Disclaimer. Todos los personajes conocidos y lugares mencionados en este escrito pertenecen a J.R.R Tolkien, todos los demás desconocidos son inventos míos. Advertencia: SLASH m/m. Aquí me imagino que no es muy real lo de las distancia y el tiempo que se toma para recorrerlas, pero tómenlas como verdaderas, que de algo sirve sea un ffic.
CAPITULO 18
Legolas fue al claro donde Aragorn y él retozaban hacia unas horas, tomó la manta y se encontró con que Haldir que le había seguido. Las fuerzas del Loriende aun eran pocas y caminaba lentamente como para no tropezar, la debilidad le abatía pero deseaba hablar con Legolas lo más pronto posible.
El Loriende observó la mirada triste del elfo y comprendió en el terrible predicamento que se encontraba, si no había confesado al mortal de su próximo enlace con una dama elfa de su reino.
- ¿Le has dicho lo de tu enlace? – preguntó Haldir acercándose
- No he podido... – respondió Legolas sacudiendo un poco la manta
- ¿Qué piensas hacer?
- Debo llegar a mi reino y averiguar lo que me espera. ¿Me acompañaras?
- Me temo que no podré hacerlo
- ¿Qué dices?
- Debo informar a mi señora Galadriel que los recientes acontecimientos, haré una semana de aquí a Lorien, y llegaré a tiempo antes de su partida.
- Entonces también me abandonas –declaró el joven elfo triste por su partida
- No digas eso, que si me lo pides te seguiría hasta el fin del mundo.- declaró Haldir tomando la manta por la otra orilla
- No, Haldir, no debo de ser tan egoísta, cumple tu deber. ¿te sientes ya mejor?- preguntó Legolas juntando las puntas de su lado de la manta
- Si, un poco.. pero creo que esa poción aun no sale de mis venas. – dijo Haldir juntando la orilla de la manta con la que tenía Legolas en sus manos
- ¿cómo?
- Estas muy hermoso, mi querido Legolas – declaró Haldir apretando suavemente las manos que se encontraban con las suyas.
- ¡Haldir! – exclamó Legolas ruborizándose sorprendido
- ¿No deseas compartir mi lecho esta noche? –preguntó el Loriende flirteando juguetonamente con el príncipe
- No sigas - respondió Legolas con una sonrisa y retirando sus manos con gentileza - antes de tu partida debes de reposar, tus fuerzas aun son pocas..
- Mmm.. podría hacer un esfuerzo.. ya acostados podríamos divertirnos un poco, ya que el gato ha partido dejando a los ratoncitos a solas.
- ¡Haldir! Aragorn no es ningún gato.. – aclaró el príncipe tratando de contener una sonrisa
Y muy a su pesar Legolas no pudo dejar de imaginar a Aragorn con bigotes y colita, y los dos ratoncitos blancos de Haldir y el mismo se verían muy hermosos siendo cazados por tal gato.
- Me gusta verte sonreír – dijo Haldir abrazándole por la cintura
- Oh! Haldir... – contesto Legolas sonriendo
Compartieron un tierno beso indefenso pero del cual Legolas se sintió un poco avergonzado, sin embargo bien sabía Haldir que el corazón del príncipe tenía dueño e hiciera lo que hiciera no sería capaz de arrebatarle ese sentimiento.
Ambos regresaron al campamento, donde Farrasil les esperaba inquieto puesto que los demás elfos, al escuchar ruidos aproximándose le dejaron solo sin decir el por que, a pesar de las preguntas que les hiciera.
- Su alteza, ¿se encuentra bien?
- Sí, ¿que sucede Farrasil? – preguntó Legolas al encontrarle solo
- Parece que los demás han escuchado algo acercándose, creo una carreta, pero no he querido seguirles hasta aguardarle, su alteza.
- ¿Una carreta? – interrogó Haldir buscando con la mirada a su gente
Los tres quedaron viendo hacia el norte, de donde ya se escuchaban los gritos y juramentos de una fuerte voz ronca y enfadada. Dos pequeñas pero robustas figuras eran arrastradas por los elfos de Lorien, que con mucha paciencia les sujetaban de los brazos, aun y lo mucho que ellos se resistían.
- ¡suéltenme ya elfos! ¿Que no saben quien soy yo? – decía el enano de cabellos castaños - ¡Ah! ¡Pero mi señora Galadriel sabrá de esto!
Al aproximarse, un rostro familiar a Legolas y Haldir se iba haciendo mas reconocible.
- ¡Gimli! – exclamó Legolas contento al ver a su amigo de nuevo
- ¡Legolas! – dijo Gimli tratando de zafarse de las manos que le apresaban de los brazos.
Haldir daba instrucciones a sus compañeros para que le dejaran en libertad y así fue como el enano se tiro efusivamente con el elfo de la antigua comunidad.
- ¡Cuánto tiempo sin verte, viejo amigo! – exclamó el enano abrazando por la cintura a su antiguo compañero de aventuras
- Gimli, no pensé encontrarte por estos lugares... – declaró Legolas tratando de conservar el equilibrio al recibir tan cálido y fuerte abrazo - ¿pero como...?
- ¡Estos elfos! Que nos habrán apresado solo por molestarme – respondió Gimli viendo la cara de su amigo sorprendido
- Disculpe señor enano esta falta de respeto, - dijo Haldir acercándose a la pareja de amigos - mas la presencia del rey de Gondor y el príncipe del Bosque Negro debe ser custodiada bajo estricta vigilancia. Nunca se sabe que pueda ocurrir.
- ¡Señor Haldir! Menos me esperaría yo de usted – exclamó Gimli ofreciendo una mano al Loriende.
Ambos estrecharon las manos mientras el otro enano aún seguía apresado.
- Gimli, ¿te vas a olvidar de mí? – preguntó el buen Korin abriendo al máximo sus ojos verdes y grandes para tratarse de un enano
- Korin, disculpa mi torpeza – dijo y volviendo la mirada a Haldir agregó el enano - ¿pero no dejaran a mi buen hermano en libertad?
Haldir hizo un movimiento y Korin fue liberado. Korin era el hermano menor de Gimli, un poco mas bajo que él, de mejor temperamento y tan desconfiado de los elfos, como todo enano que se precie de serlo. Había acompañado a su hermano, solo por que su padre así se lo pidió, ya que el anciano Glóin no había podido asistir al evento debido a su delicado estado de salud.
- A mi buen amigo elfo, no me esperaba encontrarte por aquí
- Yo igual Gimli, no me lo explico.
- ¿Cómo es eso? Si aquí mismo tengo la invitación para tu boda? – preguntó Gimli sacando de sus anchos bolsillos el mismo pergamino que había visto Legolas en manos de Soberath hacia pocas horas.
La tristeza en esa mirada no indicaba nada bueno al señor enano, el elfo padecía de alguna pena y ese pergamino podía ser la razón. ¿Por qué encontrarle allí si el enlace sería en una semana? ¿Por qué parecía que ese encuentro no era tan inesperado y donde quedaba el mortal arrogante que alguna vez les acompañó?
- ¿Me pareció escuchar mal? ¿Han mencionado a Aragorn? ¿esta el rey por aquí? – preguntó Gimli tratando de que sus miradas atravesaran las sombras que aun quedaban de la noche.
- El soberano de Gondor a partido a su reino hace poco, señor enano. – dijo Haldir tomando sus pertenencias de la misma carreta que antes le había cobijado.
- ¡Oh! Mucho me hubiera alegrado presentarle mi respeto, ¿y a que se debe tanta casualidad?... Legolas.
- No entiendo Gimli – dijo Legolas buscando entre sus pocas pertenencias un poco de pan.
- Aquí tiene mi señor – ofreció Farrasil adivinando los pensamientos de su alteza.
- Gracias Farrasil
- ¿Por qué te has encontrado con Aragorn en pleno bosque, si en este momento deberías estar arreglando tu enlace?
Legolas se puso aún más pálido, la tristeza en los ojos era vista aún a distancia.
- Creo que debo preparar mis pertenencias Legolas, partimos hoy mismo. – dijo Haldir interrumpiendo la conversación que parecía incomodar a Legolas.
Los demás elfos de Lorien que ante la inesperada visita de los enanos se habían formado en guardia alrededor de ellos, siguieron a un lugar a parte a Haldir quien les llamaba para dar órdenes.
- Gimli, tenemos que hablar, hay muchas cosas que aun no sabes. – declaró Legolas agitando un poco la bota de agua que se encontraba en sus manos antes de beberla
- Habla entonces – dijo seriamente el enano tomando asiento en la carreta donde Haldir se hallaba hacia a poco
Legolas miro con disimulo al hermano de Gimli, no creía buena la idea de expresarse con tanta libertad en un tema tan delicado, como lo son los asuntos referentes a su corazón y preferencias personales, delante de un extraño, aunque por mas que fuera hermano de Gimli, no dejaba de serlo.
- No temas por el, - dijo Gimli adelantándose a Legolas - que Korin es tan parco en palabras, que dudo que algo de lo que escuche aquí salga de su boca en décadas, y tan discreto como lo puede ser un servidor y puedes confiar en el como en mi mismo.
No sabía Legolas por donde empezar, el enano no podría quedarse con dudas, así lo había manifestado desde el principio de su llegada, todo lo quiso saber y entender, y no por que fuera un entrometido si no que la comunidad le importaba demasiado ya que allí había formado lazos de amistad así como fraternizar con las diferentes razas de la tierra media, Aragorn era uno de los hombres a quien tenía muy alta estima y el hecho de que se hubiera encontrado con Legolas, el elfo que mas apreciaba, le llamaba mucho su atención, mas aun cuando el elfo frente a él debería estar en su reino arreglando los últimos detalles de su boda.
Tal vez hubiera resentido que algunos miembros de la comunidad se reunieran sin tomarlo en cuenta a él, pero lógicamente sería en alguno de los puntos clave y no a mitad de la nada en despoblado. Algo debía ocurrir con sus amigos y por las primeras apariencias que surgieron, era algo que ponía muy triste a su antiguo compañero de viajes.
Legolas no mostraba su tristeza con frecuencia, esto era inusual, pero cuando lo hacia se refería a su reino, a la naturaleza o algo muy emocional, esto era diferente, el elfo era libre y no debería mostrar esa tristeza, no cuando el día mas importante de su vida se hallaba tan cerca.
- Tal vez no sea el momento indicado Gimli, después.
- Escucho.
Un enano en tal mala disposición sería difícil de soportar en todo el viaje, bien lo sabía Legolas que había recorrido con el tanto el bosque de Fangorn como las cavernas del abismo de Helm.
Muchas palabras quedaron en la boca del enano tales como expresiones de enojo, de tristeza y de sorpresa ante la narración de Legolas, el mismo hermano de Gimli que ante todo eso no dijo ni una palabra se quedo sorprendido ante los hechos que se le revelaban. El cerebro de Gimli tuvo que acostumbrarse a la idea de que dos varones aun siendo de diferentes razas, podían compartir el mismo sentimiento que existe entre una pareja de novios, por eso no entendía la especie de afecto enfermizo que Dommo tenía hacia su amigo elfo.
Legolas tuvo la precaución en no contar ciertos hechos que solo atañían directamente a Aragorn, Haldir y el mismo, el episodio de la frustración del mortal quedo en simple escape, la mordida de Haldir en un accidente, mas nada de caricias, besos y gemidos fueron revelados al enano, tales detalles estaban demás.
- Esa es la situación en que me encuentro ahora Gimli, ahora estas tan enterado como cualquiera aquí de lo que ha ocurrido.
- ¿Tú te encuentras bien? – preguntó el enano preocupado
- ¿a que te refieres? –dijo Legolas cerrando un poco las piernas a su pesar
- Ese hombre.. Dommo.. ¿te hizo algún daño...?
- No, fue toda una bendición que Aragorn llegara en el momento más oportuno.
- Bien, entonces no hay mas que hablar – dijo el enano poniéndose en pie su hacha sobre sus hombros y sus pertenencias sobre la espalda.
- ¿qué dices?
- Hay que llegar a tu reino. El consejo te espera.
Lo que el enano decía era verdad, tan simple como eso, Legolas debía expresar su opinión y deseo y el consejo debía escuchar. Mas no sabía el enano que aun la voluntad de alguien fallecido podía ser mas fuerte que la de un viviente.
Los elfos de Lorien trajeron la carreta en que se transportaban ambos enanos, Haldir se despidió dos horas después, aseguró a Legolas que estaría con él lo mas pronto que su señora se lo permitiera, aún y si se llevaba a cabo o no el enlace, él estaría con Legolas al cabo de algunas semanas brindándole su apoyo.
Como Haldir había tomado la carreta en que ambos se encontraban por ser el que mas riesgo corría de una recaída, Legolas caminaba a paso lento cerca de la carreta de los enanos, que era llevada por una joven pero fuerte especie de pony que bien hacia el trote sin cansarse demasiado durante todo el día.
Si Legolas sufriera algún desfallecimiento, espacio suficiente habría en su pequeña carreta para transportar a un elfo aun y cuando parte de sus piernas quedaran algo expuestas. Muy poco hablo el príncipe elfo en el camino, Gimli, Korin y Farrasil intercambiaban algunas palabras y conociendo lo afable y bondadoso que Farrasil podía ser cuando no se encontrara en cacería fue fácil imaginar que pronto trazarían algunos lazos de amistad.
Legolas no sabía que esperar, una vez que se hubiera aclarado lo de la muerte de Gladel y con ello su inocencia, alguna resolución debía tomar, no mencionaría nada de su enlace, le daría por suspendido, ya que era lo mas lógico, pero sabía que pronto se presentaría la oportunidad de hablar con el consejo de ancianos, aclararían los hechos de la muerte de Gladel y esperaba no tuvieran aun en mente casarle con Nariel.
Pero eso no era fácil de olvidar, las invitaciones fueron hechas, y desechas tal vez, pero como ultima voluntad de su hermano de seguro sería tomada en cuenta seriamente, un heredero era necesario para el reino y para ello debía de contraer nupcias con Nariel. Sin embargo, quedaba una esperanza, pero era imposible, en miles de años no se había realizado y nunca podría funcionar.
Legolas debía hablar con el consejo y exponerse a ser severamente criticado por elegir una pareja que estaba realmente fuera de su alcance y de su reino. Todas estas ideas se revolvían una y otra vez en la mente de Legolas. Al cabo de una semana llegaron al reino de Thranduil, Farrasil entró primero, y dando las explicaciones necesarias a los guardias, llegó hasta palacio.
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Aragorn, Soberath y varios de los hombres de Gondor cabalgaban rumbo a su reino, el estado en que se encontraba el pequeño Eldarion preocupaba mucho al rey.
Cuando hubo partido del campamento, sentía mucho dejar a su amado elfo solo ante la gente de su reino, no habría podido estar con él para atestiguar su inocencia, no habría de estar con el para decir la verdad, y expresar que el mismo había terminado con la vida del asesino de Gladel. Fue juez y parte en algún momento, al ejecutar la sentencia de manera deliberada, mucho tenía que ver el rey en ese juicio.
Lo que le consolaba era que Farrasil se hallara a su lado, el mismo, siendo el cazador había conseguido ver a su verdadera presa, él podía atestiguar en su lugar y si bien hacía falta, Aragorn volvería a recorrer todo el camino para estar frente al consejo y los hermanos de Legolas para decir la verdad.
Ahora se encaminaba a su reino, donde su pequeño hijo de 4 años le esperaba, el hermoso y travieso Eldarion de ojos azules como su madre, de cabello oscuro y rebelde como su padre, curioso y travieso, inteligente pero enfermizo. El hecho de que su madre hubiera renunciado a su inmortalidad, había retirado de muchas defensas y fortalezas que como medio elfo debía poseer, aun la sangre de Aragorn no era lo suficientemente elfica para brindarle esa protección contra las enfermedades.
No era la primera vez que Eldarion sufría de este tipo de fiebre, si bien lo sabía Elessar, sería una de aquellas que le dejaban débil y en estado muy deplorable, triste y melancólico el pequeño Eldarion llamaría a su madre en sus sueños febriles sin obtener respuesta alguna, ¿cómo era posible que aun le recordara si había pasado ya mas de un año de su partida? ¿Cómo era posible eso en la edad en que los niños olvidan fácilmente? No se lo explicaba el mortal.
Pero esa fiebre le atacaba y por mas que los curadores del reino y el mismo le atendían y le cuidaban, no podía alejarlas del niño, mucho se temía que fuera algún veneno en su comida, pero Aragorn comprobó que no era eso la debilidad del niño al durar tres meses compartiendo la misma comida y bebida que el pequeño obteniendo los mismo resultados.
No quería creerlo, no quería pensarlo si quiera, pero la posibilidad de que Eldarion estuviera enfermando como Arwen al principio le inquietaba en extremo. Por eso había vacilado, por eso no quería dejarle ya mas solo, no, no podía perder al ser que mas amaba sobre Tierra Media, ni siquiera por el elfo que había robado su corazón.
Su misma fiebre experimentada a inicio de su jornada hacia el reino de Thranduil, la había adquirido de tantas preocupaciones que le anegaban su ser, simple fiebre mortal muy diferente a la de su hijo o la de Arwen, que difícilmente les hubiera permitido salir de cama.
Ahora regresaba, a su reino y hogar, al lado de su amado hijo, tendido en una cama, con la palidez en sus miembros, con manchas oscuras bajo sus hermosos ojos, con lo límpido del azul cubierto con tristeza y lágrimas.
- Mi señor, es tiempo de continuar – dijo Soberath a su rey, mientras se asomaba los primeros rayos del sol sobre ellos – tome este poco de pan elfico que nos queda aun
- Gracias Soberath – dijo el rey tomando primero el pan y luego la mano de su segundo para ponerse en pie.
- ¿Ha descansado, su majestad?
- No tan bien como quisiera pero es tiempo de partir, pero .. ¿han tomado algo los demás? – preguntó Aragorn preocupado.
- Ya lo han hecho mi señor, les he llamado antes, y ya están dispuestos a la hora que usted lo ordene.
Elessar vio como sus caballeros tenían a los caballos por las riendas, en espera de la llamada precisa, tanta lealtad le llenaba de regocijo el corazón y así poniendo una mano sobre el hombro de Soberath dijo:
- Eres un buen hombre Soberath, me alegro mucho de contar contigo.
- Gracias mi señor – contestó Soberath abrumado tomando la mano de su rey con la suya y oprimiéndola gentilmente
- Sigamos
Apenas dio unos mordiscos al pan, refresco su cara y garganta sedienta con agua y se dispuso a iniciar su nueva jornada.
Muy poco hablaban los hombres entre si, y Aragorn era el menos que profería una palabra, tan ocupado estaba su mente que no pensaba en otra cosa mas que en llegar lo mas pronto posible hasta donde su hijo.
- ¡Su majestad! – exclamó Soberath tratando de emparejar su caballo al del rey
Aragorn volvió el rostro buscando una razón
- Debemos detenernos
- ¡Soberath! Es preciso seguir
- Los caballos, señor.. necesitan reposo.
Aragorn vio como su caballo sudaba y empezaban a echar espuma por la boca por el esfuerzo que realizaban. Detuvo entonces Aragorn su marcha, ya habían pasado Rauros después de una semana, tal parecía que necesitaba desesperadamente de alas para llegar a donde su hijo, escogió con presteza un lugar donde alguna sombra de árbol les cubriese y les protegiera de aquel sol que le inundaba con gruesas gotas la frente.
Los hombres bajaron de sus caballos y muertos de cansancio y temiendo no poder controlar el ritmo de su corazón, se echaron sobre el suelo buscando el descanso tan solicitado.
Aragorn caminaba nervioso, no podía estar un momento en paz, Soberath le miro preocupado, así que acercó a su señor un trozo de pan y un poco de agua, Aragorn la rechazo cortésmente.
- Debe de comer algo, apenas a probado bocado, señor.
- Estoy bien, solo que ardo en deseos de ver a mi hijo. Nada caería bien a mi estomago en estos momentos.
- Nunca debió separase de el, mi señor.
Las palabras de Soberath correspondían a las mismas de su cabeza mas no de su corazón. Esas mismas palabras le remordían la conciencia, ¿como podía haber dejado a su hijo, para seguir el llamado de su corazón? Nunca se perdonaría que algo le pasara a Eldarion en su ausencia.
- Lo sé.. lo sé Soberath.. pero es que tenía que hacerlo – declaró el rey caminando de un lado a otro impaciente por que los minutos corrían tan lentos para el. No le importo mucho compartir sus pensamientos con Soberath, ni siquiera le importo si Soberath estaba al tanto de lo que pasaba entre Legolas y el.
- No vale la pena mi señor, pierde usted su tiempo con ese.. con el príncipe Legolas
Aragorn se detuvo y fijo su mirada en Soberath que bebía un poco de agua.
- ¿Por qué dices eso? ¿qué sabes tu?
- El príncipe Legolas esta comprometido mi señor e hizo mal en no decírselo.
- ¿Qué? – preguntó Elessar impresionado - ¿Cómo es posible? ¡Nada me ha dicho!
- Es lo que lamento decirle mi señor, pero ¿nunca se pregunto como es que el señor Haldir se encontró en camino al reino del Bosque Negro?
En verdad, nunca se lo preguntó, todo en ese momento eran celos, era despecho y le envolvían completamente, el solo hecho de escuchar como ellos dos se acariciaban llenaba toda su mente. Nunca paso por su cabeza el averiguar el por que Haldir se hallaba tan convenientemente en ese lugar.
- ¿Haldir? ¿Dices que Haldir lo sabía?
- El señor Haldir y los demás elfos de Lorien se encaminaban a preparar la llegada de la Dama Galadriel y Lord Celeborn para el enlace del príncipe Legolas y una dama..
Soberath buscó entre sus bolsillos y cuando le hubo encontrado, ese pedazo de pergamino fue arrebatado por el rey bruscamente.
Leyó vorazmente el soberano de Gondor aquellas letras en élfico, el enlace de Legolas y Nariel estaba fijado para ese mismo día. Las palabras de Soberath eran ciertas, había reconocido el sello del reino de Thranduil, y la misma firma de Gladel aparecía en ella.
- Pero esto.. ¡esta firmado por el difunto Gladel!
- Lo sé mi señor, pero no por eso deja de ser cierto que el príncipe Legolas esta comprometido.
- ¡Maldición! – juró el rey retorciendo el papel entre sus manos y avivando con el fuego que habían recién iniciado los hombres para calentar alguna comida. - ¿¡Por que no me lo dijo!?
¿Todo había sido en vano entonces? Pensaba el rey en ese momento, ni su búsqueda, su encuentro, su regocijo al saber que Legolas le amaba, todo había sido una mentira, y el esfuerzo había sido en vano.
Se alejo el rey un poco de sus hombres, se recargo en el árbol mas grueso que encontró y apretó sus puños fuertemente, nada le estaba saliendo bien, todo parecía ser un error desde su partida de Gondor, el ataque de los Orcos, la muerte de Gladel, el encuentro de Legolas con Haldir, Dommo, su hijo enfermo..
Nada, ya nada de esperanza quedaba en el mortal, el destino estaba en contra suya desde el principio, ya no combatiría contra él, seguiría su camino, y envejecería viendo a su hijo crecer y su amor por un elfo morir.
Poco a poco de resbalaba el rey por el árbol, sus ojos cerrados, sus piernas temblaban ya con el esfuerzo hecho en todo el camino, sus brazos cansados, su boca sedienta, coloco su cabeza entre sus rodillas, apoyos sus codos en ellas y descanso su cabeza para poder verter dos lagrimas de impotencia.
