"Anytime, Anywhere" (2)

Apartamento de Scully
8 de noviembre del 2002

Desde el día anterior ella no tenía noción del tiempo. Eran muchas cosas las que estaban pasando en este preciso momento y sentía que su cabeza iba a estallar. La oscuridad le recordó que la noche había llegado pero eso no le importó mucho, por más que intentara cerrar los ojos y descansar lo único que conseguiría era revivir el momento en el que Mulder le decía: "Hasta pronto. Tendré muchas cosas que contarte a mi regreso".

Cuando dieron las tres de la mañana ella miró el teléfono, esperando una llamada que bien sabía no se realizaría porque la comunicación entre dos tiempos distintos no se había inventado aun. ¿En verdad creía ella que él estaba en el futuro? Eso estaba por verse. Pero era más fácil pensar eso que hacerse la idea que de Mulder estaba en peligro o, peor aún... ya no estaba.

Ella se frotó los ojos y decidió abandonar la cama, estaba empezando a sentir un calor insoportable y las sábanas le resultaban pegajosas. Extraño caso para ser noviembre, pero su mente estaba tan descontrolada que empezaba a afectar su termostato. Al ver su imagen en el espejo y par de sombras que resaltaban bajo sus ojos, recordó que en unas horas le esperaba un largo día de jornada junto a su querido director Skinner. Y todavía no tenía elaborada la excusa que iba a presentar. Y necesitaría un corrector para las ojeras.

Dieron las cuatro, las cinco, las seis... y seguía mirándose en el espejo, lanzando pequeñas patadas al aire, dando vueltas hasta hundir el piso, rompiendo los borrones de su próximo discurso ante Skinner, pensando dónde diablos se había metido Mulder.

"Verá señor... el agente Mulder ha decidido tomarse unas pequeñas vacaciones y no tuvo tiempo para comunicárselo".

"Señor, el agente Mulder no podrá asistir porque está en..." ¿¿Dónde estás Mulder??

Era mejor dejar de hacer la misma pregunta y buscar una buena respuesta.


Oficinas del FBI.

Para desdicha suya, cada paso que Scully daba era minuciosamente seguido por los demás agentes que se encontraban allí. El trayecto hacia el elevador que la llevaría hasta el sótano se estaba haciendo demasiado largo bajo las miradas curiosas, y lo peor era tener que atravesar otra vez el mismo camino para reunirse con su superior.

En el escritorio estaba el archivo recién abierto con las teorías del Dr. Murdock y par de planos de una nave que sólo Mulder y el doctor chiflado podría interpretar. Ella se mantuvo demasiado cerrada en el caso como para prestarle atención al dibujo; pero ahora tenía que estudiar a fondo todo lo que contenía aquella carpeta.. si quería encontrar a su compañero. No le agradaba en absoluto que él pudiera ser parte de ese archivo X.

La llamada de la secretaria de Skinner le avisó que ya era hora de subir hasta su oficina.


Oficina de Skinner.

Con la frente en alto Scully llegó hasta el escritorio de su superior y tomó asiento. La expresión de Skinner era más dura que la que comúnmente tenía cuando ellos estaban metidos en un gran problema. Cada segundo se convencía más de que este sería un día muy largo.

-¿Dónde está el agente Mulder?- al fin se formulaba la pregunta del día.

-No lo sé, señor.

-¿Tiene conocimiento de los rumores que circulan por los pasillos?

-No, señor.

Él desvió su mirada hacia uno de los folders que tenía sobre el escritorio, como si estuviera pensando en la siguiente pregunta o en la forma de arrebatarle una respuesta a Scully.

-Agente Scully, espero que esto no sea otro de esos juegos de platillos voladores y caza de aliens, porque lo que ha llegado a mis oídos no es nada grato.

-Con todo respeto, señor, ¿va a creer en agentes chismosos que sólo buscan empañar aun más la imagen del agente Mulder?

-Usted no tiene una respuesta, Scully. No me queda más opción que creerles.

Tratando de mantener la compostura, Scully se levantó de la silla y avanzó hacia la puerta sin siquiera pedir permiso. No lo consideró necesario, la frase de Skinner fue suficientemente clara para ella.

-¡Agente Scully!- exclamó el director viendo que se marchaba. -Esta reunión aun no termina.

-No creo que haya mucho que decir- le respondió ella de la misma forma.

Skinner la observó un momento y decidió suavizar un poco su comportamiento. Lo más que podía lograr era que Scully fuera en busca de Mulder por su cuenta y eso significaba arriesgar otra vida.

-¿Ha hablado con el Dr. Murdock?- preguntó en un tono más calmado. Éste era Skinner el amigo, no el superior.

-No he podido contactarlo. No sé si intenta huir o si trata de seguir a Mulder.

-¿Seguir a Mulder?

Ella cerró los ojos y soltó un suspiro de frustración, como si tratara de organizar sus ideas sin tener éxito.

-No me pida que le explique, señor. Ni yo misma creo lo que digo, mucho menos lo que está pasando.

Walter se acercó a ella y tocó su hombro en señal de apoyo.

-Vaya a dormir, agente. Le hace falta.


***

No hubo forma de convencer a Skinner de que era mejor para ella seguir trabajando que ir a descansar. Ella no descansaría.. era imposible sabiendo que su compañero estaba por ahí perdido. Así que era hora de poner en marcha todos los recursos que estuvieran a su alcance para resolver esta situación.


Refugio de los Pistoleros Solitarios.

Mientras Langley y Byers seguían entretenidos en un nuevo programa de espionaje, Frohike refunfuñaba y maldecía la hora en que se le ocurrió hacer huevos fritos. Ahora seguía con hambre, mal humor y mucho que limpiar.

El sonido del timbre no pareció inmutar a ninguno de sus dos amigos, así que el pobre Melvin con todo y delantal fue hacia la puerta, abriéndola con tan mala gana que olvidó mirar antes de quien se trataba.

-¡No voy a comprar nada!- gritó notablemente alterado.

-¿Frohike?- fue el saludo de una Scully bastante sorprendida.

-...Scully... lo siento mucho. Pasa, pasa.

-¿Está todo bien?

-Sip, es que este par de bobos ven que estoy atareado y no hacen el favor de despegarse de la maldita pantalla- dijo señalando a sus amigos, que aun no notaban la presencia de la agente. -¿Qué te trae por aquí? ¿Anda Mulder haciendo de las suyas?

-Pensé que estaban enterados.

El tono tan serio de Scully disparó la alarma de Frohike.

-Ahora vengo- le dijo mientras se quitaba el delantal. -Siéntate y, por favor, dile a esos idiotas que apaguen el computador.


La cara de los Pistoleros era todo un poema cuando Scully había terminado de contar su historia; aunque, pensándolo bien, desde que escucharon el nombre de Francis Murdock sus rostros fueron perdiendo color, como si estuvieran hablando de un fantasma.

Ella se dio cuenta de que sabían algo pero no querían hablar. Y no hablarían. A lo mejor era otra de esas informaciones guardadas bajo unas cinco contraseñas y que sólo par de personas sabían. Algo así como la fórmula de la Coca Cola.

Lentamente y tratando de ocultar cómo perdía la paciencia, Scully se levantó y empezó a dar pequeños paseos, tal como estuvo toda la noche frente al espejo. Ni siquiera su expresión más seria fue suficiente para lograr que alguno de los tres abriera la boca.

-De acuerdo- dijo tratando de mantener sus buenos modales. -Al menos díganme que está bien.

Byers fue el único que se atrevió a mirarla a los ojos. Y fue el único que abrió la boca.

-Le advertimos que no lo hiciera. Pero, ya sabes, conoces a Mulder mejor que nosotros.

Ella asintió y tomó un poco de aire para poder seguir.

-¿Dónde está?

-Aquí en Washington- intervino Langley. -A menos que haya sido tan precipitado de desplazarse a otro lugar, lo cual dudo mucho.

-Entonces tienen pruebas...

Los tres negaron con la cabeza y volvieron a mirarse entre sí. Era como si midieran las palabras que podían compartir con Scully, estaban decididos a no dejar que se involucrara mucho.

-Scully...- dijo Frohike acercándose a ella -no busques al Dr. Murdock, por el bien de todos.

-¿Pretenden que me quede de brazos cruzados? ¡Saben que no lo haré!

-Esta vez sí- terció Byers desde su asiento. -Hasta que sea necesario.


***

En medio de tanta oscuridad ella no podía divisar nada, por lo cual lo único que ocupaba su mente era el frío del pavimento. El hielo en contacto con las plantas de sus pies estaba congelando sus sentidos y el escalofrío que recorría su espalda se estaba haciendo permanente. Poco a poco perdía noción de todo a su alrededor... aunque en realidad todo era negro y su respiración agitada era lo único que escuchaba.

Estaba perdida y no podía hacer nada para ayudarse, ni siquiera tenía voluntad. El miedo era más fuerte que sus ganas de vivir y de escapar de este laberinto sin salida. Pero más allá del miedo, sentía un gran vacío en su pecho, como si en lugar de su corazón hubiera aire.

Quiso gritar y lo hizo, sin embargo el eco de su voz la asustó más que el silencio, y el temor de no ser escuchada a tiempo ahogó el segundo grito que escapaba de su garganta. Entonces cerró los ojos, creyendo que encontraría la misma tiniebla que le rodeaba con los ojos abiertos. Para su sorpresa no fue así.

El camino se hizo un poco más claro, aunque no dejaba de ser gris. Pero podía ver y empezó a caminar por el estrecho sendero que aparecía ante sus ojos.

Y escuchó su voz... como la última vez que lo vio.

"Tendré muchas cosas que contarte a mi regreso".

En ese momento se sintió lista para abrir los ojos y encontrarse con él. De seguro le contaría miles de cosas, a la vez que ella le reprocharía que se hubiese arriesgado de esa forma. Él siempre regresaba, no importaba cuan grande y riesgosa fuera su aventura. De seguro esta vez no sería la excepción.

Poco a poco sus pupilas se iban acomodando a la poca luz y dando paso a la visión. Estaba ansiosa por tenerlo de frente y estudiar su mirada, por tocar su rostro y reafirmar que estaba a salvo y a su lado otra vez.

Sin embargo, no fue su rostro ni su piel lo que encontró... era cemento, tan frío como el que yacía bajo sus pies. Y un nombre inscrito, su nombre.

-¡¡¡Noooo!!!- gritó al tiempo que su cuerpo se estremecía de espanto.

Fue sólo un mal sueño. O una terrible visión.

Continuará...