Cuervos Albinos
Autor(a): Adhara Phoenix
E-mail:
adhara@secretgame.net
Clasificación: PG-13
Pareja:
HG/LL
Disclaimer: Los personajes de esta historia son propiedad de JK
Rowling y están utilizados sin ánimo de lucro.
Spoilers: La Orden del
Fénix
Comentarios: Este fic fue escrito para el desafío "Parejas
Inusuales" de Julio-Agosto en la lista de correo HP-Slash.
.3.
El curso había pasado demasiado rápido. De hecho, cuando Hermione salió al pasillo del tren se dio cuenta que ni siquiera sabía qué iba a decirle; no había podido analizar la tarde de San Valentín apropiadamente, aún no había descubierto por qué después el comportamiento de Luna había sido totalmente normal. Normal para los cánones de la propia Luna, por supuesto. Pero la verdad era que entre los exámenes y los problemas de Harry, el único momento en que conseguía traer a su mente lo que había sucedido era durante las pocas ocasiones en que veía a Luna, en las alborotadas reuniones de la DA, o cuando se dejaba caer totalmente agotada en su cama, escuchando a Parvati y Lavender dormidas profundamente.
Casi sintió deseos de volver al compartimento cuando se le pasó por la cabeza la idea de que tal vez Luna ya ni lo recordaba. La vió caminando hacia el siguiente vagón, con la bufanda azul de Ravenclaw atada en la cintura. Hacía apenas media hora que abandonaron Hogsmeade, y los colores de las casas aún eran visibles por todo el Expreso, en túnicas, corbatas y banderas. En bufandas no, estaban en verano, la granate y amarilla de Hermione reposaba en lo más hondo del baúl... Los flecos desaparecieron en la puerta del baño, y Hermione miró por la ventana. Podía volver al compartimento, jugar al ajedrez con Ron o simplemente leer algún libro, y ahorrarse el mal trago. Pero no quería pasarse el verano, al menos el tiempo que tuviera libre, pensando que tal vez había algo respecto a Luna que debía solucionar. Sacudió la cabeza y se detuvo ante la puerta del baño, cerrada sin el pestillo. Dio un golpe suave y escuchó un grifo en el interior, y a Luna canturreando. Golpeó con más fuerza.
- Luna, soy Hermione... Hermione Granger. ¿Puedo pasar? - el canturreo cesó sin prisa.
- ¿Traes alguna lechuza contigo?
- No...
- Entonces pasa - aceptó la voz de dentro, y Hermione pasó y cerró la puerta tras de sí.
Maniobró cuidadosamente para pasar al estrecho habitáculo, pero cuando se volvió tras echar el pestillo descubrió que la habitación, en la que cabía una persona, se había ensanchado y alargado. Ahora había dos lavabos, uno frente al otro, y dos sanitarios, aunque el espacio seguía siendo ciertamente agobiante. Sobre la encimera del lavabo a su derecha, Luna jugueteaba con los pies bajo el grifo, y el agua se deslizaba hacia el sumidero con el color de la sangre diluida.
- ¿Qué sucede? - inquirió Hermione súbitamente alarmada. Respiró profundamente mientras Luna se miraba los pies como si acabase de darse cuenta que estaban allí. Hermione se apoyó en el lavabo opuesto preguntándose si no debía dejar de leer el Profeta, o terminaría viendo ataques hasta en las tapas de los yogures...
- La lechuza de Gemma Fairchild... me mordió - tarareó Luna con la misma melodía que Hermione había escuchado desde fuera.
- Querrás decir que te picó...
- No, me mordió. Con sus pequeños dientes de lechuza - afirmó Luna con tranquilidad, produciendo un ruido de castañeteo con su propia boca. Hermione asintió. Prefería no saber cómo demonios la habia picoteado los pies una lechuza.
- ¿Por qué no curas la herida con magia? Estamos en el Expreso, aún se nos permite...
- Quiero limpiarlo. Para que no me pegue la rabia - interrumpió Luna suavemente, y por primera vez la miró con seriedad, moviendo los pulgares bajo el grifo.
- Las lechuzas no contagian la rabia - comenzó Hermione, pero los ojos ausentes de Luna ya estaban fijos en sus pies de nuevo. Si empezaban a hablar de animales sabía que se vería inmersa en un diálogo lleno de supersticiones e insultos a la biología más elemental... No tenía tiempo. - ¿Te acuerdas de San Valentín?
- No le conocí personalmente... - Luna ladeó la cabeza y frunció el ceño con concentración.
- Me refiero al día de San Valentín. El de este año. - interrumpió Hermione ahogadamente, sin saber muy bien si estaba exasperada o simplemente asustada por lo que Luna pudiera responder. - Las Tres Escobas, Rita Skeeter...
"¿Tienes miedo a que no lo recuerde?"
- Ah sí. Casi nieva. - murmuró Luna sacando los pies del agua y secándolos con la bufanda. Sin bajarse de la encimera se giró y quedó frente a Hermione.
- No recuerdas... lo que pasó en el camino de vuelta...
- Pues... creo que tuve que quitarme un trozo de aceituna de la túnica al salir del bar. Luego te besé. Después vi un cuervo albino picoteando los cerdos alados de...
- Me besaste - repitió Hermione, intentando captar su mirada y sin apenas espacio para moverse, entre las rodillas de Luna y el otro lavabo. De hecho notaba un dolor punzante en las costillas, pero no era nada comparado con el... ¿alivio? No lo había imaginado después de todo, después de cuatro meses dándole vueltas y haber llegado a pensar que nada de todo aquello era real.
- Sí, te besé, pero lo del cuervo resulta que...
- ¡Pero luego has hecho como si nada! - exclamó Hermione levantando las manos. Luna la miró sin comprender. - Quiero decir... como si no hubiera sucedido. Tan tranquila
- Bueno, se te veía muy ocupada. Además no pareció que te gustase demasiado. Yo me hice daño en la nariz.
Hermione dejó caer las manos a los costados y buscó las palabras adecuadas mientras Luna la observaba con una ligera curiosidad.
- ¿Por qué me besaste? - preguntó finalmente. Puede que fuera la pregunta más obvia, pero también la que menos pie daba a Luna para ponerse a desvariar.
- Porque me apetecía... lo... ¿siento? - sugirió Luna tentativamente, apartándose un mechón del lacio cabello rubio para anudarlo en su coleta.
- ¿Pero por qué? ¿No puedes darme una razón? ¡Es algo totalmente ilógico!
- Supongo que porque te atas primero el zapato izquierdo que el derecho - Luna se encogió de hombros. - Me gustabas y te besé, y ya está.
De repente Hermione se llevó una mano a la cabeza. Todos los interrogantes se habían dado la vuelta. Ya no decían "¿Por qué?" sino, más bien, "¿Es que ya no te gusto?". No sabía si quería preguntarla eso, ni siquiera sabía qué haría en caso de que la respuesta fuera positiva... o negativa. Encontró que pensar en una negativa dejaba un sabor amargo en el paladar.
- Quería hablarlo contigo... - se limitó a comentar, posando la vista en la madera del suelo.
- Bueno, estamos hablando - susurró Luna tranquilamente, y bostezó frotándose los ojos. Hermione levantó la cabeza tan bruscamente que notó un chasquido en el cuello.
- ¿Por qué dejé de gustarte? - preguntó ignorando el pinchazo de dolor. ¿Por qué lo preguntaba? Lo más probable era que no le gustase la respuesta... Los ojos de Luna se abrieron lo bastante como para sugerir un ligero asombro.
- Si me gustas - respondió sin variar el tono de voz. Hermione resopló impaciente.
- ¿Y por qué me has evitado? Un solo beso y luego me dejas sin explicaciones durante meses y...
- Podría besarte ahora mismo porque sigues viva, ¿eso sería razón suficiente? - interrumpió Luna perezosamente. Hermione cerró la boca y asintió un par de veces, aturdida.
- Sí... podría ser una razón... - pensó en todas las cosas que había repasado sobre la tarde de San Valentín, en las veces que había imaginado que aquel momento era distinto, lo que habría debido o podido hacer... todo había sucedido tan rápido que en realidad sus sentimientos respecto a Luna eran aún difusos, ambiguos...
- Pero no lo haré.
- ¿Por qué? - era esa ambigüedad la que hizo que Hermione se llevara las manos a las sienes, la misma que Luna parecía estar exhibiendo constantemente. Puede que la Ravenclaw, en alguna parte de su cabeza, en algún lugar incomprensible, entendiera qué estaba haciendo. Para Hermione todo comenzaba a parecer un juego surrealista, sin reglas ni instrucciones sobre el siguiente movimiento. Si le gustaba, ¿por qué no había hablado con ella? Si la había besado en San Valentín, ¿por qué no lo hacía en el Expreso y aclaraban de una vez qué estaba pasando? Y sin embargo Luna volvió a encogerse de hombros, agachando la cabeza, y un mechón de pelo resbaló sobre su nariz sin que hiciera nada por devolverlo a su lugar.
- Soy una persona, no uno de aquellos duendecillos de Cornualles que el Ministerio utilizó para experimentar con la saliva de hombres invisibles...
- ¿Qué diantres...? - Hermione tardó unos segundos en descubrir si aquella frase tenía algún sentido. - No estoy experimentando nada contigo.
Luna asintió sin la menor convicción y la miró de soslayo, apoyando las manos en la encimera preparada para bajarse. Los dedos de Hermione temblaron un momento y con lentitud le apartaron el cabello de la cara. Se iba a ir, como si se hubiera acabado su tiempo...
Tuvo que ponerse de puntillas para poder besarla, hundiendo los dedos en la coleta medio deshecha, notando los mechones deslizarse igual que agua hacia sus muñecas. La besó más suavemente de lo que la propia Luna había hecho el día de San Valentín, limitándose a posar los labios en su boca y esperando una respuesta. Llegó en forma de cosquilleo en la boca del estómago, y se convirtió en el reflejo inconsciente de abrir los labios y humedecerlos con la lengua, tanto los suyos como los de Luna, que se limitó a devolver un beso suave, condescendiente. Hermione bajó las manos por sus hombros y por el cuello de la camisa, tropezó con el nudo laxo de la corbata y con un impulso tiró de la tela, atrayendo a Luna hacia sí. Respiró profundamente, con el aire quemando en los pulmones, antes de besarla de nuevo, y ahogó un gemido de satisfacción cuando la propia Luna ladeó la cabeza y lamió la parte inferior de sus labios. Ya no había ninguna decisión que tomar, ni siquiera Expreso de Hogwarts o fin de curso, mientras el escalofrío que la bailaba en el vientre no cesara, deslizando las manos sobre la camisa, la cintura, alcanzando el borde de la falda...
Luna se escabulló igual que una anguila, tan fluidamente que Hermione casi perdió el equilibrio cuando alcanzó la puerta. La miró desorientada, preguntándose cómo había pasado de sus brazos al otro lado del baño en un segundo, recobrando la orientación poco a poco. Con un suspiro Luna abrió la puerta del baño y la dirigió una media sonrisa ausente, con la coleta convertida en una maraña de pelo rubio y colocándose la falda y la bufanda en la cintura.
- Espero que ya tengas tus respuestas. Te traeré algo de Suecia. - hizo un gesto de despedida con la mano y cerró la puerta tras de sí, mientras el cuarto de baño volvía a su tamaño normal.
FIN
