En el principio…

Por Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin

(Weno, he aquí el segundo capítulo del fic. No sé si será aburrido o no, el caso es que a mí me está encantando escribirlo. Para variar, los personajes son de JK Rowling (aunque pa hacerlos sufrir, que me los regale, que no puede ser que les haga pasar por lo que pasan los pobrecitos…) y no me llevo un asqueroso céntimo por escribir (más bien, pierdo dinero, pensadlo bien, gasto en electricidad por tener el ordenador encendido el tiempo que tardo en escribirlo, gasto en tiritas por morderme los padrastros (y lo que no son padrastros… tengo los dedos que dan miedo…) y gasto en refrescos y agua por pasarme la vida delante del monitor con el calor tan horrendo que hace ahora mismo…) Disfrutadlo ^^)

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Capítulo 2: Sirius.

Me resultó extraño que aquel muchacho de cabello negro y ojos azules se me acercara en el parque. No tenía ningún amigo en la ciudad porque acababa de llegar allí. Me conformaba con estar con los pájaros que se me acercaban en el parque. Era adorable, intentó impresionarme haciéndose el mayor y me resultó tan gracioso que no pude reprimir una carcajada. Desde ese momento éramos inseparables, no podíamos estar el uno sin el otro…

Nos divertíamos mucho estando juntos. Creo que le daba vergüenza llevarme a su casa, no por mí, sino por sí mismo, por su dinero, él no se daba cuenta de que yo no me fijaba en que tuevira o no dinero, sino en su amistad.

Hasta los ocho años fuimos felices, yendo de allá para acá preparando bromas para todo el que se nos cruzara, paseando por el callejón Diagon o leyendo libros que tenía su padre en la biblioteca de su casa. Todo se estropeó en verano… mis padres querían ir de cámping al norte, a un bosque donde iba mi padre con mis abuelos cuando era pequeño. A mí no me hacía demasiada gracia alejerme de Sirius, no solíamos separarnos, pero mi padre quiso que fuera un verano en familia. Los primeros dos días fueron bien. El lugar era precioso, incluso vi un unicornio en el bosque… fue por eso que una tarde me perdí. Perseguía una cría de unicornio, quería ver uno adulto y acabé perdiéndome en el bosque. Se hizo de noche y me asusté mucho… oí aullidos de lobos. Mi padre me había dicho que entrar de noche en el bosque era peligroso, y más si había luna llena… Esa noche había luna llena… Intenté abrirme paso entre la maleza por el camino que había cogido, pero parecía que el bosque se negara a dejarme salir de allí. Los aullidos se acercaban y yo cada vez tenía más miedo… Corrí como nunca, pero no llegué a ninguna parte, sólo me adentré en el bosque aún más… De pronto oí un gruñido detrás de mí. Sabía lo que era, pero no quería mirar, me aterraba la idea de ver un gigantesco lobo en posición de atacarme. Inconscientemente, miré al animal y éste saltó hacia mí. Grité con todas mis fuerzas y protegí mi cara con los brazos. El lobo mordió mi brazo derecho y sentí una punzada de dolor que me dejó inconsciente. Al día siguiente desperté en el hospital, con mi madre a un lado y mi padre al fondo de la habitación, hablando con un médico.

- ¿Se transformará? - preguntó él. No tenía ni idea de a qué se refería.

- Sí - mi madre sollozó - Aunque con su edad, es probable que no supere el primer año. Las transformaciones son peligrosas en los cuerpos adultos, la bestia se hiere a sí misma y muchas veces acaba… Para un crío de su edad será muy difícil salir adelante…

¿Se referían a mí? ¿El doctor le decía a mi padre que no podría vivir más de un año? Levanté mi brazo herido y vi que la herida que me había dejado inconsciente no estaba cerrada del todo. Se podían contar los dientes que el animal había clavado en mi carne. Las marcas de los dientes tenían aspecto de estar infectadas y las punzadas de dolor eran constantes. Puede parecer increíble, pero en lo primero que pensé fue en Sirius y en lo mucho que se preocuparía cuando viera las heridas.

Cuando regresé a casa, mis padres me explicaron lo que había pasado y lo que me iba a suceder una vez al mes durante la luna llena. Había leído algunas cosas sobre los hombres lobo en los libros del padre de Sirius, pero nunca imaginé que yo me convertiría en una criatura como esas…

Constantemente preguntaba por Sirius y mis padres me decían que no sabían nada de él. Le pedí a mi padre que se pasara por la casa de los Black para preguntar por él y me dijo que se había ido de vacaciones a América con su familia. Me extrañaba que no me escribiera ni me visitara… Empecé a pensar que se había enterado del ataque y no quería volver a verme porque penaba que era un monstruo... Y lo era... realmente era un monstruo, una criatura cruel y desesperada que durante sus transformaciones, encerrado en su habitación, solo, arañaba las paredes, destrozaba los muebles y se automutilaba para calmar los dolores que la transformación le producía. No podía recordar lo que me sucedía en esas interminables horas en que permanecía en mi forma lupina, pero sí sabía que había hecho algo pues en más de una ocasión despertaba ingresado en el mismo hospital en que desperté tras el ataque... Me sentía tan solo, tan triste que en muchos momentos, a mis ocho añitos, deseaba morirme una de esas noches... hasta que él vino el día de mi cumpleaños. Había amanecido como una de esas mañanas días después de mi metamorfois, agotado, con un dolor espantoso en mi brazo, en el cual las heridas aún no habían cicatrizado. Bajé a por un vaso de leche, abrazado a un perrito de peluche que me había regalado la señora Black un día que fuimos a un centro comercial muggle y le oí. Al principio me pareció un espejismo, mi madre estaba en la puerta y no podía verle, pero supuse que sería él. Sirius se abrió camino hacia mí y como pudimos nos abrazamos. Resultó que él sí quería verme, que no sabía lo que me había sucedido, y que me seguía queriendo como amigo. Me sentí más feliz que nunca al tenerle de nuevo a mi lado...

El día del undécimo cumpleaños de Sirius vino a buscarme a casa. Me dijo que iría un primo suyo a la fiesta de cumpleaños, al que no conocía, esperábamos poder gastarle la mejor broma del año. Quien nos iba a decir a nosotros que el tiro nos saldría por la culata y el muchacho, llamado James Potter, sería aún peor que nosotros y acabaría siendo nuestro mejor amigo…

Aunque él no me lo dijo en el momento, sabía de sobra que había recibido esa misma mañana la carta del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Si lo hubiera hecho, le habría dado mi más sincera enhorabuena, me habría alegrado muchísimo por él, aunque yo no la hubiera recibido aún.

Un día, el director Dumbledore mandó una carta a nombre de mis padres y mío. Fuimos al colegio y cuando llegamos al despacho, el hombre, con aspecto de anciano, pero de mirada alegre y joven, me entregó un sobre.

- Ábrelo, pequeño - me dijo, con su voz suave y amable. Arranqué el pedazo de lacre que cerraba el sobre y lo abrí. Saqué varios pedazos de pergamino y el primero me hizo soltar un grito de alegría.

- ¡¡Estoy admitido!! - mis padres se miraron y se pusieron a llorar. No pude evitar lanzarme a abrazar al director - ¡Gracias, gracias, gracias! - el hombre rió.

- Vas a poder venir con tu amigo Sirius - me dijo. Me sorprendió que supiera que Sirius y yo éramos amigos.

Nos explicó a mis padres y a mí las precauciones que tomaría durante los años que pasara en el colegio y nos presentó a la señora Pomfrey. Nos dijo que había encargado un sauce boxeador a un criador de Gales y que lo traerían una semana antes de que emprezaran las clases para proteger la entrada de un pasadizo que estaban construyendo y que llevaba hasta una casa abandonada de Hogsmeade.

Sirius fue el primero en enterarse de que iría a Hogwarts y cuando se lo dije, él me dijo que también estaba admitido y que James había recibido dos días antes la carta de admisión. Si supiera que yo ya lo sabía…

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Bueno, bueno, bueno, segundo capítulo arriba ^^ Sí, sé que llevo un orden caótico de los hechos, pero todo tiene su sentido, ya veréis, ya. Por el ritmo que llevo contando la historia, no creo que vaya a tener demasiados capítulos. No voy a utilizar a Peter como narrador, aparecerá en la historia, pero me niego a meterme en el pellejo de esa sucia rata, suficiente tiene con aparecer y decir un par de frases, que por mí, ni lo nombraba…

Agradecimientos a toda la gente que ha leído éste o alguno de mis otros fics y a mis amigas que me soportan estoicamente y se leen todo lo que escribo (aunque sean peñazos insufribles ^^) Por cierto, Ana Rickman, en Sólo el destino vence al amor…, no es Dumbledore quien organiza el lío, y en lo de los regalos acertaste.

Besitos para todos y todas y hasta el próximo capítulo, "Ellos…" Ciao!!