, con un poco de empeño, una organización tan grande como los Mazoku podría rastrearlos, tanto en el mercado legan, como en el negro.
Instada por el hecho de que no podía perder más tiempo, tomó a la mujer y la arrojó a una posición comprometedoramente cerca del guardia 1. Salió y cerró la puerta.
Corriendo en silencio por el corredor inicial, buscó la rejilla por donde entró, encontrándola aún abierta. Mentalmente se regañó por ese error. Una rejilla abierta es muy sospechosa. Con una excelente puntería, aventó el bolso justo al centro del ducto u saltó para aferrarse a los bordes de este con las manos. Con un movimiento gimnástico dobló su cuerpo, pegando las rodillas a su cara y, con el movimiento del salto, introdujo las piernas en el ducto en un solo movimiento. El resto del cuerpo le siguió.
10 Segundos después y el ducto fue cerrado.
7 min., más tarde, y Elvis salía del edificio.
4:00 A.M. el relevo de los guardias del cuarto de la MainFrame llegaba para encontrar el puesto vacío.
4:05 A.M. el jefe de seguridad informaba a sus superiores que la defensa perimetral de la base había sido violada. 2 guardias y una técnica en sistemas que trabajaba horas extras se encontraron en un sueño casi catatonico.
En la mañana intensas investigaciones fueron ordenadas como prioridad máxima en una reunión urgente con el líder de la organización.
Nunca se habría investigado tan concienzudamente, si el archivo copiado de la computadora principal no llevara el nombre de: GORN NOVA PROYECT.
Posiblemente era la única persona que podía dormirse en la clase de historia. Esto no quería decir que era interesantísima. Sino que el profesor, joven y apuesto, mantenía a las chicas atentas a cada palabra de su boca, con estrellas, corazones y flores en los ojos. Y a los chicos, con rayos y nubes de humo alrededor de ellos, debido a los celos. Y no era para menos. Rondando en unos 24 años, alto y atlético. Posiblemente el único profesor en Chicago con el teñido de verde Turquesa y ojos color miel. El Profesor Valtiera daba sus impresiones de la guerra civil. La chica sentada al final del salón, vestida con un incomparable estilo Dark (blusa, sweater y pantalones negros) mantenía su cara oculta entre sus brazos y su cabello rojo sangre llamando la atención del profesor. Normalmente no existía problema alguno en que se quedara dormida, Val estaba acostumbrado a eso. Lo que jamás pudo permitir era que ¡roncara en su clase! ¡PAFF! Un borrador provocó un chichón en su cabeza e inmediatamente la chica se ponía de pié. Sobándose con la mano izquierda y formando un puño con la derecha. - ¡Que quiere! - le gritó al profesor con ojos asesinos y dientes afilados. Se calmó al ver que estaba haciendo el ridículo, y no le ayudaba en nada la actitud calmada del profesor.
5 minutos después vagaba por los solitarios pasillos de la preparatoria. Brazos cruzados y buscando con la mirada a cualquier vigilante que la regañara por no estar en clases. Aunque, particularmente eso era mejor que seguir soportando las burlas continuas de los compañeros. Maldito sea Valtiera, Malditos sean sus contratistas, Malditos sean los Mazoku, malditos, malditos, malditos.
Aunque, ¿podía culparlos? Val siempre fue muy tolerante con ella. Demasiado quizás. Pero, ya basta de pensar en esas tonterías. Revisó la hora en su reloj. 20 minutos más y el descanso empezaría y con el, comida, sabrosa comida que le levantaría el ánimo. Sin embargo tenía que entretener o mitigar el hambre con algo. 11:40 A.M. ¿Qué cosa podía hacer para distraerse? Colocando una sonrisa en el rostro, se dirigió al patio trasero de la escuela.
Unos dedos sacaron una cajetilla de cigarros del bolsillo de la camisa negra. Con un movimiento practicado, sacó uno de ellos y se lo llevó a la boca de un rostro moreno. Un fósforo más, y el joven empezaba a fumar tranquilamente el 5 tabaco del día.
Parecía sacado de una película de Quentin Tarantino, Pantalones poco ajustados negros sujetos por un cinturón de piel con hebilla plateada. Zapatos de marca y camisa de manga larga abierta. Destacando entre el oscuro color, una camiseta deportiva ajustada a un cuerpo bien trabajado. Ojos cafés detrás de gafas oscuras y cabello teñido de gris metálico, siguiendo una extraña moda de un país desconocido para la humanidad.
Zelgadis Greywords se saltaba la segunda clase del día.
Si le preocupaba faltar, las calificaciones o alguna acusación de parte de los profesores, no lo demostraba. Para él siempre hubo un trato especial. No por nada, detrás de ese pandillero atuendo se escondía la inteligencia más aguda de la escuela. El talento más grande para la ciencia (en especial la química) que lo hacía ganador de varios concursos estatales, y un instinto asesino si se trataba de jugar Foot Ball. Solo por eso, gozaba de privilegios.
Estaba echado bajo la sombra de un frondoso árbol en el patio trasero de la prepa, cerca de las canchas de Basquet. Fumando, tranquilamente sin siquiera molestarse en dirigir una mirada al entrenamiento de las porristas favoritas de la escuela. La única actividad diferente que hacía en la última hora fue cuando detectó un leve caminar a sus espaldas. De forma automática sacó de nuevo la cajetilla y sacó parcialmente un cigarrillo, solo para que un par de delicados y pálidos dedos lo tomaran. Escuchó como un accionaban un encendedor y una exhalación provocó una segunda nube de humo gris. La pequeña y delicada chica se sentaba a su lado, gozando de la fresca sombra.
- Déjame adivinar, te sacaron de nuevo.
Reena asintió con los ojos cerrados mientras inhalaba una nueva carga de monóxido de carbono aderezado con nicotina.
- El desgraciado de Val me sacó. - Habló soltando el humo de sus pulmones.
- Supongo que no lo habría hecho si no estuvieras roncando. - No necesitó ver que ella se sonrojaba de vergüenza. La conocía demasiado bien. - De hecho, te oías hasta acá.
- Tengo suficiente con las burlas de todos, ¿Te unirás a ellos? - exclamó enojada. No estaba de humor para mas burlas.
- De acuerdo, de acuerdo, me callo. Pero dime, ¿completaste el trabajo?
- Si no fuera por eso, crees que tendía sueño. Pasé toda la noche borrando mi rastro en el edificio. Por cierto, las balas si funcionan. Gracias.
- Espero que haya sido un caso de vida o muerte. Si no es así, te mataré. - Su voz era peligrosamente seria.
- No te preocupes. Para cuando nos encuentren, ya estaremos muertos.
Por un momento Zel estudió la importancia de ese comentario. El oficio de su amiga no era de los mas fáciles. Pero siempre tuvo ese aire de despreocupación respecto a su trabajo, bromeando, alardeando. Y esa seriedad que manifestó no podía ser una buena señal. Archivó ese comentario para un análisis grupal posterior. Por ahora, tenía una renta que pagar.
- Y respecto al trabajo, ¿Cuándo nos pagan?
- Esta tarde, iré a tu casa después de eso. 5 grandes en metálico, baja denominación.
Zel asintió. En ese punto, cualquiera que se dignara a dar una mirada a los jóvenes, podría pensar que era un par de novios gozando de la cercanía del momento. Reena estaba tan cansada que había recargado la cabeza en el hombro del chico y este, respondía rodeando sus estrechos hombros con un poderoso brazo. De alguna forma, siempre había sentido la extraña necesidad de protegerla, a pesar de que ella sola podía hacerlo mejor que él. Si se dedicaba a pensar en su relación, se encontraba en un callejón sin salida. Sin saber que era lo que sentía por ella. Pero de eso a decir que era su novia ni hablar. Nunca, nunca. Tenía problemas más graves a los que poner atención.
Los cigarrillos se consumieron demasiado pronto y el timbre no se hizo esperar. Las hordas de estudiantes hambrientos amenazaban con saquear la cafetería si ellos (mejor dicho, si Reena) no hacía algo al respecto. Estirándose se puso de pié y algo en la multitud de chicos que invadían el patio le llamó la atención.
- Bueno Zel, te dejo. Voy a comer para dormir a gusto la siesta con Martina (Matemáticas) Además, - puso la primera sonrisa pícara del día. - No quiero interrumpirlos.
Antes de que Zel pudiera preguntar algo, ella desapareció. Una vocecilla agudo y enérgica gritaba su nombre. Se puso de pié de un salto buscando el origen de esa voz y temiendo el resultado.
Posiblemente la única persona que podía tomarlo por sorpresa, una pequeña jovencita (mas que Reena y eso es decir demasiado) suficientemente desarrollada se le colgó literarmente del brazo, ignorando una expresión de fastidio de parte del dueño del mismo.
- Zelgadis, hace tiempo que no te veía. - Estrellas, flores y corazones fluían por sus ojos, Maldita Reena, pensó él. Lo abandonó justo cuando detectó a la niña. Ahora su tranquilidad se iba por el caño. Necesitará herbicida para quitársela de encima. Lástima que no lleva ampolletas de somníferos a la escuela.
Satisfecha, Reena caminaba con paso lento hacia la cafetería. Con las manos detrás de la cabeza y mirando al cielo sin preocuparse por chocar con alguien. La mayoría de la gente procuraba evitarla. El supuesto mal carácter, los chismes sobre si era una lesbiana por no salir con alguien y una infinidad más le permitían despreocuparse por el peligro que su profesión causara si tenía muchos amigos. Zel podía defenderse solo. Pero no podía confiar en nadie más. Ni en su hermana.
La sola visión de esa alta y voluptuosa mujer, con flequillo de perro pastor y vestimenta de camarera, fue suficiente como para que un viento helado corriera por su espina. Emociones como respeto, amor pavor, terror, odio y otras más la abrumaron por un momento. Era increíble que su hermana le provocara esas cosas.
- Reena.
Una suave voz la sacó de sus terribles reflexiones y toda la tensión y preocupación que sentía se esfumó cuando vio la dulce y sincera sonrisa de la única amiga real que tenía en la escuela.
- ¡Sylphiel!
Parecía increíble el efecto que la presencia de esa chica provocaba en ella. Le alegraba mas que un trabajo cumplido, una batalla exitosa, e incluso, mas que un grueso sobre lleno de billetes de Benjamin Franklin. Raro, pero real.
La aludida Sylphiel era una de las chicas mas bonitas de la escuela. Su carácter amable y demasiado tierno la hicieron blanco de muchos tipos que querían propasarse con ella, abusando de su ingenuidad. Allí es donde entraba Reena. Mas de una vez había dejado inconsciente al líder del equipo de lucha, al quarterback o líder defensivo del equipo de Foot Ball, todo por defender a la única persona que realmente apreciaba (con la notable excepción de Zel) en la escuela, no en la vida.
Algo mas alta que Reena, de un profundo cabello negro bastante largo, lacio y brillante. Ojos grandes y verdes que era el principal atractivo de la muchacha, sin demeritar el glorioso cuerpo que poseía.
- Te tengo la tarea que dejó al profesor Val, es un trabajo para fin de año. - le dijo, extendiendo una hoja con unas líneas escritas con una caligrafía perfecta, una vez que caminaba junto a ella. Era difícil no sentirse extraña junto a la pequeña pelirroja. Había algo en su aura que la hacia sentirse, rara.
- Muchas gracias Syl. - agradeció Reena después de quejarse del trabajo. - Oye, voy a la cafetería, me acompañas?
- Si.
Nuevamente, Reena pudo notar las miradas con que muchos de sus compañeros las veían. La forma en que ella defendía a su amiga, y la falta de novio formal entre ellas, desataban una cantidad impresionante de habladurías respecto a su relación, la cual para muchos no era de "amigas".
Si a Sylphiel le importaba, no lo demostraba. Ella seguía platicando como cualquier día normal. La escuela, las últimas ocurrencias de sus hermanos, los detalles graciosos e interesantes (al menos para ella) de las clases y los últimos chismes de los profesores. No era que a Reena le importara, sino que Sylphiel representaba prácticamente todo lo que ella no podía ser. No tanto popular y deseada, sino normal.
El desayuno fue como cualquier otro. El maldito cigarro no solo no le quitó el hambre, sino que la aumentó de forma exponencial. Si no fuera por los "trabajos" especiales que hacía en sus ratos libres, habría muerto de hambre desde hace mucho tiempo.
Se sentaron en su mesa especial. De "inadaptados" como solían llamarlo. Amelia tratando por todos los medios de hacer reír al reservado Zelgadis y Reena escuchando amablemente a su amiga Syl. Esto, claro, entre bocados de escala industrial que se introducía a la boca con avidez desmedida.
Finalmente el odioso timbre anunció el fin del querido descanso y el comedor se fue vaciando. Zel al fin pudo respirar de la atormentada compañía que Amelia le provocaba. (El porqué no la rechazaba generaba pesadas bromas de parte de su amiga) y se pudo retirar tranquilamente a asesorar al maestro en la clase de Química. Reena se levantó, dejando 4 charolas pulcramente limpias (cualquier migaja dejada en un plato es un bocado más que no se disfruta. O al menos eso pensaba.) y se despidió de Sylphiel, quien, lamentablemente para ella, tomaba clases diferentes.
La chica morena se quedó viendo a su oscura compañera. Cerró los ojos y mentalmente agradeció que no la rechazara. Un rechazo de su parte y no podría soportarlo. ¿Cuánto tiempo más pasaría, para que se sincerara con su amiga y le expresara todos sus sentimientos.? No sabía. Solo esperaba que no tardara mucho la oportunidad.
Antes de ponerse de pie y dirigirse al salón que le tocaba, abrió un pequeño libro, que usaba como diario y paso sus dedos por una fotografía, sonriendo tristemente.
Se levantó y guardó el libro en su mochila, pensando en la foto de una chica de cabello rojo que tenía pegada en su diario.
La puerta de un pequeño apartamento se abrió con lentitud. Casi de forma inaudible.
- Que bien no está.
- ¡REENA INVERSE¡ ¿QUÉ HORAS SON ESTAS DE LLEGAR?
La reacción fue inmediata. Reena, quien en esos momentos esperaba que la arpía de su hermana no estuviera en casa se congeló de inmediato. De nuevo otro grito.
- ¡Te he dicho una y mil veces que no juegues en ese árbol!
Una reacción. Perplejidad. Otro grito, pero mas débil que el anterior.
- ¡Suelta a ese gato que es mío!
La comprensión llegó finalmente a su alma y pudo respirar tranquilamente. Checo el reloj que tenían en la pared. 6:24 P.M. el sol caía lentamente y la noche hacía su aparición. Dentro de poco la bruja... este su hermana despertaría de su sueño diurno a la agitada vida nocturna que tenía que pasar. Lo malo era que en ese lapso, Reena sufría las consecuencias. "Reena traime esto... Reena traime aquello...No has preparado la cena...deja de estar bobeando...¡Cuando te agarre me las vas ha pagar!" Repetía mentalmente recordando las frases más habituales.
Husmeó en el cuarto de su hermana.
Tenía que reconocer que se veía tierna cuando estaba dormida. Apenas entrada en la edad legal, cargando en sus hombros la manutención de ambas como camarera en uno de los antros de mas mala muerte en Chicago, había forjado el carácter de Luna. Sin embargo, Reena atenía que reconocer que pasaban buenos ratos los pocos días que tenían libres. Ya sea cocinando, viendo una película, o simplemente conversando acerca del futuro. Después de todo eran hermanas.
Se encerró en su respectivo cuarto.
De la mochila sacó un sobre abultado. Lo recogió debajo de la cuarta banca del parque en su sección oriente, después de haber metido el disco envuelto como regalo en el buzó de correos más cercano. Aunque no conocía a quienes la contrataban, sabía que eran demasiado metódicos respecto a las entregas. Bueno, tenia que reconocer que por su mente pasó la idea de registrar la banca antes de depositar la entrega, pero no encontró nada. Hasta después de meter la mercancía y a pesar de estar observando a todo momento la banca. Al regresar, sin que nadie la hubiera tocado, el dinero apareció. ¿Esta gente era bruja o algo así? En ese caso, Sabrina debe de existir.
La pequeña televisión le informó que en Alemania se hizo un nuevo descubrimiento arqueológico (¿a quien le interesa?), que en Japón, un proveedor de droga fue ejecutado por una familia rival y en Escocia un atentado terrorista destruía un castillo antiguo. Típico.
Al abrir su correo, aparte de encontrar la basura de siempre, encontró agradecimientos por trabajos efectuados (para aquel que piense que es inseguro tener notas de agradecimiento de los clientes de un ladrón profesional, La mejor forma de ocultar algo es en lo más evidente) Un Nickname le llamó la atención. Una tal "Golden Dragon" le tenía un nuevo trabajo. ¿Tan pronto?
"Gracias, el disco sonó bastante bien, The Demons son un grupo genial. Pero existe un libro que nos interesa bastante. ¿podrías darte una vuelta al museo estatal? Busca la Biblia del jefe. Es como de 50 hojas. Mil gracias. Donde siempre. Estaremos libres el jueves en el mismo antro. No faltes."
Hasta el jueves, eso le da 2 días para el robo. Sonrió al ver su suerte. Si todo salía como estaba planeando, el robo lo haría mañana. Esta noche estaba ocupada.
Abrió otro correo. De "Masterfreeze"
"Tu fama es conocida. Necesitamos de tus servicios. 100 como pago. Museo de arte antiguo. Piedra del sabio. Entrega Miércoles, 6:00 P.M. Estación 34, banca 265467."
Cuando recibió el correo, al principio penso que era una broma. ¡Era demasiado obvio! Pero al rastrear la fuente se encontró con más seguridad que la de la NASA. Y Zel, al investigar respecto al Masterfreeze, encontró con que su Nickname era desconocido, excepto en los chats privados de alta seguridad, donde la mayoría de la mafia se comunicaba con confianza.
Cualquier peligro, se justifica con el maravilloso premio de 100 grandes. La sonrisa avara que era su marca personal apareció en su rostro y casi babeaba por esa perspectiva.
- ¡Reena!
El grito de su hermana la dejó petrificada y al analizar el reloj se dio cuenta que había estado babeando por demasiado tiempo. Pasaban de las 7:30 y su hermana tenía media hora para llegar al trabajo. Las prisas convertían al a bruja de su hermana en el mismo Lucifer. Ya podía verla. Cabellos negros despeinados, colmillos pronunciados y 2 fuentes de luz roja en lugar de ojos.
Cuando Luna salió de la ducha, Reena la esperaba en la puerta de su habitación con el uniforme pulcramente planchado y una de esas sopas instantáneas lista en la mesa.
5 minutos después Luna Inverse cruzaba la puerta y en vez de correr como era su rutina se detuvo, haciendo que su pequeña hermana alzara sus defensas previniendo un ataque físico o verbal.
Luna la abrazó.
- Pórtate bien Reena, por favor. No hagas tonterías.
Reena observó a su hermana desaparecer por el elevador, destinándole una sonrisa tierna de amor filial como pocas veces lo hacía. Un frío recorrió la espalda de la pelirroja. Eso fue mas inesperado que un golpe, de hecho lo prefería.
Si se preguntan, ¿porqué viven solas?, ¿Por qué Reena tiene esas habilidades, tan superiores para alguien de su edad? O ¿por qué de la reacción de Luna?
Posiblemente ni ellas mismas lo saben.
Todos sus recuerdos se pierden cuando retroceden 2 años.
Una familia aparece en vagas imágenes. Una niña Luna cuidando a su pequeña hermana de una fiebre mientras un par de sombras las vigilan desde la puerta de un cuarto desconocido.
Después una escuela y varios compañeros, maestros y vecinos. Exámenes, peleas de niñas y enojos habituales.
Luces intensas cegándolas y muchas personas rodeándolas al tiempo y después nada. Solo lagunas mentales y desesperación.
De hecho Luna es la más desesperada. La fuente de su mal genio es su incapacidad de relacionar las imágenes o tratar de ver algún detalle que les dé una pista de su pasado.
También es la mas fuerte. Si la fuerza se mide en la potencia de un golpe, ó la capacidad de soportar el peso, Luna se llevaba las palmas. Su inteligencia también sobrepasaba el promedio, así como su condición Física. Pero nuevamente, de nada le servía si no sabía como usar esas habilidades.
Reena, en cambio, buscaba no preocuparse por esas cosas. Realmente le preocupaba su amnesia, pero buscaba consuelo en los riesgos. La razón de sus robos. La excitación del peligro que implicaba cada golpe la distraía y en ocasiones le brindaba un nuevo recuerdo.
Y ese era su secreto. Uno que ni a Luna le revelaría.
Y ahora, al ver como su hermana se perdía en la oscuridad de la noche, rumbo a su trabajo en "La cueva del Dragón", uno de los bares mas malditos de Chicago, suspiraba ante lo que iba ha hacer esa noche.
Llegará el día en que el dinero no le preocupe para nada. (Unos cuantos ceros más y podría retirarse a un lugar exótico y disfrutar de la vida) Llegará el día en que la memoria regresaría para ambas y serían felices.
Mientras tanto, había un trabajo que realizar.
Un robo mas para cometer.
Un dinero extra que cobrar.
N.A. preguntas o aclaraciones (menos spoilers) Pus ya saben.
