En el principio…
Por Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
(Bueno, para variar, tooooodos los personajes pertenecen a JK Rowling, yo sólo hago esto por mero entretenimiento, no tengo intención de ganar dinero a costa de usar a sus personajes (ya se lo lleva todo ella…) Espero que os guste este primer capítulo de la historia de los Merodeadores ^^ )
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Capítulo 1: Remus.
Recuerdo cuándo le vi por primera vez. Tendría cinco o seis años y estaba paseando con mi madre por un parquecito de la ciudad. Mi madre se paró a hablar con unas conocidas suyas y yo me senté en un banco. Entonces le vi, estaba sentado en el césped y decenas de pajarillos le rodeaban. Era muy hermoso… parecía un ángel. No pude evitar acercarme a él…
- Hola - dije. El muchachito me miró con unos ojos del color de la miel más pura, grandes y alegres, y una amplia sonrisa iluminaba su bello rostro de piel clara.
- Hola - respondió. Un pajarillo se posó en su cabeza y el chico rió alegremente. Me senté a su lado y le observé unos instantes. Parecía feliz estando sólo con los pájaros.
- ¿Qué haces? - me intrigaba el que no estuviera jugando con otros niños.
- Juego - me dirigió otra sonrisa y me enseñó un pájaro que tenía en la mano - ¿Cómo te llamas? - hinché el pecho con orgullo y le respondí.
- Sirius Black - intenté parecer mayor de lo que era, pero sólo conseguí parecer un crío arrogante. El chico comenzó a reír con su risa tan agradable - ¿De qué te ríes?
- De ti. Eres muy gracioso, Sirius Black - sonrió - Yo me llamo Remus Lupin. Encantado de conocerte.
Me sentí ligeramente ridículo en aquel momento, yo había intentado parecer mayor, sin conseguirlo, y él, sin proponérselo, parecía estar a años luz de mí… Era más joven que yo, pero yo parecía más pequeño que él…
Aquel día en el parque fue el primero de muchos más en los siguientes años. Supe que él y su familia se acababan de trasladar a la ciudad porque a su padre le habían ascendido en el trabajo. Pasé muchas tardes con él en su casa. Tenían un hogar muy humilde… me daba vergüenza que él viniera a mi casa a jugar o a dormir, teniendo yo bantante más dinero que él. Con gusto le habría dado toda la fortuna de mi familia.
Nos gustaba mucho jugar en el jardín de mi casa y hacerles bromas a los sirvientes de mi casa. A los ocho años éramos como hermanos. Como sus padres también eran magos, a veces nos íbamos juntos al callejón Diagon para comprar artículos de broma y tomar un helado. Lo pasábamos genial los dos juntos.
Durante dos años y medio fuimos inseparables, pero un día todo cambió. Remus se fue de vacaciones con sus padres, al norte, a acampar en el bosque. Me dijo que se iría unos diez días, pero regresaron a los cuatro días. Cuando me enteré de que habían llegado, corrí hasta su casa y llamé a la puerta. La señora Lupin abrió la puerta.
- Ah, hola Sirius - me dijo. Tenía los mismos ojos de Remus, siempre estaba alegre y entusiasmada con mis visitas, pero aquel día algo andaba mal… El brillo de sus ojos no era de alegría por verme, sino de tristeza… algo había pasado.
- Hola, señora Lupin. ¿Puedo ver a Remus? - ella se llevó una mano a la boca y reprimió un sollozo. Llamó a su marido y el señor Lupin reemplazó a su mujer en la puerta.
- Sirius, Remus está enfermo, no puede bajar a verte - emití un gemido de disgusto.
- ¿Puedo subir yo a verle? - el señor Lupin negó con la cabeza.
- No, pequeño, todavía no puedes verle, cuando se recupere, te avisaremos - puso su gran mano derecha sobre mi hombro y asentí.
Bajé los dos escalones de la entrada y comencé a caminar por el pequeño sendero que llevaba hasta la carretera. Me di la vuelta y miré hacia la habitación de Remus. Tenía la persiana bajada totalmente y una reja de hierro cubría la ventana. No recordaba haber visto esa reja cuando iba con él…
Los días pasaban y no tenía noticias de Remus. Le escribí varias cartas para saber qué tal estaba, pero no las respondía. Me sentía muy triste sin Remus, era como si me hubieran arrancado una parte de mí y no me la quisieran devolver…
Se acercaba el día de su cumpleaños, y ya hacía más de tres meses que no sabía nada de él. Me había plantado en la puerta de su casa en múltiples ocasiones, pero no me habían dejado verle… El día de su cumpleaños me volví a presentar ante la puerta, con un regalo para él. Llamé a la puerta y abrió su madre.
- Sirius… - su expresión ya no era únicamente de tristeza, parecía cansada, tenía unas ojeras que la hacían parecer mayor de lo que era.
- Venía a felicitar a Remus y a darle su regalo - dije, levantando el paquete que llevaba entre los brazos.
- Remus aún no está bien… yo se lo daré, se alegrará de saber que estuviste aquí para felicitarle - alargó las manos hasta el regalo, pero yo lo aparté de ellas.
- Quiero dárselo yo, quiero verle y dárselo - estaba harto de que siempre me dieran con la puerta en las narices con la misma maldita excusa "Remus sigue enfermo, ya te avisaremos cuando esté bien" y estaba dispuesto a entrar por la fuerza para saber qué le pasaba a Remus. Oí uno pasos a la espalda de la señora Lupin.
- Mamá… ¿quién es? - ¡era Remus! Empujé a la señora Lupin, que por la sorpresa no opuso resistencia y le miré. Sus ojitos dorados estaban ensombrecidos, tenía ojeras y estaba terriblemente pálido y delgado. Llevaba un brazo vendado y en el otro, un perrito de peluche que le había compardo mi madre unos años atrás - ¡Sirius! - la madre me cogió por los hombros para sacarme de la casa, pero Remus me sujetó con su brazo bueno tras tirar el peluche al suelo.
- ¡Remus! ¿Qué tal estás? - pregunté, intentando zafarme de las manos de la señora Lupin - Me han dicho que estabas enfermo y no me han dejado verte - su expresión se tornó sorpresa.
- ¿Has venido a verme antes? - miré alternativamente a Remus y a su madre.
- ¡Sí! Todas las semanas desde que volvisteis de las vacaciones… ¿No te lo han dicho?
- No… - la madre me soltó y se puso a llorar. Corrí a abrazar a Remus y él me abrazó a mí como pudo, con un brazo vendado - Creí que no querías volver a verme… - lloraba sobre mi hombro, nunca le había visto tan… vulnerable… - Mis padres no me dijeron nada, no sabía que venías a verme…
- También te escribí bastantes cartas ¿tampoco te las dieron? - negó con la cabeza. Se secó las lágrimas con la manga del pijama que llevaba y me miró.
- Me alegra saber que te preocupaste…
- He venido para felicitarte - recogí el regalo del suelo y se lo dí - No sabía qué comprarte… - él sonrió, pero no era como antes… estaba tan triste… nunca había visto tanta tristeza en un cuerpo tan pequeño como el suyo.
- ¿Vamos a mi habitación y lo abrimos allí? - asentí y subimos a su cuarto. Cuando entré me sorprendí de lo oscura que estaba la habitación. Lo poco que pude ver fue que todos los muebles tenían arañazos y una silla estaba hecha astillas al fondo. Podría jurar que incluso había alguna mancha de sangre en la alfombra. Nos sentamos en su cama y comenzó a abrir el regalo. Era un libro que le había gustado la última vez que fuimos a Flourish y Blotts, un libro que hablaba de pegasos y unicornios, criaturas que le fascinaban - ¡Es precioso, Sirius! - conreí al ver cómo se iluminaban sus ojos. También iban en el paquete un par de tabletas de chocolate - Gracias, Sirius - nos abrazamos y Remus se acurrucó entre mis brazos - Te he echado de menos… prométeme que seremos siempre amigos… - me miró y yo sonreí.
- Lo prometo, Remus - nos volvimos a abrazar.
No me quiso decir en ningún momento qué le había pasado, pero yo tampoco quise preguntar demasiado. Sus padres se negaron en varias ocasiones a que sacara a Remus de casa, pero yo le llevaba a dar paseos por la orilla del mar cuando conseguí que le dejaran salir. Una vez al mes, pasábamos unos días en su casa, su estado empeoraba y tenía que quedarse en cama, pero yo iba por las mañanas a leerle libros que le compraba en Flourish y Blotts.
Por fin llegó el día en que cumplí once años. Mis padres me habían dicho que para ese día recibiría una carta del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, avisándome de que tenía plaza para asistir a clase allí. Estaba entusiasmado cuando me llegó. Fui tan rápido como pude a la casa de Remus.
- Hola, Sirius - me dijo la señora Lupin.
- ¿Puedo ver a Remus? ¡Me ha llegado la carta del colegio! - ella me miró y suspiró.
- No se la enseñes a Remus… No sabemos si le admitirán en el colegio, podrías darle falsas esperanzas… - quedé abatido por la petición, pero asentí.
- De acuerdo - guardé la carta en mi túnica - ¿Puede venir a comer a mi casa? Es mi cumpleaños, me gustaría que estuviera allí…
- Por supuesto - oímos un trote en la escalera, era Remus.
- ¡Sirius! - corrió hacia mí y se colgó de mi cuello - ¡Feliz cumpleaños! - sonreímos.
- Gracias - le abracé - Tu madre dice que puedes venir a comer a mi casa.
- ¡Gracias mamá! - dijo Remus a su madre. Ella sonrió y nos hizo una seña para que nos marcháramos - Espera - subió corriendo a su habitación y regresó con un paquete - ¡Me olvidaba de tu regalo! - rió y salimos de la casa. Según caminábamos, le hablaba de lo que podríamos hacer en la fiesta. Según tenía entendido, vendría un niño de nuestra edad desde Londres, era el hijo de una prima de mi padre, un primo segundo o algo por el estilo.
Cuando llegamos a la mansión, me sonrojé por la recargada decoración de la casa. ¿Por qué tenían mis padres que hacer tanto alarde de lo asquerosamente ricos que eran? ¿Es que no se daban cuenta de que me avergonzaba de serlo cuando estaba con Remus? Obviamente, no. Remus sonrió feliz cuando vio todo el recibidor lleno de guirnaldas de papel y hadas decorativas, con las que se entretuvo un rato, y luego subimos a mi habitación, el único rincón de la casa que no había sido profusamente decorado por mis padres, y nos sentamos en el alféizar de la ventana, esperando a los invitados.
Continuará…
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¿Qué tal? Bueno, he aquí el primer fic que voy a escribir por entregas (espero que no demasiadas u_u). Se me ocurrió tras escribir la segunda parte de Dolor Eterno, estaba pasando un momento de crisis (como cuando escribí el primero… jo, la verdad es que no pienso escribir una tercera parte porque sino me quedo sin ideas y sin ná… pero luego me vienen muy buenas XDD) y de pronto ¡plaff! Una idea… y ná, que ya estoy con el segundo capítulo y a ver si lo hago ya pa subirlo en seguida ^^ En el próximo capítulo, adelanto que hablará Remus ^^ y aparecerá… ¡¡James Potter!! Ná más porque es lo único que tengo claro en este momento, el resto es un montón de ideas confusas sin orden alguno.
Un besito para todo el mundo, gracias por apoyarme ^^
PD: ¡¡Quiero reviews!! ;P XDDD
Por Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
(Bueno, para variar, tooooodos los personajes pertenecen a JK Rowling, yo sólo hago esto por mero entretenimiento, no tengo intención de ganar dinero a costa de usar a sus personajes (ya se lo lleva todo ella…) Espero que os guste este primer capítulo de la historia de los Merodeadores ^^ )
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Capítulo 1: Remus.
Recuerdo cuándo le vi por primera vez. Tendría cinco o seis años y estaba paseando con mi madre por un parquecito de la ciudad. Mi madre se paró a hablar con unas conocidas suyas y yo me senté en un banco. Entonces le vi, estaba sentado en el césped y decenas de pajarillos le rodeaban. Era muy hermoso… parecía un ángel. No pude evitar acercarme a él…
- Hola - dije. El muchachito me miró con unos ojos del color de la miel más pura, grandes y alegres, y una amplia sonrisa iluminaba su bello rostro de piel clara.
- Hola - respondió. Un pajarillo se posó en su cabeza y el chico rió alegremente. Me senté a su lado y le observé unos instantes. Parecía feliz estando sólo con los pájaros.
- ¿Qué haces? - me intrigaba el que no estuviera jugando con otros niños.
- Juego - me dirigió otra sonrisa y me enseñó un pájaro que tenía en la mano - ¿Cómo te llamas? - hinché el pecho con orgullo y le respondí.
- Sirius Black - intenté parecer mayor de lo que era, pero sólo conseguí parecer un crío arrogante. El chico comenzó a reír con su risa tan agradable - ¿De qué te ríes?
- De ti. Eres muy gracioso, Sirius Black - sonrió - Yo me llamo Remus Lupin. Encantado de conocerte.
Me sentí ligeramente ridículo en aquel momento, yo había intentado parecer mayor, sin conseguirlo, y él, sin proponérselo, parecía estar a años luz de mí… Era más joven que yo, pero yo parecía más pequeño que él…
Aquel día en el parque fue el primero de muchos más en los siguientes años. Supe que él y su familia se acababan de trasladar a la ciudad porque a su padre le habían ascendido en el trabajo. Pasé muchas tardes con él en su casa. Tenían un hogar muy humilde… me daba vergüenza que él viniera a mi casa a jugar o a dormir, teniendo yo bantante más dinero que él. Con gusto le habría dado toda la fortuna de mi familia.
Nos gustaba mucho jugar en el jardín de mi casa y hacerles bromas a los sirvientes de mi casa. A los ocho años éramos como hermanos. Como sus padres también eran magos, a veces nos íbamos juntos al callejón Diagon para comprar artículos de broma y tomar un helado. Lo pasábamos genial los dos juntos.
Durante dos años y medio fuimos inseparables, pero un día todo cambió. Remus se fue de vacaciones con sus padres, al norte, a acampar en el bosque. Me dijo que se iría unos diez días, pero regresaron a los cuatro días. Cuando me enteré de que habían llegado, corrí hasta su casa y llamé a la puerta. La señora Lupin abrió la puerta.
- Ah, hola Sirius - me dijo. Tenía los mismos ojos de Remus, siempre estaba alegre y entusiasmada con mis visitas, pero aquel día algo andaba mal… El brillo de sus ojos no era de alegría por verme, sino de tristeza… algo había pasado.
- Hola, señora Lupin. ¿Puedo ver a Remus? - ella se llevó una mano a la boca y reprimió un sollozo. Llamó a su marido y el señor Lupin reemplazó a su mujer en la puerta.
- Sirius, Remus está enfermo, no puede bajar a verte - emití un gemido de disgusto.
- ¿Puedo subir yo a verle? - el señor Lupin negó con la cabeza.
- No, pequeño, todavía no puedes verle, cuando se recupere, te avisaremos - puso su gran mano derecha sobre mi hombro y asentí.
Bajé los dos escalones de la entrada y comencé a caminar por el pequeño sendero que llevaba hasta la carretera. Me di la vuelta y miré hacia la habitación de Remus. Tenía la persiana bajada totalmente y una reja de hierro cubría la ventana. No recordaba haber visto esa reja cuando iba con él…
Los días pasaban y no tenía noticias de Remus. Le escribí varias cartas para saber qué tal estaba, pero no las respondía. Me sentía muy triste sin Remus, era como si me hubieran arrancado una parte de mí y no me la quisieran devolver…
Se acercaba el día de su cumpleaños, y ya hacía más de tres meses que no sabía nada de él. Me había plantado en la puerta de su casa en múltiples ocasiones, pero no me habían dejado verle… El día de su cumpleaños me volví a presentar ante la puerta, con un regalo para él. Llamé a la puerta y abrió su madre.
- Sirius… - su expresión ya no era únicamente de tristeza, parecía cansada, tenía unas ojeras que la hacían parecer mayor de lo que era.
- Venía a felicitar a Remus y a darle su regalo - dije, levantando el paquete que llevaba entre los brazos.
- Remus aún no está bien… yo se lo daré, se alegrará de saber que estuviste aquí para felicitarle - alargó las manos hasta el regalo, pero yo lo aparté de ellas.
- Quiero dárselo yo, quiero verle y dárselo - estaba harto de que siempre me dieran con la puerta en las narices con la misma maldita excusa "Remus sigue enfermo, ya te avisaremos cuando esté bien" y estaba dispuesto a entrar por la fuerza para saber qué le pasaba a Remus. Oí uno pasos a la espalda de la señora Lupin.
- Mamá… ¿quién es? - ¡era Remus! Empujé a la señora Lupin, que por la sorpresa no opuso resistencia y le miré. Sus ojitos dorados estaban ensombrecidos, tenía ojeras y estaba terriblemente pálido y delgado. Llevaba un brazo vendado y en el otro, un perrito de peluche que le había compardo mi madre unos años atrás - ¡Sirius! - la madre me cogió por los hombros para sacarme de la casa, pero Remus me sujetó con su brazo bueno tras tirar el peluche al suelo.
- ¡Remus! ¿Qué tal estás? - pregunté, intentando zafarme de las manos de la señora Lupin - Me han dicho que estabas enfermo y no me han dejado verte - su expresión se tornó sorpresa.
- ¿Has venido a verme antes? - miré alternativamente a Remus y a su madre.
- ¡Sí! Todas las semanas desde que volvisteis de las vacaciones… ¿No te lo han dicho?
- No… - la madre me soltó y se puso a llorar. Corrí a abrazar a Remus y él me abrazó a mí como pudo, con un brazo vendado - Creí que no querías volver a verme… - lloraba sobre mi hombro, nunca le había visto tan… vulnerable… - Mis padres no me dijeron nada, no sabía que venías a verme…
- También te escribí bastantes cartas ¿tampoco te las dieron? - negó con la cabeza. Se secó las lágrimas con la manga del pijama que llevaba y me miró.
- Me alegra saber que te preocupaste…
- He venido para felicitarte - recogí el regalo del suelo y se lo dí - No sabía qué comprarte… - él sonrió, pero no era como antes… estaba tan triste… nunca había visto tanta tristeza en un cuerpo tan pequeño como el suyo.
- ¿Vamos a mi habitación y lo abrimos allí? - asentí y subimos a su cuarto. Cuando entré me sorprendí de lo oscura que estaba la habitación. Lo poco que pude ver fue que todos los muebles tenían arañazos y una silla estaba hecha astillas al fondo. Podría jurar que incluso había alguna mancha de sangre en la alfombra. Nos sentamos en su cama y comenzó a abrir el regalo. Era un libro que le había gustado la última vez que fuimos a Flourish y Blotts, un libro que hablaba de pegasos y unicornios, criaturas que le fascinaban - ¡Es precioso, Sirius! - conreí al ver cómo se iluminaban sus ojos. También iban en el paquete un par de tabletas de chocolate - Gracias, Sirius - nos abrazamos y Remus se acurrucó entre mis brazos - Te he echado de menos… prométeme que seremos siempre amigos… - me miró y yo sonreí.
- Lo prometo, Remus - nos volvimos a abrazar.
No me quiso decir en ningún momento qué le había pasado, pero yo tampoco quise preguntar demasiado. Sus padres se negaron en varias ocasiones a que sacara a Remus de casa, pero yo le llevaba a dar paseos por la orilla del mar cuando conseguí que le dejaran salir. Una vez al mes, pasábamos unos días en su casa, su estado empeoraba y tenía que quedarse en cama, pero yo iba por las mañanas a leerle libros que le compraba en Flourish y Blotts.
Por fin llegó el día en que cumplí once años. Mis padres me habían dicho que para ese día recibiría una carta del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, avisándome de que tenía plaza para asistir a clase allí. Estaba entusiasmado cuando me llegó. Fui tan rápido como pude a la casa de Remus.
- Hola, Sirius - me dijo la señora Lupin.
- ¿Puedo ver a Remus? ¡Me ha llegado la carta del colegio! - ella me miró y suspiró.
- No se la enseñes a Remus… No sabemos si le admitirán en el colegio, podrías darle falsas esperanzas… - quedé abatido por la petición, pero asentí.
- De acuerdo - guardé la carta en mi túnica - ¿Puede venir a comer a mi casa? Es mi cumpleaños, me gustaría que estuviera allí…
- Por supuesto - oímos un trote en la escalera, era Remus.
- ¡Sirius! - corrió hacia mí y se colgó de mi cuello - ¡Feliz cumpleaños! - sonreímos.
- Gracias - le abracé - Tu madre dice que puedes venir a comer a mi casa.
- ¡Gracias mamá! - dijo Remus a su madre. Ella sonrió y nos hizo una seña para que nos marcháramos - Espera - subió corriendo a su habitación y regresó con un paquete - ¡Me olvidaba de tu regalo! - rió y salimos de la casa. Según caminábamos, le hablaba de lo que podríamos hacer en la fiesta. Según tenía entendido, vendría un niño de nuestra edad desde Londres, era el hijo de una prima de mi padre, un primo segundo o algo por el estilo.
Cuando llegamos a la mansión, me sonrojé por la recargada decoración de la casa. ¿Por qué tenían mis padres que hacer tanto alarde de lo asquerosamente ricos que eran? ¿Es que no se daban cuenta de que me avergonzaba de serlo cuando estaba con Remus? Obviamente, no. Remus sonrió feliz cuando vio todo el recibidor lleno de guirnaldas de papel y hadas decorativas, con las que se entretuvo un rato, y luego subimos a mi habitación, el único rincón de la casa que no había sido profusamente decorado por mis padres, y nos sentamos en el alféizar de la ventana, esperando a los invitados.
Continuará…
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
¿Qué tal? Bueno, he aquí el primer fic que voy a escribir por entregas (espero que no demasiadas u_u). Se me ocurrió tras escribir la segunda parte de Dolor Eterno, estaba pasando un momento de crisis (como cuando escribí el primero… jo, la verdad es que no pienso escribir una tercera parte porque sino me quedo sin ideas y sin ná… pero luego me vienen muy buenas XDD) y de pronto ¡plaff! Una idea… y ná, que ya estoy con el segundo capítulo y a ver si lo hago ya pa subirlo en seguida ^^ En el próximo capítulo, adelanto que hablará Remus ^^ y aparecerá… ¡¡James Potter!! Ná más porque es lo único que tengo claro en este momento, el resto es un montón de ideas confusas sin orden alguno.
Un besito para todo el mundo, gracias por apoyarme ^^
PD: ¡¡Quiero reviews!! ;P XDDD
