En el principio…
Por Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
(Ya está aquí el cuarto capítulo. Al final no he esperado a principios de septiembre como dije en el tres (bueno, sólo quedan cuatro días ¿me los perdonáis?), me ha venido la inspiración (joer, maldita juerguista… ¿no me viene y me despierta a las cuatro y media de la mañana después de haberme acostado a las dos de la mañana? Hay que ver, cada vez me viene más tarde…) de pronto y en cuanto se ha ido mi madre me he pegado al ordenador (sí… después de pasarme tres horas y media por la noche… y otras cinco por la mañana… por eso he esperado a que se fuera mi madre…). Espero que os guste. Por cierto, narra Sirius.
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Capítulo 4: Pájaros.
Parece que sucedió ayer mismo. Los tres chicos más populares del colegio. Los más perseguidos por las chicas. Los que más éxito tenían en las fiestas. Los dueños de Hogwarts. Estábamos por encima del bien y del mal. Según palabras de la misma McGonagall, éramos tan adorables que le resultaba difícil castigarnos sin sentirse culpable después por haberlo hecho. Adorables, sí, pero nos pasábamos las tardes limpiando trofeos, destripando salamandras o haciendo trabajos extra para ese fantasmón de Binns. Si tan adorables éramos, nos podía haber levantado algún castigo ¿o no?
Siempre iba con nosotros un muchachito muy noble, Peter. Lo usábamos para gastar las peores bromas a los Slytherin. Pobre chico. Remus decía que se sentía culpable por usarle de gancho. Con razón. Era el que se acababa llevando la mayor parte de los hechizos desfigurantes de las serpientes… Luego, la verdad, se convirtió en un buen amigo y demostró ser digno de participar en los grandes proyectos de los Merodeadores. Cojines chillones. Plumas que escribían tacos en lugar de lo que deseaba su dueño. Tinta que hacía bailotear las letras en el papel. Y el Mapa del Merodeador. Nuestra obra más grande. Aún me río cuando recuerdo el día que nos lo confiscó Filch (por quinta vez en un mes… siempre conseguíamos recuperarlo) dijo tantas cosas horribles que James y yo apenas podíamos mantenernos quietos en las sillas por culpa de la risa que tratábamos de ocultar. Remus se ruborizó de tal forma que le salía humo por la coronilla. Peter se pasó tres días vomitando por el miedo que había pasado. Alucinante.
Si bien James se pasaba las tardes volando en su escoba practicando para los partidos de quidditch y yo me dedicaba o a perseguir Slytherins con pus de bubotubérculo en un frasquito o a perseguir faldas por los pasillos (uno tiene sus debilidades…), el único que parecía haber ido a Hogwarts a estudiar era Remus. Si no se iba a la biblioteca en las tardes libres, se llevaba la biblioteca allí donde íbamos. Siempre cargado de pergaminos, libros, plumas y tinta para tomar apuntes. De no haber sido mi mejor amigo le habría hecho todo tipo de maldades por empollón. Pero tener un amigo empollón es de gran ayuda… no hay problema si uno se pasa las horas de clase diseñando nuevos inventos o fastidiando a Snivellus, Remus le cogerá apuntes para poder estudiar. Y le explicará pacientemente la materia. Y se desesperará por tener unos amigos tan burros y acabará por estamparles los libros en la cabeza. Y se largará a la biblioteca dejándote enterrado entre metros y metros de pergaminos para que te busques la vida. Después de todo, creo que tenía algo de razón…
Remus me sorprendía. ¡Era capaz de leerse cinco libros a la vez de distintos temas y no se perdía ni un solo detalle de cada uno de ellos! Aún no comprendo cómo pudo unirse a nosotros, que a pesar de ser adorables éramos unos verdaderos zopencos… Sin embargo él era inteligente y siempre sacaba las mejores notas de la clase. Lo dicho. Si no hubiera sido mi amigo…
Había una cosa de él que me sorprendía aún más que lo de los libros y me mantenía sumamente intrigado. Sus despariciones mensuales. Decía que se iba a ver a su madre, que estaba enferma, pero y siempre la había visto gozando de buena salud y cuando regresábamos a casa en verano no había ni rastro de su estraña y desconcertante enfermedad. Sólo le afectaba durante el curso.
Pronto comencé a atar cabos. En tercero ya tenía una ligera sospecha de lo que le sucedía. Por supuesto, no la compartí con James y Peter, ellos vivían felices en su ignorancia. Establecí la relación entre aquel verano cuando teníamos ocho años y las desapariciones. Aquellas vacaciones habían sido el principio de algo. De lo que le hacía esconderse dos días al mes en su casa. De lo que le hacía marcharse hacia el sauce boxeador de los terrenos del colegio. Un día le vi con Pomfrey dirigiéndose hacia allí. Y acurrucado junto al muro del castillo, bajo la capa de invisibilidad de James, los vi desaparecer en una abertura del árbol. Y miré al cielo, pidiéndole una respuesta. Y me la dio. La luna llena lo aclaró todo.
Estábamos cerca del final del curso cuando me decidí a confesarle a Remus que conocía su secreto y que no me importaba lo que fuera, me importaba él como ser humano, como amigo. Le vi en el límite del bosque, apoyado en un árbol junto al lago, donde solía ir para leer cuando nosotros estábamos en los entrenamientos de quidditch. Cuando llegué a su lado vi que no leía, permanecía con el libro cerrado sobre las piernas y miraba ensimismado unos gorriones que daban saltitos sobre la hierba, a unos dos o tres metros de él. Me senté a su lado y le miré.
- Hola Remus - él se sobresaltó y me miró. Vi que tenía los ojos ligeramente enrojecidos. Seguramente estaba a punto de ponerse a llorar - ¿Qué te pasa?
- Nada… - se quedó mirando la cubierta del libro. Suspiró.
- Por nada no se suspira así. Venga, dime qué te pasa - negó con la cabeza - Remus…
- No pasa nada, Sirius… quiero estar solo… por favor… - se abrazó las rodillas.
- De acuerdo - me levanté y sacudí la túnica de hierba y tierra - Haz lo que quieras. Guárdate todo para ti y deprímete - le escuché sollozar. Rápidamente me arrodillé a su lado y le hice mirarme - Lo siento, Remus, no quería ser tan brusco - las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Me pareció tan vulnerable… Le abracé como aquel día cuando éramos pequeños, estrechándole contra mi pecho y protegiéndole con mis brazos.
- Soy un monstruo, Sirius - cerré los ojos y susurré en su oído.
- No eres un monstruo, Remus, eres la mejor persona que conozco…
- Lo digo en serio - me miró totalmente convencido de lo que me decía - Soy un monstruo… - sequé sus lágrimas con mis pulgares.
- Yo también lo digo en serio, no eres un monstruo.
- ¡No tienes ni idea! ¡No sabes qué soy! - señaló a los gorriones que picoteaban el suelo ajenos a la discusión - Huyen de mí… todos los animales huyen de mí porque soy un monstruo… porque saben que mi instinto me dice que los ataque y los mate… no sabes nada…
- Sí lo sé, Remus - dije completamente tranquilo. Él me miró incrédulo - Lo descubrí hace unos meses y no me importa en absoluto que seas un licántropo.
- Sirius… - tembló y volvió a echarse a llorar. De pronto pareció acordarse de algo - ¿James y Peter…? - negué con la cabeza y suspiró aliviado.
- No saben nada. Tú se lo dirás.
- No puedo…
- Remus, sé que tampoco les va a importar. Y a esos pajarillos tampoco les importa - me levanté y conseguí coger uno tras muchas caídas. Lo sostuve entre las manos y me arrodillé de nuevo delante de Remus. Le tendí mis manos con el gorrioncillo dentro - Cógelo - negó con la cabeza - Hazlo, no saldrá huyendo - alargó las manos temblorosas y cuando las acercó a las mías dejé salir al pajarillo. Remus lo sostuvo con cuidado y lo acarició suavemente. Luego quitó una mano y el gorrión quedó libre, pero no salió volando - ¿Ves?
- No se va…
Siguió acariciándolo y unos minutos después estábamos rodeados de muchos más, unos estaban sobre la cabeza de Remus, que reía feliz, otros se habían instalado en nuestros hombros y alrededor de nosotros. Me vino a la cabeza el día que le conocí. Parecía que habíamos vuelto a aquel día de verano hacía más de siete años…
Continuará…
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Bueno, ¿os ha gustado? Espero que sí. Ya os digo, me vino la inspiración esta madrugada a las cuatro y media **Ede se encoge de hombros** Me ha gustado mucho escribir este capítulo (no como el anterior… poco convencida quedé yo con ese…). En el próximo capítulo… eeeemmm…. Bueno, ya veremos, depende de las horas a las que vuelva mi inspiración… No, en serio, ya tengo pensadas algunas cosillas (para el siguiente e incluso para el último capítulo… jejejeee) a ver si las ordeno un poco y me pongo a escribir el capítulo cinco.
Tengo una sorpresilla para un próximo capítulo (quién sabe, sexto, séptimo…) Espero que os agrade ^^
Un besazo para todo el mundo. Sed buenooooosss…
Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
miércoles, 27 de agosto de 2003
Por Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
(Ya está aquí el cuarto capítulo. Al final no he esperado a principios de septiembre como dije en el tres (bueno, sólo quedan cuatro días ¿me los perdonáis?), me ha venido la inspiración (joer, maldita juerguista… ¿no me viene y me despierta a las cuatro y media de la mañana después de haberme acostado a las dos de la mañana? Hay que ver, cada vez me viene más tarde…) de pronto y en cuanto se ha ido mi madre me he pegado al ordenador (sí… después de pasarme tres horas y media por la noche… y otras cinco por la mañana… por eso he esperado a que se fuera mi madre…). Espero que os guste. Por cierto, narra Sirius.
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Capítulo 4: Pájaros.
Parece que sucedió ayer mismo. Los tres chicos más populares del colegio. Los más perseguidos por las chicas. Los que más éxito tenían en las fiestas. Los dueños de Hogwarts. Estábamos por encima del bien y del mal. Según palabras de la misma McGonagall, éramos tan adorables que le resultaba difícil castigarnos sin sentirse culpable después por haberlo hecho. Adorables, sí, pero nos pasábamos las tardes limpiando trofeos, destripando salamandras o haciendo trabajos extra para ese fantasmón de Binns. Si tan adorables éramos, nos podía haber levantado algún castigo ¿o no?
Siempre iba con nosotros un muchachito muy noble, Peter. Lo usábamos para gastar las peores bromas a los Slytherin. Pobre chico. Remus decía que se sentía culpable por usarle de gancho. Con razón. Era el que se acababa llevando la mayor parte de los hechizos desfigurantes de las serpientes… Luego, la verdad, se convirtió en un buen amigo y demostró ser digno de participar en los grandes proyectos de los Merodeadores. Cojines chillones. Plumas que escribían tacos en lugar de lo que deseaba su dueño. Tinta que hacía bailotear las letras en el papel. Y el Mapa del Merodeador. Nuestra obra más grande. Aún me río cuando recuerdo el día que nos lo confiscó Filch (por quinta vez en un mes… siempre conseguíamos recuperarlo) dijo tantas cosas horribles que James y yo apenas podíamos mantenernos quietos en las sillas por culpa de la risa que tratábamos de ocultar. Remus se ruborizó de tal forma que le salía humo por la coronilla. Peter se pasó tres días vomitando por el miedo que había pasado. Alucinante.
Si bien James se pasaba las tardes volando en su escoba practicando para los partidos de quidditch y yo me dedicaba o a perseguir Slytherins con pus de bubotubérculo en un frasquito o a perseguir faldas por los pasillos (uno tiene sus debilidades…), el único que parecía haber ido a Hogwarts a estudiar era Remus. Si no se iba a la biblioteca en las tardes libres, se llevaba la biblioteca allí donde íbamos. Siempre cargado de pergaminos, libros, plumas y tinta para tomar apuntes. De no haber sido mi mejor amigo le habría hecho todo tipo de maldades por empollón. Pero tener un amigo empollón es de gran ayuda… no hay problema si uno se pasa las horas de clase diseñando nuevos inventos o fastidiando a Snivellus, Remus le cogerá apuntes para poder estudiar. Y le explicará pacientemente la materia. Y se desesperará por tener unos amigos tan burros y acabará por estamparles los libros en la cabeza. Y se largará a la biblioteca dejándote enterrado entre metros y metros de pergaminos para que te busques la vida. Después de todo, creo que tenía algo de razón…
Remus me sorprendía. ¡Era capaz de leerse cinco libros a la vez de distintos temas y no se perdía ni un solo detalle de cada uno de ellos! Aún no comprendo cómo pudo unirse a nosotros, que a pesar de ser adorables éramos unos verdaderos zopencos… Sin embargo él era inteligente y siempre sacaba las mejores notas de la clase. Lo dicho. Si no hubiera sido mi amigo…
Había una cosa de él que me sorprendía aún más que lo de los libros y me mantenía sumamente intrigado. Sus despariciones mensuales. Decía que se iba a ver a su madre, que estaba enferma, pero y siempre la había visto gozando de buena salud y cuando regresábamos a casa en verano no había ni rastro de su estraña y desconcertante enfermedad. Sólo le afectaba durante el curso.
Pronto comencé a atar cabos. En tercero ya tenía una ligera sospecha de lo que le sucedía. Por supuesto, no la compartí con James y Peter, ellos vivían felices en su ignorancia. Establecí la relación entre aquel verano cuando teníamos ocho años y las desapariciones. Aquellas vacaciones habían sido el principio de algo. De lo que le hacía esconderse dos días al mes en su casa. De lo que le hacía marcharse hacia el sauce boxeador de los terrenos del colegio. Un día le vi con Pomfrey dirigiéndose hacia allí. Y acurrucado junto al muro del castillo, bajo la capa de invisibilidad de James, los vi desaparecer en una abertura del árbol. Y miré al cielo, pidiéndole una respuesta. Y me la dio. La luna llena lo aclaró todo.
Estábamos cerca del final del curso cuando me decidí a confesarle a Remus que conocía su secreto y que no me importaba lo que fuera, me importaba él como ser humano, como amigo. Le vi en el límite del bosque, apoyado en un árbol junto al lago, donde solía ir para leer cuando nosotros estábamos en los entrenamientos de quidditch. Cuando llegué a su lado vi que no leía, permanecía con el libro cerrado sobre las piernas y miraba ensimismado unos gorriones que daban saltitos sobre la hierba, a unos dos o tres metros de él. Me senté a su lado y le miré.
- Hola Remus - él se sobresaltó y me miró. Vi que tenía los ojos ligeramente enrojecidos. Seguramente estaba a punto de ponerse a llorar - ¿Qué te pasa?
- Nada… - se quedó mirando la cubierta del libro. Suspiró.
- Por nada no se suspira así. Venga, dime qué te pasa - negó con la cabeza - Remus…
- No pasa nada, Sirius… quiero estar solo… por favor… - se abrazó las rodillas.
- De acuerdo - me levanté y sacudí la túnica de hierba y tierra - Haz lo que quieras. Guárdate todo para ti y deprímete - le escuché sollozar. Rápidamente me arrodillé a su lado y le hice mirarme - Lo siento, Remus, no quería ser tan brusco - las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Me pareció tan vulnerable… Le abracé como aquel día cuando éramos pequeños, estrechándole contra mi pecho y protegiéndole con mis brazos.
- Soy un monstruo, Sirius - cerré los ojos y susurré en su oído.
- No eres un monstruo, Remus, eres la mejor persona que conozco…
- Lo digo en serio - me miró totalmente convencido de lo que me decía - Soy un monstruo… - sequé sus lágrimas con mis pulgares.
- Yo también lo digo en serio, no eres un monstruo.
- ¡No tienes ni idea! ¡No sabes qué soy! - señaló a los gorriones que picoteaban el suelo ajenos a la discusión - Huyen de mí… todos los animales huyen de mí porque soy un monstruo… porque saben que mi instinto me dice que los ataque y los mate… no sabes nada…
- Sí lo sé, Remus - dije completamente tranquilo. Él me miró incrédulo - Lo descubrí hace unos meses y no me importa en absoluto que seas un licántropo.
- Sirius… - tembló y volvió a echarse a llorar. De pronto pareció acordarse de algo - ¿James y Peter…? - negué con la cabeza y suspiró aliviado.
- No saben nada. Tú se lo dirás.
- No puedo…
- Remus, sé que tampoco les va a importar. Y a esos pajarillos tampoco les importa - me levanté y conseguí coger uno tras muchas caídas. Lo sostuve entre las manos y me arrodillé de nuevo delante de Remus. Le tendí mis manos con el gorrioncillo dentro - Cógelo - negó con la cabeza - Hazlo, no saldrá huyendo - alargó las manos temblorosas y cuando las acercó a las mías dejé salir al pajarillo. Remus lo sostuvo con cuidado y lo acarició suavemente. Luego quitó una mano y el gorrión quedó libre, pero no salió volando - ¿Ves?
- No se va…
Siguió acariciándolo y unos minutos después estábamos rodeados de muchos más, unos estaban sobre la cabeza de Remus, que reía feliz, otros se habían instalado en nuestros hombros y alrededor de nosotros. Me vino a la cabeza el día que le conocí. Parecía que habíamos vuelto a aquel día de verano hacía más de siete años…
Continuará…
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Bueno, ¿os ha gustado? Espero que sí. Ya os digo, me vino la inspiración esta madrugada a las cuatro y media **Ede se encoge de hombros** Me ha gustado mucho escribir este capítulo (no como el anterior… poco convencida quedé yo con ese…). En el próximo capítulo… eeeemmm…. Bueno, ya veremos, depende de las horas a las que vuelva mi inspiración… No, en serio, ya tengo pensadas algunas cosillas (para el siguiente e incluso para el último capítulo… jejejeee) a ver si las ordeno un poco y me pongo a escribir el capítulo cinco.
Tengo una sorpresilla para un próximo capítulo (quién sabe, sexto, séptimo…) Espero que os agrade ^^
Un besazo para todo el mundo. Sed buenooooosss…
Edeiël Snape-Black de Malfoy y Lupin
miércoles, 27 de agosto de 2003
