°Lazos de Sangre° Capítulo 2

Miró por última vez lo que era su casa. Había vivido mucho tiempo ahí, pero era hora de dejarla. ¿Realmente así lo deseaba? Aún no se explicaba las extrañas razones que les dieron, pero las aceptó, tal vez por el sentimiento de dolor que aún la perseguía, al perder a sus progenitores. Esta bien que no pasaban mucho tiempo con ella debido a sus viajes de negocios, pero eran sus padres. Y los quería. Los amaba. Lamentaba saber que hablaron con sus padres, se convirtió en discusión. Ella les recriminaba que nunca pasaban unas vacaciones juntos. Y ellos le prometieron que harían lo que ella deseaba. Y ahora se habían ido. Y para siempre. Guardó en una caja una fotografía, envuelta cuidadosamente para que no se rompiera el frágil vidrio. Se secó una lágrima solitaria. Corrió un mechón de cabello que le caía. Había ido hace unos días a cambiarse el look de su pelo. Ahora llevaba su esponjoso y rebelde cabello de color castaño y con unas mechas rubias. Sonrió. Su amiga siempre le había dicho que le quedaría bonito el cabello de ese color. Bajó la caja por las escaleras. Era una de las cosas que quería llevarse a lo que sería su nuevo hogar. Cruzó las rejas, y entró por la puerta abierta de la casa de al lado. La casa de los Malfoy.

Efectivamente. Desde que había pasado lo del accidente de los seres encapuchados, las heridas de su amiga, y haberlas curado (a pesar de que le daba mucha impresión ver sangre. Reitero: muchísima impresión), y que los Malfoy se habían enterado de que ella ahora tenía esa sangre que corría por sus venas y que se sentía bastante rara, le habían informado (el señor Lucius), que a partir de ese momento ella tendría que vivir con ellos, y que estaría a su cargo. Aún no entendía la totalidad del asunto, lo grave a decir verdad. Solo sabía que asistiría al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y tuvo que fingir sorpresa cuando se enteró sobre ese mundo, porque ella ya sabía todo. Tamara le había contado anteriormente. Estaba ilusionada en llegar a ese lugar extraño, aunque le hubiese resultado más emocionante si sus padres estarían con ella...

Entró a su habitación, con sus paredes de color azules y cortinas blancas. Definitivamente Tamara no había elegido esos colores. Rió por lo bajo. Si su amiga habría sido la encargada de los colores de las paredes, seguramente estaban pintadas de extravagantes y "nada notorios" tonos de diversos colores. Colocó suavemente la caja en el suelo. Se recostó en la cama y miró el techo. Varias estrellas estaban pegadas y brillaban intensamente cambiando de colores. Ese si era un detalle de la menor de los Malfoy.

Y hablando de ella... (Que siempre se aparece cuando se la nombra), entró con una sonrisa soñadora en sus labios. Se sentó al costado de la cama. Aún llevaba los vendajes en las heridas, no habían podido curarla del todo, le dolía, pero solía disimularlo muy bien. Erica se levantó.

- Vamos Erica, tenemos que comprarte tu varita – le dijo suavemente. No podía hablar demasiado porque le causaba mucho dolor.

- Sí, vamos. Y no hables mucho que te hará mal – le devolvió la sonrisa.

Ambas jovencitas salieron de la nueva habitación de Erica. Ayudó a bajar las escaleras a Tamara, y ahí abajo las esperaba Lucius y Tom. Erica sintió un suave cosquilleo, pero no le dio importancia. Los cuatro se dirigieron hacia el centro de Londres, a pesar de las insistencias de Tom de que su pequeña hermana se quedara descansando, y por supuesto, esa tan amable sugerencia, trajo un berrinche de la rubia, que se calló así de inmediato por los fuertes dolores que la recorrieron. Igualmente Lucius la llevó, porque no tenía con quien dejarla. Se lamentaba mucho no haberla vigilado más. Él tenía que suponer que eso pasaría. Y Tom compartía la misma culpa. Miró fugazmente a la amiga de su hermanita, ahora ella también corría con "la misma suerte" que la pequeña Malfoy. Y se lamentaba. Y mucho.

*^*

Pasaron a través del Caldero Chorreante, y notó que los Malfoy no eran muy queridos, ya que por las miradas que le dirigían. Lucius ayudaba muy de cerca de Tamara a caminar bien, para que las heridas no le incomodaran tanto y no le agarraran los tremendos dolores. Erica tenía los ojos como Galleons, el Callejón Diagon era fantástico, tal cual como se lo había relatado tantas veces su mejor amiga. No le alcanzaban los ojos para ver todos a la misma vez. Lucius señaló a una heladería Florean Fortescue, donde dijo que se sentaría ahí junto a su nieta, mientras que Tom tenía que acompañar a comprar la necesitada varita a Erica, que esta se quedó por unos segundos como piedra.

Caminaba tímidamente cerca del joven pelinegro, que llevaba sus manos dentro de los bolsillos de su vaquero muggle. Él miraba fijamente hacia delante. Ella miraba las tiendas, aún con sus ojitos como galleons y brillaban de la emoción. Aunque estaba un poco atemorizada con la presencia del hermano de su amiga, aún recordaba la forma en que le había gritado. Ella solo había querido ayudar.

Llegaron a un negocio angosto y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras dorada se distinguía: Ollivander, fabricantes de excelentes varitas desde 382 a. C.

Entraron al negocio, y una ola de emoción la recorrió. ¡Tendría una varita! Como siempre lo había deseado... ¡Al fin era igual a su amiga! El lugar le daba un poco de miedo. Y más el señor canoso que los atendió. Le daban miedo las personas extrañas... Este la miró curioso y le dio mucho más miedo. Después de probadas más de veinte varitas, y de la sonrisa de satisfacción y emoción del señor Ollivander, que murmuraba ¡Que cliente difícil! y extrañamente sonreía por ello. Si ella tenía un cliente así de seguro ya estaría enfadada. Sonrió por lo bajo. Probando diez varitas más encontró la indicada, que largo chispas de color rosado. Tom pagó la varita, mientras el señor Ollivander describía de que estaba formada, aunque no escuhcó mucho, estaba embelesada con ese trocito de madera que era capaz de hacer magia.

Llegaron a Florean Fortescue, y Tamara saboreaba un helado de frutilla. Tom y Erica sonrieron a la misma ves. Esa niña rubia nunca cambiaría. Parecía una niña pequeña comiendo su helado. ¿Algún día crecería? Volvieron a sonreír, ambos, en silencio, deseaban que esa risueña jovencita nunca cambiara. Así ya era especial. Aunque Erica no conociera su lado "desagradable", que mostraba siempre en el colegio.

*^*

Llegaron a la casa cuando el sol ya había desaparecido en el ocaso. El cielo se iba tiñendo de un azul intenso mientras una a una se distinguían las estrellas que hacían su gloriosa aparición. Comió rápido, tratando de ocultar un poco su tristeza y un poco su emoción. La cena transcurrió en silencio, aunque a Erica eso le incomodaba.

- Erica – dijo cortando el sielncio Lucius

- ¿Sí? – dijo, la tomó desprevenida.

- Cómo sabrás, ingresarás al mismo curso que Tamara – esta sonrió complacida – pero necesitarás ponerte al día con los hechizos. Hablé con el director del colegio, y se te permite hacer magia por esta ocasión tan peculiar. Yo no tendré mucho tiempo de enseñarte. Y Tamara tiene prohibido hacer magia ya que es menor – esta farfulló por lo bajo y empezó a despotricar al director y las estúpidas reglas del colegio – por eso es que Tom será el encargado de enseñarte – este asintió mientras tomaba jugo. – Espero te esfuerces al máximo.

- Sí, claro – dijo no saliendo de su asombro. ¿Él le enseñaría? Evitó en cualquier momento no verlo a la cara. Estaba un poco asustada.

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1° de Septiembre ya había llegado. Las vacaciones habían pasado volando tremendamente. Erica y Tam estaban en un compartimiento junto con Tom, que leía el profeta. Erica evitó verlo. Aún le daba pena lo que había pasado durante el verano. No había sido lo era realmente una buena alumna. Le había costado demasiado hacer una poción correctamente, o un hechizo sin romper algo, o decirlo incorrectamente. Y mejor ni hablar sobre botánica... En Transformaciones no le fue bastante mal, a pesar de que extrañamente cuando transformaba algo tomaba un color rosa intenso, cosa que no pudo mejorar aún. Miró a su rubia acompañante que llevaba en una jaulita para hamsters su nueva mascota, una cucaracha de color rosa, que había transformado Erica. En Encantamientos tuvo ciertos problemas... el Wingardium Leviosa le había costado un poco la principio, a pesar de que Tom le dijo 48 mil veces que lo estaba diciendo mal. Sonrió tímida. Le había tenido demasiada paciencia. Y realmente fue demasiada.

En el compartimiento entró una pelinegra con mirada distraída y con aire soñador, que parecía que había entrado ahí por equivocación. Una mueca de desprecio se formó en su rostro al ver a Erica.

Esa desagradable chica, la cual le caía como patada al hígado, era Elizabeth Zabini, la mejor amiga del colegio de Tamara. "Eli" miró con mucho desagrado a la mascota, y con más aún al enterarse por su amiga que se lo había regalado Erica. La odiaba por el simple hecho de ser muggle.

Sacó uno de los nuevos libros que tendría que usar en ese año. Mientras que Tam acariciaba a su rosada mascota, Eli leía "El Quisquilloso", y Tom leía un enorme libro de color negro y muy extraño. Cuando en ese momento entró un chico alto y de aspecto desagradable. Era, lo que le pareció, el mejor amigo de Tom. Tam hizo una mueca de desaprobación. Así que ese era el "idiota sin cerebro de Flint", según las palabras de su rubia amiga.

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El tren aminoró su marcha. Ya llevaba puesto el uniforme del colegio y su túnica. Estaba un poco nerviosa. Se subió al carruaje junto a las otras dos jovencitas y los dos muchachos. Una fuerte lluvia golpeaba contra los vidrios del carruaje, recorrieron un lugar sombrío, donde no se vislumbraba casi nada. Llegaron al enorme castillo, efectivamente como se lo había descripto Tam. Entró junto a los demás, tratando de no perderse detalle de nada. Una mujer alta y de aspecto severo la llamó. Tam le hizo una señal de afirmación. Siguió a la mujer hacia una aula vacía.

- Bien Señorita Thomsen, después de la selección de los de primer año seguirá la de usted. – Erica hizo una señal de afirmación. Vio como ya todos los alumnos habían entrado al Gran Salón, y como los de primero entraban guiados por la profesora que le había hablado.

Esperó impacientemente hasta que la señora la hiciera pasar. Estaba que caminaba por las paredes, y quería morderse las uñas que ya se había comido con anterioridad.

Y al fin entró. Vio como todas las miradas eran dirigidas hacia ella. Se le secó la garganta. Caminaba con paso muy inseguro hacia su destino. Donde la esperaba el Sombrero Seleccionador, tal cual como le había explicado Tamara. Al fin llegó, le había parecido una completa eternidad. SE sentó en el taburete, entrelazando sus manos más que nerviosa. El Sombrero le cubrió los ojos, imposibilitando, gracias al cielo, seguir viendo las curiosas miradas del alumnado. Lo último que vio fue la mirada de apoyo de su mejor amiga.

"Inteligencia. Oh si, valentía escondida. Astucia. Una mezcla de todo. ¿Dónde te pondré? – escuchó Erica, una vocecita le hablaba a su oído. Se le erizaron los pelos de la nuca – Difícil. Mmmmm... bien, creo que no me estoy equivocando contigo. Te pondré en... GRYFFINDOR!!!. – gritando esta última palabra a todo el colegio.

La mesa más alejada de la izquierda estalló en vitores. Se sentó en su lugar, una alegría la embragaba, mientras era saludada por un chico alto y pelirrojo, que reconocía como el primo de su mejor amiga, y luego saludada por un joven de ojos dorados, un joven de cabellos negros azulados, y un pelinegro de cabellos despeinados con lentes. Después de tantos saludos de recibimiento miró hacia la mesa más alejada de la derecha, buscando con la mirada a su amiga, que hacía instantes le pareció haberla visto observándola. La encontró mirando a su cucaracha que la había llamado Rudicenta, y con un rostro que parecía herida. Una punzada de culpa la recorrió. Había olvidado que ahora estaba en la casa rival de su mejor amiga.

Luego del extraño mensaje de bienvenida del director, comenzó a comer las delicias que estaban frente a ella. Mirando de ves en cuando a la mesa de las serpientes. Teniendo la esperanza de cruzarse con la mirada de su amiga. Nada. Una ola de tristeza la invadió, aunque la sacaron de su ensimismamiento sus nuevos compañeros de casas, que comenzaron a hablar animadamente con ella.

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Se puso su pijama. Estaba satisfecha y tenía mucho sueño. Mañana hablaría con su amiga. A su lado izquierdo estaba Denisse Weasley (prima de Tamara), y su mejor amiga, Cindy Potter, estaba a su lado derecho. Les había parecido agradables, a pesar de que siempre Tamara despotricaba contra ellas, a pesar de que una de ellas era pariente suya. Le dolió un poco pensar en su amiga y un sentimiento de culpa la volvió a recorrer. ¿Estaría enojada porque ella ahora era Gryffindor? ¿La trataría mal? Tuvo que dejar de pensar ya que cayó en un profundo sueño.

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Primer día de clases. Se despertó de un golpe. Había tenido una pesadilla muy extraño que hizo que despertara, pero no recordó casi nada al despertarse. Sus compañeras la saludaron con caras de dormidas mientras bostezaban. Erica fue de las primeras en ducharse. Y se peinaba, inútilmente, ya que su cabello no se peinaba como ella deseaba. Esperó que sus nuevas amigas estuviesen listas y las tres bajaron hacia la sala común. Ahí estaban, ya que se acordaba perfectamente los nombres ya que Tamara también hablaba no muy bien sobre ellos, William Lupin, Axel Potter, y Ephram Black. Todos bajaron conjuntamente hacia el Gran Salón. Erica miraba por todos lados a ver si había señales de su adorada amiga. Nada.

Se sentó en el mismo lugar que la noche anterior. Una alumna de 7mo le pasó su horario. William, Axel, Denisse y Cindy hicieron una mueca muy notable de desprecio. Ellos cuatro iban al mismo curso que comenzaría ella. Erica miró su horario, para encontrar la razón por la cual hicieron esa notable mueca. Pociones con Slytherin. Su corazón dio un vuelco, mitad de alegría, mitad de tristeza. Hacía días que Tamara planeaba las cosas que harían en Hogwarts y ella sentía con alegría y ayudaba con los planes. Tamara se imaginaba las clases de Pociones juntas molestando a los Gryffindor. Pero ella ahora era una gryffindor ¿Acaso Tamara seguiría siendo su amiga a pesar de ser de casas rivales? Buscó con la mirada y la encontró. Sentada junto a su hermano, que comía su desayuno mientras le despeinaba más aún sus cabellos platinados. Por las muecas que hacía la jovencita y por su forma de mover los labios, parecía que ahora despotricaba a su hermano, y de paso a Flint. O eso le pareció. Una duda la atravesó. ¿Tamara despotricaría contra ella?

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Primer clase de la mañana. Un completo desastre. Cuando quiso hablar con Tamara, esta la ignoró. Le había ido pésimo y ya había perdido varios puntos. Pociones no era lo suyo, y el profesor había murmurado Parece pariente de Neville.

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Esa semana había sido horrible. La había pasado muy mal a pesar de los ánimos que le infundían sus nuevos amigos. Le decían que ignorara a Snape, que siempre era desagradable. Que tratara de no hacerle caso a los Slytherin's, que se burlaban de ella. Y su amiga no le hablaba. Y Tom no le daba ya clases particulares. Un vacío se había hecho en su corazón. Por una extraña razón, le recorría una calidez al ver a ese chico, a pesar que aún temía. Varias lágrimas cayeron por su rostro. Extrañaba a su amiga. Y mucho. Recordó a sus padres y sus sollozos se intensificaron. Se sentía muy sola.

Levantó el rostro. Una mano se había colocado en su hombro. Levantó su empapado rostro y a su costado divisó una cabellera rubia que la miraba con una sonrisa de disculpa. No la dejó hablar. La abrasó con todas sus fuerzas.

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La segunda semana hacia su aparición. Erica llevaba una sonrisa en su rostro. Ahora se sentía feliz, aunque extraña. Sabía bien que Tamara era orgullosa, nunca hubiese ido a pesar de la gran amistad que tenían. Sabía que alguien había hecho algo, pero esta no le quiso decir quién. Vio como la rubia le sacaba la lengua infantilmente a su hermano, y como este se quedó observándola son esos preciosos ojos rojos. Erica, extrañamente, se ruborizó.

Se sentó en su asiento. Comenzando una amena charla con Ephram, que extrañamente siempre y tratando de disimular observaba a su rubia amiga. Erica sonrió burlonamente. Era buena descubriendo secretos del corazón. Parecía que haría de cupido, y no le importaba mucho que Tamara despotricara a ese joven. Realmente Tamara despotricaba a quien fuese.  

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El primer mes ya había pasado volando. Sus nuevos amigos seguían hablando con ella a pesar de haberse enterado de su amistad con la no muy sociable Slytherin. Que solía molestarlos muy seguidamente. A Erica, en situaciones, le causaba gracia. Tamara no hablaba mal de los Gryffindor's en general, sabiendo que Erica estaba ahí, sino que se metía directamente con cada uno de ellos. Si que tenía repertorio la rubia. Era gracioso oír como los Gryffindor's despotricaban a la rubia cuando estaban todos en grupo, y la rubia claramente lo hacía en público. Y lo que más le causaba gracia era como Ephram se ruborizaba cuando Tamara se dirigía a él. Sabía que Tamara era distraída, pero ya era demasiado no haberse dado cuenta de algo tan obvio.

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Bueno, hablando de ruborizarse, Erica no podía pasar por desapercibido ese sentimiento que la recorría. No sabía bien la razón pero comenzaba a extrañar la mirada de ese joven que le infundía miedo y la vez calidez. Tenía un antojo muy extraño. No le encontraba nunca una buena explicación. Y bien, ella no era la única.

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Observaba el techo de su fría habitación. Miró su mesita de noche. Había una vela encendida, una fotografía. Una joven rubia le sacaba le lengua. Era su hermanita, y nunca nadie diría lo contrario. Era la hermana que nunca tuvo en su anterior vida. Se había convertido en una de sus razones de existencia, aunque aún la idea de dominar el mundo lo perseguía. Aunque una de sus prioridades era proteger con su vida a la portadora de ojos grises, y extrañamente la muggle que tenía sus poderes mágicos, se introducía en sus pensamientos. También sentía deseos de protegerla. Había sentido mucha lástima al ver a las dos jovencitas peleadas por esa rivalidad entre casas, a pesar de que él apoyaba mucho esa enemistad. Había hablado desde el corazón con la terca de su hermana, que tardó mucho en hacerla entrar en razón. Era una orgullosa. Tenía su mismo orgullo, y el de sus padres. Su mejor amigo había entrado en la habitación. Chorreaba un extraño líquido de color morado, y contuvo la risa, él nunca solía reír a pesar de tener a una payasa como hermana. Parecía que el joven Flint había sido de nuevo víctima de la joven Malfoy. Escuchó como Flint despotricaba contra su hermana, que no le molestó, porque bien sabía que ese muchacho no sentía realmente esas cosas, porque si hubiese sido otro ya le hubiese hecho la maldición crucius, de castigo. Él bien sabía los sentimientos de su amigo. ¿Por qué él no podría tener bien en claro los suyos? Se quedó dormido, pensando en la chica, que llegó para apoderarse de sus sueños...

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Yap XD. Es más corto que el anterior, pero suficiente para una noche. Viste Eri, no abandoné tu fic =), cumplí mi promesa. Saludos Eri, te cuidas, y tu también Annie si lees esto ^o^.

Saludos

Tam Malfoy W. (yo despotrico contra los Gryff XD)

Lolit xP (La despotricadora XDD  [¿¿acaso existe esa palabra XD??]