CAPÍTULO 1: Un reencuentro. ¡¡¡DEMONIOS, UN GATO QUE HABLA!!!
Alex miraba la puerta del despacho del detective impaciente, con nerviosismo. No estaba seguro de querer oir lo que había averiguado sobre su amigo de la infancia, Armando.
Una vez más, miró el reloj de su muñeca. Hacía más de media hora que tenía que haber entrado. Pero, tal y como empezaba a ser normal por ahí, la persona que iba justo delante de él era una mujer a la que se le notaba a kilómetros que era una "nueva rica" y por los gritos y aullidos que se oían de dentro del despacho, debían de haberle dado una muy mala noticia. Tal vez su marido le era infiel, su hijo le robaba a escondidas o su hija se había unido a una banda de motoristas con crestas y pinchos.
La puerta se abrió y de ella salió la mujer, llorando amargamente mientras el rimel le resbalaba por las mejillas. El detective, un hombre alto y con gafas, trataba de consolarla.
- Venga, venga.- le decía.- No se preocupe, señora Yamaichi, podría haber sido peor.
- ¿Pero cómo ha podido?.- continuó llorando la mujer.- ¿Cómo ha podido hacerme eso?
- Son cosas que pasan, los instintos y eso...
- ¿¡Pero con esa!?.- sollozó la mujer, mientras se sonaba ruidosamente en un pañuelo blanco con puntillas rosas.- ¡Si ni siquiera tiene pedigree! ¡Mi Fufú jamás me habría hecho eso!
- Si, pero Totó no es como su padre, señora Yamaichi.- trató de explicarle el detective.- Es joven e impulsivo y ya sabe usted que se pierde por las caniches blancas. Ya madurará.
La condujo hasta la puerta del ascensor, donde la dejó, mientras seguía llorando amargamente sobre el terrible comportamiento de Totó.
Miró su lista mientras suspiraba.
- A ver... señor Omishi.
Alex sintió como si le clavaran al asiento.
- ¿Señor Omishi?.- volvió a decir el detective, al ver que andie se ponía en pie.
- Yo.- dijo finalmente Alex, casi dando un salto y se recriminaba a si mismo por su comportamiento. ¿Por qué estaba tan nervioso? No era que hubiese encontrado a sus verdaderos padres, ni que fuese a heredar una fortuna de algún familiar perdido (claro, que todos sus familiares estaban perdidos...). Era simplemente reencontrar a un amigo de la infancia, un chaval al que conoció cuando apenas tenía siete años u ocho años... y que había sido lo más cercano a un hermano que había tenido jamás. Si no hubiese sido por esos estúpidos que lo adoptaron jamás habría perdido el contacto con él.
Y ahora, gracias a sus amigos, parecía que podía volver a reencontrarlo. Era como recuperar a la familia que nunca tuvo.
Entró en el despacho del detective y se sentó, tratando de no mostrar lo nervioso que estaba realmente (cuando en realidad se alegraba de que los apoyabrazos del sillón fuesen de metal porque si no, probablemente lo mellaría de la presión que estaba haciendo con los dedos).
El detective, sin dar ninguna muestra de estar nervioso, alegre, triste o intranquilo, se sentó en un sillón giratorio y se puso a mirar en un archivo, apartando carpetas con toda la tranquilidad del mundo, hasta que finalmente sacó una en la que ponía "Omishi, Alejandro".
Alex tragó saliva.
- Veamos.- dijo finalmente el detective.- Si, ya me acuerdo del caso... no lo encargó usted, sino unos amigos suyos ¿no?
- Si.- asintió Alex, retorciendose las manos por debajo de la mesa. ¿A qué venía eso? ¡Pues claro que debía acordarse, era detective, los detectives tenían que recordarlo todo!
- Ha sido dificil.- murmuró el detective.- El orfanato no ha colaborado demasiado.
- ¿Por qué será que no me extraña?.- gruñó Alex, impaciente. No le había dicho nada que no supiese. Para eso se ponía a ver Colombo y se dejaba de historias. No quería oir los detalles de la investigación. Quería oir el resultado de la investigación. ¿Es que ese hombre no veía Barrio Sésamo?
- Bien...- dijo una vez más el detective.- Me alegro decirle que he encontrado a su amigo.
Y ahora le contaría que... el corazón de Alex se detuvo casi en seco. ¿Lo habían encontrado?
El detective le pasó una fotocopia del informe, como si en vez de decirle que había encontrado a aquel que había sido como un hermano para él, su única familia, al que hacía más de diez años que no veía, le hubiese dicho que había encontrado tirado en el suelo un libro de geología del colegio.
- Su nombre ahora es Armando Chiba (aunque creo que eso ya lo sabía usted) y está estudiando Medicina. Fue adoptado por una familia adinerada que falleció hace unos pocos años, de modo que ahora dispone de un buen capital.- explicó el detective, mientras sacaba un chicle del bolsillo y lo desenvolvía tranquilamente, ignorando la cara de Alex, que apenas era capaz de reaccionar, con el informe entre las manos.- Está estudiando en EEUU, aunque ahora está aquí pasando las vacaciones de verano. Tiene una novia, Bunny Tsukino, de 17 años, con la que lleva saliendo dos años. Irónicamente, ambos viven en esta ciudad.
Alex alzó la vista, sorprendido.
- ¿Qué vive aquí?.- logró decir, todavía sin salir de su asombro.
- Sí.- asintió el hombre.- De hecho, lleva viviendo aquí más de diez años.
- ¿Y cómo es que no me lo he encontrado antes?.- se extrañó Alex.- Esta ciudad no es tan grande y creo que somos lo suficientemente parecidos como para reconocerlo si lo viese o, cuanto menos, haber oido hablar de él. Aunque ahora esté en EEUU, tendría que haberle visto antes.
- ¿No le ha comentado nunca nadie que creían haberle visto a usted en algun sitio cuando en realidad no era así?
- Sí, claro, muchas veces, pero supuse que era alguien que, simplemente, tenía alguna similitud conmigo, nada más. Pero que yo no lo haya visto...
- Misterios de la vida.- replicó el detective, encogiéndose de hombros, mientras se ponía en pie y le indicaba a Alex amablemente dónde estaba la puerta. Todavía le quedaba mucho trabajo por hacer y no podía perder su valioso tiempo analizando las posibilidades que había de no haberse encontrado nunca con ese joven.- Su dirección y su teléfono están en el informe.
Alex se levantó, dirigiendo una apenas audible despedida al detective, mirando al ficha de Armando. Incluso venía una foto. Rayos, seguía igual que siempre. La misma cara, el mismo pelo... bueno, era más grande, pero en más de doce años lo preocupante hubiese sido que tuviera la misma estatura. Miró la dirección. En el mismo centro de la ciudad. Debía de haber pasado por delante de su portal miles de veces. Y nunca se habían encontrado.
- Increible.- murmuró Dani, mirando la foto.- Cuando decías que os parecíais tanto que parecíais gemelos creía que exagerabas, pero ahora veo que es verdad.
Se encontraban en la casa de Alex. Este, nada más regresar del despacho del detective, les había llamado para contarles las noticias que había recibido. Habían quedado tan sorprendidos como él.
- No todo el mundo es un exagerado como tú, Dani.- señaló Carlos.- La verdad, cuando encargamos al detective ese que buscase a tu amigo, yo estaba convencido de que, en caso de encontrarlo, lo encontraría al otro lado del país. Y resulta que vivis en la misma ciudad...
Alex asintió ligeramente. Todavía no terminaba de creerselo. Ciertamente, no vivian cerca el uno del otro. Armando vivía en el centro de la ciudad y Alex, prácticamente en las afueras. Habían ido a colegios muy lejanos uno de otro y sus facultades tampoco estaban en el mismo sitio. Alex no había sido muy de salir en su adolescencia (ahora estaba recuperando el tiempo perdido) y en los últimos meses había estado muy deprimido y no salía casi de casa. Al parecer, en esos años fue cuando regresó Armando. Pero, aun asi, simplemente cuando iba a comprar con sus padres adoptivos o lo arrastraban a algun cumpleaños, había tenido ocasiones suficientes para ver a Armando o, cuanto menos, oir hablar de él. Era tan extraño... era como si alguien o algo hubiese estado evitando que se reencontrasen durante todo este tiempo...
- Bueno.- continuó Carlos.- ¿Y ahora que ya sabes dónde vive, qué vas a hacer?
- Ir a verle, por supuesto.- afirmó Alex, alzando la vista con decisión.- Estos ultimos meses me he dejado llevar por el desánimo, pero gracias a vosotros creo que me voy a recuperar. Ya he dejado que hagais demasiadas cosas por mi, asi que es mi turno. Sólo espero que todavía se acuerde de quién soy yo.
- No creo que uno olvide fácilmente a alguien que es como un reflejo en el cristal.- señaló Luis, mientras daba un sorbo a su café (más por educación que por otra cosa, ya que el café de Alex no era precisamente una maravilla. A decir verdad, nada de lo que cocinaba Alex era una maravilla). Dani y Carlos, menos delicados, habían aprovechado un momento de descuido de Alex para volver a meter el café en la cafetera.
- Me gustaría que me acompañaras, Luis.- dijo Alex de pronto.
Los otros tres se miraron, algo extrañados.
- Es que...- murmuró Alex, ruborizándose y bajando la mirada.- Es que... ¡bueno, es que me da algo de cosa ir yo solo! Y tampoco me parece bien que vayamos los cuatro, porque entonces parecerá que llevo guardaespaldas. Y como tú eres como un hermano para mi.. pues...
- Bueno, no sé si...- murmuró Luis.
- Por favor...- le pidió Alex con ojitos suplicantes. Esa táctica sólo la utilizaba como último recurso (y, a decir verdad, sólo cuando era un adolescente cara dura) pero nunca le había fallado.
Luis suspiró. No podía resistirse.
- Está bien.- respondió finalmente Luis, con una sonrisa.- Cuando quieras.
- Alex, cuando te dije "cuando quieras", pensé en algún día de la semana que viene o como muy pronto mañana por la mañana ¡no en el momento!.- protestó Luis, mientras esperaban en una cafetería.- Además, creo que deberías llamarle.
- Es que quiero darle una sorpresa.- explicó Alex, mientras daba un sorbo a su taza de café. Llevaba puesta una gorra roja y unas gafas de sol, para disimular su aspecto, pues quería sorprender a Armando y si lo veía desde la ventana o alguno de sus amigos, la sorpresa se iría a freir puñetas- Esperaremos a que salga de casa.
- ¿Y si hoy se queda todo el día encerrado?.- señaló Luis.
- Pues volveremos mañana.
- ...
En ese momento vieron abrirse la puerta del portal y de él salieron una chica rubia con dos coletas que le salían de unos moños, acompañada de un chico alto, moreno, que la miraba sonriente, mientras le pasaba un brazo sobre los hombros.
Alex notó cómo se le encogía el corazón. Sí, sin duda ese era Armando. Le parecía increible no haberlo visto nunca por la calle. Era algo más alto que él y vestía de un modo más clásico, pero por lo demás, iguales.
Se fijó en la chica. Era rubia y un poco bajita, con unos enormes ojos azules que miraban a Armando con auténtica devoción. Sin duda, era su novia. Parecía una muchacha agradable.
- ¿Y ahora qué?.- preguntó Luis.- ¿Interrumpirás su cita?
- No.- admitió Alex.- Esperaremos a que vuelva.
- ...
- Alex, por favor, son las doce y media de la noche.- suspiró Luis.- ¡Llevamos aquí seis horas!
La cafetería hacía ya mucho que había cerrado, asi que se habían visto obligados a esperar sentados en un banco, algo más alejados del portal.
- No te desesperes.- replicó Alex.- No creo que vaya a tardar mucho.- Seguramente, su novia tendría que estar en casa a las doce de la noche y él, amablemente, la ha acompañado.
- Eso no lo sabes, tiene 17 años, puede que sus padres la dejen quedarse hasta tarde.
- Mi instinto me dice que tiene unos padres ultraprotectores.- afirmo Alex, rezando para que eso que decía con tanta seguridad fuera verdad
- ¿Y si se han ido de marcha por ahí?.- señaló Luis, ignorando la "intuicion" de Alex.- ¡Podrían volver a las cuatro! ¿Y si...?
- ¡Mira, por ahí viene!.- le interrumpió Alex, respirando aliviado al ver que había acertado.
Oyeron unos pasos en la oscuridad y vieron acercarse a Armando, que parecía sumido en sus propios pensamientos. Alex se ajustó las gafas. Por fín había llegado el momento. Se puso en pie.
- Vamos, Luis.- dijo, muy serio.
- ¿Te vas a presentar con esas pintas?.- replicó Luis, incrédulo.
- ¿Qué pasa con mis pintas?.- gruñó Alex.- Son unos vaqueros muy aceptables y la camisa está limpia.
- Me refiero a la gorra y a las gafas de sol.- señaló Luis, sorprendido de que Alex aun fuese capaz de ver algo con esas gafas.
Alex murmuró un montón de cosas incoherentes, mientras se quitaba torpemente la gorra y las gafas y se las daba a Luis apresuradamente. Luis suspiró mientras veía correr a Alex al portal. Alcanzó a Armando y se quedaron mirándose durante un instante y luego se abrazaron emocionados, intercambiaron algunas palabras y entraron en el portal.
Una gota de sudor apareció en la frente de Luis.
- ¿Y ahora que hago yo hasta que salga?.- murmuró.
Se giró y se dirigió al coche, mientras en su camino casi aplastaba a un gato ceniza.
- ¡Cuidado!
Luis se detuvo y miró a su alrededor. No había nadie, sólo el gato.
- Demasiado café.- meditó, mientras se alejaba. El gato observó cómo se alejaba.
- ¡Luis, Luis, despierta!.- gritó Alex, zarandeando a su amigo.
- ¿Qué, cómo?.- farfulló este, mientras se despertaba sobresaltado. Había pasado la noche en el asiento del conductor del coche, puesto que Alex no tenía otro medio de volver.- ¿Qué hora es?
- Las seis de la mañana.- respondió Alex, radiante, mientras se sentaba en el asiento del acompañante.- ¡Ha sido genial, tio! ¡Estuvimos hablando durante horas!
- Me he dado cuenta...- murmuró Luis, mientras estiraba un cuello dolorido y se miraba de reojo por el espejo retrovisor: llevaba un aspecto horrible.
- ¿Quieres que conduzca?.- preguntó Alex.- No tienes buen aspecto.
- No, ya lo hago yo.- respondió Luis.- Asi me espabilaré, y tu estas demasiado alterado, seguro que nos multarian por exceso de velocidad o por atropellar a alguien.
- Como quieras. Armando me contó que él también me estuvo buscando, ¿sabes?.- dijo Alex, mientras Luis arrancaba el coche.- Pero que no me encontró, y tambien le parecio raro no habernos visto nunca antes, y me habló de su novia, que se llama Bunny, y de sus estudios en EEUU y... ¡CUIDADO CON EL GATO!.- gritó, justo cuando el gato ceniza que él habia estado a punto de pisar unas horas antes se cruzaba delante del coche. Luis dio un frenazo y Alex, que no llevaba el cinturón de seguridad, estuvo a punto de estamparse contra el cristal.
Luis se quedó quieto un instante, agarrando fuertemente el volante, muy pálido.
- ¿E-estas bien?- le preguntó rápidamente a Alex, que trataba de incorporarse.
- Sólo un poco magullado.- murmuró Alex, mientras notaba un corte sin importancia en la frente.- ¿Y el gato?
- No lo sé.- dijo Luis, preocupado, mientras se soltaba el cinturón y salía del coche y miraba al lugar donde estaba el animal.
El gato estaba tirado en el suelo y no se movía, Luis acercó la mano al hocico del animal. En la frente tenía una luna.
- Menos mal.- suspiró aliviado, al notar la respiracion del felino.- Está vivo.
- Cógelo y lo llevaremos al veterinario inmediatamente.- dijo Alex, mientras se ponía un pañuelo en la herida.
- Pero si es domingo.- dijo Luis.- Además, ¿crees que es prudente moverlo? Podría ser peor y...
- Lamento decirte que es un animal.- señaló Alex.- Si tiene algo que impide que lo movamos, morirá de todos modos. Y no podemos dejarlo aquí.
Alex creyó ver que el gato abría un instante los ojos y lo fulminaba con la mirada. Se tocó la herida. Debía de haberse golpeado más fuerte de lo que creía.
- Entonces vayamos a casa de Carlos.- dijo Luis, mientras envolvía cuidadosamente al animal en su chaqueta. Alli podremos buscar al veterinario de guardia. No tiene heridas externas, asi que no podrá protestar porque le manchemos el suelo de sangre.
- ¡Pero me va a llenar la casa de pelos!.- protestó Carlos, todavía en pijama.
- ¡No serás capaz de dejar a un animal en la calle, en este estado!.- señaló Luis, horrorizado. Se sentía terriblemente culpable y no estaba dispuesto a dejar al pobre animal a su suerte.
Carlos miró al gato. Estaba inconsciente, aunque de vez en cuando emitia maullidos lastimeros y un escalofrío lo recorría de la cabeza al rabo.
- No, supongo que no.- murmuró, dejandoles pasar, compadecido del animal.- Voy a por la guía de teléfonos, para ir buscando al veterinario de guardia.
Mientras Carlos salía, entró Dani en la habitació, sólo con el pantalón del pijama, arrastrando la almohada como un niño pequeño y frotándose los ojos adormecidos con la mano libre.
- ¿Qué pasa?.- murmuró, atontado.
- Luis atropelló a un gato.- explicó Alex.
- Gracias por hacerme sentir peor.- se quejó Luis, sujetando cuidadosamente al gato, que todavía estaba tapado con la chaqueta.
- ¿Qué haces aquí?.- preguntó Alex a Dani, ignorando a Luis.
- Me quedé hasta tarde con Carlos componiendo un par de cancioncillas.- explicó.- Y al mejor decidimos que era mejor que me quedase a dormir, porque estaba demasiado cansado para conducir.
- Vaya, curiosa observacion.- murmuró Alex, mirando de reojo a Luis, que acariciaba las orejas del gato con gesto abatido. Alex parpadeo. ¿Le habia parecido que el gato movía la cola con satisfacción? Sin duda, otro espejismo visual.
En ese momento, entró Carlos, con un cesto de mimbre llenó de suaves cojines. Aunque rozaba la paranoia en lo que a la limpieza y el orden de su casa se refería, en el fondo el animal le debía de dar pena.
- Ponlo aquí.- le dijo a Luis.- Te va a poner la camisa llena de pelos y esto es ropa sucia para llevar a la lavandería. Y asi no caerán pelos en el sofá.
Una gota de sudor resbaló por las frentes de los otros tres.
- Ehmmm... creo que es mejor que se quede así.- señaló Luis, abrazando al animal.- Si tiene alguna lesion interna, es mejor que esté con calor corporal, para evitar una hipotermia.
- Luis, no seas tan escrupuloso.- dijo Carlos.- En el cesto va a estar caliente y será mejor.
- De verdad, no me importa.
- Pero a mi si.
- No dejaré que caigan pelos, te lo prometo.
- No puedes evitarlo. Deja al gato en el cesto.
- No hace falta, en serio.
- Luis, que lo dejes.
- Pero si no...
- Te he dicho que lo dejes.
- Y si...
- Que lo...
- ¿¡Pero a ti qué más te da?!.- gruñó el gato, enfadado.
Los cuatro se quedaron inmóviles, mirando al gato.
- Creo que me he hecho más daño del que pensaba.- comentó Alex, tocándose la herida.
- Creo que he dormido poco.-murmuró Dani.
- Esto me está afectando más de lo que pensé.- cuchicheó Luis, abrazando al gato.
Sólo Carlos miraba fijamente al gato el cual echó unas mirada a su alrededor, con gesto preocupado.
- Estoo...- dijo el gato.- ¿Miau, miau?
Volvieron a quedar todos callados.
- Sólo para estar seguro.- dijo finalmente Alex.- ¿Ese gato ha hablado?
- Ha dicho miau miau.- señaló Dani, con bastante seguridad.- Después de protestar por las exigencias de Carlos.
Volvieron a quedar todos en silencio... hasta que dieron los cuatro un grito, el gato salió despedido de las piernas de Luis, que se levantó y de un salto se alejó cuatro metros del animal, que se había enredado con la chaqueta. Carlos se armó con un jarrón, Alex con una mochila llena de cosas pesadas (libros o herramientas para motos seguramente) y Dani tomaba una postura amenazante armado con un plumero. Luis se limitaba a mirar aterrorizado al bulto envuelto en la chaqueta.
- ¡Gracias, muchas gracias!.- protestó el animal, mientras se revolvía.- ¡Primero me atropellas y ahora me tiras contra el suelo, atado para que no pueda defenderme! ¡Bonito detalle!
Por fin el animal se desembarazó de la chaqueta y logró sacar la cabeza y los miró con indignación.
- ¡Vaya manera de tratar a vuestro guía y protector!.- gruñó.
- Vale.- sentenció Dani.- O estoy soñando, o esto es una retorcida estrategia de una secta adoradora de gatos para captar adeptos.
El gato terminó de sacudirse la chaqueta y de un salto, se subió al sofá, donde se recostó cómodamente y empezó a lamerse las patas.
- ¡Eh, no hagas eso en mi sofá!.- protestó Carlos.
- Ni estais soñando, ni es una estategia de una secta.- le ignoró el gato, dándose aires de grandeza.- Mi nombre es Cometa, el más poderoso de los gatos que habitaban en el Milenio de Plata.
Los cuatro continuaron igual.
El gato les sostuvo la mirada.
- ¿No os suena de nada?.- les preguntó.
- Me suena a que necesito un perro grande, con mandíbulas fuertes, colmillos gigantes y muy mala leche.- replicó Alex.- ¿¡Pero qué hago?! ¡Estoy hablando con un gato pulgoso!
- ¡Eh!.- se ofendió Cometa.- ¡No tengo pulgas! ¡No puedo creerme que aun duren los rumores! ¡Han pasado más de mil años!
- Tal vez...- murmuró Luis.- Si le seguimos la corriente un rato, se marche.
- Mientras deje de soltar pelos, lo que sea.- gruñó Carlos. Si no le había lanzado ya el jarrón era porque si lo aplastaba, lo pringaría todo de sangre.
El gato sonrió con satisfacción y se recostó aun más en el sofá, mientras miraba burlonamente a Carlos.
- Como decía, mi nombre es Cometa.- les explicó.- Y soy el guardían de vuestros poderes. Veamos... ¿habeis oido hablar de Sailor Moon y su tropa?
- ¿Y quien no?.- replicó Alex, todavía inseguro.
- Pues bien, vosotros sois su contraparte masculina.- continuó Cometa, sacudiendose.- Con los cristales mágicos que os daré y las palabras mágicas adecuadas, os transformareis en guerreros que lucharan contra el mal.
Antes de que pudiese continuar, Carlos, Luis y Alex miraron enojados a Dani.
- ¡Esto es una maldita broma tuya, ¿verdad?!.- gritó Carlos.- ¡Ya puedes ir sacando a ese gato de ahí si no quieres que te estampe el jarrón en la cabeza!
- ¡Tio, esta vez te has pasado!.- protestó Luis.
- ¡Yo no tengo nada que ver!.- se apresuró a defenderse Dani.- ¡Lo prometo!
El gato suspiró y dio una voltereta en el aire, cayendo sobre el hombro de Alex, que luchó por quitárselo de encima, sin mucho éxito. Cometa llevaba en la boca un llavero con forma de sol y lo echó en la mano de Alex.
- Si no me crees, hagamos una prueba.- dijo Cometa, con voz muy seria, sosteniendo con fiereza la mirada de Alex.- Si haces esto y no funcioa, me marcharé. ¿Qué pierdes por probar?
- ¿Aparte de la dignidad?.- replicó Alex.
- ¡Alex, estás hablando un gato: ya no te queda dignidad!.- señaló Carlos.- ¡Haz lo que te dice para que se vaya de una vez!
Alex miró alternativamente a sus amigos, mientras todos asentian con la cabeza, muy seguros.
- ¿Por qué siempre me tocan a mi los marrones?.- refunfuñó.- A ver ¿qué tengo que hacer?
El gato lo miró fijamente.
- Abre el llavero que te he dado y álzalo.- explicó el gato.- Luego das tres vueltas sobre ti mismo, echa una pierna para arriba, la cabeza a un lado, tres saltitos de puntillas a la izquierda, dos a la derecha y al final pones la mano en la cadera, saca pecho y con tu voz más varonil di "sol eterno, dame el poder"
- Y luego me contratan para actuar en "Priscila, la reina del desierto II", no te fastidia.
- ¡Alex, síguele la corriente!.- dijo Luis.- Si no, no se irá.
- Prometemos no contarle esto a nadie.- aseguró Dani, muy serio.
- Total, no nos creerían...- murmuró Carlos.
Alex refunfuñó un poco.
- Está bien, está bien.
Agarró con energía el llavero, lo abrió, dio tres vueltas sobre ti mismo, echó una pierna para arriba, la cabeza a un lado, tres saltitos de puntillas a la izquierda, dos a la derecha y al final puso la mano en la cadera, sacó pecho y con tu voz más varonil dijo "sol eterno, dame el poder"
Luis trataba de mantenerse serio, mientras Dani, Carlos y Cometa se tiraban por el suelo de risa. Justo cuando Alex, rojo de vergüenza, se disponía a matar al gato, el cristal del llavero comenzó a brillar, iluminando toda la habitacion. Luis, Carlos y Dani dejaron de reirse (aunque Cometa continuó desternillandose) y vieron, alucinados, como las ropas de Alex iban cambiando hasta quedar conertido en un guerrero.
- Anda la hostia...- murmuró Dani.- Que era cierto.
Alex se miraba, incrédulo.
- Ya os dije que era verdad.- dijo Cometa, mientras se quitaba algunas lagrimitas.- Me habeis ahorrado mucho trabajo: de los nueve que sois, ya estais juntos cuatro. Y uno anda por sus fueros. Asi que sólo me faltan por encontrar cuatro. Estos son vuestros cristales mágicos.
Dio tres volteretas más y les dio tres llaveros con los símbolos de Venus, Urano y Neptuno.
- Despues de más de mil años, los guerreros Sol, Urano, Neptuno y Venus han vuelto a renacer.- dijo Cometa, solemnnemente.- Vuestra mision será combatir al mal con vuestros poderes, proteger a la prinesa Serenity de todo mal, asi como al Cristal de Plata. Pero de momento, debemos mantener vuestra aparicion en secreto. Entrenareis todos los días hasta que seais capaces de manejar correctamente vuestros poderes, pues cuando sean necesarios, no habrá tiempo.
- ¿Y como lo hago para transformarme yo?.- preguntó Dani, con ojos brillantes.
Cometa sonrió ampliamente.
- Oh, igual que él, pero cambiando "Sol eterno", por "Planeta Venus"
Habían reaparecido los Guerreros del Milenio de Plata.
