CAPITULO 1: SACRIFICIOS.
Al llegar a la última línea, suspira de cansancio y hace sonar sus dedos, para luego encender un cigarrillo y darle una profunda pitada. Mira la pantalla brillante de su laptop y sonríe de satisfacción al leer lo último que había escrito. ¿Quién hubiera pensado que un ex-jugador de basketball pudiera guardar dentro de sí a un escritor brillante?...ya...no le gustaba el prefijo "ex", ex-jugador, ex-amigo....pero así era su vida.....la vida de Alex Nakamura o de Hisashi Mitsui?.... Una lesión sufrida en el pasado había complicado su futuro en el basketball universitario. Todavía recordaba con claridad aquella noche en que sintió que su cuerpo le decía "basta", aquella noche que la que su vida daría un giro drástico. La idea de convertirse en escritor de novelas de tecnoficción con alto contenido sexual no era lo que había planeado hacer pero le redituaba bastante dinero permitiéndole vivir una vida algo holgada: departamento propio, auto ultimo modelo, compañías varias.....
Estiró sus músculos con gestos perezosos mientras dejaba descansar su mirada en un portarretrato situado en su biblioteca. Se levantó de su silla y dando una pitada a su cigarrillo tomó ese recuadro y esbozó una triste sonrisa: era la foto de la graduación de la preparatoria, en ella estaba abrazado a su amigo Kiminobu y ambos miraban sonrientes hacia la cámara. Dejó escapar el humo, lentamente, en tanto recorría con el dedo el rostro de su amigo.....y recordó que aquel día él le había dicho que le amaba...que lo había hecho desde la primera vez que le había visto y que siempre lo haría.
Recordó con dolor como se había quedado impávido ante esa tierna declaración y por miedo........maldito sea......por un estúpido miedo......se rió de sus sentimientos y le dijo que él nunca le correspondería....pues no podía amar a un hombre, que no era como él...que él no cargaría con el peso de su inocencia. Kiminobu retrocedió y con una leve inclinación se disculpó profundamente por su atrevimiento, como si hubiera cometido un crimen, dio media vuelta y se fue......pero Hisashi ya había visto sus lágrimas detrás de esos anteojos. Después de ese día no volvió a saber nada de él luego de un tiempo. Por medio de Rukawa se había enterado de la muerte de su padre y de su partida hacia Tokio para estudiar medicina. Más tarde supo que se había convertido en el cirujano más joven del país y que era muy bueno en su trabajo.
Acomodó otra vez aquel portarretrato al mismo tiempo que ese recurrente sentimiento de resignación lo volvía a invadir otra vez, como cada vez que recordaba que había roto el corazón de Kiminobu y cómo había perdido su oportunidad de amar. Apagó el cigarrillo en un cenicero con un gesto brusco, odiaba recordar pues le hacía ver todo lo que había perdido por miedo. Y la verdad que había tratado de ocultar e ignorar era que amaba a Kiminobu con toda su alma. Desde el primer momento en que lo vio en la escuela, desde el primer sonrojo que vio en sus mejillas lozanas.....y ahora era demasiado tarde...había perdido su oportunidad..
Un espejo situado al lado de la biblioteca le devolvió su reflejo,,,y no le gustó lo que vio. Si bien aún conservaba sus rasgos juveniles, su cabello estaba recortado de manera desprolija y su esbeltez que se había convertido en pura fortaleza masculina, sus ojos azules habían perdido cierto brillo de vida y calor. Eran fríos......demasiado fríos. Pero era su culpa, pues tiempo atrás la rutina de satisfacer sus deseos en cuerpos extraños lo había convertido en un hombre sin corazón y sin sentimientos. Sus experiencias habían sido parte vital de sus libros pero jamás satisfacían el hambre que tenía en su interior. No era lo que él buscaba...no era lo que él anhelaba.....pero no podía soñar con pedir la luna. Había perdido su corazón.
El teléfono sonó rompiendo la monotonía de su departamento y lo sacó de sus oscuros pensamientos.
-Mitsui.-
-Señor Mitsui.....soy John Colbert, abogado del bufete Colbert, Johansen & Brikman, de la ciudad de Nueva York....es en relación a su primo, el señor Tadeo Mitsuí...
-Disculpe pero yo no tengo familiares, señor Colbert- contestó con un dejo de impaciencia.
-Verá...señor Mitsui...su primo falleció en un accidente de transito junto con su esposa...y como ambos no tenían a sus padres...usted fue nombrado guardián de su hijo Ryan...- comentó el abogado e hizo un silencio esperando que Mitsui entendiera lo que aquello implicaba.
-Espere un segundo....UD. piensa que yo voy a creerle semejante cuento?...yo no tengo familia en Nueva York...nunca conocí a este primo y nunca me fue enviada documentación legal que respalde lo que UD. Me esta diciendo-contestó aferrado al tubo..estaba a punto de perder la paciencia.- Así que le agradezco que no me vuelva a importunar otra vez.-
- Sepa usted entenderme, señor Mitsui....sé que todo esto suena irrisorio pero la vida de un niño de 2 años depende ahora de usted...y si fuera un poco más humano se daría cuenta que si usted rechaza al niño este sería entregado inmediatamente a un orfanatorio.- el tono de voz del abogado sonaba como si estuviera furioso.- tengo tan solo cuarenta y ocho horas para entregarle el niño o el Estado de Nueva York se hará cargo de él. Ahora esta al cuidado de una enfermera en el hospital...él se encontraba en el auto en donde murieron sus padres....salió ileso ..pero ....todavía no entiende que sus padres están muertos y la verdad, no me complace tener que explicarle que nunca más volverán.-
La visión de un niño asustado y lloroso le invadió la mente al igual que la de Kimy sonriendo...a él le gustaban los niños....siempre se lo había dicho....diablos...podía sentir como si se hubiera roto algo dentro de sí....algo sobre lo cual no tenía control alguno....
-Señor Colbert....cuando puedo disponer del niño?-se escuchó decir a sí mismo.
-Le será enviado en el próximo vuelo a Japón junto con uno de mis asesores legales para que usted firme los papeles....- respondió aliviado.
-Lo estaré esperando.-y cortó. Algo dentro suyo había tomado el control.
~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~
Sobre el barbijo color celeste sólo se veían unos anteojos metálicos de marco color peltre y detrás de ellos, dos luminarias color marrón. Su dueño era un hombre alto, de complexión atlética y delgada, de cabello castaño corto y peinado hacia arriba. Su ropa de quirófano ocultaba su figura que si bien era ya la de un hombre, aún conservaba rasgos de un muchacho. Alrededor de él, ocho figuras vestidas de igual manera, observaban como sus manos de dedos largos y ágiles devolvían movilidad a la pierna de una niña de 10 años. El tiempo se volvió eterno mientras él terminaba su trabajo bajo la atenta mirada de sus colegas doctores y de las enfermeras asistentes.
Una sonrisa oculta hizo que sus ojos brillaran, sólo por un instante, cuando terminó exitosamente su trabajo. Con una leve inclinación agradeció a todo el equipo y se retiró de allí para hablar con los angustiados padres de Hiroko, una alegre niña de 10 años cuya alegría de la vida era el patinaje artístico. Antes de salir se quitó la mayor parte de la ropa descartable pero se dejó puesto una remera y los pantalones celestes. Con paso seguro y firme salió del área de quirófanos y se dirigió hacia la sala de espera, acomodándose sus anteojos. Su rostro tranquilo no demostraba lo cansado que se encontraba. Había tenido un día muy agotador y quizás ahora terminaba; miró su reloj y descubrió que hacía más de veinticuatro horas que llevaba despierto, entre consultas y operaciones; agradeció a su secretaria que le hubiera despejado el día siguiente para poder dormir y recuperarse.
En la sala de espera lo recibió una pareja con semblante angustiado pero él se apresuró a calmarlos y a darles las buenas noticias: su hermosa hija volvería a patinar y podría desarrollar dentro de muy poco una vida normal otra vez. El llanto reprimido los invadió a ambos padres por lo que el doctor se despidió de ellos prometiéndoles que la podrían ver apenas ella se despertara. Caminó con paso seguro hacia los vestuarios para darse una ducha. Entró y se dirigió a su locker, similar al que había tenido en la secundaria, salvo que la leyenda era nueva: "DR. Kiminobu Kogure". Ya debajo de la tibia lluvia dejó que sus pensamientos volaran. No pensaba en los pacientes ni en sus enfermedades, solamente pensaba en sí mismo, en su vida, en su futuro. No podía quejarse acerca de su trabajo; era un cirujano muy respetado en el mundo de la medicina. Se había graduado con altos honores a temprana edad y había hecho sus años de especialización rápidamente, asombrando a sus profesores por su afán de saber más. Era el cirujano más solicitado en el país y en el exterior, además de dar consulta en varios hospitales de Japón.
Pero su vida privada era desconocida para todos. Excepto para su madre y para su ama de llaves, la señora Tanaka, quien le llevaba su casa como un reloj suizo. Sin ella estaba perdido pues era demasiado el tiempo que le dedicaba a su trabajo. Había decidido dedicarse a la medicina luego de darse cuenta que nunca podría haber sido muy bueno en el basketball, sin embargo atesoraba aquellos recuerdos por otra implicancia, quizás más sentimental. Y era porque por dentro, muy dentro suyo, jamás había dejado de ser aquel chico tierno y sonriente de anteojos, poseedor de una sensibilidad que atraía tanto a hombres como a mujeres. No obstante por fuera, el tiempo y el dolor se habían encargado de erosionar todas sus emociones, por lo que siempre se mostraba frío y calmo.
Cerró el agua y se secó rápidamente para luego vestirse de igual manera. Juntó sus cosas y salió rápidamente del hospital, caminando hacia el estacionamiento en busca de su auto, una vieja camioneta Land Rover. El viento de verano sacudió su remera blanca y sus pantalones de gabardina negro con bolsillos a los costados, mientras se subía a la camioneta y dejaba a un lado su maletín negro de lona. Maniobró con eficiencia y se unió al trafico para dirigirse a su casa, una construcción tradicional y enorme que le había servido de hogar desde que dejó Kanagawa. Había pertenecido a su abuela, quien se la heredó al morir como una especie de regalo.
Kanagawa.....aquel lugar le traía muchos recuerdos....recuerdos de su vida de joven.....diablos.....aún tenía 24 años pero se sentía como si tuviera 32...tal vez era por lo que había vivido...después de la muerte repentina de su padre, justo después de su ingreso a la universidad, sentía que había madurado demasiado rápido. Además el amar a alguien y no ser correspondido había hecho que se volcara de lleno al estudio y a su carrera. Amar a alguien.......que lejano que parecía ahora!!....si aquella persona le hubiera correspondido.....sacudió su cabeza de todos esos pensamientos tristes, hacia tiempo que había aprendido a vivir con la resignación, ese sentimiento amargo que cala hondo dentro del alma. Se tocó en su bíceps izquierdo y frotó en donde se había tatuado, en caracteres japoneses y para siempre, el nombre de ese amor: HISASHI; lo había hecho una noche de borrachera, aquella después del rechazo y lo conservaba para no olvidar lo que había sido amar, para no olvidar que él también había sido humano alguna vez.
Llega a su casa luego de media hora por la autopista y estaciona la camioneta en el garaje que había construido hacía poco. Un setter irlandés y su ama de llaves lo reciben con una calurosa bienvenida, haciéndolo sentir bien y querido...aunque sea por unos momentos. Y antes de entrar a su casa permitió, por primera vez en años, que un suspiro lastimero escapara de su pecho....el cual no pasó desapercibido para la hacendosa señora Tanaka. Amar era imposible para él.
Al llegar a la última línea, suspira de cansancio y hace sonar sus dedos, para luego encender un cigarrillo y darle una profunda pitada. Mira la pantalla brillante de su laptop y sonríe de satisfacción al leer lo último que había escrito. ¿Quién hubiera pensado que un ex-jugador de basketball pudiera guardar dentro de sí a un escritor brillante?...ya...no le gustaba el prefijo "ex", ex-jugador, ex-amigo....pero así era su vida.....la vida de Alex Nakamura o de Hisashi Mitsui?.... Una lesión sufrida en el pasado había complicado su futuro en el basketball universitario. Todavía recordaba con claridad aquella noche en que sintió que su cuerpo le decía "basta", aquella noche que la que su vida daría un giro drástico. La idea de convertirse en escritor de novelas de tecnoficción con alto contenido sexual no era lo que había planeado hacer pero le redituaba bastante dinero permitiéndole vivir una vida algo holgada: departamento propio, auto ultimo modelo, compañías varias.....
Estiró sus músculos con gestos perezosos mientras dejaba descansar su mirada en un portarretrato situado en su biblioteca. Se levantó de su silla y dando una pitada a su cigarrillo tomó ese recuadro y esbozó una triste sonrisa: era la foto de la graduación de la preparatoria, en ella estaba abrazado a su amigo Kiminobu y ambos miraban sonrientes hacia la cámara. Dejó escapar el humo, lentamente, en tanto recorría con el dedo el rostro de su amigo.....y recordó que aquel día él le había dicho que le amaba...que lo había hecho desde la primera vez que le había visto y que siempre lo haría.
Recordó con dolor como se había quedado impávido ante esa tierna declaración y por miedo........maldito sea......por un estúpido miedo......se rió de sus sentimientos y le dijo que él nunca le correspondería....pues no podía amar a un hombre, que no era como él...que él no cargaría con el peso de su inocencia. Kiminobu retrocedió y con una leve inclinación se disculpó profundamente por su atrevimiento, como si hubiera cometido un crimen, dio media vuelta y se fue......pero Hisashi ya había visto sus lágrimas detrás de esos anteojos. Después de ese día no volvió a saber nada de él luego de un tiempo. Por medio de Rukawa se había enterado de la muerte de su padre y de su partida hacia Tokio para estudiar medicina. Más tarde supo que se había convertido en el cirujano más joven del país y que era muy bueno en su trabajo.
Acomodó otra vez aquel portarretrato al mismo tiempo que ese recurrente sentimiento de resignación lo volvía a invadir otra vez, como cada vez que recordaba que había roto el corazón de Kiminobu y cómo había perdido su oportunidad de amar. Apagó el cigarrillo en un cenicero con un gesto brusco, odiaba recordar pues le hacía ver todo lo que había perdido por miedo. Y la verdad que había tratado de ocultar e ignorar era que amaba a Kiminobu con toda su alma. Desde el primer momento en que lo vio en la escuela, desde el primer sonrojo que vio en sus mejillas lozanas.....y ahora era demasiado tarde...había perdido su oportunidad..
Un espejo situado al lado de la biblioteca le devolvió su reflejo,,,y no le gustó lo que vio. Si bien aún conservaba sus rasgos juveniles, su cabello estaba recortado de manera desprolija y su esbeltez que se había convertido en pura fortaleza masculina, sus ojos azules habían perdido cierto brillo de vida y calor. Eran fríos......demasiado fríos. Pero era su culpa, pues tiempo atrás la rutina de satisfacer sus deseos en cuerpos extraños lo había convertido en un hombre sin corazón y sin sentimientos. Sus experiencias habían sido parte vital de sus libros pero jamás satisfacían el hambre que tenía en su interior. No era lo que él buscaba...no era lo que él anhelaba.....pero no podía soñar con pedir la luna. Había perdido su corazón.
El teléfono sonó rompiendo la monotonía de su departamento y lo sacó de sus oscuros pensamientos.
-Mitsui.-
-Señor Mitsui.....soy John Colbert, abogado del bufete Colbert, Johansen & Brikman, de la ciudad de Nueva York....es en relación a su primo, el señor Tadeo Mitsuí...
-Disculpe pero yo no tengo familiares, señor Colbert- contestó con un dejo de impaciencia.
-Verá...señor Mitsui...su primo falleció en un accidente de transito junto con su esposa...y como ambos no tenían a sus padres...usted fue nombrado guardián de su hijo Ryan...- comentó el abogado e hizo un silencio esperando que Mitsui entendiera lo que aquello implicaba.
-Espere un segundo....UD. piensa que yo voy a creerle semejante cuento?...yo no tengo familia en Nueva York...nunca conocí a este primo y nunca me fue enviada documentación legal que respalde lo que UD. Me esta diciendo-contestó aferrado al tubo..estaba a punto de perder la paciencia.- Así que le agradezco que no me vuelva a importunar otra vez.-
- Sepa usted entenderme, señor Mitsui....sé que todo esto suena irrisorio pero la vida de un niño de 2 años depende ahora de usted...y si fuera un poco más humano se daría cuenta que si usted rechaza al niño este sería entregado inmediatamente a un orfanatorio.- el tono de voz del abogado sonaba como si estuviera furioso.- tengo tan solo cuarenta y ocho horas para entregarle el niño o el Estado de Nueva York se hará cargo de él. Ahora esta al cuidado de una enfermera en el hospital...él se encontraba en el auto en donde murieron sus padres....salió ileso ..pero ....todavía no entiende que sus padres están muertos y la verdad, no me complace tener que explicarle que nunca más volverán.-
La visión de un niño asustado y lloroso le invadió la mente al igual que la de Kimy sonriendo...a él le gustaban los niños....siempre se lo había dicho....diablos...podía sentir como si se hubiera roto algo dentro de sí....algo sobre lo cual no tenía control alguno....
-Señor Colbert....cuando puedo disponer del niño?-se escuchó decir a sí mismo.
-Le será enviado en el próximo vuelo a Japón junto con uno de mis asesores legales para que usted firme los papeles....- respondió aliviado.
-Lo estaré esperando.-y cortó. Algo dentro suyo había tomado el control.
~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~º~
Sobre el barbijo color celeste sólo se veían unos anteojos metálicos de marco color peltre y detrás de ellos, dos luminarias color marrón. Su dueño era un hombre alto, de complexión atlética y delgada, de cabello castaño corto y peinado hacia arriba. Su ropa de quirófano ocultaba su figura que si bien era ya la de un hombre, aún conservaba rasgos de un muchacho. Alrededor de él, ocho figuras vestidas de igual manera, observaban como sus manos de dedos largos y ágiles devolvían movilidad a la pierna de una niña de 10 años. El tiempo se volvió eterno mientras él terminaba su trabajo bajo la atenta mirada de sus colegas doctores y de las enfermeras asistentes.
Una sonrisa oculta hizo que sus ojos brillaran, sólo por un instante, cuando terminó exitosamente su trabajo. Con una leve inclinación agradeció a todo el equipo y se retiró de allí para hablar con los angustiados padres de Hiroko, una alegre niña de 10 años cuya alegría de la vida era el patinaje artístico. Antes de salir se quitó la mayor parte de la ropa descartable pero se dejó puesto una remera y los pantalones celestes. Con paso seguro y firme salió del área de quirófanos y se dirigió hacia la sala de espera, acomodándose sus anteojos. Su rostro tranquilo no demostraba lo cansado que se encontraba. Había tenido un día muy agotador y quizás ahora terminaba; miró su reloj y descubrió que hacía más de veinticuatro horas que llevaba despierto, entre consultas y operaciones; agradeció a su secretaria que le hubiera despejado el día siguiente para poder dormir y recuperarse.
En la sala de espera lo recibió una pareja con semblante angustiado pero él se apresuró a calmarlos y a darles las buenas noticias: su hermosa hija volvería a patinar y podría desarrollar dentro de muy poco una vida normal otra vez. El llanto reprimido los invadió a ambos padres por lo que el doctor se despidió de ellos prometiéndoles que la podrían ver apenas ella se despertara. Caminó con paso seguro hacia los vestuarios para darse una ducha. Entró y se dirigió a su locker, similar al que había tenido en la secundaria, salvo que la leyenda era nueva: "DR. Kiminobu Kogure". Ya debajo de la tibia lluvia dejó que sus pensamientos volaran. No pensaba en los pacientes ni en sus enfermedades, solamente pensaba en sí mismo, en su vida, en su futuro. No podía quejarse acerca de su trabajo; era un cirujano muy respetado en el mundo de la medicina. Se había graduado con altos honores a temprana edad y había hecho sus años de especialización rápidamente, asombrando a sus profesores por su afán de saber más. Era el cirujano más solicitado en el país y en el exterior, además de dar consulta en varios hospitales de Japón.
Pero su vida privada era desconocida para todos. Excepto para su madre y para su ama de llaves, la señora Tanaka, quien le llevaba su casa como un reloj suizo. Sin ella estaba perdido pues era demasiado el tiempo que le dedicaba a su trabajo. Había decidido dedicarse a la medicina luego de darse cuenta que nunca podría haber sido muy bueno en el basketball, sin embargo atesoraba aquellos recuerdos por otra implicancia, quizás más sentimental. Y era porque por dentro, muy dentro suyo, jamás había dejado de ser aquel chico tierno y sonriente de anteojos, poseedor de una sensibilidad que atraía tanto a hombres como a mujeres. No obstante por fuera, el tiempo y el dolor se habían encargado de erosionar todas sus emociones, por lo que siempre se mostraba frío y calmo.
Cerró el agua y se secó rápidamente para luego vestirse de igual manera. Juntó sus cosas y salió rápidamente del hospital, caminando hacia el estacionamiento en busca de su auto, una vieja camioneta Land Rover. El viento de verano sacudió su remera blanca y sus pantalones de gabardina negro con bolsillos a los costados, mientras se subía a la camioneta y dejaba a un lado su maletín negro de lona. Maniobró con eficiencia y se unió al trafico para dirigirse a su casa, una construcción tradicional y enorme que le había servido de hogar desde que dejó Kanagawa. Había pertenecido a su abuela, quien se la heredó al morir como una especie de regalo.
Kanagawa.....aquel lugar le traía muchos recuerdos....recuerdos de su vida de joven.....diablos.....aún tenía 24 años pero se sentía como si tuviera 32...tal vez era por lo que había vivido...después de la muerte repentina de su padre, justo después de su ingreso a la universidad, sentía que había madurado demasiado rápido. Además el amar a alguien y no ser correspondido había hecho que se volcara de lleno al estudio y a su carrera. Amar a alguien.......que lejano que parecía ahora!!....si aquella persona le hubiera correspondido.....sacudió su cabeza de todos esos pensamientos tristes, hacia tiempo que había aprendido a vivir con la resignación, ese sentimiento amargo que cala hondo dentro del alma. Se tocó en su bíceps izquierdo y frotó en donde se había tatuado, en caracteres japoneses y para siempre, el nombre de ese amor: HISASHI; lo había hecho una noche de borrachera, aquella después del rechazo y lo conservaba para no olvidar lo que había sido amar, para no olvidar que él también había sido humano alguna vez.
Llega a su casa luego de media hora por la autopista y estaciona la camioneta en el garaje que había construido hacía poco. Un setter irlandés y su ama de llaves lo reciben con una calurosa bienvenida, haciéndolo sentir bien y querido...aunque sea por unos momentos. Y antes de entrar a su casa permitió, por primera vez en años, que un suspiro lastimero escapara de su pecho....el cual no pasó desapercibido para la hacendosa señora Tanaka. Amar era imposible para él.
