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Parte 11
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Al principio ellos fueron más sutiles y cuidadosos con sus movimientos. Vigilarla era casi un arte, con toda paciencia, sin dejar una huella que pudiera levantar sospechas en la agente. Ahora no se tomaban tantas molestias. El propósito ya no era seguir su rastro, sino recordarle que ellos estaban ahí como una sombra de la que nunca se libraría.

Una mano estaba en el volante, la otra sostenía el móvil. Sus ojos no descuidaban el retrovisor, presenciando la agilidad de sus persecutores cada vez que ella tomaba un atajo distinto o doblaba precipitadamente en alguna esquina. Sus dedos se deslizaron sobre cada número hasta formar una combinación bastante familiar.

-¿Hola?

-Hola mamá- saludó tratando de sonar lo más natural posible. -¿Cómo estás?

-Bien Dana. Qué sorpresa. ¿Está todo bien?

-Sip- llamarla no tenía sentido... bueno, para ella lo tenía pero no podía explicarle nada de lo que ocurría a su madre. -Es que tengo un rato libre y tenía mucho sin hablarte.

-Bueno, ¿y cuándo sacarás otro tiempo para visitarme? Ya tengo deseos de verte.

Scully se quedó en silencio al no saber que decir. ¿Otra mentira? Estaba muy acostumbrada últimamente.

-Em... hay mucho trabajo. Un día de estos me aparezco en tu puerta- ella pudo escuchar el suspiro de su madre al otro lado. Esa era su respuesta cuando no estaba conforme o convencida de las excusas de su Dana. -Mamá... tengo que dejarte. Estoy conduciendo.

-Ok.. cuídate mucho, hija.

"Sí, madre", se dijo cuando cortó la comunicación, todavía apretando el celular con su mano. Pensaba marcar otro número, pero antes de cometer semejante idiotez lanzó el aparato al asiento trasero. Mientras más lejos mejor.

Volviendo a Tierra, Scully empezó a fijarse más detenidamente en los letreros que veía pasar como estrellas fugaces. Iba rápido, muy rápido. Más allá del límite permitido dentro de la ciudad... pero ahora caía en la cuenta de que la había dejado atrás.

La carrera del gato y el ratón se estaba haciendo aburrida. Si hubiera ido rumbo a su departamento, tal vez ellos se hubieran quedado fuera vigilado o la hubieran seguido hasta dentro para darle punto final a todo este asunto. Pero no. Eligió entrar un poco en el juego y hacerlos desesperar con tantas vueltas y calles. Aunque pensándolo bien... les estaba haciendo el trabajo más fácil saliendo hacía una pista vacía, donde desaparecer un auto no era problema.

Optó dejar de pensar y relajarse un poco, así que encendió la olvidada radio y encontró a una Britney cantando sobre calor y otras cosas más. Nop, demasiado calor hacía ya. Cambió de estación y escuchó entonces la hipnotizante voz de Sarah Mclachlan contando una de sus nuevas historias.

Cantaba sobre haber caído a pesar de los esfuerzos... haber perdido todo por lo que tanto había luchado. Sería masoquista de su parte seguir escuchando, pero no podía evitarlo. Era como una droga para sus oídos.

Tarareando la nueva melodía, miró nuevamente hacia atrás sorprendiéndose de ver que el anónimo vehículo mantenía una distancia mucho mayor a la que habían mantenido en todo el trayecto. ¿Estarían cansados o se les acabaría el combustible? No tenía respuesta, así que volvió a centrarse en la carretera, cuidando de disminuir la velocidad para la curva que se aproximaba.

Antes de identificar bien el vehículo que venía hacia ella, el ensordecedor ruido de los frenos y del choque la envolvieron, sin darle tiempo a pensar claramente lo que estaba sucediendo. Todo dio vueltas... todo era confusión. La calma llegó a los pocos segundos, siendo el silencio mucho peor que la acción misma.

No quería abrir los ojos ni moverse. De por sí no sabía si estaba viva, pero el olor de la gasolina fue la alarma que despertó sus sentidos. Debía salir del auto antes de que el dolor le quitara la poca fuerza que le quedaba.


Apartamento de Mulder.-

Su respiración, el tic tac del reloj y el suave murmullo del viento eran los únicos protagonistas en aquella cárcel silenciosa. Sin embargo, esos sonidos golpeaban sus oídos como si fueran parte de la más estruendosa explosión. Estaba resacado. Peor que la primera vez que un adolescente se emborracha o que la más alocada fiesta de la universidad.

El alcohol termina de consumirse en el organismo. Ella no. Ella es el veneno que su cuerpo nunca podrá eliminar. Por más que intente, por más que quiera. Está clavada en sus entrañas... para bien o para mal, porque ella lo complementa pero también lo destruye.

Entre tanta locura se hizo un pequeño lapso... una nota mental: No enamorarse en las siguientes vidas. Ya en esta todo estaba perdido.

Enamorarse. De sólo pensarlo sintió que su pecho se encogía, no dejando entrar la cantidad de aire necesaria. Tenía que incorporarse. Joder, el sofá estaba tan cómodo.

Tenía mucho tiempo de haber abandonado su práctica de auto-tortura. Scully lo ayudó bastante en ese sentido y ahora ella era la culpable de que volviera a caer. Bien tarde se daba cuenta de su papel de marioneta. Sus palabras se convertían en sus acciones... hasta ese punto había calado Scully en su existencia.

El teléfono sonó. No iba a contestar. Que se viniera el mundo encima, pero no pensaba mover un solo dedo para levantar ese estúpido aparato. No le interesaba lo que pudiera suceder. No cuando su mundo ya estaba en ruinas.

"Agente Mulder, habla Skinner. Si está ahí por favor responda". La maldita contestadora estaba funcionando. "Mulder. La agente Scully... ella sufrió un accidente..."

-¡Señor!- exclamó este sofocado. -Estoy aquí, ¿qué pasó?

-Mulder... al fin responde- él sonaba nervioso. Se tomó una pausa que para Mulder fue extremadamente larga y entonces retomó el asunto con la mayor firmeza posible. -Scully tuvo un accidente...

-¡Eso ya lo dijo! ¿Qué diablos pasó?

-Ella falleció, Mulder.

Negación. Esa fue la primera reacción de su cuerpo y de su mente. Ella no podía estar muerta porque ella era su vida. Y él seguía respirando aquel aire todavía impregnado de su presencia.

Skinner seguía narrando el suceso como si alguien se lo hubiera pedido. Quería decirle que se callara, pero no le salía la voz. Apenas podía distinguir algunas palabras y entonces, finalmente, el silencio.

-¿Agente Mulder?- estaba preocupado. Muy preocupado. Conociendo la personalidad del agente, tenía miedo de que tarde o temprano cometiera una locura.

-¿Ya le dijo a su madre?- su voz había perdido por completo la naturalidad.

-Sí.

Imaginarse el rostro de la señora Scully no le fue difícil. En más de una ocasión pudo verla enfrentar una situación similar. De seguro estaría saliendo de su casa rumbo al hospital a encontrarse con la cruda realidad de haber perdido su otra hija.

Entonces le llegó otra inquietud. ¿Tenía la fortaleza necesaria para verla? ¿Era capaz de pararse frente a su cuerpo inerte?

Él colgó sin despedirse. Era un momento en que las formalidades salían sobrando. Soltando el teléfono, se dejo caer al suelo justo al lado de su sofá, colocando sus brazos alrededor de sus piernas y escondiendo su cabeza en el hueco que quedaba entre su pecho y sus rodillas.

Así quería pasar la noche y todos los días que estuvieran por venir. Escondiendo su rostro de la luz del sol para nunca olvidar que su flama interna se había extinguido.

Sin embargo, su distanciamiento del mundo tendría que esperar. Primero había que cumplir con las leyes de la sociedad, con un elegante traje negro y unas gafas que ocultaran las lágrimas de unos y la hipocresía de otros. Odiaba ese desfile de apariencias, porque en realidad serían muy pocos los que al pasar el tiempo sentirían de verdad el vacío que deja quien se ha ido.

Y él era uno de ellos. A pesar de las circunstancias.


Arlington National Cemetery.-

Salió tarde para llegar tarde. Así quería que fuera. No necesitaba presenciar toda una ceremonia ni escuchar despedidas y palabras tristes. Él nunca fue parte de ese círculo, sólo fue parte de ella y así iba a despedirse: a solas con Scully.

Mulder esperó pacientemente, oculto tras el vidrio tintado de su auto. Todos empezaron a irse... poco a poco, como era de esperarse. Excepto una persona, la única con la que pudo compartir un poco después de Dana. Su madre.

Caminó lentamente, con temor a acercarse e invadir la privacidad del momento. Entonces la escuchó decir:

-Ella me llamó unos minutos antes, sin saber qué decir, prometiendo que un día de estos me visitaría- él no sabía si hablaba sola o si se había percatado de su presencia. -No supe interpretar su silencio... o tal vez sí, pero me acostumbré a ocultar mi mortificación porque Dana siempre podía con todo, y si trataba de ayudarla se molestaba.

Sip. La típica muralla Scully. La conocía a la perfección.

-No encontraron su cruz- dijo depositando la última rosa que quedaba en sus manos, -algo raro porque no acostumbraba quitársela- se quedó un rato pensativa, leyendo la lápida una y otra vez. -¿La viste, Fox?

Él negó con la cabeza, no pudiendo articular palabra.

-Yo tampoco- prosiguió volteándose por completo. -No quiero llevar esa imagen de mi hija en mi memoria. Apenas... apenas pudieron identificarla- sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, -no quiero ni pensar en el sufrimiento que fue para ella.

Mulder respiró profundo y se acercó hasta ella para abrazarla. Era la primera vez que la tenía tan cerca y le pareció como si fuera a Scully que estuviera rodeando con sus brazos.

-Mamá- se escuchó una voz lejana. Era Bill, que junto al auto esperaba con algo de impaciencia a su madre.

-Adiós Fox- le dijo apartándose de él sin poder mirarle a la cara.

-Adiós, señora- susurró Mulder pensando que esta vez era un adiós en todo el sentido de la palabra.

Y ahora que quedaba solo frente a la fría lápida, se dio cuenta de que no era tan fuerte como creía. No estaba listo para hablar con ella de esta manera, tal vez nunca iba a estarlo. Las dudas que quedaron en vida permanecerían martillando su mente. Quizá algún día terminaría de aceptar su destino.


Apartamento de Mulder.-

Ella quería decirle algo. Esa fue la última idea que se plantó en su cerebro y le era imposible sacarla. Sus ojos delataban el miedo que corría por sus venas... no esperaba encontrarlo porque no debía ser así. Había estado en el departamento más tiempo del previsto y, cuando terminó de hacer lo que había venido a hacer, tuvo que quedarse porque no podía despedirse.

¿Cómo lo sabía? Todo estaba en el aire... en esa mágica conexión que ambos compartían y que jugaba con ellos sólo dándoles pequeñas pistas a la vez que los cegaba con el miedo a la traición y a la distancia.

Empezó a buscar entre todas sus pertenencias como un loco, sin importar el caos que dejaba a su paso. Busco entre sus libros, sus informes... nadie le quitaba de la cabeza que había dejado algo aquí.

Entonces miró hacia la mesa: un sobre, justo del color del computador como para que pasara desapercibido. A distancia pudo distinguir la letra de Scully. Sus sentimientos se entremezclaron al tenerlo en sus manos y abrirlo le llevó más tiempo del normal.

Mientras desdoblaba la carta para empezar a leer, sintió algo que cayó a sus pies. Se inclinó para ver de qué se trataba y se quedó pasmado al ver la pieza que brillaba a pesar de la poca luz.

Sus torpes dedos recogieron la cadena al tiempo que sus rodillas tocaban el suelo. Esa frágil prenda significaba tanto... y ella había decidido dejarla en sus manos. No podía entenderlo. Quizá dejó pasar alguna señal por alto, quizá estaba tan ocupado intentando odiarla que se olvidó de buscar y llegar hasta el fondo de lo que en realidad estaba pasando.

Y la verdad no estaba tan lejos como él pensaba.

"Deja que las mentiras entierren mi cuerpo, pero nunca mi alma".

Continuará...