No es historia de amor
Afrodita: hola amiga¡¡¡ Pedazo, pedazo ;) un pedazo de capítulo que
me llevó una semana escribir. Pasan muchas cosas, tu lo has dicho y
además importantes. Como la conversación entre Draco y Herm en el
bosque. Jejeje, mi Hermione es super malvada a veces pero a Draco, que
es masoquista el pobre, le encanta :P jajaja, qué le pasará, que le
pasará a Graham ;) Aquí te lo dejo. Nuse, nuse...¿Tú qué crees? ¿Sí?
¿No? El pasado, el pasado...mmm...interesante.. jeje, muchas gracias
preciosa¡ un besazo¡¡
Sayuki-chan: Hola¡ jejeje, sí, son bastante posesivos... No solo los
enamorados tienen celos, ;) Pues, ya se irá viendo. Si siguen siendo
así de descuidados ten por seguro que terminarán pillándles. Porque no
me digas tú que lo del pintalabios...en fin. ;)
Sí, Graham Golden es un ídolo para él aunque está relacionado con
otra cosa...que no puedo decir¡ jejeje
Un besazo y muchas gracias por el review¡
Nicol-Aru: Hola amiga¡ ¿Qué tal guapísima? Espero que bien¡ Me alegro
de que te gustara el capi. ;) Sí, tiene un poquito "de todo" pero le
falta algo. :D Te quedó claro, claro, claro?Bueno, ya sabes que si
tienes dudas, me lo dices ;) Gracias¡ :# ;) Jajaja, yo tampoco, yo
como Gollum (Mío, mi tesoro, gr..gr...gr) jajajaja XD ;) Soñamos con
Draco, yo todas las noches. Ay, mi Drakito...jeje, muchas gracias por
el review y muchísimos besos¡¡
Dark Raxiel: jajajaja, no sé si ahogarme pero pasar un buen rato
desde luego que sí¡jajaja, claro que te acercaste¡ Ibas por buen
camino pero...tuviste muchos fallos¡¡¡
Jajajajaja, en el campo, en unos baños, jejeje, buena idea, lo anoto:
delante de los ojos de Ron. Jajajaja, asias¡ tampoco está tan
kawaii...ta...ta... ;) Jajaja, ¡te rompí la inocencia? ¡No!? jajajaja
) ains, ains, eso de bien, buah, me da un poquillo de verguenza, yo y
mis verguenzas y estos dos...que degenerados. A ver si os creeis, o
mejor dicho ,me creéis una pervertida sexual o algo peor. :| :|
jejejeje, problemas con el word :@ jajajaja ; asias¡jajajja, pos
sigue, sigue, a romper tu récord en el próximo!!! Muchos besotes
SpyProngs19: Hola¡¡¡¡ Jeje, fue emocionante, sí. .P Jejeje, un
incendio, estos son capaces de quemar el bosque, no lo dudes¡ Jaja,
qué arte tienen en la pista de baile¡jeje, y a mí¡ :D ¿Quién se
resistiría a un baile con Draco? jeje, un besazo¡¡
floriana-17: Hola amiga¡¡¡¿Qué tal te va,preciosa?? Jeje, ¿te aclaró?
Bien, pero..¿qué te aclaró? ¿Celos de Hermione? Mmmm...no sé, no sé.
Ella lo quiero para...ya sabes para qué...jeje, o eso me dijo a mí. :P
Y yo también le extraño pero, tranqui.Le falta poco para entrar en
acción. ;) Muchas gracias y muchísimos besos¡¡
12. Adiós
Salió corriendo al exterior. No podía ocurrir. Tenía que evitarlo
como fuese.
Se escurrió entre la multitud que se agolpaba en la puerta.
Al estar en la calle, una ola de frío le golpeó el rostro. Un frío
intenso le recorrió el cuerpo pero no congeló sus actos ni sus
pensamientos.
Andó con velocidad hacia donde habían aparcado.
Centenares de pensamientos chocaban en su mente. Tenía el sentimiento
de la culpa. ¿Por qué no había hablado con Hermione, incluso con
Reeves? ¿Por qué, una vez más, le había podido más el pasado? ¿Por qué
no podía superarlo?
Las farolas antes muy luminosas ahora, horas después, parecían mas
tenues y menos brillantes. Las luces parecían haberse apagado un poco
y la oscuridad cernía su manto por parte de Sky Tower.
Ya estaba llegando cuando, de repente, oyó unos pasos agitados detrás
de él. Su varita, la llevaba oculta en el calcetín.
Los pasos se acercaban más. Se paró en mitad de la acera. Los pasos
no se detuvieron. Draco movió los dedos, esperó unos segundos y, acto
seguida, se agachó rápidamente, girándo sobre sí mismo y dirigiendo
una mano a tobillo. Alzó los ojos, demasiado tarde:
- ¡Draco!
Suspiró. Su corazón latía desenfrenadamente.
Los andares coquetos continuaban enlazados a su figura. Parecía una
eterna seducción. Una seducción sin resultado.
- ¡Drakín! ¿Por qué me dejas solita ahí dentro?
El rubio se levantó despacio, conteniendo el aliento.
La chica se llevó una mano a su cabello y comenzó a juguetear con él.
Sus ojillos verdes traviesos daban vueltas alrededor de él.
- Ingrid. - murmuró Draco. - Será mejor que regreses.
- ¿Por? - preguntó acercándose.
- Hace frío.
- No tengo frío. - contestó con una pícara sonrisa. - Al contrario,
tengo mucho calor.
Agitó la mano ante su rostro.
- ¡Uf! Calor, qué calor. ¿Tu no?
Draco negó con la cabeza.
- Vamos, Draco, ¿por qué...? - dio una vuelta sobre el chico que
estaba aún quieto en la misma estancia. - ¿Por qué no hacemos algo más
divertido? Me casé de bailar. Vamos a otro sitio más...entretenido.
Sonrió. Era muy guapa, desde luego que sí. Quizá si la situación
hubiera sido otra, Draco habría aceptado su ofrecimiento pero, en ese
instante, allí, con todo lo que se traía entre manos, lo que menos
tenía en mente era ella.
- Lo siento. - dijo Draco con un toque encantador. - Hoy no.
Ingrid se paró en seco, frente a Draco.
- ¿Qué dijiste? - preguntó como si no pudiera creérselo.
- Que no. - repitió Draco con pasividad.
- ¿No?
- No.
La rubia bajó los ojos.
- ¿Eres gay? - le preguntó arqueando una ceja.
Draco sonrió y negó.
- ¿No te parezco atractiva?
"Joder, que si no me parece atractiva", Draco se mordió un labio y se
mesó el cabello.
- No es eso, Ingrid.
- ¿Qué es, entonces?
- Es que...no puedo.
- Estás casado.
- No.
- Estás prometido.
- No.
- Estás por ella.
- ¿Por ella? - preguntó Draco. - ¿Por quién?
- Por la del Sky. La morena esa, tu compañera.
- Hermione.
Ingrid asintió.
- No.
- Yo creo que sí. ¿Os habéis liado?
- Defíneme "liado".
- Oh, Drakito, si os habéis acostado.
Draco no respondió.
- Oye, llevo mucha prisa, en serio.
- Sí, ¿lo hacía bien?
¿Pero qué decía esa loca?
- ¿Te interesa mucho?
- Para rechazar un ofrecimiento mío, hay que tener una muy buena
razón. - dijo moviendo la cabeza.
- ¿Qué pasa? ¿Nunca te han dicho que no?
- No, nunca.
Draco cogió aire y suspiró.
- Ingrid, estás buenísima, bailas tan bien que podría pasarme horas
en la pista, eres preciosa...cualquier hombre estaría encantado de
estar en mi lugar pero, ahora mismo, tengo algo muy importante que
hacer.
Ingrid lo revisó una vez más y rodó los ojos. Luego sonrió levemente.
- ¿Un "no" definitivo?
- Es mi última palabra. - tajó Draco.
La chica sonrió y se encogió de hombros.
- Otra vez será. - suspiró.
- Adiós, Ingrid.
La rubia se acercó más a Draco y le besó.
- Hasta siempre, Draco. - dijo guiñandole un ojo.
"Me arrepentiré", pensó.
Ingrid le sonrió por última vez y comenzó a alejarse. Draco la
observó marcharse, sus andares sinuosos volvían a la discoteca, a
terminar su noche. Draco tenía que terminar la suya.
Se volvió y continuó hasta el aparcamiento.
Sentía algo en el aire. ¿Era su instinto audaz que le informaba de
que algo estaba ocurriendo? ¿Era eso? ¿Era nostalgia? ¿Qué pasaba?
¿Qué era?
Llegó hasta donde estaba el descapotable gris de Reeves.
"Es fácil", se dijo.
Se colocó frente a la cerradura del coche, no sin antes comprobar que
nadie pasaba por alrededor.
- ¡Alohomora! - susurró.
Un "clic", le informó que la puerta estaba abierta.
Se montó en el coche. Dio una patada a la cubierta inferior de debajo
del volante. Enseguida la funda se rompió y una ensenada de cables de
distintos colores se abrieron ante él.
Fue a por los dos que necesitaba. Los juntó. "Vamos", pensó. Apretó
con cuidado.
- Venga... - murmuró.
Hacía años que no lo hacía pero, aún lo recordaba.
Un ruido tronador se escuchó por detrás de sus oídos. Sonrió
satisfecho. Había completado el puente, el coche era todo suyo. La
primera prueba estaba superada. Agarró el volante y se dispuso a
correr hacia el camino más corto a Waiheke.
No había gente por la calle. No era demasiado tarde. ¿Qué hora tal
vez? ¿La una? ¿Las dos? ¿Tanto? ¿Menos? ¿Cómo podía haber sido tan
idiota?
Pisó el acelerador aún más.
Unos paseantes vieron pasar veloz una mota grisácea volando a toda
prisa por la carretera.
Su cabello rubio ondeaba con el viento. Se sentía libre, como en los
viejos tiempos.
A ese ritmo raudaz llegó hasta la casa donde residían él y Hermione.
Bajó del coche y se dirigió a la puerta. Sacó la varita y, de nuevo,
con el mismo hechizo que minutos antes había utilizado, abrió la
puerta de la casa.
Pasó dentro y rápidamente se dirigió a la chimenea.
Cuando estaba preparado para coger los caramelos, el transportador
hasta la mansión Golden, algo lo detuvo:
- ¡Señor Draco!
Se sobresaltó y miró atrás.
Un muy mojado Johny Grinm le miraba un poco confuso a través de sus
pequeños ojillos oscuros.
- Grinm. - farfulló Draco. - ¿Qué te ha pasado?
- Eh...bueno...
El pelirrojo titubeó y, de repente, detrás suya apareció Mayra. Ella
estaba muy sonriente. Su vestido estaba empapado de agua, como el de
Johny. Al ver a Draco, su sonrisa desapareció y con una mueca le
preguntó:
- Señor Malfoy...¿qué hace usted...? - miró buscando a su alrededor.
- ¿Y Hermione?
- No hay tiempo. - cortó Draco. - Tengo que marcharme a la mansión
Golden.
- ¿Pero Reeves...? - fue a preguntar Johny frunciendo sus pobladas
cejas.
- Si Granger aparece, decidle que no se le ocurra seguirme. - cogió
un puñado de caramelos y los miró. - Adiós.
Ante las caras de sorpresa de Johny y Mayra, Draco desapareció.
Cayó de bruces en el suelo. Justo enfrente de la mansión propiedad de
Graham Golden. Las luces estaban encendidas, era lo único que relucía
en la oscuridad de Waiheke.
Draco se levantó y, sin perder tiempo, se dispuso a entrar en la
casa.
Pero, cuando estaba tan solo a unos pasos de la entrada, escuchó un
crujido detrás de él. Se volvió.
Detrás de él aparecieron cuatro figuras negras encapuchadas.
Tan rápido como pudo se sacó la varita y apuntó con ella a los
desconocidos que ya se dirigían hacia él.
- ¡Desmaius! - gritó apuntando a uno de ellos.
Ante la sorpresa de Draco, el hechizo rebotó y se dirigió de nuevo a
él. Se agachó a tiempo.
Cada vez estaban más próximos, cada uno por una zona, lo rodeaban.
¿Habría más?
No tenía miedo, le habían enseñado que el miedo sólo es para cobardes
y él era Draco Malfoy.
Repitió el hechizo con otro de los encapuchados y volvió a rebotar.
Fue tarde porque uno de los encapuchados se cernió sobre él. Draco le
golpeó en el pecho y sintió que chocaba contra algo duro que le
lastimó el puño.
Otro encapuchado intentó quitarle la varita. En un ágil movimiento se
echó al suelo y les dio un fuerte empujón que hizo que uno de ellos
cayera al suelo.
¡Cómo no había caido! ¡Un escudo mágico!
Los dos encapuchados estaban detrás.
- ¡Accio escudo! - gritó.
Al instante una armadura plateada fue a parar a sus manos.
- ¡Desmaius! - dijo apuntando al encapuchado al que le había quitado
el escudo.
Éste cayó en el suelo, insconciente.
Eran mortífagos pero, principiantes. Sabía que los principiantes no
podían salir sin escudo, ley del jefe. Pero, si eran mortífagos tenían
varita, y si tenían varita, eran tres varitas contra la suya.
- ¡Accio escudo! - gritó apuntando al de delante.
Detrás tenía uno pero, lo había visto. Con su mano libre le cogió de
la capucha y lo golpeó con los nudillos.
- ¡Impedimenta!
Se agachó y tiró al que sujetaba, al suelo.
El otro encapuchado que antes había yacido tirado ahora se levantaba
y sacaba algo de su bolsillo:
- ¡Expelliarmus! - gritó sin pensarlo dos veces. - ¡Accio escudo!
Golden, el tiempo pasaba.
- ¡Partilies!
Sólo quedaba uno pero, Draco tuvo el primer fallo:
- ¡Cruciatus!
Dolor, intensamente extendiéndose por todo su cuerpo. Dolor que
corría como el veneno a la sangre. Gritó, no se pudo reprimir.
Abrió los ojos. Dislumbró una sonrisa al encapuchado, apretó su
varita y entre el sufrimiento gritó, sabiendo que no debía hacerlo,
sabiendo que se metía en líos, de nuevo:
- ¡Avada Kevrada!
El sujeto se quedó inmóvil y cayó al suelo. Ni un escudo resistía
eso. Eso era mortal. Nadie había sobrevivido, no, sí, hubo alguien,
Harry Potter.
Una gota de sangre salió de su nariz y rodó por sus finos labios
produciéndole un sabor dulce y a la vez amargo.
Golden.
Y la mano, le dolía, se miró mientras corría, la piel se le abría
mostrando heridas de las que brotaba sangre.
Abrió la puerta sin utilizar varita con una sonora patada.
Un pitido sordo sonaba en su mente y resonaba más en sus oídos.
¿Por qué tenía la sensación de meterse en la boca del lobo? ¿Por qué
sabía que iba a dolerle volver a los recuerdos? Simplemente lo sabía.
Fue directo al salón. No había nada, ni nadie. Miró a su alrededor.
La luz brillaba en toda la estancia. La vidriera rota dejaba entrever
la oscura noche.
Miró a su alrededor. Apretó su varita.
- Sal de ahí. Sé que estás aquí. Te presiento.
Sus palabras sonaron fuertes, graves.
Su corazón latía dentro de su pecho en una lucha continua entre la
tensión y el pasado.
La voz sonó y fue como desenterrar lo oculto:
- Te estaba esperando.
Un calambre le recorrió toda la espalda. No, no quería volverse pero,
su cerebro, una vez más, pudo más.
Creyó verse en un espejo. Creyó estar observándose a sí mismo pero,
la sonrisa cínica de su reflejo no le hizo dudar:
- Estás...vivo.
Y estaba allí. Él había sido y era, el jefe de los mortífagos. No, no
era un sueño, su espíritu malvado que tantas veces le había visitado
en sueños terribles estaba frente a él con la misma serenidad y el
aura maléfica que siempre había llevado enlazada.
Allí estaba él, Lucius Malfoy, su propio padre.
- Así es, Draco, sigo vivo.
- No puede ser...
Había muerto, años atrás, en la lucha perpetua de los mortífagos. Sí,
él había visto su cadáver, lo había enterrado, estaba muerto.
- Tu muriste.
- No, Draco, no fui yo. Fue sólo un doble. Todo estaba preparado.
Pum, pumPum, pum "Se ha ido. No podré vivir sin él. Prefiero
morir a vivir sola sin él. Pum, pumPum, pum Su madre había
muerto por él. Poco después, no había podido resistirlo.
Una rabia intensa le recorrió todo su ser. Quería matarlo.
- Mi madre murió por ti.
Lucius se limitó a sonreír.
- Tu madre no era nada, Draco. Tenía que suceder.
- ¡QUÉ TENÍA QUE SUCEDER! ¡MALDITO! - gritó. - TU LA MATASTE.
¡MATASTE A MI MADRE!
Lucius hizo una mueca de asco.
- Deja los sentimentalismos para otro momento, Draco. Siempre supe
que con tu estúpida conciencia no llegarías a ninguna parte. Que
serías tan inútil como tu propia madre.
- ¡CÁLLATE!
Su grito sonó estridente. Avanzó unos pasos y lo tomó por el cuello
de la túnica.
- Tu no sabes nada de mí.
- Suéltame. - dijo Lucius con la mirada desafiante.
- Sólo te dedicaste a amargarme la existencia.
- Suéltame, Draco. - repitió calmado.
- Pero no vas a conseguir arruinar más vidas
Lucius sonrió.
- ¿No? ¿Quién va a impedirlo?
- Yo.
Dos voces se oyeron de repente. Draco se sobresaltó y miró hacia
atrás.
Como nunca lo había visto, Graham Golden estaba quieto en el centro
del salón.
Draco abrió la boca.
Ése era Graham Golden. Un Golden, ídolo de todo el mundo mágico. Un
Golden famoso en la historia. El mejor auror de todos los tiempos.
El rubio miró a Lucius y lo soltó.
El jefe de los mortífagos no parecía nervioso. Su porte era orgulloso
y su mirada fría como el hielo.
- No permitiré que destruyas más futuros, Lucius. - dijo Graham.
Sus ojos verdiazules parecían enormes y su imagen rejuvenecida.
- Volvemos a encontrarnos.
Draco arqueó una ceja.
- Tú fuiste quien me atacó aquella noche.
- Y vengo a terminar lo que empecé.
- No podrás. - sonrió Graham.
- Es un reto. - sacó su varita.
Golden mostró la suya, una reluciente varita dorada.
Ambos magos se lanzaron a un duelo mágico.
Los destellos volaban por la estacia. Draco no podía contener su
asombro.
- Creiste que tantos años después, habría perdido la práctica.
Lucius respiraba agitado.
- Dudas de mí, Golden.
Todo fue muy rápido, Lucius gritó la palabra mágica definitiva.
- ¡Avada Kedavra!
El destello potente que salió de la varita de Lucius cogió a Golden
desprevenido. Pero, de repente, algo detuvo las acciones. Las tres
varitas de la sala estaban levantadas, el tiempo, estaba detenido pero
las personas no.
Lucius miró a Draco. La mirada que le dirigió, Draco jamás la había
visto. Por primera vez en su vida, Lucius Malfoy le había pedido ayuda
y, Draco, en ese momento, no podía ayudarle.
- Adiós, papá.
Tristeza de nuevo, pesar.
- Adiós para siempre.
El tiempo volvió a su estado normal. El destello de Lucius fue
bloqueado por dos destellos, dos destellos muy potentes, un poder
mayor al del mortífago. El hechizo rebotó.
El grito desgarrador de Lucius y un sonido ronco de algo
estrellándose inundaron la mansión Golden y, también todo Waiheke.
Lucius Malfoy había muerto.
Draco se acercó lentamente al cuerpo tendido de su padre. En su
rostro no había muestra alguna de alegría ni tristeza, simplemente no
había nada. Nada.
Observó a Lucius. Se agachó y se puso frente a él. Con los dedos le
cerró los párpados y cerró también los suyos, acompañándolo de una
inspiración profunda.
Sintió una mano en su hombro y levantó la vista.
Graham Golden volvía a ser el hombre cano y tranquilo que había
conocido días atrás.
- Lo siento, Draco.
El rubio asintió.
¿Y él? ¿Qué sentía? No estaba triste. Sino más bien...cansado.
- Estoy muy orgulloso de ti. - le dijo conciliadoramente.
- ¿Por qué? He contribuido a la muerte de mi padre. He matado a mi
padre y le he salvado.
- No te culpes de su muerte, Draco. Él ya estaba muerto en vida.
Draco abrió los ojos y se levantó lentamente.
- Gracias por salvarme.
Había muerto y con él por fin quedaban enterrado todo, esta vez sí.
- Gracias a usted, Graham, por destruir lo que yo no pude.
Los dos hombres se miraron, con una mota de triunfo en la mirada.
- Con esto los mortífagos decaen por completo. - apuntó Golden. - Es
hora de que la paz comience a reinar entre todos los magos.
De repente, salidos de la nada, por la puerta entraron dos personas.
- Hermione... - murmuró Draco.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Reeves. - Papá, ¿estás bien?
- Perfectamente.
Parecía preocupada. ¿Por él? No, por Graham en todo caso.
- ¡Lucius Malfoy! - exclamó Hermione mirando a Draco.
- Era el jefe de los mortífagos. - aclaró Draco.
- Pero, él...él estaba muerto. - dijo Hermione.
- Fingió su propia muerte. - les aclaró Graham.
- Papá..¿entonces¿ Él fue...
- El que me atacó aquella noche. La razón de mi abandono.
- ¿Lucius Malfoy? - preguntó Reeves, confuso.
- Mi familia. - sonrió levemente Graham. - El ataque me enseñó dos
cosas, una, que la vida es muy corta y que en cualquier instante se te
puede ir y otra, que lo que más quería en mi vida, era mi familia y
con mi trabajo no estaba disfrutando de ti y de tu madre como quería.
Reeves miró a Draco y luego de nuevo a su padre.
- El caso está resuelto. - apuntó Hermione.
- No. - tajó Graham. - No, Hermione. Nadie sabrá esto, jamás. Sólo
nosotros cuatro. El secreto del agresor de Graham Golden siempre
quedará como un gran misterio.
- Usted ya lo sabía, ¿no es así? - le preguntó Draco.
Graham asintió.
- Siempre lo supe. Mas nadie nunca lo sabrá.
Los cuatro se miraron. El secreto estaba oculto, el misterio
desvelado.
Abrió la puerta lentamente. Miró a su alrededor y se metió deprisa en
la habitación cerrando de nuevo la puerta con suavidad.
Estaba oscuro pero pudo distinguir la figura de Draco Malfoy asomado
a la ventana.
Se acercó con sigilo. Él estaba tan concentrado que ni siquiera la
había oido entrar.
Draco miraba el paisaje, tranquilo. Hermione se mordió el labio.
Estaba a tan sólo centímetros lejos de su cuerpo.
Miró su espalda desnuda y pasó un dedo delicadamente por la piel
descubierta.
Sintió como el rubio se sobresaltaba y, besándolo en el cuello, acabó
volviendo a su postura inicial, sabiendo que era ella.
- ¿Descubres a asesinos ocultos y no me oyes a mí? - preguntó
dulcemente.
Draco sonrió levemente.
Hermione continuó acariciando su ancha espalda. Besándola con
ternura.
- ¿No tienes frío? - le preguntó enlazando sus manos a la cadera del
chico.
- No, se está bien así. - respondió Draco.
Hermione apoyó su cabeza sobre ella. Sus rizos le producieron a éste
una gustosa sensación de cosquilleo y dulce paz.
Continuaron unos minutos silenciosos, envueltos en un silencio
cómodo.
- ¿Quieres estar solo? - le preguntó de nuevo.
- No, prefiero estar contigo.
Draco se dio la vuelta. Hermione se alejó escasos centímetros. Con
sus ojos grises la revisó. El corto camisón blanco, los rizos rebeldes
naciendo y derramándose por toda su espalda. Sus labios tan rojos, sus
ojos tan profundos. Su voz....
La atrajo agarrándola por la cintura. Bajó sus manos hasta tornear su
trasero. Hermione lo miraba muy quieta, aunque, atenta a sus
movimientos.
Draco bajó más aún, acarició sus muslos y las volvió a subir
recorriendo con ellas sus caderas, su cintura, sus pechos...
Hermione abrió la boca y echó ligeramente la cabeza hacia atrás.
Levantó sus manos y le acarició el cabello a Draco. Los mechones
rubios se escurrían entre sus dedos. Se acercó más y lo besó,
colocándolas en las mejillas de éste.
Al terminar el beso, Draco la miró con sus profundos ojos grises y le
sonrió.
- ¿Qué maldad cometerás esta vez? - le preguntó, coquetamente, a la
morena.
- ¿Yo? - dijo ésta con cara de inocente. Sonrió. - Intercambiémonos
los papeles, esta noche.
- Como ordenes.
La chica sonrió. Draco la volvió a besar deteniéndose en cada punto,
recorriéndolo con más ahínco y haciendo estremecerse a cada sentido.
Entonces se colocó de rodillas ante Hermione que lo observaba con los
ojos sedientos de sus juegos perversos.
Draco rodeó con las manos, nuevamente, los muslos de Hermione. Solo
la parte trasera.
Acercó, atrayendo hacia sí, el cuerpo y las piernas de la chica. Los
besó con frenesí mientras que, al mismo tiempo, los estrujaba,
agarrándolos fuertemente con sus manos. Hermione respiró
agitadamente. Draco sonrió y, repentinamente, se olvidó de aquello y,
cogiendo el final del camisón, a la altura de medio muslo, lo subió
suavemente levantándose mientras más lo subía. Levantó los brazos y
Draco terminó de quitárselo.
La tela dejó descubierta la piel que ocultaba. La desnudez de
Hermione.
Draco la acarició lentamente como si fuera la primera vez que tuviera
la visión del cuerpo de Hermione.
Caminaron junto con su deseo. Hermione se inclinó lentamente y el
rubio la fue dejando caer al colchón delicadamente.
Sus ojos chocaron y se miraron mientras el éxtasis iba subiendo.
- Cierra los ojos. - le pidió Draco.
Hermione rodó sus iris marrones, Draco acarició la piel de su rostro
y rodeó con un dedo su boca. La chica cerró los párpados y cogió aire,
soltándolo por la boca.
- Y...
El sonido de la voz de Draco le resonó fuertemente en su oído
izquierdo.
- No hables.
Sentía como su pecho subía y bajaba al compás de su respiración.
- Si quieres eso... - le susurró. - Sólo tienes una manera de
callarme.
Draco la besó con pasión mientras juntaba sus manos con sus manos. Se
separó y se dirigió a su oído derecho.
- Tengo muchas formas de callarte. - le dijo con provocación.
- Ponlas a prueba, entonces.
Draco la besó entre los dos senos.
- No dudes que lo haré. - volvió a susurrarle.
Hermione sonrió y se mordió el labio, expectante a su noche.
A partir de ese momento, el tiempo pareció comenzar a correr más
rápido. Los días parecían hacerse mucho más cortos. Las mañanas
pasaban más lentas, las tardes a veces, eran eternas pero, las noches,
sus noches, pasaban audaces como estrellas fugaces.
Su trabajo iba progresando y empezaba a dar forma.
Las visitas, continuas, eran agradables. Graham les contaba anécdotas
divertidas con las que disfrutaban u otras extremadamente peligrosas.
Les contó misterios que había resuelto, crímenes impensables y
hechizos muy valiosos.
Draco, día a día, admiraba más a ese hombre. Al hombre que una vez
había perseguido a su padre en la orden de los mortífagos y, al
hombre, que había acabado con su vida.
Reeves comenzó con prácticas para su regreso a la escuela de
aurores. Algunos días, en la terraza, Draco hablaba con Graham y
Hermione ayudaba a Reeves con sus hechizos y deberes.
Draco no soportaba verla reír con él. Siempre le había caído mal
Reeves Golden. Le parecía un estúpido insufrible y no podía comprender
como él y Hermione se llevaban tan bien. El amor de el joven Golden
hacia la reportera era muy evidente. Hasta el más tonto lo hubiera
notado pues, la miraba continuamente y sus ojos brillaban mirándola.
Su comportamiento amable escondía la necesidad de estar cerca de ella.
Creía que siendo así, Hermione se enamoraría de él.
Draco sentía una rabia inmensa al pensarlo.
Así acabaría lo suyo, sus encuentros, sus noches.
Las noches seguían siendo apasionadas. Sus encuentros seguían siendo
una lucha de poderes, el poder de la seducción y el deseo de gobernar
el uno al otro. Ninguno de los dos cesaba en el intento y, ninguno de
los dos se rendía.
Hubo días en que el deseo eran tan intenso que no podían esperar a la
noche, debían acallar la voz que los mataba. Cada noche era una
aventura nueva, una nueva incursión en el espacio prohibido.
El teléfono sonó. Nadie respondió y la llamada volvió a repetirse.
Algo se movió en la cama. Alargó un brazo y, torpemente consiguió
agarrar el auricular del teléfono.
- ¿Sí? - preguntó una voz adormilada.
- ¡HERMIONE!
- ¡Ginny! ¿Por qué gritas?
Bostezó y se restregó los ojos.
- Cacho perra, mal amiga. - bromeó la pelirroja. - No me has llamado
en tres días.
- Lo siento, Gin, he estado muy liada. - se excusó Hermione.
- Mm...vale...pero no lo vuelvas a hacer. ¡Ya mismo vuelves! - gritó
la pelirroja.
- Sí, - sonrió Hermione revolviéndose el pelo. - dentro de cuatro
días me tendrás allí de nuevo.
- Estoy deseando verte.
De repente algo se removió en la cama y tosió. Abrió los ojos.
- Hermione, ¿qué pasa?
- ¿Qué?
Era Draco que le sonreía.
- Buenos días. - la saludó.
- ¿Quién está contigo?
- Nadie...
El rubio sonrió más ampliamente y, moviéndose, se colocó encima de
ésta.
- Hermione, vamos, he escuchado a un hombre. ¿Quién es?
- Que no...Gin...
Draco la besó en los labios brevemente. Sonreía. La besó en el
cuello.
- ¡Cómo que no! Pero que mentirosa estás hecha...tía, no me esperaba
esto de ti.
Hermione rió. Draco bajaba, besándole el pecho y jugando con sus
senos.
- Ginny, eres pesadilla..¿eh? ¿Cómo te va el trabajo?
- Mal, no hay noticias. Todo está muerto aquí. Londres es muy
aburrido.
- Ya....siempre lo ha sido.
Draco siguió bajando, lamiéndole sin escrúpulo alguno cada centímetro
de piel que se interponía en su marcha.
- Desde luego que si me dieran unas vacaciones a Nueva Zelanda,
encontraría noticias para "Corazón".
- No te creas, no pasa tampoco nada a...
Se calló de repente y reprimió un grito que se escapó como un gemido.
Draco había llegado a la parte más oculta de su cuerpo.
- ¿Herm?
- Sí, sí, sí. - contestó Hermione, agitada.
- Herm, ¿qué pasa?
- Nada.... - mintió mordiéndose con fuerza el labio y tapándose la
boca con la mano.
- Cuando vuelvas aquí me vas a contar todo con detalles, que lo
sepas. Y no te escaparás. Castigo por no contarme lo que está
pasando...
- Sí...
No sabía cómo hacía para no gritar, para reprimirse y seguir el hilo
de la conversación. Malfoy sonreía cinícamente oculto entre las mantas
y las piernas de ella.
- Y vamos a hacer una fiesta, sí, entre las dos. Sí, a ponernos
moradas, no extrañarás nada mis platos "Ginnyescos".
- Sí...
- Además, como yo no cocina nadie. ¿A qué no?
- No, no, por supuesto.
Se tiró del pelo con fuerza. Su respiración era demasiado agitada y
de un momento a otro creía que no iba a poder aguantar más e iba a
explotar.
- Bueno Ginny, cariño, te tengo que dejar.
- Jo...si no llevamos nada habl....
- ¡Te quiero, cielo! ¡Nos vemos!
- Pero...
Colgó el auricular.
Bajó la mano y se encontró con el suave cabello de Draco. Apretó el
pelo en su mano y tiró de él hacia arriba.
Draco dio un pequeño chillido.
Sacó la cabeza de entre las mantas. Sus ojos grises eran más hermosos
que nunca. Una sonrisa enorme y sensual estaba grabada en su rostro.
- Eres un capullo, Draco Malfoy. - le dijo seriamente.
- Lo sé.
Acto seguido, Hermione volvió a tirar de él y lo besó con mucha
pasión.
Draco puso las manos en la cama para sujetarse. Hermione le rodeó el
cuello con los brazos. Después de no soltarse, Draco la agarró por
debajo de los hombros y por una de las piernas y, se dieron la vuelta
cambiando de posición.
Respiraron jadeantes, recuperando el aliento perdido.
El rubio jugueteó con los rizos de Hermione que caían sobre su pecho
haciéndole cosquillas.
Volvieron a besarse con la misma intensidad. Así, un par de veces más
y terminaron dándose besos muy breves llenos de deseo.
Comenzaban a hacer un juego más serio cuando, de repente, el teléfono
volvió a sonar.
Hermione se separó de Draco:
- ¡Cómo sea Ginny...! ¡Es que la...!
Cogió el auricular y se lo colocó en el oído.
- ¿Quién es? - preguntó con enfado.
Draco vio como su gesto cambiaba de enfadado a contento.
- Oh, Reeves. Jeje, buenos días.
Draco se llevó una mano a la frente, pegándose en ella y cerrando los
ojos.
- Sí, muy bien. Ya. No, que va, muy temprano.
El rubio sonrió para sí. "Sí, Reeves, a las nueve se acostó.", pensó
maliciosamente. "A las doce comenzó la noche".
- Sí, hoy. No, casi...Sí. ¿A dónde?
Draco arqueó una ceja.
- Ah...¡perfecto! Sí, se lo diré.
Hermione bajó la vista hacia Draco.
- No sé, supongo. Se le habrán pegado las sábanas. - rió.
Draco estuvo a punto de decir algo pero Hermione colocó un dedo sobre
sus labios viendo la intención. Su pupila estaba dirigida al techo.
Draco observó que recién levantada estaba igual de preciosa...
- Mmm...dentro de...una hora. Sí, habrá tiempo. Claro. Allí
estaremos. Un beso.
Draco esperó que colgara pero Hermione se quitó de encima suya,
dejandole solo en la cama, se envolvió en una sábana celeste y se
levantó, aún con el auricular en la oreja.
- Yo también. - murmuró con una sonrisa. - Hasta luego.
Draco se enderezó y vio como ella colgaba el teléfono.
- ¿Cómo que tu también? ¿Desde cuando estás detrás de Reeves?
- Draco, déjate de tonterías. Tenemos una hora para vestirnos.
- ¿Tonterías? ¿Le dices a Reeves que tu también le quieres y, es una
tontería? - protestó.
- ¿Tanto te importa lo que haga con Reeves? - preguntó arreglándose
los mechones que caían sobre su rostro.
- ¡Claro que me no me importa en absoluto!
- Vale, entonces no me rayes con lo mismo.
Draco suspiró.
- Nos vamos a Piha.
- ¿A...qué?
- Ya te lo explicaré después. Venga, vamos.
- ¿Y lo de antes?
- Para esta noche.
- Pero esta noche...
- Draco Malfoy no quiero ni una sola palabra más.
Entonces algo los sorprendió a ambos. Tocaban a la puerta.
- Hermione. ¿Estás despierta?
La chica le hizo gestos a Draco de que se callara.
- Sí, sí, Mayra, claro.
La maorí abrió la puerta. Hermione corrió hacia allí, impidiéndo que
se abriera completamente dejando ver a Draco.
- Buenos días, Mayra.
- Buenos días. - sonrió la maorí. Llevaba en la mano una bandeja. -
Veo que has dormido mucho.
- Sí, he estado hablando con Reeves y, vamos a ir a Piha, al jardín
de...
- ¡De Parnell Rose! - chilló la morena. - ¡Dicen que es precioso!
¿Podemos ir? Johny y yo.
- Ah..vale...No creo que haya problema.
- ¡Qué bien! -dijo con alegría. - Voy a decírselo a Johny. ¡Gracias!
Hermione cerró la puerta y se apoyó en la pared, suspirando.
- Por que poquito. - suspiró.
De repente, dejando a Hermione boquiabierta, la puerta volvió a
abrirse.
- Hermione, se me olvidó darte el desa...
Los ojos turquesas de Mayra se abrieron como platos observando la
escena. Draco y Hermione medio desnudos, tapados tan solo por mantas y
sábanas.
- Es...es...esto...
Miró a Hermione que estaba roja hasta el extremo. Draco miraba hacia
la pared.
- Mejor no...luego desayunan.
Cerró la puerta y los volvió a dejar solos.
- Yo creo que lo mejor será que me vaya... -dijo Draco levantándose.
- Dios mío, la hemos liado.
Ante ellos una visión magnífica y extraordinaria les abrió las
retinas.
- Aquí estamos, esto es Parnell Rose. - sonrió Reeves.
Caminaron lentamente admirando las figuras hermosas de los muros,
sirenas de mármol, olas pintadas de un azul casi celestial, estatuas
que parecían personas. Y...rosas. Muchas rosas.
Rosas rojas, rosas, blancas, amarillas...
- Hay más de cinco mil especies. - le aclaró a Hermione.
- ¿Cinco mil? - preguntó Hermione, fascinada.
- Todas reunidas aquí.
- Qué belleza.
El joven la miró anhelante. Hermione no notó su mirada pero, Draco y
Mayra, claramente.
- Ven, te enseñaré mis rosas preferidas. - dijo alegre, Reeves,
cogiéndola de la mano.
Hermione sonrió y le siguió.
Draco frunció el ceño pero siguió andando entre los rosales haciendo
como si no le importase. Y no le importaba. Dentro de cuatro días
dejarían Auckland y allí se quedaría todo. Incluso Reeves, incluso su
idilio.
- Son rosas Lacareoul. ¿Te gustan?
- Son...incréibles. - exclamó Hermione admirando las flores.
Se agachó y la olió. Su aroma era dulzón y a la vez picante. Su color
escarlata era atrayente. Si te fijabas mucho tiempo, parecía que algo
te impulsara a tocarla.
- No.
Hermione alzó la vista y se encontró con los verdiazules ojos de
Reeves que le sonreía.
- Son rosas de dos caras, Herm. Tiene una belleza impresionante pero,
tiene espinas que te impiden tocarla. Y, si te hiere te hace mucho
daño.
Hermione las volvió a observar.
- Lacareoul. - susurró Hermione.
- El nombre es un juego de palabras en latín. Significa algo así
como...¿Mentira oculta o cara mentira? Algo así. - rió Reeves.
- Son muy bellas, Reeves.
- No se pueden comparar a ti.
Hermione le miró y sonrió.
- Desde luego que sí.
Paseó entre los rosales, entre las decenas de árboles y plantas,
entre las rosas. La fragancia de las flores lo inundaba y le producía
un fuerte palpitar. Sus sentidos estaban casi bloqueados por ellas.
Rosas, tan bellas, tan dañinas. Como ella...No, ¿por qué acababa
siempre pensando en ella?
Se fijó en las rosas blancas que tenía frente a sí. Sus ojos grises
las revisaban con curiosidad.
De repente, miró hacia el otro lado. Allí estaba ella.
Se veía tan hermosa entre las rosas. Con su blusa blanca y su pañuelo
azul, tan hermosa, tan imposible...
Y, como si lo hubiera escuchado, segundos después, Hermione levantó
la vista de su visión y se fijó directamente en Draco.
Sus ojos se fundieron en un aura mística con el choque de sus
personalidades en sus miradas. Rodeados de rosas, impregnando en sus
pieles el dulce perfume de las rosas.
Se sonrieron mutuamente. ¿Por qué el deseo eran tan fuerte? ¿Por qué
no moría de una vez ésa pasión? ¿Por qué seguía queriendo vivir en sus
ojos?
- ¿Qué os ha parecido? - les preguntó Reeves.
- Magnífico. Me encantaría repetirlo. - sonrió Johny. - ¿Cómo es
posible que sólo en Piha alla cinco mil especies de rosas?
- Pues la verdad...
Reeves comenzó a hablar con Johny sobre las causas de la construcción
de Parnell Rose y las especies de rosas. Draco iba al lado de ellos
pero, sumido en sus pensamientos.
Detrás, Mayra y Hermione.
- Mayra... - murmuró la reportera.
- Hermione. - dijo la maorí con un tono de reproche.
- Por favor... Quiero explicarte...
- ¿Lo de esta mañana? No hace falta. No soy tonta para no darme
cuenta de lo que ocurre. - contestó Mayra mirando a Draco.
- Te equivocas si piensas...
- No pienso nada.
- Draco y yo somos compañeros de trabajo.
- Ya.
- Y, nada más. No estamos enamorados ni nada de eso.
La maorí la miró con sus ojos turquesas entre una mueca de confusión.
- ¿No? ¿Estás segura?
- Segurísima, May. Vamos, lo único que ocurre es que, de vez en
cuando pues...nos liamos, ya está. Nada más.
- Nada más, eh...
- No.
- No me convences.
- ¿Por qué no?
- Porque desde que llegaron hasta ahora, he notado cambios.
- ¿Cambios? - preguntó Hermione arqueando una ceja.
- Ajá.
- ¿Qué clase de...?
- Por parte de Malfoy.
- ¿Qué?
- Sí, incluso cambios por parte tuya.
Hermione bufó.
- Sí, no digas que no. He notado miradas, sonrisas. Dos personas que
se acuestan ocasionalmente... - murmuró en voz baja. - No se comportan
así.
- Mayra, por favor, no hay nada más entre él y yo. Al contrario. Nos
detestamos.
- ¿Os detestáis? - rió la maorí. - Falso.
- ¡Verdad!
Las dos mujeres acabaron riendo.
- Hermione, no estoy molesta. Aunque si te confieso una cosa, creía
que tenías confianza para contarme...
- Es que no creí que te interesara mucho y no quería que me creyeras
como una mujer...no sé. Un tipo de mujer que no soy.
- Te conozco bastante bien. - dijo guiñándole un ojo. - Sé como eres.
- Me alegro. Entonces...¿no estás enfadada?
La maorí negó con la cabeza. Hermione sonrió y la abrazó.
- Qué bien.
- Sólo tengo una duda.
- Dime.
Mayra hizo un mohín con los labios.
- ¿Qué ocurre con Reeves Golden?
- ¿Con Reeves? - miró al moreno. - Nada. ¿Qué va a ocurrir?
- Él está enamorado de ti.
- No, qué va.
- Hermione...
- Yo no siento nada por él, Mayra, solo amistad.
- ¿Amistad, sólo?
- Amistad, sólo.
- Pues, entonces, compórtate de acuerdo a eso.
Hermione frunció el ceño, no había entendido a qué se refería. Iba a
preguntarle pero, llegaron al traslador y su visita terminó con la
vuelta a casa.
Observó de nuevo los papeles. Le parecía incréible que toda la vida
de una persona estuviera escrita en todas esas páginas. ¿Cuántas
habría?
Bufó contando la cantidad de hojas escritas.
Richard se pondría muy contento. Sonrió recordando a su jefe.
La obra sería todo un éxito, estaba convencida.
Volvería a Londres. Volvería a ver a sus padres, a Ginny, a la gente
del trabajo, a Harry, a Ron...
Sintió una punzada en el estómago. Ron, Ron, ¿qué estaría haciendo?
¿Qué pasaría por su mente? Ella seguro que no.
Bajó abajo.
En la sala de reunión estaban reunidas las personas con quien había
compartido dos meses de su vida. Dos meses maravillosos.
Los saludó.
Él la miró. Le rehuyó la mirada. Se sentó en el sillón del centro.
Todos la miraban expectantes. Se aclaró la garganta.
- Un treinta y uno de julio en un año mágico para la humanidad, en un
pequeño pueblo de Londres nació un niño rubio al que llamaron Graham,
Graham Golden....."
Guardó el vestido en el interior de la maleta. Sonrió recordando el
momento en que había comprado el vestido. Acarició la azulada tapa del
libro en maorí.
- "E whakapono ana ètahi tàngata ki te mahi atua." (La personas
creemos en la magia) - murmuró Hermione guardando con cariño el libro.
Irse, se tenía que ir. Pero, no podía.
Miró por la ventana. Al fondo podía distinguir el Monte Edén. Alto,
fuerte.
Y Waiheke, allí donde tanto había vivido. Donde vivía el motivo de su
visita y un motivo por el que valía la pena quedarse.
"Te quiero"..."No, Reeves, no digas eso"..."Es la
verdad"..."Quédate"..."No puedo"...
Sintió las lágrimas crueles que se dirigían a sus ojos con malas
intenciones.
Mayra por las mañanas, con el café caliente, los atardeceres en el
jardín, las bromas de Johny, su beso de buenas noches, sus ojillos
oscuros, Reeves, la dulzura, su protector, la casa, su casa, ya. Y
esas noches...Sintió una punzada de dolor.
Esas noches junto a él. Adiós a todo aquello. Se acabaría todo.
Aquella noche. Su última noche.
Había resultado un gran amante. Un amante como nunca más encontraría
otro.
El olor a madera del armario le hizo quedarse parada frente a él,
respirando el aroma. Cerró los ojos. Podía caminar así por aquella
habitación. Podía tocar cada objeto. Sentir la presencia de la magia
en Auckland, en aquella casa, en el espacio.
Terminó la maleta, la cerró y la puso al lado de la cama. La ropa que
iba a utilizar para el día siguiente estaba colocada en el banco de
madera.
Caminó, sus pies descalzos acariciando las losas. Su ser agitado a la
vez que triste.
El atardecer dejaba unos escasos rayos de sol entrar por la ventana.
La penumbra se adueñaba de la habitación, la paz de la noche comenzaba
a asomarse.
Suspiró. Cogió el aire y lo soltó. Se mordió el labio. No lloraría.
Disfrutaría del tiempo, agotaría cada segundo antes de marcharse.
- La cena ha sido tensa. - suspiró Draco.
- La cena ha sido triste.
El rubio de ojos grises se volvió de frente para mirarla.
Hermione estaba tendida en la cama. Miraba al techo. Lo examinaba
detenidamente pero, en su mente, no miraba el techo, ni siquiera
estaba atenta a él, hacia como que lo miraba pero, en realidad, no le
interesaba. Lo que de verdad la inquietaba era la despedida, al día
siguiente, dejarlo todo.
Draco no le dio más tiempo para que reflexionara sobre ello.
Se colocó frente a ella, oscureciéndole su visión. La recorrió con la
mirada, inquietándola, poniéndola nerviosa pero, hizo como si nada
ocurriera, como si no hubiera ningún problema.
- Hoy será la última vez que te llame Hermione.
Fijó sus ojos en su rostro. En su tez no había ningún gesto. Tan sólo
sus ojos que brillaban desprendiendo una luz cegadora y sus labios
finos tan apetecibles como la fruta al calor.
- Hoy será la última noche que pasemos juntos. - contestó Hermione.
- Pues, aprovechémosla bien. - dijo con una pícara sonrisa.
Se echó levemente sobre ella besándola en las comisuras de los
labios. Ella lo atrajo un poco más y profundizó el beso. Se separó de
él y lo tiró al suelo. Draco, desde éste volvió a sonreír
malevólamente.
- Eres muy peligrosa estando así. - dijo Draco con provocación.
- No lo sabes, Draco, no lo sabes.
Al momento que lo decía, saltó de la cama, echándose encima del
rubio. Ambos empezaron a reír sin motivo alguno mientras se desnudaban
entre besos y sonrisas.
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Silencio. Mucho silencio. El silencio era un veneno que se esparcía
velozmente por la casa, entrando en ellos, llegando a su corazón.
Se miraron, tristes, melancólicos.
Era demasiado tiempo fuera de su hogar, y, habían acogido la casa de
Auckland como su propio hogar, a Mayra y a Johny como su familia,
Nueva Zelanda como su país. Era muy doloroso decirle adiós a todo eso
en aquel instante. Siempre habían sabido que ese momento llegaría, el
momento de despedirse, la despedida.
Adiós, la palabra más difícil. Algo comparable con el complicado, "Te
quiero", con el amargo "Te odio". Adiós, tan verdad y tan falso. No,
no era un adiós definitivo, sólo un hasta pronto, hasta mucho tiempo.
El aeropuerto comenzaba a despertar de un letargo profundo.
Guardaron sus maletas en el portaequipajes. Tan sólo diez minutos,
diez mínimos minutos para despedirse de todo.
Graham Golden revisaba a los londinenses con el gesto tranquilo.
Draco fue hacia él y el ex auror lo miró con orgullo.
- Ha sido un placer conocerle, señor Golden. - declaró Draco.
- El placer es mutuo, Draco. - sonrió Graham.
- Querría decirle, que antes lo admiraba, y, ahora, después de
convivir con usted y conocerle, lo admiro aún más, todavía.
- Eres grande, Draco, muy grande. Hay que tener mucha valentía en el
cuerpo, pero más en el alma para pelear contra sí mismo.
Draco le tendió la mano pero, Graham la rechazó.
- No, a los hijos se les dan abrazos. - sonrió.
El rubio con una gran sonrisa abrazó al gran Golden, su ídolo y su
amigo.
Una sombra surcaba sus ojos turquesas y sus párpados estaban bajos,
oscureciendo su bello rostro.
- Mayra...
La maorí levantó la mirada y miró a Hermione.
- Te voy a echar mucho de menos. - sollozó.
- Mayra..No llores, Mayra, no, eh. - protestó Hermione.
Sin embargo, como un golpe, como si una mano apretara con fuerza su
garganta, como si el agua la ahogara, un repentino dolor se apoderó de
ella.
- Te escribiré mucho, para que practiques maorí... - unas lágrimas
resbalaron pos los rosados mofletes de Mayra.
- Yo te llamaré siempre que pueda, para ver como estáis Johny y tú.
Mayra asintió y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
Hermione la miró. Mayra no era simplemente una persona más, no, Mayra
era como su hermana, alguien a quien quería a rabiar, alguien por el
que era capaz de hacer cosas insospechadas. Alguien que se había
metido en su corazón de tal forma que era imposible sacar.
- ¿Ves? ¿Ves? ¡Oh! ¡Ya lloró yo también! - dijo echándose a llorar.
Las dos se abrazaron.
- Nunca, nunca, nunca te voy a olvidar. - le susurró Hermione. -
Siempre estarás, siempre tendrás un espacio en mí corazón, May.
- Volverás a Aukland, Herm...lo sé.
Se separó levemente.
- Sé que volverás. - sonrió y continuó su llanto. - Pero, quiero que
te lleves algo, algo nuestro.
Hermione se mordió el labio. No quería irse, no quería...
- Toma. - Mayra le puso un sobre en la mano. - Ábrelo en el avión,
¿vale?
Hermione asintió y la volvió a abrazar, llorando las dos.
Johny miraba a la gente pasar, con un angustioso sentimiento.
- Eh...
Frente a él tenía a Draco Malfoy que sonreía tristemente.
- Adiós.
- A...adiós. - murmuró.
Se estrecharon las manos. Draco se dirigió de nuevo hacia donde
estaba y Johny volvió a mirar el paisaje. De repente, el rubio se paró
y se dio la vuelta.
- Johny.
El pelirrojo miró a Draco. En sus ojillos oscuros se vislumbraba una
mota de contenida alegría.
- Gracias.
- ¿Por...por qué? - preguntó arqueando una poblada ceja.
- Por sopotarme. - sonrió Draco con una mueca.
- No hay de qué. Solo, una...La próxima vez...llámeme...
- Johny. - le guiñó un ojo. - Descuida.
Volvieron a estrecharse las manos y se dieron un abrazo afectuoso.
- Creí que era...de otra manera.
- Draco Malfoy son dos personalidades, Johny, pero una sola persona.
Un misterio constante.
Se sentía impotente ante aquello, como si no valiera para nada en ese
momento. Era un inútil, ella se iba y no podía detenerla.
La vio, sola, acercándose. ¿Por qué le dolía tanto?
- Hermione... - murmuró.
Ella sonrió.
- Estás...llorando.
Asintió.
- Llorar una vez en el año, no hace daño.
- De todas maneras, no es bueno.
Pasó un dedo por su rostro, secándole las lágrimas secas.
- No quiero que sufras. - le dijo Reeves.
- Yo tampoco. No quiero hacerte sufrir.
Se le atragantaban las palabras, no podía hablar, ni decir, ni parar.
- ¿Lo entiendes?
Reeves miró al vacío.
- No, no lo entiendo.
- Es por tu bien, y también por el mío.
Reeves negó con la cabeza. Hermione le cogió una mano y la apretó.
- Siempre te recordaré. Además, puedes venir a Londres, ya sabes
donde vivo.
Reeves la miró con pena, con un dolor inmenso que no paraba de crecer
a medida que pasaba el tiempo, que se acortaban los minutos que
estarían juntos.
- No te olvidaré jamás.
- Oh, claro que sí. - volvía a llorar.
- No, eres la persona más especial...
- Hay muchas personas especiales...solo tienes que verlas.
Le acarició la cara mientras una lágrima caía desde sus ojos.
- Ver, oír, sentir. Eso es lo único que no puedes olvidar.
La abrazó tiernamente. No, no, si ella se iba, una parte de él moría.
- Déjame un recuerdo tuyo, al menos.
- El que quieras.
Reeves la miró con sus iris verdiazules brillando intensas.
- Sólo uno, éste.
En sus sueños, en sus pensamientos recordaría a Hermione como una
persona maravillosa en su vida. Pero, sobre todo, recordaría ese beso.
Esos labios rojos tan hermosos.
Cuando se separaron, Hermione le besó en la mejilla. Reeves le apretó
sendas manos.
"ATENCIÓN SEÑORES CLIENTES, EL AVIÓN NÚMERO 17 CON DESTINO A LONDRES,
DESPEGARÁ EN BREVES INSTANTES."
La miró de nuevo.
- Adiós, Hermione. - soltó una de sus manos y la otra la besó.
- Hasta pronto, Reeves. Hasta muy pronto.
Agitaron las manos desde las escaleras y se introdujeron en el avión
que los llevaba de nuevo a casa.
Hermione seguía llorando.
Mayra, Johny, Graham y Reeves les despedían. Graham se mantenía
sereno, aunque, en sus ojos, se veía un tenue alo de nostálgia. Johny,
Mayra y Reeves lloraban.
Dos meses eran muchos días, muchas horas y muchos momentos. Dos meses
que ninguno de los seis olvidaría.
El avión despegó dejando un camino de humo negro, surcando el cielo
azul.
- Estoy muy triste.
Draco la miró, a su lado y ya tan propensa a alejarse.
- Duerme, tienes que estar cansada.
Ella asintió. Draco levantó el brazo y Hermione se escurrió por el
hueco, recostando su cabeza en el pecho del rubio.
- No debiéramos...
- Todavía no hemos llegado a Londres.
- Tienes razón. - sonrió. Se secó las lágrimas y cerró los ojos.
La escalerilla, al dejar atrás el avión, al despedirse de Auckland se
acababa todo. Todo lo que había empezado, todo lo que comenzaba tenía
un fin. Y ése era el suyo.
Adiós, Auckland. Adiós, Hermione.
Le miró con tristeza y su papel de Hermione se desvaneció. Ahora de
nuevo volvía a ser Hermione Granger. La gran reportera.
Los peldaños de la escalera se hicieron eternos.
Miró a su alrededor. A su lado estaba Malfoy. Se dirigieron una
última mirada y, todo volvió a ser como antes.
Suspiró.
- ¡Hermione!
Una cabeza pelirroja corría hacia ella.
- Ginny... - murmuró.
Avanzó hacia ella. La pelirroja se avalanzó sobre ella y la abrazó.
- ¡Por fin! ¡Qué ganas tenía de verte! - gritó eufórica dando saltos.
- ¡Gin! ¡Gin! -rió Hermione.
Draco avanzó. De lejos distinguía el gastado coche de Richard Smith.
El gordinflón apareció ante sus ojos.
Avanzaba hacia su jefe, la persona que lo había mandado a Auckland,
la persona que había propiciado el idilio de él y...Granger. Lo había
dejado atrás. Avanzaba, Hermione había quedado definitivamente muy
lejos de él.
HOLA¡¡¡¡¡¡
No sé que deciros¡ Sólo que se acabó, adiós Auckland, adiós...Hola
Londres.
El 13 ya¡¡¡ Ay, ay, no me gusta ese número, que me da mal fario.
Jeje. Bueno, quiero ver pronto vuestros review..qué me digáis cosas,
qué os ha gustado, que no...
En el siguiente capítulo verán por fin a su persona tan esperada y
recordada ;)
Os quiere
Lira Garbo
"Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite"
Afrodita: hola amiga¡¡¡ Pedazo, pedazo ;) un pedazo de capítulo que
me llevó una semana escribir. Pasan muchas cosas, tu lo has dicho y
además importantes. Como la conversación entre Draco y Herm en el
bosque. Jejeje, mi Hermione es super malvada a veces pero a Draco, que
es masoquista el pobre, le encanta :P jajaja, qué le pasará, que le
pasará a Graham ;) Aquí te lo dejo. Nuse, nuse...¿Tú qué crees? ¿Sí?
¿No? El pasado, el pasado...mmm...interesante.. jeje, muchas gracias
preciosa¡ un besazo¡¡
Sayuki-chan: Hola¡ jejeje, sí, son bastante posesivos... No solo los
enamorados tienen celos, ;) Pues, ya se irá viendo. Si siguen siendo
así de descuidados ten por seguro que terminarán pillándles. Porque no
me digas tú que lo del pintalabios...en fin. ;)
Sí, Graham Golden es un ídolo para él aunque está relacionado con
otra cosa...que no puedo decir¡ jejeje
Un besazo y muchas gracias por el review¡
Nicol-Aru: Hola amiga¡ ¿Qué tal guapísima? Espero que bien¡ Me alegro
de que te gustara el capi. ;) Sí, tiene un poquito "de todo" pero le
falta algo. :D Te quedó claro, claro, claro?Bueno, ya sabes que si
tienes dudas, me lo dices ;) Gracias¡ :# ;) Jajaja, yo tampoco, yo
como Gollum (Mío, mi tesoro, gr..gr...gr) jajajaja XD ;) Soñamos con
Draco, yo todas las noches. Ay, mi Drakito...jeje, muchas gracias por
el review y muchísimos besos¡¡
Dark Raxiel: jajajaja, no sé si ahogarme pero pasar un buen rato
desde luego que sí¡jajaja, claro que te acercaste¡ Ibas por buen
camino pero...tuviste muchos fallos¡¡¡
Jajajajaja, en el campo, en unos baños, jejeje, buena idea, lo anoto:
delante de los ojos de Ron. Jajajaja, asias¡ tampoco está tan
kawaii...ta...ta... ;) Jajaja, ¡te rompí la inocencia? ¡No!? jajajaja
) ains, ains, eso de bien, buah, me da un poquillo de verguenza, yo y
mis verguenzas y estos dos...que degenerados. A ver si os creeis, o
mejor dicho ,me creéis una pervertida sexual o algo peor. :| :|
jejejeje, problemas con el word :@ jajajaja ; asias¡jajajja, pos
sigue, sigue, a romper tu récord en el próximo!!! Muchos besotes
SpyProngs19: Hola¡¡¡¡ Jeje, fue emocionante, sí. .P Jejeje, un
incendio, estos son capaces de quemar el bosque, no lo dudes¡ Jaja,
qué arte tienen en la pista de baile¡jeje, y a mí¡ :D ¿Quién se
resistiría a un baile con Draco? jeje, un besazo¡¡
floriana-17: Hola amiga¡¡¡¿Qué tal te va,preciosa?? Jeje, ¿te aclaró?
Bien, pero..¿qué te aclaró? ¿Celos de Hermione? Mmmm...no sé, no sé.
Ella lo quiero para...ya sabes para qué...jeje, o eso me dijo a mí. :P
Y yo también le extraño pero, tranqui.Le falta poco para entrar en
acción. ;) Muchas gracias y muchísimos besos¡¡
12. Adiós
Salió corriendo al exterior. No podía ocurrir. Tenía que evitarlo
como fuese.
Se escurrió entre la multitud que se agolpaba en la puerta.
Al estar en la calle, una ola de frío le golpeó el rostro. Un frío
intenso le recorrió el cuerpo pero no congeló sus actos ni sus
pensamientos.
Andó con velocidad hacia donde habían aparcado.
Centenares de pensamientos chocaban en su mente. Tenía el sentimiento
de la culpa. ¿Por qué no había hablado con Hermione, incluso con
Reeves? ¿Por qué, una vez más, le había podido más el pasado? ¿Por qué
no podía superarlo?
Las farolas antes muy luminosas ahora, horas después, parecían mas
tenues y menos brillantes. Las luces parecían haberse apagado un poco
y la oscuridad cernía su manto por parte de Sky Tower.
Ya estaba llegando cuando, de repente, oyó unos pasos agitados detrás
de él. Su varita, la llevaba oculta en el calcetín.
Los pasos se acercaban más. Se paró en mitad de la acera. Los pasos
no se detuvieron. Draco movió los dedos, esperó unos segundos y, acto
seguida, se agachó rápidamente, girándo sobre sí mismo y dirigiendo
una mano a tobillo. Alzó los ojos, demasiado tarde:
- ¡Draco!
Suspiró. Su corazón latía desenfrenadamente.
Los andares coquetos continuaban enlazados a su figura. Parecía una
eterna seducción. Una seducción sin resultado.
- ¡Drakín! ¿Por qué me dejas solita ahí dentro?
El rubio se levantó despacio, conteniendo el aliento.
La chica se llevó una mano a su cabello y comenzó a juguetear con él.
Sus ojillos verdes traviesos daban vueltas alrededor de él.
- Ingrid. - murmuró Draco. - Será mejor que regreses.
- ¿Por? - preguntó acercándose.
- Hace frío.
- No tengo frío. - contestó con una pícara sonrisa. - Al contrario,
tengo mucho calor.
Agitó la mano ante su rostro.
- ¡Uf! Calor, qué calor. ¿Tu no?
Draco negó con la cabeza.
- Vamos, Draco, ¿por qué...? - dio una vuelta sobre el chico que
estaba aún quieto en la misma estancia. - ¿Por qué no hacemos algo más
divertido? Me casé de bailar. Vamos a otro sitio más...entretenido.
Sonrió. Era muy guapa, desde luego que sí. Quizá si la situación
hubiera sido otra, Draco habría aceptado su ofrecimiento pero, en ese
instante, allí, con todo lo que se traía entre manos, lo que menos
tenía en mente era ella.
- Lo siento. - dijo Draco con un toque encantador. - Hoy no.
Ingrid se paró en seco, frente a Draco.
- ¿Qué dijiste? - preguntó como si no pudiera creérselo.
- Que no. - repitió Draco con pasividad.
- ¿No?
- No.
La rubia bajó los ojos.
- ¿Eres gay? - le preguntó arqueando una ceja.
Draco sonrió y negó.
- ¿No te parezco atractiva?
"Joder, que si no me parece atractiva", Draco se mordió un labio y se
mesó el cabello.
- No es eso, Ingrid.
- ¿Qué es, entonces?
- Es que...no puedo.
- Estás casado.
- No.
- Estás prometido.
- No.
- Estás por ella.
- ¿Por ella? - preguntó Draco. - ¿Por quién?
- Por la del Sky. La morena esa, tu compañera.
- Hermione.
Ingrid asintió.
- No.
- Yo creo que sí. ¿Os habéis liado?
- Defíneme "liado".
- Oh, Drakito, si os habéis acostado.
Draco no respondió.
- Oye, llevo mucha prisa, en serio.
- Sí, ¿lo hacía bien?
¿Pero qué decía esa loca?
- ¿Te interesa mucho?
- Para rechazar un ofrecimiento mío, hay que tener una muy buena
razón. - dijo moviendo la cabeza.
- ¿Qué pasa? ¿Nunca te han dicho que no?
- No, nunca.
Draco cogió aire y suspiró.
- Ingrid, estás buenísima, bailas tan bien que podría pasarme horas
en la pista, eres preciosa...cualquier hombre estaría encantado de
estar en mi lugar pero, ahora mismo, tengo algo muy importante que
hacer.
Ingrid lo revisó una vez más y rodó los ojos. Luego sonrió levemente.
- ¿Un "no" definitivo?
- Es mi última palabra. - tajó Draco.
La chica sonrió y se encogió de hombros.
- Otra vez será. - suspiró.
- Adiós, Ingrid.
La rubia se acercó más a Draco y le besó.
- Hasta siempre, Draco. - dijo guiñandole un ojo.
"Me arrepentiré", pensó.
Ingrid le sonrió por última vez y comenzó a alejarse. Draco la
observó marcharse, sus andares sinuosos volvían a la discoteca, a
terminar su noche. Draco tenía que terminar la suya.
Se volvió y continuó hasta el aparcamiento.
Sentía algo en el aire. ¿Era su instinto audaz que le informaba de
que algo estaba ocurriendo? ¿Era eso? ¿Era nostalgia? ¿Qué pasaba?
¿Qué era?
Llegó hasta donde estaba el descapotable gris de Reeves.
"Es fácil", se dijo.
Se colocó frente a la cerradura del coche, no sin antes comprobar que
nadie pasaba por alrededor.
- ¡Alohomora! - susurró.
Un "clic", le informó que la puerta estaba abierta.
Se montó en el coche. Dio una patada a la cubierta inferior de debajo
del volante. Enseguida la funda se rompió y una ensenada de cables de
distintos colores se abrieron ante él.
Fue a por los dos que necesitaba. Los juntó. "Vamos", pensó. Apretó
con cuidado.
- Venga... - murmuró.
Hacía años que no lo hacía pero, aún lo recordaba.
Un ruido tronador se escuchó por detrás de sus oídos. Sonrió
satisfecho. Había completado el puente, el coche era todo suyo. La
primera prueba estaba superada. Agarró el volante y se dispuso a
correr hacia el camino más corto a Waiheke.
No había gente por la calle. No era demasiado tarde. ¿Qué hora tal
vez? ¿La una? ¿Las dos? ¿Tanto? ¿Menos? ¿Cómo podía haber sido tan
idiota?
Pisó el acelerador aún más.
Unos paseantes vieron pasar veloz una mota grisácea volando a toda
prisa por la carretera.
Su cabello rubio ondeaba con el viento. Se sentía libre, como en los
viejos tiempos.
A ese ritmo raudaz llegó hasta la casa donde residían él y Hermione.
Bajó del coche y se dirigió a la puerta. Sacó la varita y, de nuevo,
con el mismo hechizo que minutos antes había utilizado, abrió la
puerta de la casa.
Pasó dentro y rápidamente se dirigió a la chimenea.
Cuando estaba preparado para coger los caramelos, el transportador
hasta la mansión Golden, algo lo detuvo:
- ¡Señor Draco!
Se sobresaltó y miró atrás.
Un muy mojado Johny Grinm le miraba un poco confuso a través de sus
pequeños ojillos oscuros.
- Grinm. - farfulló Draco. - ¿Qué te ha pasado?
- Eh...bueno...
El pelirrojo titubeó y, de repente, detrás suya apareció Mayra. Ella
estaba muy sonriente. Su vestido estaba empapado de agua, como el de
Johny. Al ver a Draco, su sonrisa desapareció y con una mueca le
preguntó:
- Señor Malfoy...¿qué hace usted...? - miró buscando a su alrededor.
- ¿Y Hermione?
- No hay tiempo. - cortó Draco. - Tengo que marcharme a la mansión
Golden.
- ¿Pero Reeves...? - fue a preguntar Johny frunciendo sus pobladas
cejas.
- Si Granger aparece, decidle que no se le ocurra seguirme. - cogió
un puñado de caramelos y los miró. - Adiós.
Ante las caras de sorpresa de Johny y Mayra, Draco desapareció.
Cayó de bruces en el suelo. Justo enfrente de la mansión propiedad de
Graham Golden. Las luces estaban encendidas, era lo único que relucía
en la oscuridad de Waiheke.
Draco se levantó y, sin perder tiempo, se dispuso a entrar en la
casa.
Pero, cuando estaba tan solo a unos pasos de la entrada, escuchó un
crujido detrás de él. Se volvió.
Detrás de él aparecieron cuatro figuras negras encapuchadas.
Tan rápido como pudo se sacó la varita y apuntó con ella a los
desconocidos que ya se dirigían hacia él.
- ¡Desmaius! - gritó apuntando a uno de ellos.
Ante la sorpresa de Draco, el hechizo rebotó y se dirigió de nuevo a
él. Se agachó a tiempo.
Cada vez estaban más próximos, cada uno por una zona, lo rodeaban.
¿Habría más?
No tenía miedo, le habían enseñado que el miedo sólo es para cobardes
y él era Draco Malfoy.
Repitió el hechizo con otro de los encapuchados y volvió a rebotar.
Fue tarde porque uno de los encapuchados se cernió sobre él. Draco le
golpeó en el pecho y sintió que chocaba contra algo duro que le
lastimó el puño.
Otro encapuchado intentó quitarle la varita. En un ágil movimiento se
echó al suelo y les dio un fuerte empujón que hizo que uno de ellos
cayera al suelo.
¡Cómo no había caido! ¡Un escudo mágico!
Los dos encapuchados estaban detrás.
- ¡Accio escudo! - gritó.
Al instante una armadura plateada fue a parar a sus manos.
- ¡Desmaius! - dijo apuntando al encapuchado al que le había quitado
el escudo.
Éste cayó en el suelo, insconciente.
Eran mortífagos pero, principiantes. Sabía que los principiantes no
podían salir sin escudo, ley del jefe. Pero, si eran mortífagos tenían
varita, y si tenían varita, eran tres varitas contra la suya.
- ¡Accio escudo! - gritó apuntando al de delante.
Detrás tenía uno pero, lo había visto. Con su mano libre le cogió de
la capucha y lo golpeó con los nudillos.
- ¡Impedimenta!
Se agachó y tiró al que sujetaba, al suelo.
El otro encapuchado que antes había yacido tirado ahora se levantaba
y sacaba algo de su bolsillo:
- ¡Expelliarmus! - gritó sin pensarlo dos veces. - ¡Accio escudo!
Golden, el tiempo pasaba.
- ¡Partilies!
Sólo quedaba uno pero, Draco tuvo el primer fallo:
- ¡Cruciatus!
Dolor, intensamente extendiéndose por todo su cuerpo. Dolor que
corría como el veneno a la sangre. Gritó, no se pudo reprimir.
Abrió los ojos. Dislumbró una sonrisa al encapuchado, apretó su
varita y entre el sufrimiento gritó, sabiendo que no debía hacerlo,
sabiendo que se metía en líos, de nuevo:
- ¡Avada Kevrada!
El sujeto se quedó inmóvil y cayó al suelo. Ni un escudo resistía
eso. Eso era mortal. Nadie había sobrevivido, no, sí, hubo alguien,
Harry Potter.
Una gota de sangre salió de su nariz y rodó por sus finos labios
produciéndole un sabor dulce y a la vez amargo.
Golden.
Y la mano, le dolía, se miró mientras corría, la piel se le abría
mostrando heridas de las que brotaba sangre.
Abrió la puerta sin utilizar varita con una sonora patada.
Un pitido sordo sonaba en su mente y resonaba más en sus oídos.
¿Por qué tenía la sensación de meterse en la boca del lobo? ¿Por qué
sabía que iba a dolerle volver a los recuerdos? Simplemente lo sabía.
Fue directo al salón. No había nada, ni nadie. Miró a su alrededor.
La luz brillaba en toda la estancia. La vidriera rota dejaba entrever
la oscura noche.
Miró a su alrededor. Apretó su varita.
- Sal de ahí. Sé que estás aquí. Te presiento.
Sus palabras sonaron fuertes, graves.
Su corazón latía dentro de su pecho en una lucha continua entre la
tensión y el pasado.
La voz sonó y fue como desenterrar lo oculto:
- Te estaba esperando.
Un calambre le recorrió toda la espalda. No, no quería volverse pero,
su cerebro, una vez más, pudo más.
Creyó verse en un espejo. Creyó estar observándose a sí mismo pero,
la sonrisa cínica de su reflejo no le hizo dudar:
- Estás...vivo.
Y estaba allí. Él había sido y era, el jefe de los mortífagos. No, no
era un sueño, su espíritu malvado que tantas veces le había visitado
en sueños terribles estaba frente a él con la misma serenidad y el
aura maléfica que siempre había llevado enlazada.
Allí estaba él, Lucius Malfoy, su propio padre.
- Así es, Draco, sigo vivo.
- No puede ser...
Había muerto, años atrás, en la lucha perpetua de los mortífagos. Sí,
él había visto su cadáver, lo había enterrado, estaba muerto.
- Tu muriste.
- No, Draco, no fui yo. Fue sólo un doble. Todo estaba preparado.
Pum, pumPum, pum "Se ha ido. No podré vivir sin él. Prefiero
morir a vivir sola sin él. Pum, pumPum, pum Su madre había
muerto por él. Poco después, no había podido resistirlo.
Una rabia intensa le recorrió todo su ser. Quería matarlo.
- Mi madre murió por ti.
Lucius se limitó a sonreír.
- Tu madre no era nada, Draco. Tenía que suceder.
- ¡QUÉ TENÍA QUE SUCEDER! ¡MALDITO! - gritó. - TU LA MATASTE.
¡MATASTE A MI MADRE!
Lucius hizo una mueca de asco.
- Deja los sentimentalismos para otro momento, Draco. Siempre supe
que con tu estúpida conciencia no llegarías a ninguna parte. Que
serías tan inútil como tu propia madre.
- ¡CÁLLATE!
Su grito sonó estridente. Avanzó unos pasos y lo tomó por el cuello
de la túnica.
- Tu no sabes nada de mí.
- Suéltame. - dijo Lucius con la mirada desafiante.
- Sólo te dedicaste a amargarme la existencia.
- Suéltame, Draco. - repitió calmado.
- Pero no vas a conseguir arruinar más vidas
Lucius sonrió.
- ¿No? ¿Quién va a impedirlo?
- Yo.
Dos voces se oyeron de repente. Draco se sobresaltó y miró hacia
atrás.
Como nunca lo había visto, Graham Golden estaba quieto en el centro
del salón.
Draco abrió la boca.
Ése era Graham Golden. Un Golden, ídolo de todo el mundo mágico. Un
Golden famoso en la historia. El mejor auror de todos los tiempos.
El rubio miró a Lucius y lo soltó.
El jefe de los mortífagos no parecía nervioso. Su porte era orgulloso
y su mirada fría como el hielo.
- No permitiré que destruyas más futuros, Lucius. - dijo Graham.
Sus ojos verdiazules parecían enormes y su imagen rejuvenecida.
- Volvemos a encontrarnos.
Draco arqueó una ceja.
- Tú fuiste quien me atacó aquella noche.
- Y vengo a terminar lo que empecé.
- No podrás. - sonrió Graham.
- Es un reto. - sacó su varita.
Golden mostró la suya, una reluciente varita dorada.
Ambos magos se lanzaron a un duelo mágico.
Los destellos volaban por la estacia. Draco no podía contener su
asombro.
- Creiste que tantos años después, habría perdido la práctica.
Lucius respiraba agitado.
- Dudas de mí, Golden.
Todo fue muy rápido, Lucius gritó la palabra mágica definitiva.
- ¡Avada Kedavra!
El destello potente que salió de la varita de Lucius cogió a Golden
desprevenido. Pero, de repente, algo detuvo las acciones. Las tres
varitas de la sala estaban levantadas, el tiempo, estaba detenido pero
las personas no.
Lucius miró a Draco. La mirada que le dirigió, Draco jamás la había
visto. Por primera vez en su vida, Lucius Malfoy le había pedido ayuda
y, Draco, en ese momento, no podía ayudarle.
- Adiós, papá.
Tristeza de nuevo, pesar.
- Adiós para siempre.
El tiempo volvió a su estado normal. El destello de Lucius fue
bloqueado por dos destellos, dos destellos muy potentes, un poder
mayor al del mortífago. El hechizo rebotó.
El grito desgarrador de Lucius y un sonido ronco de algo
estrellándose inundaron la mansión Golden y, también todo Waiheke.
Lucius Malfoy había muerto.
Draco se acercó lentamente al cuerpo tendido de su padre. En su
rostro no había muestra alguna de alegría ni tristeza, simplemente no
había nada. Nada.
Observó a Lucius. Se agachó y se puso frente a él. Con los dedos le
cerró los párpados y cerró también los suyos, acompañándolo de una
inspiración profunda.
Sintió una mano en su hombro y levantó la vista.
Graham Golden volvía a ser el hombre cano y tranquilo que había
conocido días atrás.
- Lo siento, Draco.
El rubio asintió.
¿Y él? ¿Qué sentía? No estaba triste. Sino más bien...cansado.
- Estoy muy orgulloso de ti. - le dijo conciliadoramente.
- ¿Por qué? He contribuido a la muerte de mi padre. He matado a mi
padre y le he salvado.
- No te culpes de su muerte, Draco. Él ya estaba muerto en vida.
Draco abrió los ojos y se levantó lentamente.
- Gracias por salvarme.
Había muerto y con él por fin quedaban enterrado todo, esta vez sí.
- Gracias a usted, Graham, por destruir lo que yo no pude.
Los dos hombres se miraron, con una mota de triunfo en la mirada.
- Con esto los mortífagos decaen por completo. - apuntó Golden. - Es
hora de que la paz comience a reinar entre todos los magos.
De repente, salidos de la nada, por la puerta entraron dos personas.
- Hermione... - murmuró Draco.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó Reeves. - Papá, ¿estás bien?
- Perfectamente.
Parecía preocupada. ¿Por él? No, por Graham en todo caso.
- ¡Lucius Malfoy! - exclamó Hermione mirando a Draco.
- Era el jefe de los mortífagos. - aclaró Draco.
- Pero, él...él estaba muerto. - dijo Hermione.
- Fingió su propia muerte. - les aclaró Graham.
- Papá..¿entonces¿ Él fue...
- El que me atacó aquella noche. La razón de mi abandono.
- ¿Lucius Malfoy? - preguntó Reeves, confuso.
- Mi familia. - sonrió levemente Graham. - El ataque me enseñó dos
cosas, una, que la vida es muy corta y que en cualquier instante se te
puede ir y otra, que lo que más quería en mi vida, era mi familia y
con mi trabajo no estaba disfrutando de ti y de tu madre como quería.
Reeves miró a Draco y luego de nuevo a su padre.
- El caso está resuelto. - apuntó Hermione.
- No. - tajó Graham. - No, Hermione. Nadie sabrá esto, jamás. Sólo
nosotros cuatro. El secreto del agresor de Graham Golden siempre
quedará como un gran misterio.
- Usted ya lo sabía, ¿no es así? - le preguntó Draco.
Graham asintió.
- Siempre lo supe. Mas nadie nunca lo sabrá.
Los cuatro se miraron. El secreto estaba oculto, el misterio
desvelado.
Abrió la puerta lentamente. Miró a su alrededor y se metió deprisa en
la habitación cerrando de nuevo la puerta con suavidad.
Estaba oscuro pero pudo distinguir la figura de Draco Malfoy asomado
a la ventana.
Se acercó con sigilo. Él estaba tan concentrado que ni siquiera la
había oido entrar.
Draco miraba el paisaje, tranquilo. Hermione se mordió el labio.
Estaba a tan sólo centímetros lejos de su cuerpo.
Miró su espalda desnuda y pasó un dedo delicadamente por la piel
descubierta.
Sintió como el rubio se sobresaltaba y, besándolo en el cuello, acabó
volviendo a su postura inicial, sabiendo que era ella.
- ¿Descubres a asesinos ocultos y no me oyes a mí? - preguntó
dulcemente.
Draco sonrió levemente.
Hermione continuó acariciando su ancha espalda. Besándola con
ternura.
- ¿No tienes frío? - le preguntó enlazando sus manos a la cadera del
chico.
- No, se está bien así. - respondió Draco.
Hermione apoyó su cabeza sobre ella. Sus rizos le producieron a éste
una gustosa sensación de cosquilleo y dulce paz.
Continuaron unos minutos silenciosos, envueltos en un silencio
cómodo.
- ¿Quieres estar solo? - le preguntó de nuevo.
- No, prefiero estar contigo.
Draco se dio la vuelta. Hermione se alejó escasos centímetros. Con
sus ojos grises la revisó. El corto camisón blanco, los rizos rebeldes
naciendo y derramándose por toda su espalda. Sus labios tan rojos, sus
ojos tan profundos. Su voz....
La atrajo agarrándola por la cintura. Bajó sus manos hasta tornear su
trasero. Hermione lo miraba muy quieta, aunque, atenta a sus
movimientos.
Draco bajó más aún, acarició sus muslos y las volvió a subir
recorriendo con ellas sus caderas, su cintura, sus pechos...
Hermione abrió la boca y echó ligeramente la cabeza hacia atrás.
Levantó sus manos y le acarició el cabello a Draco. Los mechones
rubios se escurrían entre sus dedos. Se acercó más y lo besó,
colocándolas en las mejillas de éste.
Al terminar el beso, Draco la miró con sus profundos ojos grises y le
sonrió.
- ¿Qué maldad cometerás esta vez? - le preguntó, coquetamente, a la
morena.
- ¿Yo? - dijo ésta con cara de inocente. Sonrió. - Intercambiémonos
los papeles, esta noche.
- Como ordenes.
La chica sonrió. Draco la volvió a besar deteniéndose en cada punto,
recorriéndolo con más ahínco y haciendo estremecerse a cada sentido.
Entonces se colocó de rodillas ante Hermione que lo observaba con los
ojos sedientos de sus juegos perversos.
Draco rodeó con las manos, nuevamente, los muslos de Hermione. Solo
la parte trasera.
Acercó, atrayendo hacia sí, el cuerpo y las piernas de la chica. Los
besó con frenesí mientras que, al mismo tiempo, los estrujaba,
agarrándolos fuertemente con sus manos. Hermione respiró
agitadamente. Draco sonrió y, repentinamente, se olvidó de aquello y,
cogiendo el final del camisón, a la altura de medio muslo, lo subió
suavemente levantándose mientras más lo subía. Levantó los brazos y
Draco terminó de quitárselo.
La tela dejó descubierta la piel que ocultaba. La desnudez de
Hermione.
Draco la acarició lentamente como si fuera la primera vez que tuviera
la visión del cuerpo de Hermione.
Caminaron junto con su deseo. Hermione se inclinó lentamente y el
rubio la fue dejando caer al colchón delicadamente.
Sus ojos chocaron y se miraron mientras el éxtasis iba subiendo.
- Cierra los ojos. - le pidió Draco.
Hermione rodó sus iris marrones, Draco acarició la piel de su rostro
y rodeó con un dedo su boca. La chica cerró los párpados y cogió aire,
soltándolo por la boca.
- Y...
El sonido de la voz de Draco le resonó fuertemente en su oído
izquierdo.
- No hables.
Sentía como su pecho subía y bajaba al compás de su respiración.
- Si quieres eso... - le susurró. - Sólo tienes una manera de
callarme.
Draco la besó con pasión mientras juntaba sus manos con sus manos. Se
separó y se dirigió a su oído derecho.
- Tengo muchas formas de callarte. - le dijo con provocación.
- Ponlas a prueba, entonces.
Draco la besó entre los dos senos.
- No dudes que lo haré. - volvió a susurrarle.
Hermione sonrió y se mordió el labio, expectante a su noche.
A partir de ese momento, el tiempo pareció comenzar a correr más
rápido. Los días parecían hacerse mucho más cortos. Las mañanas
pasaban más lentas, las tardes a veces, eran eternas pero, las noches,
sus noches, pasaban audaces como estrellas fugaces.
Su trabajo iba progresando y empezaba a dar forma.
Las visitas, continuas, eran agradables. Graham les contaba anécdotas
divertidas con las que disfrutaban u otras extremadamente peligrosas.
Les contó misterios que había resuelto, crímenes impensables y
hechizos muy valiosos.
Draco, día a día, admiraba más a ese hombre. Al hombre que una vez
había perseguido a su padre en la orden de los mortífagos y, al
hombre, que había acabado con su vida.
Reeves comenzó con prácticas para su regreso a la escuela de
aurores. Algunos días, en la terraza, Draco hablaba con Graham y
Hermione ayudaba a Reeves con sus hechizos y deberes.
Draco no soportaba verla reír con él. Siempre le había caído mal
Reeves Golden. Le parecía un estúpido insufrible y no podía comprender
como él y Hermione se llevaban tan bien. El amor de el joven Golden
hacia la reportera era muy evidente. Hasta el más tonto lo hubiera
notado pues, la miraba continuamente y sus ojos brillaban mirándola.
Su comportamiento amable escondía la necesidad de estar cerca de ella.
Creía que siendo así, Hermione se enamoraría de él.
Draco sentía una rabia inmensa al pensarlo.
Así acabaría lo suyo, sus encuentros, sus noches.
Las noches seguían siendo apasionadas. Sus encuentros seguían siendo
una lucha de poderes, el poder de la seducción y el deseo de gobernar
el uno al otro. Ninguno de los dos cesaba en el intento y, ninguno de
los dos se rendía.
Hubo días en que el deseo eran tan intenso que no podían esperar a la
noche, debían acallar la voz que los mataba. Cada noche era una
aventura nueva, una nueva incursión en el espacio prohibido.
El teléfono sonó. Nadie respondió y la llamada volvió a repetirse.
Algo se movió en la cama. Alargó un brazo y, torpemente consiguió
agarrar el auricular del teléfono.
- ¿Sí? - preguntó una voz adormilada.
- ¡HERMIONE!
- ¡Ginny! ¿Por qué gritas?
Bostezó y se restregó los ojos.
- Cacho perra, mal amiga. - bromeó la pelirroja. - No me has llamado
en tres días.
- Lo siento, Gin, he estado muy liada. - se excusó Hermione.
- Mm...vale...pero no lo vuelvas a hacer. ¡Ya mismo vuelves! - gritó
la pelirroja.
- Sí, - sonrió Hermione revolviéndose el pelo. - dentro de cuatro
días me tendrás allí de nuevo.
- Estoy deseando verte.
De repente algo se removió en la cama y tosió. Abrió los ojos.
- Hermione, ¿qué pasa?
- ¿Qué?
Era Draco que le sonreía.
- Buenos días. - la saludó.
- ¿Quién está contigo?
- Nadie...
El rubio sonrió más ampliamente y, moviéndose, se colocó encima de
ésta.
- Hermione, vamos, he escuchado a un hombre. ¿Quién es?
- Que no...Gin...
Draco la besó en los labios brevemente. Sonreía. La besó en el
cuello.
- ¡Cómo que no! Pero que mentirosa estás hecha...tía, no me esperaba
esto de ti.
Hermione rió. Draco bajaba, besándole el pecho y jugando con sus
senos.
- Ginny, eres pesadilla..¿eh? ¿Cómo te va el trabajo?
- Mal, no hay noticias. Todo está muerto aquí. Londres es muy
aburrido.
- Ya....siempre lo ha sido.
Draco siguió bajando, lamiéndole sin escrúpulo alguno cada centímetro
de piel que se interponía en su marcha.
- Desde luego que si me dieran unas vacaciones a Nueva Zelanda,
encontraría noticias para "Corazón".
- No te creas, no pasa tampoco nada a...
Se calló de repente y reprimió un grito que se escapó como un gemido.
Draco había llegado a la parte más oculta de su cuerpo.
- ¿Herm?
- Sí, sí, sí. - contestó Hermione, agitada.
- Herm, ¿qué pasa?
- Nada.... - mintió mordiéndose con fuerza el labio y tapándose la
boca con la mano.
- Cuando vuelvas aquí me vas a contar todo con detalles, que lo
sepas. Y no te escaparás. Castigo por no contarme lo que está
pasando...
- Sí...
No sabía cómo hacía para no gritar, para reprimirse y seguir el hilo
de la conversación. Malfoy sonreía cinícamente oculto entre las mantas
y las piernas de ella.
- Y vamos a hacer una fiesta, sí, entre las dos. Sí, a ponernos
moradas, no extrañarás nada mis platos "Ginnyescos".
- Sí...
- Además, como yo no cocina nadie. ¿A qué no?
- No, no, por supuesto.
Se tiró del pelo con fuerza. Su respiración era demasiado agitada y
de un momento a otro creía que no iba a poder aguantar más e iba a
explotar.
- Bueno Ginny, cariño, te tengo que dejar.
- Jo...si no llevamos nada habl....
- ¡Te quiero, cielo! ¡Nos vemos!
- Pero...
Colgó el auricular.
Bajó la mano y se encontró con el suave cabello de Draco. Apretó el
pelo en su mano y tiró de él hacia arriba.
Draco dio un pequeño chillido.
Sacó la cabeza de entre las mantas. Sus ojos grises eran más hermosos
que nunca. Una sonrisa enorme y sensual estaba grabada en su rostro.
- Eres un capullo, Draco Malfoy. - le dijo seriamente.
- Lo sé.
Acto seguido, Hermione volvió a tirar de él y lo besó con mucha
pasión.
Draco puso las manos en la cama para sujetarse. Hermione le rodeó el
cuello con los brazos. Después de no soltarse, Draco la agarró por
debajo de los hombros y por una de las piernas y, se dieron la vuelta
cambiando de posición.
Respiraron jadeantes, recuperando el aliento perdido.
El rubio jugueteó con los rizos de Hermione que caían sobre su pecho
haciéndole cosquillas.
Volvieron a besarse con la misma intensidad. Así, un par de veces más
y terminaron dándose besos muy breves llenos de deseo.
Comenzaban a hacer un juego más serio cuando, de repente, el teléfono
volvió a sonar.
Hermione se separó de Draco:
- ¡Cómo sea Ginny...! ¡Es que la...!
Cogió el auricular y se lo colocó en el oído.
- ¿Quién es? - preguntó con enfado.
Draco vio como su gesto cambiaba de enfadado a contento.
- Oh, Reeves. Jeje, buenos días.
Draco se llevó una mano a la frente, pegándose en ella y cerrando los
ojos.
- Sí, muy bien. Ya. No, que va, muy temprano.
El rubio sonrió para sí. "Sí, Reeves, a las nueve se acostó.", pensó
maliciosamente. "A las doce comenzó la noche".
- Sí, hoy. No, casi...Sí. ¿A dónde?
Draco arqueó una ceja.
- Ah...¡perfecto! Sí, se lo diré.
Hermione bajó la vista hacia Draco.
- No sé, supongo. Se le habrán pegado las sábanas. - rió.
Draco estuvo a punto de decir algo pero Hermione colocó un dedo sobre
sus labios viendo la intención. Su pupila estaba dirigida al techo.
Draco observó que recién levantada estaba igual de preciosa...
- Mmm...dentro de...una hora. Sí, habrá tiempo. Claro. Allí
estaremos. Un beso.
Draco esperó que colgara pero Hermione se quitó de encima suya,
dejandole solo en la cama, se envolvió en una sábana celeste y se
levantó, aún con el auricular en la oreja.
- Yo también. - murmuró con una sonrisa. - Hasta luego.
Draco se enderezó y vio como ella colgaba el teléfono.
- ¿Cómo que tu también? ¿Desde cuando estás detrás de Reeves?
- Draco, déjate de tonterías. Tenemos una hora para vestirnos.
- ¿Tonterías? ¿Le dices a Reeves que tu también le quieres y, es una
tontería? - protestó.
- ¿Tanto te importa lo que haga con Reeves? - preguntó arreglándose
los mechones que caían sobre su rostro.
- ¡Claro que me no me importa en absoluto!
- Vale, entonces no me rayes con lo mismo.
Draco suspiró.
- Nos vamos a Piha.
- ¿A...qué?
- Ya te lo explicaré después. Venga, vamos.
- ¿Y lo de antes?
- Para esta noche.
- Pero esta noche...
- Draco Malfoy no quiero ni una sola palabra más.
Entonces algo los sorprendió a ambos. Tocaban a la puerta.
- Hermione. ¿Estás despierta?
La chica le hizo gestos a Draco de que se callara.
- Sí, sí, Mayra, claro.
La maorí abrió la puerta. Hermione corrió hacia allí, impidiéndo que
se abriera completamente dejando ver a Draco.
- Buenos días, Mayra.
- Buenos días. - sonrió la maorí. Llevaba en la mano una bandeja. -
Veo que has dormido mucho.
- Sí, he estado hablando con Reeves y, vamos a ir a Piha, al jardín
de...
- ¡De Parnell Rose! - chilló la morena. - ¡Dicen que es precioso!
¿Podemos ir? Johny y yo.
- Ah..vale...No creo que haya problema.
- ¡Qué bien! -dijo con alegría. - Voy a decírselo a Johny. ¡Gracias!
Hermione cerró la puerta y se apoyó en la pared, suspirando.
- Por que poquito. - suspiró.
De repente, dejando a Hermione boquiabierta, la puerta volvió a
abrirse.
- Hermione, se me olvidó darte el desa...
Los ojos turquesas de Mayra se abrieron como platos observando la
escena. Draco y Hermione medio desnudos, tapados tan solo por mantas y
sábanas.
- Es...es...esto...
Miró a Hermione que estaba roja hasta el extremo. Draco miraba hacia
la pared.
- Mejor no...luego desayunan.
Cerró la puerta y los volvió a dejar solos.
- Yo creo que lo mejor será que me vaya... -dijo Draco levantándose.
- Dios mío, la hemos liado.
Ante ellos una visión magnífica y extraordinaria les abrió las
retinas.
- Aquí estamos, esto es Parnell Rose. - sonrió Reeves.
Caminaron lentamente admirando las figuras hermosas de los muros,
sirenas de mármol, olas pintadas de un azul casi celestial, estatuas
que parecían personas. Y...rosas. Muchas rosas.
Rosas rojas, rosas, blancas, amarillas...
- Hay más de cinco mil especies. - le aclaró a Hermione.
- ¿Cinco mil? - preguntó Hermione, fascinada.
- Todas reunidas aquí.
- Qué belleza.
El joven la miró anhelante. Hermione no notó su mirada pero, Draco y
Mayra, claramente.
- Ven, te enseñaré mis rosas preferidas. - dijo alegre, Reeves,
cogiéndola de la mano.
Hermione sonrió y le siguió.
Draco frunció el ceño pero siguió andando entre los rosales haciendo
como si no le importase. Y no le importaba. Dentro de cuatro días
dejarían Auckland y allí se quedaría todo. Incluso Reeves, incluso su
idilio.
- Son rosas Lacareoul. ¿Te gustan?
- Son...incréibles. - exclamó Hermione admirando las flores.
Se agachó y la olió. Su aroma era dulzón y a la vez picante. Su color
escarlata era atrayente. Si te fijabas mucho tiempo, parecía que algo
te impulsara a tocarla.
- No.
Hermione alzó la vista y se encontró con los verdiazules ojos de
Reeves que le sonreía.
- Son rosas de dos caras, Herm. Tiene una belleza impresionante pero,
tiene espinas que te impiden tocarla. Y, si te hiere te hace mucho
daño.
Hermione las volvió a observar.
- Lacareoul. - susurró Hermione.
- El nombre es un juego de palabras en latín. Significa algo así
como...¿Mentira oculta o cara mentira? Algo así. - rió Reeves.
- Son muy bellas, Reeves.
- No se pueden comparar a ti.
Hermione le miró y sonrió.
- Desde luego que sí.
Paseó entre los rosales, entre las decenas de árboles y plantas,
entre las rosas. La fragancia de las flores lo inundaba y le producía
un fuerte palpitar. Sus sentidos estaban casi bloqueados por ellas.
Rosas, tan bellas, tan dañinas. Como ella...No, ¿por qué acababa
siempre pensando en ella?
Se fijó en las rosas blancas que tenía frente a sí. Sus ojos grises
las revisaban con curiosidad.
De repente, miró hacia el otro lado. Allí estaba ella.
Se veía tan hermosa entre las rosas. Con su blusa blanca y su pañuelo
azul, tan hermosa, tan imposible...
Y, como si lo hubiera escuchado, segundos después, Hermione levantó
la vista de su visión y se fijó directamente en Draco.
Sus ojos se fundieron en un aura mística con el choque de sus
personalidades en sus miradas. Rodeados de rosas, impregnando en sus
pieles el dulce perfume de las rosas.
Se sonrieron mutuamente. ¿Por qué el deseo eran tan fuerte? ¿Por qué
no moría de una vez ésa pasión? ¿Por qué seguía queriendo vivir en sus
ojos?
- ¿Qué os ha parecido? - les preguntó Reeves.
- Magnífico. Me encantaría repetirlo. - sonrió Johny. - ¿Cómo es
posible que sólo en Piha alla cinco mil especies de rosas?
- Pues la verdad...
Reeves comenzó a hablar con Johny sobre las causas de la construcción
de Parnell Rose y las especies de rosas. Draco iba al lado de ellos
pero, sumido en sus pensamientos.
Detrás, Mayra y Hermione.
- Mayra... - murmuró la reportera.
- Hermione. - dijo la maorí con un tono de reproche.
- Por favor... Quiero explicarte...
- ¿Lo de esta mañana? No hace falta. No soy tonta para no darme
cuenta de lo que ocurre. - contestó Mayra mirando a Draco.
- Te equivocas si piensas...
- No pienso nada.
- Draco y yo somos compañeros de trabajo.
- Ya.
- Y, nada más. No estamos enamorados ni nada de eso.
La maorí la miró con sus ojos turquesas entre una mueca de confusión.
- ¿No? ¿Estás segura?
- Segurísima, May. Vamos, lo único que ocurre es que, de vez en
cuando pues...nos liamos, ya está. Nada más.
- Nada más, eh...
- No.
- No me convences.
- ¿Por qué no?
- Porque desde que llegaron hasta ahora, he notado cambios.
- ¿Cambios? - preguntó Hermione arqueando una ceja.
- Ajá.
- ¿Qué clase de...?
- Por parte de Malfoy.
- ¿Qué?
- Sí, incluso cambios por parte tuya.
Hermione bufó.
- Sí, no digas que no. He notado miradas, sonrisas. Dos personas que
se acuestan ocasionalmente... - murmuró en voz baja. - No se comportan
así.
- Mayra, por favor, no hay nada más entre él y yo. Al contrario. Nos
detestamos.
- ¿Os detestáis? - rió la maorí. - Falso.
- ¡Verdad!
Las dos mujeres acabaron riendo.
- Hermione, no estoy molesta. Aunque si te confieso una cosa, creía
que tenías confianza para contarme...
- Es que no creí que te interesara mucho y no quería que me creyeras
como una mujer...no sé. Un tipo de mujer que no soy.
- Te conozco bastante bien. - dijo guiñándole un ojo. - Sé como eres.
- Me alegro. Entonces...¿no estás enfadada?
La maorí negó con la cabeza. Hermione sonrió y la abrazó.
- Qué bien.
- Sólo tengo una duda.
- Dime.
Mayra hizo un mohín con los labios.
- ¿Qué ocurre con Reeves Golden?
- ¿Con Reeves? - miró al moreno. - Nada. ¿Qué va a ocurrir?
- Él está enamorado de ti.
- No, qué va.
- Hermione...
- Yo no siento nada por él, Mayra, solo amistad.
- ¿Amistad, sólo?
- Amistad, sólo.
- Pues, entonces, compórtate de acuerdo a eso.
Hermione frunció el ceño, no había entendido a qué se refería. Iba a
preguntarle pero, llegaron al traslador y su visita terminó con la
vuelta a casa.
Observó de nuevo los papeles. Le parecía incréible que toda la vida
de una persona estuviera escrita en todas esas páginas. ¿Cuántas
habría?
Bufó contando la cantidad de hojas escritas.
Richard se pondría muy contento. Sonrió recordando a su jefe.
La obra sería todo un éxito, estaba convencida.
Volvería a Londres. Volvería a ver a sus padres, a Ginny, a la gente
del trabajo, a Harry, a Ron...
Sintió una punzada en el estómago. Ron, Ron, ¿qué estaría haciendo?
¿Qué pasaría por su mente? Ella seguro que no.
Bajó abajo.
En la sala de reunión estaban reunidas las personas con quien había
compartido dos meses de su vida. Dos meses maravillosos.
Los saludó.
Él la miró. Le rehuyó la mirada. Se sentó en el sillón del centro.
Todos la miraban expectantes. Se aclaró la garganta.
- Un treinta y uno de julio en un año mágico para la humanidad, en un
pequeño pueblo de Londres nació un niño rubio al que llamaron Graham,
Graham Golden....."
Guardó el vestido en el interior de la maleta. Sonrió recordando el
momento en que había comprado el vestido. Acarició la azulada tapa del
libro en maorí.
- "E whakapono ana ètahi tàngata ki te mahi atua." (La personas
creemos en la magia) - murmuró Hermione guardando con cariño el libro.
Irse, se tenía que ir. Pero, no podía.
Miró por la ventana. Al fondo podía distinguir el Monte Edén. Alto,
fuerte.
Y Waiheke, allí donde tanto había vivido. Donde vivía el motivo de su
visita y un motivo por el que valía la pena quedarse.
"Te quiero"..."No, Reeves, no digas eso"..."Es la
verdad"..."Quédate"..."No puedo"...
Sintió las lágrimas crueles que se dirigían a sus ojos con malas
intenciones.
Mayra por las mañanas, con el café caliente, los atardeceres en el
jardín, las bromas de Johny, su beso de buenas noches, sus ojillos
oscuros, Reeves, la dulzura, su protector, la casa, su casa, ya. Y
esas noches...Sintió una punzada de dolor.
Esas noches junto a él. Adiós a todo aquello. Se acabaría todo.
Aquella noche. Su última noche.
Había resultado un gran amante. Un amante como nunca más encontraría
otro.
El olor a madera del armario le hizo quedarse parada frente a él,
respirando el aroma. Cerró los ojos. Podía caminar así por aquella
habitación. Podía tocar cada objeto. Sentir la presencia de la magia
en Auckland, en aquella casa, en el espacio.
Terminó la maleta, la cerró y la puso al lado de la cama. La ropa que
iba a utilizar para el día siguiente estaba colocada en el banco de
madera.
Caminó, sus pies descalzos acariciando las losas. Su ser agitado a la
vez que triste.
El atardecer dejaba unos escasos rayos de sol entrar por la ventana.
La penumbra se adueñaba de la habitación, la paz de la noche comenzaba
a asomarse.
Suspiró. Cogió el aire y lo soltó. Se mordió el labio. No lloraría.
Disfrutaría del tiempo, agotaría cada segundo antes de marcharse.
- La cena ha sido tensa. - suspiró Draco.
- La cena ha sido triste.
El rubio de ojos grises se volvió de frente para mirarla.
Hermione estaba tendida en la cama. Miraba al techo. Lo examinaba
detenidamente pero, en su mente, no miraba el techo, ni siquiera
estaba atenta a él, hacia como que lo miraba pero, en realidad, no le
interesaba. Lo que de verdad la inquietaba era la despedida, al día
siguiente, dejarlo todo.
Draco no le dio más tiempo para que reflexionara sobre ello.
Se colocó frente a ella, oscureciéndole su visión. La recorrió con la
mirada, inquietándola, poniéndola nerviosa pero, hizo como si nada
ocurriera, como si no hubiera ningún problema.
- Hoy será la última vez que te llame Hermione.
Fijó sus ojos en su rostro. En su tez no había ningún gesto. Tan sólo
sus ojos que brillaban desprendiendo una luz cegadora y sus labios
finos tan apetecibles como la fruta al calor.
- Hoy será la última noche que pasemos juntos. - contestó Hermione.
- Pues, aprovechémosla bien. - dijo con una pícara sonrisa.
Se echó levemente sobre ella besándola en las comisuras de los
labios. Ella lo atrajo un poco más y profundizó el beso. Se separó de
él y lo tiró al suelo. Draco, desde éste volvió a sonreír
malevólamente.
- Eres muy peligrosa estando así. - dijo Draco con provocación.
- No lo sabes, Draco, no lo sabes.
Al momento que lo decía, saltó de la cama, echándose encima del
rubio. Ambos empezaron a reír sin motivo alguno mientras se desnudaban
entre besos y sonrisas.
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Silencio. Mucho silencio. El silencio era un veneno que se esparcía
velozmente por la casa, entrando en ellos, llegando a su corazón.
Se miraron, tristes, melancólicos.
Era demasiado tiempo fuera de su hogar, y, habían acogido la casa de
Auckland como su propio hogar, a Mayra y a Johny como su familia,
Nueva Zelanda como su país. Era muy doloroso decirle adiós a todo eso
en aquel instante. Siempre habían sabido que ese momento llegaría, el
momento de despedirse, la despedida.
Adiós, la palabra más difícil. Algo comparable con el complicado, "Te
quiero", con el amargo "Te odio". Adiós, tan verdad y tan falso. No,
no era un adiós definitivo, sólo un hasta pronto, hasta mucho tiempo.
El aeropuerto comenzaba a despertar de un letargo profundo.
Guardaron sus maletas en el portaequipajes. Tan sólo diez minutos,
diez mínimos minutos para despedirse de todo.
Graham Golden revisaba a los londinenses con el gesto tranquilo.
Draco fue hacia él y el ex auror lo miró con orgullo.
- Ha sido un placer conocerle, señor Golden. - declaró Draco.
- El placer es mutuo, Draco. - sonrió Graham.
- Querría decirle, que antes lo admiraba, y, ahora, después de
convivir con usted y conocerle, lo admiro aún más, todavía.
- Eres grande, Draco, muy grande. Hay que tener mucha valentía en el
cuerpo, pero más en el alma para pelear contra sí mismo.
Draco le tendió la mano pero, Graham la rechazó.
- No, a los hijos se les dan abrazos. - sonrió.
El rubio con una gran sonrisa abrazó al gran Golden, su ídolo y su
amigo.
Una sombra surcaba sus ojos turquesas y sus párpados estaban bajos,
oscureciendo su bello rostro.
- Mayra...
La maorí levantó la mirada y miró a Hermione.
- Te voy a echar mucho de menos. - sollozó.
- Mayra..No llores, Mayra, no, eh. - protestó Hermione.
Sin embargo, como un golpe, como si una mano apretara con fuerza su
garganta, como si el agua la ahogara, un repentino dolor se apoderó de
ella.
- Te escribiré mucho, para que practiques maorí... - unas lágrimas
resbalaron pos los rosados mofletes de Mayra.
- Yo te llamaré siempre que pueda, para ver como estáis Johny y tú.
Mayra asintió y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.
Hermione la miró. Mayra no era simplemente una persona más, no, Mayra
era como su hermana, alguien a quien quería a rabiar, alguien por el
que era capaz de hacer cosas insospechadas. Alguien que se había
metido en su corazón de tal forma que era imposible sacar.
- ¿Ves? ¿Ves? ¡Oh! ¡Ya lloró yo también! - dijo echándose a llorar.
Las dos se abrazaron.
- Nunca, nunca, nunca te voy a olvidar. - le susurró Hermione. -
Siempre estarás, siempre tendrás un espacio en mí corazón, May.
- Volverás a Aukland, Herm...lo sé.
Se separó levemente.
- Sé que volverás. - sonrió y continuó su llanto. - Pero, quiero que
te lleves algo, algo nuestro.
Hermione se mordió el labio. No quería irse, no quería...
- Toma. - Mayra le puso un sobre en la mano. - Ábrelo en el avión,
¿vale?
Hermione asintió y la volvió a abrazar, llorando las dos.
Johny miraba a la gente pasar, con un angustioso sentimiento.
- Eh...
Frente a él tenía a Draco Malfoy que sonreía tristemente.
- Adiós.
- A...adiós. - murmuró.
Se estrecharon las manos. Draco se dirigió de nuevo hacia donde
estaba y Johny volvió a mirar el paisaje. De repente, el rubio se paró
y se dio la vuelta.
- Johny.
El pelirrojo miró a Draco. En sus ojillos oscuros se vislumbraba una
mota de contenida alegría.
- Gracias.
- ¿Por...por qué? - preguntó arqueando una poblada ceja.
- Por sopotarme. - sonrió Draco con una mueca.
- No hay de qué. Solo, una...La próxima vez...llámeme...
- Johny. - le guiñó un ojo. - Descuida.
Volvieron a estrecharse las manos y se dieron un abrazo afectuoso.
- Creí que era...de otra manera.
- Draco Malfoy son dos personalidades, Johny, pero una sola persona.
Un misterio constante.
Se sentía impotente ante aquello, como si no valiera para nada en ese
momento. Era un inútil, ella se iba y no podía detenerla.
La vio, sola, acercándose. ¿Por qué le dolía tanto?
- Hermione... - murmuró.
Ella sonrió.
- Estás...llorando.
Asintió.
- Llorar una vez en el año, no hace daño.
- De todas maneras, no es bueno.
Pasó un dedo por su rostro, secándole las lágrimas secas.
- No quiero que sufras. - le dijo Reeves.
- Yo tampoco. No quiero hacerte sufrir.
Se le atragantaban las palabras, no podía hablar, ni decir, ni parar.
- ¿Lo entiendes?
Reeves miró al vacío.
- No, no lo entiendo.
- Es por tu bien, y también por el mío.
Reeves negó con la cabeza. Hermione le cogió una mano y la apretó.
- Siempre te recordaré. Además, puedes venir a Londres, ya sabes
donde vivo.
Reeves la miró con pena, con un dolor inmenso que no paraba de crecer
a medida que pasaba el tiempo, que se acortaban los minutos que
estarían juntos.
- No te olvidaré jamás.
- Oh, claro que sí. - volvía a llorar.
- No, eres la persona más especial...
- Hay muchas personas especiales...solo tienes que verlas.
Le acarició la cara mientras una lágrima caía desde sus ojos.
- Ver, oír, sentir. Eso es lo único que no puedes olvidar.
La abrazó tiernamente. No, no, si ella se iba, una parte de él moría.
- Déjame un recuerdo tuyo, al menos.
- El que quieras.
Reeves la miró con sus iris verdiazules brillando intensas.
- Sólo uno, éste.
En sus sueños, en sus pensamientos recordaría a Hermione como una
persona maravillosa en su vida. Pero, sobre todo, recordaría ese beso.
Esos labios rojos tan hermosos.
Cuando se separaron, Hermione le besó en la mejilla. Reeves le apretó
sendas manos.
"ATENCIÓN SEÑORES CLIENTES, EL AVIÓN NÚMERO 17 CON DESTINO A LONDRES,
DESPEGARÁ EN BREVES INSTANTES."
La miró de nuevo.
- Adiós, Hermione. - soltó una de sus manos y la otra la besó.
- Hasta pronto, Reeves. Hasta muy pronto.
Agitaron las manos desde las escaleras y se introdujeron en el avión
que los llevaba de nuevo a casa.
Hermione seguía llorando.
Mayra, Johny, Graham y Reeves les despedían. Graham se mantenía
sereno, aunque, en sus ojos, se veía un tenue alo de nostálgia. Johny,
Mayra y Reeves lloraban.
Dos meses eran muchos días, muchas horas y muchos momentos. Dos meses
que ninguno de los seis olvidaría.
El avión despegó dejando un camino de humo negro, surcando el cielo
azul.
- Estoy muy triste.
Draco la miró, a su lado y ya tan propensa a alejarse.
- Duerme, tienes que estar cansada.
Ella asintió. Draco levantó el brazo y Hermione se escurrió por el
hueco, recostando su cabeza en el pecho del rubio.
- No debiéramos...
- Todavía no hemos llegado a Londres.
- Tienes razón. - sonrió. Se secó las lágrimas y cerró los ojos.
La escalerilla, al dejar atrás el avión, al despedirse de Auckland se
acababa todo. Todo lo que había empezado, todo lo que comenzaba tenía
un fin. Y ése era el suyo.
Adiós, Auckland. Adiós, Hermione.
Le miró con tristeza y su papel de Hermione se desvaneció. Ahora de
nuevo volvía a ser Hermione Granger. La gran reportera.
Los peldaños de la escalera se hicieron eternos.
Miró a su alrededor. A su lado estaba Malfoy. Se dirigieron una
última mirada y, todo volvió a ser como antes.
Suspiró.
- ¡Hermione!
Una cabeza pelirroja corría hacia ella.
- Ginny... - murmuró.
Avanzó hacia ella. La pelirroja se avalanzó sobre ella y la abrazó.
- ¡Por fin! ¡Qué ganas tenía de verte! - gritó eufórica dando saltos.
- ¡Gin! ¡Gin! -rió Hermione.
Draco avanzó. De lejos distinguía el gastado coche de Richard Smith.
El gordinflón apareció ante sus ojos.
Avanzaba hacia su jefe, la persona que lo había mandado a Auckland,
la persona que había propiciado el idilio de él y...Granger. Lo había
dejado atrás. Avanzaba, Hermione había quedado definitivamente muy
lejos de él.
HOLA¡¡¡¡¡¡
No sé que deciros¡ Sólo que se acabó, adiós Auckland, adiós...Hola
Londres.
El 13 ya¡¡¡ Ay, ay, no me gusta ese número, que me da mal fario.
Jeje. Bueno, quiero ver pronto vuestros review..qué me digáis cosas,
qué os ha gustado, que no...
En el siguiente capítulo verán por fin a su persona tan esperada y
recordada ;)
Os quiere
Lira Garbo
"Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite"
