El poder de la mentira.- (2)
Holiday Inn Lexington.-
Mientras Scully digitaba los datos de la autopsia, Mulder estaba tirado en
la cama tratando de analizar las entrevistas que había hecho toda la tarde y
los datos que había conseguido de la policía local. Pero su mente estaba
centrada en su compañera, la cual de vez en cuando le dedicaba una mirada.
-Creo que es hora de descansar- dijo ésta quitándose los lentes y guardando
el archivo. -No hay forma de razonar si estamos cansados.
-No estoy cansado- replicó Mulder.
-No has hecho nada con los datos que tienes, ni siquiera has abierto la boca
para decir al menos una teoría- ella se detuvo un instante y lo miró de
reojo. -Estás muy cansando, Fox Mulder.
Pretendiendo que no la escuchaba, Mulder siguió "leyendo", pero Scully se
acercó hasta la cama y se sentó a su lado tomando una de sus manos. Era un
gesto que se estaba repitiendo cada vez más entre ellos.
-He intentado hacer de cuenta que sólo estás teniendo un mal momento o que
estás de mal humor- comentó ella buscando contacto con sus ojos. -No quiero
recordarte que estoy aquí, pero me estás dejando fuera y no tengo más opción
que repetirlo.
Él intentó alejarse, sin embargo ella fue más rápida y agarró su muñeca con
fuerza.
-Mírame Mulder.
-Scully...
-¡Mírame!
Entonces él la obedeció, clavando sus ojos verdes en los de su compañera,
reflejando toda la confusión y la rabia que le invadían, y eso la asustó. Su
mirada era oscura e inexpresiva, el espejo del caos que habitaba en sus
pensamientos desde hacía par de días.
Lentamente se fue zafando de la mano de Scully y abandonando la cama. No
quería estar junto a ella, ni sentir su calor, ni escuchar sus palabras.
Cada vocablo que escapaba de sus labios podría ser otra mentira, y él ya
estaba harto de tanta falsedad.
-Quiero dormir- dijo calmadamente. Ella entendió que era hora de marcharse a
su habitación y empezó a recoger todo lo que había traído. -Déjalo ahí-
exclamó de repente. -Revisaré todo lo que tienes.
-Pero...
-Por favor.
-De acuerdo- dijo ella denotando inconformidad. -Buenas noches.
Oficinas del FBI.-
El director Skinner percibía un aire bastante cargado durante la reunión.
Desde que los agentes entraron a su oficina, los notó distantes e incómodos.
No era la primera vez que sucedía; en varias ocasiones, la diferencia de
opiniones era bastante marcada y ellos llegaban a discutir frente a él.
Sin embargo, hoy no terminaba de comprender lo que estaba sucediendo. Al
leer el reporte se dio cuenta de que Scully solamente lo había firmado,
podía afirmar al cien por ciento que ella no había aportado ni una letra.
Además, el silencio de la agente confirmaba su teoría.
-Agente Scully, ¿tiene algo que añadir a la explicación del agente Mulder?
-No señor- respondió ella secamente.
Ambos abandonaron la oficina del director adjunto, sin decir nada y sin
hacer el mínimo esfuerzo de ocultar la hostilidad que reinaba entre los dos.
Scully iba un paso más adelante que Mulder, contando hasta cien o hasta mil
para no gritarle en medio pasillo y hacer una escena frente a decenas de
agentes curiosos. Ya bastaba con la expresión en sus rostros para darles
mucha tela por donde cortar a los chismosos.
En cuanto tuvo frente a ella la puerta de su oficina, Scully dejó en
libertad el poco de paciencia que mantenía su compostura frente a los demás.
-¡Esto es demasiado!- gritó sin importarle que arriba pudieran escucharla.
-Lo mínimo que merezco es una explicación. ¡¿Qué rayos pasa Mulder!?
-Creo que esa pregunta me corresponde a mí.
-¡No!- ella se acercó a él señalandole con el dedo. -Estoy harta de tu
silencio, estoy harta de que me apartes como si fuera una piedra en tu
camino. ¿Qué hice? ¿Me podrías poner al tanto?
Él apretó los puños y se hizo a un lado para no hacer algo de lo que pudiera
arrepentirse. Al verla tan alterada, se preguntaba cómo podía hacerlo, cómo
era capaz de montar una falsa con tanta naturalidad. Y las pruebas contra
ella se amontonaban en su cabeza... las fotos... los informes...
-Tú sabes lo que está pasando mucho mejor que yo.
-No entiendo nad-...
-¡Cielos Scully!- le interrumpió él - Ya deja de hacerme esto... deja de
aparentar.
Scully se quedó mirando hacia el piso en silencio.
-Quiero pruebas de lo que dices- susurró ella dándose vuelta y entrando a la
oficina. Atemorizada de ver las evidencias que pedía, porque sabía que
existían.
Apartamento de Scully.-
Ella estaba acurrucada en una esquina del sofá, abrazando sus piernas de
modo que creara un escudo que nadie pudiera atravesar para hacerle daño. Le
parecía que las horas avanzaban lentamente, tomándose su tiempo para
torturarla aun más con los martillazos que sentía en su cabeza. Había
cerrado los ojos una hora atrás sin poder conciliar el sueño y, a pesar del
par de tabletas de Tylenol, el dolor seguía vivo, punzante, como si de un
momento a otro pudiera explotar.
Quería desaparecer en la oscuridad de su apartamento.. quería creer que una
nave extraterrestre vendría por ella y se la llevaría lejos, pero las
salidas nunca son tan fáciles.
Alguien tocó la puerta. Sabía que era él. Sabía que era su compañero listo
para restregarle las pruebas en la cara y decirle todo lo que estaba
sintiendo en ese momento. Así que, se quedó refugiada en su rincón. No iba a
pararse ni a abrirle. El dolor de cabeza era demasiado fuerte para escuchar
a Mulder... pero no era ese dolor el que le detenía, sino el dolor que
vendría después de enfrentar sus palabras.
Una llave giró en la cerradura tal como ella tenía previsto. Fox Mulder no
se detendría ante el silencio al otro lado, más bien era un invitación para
su curiosidad. Sigilosamente entró al departamento, percibiendo de inmediato
de la presencia de Scully; su perfume era inconfundible después de tantos
años.
Entonces la vio en su pequeño escondite, aparentemente sumergida en sus
sueños.
-Scully- susurró temiendo despertarla. Ella no respondió, lo cual le dio
licensia para acercarse un poco más. -Dime que no es verdad- dijo mientras
sus dedos recorrían aquel rostro que ahora lucía bastante cansado. Ya no
emanaba aquella paz que le hacía parecer un ángel, ya no irradiaba la luz
que le guíaba en los días más sombríos.
De repente sintió la humedad en sus dedos y vio como una lágrima se escapaba
de la cárcel que formaban sus párpados sellados. Instintivamente retrodeció
y se alejó, al darse cuenta de que ella lo estaba escuchando.
En silencio, Scully lamentó que el calor de las manos de Mulder se esfumara
tan pronto. Con su roce sintió el tiempo retroceder una semana, cuando la
tormenta aun no se había formado. Ahora la realidad golpeaba de nuevo y
abrir los ojos era un paso muy duro de dar; pero él sabía perfectamente que
estaba despierta y no le quedaba más opción.
El trago sería amargo. Y probablemente permanecería por siempre en su
garganta
