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Parte 7
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Un segundo de lucidez le permitió a Scully recolectar algunos detalles de la situación. Desnudez fue la primera palabra que llegó a su cerebro. Estaba completamente desnuda y no se había dado cuenta del momento en que sus prendas dejaron de cubrir su cuerpo. Sin embargo, no tenía frío, al contrario, el calor seguía ascendiendo como si se tratara de un viaje al interior de un volcán. Ladeando un poco su cabeza, pudo vislumbrar su chaqueta y su falda tirados en el suelo junto con una de sus medias de nylon. Pero cuando sintió una lengua juguetona estudiando sigilosamente su ombligo, la vista se le nubló y nueva vez emprendió la marcha hacía un paraíso desconocido.

"¡Dios bendiga esa lengua!" era lo único que podía pensar mientras se mordía los labios para no dejar escapar un próximo gemido. No era el momento de negar que unas cuantas veces se había imaginado en una situación como esta y, sin lugar a dudas, la realidad es mucho mejor, aunque no sea en la mejor de las circunstancias. ¡Cielos! Qué diría la madre superiora del colegio si la viera en este momento.

De repente la luz volvió a sus ojos, el tiempo volvió a correr y el frío empezaba a sentirse... él se había detenido. ¿Por qué? Ella levantó la cabeza lo suficiente para encontrarse con la expresión de Mulder, una mezcla de satisfacción y picardía que nunca había visto.

-Algo no está bien aquí- dijo él en tono serio.

-¿Me puedes decir qué rayos pasa?- preguntó Scully sin hacer el mínimo esfuerzo de ocultar su incomodidad y frustración ante la actitud repentina de Mulder.

-Ya quita esa cara, Scully- le respondió soltando una carcajada. Se acercó a sus labios y casi rozándolos le susurró: -Es que... tenemos un caso de desigualdad... llevo toda la ropa puesta.

-Una más de esas... y te dejo por mitad- le advirtió la agente en un tono bastante amenazante.

Por más que intentó mantener un semblante serio, la risa de Mulder era contagiosa y ella terminó compartiendo esa alegría momentánea. Era increíble la forma en que él podía mantener ese sentido del humor sin importar que el mundo estuviera derrumbándose ante los dos.

Él tenía que hacerlo. Necesitaba recurrir a esas bromas estúpidas para continuar respirando y anestesiar un poco el dolor. Reír y verla reír era una especie de medicina para su alma. Sus ojos se perdieron en aquella imagen surrealista, una de las que encabezaría su álbum de recuerdos... la observó hasta que la sonrisa se evaporó y la realidad la trajo de vuelta.

-¿Qué miras?- preguntó ella asustada de pronunciar una palabra más.

Sus largos dedos recorrieron todo el contorno de su rostro. No era suficiente grabar su belleza con la vista, también necesitaba el tacto. Sentir la suavidad de su piel, la humedad de unas lágrimas que cayeron minutos atrás, la delicada línea de sus labios. Cuando terminó el recorrido, tomó una de las manos de ella y la llevó hasta su pecho, justo donde estaba el primer botón de su camisa.

-¿Tengo que mostrarte paso por paso?- dijo él todavía manteniendo su lado jocoso. Ella le regaló otra sonrisa y poniendo cara de niña buena empezó la tarea asignada.

Primero se tomó toda su calma, dándole a Mulder una cucharada de su propia medicina, pero después analizó que esta tortura la afectaba también. Ya no tenía paciencia para jugar, necesitaba tocarlo, sentirlo, piel con piel. Sus manos agilizaron la marcha una vez se deshizo de la camisa; sólo quedaba el pantalón como obstáculo, pero eso sería cuestión de segundos.

Scully se mordió el labio inferior mientras sus ojos recorrían toda la anatomía de su compañero. Una prenda menos y su estudio estaría completo. Sus manos estaban impacientes, necesitaban un muestreo antes de ver la evidencia, así que sin pensarlo dos veces, su mano derecha fue al ataque, tomando a Mulder por sorpresa.

-¡Dios!- exclamó el agente dejando escapar un gemido. Si eso era a través de la tela, no quería imaginar lo que vendría después.

Apenas recuperando el aliento, Mulder decidió encender todas sus alarmas y poner en práctica alguna de sus tácticas. La noche debía ser larga, la más larga de su vida, y si dejaba que Scully tomara el control, todo acabaría demasiado pronto. Ella intentó volver al ataque, pero él la detuvo justo a tiempo.

-Esta es mi noche...- le dijo sin importar que sonara un tanto egoísta, fundiendo sus labios con los de Scully antes de que algún reclamo pudiera salir de estos. Cuando empezó a faltar el aire, él descendió hasta su cuello, encontrando un lugar perfecto para pasar una estadía inolvidable. Estaba dispuesto a marcar cada espacio que recorriera su boca; si no podía tenerla únicamente para él, entonces dejaría sus huellas, y aquel que llegara algún día sabría que alguien estuvo primero, alguien que significó mucho más que todos los que pudieran venir.

Recordando que la noche no era eterna, Mulder abandonó el cálido cuello de Scully y descendió hasta chocar contra sus pechos. Arqueando una ceja, observó detenidamente el paisaje que tenía frente a sus ojos... aquí había mucho que hacer e indudablemente tendría que distribuir bien el tiempo para no encontrar los primeros rayos de sol cuando terminase allí.

Primeramente estaba el recorrido por el estrecho y delicado valle escondido entre las dos prominentes colinas. Era el rincón perfecto para descansar y decidir cuál de las dos escalaría primero. Tras lanzar una moneda invisible al aire, inició por la derecha. Con pequeños besos fue trazando el camino que le llevaría hasta la cima y, una vez ahí, no sería tan piadoso. Cuando su lengua probó tímidamente el pezón, descubrió que se llevarían muy bien... tan bien que resultaba peligroso. Podía caer en una adicción. Terminado el itinerario de ese lado, pasó al izquierdo repitiendo minuciosamente el mismo ritual.

-Si pudiera detener el tiempo...- dijo sin darse cuenta de que hablaba en voz alta. Scully abrió los ojos al escucharlo y con la mirada le recordó que eso era imposible. El asintió y rápidamente volvió a concentrarse en su interesante recorrido por la desconocida geografía de Dana Scully.

Ahora era el turno de una extensa llanura. Largo el camino, pero con muy buena recompensa. En medio del desierto se encontraba un pequeño oasis ya conocido por él. Fue su centro de atención cuando desnudó a Scully; su lengua desarrolló más amor por ese ombligo que por las semillas de girasol.

El final del recorrido se estaba acercando. Y aunque su boca avanzaba con toda la calma del mundo, sus manos no tenían la misma paciencia y empezaban a enredarse en la pequeña selva que le aguardaba. Los gemidos cada vez más intensos de Scully eran la mejor señal, un estímulo sin igual para sumergirse sin temor a perderse.

Viéndola gemir de placer, él recordó cada momento que estuvo junto a ella todos estos años. Así mismo empezó a visualizar como sus recuerdos se iban manchando uno a uno por una verdad que debió permanecer enterrada. Y volvía a suceder... la rabia le iba cegando y era capaz de eclipsar todo el amor que podía sentir por ella.

Su furia se reflejó en sus caricias, las cuales fueron aumentando su intensidad con una proporción geométrica. Lo que era el suave roce de unos dedos, se convirtió en una invasión desesperada, en el deseo vehemente de dejar su sello en aquel terreno vedado para él.

Sus ojos volvieron a enfocar el rostro de Scully. Necesitaba ver su reacción, los gestos que se pintaban en su faz y la forma en que mordía sus labios cuando sentía que iba a explotar. Estaba viva, se estremecía de placer cada vez que sus dedos iban más allá. Y era por él... todo por él... de sólo pensarlo su ego crecía y su sed de venganza también.

Poco a poco fue acercando su boca y depositando pequeños besos que lograban su objetivo. Esta noche la racional Dana Scully perdería el control... la tenía a su merced y no estaba dispuesto a dejar pasar una oportunidad que probablemente sería una vez en la vida. Si alguna vez ella estaba a punto de cruzar la línea entre la cordura y la locura, era en ese mismo momento.

Aferrándose fuertemente a las sábanas, Scully trataba de pensar en algo, cualquier cosa que la mantuviera en contacto con la Tierra. Pero la sensación era muy fuerte, algo así como un remolino que la arrastraba, haciéndola subir y bajar constantemente para hacer el momento más angustioso... para darle más tiempo de pensar que no importa cuanto se haya luchado, todo está perdido.

Continuará...