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8ºParte
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Por momentos la batalla era sofocante. El aire no era suficiente para satisfacer la demanda de su cuerpo y la de su mente a la vez. Uno de los dos debía ceder y, puesto que su cuerpo estaba más que conforme, la decisión no necesitaba ser tomada.

Su respiración volvió a cortarse cuando sintió los dedos y la lengua de su compañero seguir una secuencia de movimientos sincronizados. Era como una coreografía que rápidamente la estaba llevando al borde de un abismo al cual su parte racional quería evitar que cayera, pero el deseo era más fuerte que la razón gritándole qué pasaría al día siguiente cuando el sueño se convirtiera en una pesadilla.

Los segundos siguientes pasaron como una ráfaga... ese choque de sensaciones, al tiempo que sus músculos se contraían y la hacían tocar un cielo que no era real.

Cuando el tornado pasó, abrió los ojos y se encontró con los mismos ojos verdes que la elevaban y la hundían a la vez. Mirándola con esa antifaz de indiferencia que era capaz de devolver todas sus preguntas y dejarla con las dudas. Su encuentro con la realidad estaba resultando más difícil de lo esperado... ella no terminaba de alimentar su esperanza cuando él ya la estaba matando.

Impulsivamente atrajo a Mulder hasta quedar cubierta por su cuerpo. Le desesperaba verle inerte por par de segundos, cuando toda su piel gritaba por sus caricias y sus besos. Decir eso le habría resultado muy extraño unos cuantos días atrás, pero ahora que lo tenía a su alcance se estaba acostumbrando con una rapidez asombrosa.

Él acortó la distancia entre sus labios, entregándole el mismo torbellino de emociones que nublaban sus ojos. Un quejido se ahogó en su garganta al sentir las uñas de Scully clavándose en su espalda, para después bajar y llevarse consigo el único pedazo de tela que cubría su cuerpo.

Sentir la desnudez de Scully contra su erección le hizo olvidar que él era el capitán de este barco, y como un acto reflejo profundizó el beso a medida que se unía más a ella. Con sus manos ella lo guío hasta su entrada y, sin pensarlo más, él empezó a penetrarla, primero con la cautela de un navegante en mares desconocidos... luego con la agilidad de aquel que lleva toda una vida en alta mar.

Parecían dos locos a bordo de una nave a punto de naufragar... las sábanas se convirtieron en olas y ellos en diminutos granos de sal que viajaban al compás del vaivén. Ambos se miraron directamente a los ojos, esforzándose para no perder ningún detalle. Ya que estaban desnudos del cuerpo, estaban dispuestos a desnudar el alma, y que mejor que los ojos para reflejar los sentimientos.

A Scully le fue difícil traducir el lenguaje en que el alma de Mulder trataba de comunicarse, ni siquiera él comprendía del todo lo que estaba sintiendo en aquel momento. Sin embargo, ella no se resistió... tal vez era la única oportunidad que tendría para liberarse de la carga que llevaba en su corazón. La parte más dura ya había pasado: decir las palabras.

Entonces, la contradicción se adueñó de Mulder. Su cuerpo respondía a su lado vengativo, al simple placer que brinda la carne sin importar lo que lleva al acto en sí... abandonaba al ser humano para convertirse en animal, aumentando el ritmo y la intensidad de sus embestidas... Por otra parte, su espíritu se reflejaba en ese contacto visual que mantenía con Scully. El dolor, la confusión, el amor y una confianza quebrantada.

Ella luchó para no romper el hechizo ahora que estaba viendo al verdadero Mulder. Pero su cuerpo se estremecía con la creciente agresividad de éste. Permanecer con los ojos abiertos era casi imposible; sin embargo, no se daba por vencida.

-¡¡Ohh Diooos!!- gritó en contra de sus deseos, cuando ya morderse los labios no fue suficiente. Y Mulder sonrió complacido, un punto para su ego y para el monstruo que se estaba formando en su interior.

Pero su turno llegaría pronto, pensó Scully. Ella no sería la única en gritar como una desquiciada, no sería la única en temblar cuando el deseo llega hasta la cima y te hace estremecer por más fuerte que quieras ser. Sus manos podían palpar la tensión creciente, la sangre convirtiéndose en lava y el ritmo de su respiración aumentando sin control.

-Déjalo salir...- le susurró ella rozando ligeramente sus labios y acariciándole la espalda con sus uñas. Él volvió a besarla con frenesí, devorándola con cada mordisco y ahogando sus gritos en su garganta. No quería pronunciar su nombre... no quería gritarle cuánto la amaba, ni agradecerle por hacerle sentir tantas cosas en un sólo segundo.

-¡¡¡Scullyyyyyy!!!- exclamó mientras su cuerpo se estremecía al alcanzar el clímax y sus manos temblorosas rodeaban el rostro de su compañera, quien no se perdía el más mínimo detalle. Al recobrar su ritmo normal, él la miró fijamente y le regaló un beso muy distinto a todos los que había vivido aquella noche. Sus labios sabían a lágrimas y a despedida.

Lentamente abandonó el cuerpo de Scully, dejándole una sensación de vacío totalmente nueva para ella. Sin decir nada, se recostó sobre su espalda y cerró los ojos esperando ver pronto la luz del día.

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El resplandor sobre sus ojos fue peor que un reloj despertador cerca de su oído. Primero se sintió perdida, acostada en una cama que no era la suya y en una habitación que no tenía similitud a ninguna que hubiera ocupado con anterioridad. El olor a Mulder y las sábanas revueltas la sacaron de su efímera amnesia... pensó que todo había sido otra jugarreta de su subconsciente, pero no era así.

Las escenas empezaron a surgir de su memoria, y la realidad le golpeaba como un balde de agua fría. Había discutido con Mulder... había hecho el amor con Mulder... ahora despertaba sin Mulder.

-¿Qué esperabas?- se dijo cubriendo su cara con sus manos. -¿Que te despertara con un beso y un ramo de rosas? ¡Estúpida!

Ella se levantó sin preocuparse de cubrir su cuerpo y recogió toda su ropa del suelo. De camino al baño, se encontró con un desayuno bastante completo y una nota. La tomó sin darse tiempo a pensar de qué podría tratarse, y la leyó rápidamente. Sólo era para avisarle que el desayuno estaba listo y que le echara un vistazo al guardarropas.

"Un telegrama tiene más sentimiento", pensó caminando hacia el closet, donde encontró par de trajes de su talla. Entonces recordó la junta que tenía hoy y miró su reloj asustada. Estaba a tiempo... todavía estaba a tiempo de tomar un buen baño, disfrutar del desayuno y relajarse observando el paisaje matutino de el D.C.


Oficinas del FBI.-

Aunque sus manos estaban vacías, el peso que sentía era enorme. Durante todos los años que estuvo trabajando en el Edgar Hoover, entrar por la puerta principal y realizar su trabajo día tras día le daba toda la satisfacción que necesitaba en su vida profesional. Pero hoy todo era diferente... muy diferente.

Hoy sentía vergüenza de haber elegido una carrera en el FBI para hacer la diferencia. Se sentía decepcionada de sí misma por no haber tenido la fuerza suficiente para frenar una situación que pudo tener una mejor solución. Se sentía miserable por haber entrado en la vida de Fox Mulder para ser una más en la lista de aquellos que no han hecho más que causarle sufrimientos.

Pero la poca dignidad que le quedaba, le había hecho prometer que todo terminaría hoy, sin importar lo que pueda pasar dentro de esa sala de juntas.

Una vez entró a la reunión, el espacio se le hizo más pequeño y el aire pobre. Su mente flotaba lejos, sostenida por un delgado hilo que apenas le dejaba saber cuando era su turno de participar. Al fin estaba jugando el rol que El Fumador siempre tuvo guardado para ella: el de muñeca de trapo manipulada por un ventrílocuo. Diciendo las palabras que figuraban en su guión y moviéndose al compás de sus manos.

Ella no vio a Skinner, ni a Mulder, ni al grupo de directores que estaban allí para presenciar el maravilloso trabajo de la talentosa Dra. Scully, quien al fin lograba joder a la piedra más fastidiosa en los zapatos de los federales. Su vista se limitaba a la pila de documentos que tenía a su alcance y de vez en cuando el murmullo de los presentes le daba una vaga idea del rostro que debían traer algunos.

Cuando terminó de presentar todo el material que tenía, tomó una bocanada de aire y se sentó a esperar la decisión que debía ser tomada. Le costó mucho no dirigirle la mirada a Mulder, pero no iba a hacerlo. Así que pasó esos minutos eternos ojeando nuevamente los informes que llevaba consigo, hasta que la voz de una de las directoras la trajo de vuelta a la Tierra.

-Agente Scully, a raíz del reporte que acaba de presentarnos y de ciertos incidentes ocurridos recientemente en la sección de Expedientes X, nos vemos en la obligación de tomar una seria decisión. Pero dada su experiencia en el campo a lo largo de siete años, todos coincidimos en que usted debe tener la última palabra.

Scully sintió como su sangre empezaba a hervir con aquellas palabras. Esos hijos de puta no sólo pretendían lavarse las manos, sino también dejarle toda la carga a ella.

-¿Piensa que los Expedientes X deben ser cerrados?

-Sí...- respondió sabiendo que no había más opción que la afirmación. -Los Expedientes X deben ser cerrados.

La directora afirmó con la cabeza, y acto seguido todos se levantaron de sus asientos, recogiendo sus cosas.

-El lunes a primera hora usted y el agente Mulder deben estar en mi despacho.

Con un gesto afirmativo, Scully abandonó la sala antes que cualquier otro. Sus pulmones le pedían a gritos aire puro y en todo el edificio no iba a encontrarlo. Quería correr, atravesar los pasillos tan pronto como sus tacones se lo permitieran, pero tenía que mantener su postura.

Podía sentir la fría mirada de Mulder perforando sus huesos, las innumerables interrogantes de Skinner resonando en su cabeza... incluso se imaginaba a su madre preguntando qué había sucedido y exigiendo una razón.

Al salir a la calle, pudo encontrar el aire que buscaba, pero ya nada era igual. El mundo seguía girando como de costumbre; sin embargo, para ella, las agujas de su reloj empezaban a detenerse sin marcha atrás. Peldaño a peldaño fue descendiendo hasta llegar a la acera, contemplando los carros cruzar la avenida, la gente caminando a toda prisa... todos ajenos a los demonios que carcomían su alma.

-Debo decir que ha superado mis expectativas- era esa voz otra vez, la misma que traía consigo ese olor a Morleys que la intoxicaba. La agente se volteó lentamente, sin dejar de mover la cabeza de un lado a otro en señal de negación. -¿No le funcionó el maquillaje?- preguntó señalando la marca morada que traía en el cuello.

Nerviosamente, ella se llevó las manos hasta allí, tratando de cubrir con su chaqueta aquella evidencia comprometedora.

-¿Que quiere?- le preguntó ésta secamente.

-Felicitarla por su excelente trabajo. Hemos concluido la primera etapa.

-Ya está más que satisfecho... mi trabajo termina aquí.

-No- respondió él dejando salir más humo de su boca.

Sin poder retener una risa nerviosa, Scully se acercó unos pasos hasta Spender, tratando de interpretar su expresión para saber qué más necesitaba. Ya su ambición no tenía razón de ser, acaba de destruir los Expedientes X. ¿Qué más quería?

-¿Por qué no me mata ahora?- le dijo mostrándole que honestamente estaba dispuesta a darse por vencida.

-Porque sería demasiado fácil- le respondió dejándola ahí parada y con el campo libre para distinguir a pocos metros al único testigo de aquel intercambio: Mulder.

Continuará...