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5º Parte
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Ojeando cuanto expediente se le cruzara en su camino, Mulder intentaba olvidar todo lo que había acontecido en la oficina de Skinner. Muchas veces había perdido el control, pero ahora se sentía peor que cuando había golpeado a alguien en medio del pasillo, o armaba un escándalo semejante.

En su vida pensó que se expresaría de Scully como lo hizo unas horas atrás. Fue como si toda la ira que tenía acumulada desde la noche anterior explotara sin importar las consecuencias. No pudo escuchar a Skinner hablar de un nuevo caso, no pudo verse junto a Scully resolviendo un nuevo acertijo después de su descarada confesión.

De muy mala manera se tuvo que enterar su superior de lo que estaba pasando. Él no quería que fuera así, él no deseaba manchar el nombre de Dana Scully... pero ella había traicionado lo más valioso que quedaba en su vida: su amistad. Y, por esa razón, iba a pagarlo muy caro.

En este preciso instante no tenía muy claro que sucedería con ellos; de lo único que estaba seguro era de que no la tendría a su lado, aunque eso significase renunciar a los Expedientes. Aunque esto último no era lo que tenía en mente. Si alguien debía irse, tenía que ser ella.

Mientras volvía a organizar las carpetas en otro orden -ya llevaba toda la mañana en eso- encontró el expediente de Duane Barry y una sensación de frío se alojó en su pecho. Tal vez ella nunca se había ido, tal vez todo fue otra farsa para que él se enganchara más en el juego. ¿Todos aquellos momentos difíciles fueron parte del guión? Y si fue así... ¿era ella capaz de sacrificar la vida de su familia y la suya propia?

Su mente no pudo dar respuesta a sus interrogantes porque Scully estaba ahora entrando a la oficina. Eso hizo arder su sangre de nuevo, justo cuando empezaba a calmarse.

-Pensé que tenías mi equipaje listo- comentó con marcado sarcasmo.

-Y yo pensé que no podías ser más cínica.

Ella le regaló una pequeña sonrisa mientras colgaba su abrigo detrás de la puerta.

-Tenías que gritarlo a los cuatro vientos, ¿no? La ropa sucia se lava en casa, Mulder.

-No creo que sientas vergüenza, no la tienes.

-No cambies el tema- replicó acercándose al escritorio y sentándose sobre este. Era una actitud que Mulder nunca había apreciado en su compañera; después de tantas revelaciones en tan poco tiempo comenzaba a dudar hasta de su nombre. -Tú más que nadie sabes que hay hombres dispuestos a morir por ocultar una verdad.

-Y... ¿estás dispuesta a morir?

-Digamos que... estoy dispuesta a matar.

Ambos se quedaron en silencio por algunos minutos, mirándose fijamente a los ojos, pero incapaces de comunicarse esta vez. Scully era quien podía leer algo a través de sus ojos verdes... y prefirió voltear la cara al encontrar tanta decepción y frustración ocultas detrás de la indignación.

Lentamente se puso de pie y empezó a dar pequeños paseos por toda la oficina.

-Supongo que le pedirás a Skinner que me retire de esta sección. Le restregarás las pruebas en la cara... le mostrarás orgullosamente que todo aquello que le dijiste sobre mí, que, por cierto, no quiero saber, es cierto.

-Supones bien- intervino él notablemente molesto.

-¡Pues no!- exclamó golpeando el escritorio con sus manos, lo cual hizo sobresaltar a Mulder. -No voy a salir por la puerta de atrás, Mulder. Yo hice mi trabajo y eso lo tendrás que entender.

Él tenía una respuesta inmediata, pero eligió morderse la lengua. Esta discusión no tenía fin y, en verdad, le estaba asustando seguir adentrándose en la dimensión desconocida de la totalmente transformada Dana Scully.

-Agente Scully- dijo pretendiendo que frente a él se encontraba una completa extraña. -Espero que esta situación se solucione pronto; mientras tanto, salga de mi oficina, por favor.

-No es tan fácil, Mulder- respondió Dana ocultando la sorpresa que le causó la actitud tan pasiva de su compañero. -Sabes que no.


Refugio de los Pistoleros Solitarios.-

-Mulder... ¿cuántas veces debo repetirte que las fotos son auténticas?- comentó Byers ya casi perdiendo la paciencia. -Es ella, es el fumador, y las fechas coinciden con los reportes.

Pero Mulder seguía sumergido en una de las imágenes que aparecía en la pantalla del computador. Intentando meterse en la escena plasmada y vivir cada detalle de aquel momento que transcurría a sus espaldas.

-¿Qué me dices de los reportes?- preguntó de repente.

-Es su letra... o un buen imitador- intervino Frohike, que traía la misma cara de pesadumbre que Fox. -Entonces ella te dijo todo eso- dijo cambiando de tema radicalmente.

-Ya cállate, Frohike- exclamó Langley viendo que el ánimo de Mulder no estaba de lo mejor.

Por más que intentaban hacerle distraer y botar un poco la tensión que estaba viviendo estos días, él siempre buscaba el camino de regreso. Y Melvin no resultaba ser de mucha ayuda, porque no podía mantener la boca cerrada cuando alguna pregunta curiosa sobre Scully se le ocurría.

-Tengo una idea- dijo el agente asustando de nuevo a los chicos, porque estas ideas tan locas nunca terminaban en algo bueno.


Museo de Historia Natural.-

Las conversaciones tontas e inocentes de los niños de algunos colegios servían para distraer un poco su mente y su estómago. La decisión de no comer nada le estaba pesando bastante, ahora sentía un hueco enorme y la comida de la cafetería no iba acorde con su saludable régimen alimenticio.

Un par de chicas de unos 13 años no paraban de reír en una de las esquinas del museo. Aunque ambas no podían controlar la risa, una de ellas hacía el esfuerzo por mantener la compostura y evitarse un regaño de la maestra, pero no conseguía nada pues su compañera no cooperaba.

Missy y ella. A pesar de ser la estricta reina de la disciplina, Missy siempre la hacía caer con alguna de sus travesuras. ¿Qué pensaría Missy de ella ahora? En momentos como este extrañaba más que nunca sus consejos y sus teorías un tanto locas. Su hermana siempre encontraba una solución, por más difícil que fuera el problema.

-Lamento interrumpir sus reflexiones, agente Scully.

Ella volteó rápidamente, un tanto alterada por haber sido tomada de sorpresa.

-Hola- saludó secamente. -Llega tarde.

-Soy un hombre muy ocupado. Además, es hora de mucho tráfico, usted lo sabe.

Sin molestarse en prestarle atención a su excusa, Scully fingió seguir viendo una de las exhibiciones de la sala.

-Está muy educativa esta parte del museo, pero aquella sala es más interesante- comentó El Fumador tomando a Scully del brazo y llevándola consigo lentamente.

-¿Qué está haciendo?- replicó ésta tratando de zafarse sin llamar mucho la atención de las demás personas.

-Tranquila, agente- le susurró muy cerca del oído. -No muerdo.

Dana tuvo que respirar profundo para no sacar su arma y descargarla en él en ese preciso instante. Con solo verle y percibir el olor a cigarrillos tenía suficiente para que su estómago se revolviese. Ahora también tenía que soportar una invasión a su espacio personal.

La sala era como cualquier otra, no encontraba ningún elemento que la hiciera más interesante. Exhibiciones similares, estudiantes murmurando, maestras pidiendo un poco de silencio, guías explicando algo que nadie escuchaba y... Fox Mulder en una de las esquinas.

Inconscientemente clavó sus uñas en el brazo de Spender y una mueca ilegible se pintó en el rostro de éste. Estaba tan feliz y complacido que no podía ni reírse, sólo presenciar la escena que estaba por formarse.

Scully cerró los ojos por unos cuantos segundos, esperando que la visión pasara. Pero al abrirlos se encontró con unos ojos muy conocidos que no podían ocultar su asombro.

-Agente Mulder- dijo El Fumador con un tono de voz casi irreconocible. -Qué sorpresa verle por aquí. ¿También se une a la tarde educativa?

-Sí...- respondió éste con una dosis mayor de cinismo, -es bueno respirar aire libre de vez en cuando, en especial cuando el ambiente de trabajo está tan intoxicado.

La agente no pudo evitar su familiar gesto de alzar las cejas ante el comportamiento tan poco característico de su compañero.

-Vaya Scully...- añadió encontrando el momento perfecto para atacar, -veo que también huyes de la presión del trabajo.

-Así es- respondió ella fracasando en su intento por parecer indiferente. Las lágrimas que se acumulaban en sus ojos luchaban por salir y en su garganta el nudo era cada vez mayor.

-Bueno agente...- intervino el Fumador para dicha de Scully. -Dana y yo tenemos mucho por recorrer aun, así que lamentablemente debemos marcharnos, ¿verdad Dana?- ella asintió sin levantar la cabeza. -Adiós Mulder.

-Que se diviertan- dijo éste entre dientes, al ver como la pareja se perdía entre la muchedumbre.


Apartamento de Scully.-

Su cama era el objetivo principal desde que atravesara la puerta, y sus pies dieron los pasos justos para llegar hasta allí y lanzarse sin quitarse una pieza de encima. Quería hundir la cabeza en la almohada hasta quedarse sin oxígeno, o tal vez era mejor sellar las ventanas y abrir el horno.

-¡Basta!- gritó al darse cuenta de las ideas tan absurdas que tenía. Necesitaba un vaso de agua... pero no quería levantarse y dar tantos pasos hasta la cocina. Estaba demasiado lejos. -Qué vaga eres- se dijo a sí misma incorporándose lentamente. No era agua lo que necesitaba, sino un fuerte café que le quitara la jaqueca que estaba por venir.

Al llegar a la sala miró hacia puerta para asegurarse de que estaba bien cerrada. Todo estaba en orden, excepto por el sobre blanco que estaba debajo de esta, a lo mejor lo había pasado por alto al entrar.

Con el poco ánimo que tenía lo tomó del suelo y lo revisó por todos lados. No tenía remitente ni destinatario. Todo estaba en blanco.

-Tal vez sea ántrax- pensó en voz alta, -así completo mi día.

Mientras llegaba a la cocina, abrió el sobre rápidamente. Dentro había una pequeña nota con una dirección y una hora; otra más de sus "citas de negocios".

Continuará...