CAPÍTULO 12: El último guerrero sale a la luz. Marte, el planeta del fuego.
Nota de la autora: Antes de leer este capítulo, recomiendo leerlos capítulos 19, 20 y 21 de ¿Quién Dijo Que No Hay Chicos En Sailor Moon?. Este capítulo comienza al final del capítulo 20 y principio del 21.
- ¡¡Ring, ring!!.- sonó el teléfono.
- Mamá, coge tu...- murmuró Dani, con un pie enfundado en un grueso calcetín colgando de la cama y el resto de su cuerpo tapado hasta la coronilla con un edredón.
Por supuesto, su madre no estaba para coger el teléfono, de modo que el teléfono insistió el sonar.
Adormecido, Dani sacó un brazo de debajo del edredón, asomó los dedos por debajo de la manga del pijama y descolgó... el despertador.
- ¿Sí?.- logró decir
- ¡Ring, ring!.- insistió el teléfono.
Sin especial interés, Dani dejó el despertador donde estaba y por fin acertó a coger el teléfono.
- ¿Sí?.- repitió, con el mismo entusiasmo de antes. Se oyó una voz desde el otro lado.- ¿Quién dices?
- Insisto en que deberíamos celebrarlo.- gruñó Alex.
- Pero es que es nuestra obligación.- indicó Luis, ¿cómo vamos a celebrar algo que es nuestra obligación?
- Porque una cosa es que sea nuestra obligación y otra que la cumplamos tan sumamente bien. ¿Te has dado cuenta que nunca habiamos aprobado todos todas las asignaturas? Y encima ahora somos muchos más, si contamos a las chicas.
- Bueno, en eso tienes razon, pero...
En ese momento, el teléfono móvil de Luis empezó a sonar.
- ¿Sí respondió Luis.- Si, papá, dime...
Alex se puso a meditar sobre los razonamientos que iba a aplicar a la celebración de los aprobados. Ya sabia que aprobar era la obligación (supuesta) de todo estudiante, pero eso no quería decir que no debiese celebrarse. Pero Luis era tan sumamente serio y...
- ¿¡Que qué?!.- exclamó Luis, poniendose en pie.
Alex le miró alarmado.
- ¡Pero, papá, por favor, como se te ocurre...?.- trató de decir Luis.- Si, ya lo sé, pero... bueno, no sé ni por qué me sorprende... aun asi, no creo que... está bien, está bien... ¿al menos puedo llevar a alguien con nosotros? No, no creo que el espacio vaya a ser un problema, desde luego...
Luis colgó el telefono, mientras suspiraba con resignación.
- ¿Qué ocurre?.- preguntó Alex, preocupado.
- Que mi padre ha vuelto a hacer de las suyas.- suspiró Luis.
Cometa y Carlos miraban alucinados a Dani, que iba dando saltitos por toda la casa, sin dejar de tararear una canción.
- ¿Se puede saber qué te pasa?.- preguntó Carlos finalmente.- Ya se que te caigo bien y todo eso, pero no creo que hayas venido a mi casa sólo para ponerte a bailar y cantar.
- No.- reconoció Dani.- Es que hoy me ha llamado un amigo de la infancia, Diego ¿te he hablado de Diego.
- Sí, me has hablado de Diego, unos cuatro millones de veces, ¿por qué?
- Pues hoy Diego me ha llamado ¿y sabes lo que me ha dicho Diego?
- ¿Qué te ha dicho Diego?.- suspiró Carlos, mientras empezaba a lamentarse de haberle dado todas sus aspirinas a Luis.
- ¡Que va a venir aquí, a terminar sus estudios!.- gritó Dani, emocionado.- ¡Os lo podré presentar! Ya verás que bien os cae, es un tio genial, seguro que lo pasaremos de miedo con él.
- Si, entre monstruo y monstruo, no está mal pasarlo bien.- aceptó Carlos.- Por cierto, hablando de pasarlo bien, tengo entradas para una fiesta de disfraces en Año Nuevo. ¿Te apuntas?
- Claro.- asintió Dani.- Y si Diego viene antes de esa fecha... ¿podrá venir también? Es que es muy cortado y por ir rompiendo el hielo y...
- Sí, Dani, Diego también podrá venir. ¿Cuándo viene?
- Me ha dicho que ahora tiene que ir a ver a unos parientes en Montenevado, vendrá despues de Navidad. ¡Pero ya verás, será genial y...!
En ese momento sonó el teléfono sonó y Carlos se apresuró a descolgar (antes de que cogiese Dani y le dijese a la persona que hubiese llamado –fuese quien fuese- que Diego iba a ir a la ciudad)
- ¿Sí? Ah, hola Luis. ¿Cómo?.- Dani siguió hablandole a Cometa de Diego incansablemente.- ¿A la nieve? Bueno, por mi no hay problema, pero... ¿cómo? ¿¡hoy?!
- ¿Entonces te parece que me pase por allí esta noche.- preguntó Dani.- Si te va mal, podemos vernos cuando vengas a la ciudad, unos dias no cambiarán nada.
- No te preocupes, podemos cenar en el pueblo, y asi nos ponemos un poco al día.
- Entonces nos vemos a las ocho en la estación de tren.
- Muy bien, hasta luego.
Dani se frotó las manos con satisfacción.
- ¿Entonces no te quedas a cenar con nosotros?.- preguntó Carola, intentando que no se la notara demasido desilusionada.
- No puedo.- respondió Dani.- Me hacía ilusion quedarme, pero hace muchos años que no veo a Diego, ¿sabes? Y aunque vaya a ir dentro de un par de días a la ciudad, pues...
- Lo comprendo.- aceptó Carola.- ¿Erais muy amigos?
- Los mejores.- asintió Dani, esbozando una sonrisa.- Diego era muy tímido y retraido, nunca hablaba con nadie y se mantenía apartado de todos, asi que los fanfarrones del colegio siempre le estaban persiguiendo para pegarle, quitarle el dinero, o la merienda. Daba igual que él llevase más o menos cantidad: se lo quitaban todo. Un día me pilló de mal humor y me encaré a los brutos y nos dimos de tortas. Yo me llevé una paliza monumental, pero gané un amigo, que demostró ser estupendo.
"Pero cuando tenía diez años a su padre lo destinaron a otra ciudad y se tuvo que marchar. No lo he vuelto a ver desde entonces, aunque no hemos dejado de hablar y de escribirnos."
- Qué bonito.- suspiró Carola.- Se ve que aprecias mucho a tus amigos.
- Es que los amigos son como tesoros: hay que cuidarlos.- indicó Dani, con una gran sonrisa.
Dani miró el reloj por décima vez en menos de un minuto. Las ocho y cuarto, ¿dónde estaría Diego? Él siempre era muy puntual, no era normal ese retraso en él ¿se le habría hecho tarde? ¿le habria ocurrido algo? ¿se habría perdido?¡Quizás lo habian atropellado y abandonado su cadaver! ¡O quizás los monstruos habian averiguado que era amigo de Dani, habian descubierto que Dani era un guerrero y le habian hecho prisionero! ¡O quizás...!
- ¿Dani?
El pelirrojo estuvo a punto de dar un grito y salir corriendo a llamar a la policía. Detrás de él, un joven de brillantes ojos verdes y un intenso pelo rojo lo miraba con una tímida sonrisa.
- ¿Diego?.- le reconoció Dani.
- Hola, perdona el retraso, el autobús tuvo una avería y...- le empezó a saludar Diego tímidamente, cuando de pronto Dani se echó a reir a carcajadas, mientras le daba un gran abrazo y todo el mundo se les quedaba mirando.
- ¡Diego, qué bien que estes bien! ¡Estaba tan preocupado.- gritaba Dani sin parar.- ¡Que alegría verte!
- Sí, sí, yo también me alegro mucho, de verdad.- logró balbucear Diego, rojo como un tomate, mientras miraba como todo el mundo les miraba, algunos con miradas de reproche, otros con sonrisas comprensivas.- Esto... ¿salimos a dar una vuelta?
Dani, con lágrimas en los ojos de la emoción, asintió, sin terminar de soltar del todo a Diego, que no sabía muy bien dónde meterse.
- Lo he pasado genial esta noche..- se despidió Dani, estrechando con fuerza la mano de su amigo.- Aunque se nos ha hecho muy tarde. ¿No tendrás problema para ir a la casa de tus parientes?
- No, descuida, aquí los autobuses estan haciendo lineas hasta muy tarde.- se apresuró a explicarle Diego, antes de que Dani volviese de nuevo a abrazarlo de preocupación.
- ¿Cuándo vienes a la ciudad? Porque al final no hemos podido hablar casi nada, solo ha sido ponernos un poco al día. Además, me encantaría presentarte a mi musa del amor, Carola.
Los ojos de Dani se llenaron de corazoncitos, mientras Diego esbozaba una sonrisa comprensiva.
- Después de Navidad.- les respondió.- Me gustaría ir antes de Año Nuevo, pero aun no he encontrado casa, de modo que no puedo decirte la fecha con seguridad.
- ¿Y por que no vienes a la mia? Es muy grande para mi solo, y te servirá mientras encuentras una que te vaya mejor a ti, si no te importa tener que oirme tocar todo el día.
- Hombre, pero tu ya tendrás muchos gastos y...
- No te preocupes por eso, hombre, tu no creo que vayas a gastar tanto como para que me vaya a resultar una ruina economica.
- ¿De verdad no te importa?
- Ya te digo que no.
- Bueno, pero al menos déjame que te pague un alquiler el tiempo que esté allí.
- Tonterias.
- Insisto.
- Está bien, como quieras, pero será algo meramente simbólico, que conste.- se conformó Dani.-¿ Qué tal si vienes el día 27?
- Bueno, el 27 no puedo, tengo que hacer una serie de cosas... pero creo que podré ir el día 31 por la tarde, si encuentro billetes.
- Genial, entonces te podré presentar a la peña en la fiesta de disfraces.
Diego le miró extrañado.
- ¿Qué fiesta de disfraces?
Dani iba a explicarselo cuando unas luces los cegaron: el autobus acababa de llegar.
- Bueno, será mejor que me vaya: todos deben estar durmiendo ya y no quiero molestarles más de la cuenta. ¡Llamamé cuando vayas a llegar y te iré a recoger!
Diego sonrió, mientras se despedía con un gesto de la mano.
- Claro.- respondió.- Nos vemos dentro de unos días.
Dani subió casi de un salto al autobus, mientras el conductor, medioa dormilado, refunfuñaba por los horarios de su trabajo. Desde la ventanilla, Dani continuó despidiéndose con una gran sonrisa de satisfacción.
Diego se quedó en la estación unos segundos, viendo cómo se alejaba el autobús. Finalmente, se dio la vuelta y puso rumbo a su hotel.
Pese a lo dramático del recibimiento que le había dado Dani, se había alegrado mucho de verle. Era un amigo al que le tenía en mucha estima, pues le había apoyado siempre, fuesen cuales fuesen las circunstancias, y jamás había permitido que la distancia fuese un impedimento para su amistad.
La mayor parte de la noche la habían empleado en contarse (una vez más) lo que habían estado haciendo durante los últimos años y luego Dani le había hablado de Carola.
Por supuesto, Diego sabía que a la descripción habia que quitarle el halo divino, las alas angelicales y unos cuantos kilos de dulzura ideal, pero si sólo una milesima parte de lo que le había dicho Dani de ella era cierto, estaba convencido de que sería una chica ideal para su amigo y estaba deseando concoerla. Además, tenía un buen presentimiento con esa pareja, y él no solía equivocarse.
De repente, le asaltaron unas imágenes tan violentas, que le hicieron caer de rodillas en la nieve, mientras se apretaba con desesperación la cabeza y trataba de contener los gritos.
En su mente empezaron a pasar a toda velocidad unas imágenes en la que él elevaba un pequeño cristal de color rojo y se transformaba en un guerrero poderoso. Veía también que debía ir al hotel donde estaba alojado Dani, pues este corría un gran peligro... vio más guerreros como él... y Dani estaba entre ellos, junto con una muchacha de largos cabellos rubios... al fondo, luchando, otra muchacha, de cabellos negros...
Las imágenes fueron desapareciendo y el dolor mitigándose. Todavía jadeando, Diego se fue incorporando lentamente.
- Dani...- logró murmurar, con preocupación. Echó un vistazo a su mano: en ella brillaba un pequeño cristal de color rojo.
Se dio la vuelta y volvió a la estación corriendo y miró los horarios de los autobuses: en diez minutos pasaba el siguiente. Se sintió angustiado, pero tampoco podía hacer mucho más. Esperaba que le diese tiempo...
Dani se bajó del autobús medio dormido. Era bastante tarde y hacía mucho frío. Se apretó bien las orejeras y se intentó cerrar más el abrigo que llevaba. Todas las luces del hotel estaban apagadas.
- Estarán todos dormidos.- murmuró.- Será mejor que no encienda las luces, para no molestarles.
Con cuidado de que no se le resbalase, sacó una pequeña linterna del bolsillo.
Diego apenas habia tenido tiempo de bajar de un salto del autobús cuando este cerró la puerta y se marchó rapdiamente. Era el último turno y el conductor tenía ganas de irse a dormir.
Pero el joven pelirrojo apenas tuvo tiempo de quitarse la nieve de las rodillas cuando oyó un terrible rugido procedente del hotel, seguido de un gran alboroto.
Angustiado, metió la mano en el bolsillo y sacó el cristal rojo, mirándolo fijamente. Toda su vida cambiaría si daba aquel paso.
Con determinación, apretó el puño y alzó el brazo.
Se sopló un poco en las manos, tratando de mantenerse caliente. Las chicas que estaban en el hotel no sabían que ellos eran los guerreros, de modo que le habian pedido a Diego que esperase fuera a que ellas hubiesen vuelto a sus habitaciones para poder presentarse.
Él no sabía quienes eran sus compañeros, pues le habian pedido que esperase cuando aun estaban transformados.
La puerta se abrió en ese momento y un muchacho alto y rubio le invitó a pasar, ofreciendole también una taza de chocolate caliente.
- Gracias.- aceptó Diego mientras entraba.
- ¡Diego!.- exclamó Dani, sorprendido.- ¿Tu eres el último guerrero?
- Eso parece.- respondió el aludido, algo ruborizado al verse el centro de atención. Todos sus nuevos compañeros estaban en la cocina, observandole con interés.
- ¿Y por qué no me lo dijiste?.- se lamentó Dani.
- Bueno... en ese momento aun no lo sabía.- se disculpó el joven.- Además... no esperaba que tú fueses un guerrero, tú tampoco me dijiste nada.
- Es que es un secreto.- indicó Dani.
El chico más alto y de pelo largo iba a hacer un comentario, pero el chico rubio le dio un discreto codazo.
Una vez superada la sorpresa inicial, se presentaron y comentaron la situación.
- ¿Como pudiste transformarte?.- preguntó Jorge.- Nosotros tuvimos que recibir el cristal de las manos...bueno, de las patas de Cometa.
- ¿Quién es Cometa?.- preguntó Diego.
- Nuestro supuesto guía.- respondió Carlos.- Un gato que tendrás la desgracia de conocer en cuanto lleguemos, no te preocupes.
- No sé como pude transformarme.- admitió Diego, volviendo a la conversación.-Tuve una especie de... de visión y cuando terminó, tenía el cristal en la mano.
- Jo, que guay.- suspiró Ricardo.- A mi esas cosas tan extraordinarias no me pasan.
- Claro, el ser un guerrero legendario de la luna y conocer a un gato parlante y lujurioso es algo que le ocurre a todo el mundo.- refunfuñó Carlos.
- Sea como sea, bienvenido al grupo, Diego.- dijo Alex, estrechándole la mano a Diego.- Espero que nos llevemos bien.
- Seguro que si.- asintió Diego. No sabía muy bien por qué, tal vez a que todos ellos eran guerreros, pero se sentía tan cómodo y a gusto con ellos... aunque apenas hacia unos minutos que los conocía, se sentía como si hubiesen pasado juntos toda la vida.
- Nos ha dicho Dani que vas a ir a la ciudad después de Navidad.- intervino Luis.- ¿Vendrás antes de Año Nuevo?
- Si, Dani me ha ofrecido una habitación en su casa mientras yo encuentro un apartamento para mi.
- Estupendo, entonces, ¿querrás venir a una fiesta de disfraces con nosotros?
Nota de la autora: Aquí termina Himitsu no Senshi Warrior Sun. Sabemos que no está a la altura de ¿Quién Dijo Que No Hay Chicos En Sailor Moon?, pero debeis leerla como un complemente, en vez de cómo una historia aparte. En cualquier caso, esperamos que os haya gustado y disfrutado de ella igul que nosotras. Pero las aventuras de esta pandilla no acaban aquí, continuan en las Side Stories y en la próxima gran aventura: "Tokyo de Cristal: el alma de los planetas"
