N.A. Aclaro que Slayers no es mío, ni lo quiero. Dejo los problemas legales a los legítimos dueños de esta serie. Yo solo los uso, tuerzo, deformo y demás para darle gusto a mi imaginación torcida. Y de paso agradar a quien se deje.

Por cierto esta historia si es MIA, por si quedaban dudas.

Este Fic es simultáneo a ASESINO de Ruronin Kenshin y SOLDADO de Gundam Wing. Después de 5 Cap. Se juntarán en un Magno Crossover que romperá los esquemas de la historia de las 3 series. (¿Que modesto no?)

Saludos a todo aquellos que, aunque leen, no se toman 5 minutos para escribir unas míseras palabras. (Yo me incluyo)

Ladrona.

Capitulo 2 La piedra del sabio.

Para las 12 de la noche, Reena ya estaba bastante bien informada de la seguridad del museo. Que no era poca.

Por lo menos tenía que esquivar sensores de movimiento, láseres, guardias fuertemente armados, armas automáticas, en fin, por lo visto 3 veces más seguridad que el último trabajo.

Je, con lo que le gustaban los retos.

Antes de revisar su equipo, tomó una pequeña píldora de cafeína marca Zel. Prácticamente sin dormir algo en 48 horas, provocaba estragos en su coordinación y concentración. Y si iba a ir al parque de diversiones, quería disfrutarlo al máximo.

Abriendo su armario, quitó varias cajas de zapatos y otras baratijas sin más función que ocultar una pequeña puerta empotrada en el suelo. Dentro de la cual, se encontraban sus herramientas.

Tan importante como el robo, quizás más, se encuentras la preparación para tal. Y eso no solo se refiere a conseguir información, cosa que para una hacer de su nivel era sencillo, sino a prever las circunstancias a las que se enfrentará una vez dentro del edificio.

Sacó una maleta de generosas proporciones de un agujero aún más grande (benditos sean los pisos antiguos, llenos de espacio libre para ocultar cosas). Al abrirla sacó varias prendas negras, que parecían ser muy elásticas. La movilidad es crucial para alguien con una flexibilidad propia de una liga. Se vistió, entrando a lo que parecía ser un traje de bucear, adaptado para ajustarse perfectamente a su forma y un cuello añadido par hacerlo más formal. Hurgando más en la maleta sacó un par de botas altas y las calzó. Las botas tenían lo que parecía ser varias bolsitas de cuero y algunas tiras de goma. Finalmente se puso unos guantes.

Aquí empezaba la selección de las herramientas. Aparte de las tradicionales Ganzúas y ganchos, metió a la bolsa un codificador, ideal para accesar a las puertas electrónicas, ya sea por tarjeta, o con códigos numéricos. Unas gafas infrarrojas y herramientas tradicionales. Abrió otra sección de la maleta.

En las tiras de goma de las botas, metió varias navajas sencillas, todas de acero y sin adorno en los mangos. En las bolsitas, una clase de bolitas extrañas y un par de ampolletas con pequeñas agujas a modo de dardos. Se ajustó un cinturón con mas bolsas de baqueta en las cuales guardó ampolletas más grandes y más navajas. Comprobó que la gran hebilla del cinturón contuviera discos filosos y con un pequeño aerosol, los humedeció de un líquido transparente.

Durante 10 minutos prosiguió con el armado y revisado de sus herramientas. Como el análisis había mostrado se encontraría con muchos guardias, y si sucedía un enfrentamiento (cosa que no quería) necesitaba la mayor cantidad de recursos que el proveedor Zel le había dado.

Finalmente, sobre su cuerpo y sus armas, vistió un abrigo de tela gruesa, viejo y raído, pero holgado y de mangas anchas. Mientras la movilidad se reducía bastante con el abrigo, le daba la ventaja de ocultar perfectamente sus armas. No quería que medio mundo se enterara de donde vendría el ataque.

Apagando la computadora y guardando todo de nuevo en el suelo, se preparó a salir por la ventana, usando las escaleras de incendios.

Todo listo, directo al museo, a robar el equivalente a 100 grandes.

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El museo era un viejo edificio, barroco con grandes y caros ventanales. Detrás de él, otro edificio más moderno y por ende modesto se alzaba, conteniendo oficinas para los profesores que trabajaban en el otro edificio.

De hecho, era en ese otro edificio donde estaba la tan famosa estatuilla.

Reena había llegado a las 3:00 A.M., y se introdujo, no sin dificultades, a la sala de computadoras del museo. Después de 10 minutos (todo por culpa del maldito servidos) localizó el mapa del museo, entró a la información confidencial y, ah, si, durmió a un guardia curioso que husmeaba una computadora que se encendió sola a mitad de la noche.

Los familiares ductos de ventilación eran mucho más incómodos por 2 razones: 1: eran mucho más estrechos que los habituales, dejándole poco espacio para maniobrar, y 2: por el estúpido abrigo. Era en esas circunstancias donde Reena se lamentaba por su prudencia y se resignaba a seguir adelante.

¿Qué clase de estatuilla sería esa? Se preguntaba al observarla por una de las rendijas de la ventilación. En primer lugar hacía mucho frío. La ventilación mantenía el lugar a menos de 7 grados centígrados. ¿Por qué? Quien sabe. Después, la estatuilla, de forma humana y no más de 15 cm de alto estaba encerrada en una clase de caja de cristal rodeada de un vallado de láser azul visible por la neblina que cubría el lugar. El suelo estaba pálidamente iluminado, señal de sensores de presión y una puerta metálica bloqueando el paso. Sería fácil quitar la rejilla, extender una cuerda a lo largo de la habitación y colgarse para sacar el objetivo con la ayuda de espejos y un cortador de diamante. Sin embargo las rejillas estaban soldadas al ducto, y eran tan duras que ni siquiera se doblaban un poco ante la presión de un destornillador. Tenía que entrar por la puerta. Con dificultad regresó.

Dar con el pasillo fue fácil, lo difícil será entrar allí. Estaba bien iluminado y mucha gente pasaba por allí. Guardias armados en especial era su principal tráfico y parecían no tener ningún ciclo. Durante 30 minutos los estuvo "observando" a través de las rendijas sin que pudiera obtener alguna pista, dato o algo que la ayudara a saber lo que tenía que hacer. Cuando comenzó a desesperarse, el corredor quedó solo.

Sin preguntarse como o porque, quitó la rendija con practicada habilidad y descendió. El corredor era amplio, mas de 3 metros de ancho y casi lo mismo de alto. Al fondo se hallaba la puerta prometida. El camino parecía fácil.

Las luces se apagaron de repente y él la parcial oscuridad creyó ver que en las paredes de mármol lustroso destellaban pequeñas luces azules.

¡Claro! No podía ser tan fácil. Al cambiar de turnos, deben dejar un sistema confiable en lo que los guardias toman de nuevo sus posiciones. Sensores de movimiento, láser destellantes ocultos perfectamente en la pared. ¡Maldición!

Opciones. De acuerdo con la posición de los láseres, cubrían principalmente la parte baja y media del corredor. La parte superior, el techo, estaba libre de sensores de ese tipo. Con un poco de voluntad y suerte, con una cuerda extendida y bien tensa serviría para poder llegar a la puerta, con la desventaja de que solo tenía una cuerda. Al entrar a la bodega, la necesitaría de nuevo. O, confiar en su habilidad. Sacó de la bolsa una latita de modesto tamaño, parecida a un aerosol. Abrió la tapa y una nube de humo blanco cubrió en un instante el corredor. Los láser trazaban líneas en un segundo, se mantenían allí poco tiempo y desaparecían rápidamente. De nuevo Reena trató de encontrar su ciclo y al hacerlo planeó su jugada.

Si en algún momento agradecía lo delgado de su cuerpo, era en situaciones como esta.

Tomando vuelo (previamente guardando la bolsa y cerrando el abrigo) corrió hacia la zona de los láser. Comenzó ha hacer acrobacias. Mortales atrás, saltos largos y cortos. Un par de veces se detuvo equilibrando su cuerpo en un solo pié, haciendo maniobras que una gimnasta olímpica envidiaría. Y ni en una sola ocasión, un láser fue obstruido por error. Llegó sana y salva a su destino, la puerta.

Abriendo el saco y la bolsa, sacó el codificador. Este tenía la apariencia de una calculadora, con una banda de cables sujeta a una tarjeta magnética. La insertó en su respectivo lugar y los números aparecieron en la pantalla. Durante 30 segundos (demasiado para Reena) los números cambiaron en una infinidad de combinaciones hasta que la precisa apareció. Los focos de las cerraduras cambiaron de rojo a verde y la pesada puerta de metal se abrió.

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Cuando la puerta se cerró detrás de sí, Reena esperaba encontrar los sensores del suelo apagados. Pero no fue así. La cámara era casi circular, como una figura de muchas caras y grande, de mas de 30 metros con la estatuilla en el centro. También era muy austera, con un escritorio de metal a su derecha y otro a su izquierda. El fondo estaba vacío. Con la mirada buscó algún interruptor o algo para desconectar los sensores del suelo sin encontrar algo. De un salto, se encaramó al escritorio más cercano y el lugar donde estaba se iluminó como el resto de la habitación. El frío la estremeció de nuevo y consideró las opciones de nuevo.

Con la libertad que tenía desde su posición, estudió los láser que vallaban a la estatua. El tiempo estaba sobre ella y no había forma de decir a que horas regresarían los guardias, así que sacó la única cuerda que tenía, pasó uno de los extremos a uno de los pequeños pero sólidos cuchillos de sus botas y con precisión y gran fuerza, lo lanzó al techo. La punta se incrustó en él y Reena ya tenía un puente.

Segundos después estaba colgada incómodamente, con la cuerda atada a su cintura y asegurando el otro extremo con un nudo en los pies, el resto de la cuerda, convenientemente guardado en su bolsa. Ahora tocaba el turno a los láseres.

Una de las cosas que anulaban un láser eran los espejos. Con una estructura sencilla y un par de ventosas, Reena aseguró un "puente" para un par de vallas luminosas. Colocados en ángulos perfectos de 45 grados, los láser fueron desviados, permitiendo un espacio más amplio para que las manos de la maestra trabajaran. Otro instrumento salió de su bolsa y una clase de compás pequeño salió. Aseguró una de las puntas con una ventosa y la otra, que contenía un cortador de diamante, realizó un circulo de 15 cm de diámetro el cual retiró con otro instrumento el cual sacó de... Exacto.

En menos de 5 segundos la estatua ocupaba un nuevo lugar. Reena quiso gritar de júbilo, pero en vez de eso gritó de pánico cuando el cuchillo clavado en el techo ya no pudo soportar su peso y se zafó. A ella le pareció una eternidad su caída y antes de que su cuerpo tocara el suelo, la luz del piso desapareció.

Al momento se despojó de la cuerda y se apresuró a uno de los costados de la puerta, la cual se abría lentamente. Un pesado guardia entró, empuñando un rifle, el cual soltó cuando quedó inconsciente gracias a un dardo colocado hábilmente en su cuello. Los rumores de asombro revelaron lo peor.

Había sido descubierta.

Echando mano a su habilidad, corrió a través de la puerta y saltando, esquivando y en ocasiones casi caminando en las paredes, metía las manos a los bolsillos de su cinturón. En cada movimiento, 2 o 3 dardos salían de sus manos con una practicada y consumada precisión. 6 guardias más se sumían en un sueño casi comatoso. La alarma sonaba en algún lugar lejano, pero eso ya no la preocupaba. Solo necesitaba escapar.

Entró al corredor de las escaleras de emergencia por una puerta que activó la alarma contra incendios y descendió rápidamente 3 pisos. Como si alguien la vigilara, varios guardias entraron por las puertas del piso donde estaba. Uno de ellos, pistola en mano, avanzó directamente hacia ella dispuesto a atraparla, o por lo menos aplastarla. La mano de Reena fue a las mangas del abrigo (que como hemos dicho eran holgadas) y en un rápido movimiento 3 cuchillos se clavaban en las rodillas y un hombro del hombre. Cayó al suelo, dormido. La ola de balas se desató cuando ella trató nuevamente de esquivarlas. El abrigo recibió varios impactos y en un momento voló hacia las caras de los agresores. Usándolo como distracción, sacó todos los cuchillos que le quedaban en los brazos y estos terminaron en los hombros o manos de los ahora inconscientes guardias. Siguió corriendo por las escaleras acercándose más y mas al primer piso.

Mentalmente revisó el estado de sus armas. La mitad de los cuchillos ya los utilizó, los dardos estaban también a la mitad y aún le quedaban los discos de la hebilla. Si todo seguía como hasta ahora, se quedaría indefensa antes de salir del edificio.

Un dolor se extendió en uno de sus costados y después una detonación. Cayó al piso, con la mano puesta en una herida producto del rozón de un arma de alto poder. A lo lejos veía un rifle humeante y de pronto creyó sentir un puntero láser quemando en su frente. Haciendo uso de toda su voluntad, se movió lo suficientemente rápido como para que el francotirador fallara un segundo golpe y sin pensar salió por la puerta más cercana, dejando unas cuantas gotas de sangre en el suelo.

Se encontró a si misma en una sala como de conferencias. Una mesa amplia rodeada de sillas en una habitación decorada con representaciones de dragones de todos tipos la sorprendió de repente. Mas fue su sorpresa al ver como una puerta salía volando cuando la figura de una mujer alta y de negro con un pasamontañas entraba. Durante un breve momento se quedaron viendo a los ojos. Inmediatamente Reena soltó otro par de navajas, los que fueron sorprendentemente evadidos por un salto de la mujer. Esta, en el salto, soltó una fuerte patada a la quijada de la chica, mandándola a atravesar con su cuerpo una puerta de madera. Reena escupió sangre y sintió un par de dientes flojos. Pero sorpresivamente no sentía dolor. Solo algo de furia.

La mujer entró a lo que parecía ser una oficina y se puso en una posición de pelea.

- No se quien eres, ni me interesa saberlo. Solo se que tienes la estatuilla y yo la quiero. Dámela y tendré piedad de ti. - Si voz era tan común, que si la escuchara en otra parte, no sabría identificarla. Sin acento, sin emoción ni matiz. Solo hablaba.

Reena llevó el dorso de su mano a la boca para limpiar un poco de la sangre de un labio partido y sonrió.

- No.

La reacción fue inmediata, la mujer avanzó con rapidez pasmante y, presumiendo un largo entrenamiento en artes marciales, desató una ola de golpes y patadas que a duras penas eran esquivados.

La mente de Reena era clara, como siempre le sucedía cuando robaba algo. Solo que esta vez, no veía los ataques, los sentía. Al poco tiempo se encontró a si misma, no esquivando, sino bloqueando los ataques con manos, pies y en ocasiones hombros. Por reflejo, al encontrar una pequeña brecha en la defensa de su atacante, golpeó el pecho de la mujer con un puñetazo y la mandó a volar 2 metros hacia atrás.

Reena se asustó por el ataque. No sabía que esa clase de fuerza, o habilidad estaba en ella. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar. Su adversaria se levantó y siguió atacando. Reena saltó hacia atrás y soltó una ronda de patadas laterales, culminando con una giratoria que, nuevamente mandó a volar a la mujer del pasamontañas.

La siguiente ofensiva fue de la pelirroja.

Corrió y saltó, soltando patadas consecutivas en el aire, las cuales fueron bloqueadas. En el suelo ya, dirigió golpes con los puños a la cara de la mujer, fallando por poco. El lugar se llenó de gritos y gemidos de esfuerzo, dolor y en ocasiones de frustración. Parecía una lucha perfectamente coordinada, en lugar de la pelea a muerte que llegó ha ser el combate. La mujer igualaba sus habilidades de pelea con las recientemente descubierta de Reena. Ella, a cada golpe, le vino un vago recuerdo: Se vio a si misma, de unos 12 años, entrenar con su hermana en un dojo y unas personas vestidas de trajes ejecutivos las observaban con sonrisas satisfechas. Ella sabía que conocía esas caras. Esos ojos y ese color de cabello. Y sin embargo no pudo recordar porque.

Su viaje por el recuerdo terminó cuando la mujer pateó fuertemente su costado herido, dejándola falta de aliento y arrodillada en el piso. Ambas mujeres jadeaban y sudaban profusamente, nadie sabrá como habría terminado todo, ya que en esos momentos los guardias se aproximaban a la oficina.

- Nos veremos pronto. - Dijo la mujer mientras sacaba de su cintura un par de esferas pequeñas y oscuras.

Al arrojarlas al suelo una nube de humo negro la envolvió por completo y al disiparse, ella había desaparecido.

Los guardias entraron a la oficina segundos después.

- Alto, quédese en el suelo con las manos en la nuca. - Gritó uno de ellos mientras apuntaba con el puntero láser la cabeza de la chica, quien sin mas opción obedeció.

Varios guardias rodearon la oficina y uno mas entró, parecía ser el jefe.

- ¿Qué tenemos aquí? ¿8 guardias armados para detener a una adolescente? Porqué no guardan sus armas, solo es una niña.

La ceja de Reena tembló levemente al escucharlo referirse a ella como "niña". Hasta ese entonces se había resignado a rendirse y entregarse pacíficamente, saquear su cuenta para sobornar o pagar la fianza. Pero ahora no. Que importa el dolor del balazo, o el cansancio de la pelea, o el hecho de que las pastillas de cafeína terminaron de hacer efecto. Niña, niña. Niña tu abuela.

Un grito de batalla sorprendió a todos cuando, mas rápido de lo que pudieron registrar, la cabeza de su jefe estaba en el suelo sujeta por la delicada mano de la ladrona (no es necesario decir que estaba inconsciente) Cuando levantaron sus armas, la visión de la pequeña mujer mirándolos con furia en los ojos casi llameantes les provocó escalofríos.

- ¡No soy una niña! - Gritó con todas sus fuerzas y varios cristales de los marcos reventaron en pedazos.

Minutos después, todos los guardias estaban inconscientes, sumidos en el estado comatoso provocado por una golpiza de antología mientras el viento de la madrugada se colaba por un boquete en el vidrio de la oficina.

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Reena caminaba por los callejones de Chicago a paso rápido. Quería entregar la desgraciada estatua para cobrar el maldito dinero y dirigirse a su casa. Curarse las heridas y dormir aunque sea una hora para poder estar en la escuela cuando su hermana llegara de trabajar y no recibir reprimendas ni regaños.

La herida la estaba matando. El dolor del rozón, sumado al de la parada certera de la bruja la mantenían de un humor tan negro, que cuando un par de pandilleros se quisieron acercarse a ella para "pedirle la hora" una sola mirada bastó para que sintieran escalofríos y se retiraran corriendo. De esa forma, Reena depositaba la estatuilla en la zona convenida y se retiraba del lugar. Al día siguiente cobraría su dinero. Por ahora visitaría a Zel.

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[Teléfono]

- Señora? El informe indica que fue Inverse la que robó la estatua.

- Lo sé. ¿Qué pasó con la evidencia?

- Ha sido borrada como lo ordenó. Cintas, huellas, sangre, todo ha sido eliminado de los reportes.

- ¿Sangre?

- Si, uno de los francotiradores alcanzó a rozarla. Por fortuna no murió.

- ¿Estas segura que la muestra de sangre también fue eliminada?

- Si señora, aunque no puedo asegurar que la que descartamos sea toda.

- Explícate.

- Cuando la encontramos, parecía que alguien tomó una muestra primero.

- Eso significa que ellos la tienen.

- Es posible. La mujer que luchó con Inverse no aparece en nuestra nómina. De seguro ella tomó la muestra.

- En ese caso no podemos perder más tiempo. Quiero verla cuanto antes. Tráela aquí esta tarde.

- Sí señora.

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- Ahora tu Lucy.

Una chica algo bonita se subió a las barras asimétricas y realizó una rutina sencilla. Aparte de los giros y saltos básicos, no realizó nada espectacular, pero fue suficiente para satisfacer las exigencias de la instructora Gracia.

Una vez más, fuera de los estereotipos de la gimnasia, la instructora Gracia, alias Naga, era una mujer increíblemente alta, casi tanto como el entrenador del equipo de Fútbol Americano Gaudy. Morena de pelo largo y negro y estupendamente voluptuosa. Envuelta en un leotardo negro, igual que el resto de las alumnas de la clase de gimnasia. Entre ellas Reena.

Después de que Zel le curó la herida (no si antes espantarle amablemente los buitres) llegó a su casa y durmió profundamente hasta las 10 de la mañana. Luna se despertó por el grito que pegó su hermana cuando descubrió la hora que era y la regañó fuertemente por floja. Descontando los golpes y el hecho de que no hizo preguntas por un labio levemente hinchado, la mañana transcurrió normalmente.

Ahora estaba en la clase más fastidiosa de todas. No porque no le gustara la gimnasia, al fin y al cabo para ella, esos ejercicios eran pan comido; si no por un pequeño detalle.

- ¡Hohohohohohoho! - Se carcajeó Naga tan fuerte que las paredes del gimnasio retumbaron. - Lucy, haz mejorado, aunque te falta mucho por aprender. ¡Hohohohohoho! Siguiente. Pasa tu, Pechitos planos. ¡Hohohohohohohohohoho!

Bueno, eran 2 pequeños detalles. La risa maníaca y estridente de la instructora, y el hechode que era la única maestra que se atrevía a burlarse de ella y su físico no muy desarrollado. Al principio, los comentarios de Naga soltaban las clásicas burlas y risas de las compañeras. Los comentarios se extinguieron cuando Reena, tomó cartas en el asunto y ató a medio escuadrón de porristas burlonas en el palo principal que sostenía la bandera de la escuela. Tuvieron que llamar a los bomberos, pero una vez que se corrió el rumor que había sido ella, aunque no podían probar nada, dejaron de molestarla.

Todas menos Naga.

Normalmente se contendría en las clases. Procuraba no presumir mucho la agilidad nata que se le había concedido, pero en esta ocasión, cansada, enojada y dolorida no estaba en condiciones de soportar burlas de un mastodonte con pechos. Se trepó a las barras y con su agilidad conocida realizó acrobacias que dejaron boquiabierta a la mismísima Naga. Lo espectacular de sus ejecuciones paralizó por completo la actividad del gimnasio y el silencio reinó.

En las vueltas, la mente de Reena comenzó uno de sus raros y fugaces viajes a recuerdos oscuros. Se vio a si misma volando por el cielo, vistiendo capa y hombreras negras junto con un traje rojo, sujetando una especie de espada de luz negra, cortando en dos a un sujeto gigantesco de cabello rojo. Después observando a un monstruo diabólico desmoronarse ante ella, ahora con el cabello blanco. Después era cargada por una especie de ángel metálico blanco y azul con alas doradas y un sentimiento de desamparo la inundó por completo. Por último arrodillada, con la cabeza de un hombre de baja estatura, largo cabello color sangre atado en una cola de caballo y una cicatriz en el rostro apoyada en su regazo...

Por enésima ocasión perdió la concentración en el momento mas crucial y sus dedos no alcanzaron la barra para completar el giro. En medio de gritos ahogados, Reena Inverse, quien había dejado callada a la mismísima Naga, caía al suelo de la forma más aparatosa.

De cabeza.

N.A. Ya se que es posible que a nadie le interese esta historia, pero ¿Saben que? ¡Me vale! Yo sigo escribiendo fielmente esta historia (que no es porque yo sea el autor) que está buenísima.

Pregunta para la trivia. ¿Ya saben quienes son los sujetos del último recuerdo de la pelirroja favorita de todos?