"Culpable de este amor"
Prólogo.
Soledad, típica palabra que lo describía. Un joven con amor que nunca pudo dar, con grandes responsabilidades desde chico y nunca tiempo para jugar. Una madre muerta a tres años de vida, un padre que nunca llego a conocer y abuelos estrictos que lo formaron desde niño… ¿qué más faltaba a su larga lista de afectos?
¡Claro!, sin poder olvidar un hermano gemelo sacrificado con tan solo cinco años de vida. Una niña llorona que lo acosa las 24 horas del día y la escuela en la que se le conoce como "monstruo".
- Me gustaría poder comprenderte – dijo una maestra a su alumno de primer grado.
La risa infantil era lo que destacaba el cálido ambiente del salón. Niños jugando unos con otros en una gran ronda, sin importarles el pequeño "niño extraño" que platicaba con la maestra. Muy lejos de ellos.
La sonrisa de la mujer deba una sensación de paz, tranquilidad y confianza a sus alumnos, desafortunadamente, a este niño no.
- Veo que no quieres hablar – la desilusión de su voz no inmutó al pequeño, que veía hacia un lado del salón interesadamente.
La mujer siguió con la vista el lugar que era atendido por el niño, solo encontrándose con una pared blanca, un banco y útiles escolares esparcidos por él.
- Que raro – pensó la mujer extrañada al no encontrar nada tentativo a la vista humana.
- Esta ahí – susurró el pequeño sin perder ningún detalle – el niño que murió quemado juega en ese rincón – respondiendo las dudas de la mujer, aterrándola cada vez más – pero usted no puede verlo – clavando sus ojos en los de ella - … ¿por qué?
La mujer se impresionó ante la pregunta del chico, más aún ante el relato que había escuchado. Fue cuestión de segundos adoptar una posición serena, con una suave sonrisa en su rostro. Respondiendo a su pregunta de la forma más obvia como maestra y persona.
- Allí no hay nada – dijo sin borrar su simpática sonrisa – Es solo producto de tu imaginación, Asakura – enseriando su rostro – aún así, no puedes hacerle caso a esas cosas. Me preocupas, pequeño – acariciando su cabeza con una mano cariñosamente – esto no es normal en niños de tu edad. Quiero decir… ver personas muertas. Más cuando aquí no hubo ningún incendio en la historia del colegio……
- ¡Oh, si hubo! – gritó convencido, atrayendo la atención de todos sus compañeros – Antes, este lugar era un graaaaan hospital – moviendo sus brazos para atraer más la atención – pero toda la gente murió quemada. Y aquí, en este salón – haciendo énfasis en aquí – murieron como nueve niños. También la enfermera que los cuidaba, si, esa que está detrás de usted señorita – señalando con un dedo la espalda de su maestra. Esta se da vuelta rápidamente encontrándose con nada.
- Todos saben que me encantan las bromas mientras que sean inocentes – su voz era rápida y nerviosa, con un toque de severidad en ella – Pero no tolero las mentiras – viendo al niño de cascos naranjas – Así que espero no volver a oír cualquier barbaridad de ti, Asakura. Los niños mentirosos no son de mi agrado – finalizó su plática la maestra con el ceño fruncido – Es por eso, que si sigues con ese comportamiento, me veré obligada a citar a tus tutores.
El niño se intimidó.
- ¿Ha dicho… - dudando - tutores?
- Así es pequeño – viendo la ronda de niños que seguían cada palabra que decía – En fin. Hoy comenzaremos con matemática……
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Soledad, palabra que también la describía a ella. A los cuatro años de edad comenzó por ser huérfana, sus padres asesinados en el pequeño departamento que vivían. Su extraño "don" que había asustado a más que a uno en el orfanato que estaba viviendo. Era la chica extraña, ignorada en la sociedad que vivía, maltratada por las burlas de los niños y desterrada de los juegos infantiles.
La típica niña indefensa, llorona y maltratada. Esa era la torpe personalidad de una niña rubia de profundos ojos negros, ahora rojos de tanto llorar.
- Por favor… basta – lloraba sin consuelo al sentir una patada en su pierna derecha.
- Eres una niña llorona – sonrió un niño con los brazos cruzados, al parecer el líder de todos los niños – una niña llorona y fea.
Todos los niños se reían sin compasión frente a ella. La acosaban en una ronda cerrada, donde el medio era ella. Algunos la pateaban, preferentemente los que estaban a su lado. Razón por la cual su blanca piel estaba cubierta de raspones y moretones.
- ¡Rara, rara, rara…! – cantaban todos señalándola con una sonrisa. Algunas de las niñas que pasaban trataban de no oír los sollozos de la "rara". Todos alrededor de ese patio esquivaban las miradas hacia la ronda "privada" en la que se divertían los niños malos.
- ¡Kyouyama! – gritaba una mujer de escasa edad, dieciséis años y ojos rubís - ¡Kyoukama Anna!, ¡ven inmediato! – saliendo al patio y gritando el nombre de la rubia.
La ronda se abrió conforme la voz se acercaba, dejando ver en el interior a una niña rubia llorando.
- ¡Oh Dios mío! – dijo la joven al ver a la niña en ese estado. Kyouyama inmediatamente se secó sus lágrimas - ¡Mira lo sucia que estás! – se desesperó la adolescente - ¡No estas presentable! – tomando a la niña por los brazos conduciéndola al interior de la vivienda.
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- ¡¡¿Qué hiciste qué?!! – gritaba a todo pulmón un hombre mayor (para no decir anciano) en la cara del niño, escupiendo algunas veces sobre su rostro - ¡¡Sabes muy bien que NO puedes HABLAR sobre ESPÍRITUS!! – vociferaba con enojo.
El niño no le daba la atención que el anciano quería. Al darse cuenta de la distracción de su nieto optó por quitársela enseguida.
- ¡Oye! – se quejó el pequeño al sentir un movimiento en su cabeza seguido por la desaparición de sus audífonos.
- ¡No mocoso!, ¡oyeme tu a mi!!! – gritó sin paciencia el hombre.
- ¡Suficientes gritos por hoy, Yohmei! – gritó una anciana de su edad dándole un bastonazo en la cabeza – Creo que el niño ya entendió en punto de tu charla. ¿No es así, Yoh?
- Claro abuela – contestó ausente sin perder de vista sus valiosos audífonos naranjas.
- Bien – su fría voz significaba la pérdida del muchacho - ¿Tienes otra pregunta para hacer?
- Si – viendo el atardecer formarse lentamente - ¿Por qué nadie cree en los espíritus?
- Porque aún no están preparados para verlos – contestó sabiamente su abuelo – O al menos, creer en ellos.
- Ajá… y, ¿cómo murió papá?
- ¡Hay muchacho!, ¿por qué haces preguntas que ya sabes su respuesta?
El chico solo sonrió.
- Para ver si cambian – contestó inocentemente.
Yohmei se fue maldiciendo la torpeza de su nieto por lo bajo, mientras Kino Asakura solo caminaba sin hablar. Hundida en sus más profundos pensamientos.
- Me pregunto… ¿por qué siento dolor en mi pecho? – perdiéndose en la puesta del sol - ¿por qué siento que alguien me llama, que me necesita? – sonriendo antes de volver hacia su casa – imposible, estoy diciendo tonterías – larga su risita habitual antes de entrar en el umbral de "casa".
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- Dime, ¿ya la vestiste como corresponde? – preguntó un hombre de gran tamaño, sentado en un trono adecuado a su estatura.
Frente a él la suave sonrisa de una niña de diez años afirmaba todas sus dudas.
- Si, padre – respondió con respeto hacia su progenitor – Esta esperando por entrar.
- Hazla pasar entonces, todos ansían por conocerla.
La joven se retiró con una reverencia, mostrando el respeto (y a la vez temor) que sentía por su padre.
- Disculpen – la voz infantil de una niña alertó a los adultos de su llegada.
Sus cabellos eran rubios, estatura mediana para alguien de su edad, ojos negros llenos de curiosidad y demasiado delgada para su edad. Al ver que la chica que le ayudo a cambiarse hace una pequeña reverencia, esta la imita con un poco de torpeza.
- Jun – mirándola de una forma en que la chica lo entendió como "siéntate".
Al ver que la única persona que conocía desaparecía de su vista se sintió nerviosa… ¿qué quería esa gente con alguien como ella?
- Sabemos que posees grandes habilidades – comenzó el mayor.
La niña se asustó, ¿cómo podían saber sus "habilidades" sumamente raras de lo que la burlaban los demás?
- … es por eso – tomando aire – que decidimos – viendo hacia los demás – tomar una decisión.
La niña alzo una ceja, ¿qué clase de decisión?
- Bienvenida a la dinastía Tao – sonrió el hombre perversamente.
La niña lo imitó con el mismo gesto: una sonrisa maligna.
Notas de Kaoru:
Bueno, este fic lo tenía pensado hace tiempo, y hoy fue mi día de inspiración para escribirlo ^^
Capítulo dedicado a Makita, quien me ayudo con mis dudas desde el principio. Gracias amiga!!!!!!!
Si no entienden nada tranquilos, que este es solo el comienzo. En el primer capítulo descubrirán algunas cosas, o mejor dicho, casi nada nada ^^U
Espero que les guste, ya que esta hecho para ese fin… y claro, solo ustedes con su opinión decidirán si sigo con él, ya que si no recibo más de cinco reviews seguramente no lo continuaré. No es por mala, pero solo escribo si sé que hay gente que le gusta.
Déjenme un review con su opinión, ya saben que con ellos la inspiración llega más rápido ;)
Nos vemos!!!!!
