¿Porqué siempre algo nos quiere separar?
Capítulo 4: "No te preguntes si habrá victoria o derrota: luchá"
El castillo de Naraku se alzaba imponente y amenazador como la última vez, había cuervos posados en el tejado que cantaban lúgubremente. El cielo se había oscurecido más de costumbre y la luna sobresalía por entre los nubarrones grises del firmamento. La noche era fría, la brisa soplaba helando sus cuerpos de una manera sobrenatural pero a la vez cálida, porque les daba más confianza, valor.
- es el momento - susurró Kagome valientemente acercándose hacia sus enemigos que habían salido a darles la bienvenida, como era su costumbre. Kanna y Kagura se pararon al lado de su amo y señor, fielmente y Kohaku se escondió entre las sombras mientras Naraku sonreía malvadamente.
- "cínico..." - pensó Sango esperando algún llamado de parte del houshi o siquiera una señal de que estaba vivo pero al no tenerla, se desesperó totalmente - ¿¿Dónde está?? - preguntó furiosa y amenazadoramente.
- ¿A qué te refieres Sango? No entiendo de qué me hablas - dijo él sin evitar que una sonrisa complaciente se escapara de sus labios, también podía sentir la energía de los fragmentos en su cuerpo.
- ¡¡Escúchame!! ¡¡NO quiero tretas!! ¡¡RESPONDE NARAKU!! - intervino Inuyasha adelantándose frente a Kagome, de alguna manera protegiéndola a ella y a los kakeras.
- No te pongas así Inuyasha, a la fuerza no conseguirás nada... pero dime, ¿A qué has venido?
- Naraku... - gruñó el hanyou en tono escolerizado.
- De acuerdo, ¿has venido a entregarme los fragmentos?
Los recién llegados estaban confundidos por esa actitud en el malvado, sus ojos entrecerrados les miraban confianzudamente y en su interior, sabían que estaba planeando algo, indagando en sus almas como de costumbre.
- Ahora... tengo que mostrarles mi última adquisición... creo que lo conocen - dijo abriendo paso entre las sombras para que una figura apareciera a la luz.
Sus ojos se ensancharon ligeramente, el houshi estaba ahí, mirándolos extrañamente como si no fuera él o estuviera en un trance. Se adelantó dos pasos para llegar a la altura de Naraku y pararse al igual que sus extensiones, bajó la vista seguramente hasta escuchar alguna orden.
- ¿Qué les parece? - preguntó el malvado sarcásticamente apoyando una mano en el hombro del monje.
- ¡¡Eres un maldito Naraku!! ¡¡¿Qué le hiciste?!! - preguntó Inuyasha alterado notablemente.
Los demás parecían permanecer en estados de shock, Kagome no podía creer que Miroku hubiera cedido tan fácilmente con Naraku, seguramente debía haber estado muy perturbado para poder luchar y defenderse. Sango, por su parte, no podía controlar su respiración agitada, nuevamente un ser muy querido para ella estaba en peligro, incluso Kohaku le miraba desde la oscuridad perturbante del castillo.
- Houshi-sama, ¿me escuchas? Somos nosotros... ¿Qué te sucede? - habló Kagome con suavidad tratando de encontrar alguna esperanza en los ojos del monje - ¿Qué te...
La voz de la miko murió en su garganta, Miroku no le dejó continuar porque rápidamente se le abalanzó báculo en mano dispuesto a aniquilar a quien tuviera enfrente aunque se tratase de un amigo. Pero su ataque no llegó, Inuyasha lo detuvo con igual velocidad utilizando sus garras, después de todo... aún no podía manejar su espada a la perfección; se sintió un fuerte estruendo y el chirrido de las manos del hanyou.
Miroku cayó de espaldas debido al impacto y a que la fuerza de Inuyasha era mucho superior, pero no tardó mucho en volver a ponerse de pie, enfrentando con ojos serios y blanquecinos a los que habían sido sus amigos cuando estaba consciente. Pero el no sabía, no reaccionaba.
- Miroku... - susurró Sango acercándose con su Hiraikotsu en su espalda como de costumbre, sabía que llegaría el momento en que tendría que utilizarlo. Él volteó a verla y por momentos pareció como si hubiera reaccionado al sentir su llamado - ¿Me escuchas Miroku?
- Sango-chan... ten cuidado... - le recomendó Kagome uniéndose junto a Inuyasha, Kouga también se adelantó pero no quitó la vista de Naraku y su 'familia', no confiaba en ellos.
- ¿Qué miras Kouga? ¿Tienes miedo? - fanfarroneó Kagura agitando su abanico levemente.
- ¿Estás loca? ¿Yo? ¿Tenerles miedo a ustedes? Debes estar bromeando - juntó puños el lobo youkai apretándolos fieramente.
- yo nunca bromeo... - susurró ella volviendo serio su rostro mientras miraba a su amo de reojo. Ella deseaba hacer tantas cosas pero no podía sabiendo que Naraku podía hacerla desaparecer cuando y cómo quisiera.
Sango logró acercarse lo suficiente al houshi sin que este hiciera nada, lo que ocasionó una leve preocupación en Naraku, apenas visible pero nadie alcanzó a notarlo. Se suponía que Miroku estaba bajo sus órdenes que no había nada que pudiese volverlo a la normalidad más que él, pero ahora él parecía un manso gatito en manos de la taijiya. Ella le quitó el báculo entre sus manos y lo arrojó muy lejos.
Confiada de que no tenía más armas se dejó abrazar por el monje, pero de repente un tirón hizo que le soltara, Inuyasha por suerte le había quitado del medio sino sin duda habría sido arrastrada por el kazaana de Miroku. Sango le miró asustada, mas bien... aterrada por tal reacción, comenzando a temerle de verdad, ya no era el mismo de antes y ni ella había sido capaz de volverlo a la normalidad.
- ¿Estás bien Sango-chan? - preguntó Kagome tomándola de los hombros, la jovencita parecía demasiado shokeada por la extraña reacción - ¿Qué haremos Inuyasha?
La sacerdotisa miró en sus grandes ojos dorados tan transparentes que ella podía observar su alma a través de ellos, estaba enfadado con Miroku, por dejarse dominar y mas aún por atacar a Sango en un descuido de su propio ser. Se le abalanzó con velocidad, esquivando sus intentos de atraerlo con su hoyo negro, hasta poder golpearlo certeramente en el rostro, desestabilizándolo así y obligándolo a caer al piso. El monje cerró su agujero y tomó su báculo que estaba a unos pasos más allá de donde había caído, verdaderamente no era él.
Inuyasha también estaba cambiando, Kagome podía ver como su furia se elevaba a niveles peligroso, podía llegar a convertirse en un youkai. Miroku se limpió el hilillo de sangre que brotaba de su labio inferior y encaró al mitad humano con todas sus fuerzas, pero este también podía esquivarlo y no dudaba en golpearle repetidas veces.
- ¡¡Inuyasha ya!! ¡¡Detente por favor!! ¡¡ONEGAI!! - le suplicó Sango aferrándose al pecho de Kouga sin poder evitar que las lágrimas escaparan de sus prisiones.
El hanyou hizo caso omiso de sus palabras y aplicó una patada al estómago del houshi lanzándolo mucho más allá de donde estaban a un principio, su cuerpo rebotó con las rocas del piso y cayó brutalmente golpeando su cabeza, quedando así inconsciente.
Sango se soltó de los brazos del lobo youkai y corrió a atender al monje, por suerte aún respiraba, pero estaba mal herido y no podían asegurar que cuando despertase siguiera siendo el mismo. Inuyasha contaba que para cuando eso sucediese él habría derrotado a Naraku y su hechizo estaría roto.
- te felicito Inuyasha, no has tenido piedad con el houshi, se vé que comienzas a comportarte como un demonio - le felicitó Naraku avanzando hacia ellos.
- Ahora será tu turno... - él también caminó unos pasos. Viendo esto, Kanna y Kagura quisieron intervenir, pero el malvado les impidió. Por alguna razón tenía deseos de luchar.
Primeramente, Naraku lanzó una especie de muñeca sobre Inuyasha que se convirtió en una bestia muy parecida a un oso, que usando sus garras comenzó a atacar al hanyou. Este estaba un poco inseguro, tenía la posibilidad de atacar con la Tetsusaiga pero si no podía controlarla estaría en desventaja, así que usando sus Sankon Tentsusou destajó a la muñeca.
- déjate de juegos Naraku... - le fastidió - ¿Tienes miedo?
El singular hanyou sonrió ampliamente mientras desenvainaba de entre sus ropas una espada bastante rara, que ninguno había visto antes, brillaba de un color rojo sangre de una manera atemorizante. Los ojos de Inuyasha se ensancharon pero volvió a la normalidad cuando Naraku comenzó a atacarle y él sólo tuvo oportunidad de esquivar sus ataques lo más veloz que podía.
Decidido desenvainó la Tetsusaiga y el ruido del choque de espadas se dejó sentir entre ese silencio que se había producido por momentos, aunque pesaba él tenía las esperanzas de controlarla.
- Inuyasha... - susurró Kagome dulcemente - Aishiteru, yo sé que tú puedes.
Las sensibles orejas del hanyou le permitieron escuchar lo que decía su amada miko, una fuerza comenzó a recorrer todo su cuerpo, llegó hasta sus brazos y regresó directo a su corazón acelerándolo sorprendentemente. Su respiración se volvió más agitada pero no le afectaba en lo absoluto a la batalla y su cuerpo temblaba pero le permitía aferrase más fuerte a su espada.
Sintió su fuerza en sus venas y hasta en el rincón más oscuro de su ser, llenándole el alma de emociones y sensaciones que antes no había sentido. Algo extraño para él. Prácticamente se tiró encima del malvado Naraku, haciendo girar la Tetsusaiga en sus manos y quitándole la espada. Cuando lo vió desarmado le apuñaló en el estómago siguiendo el recorrido hasta partirlo en dos. Pero ni sangre brotó del monstruo, sólo desapareció como si se tratara de una pompa de jabón rota en el viento.
- ¿Q-Qué fue lo que sucedió? - preguntó Kouga aún sin poder creer lo que sucedía mientras se tullía los ojos exasperadamente - ¿Lo mató? ¡¡¿Inuyasha acabó con Naraku?!!
- ¡Inuyasha! - le llamó Kagome corriendo hacia él y aferrándose a sus ropas de manera dulce. - ¿Cómo estás? ¡¡Vencimos Inuyasha!!
- Aishiteru mo, Kagome - susurró antes de caer desmayado por el agotamiento.
La miko suspiró y sonrió, él había escuchado sus palabras. Guardó delicadamente la Tetsusaiga en su funda, apenas pudiendo cargarla, y se quedó viendo a Kanna y a Kagura, parecían estar demasiadas conmocionadas como para entender lo que sucedía.
El mapache que solía seguir a Miroku llegó en ese instante, ellos le habían pedido su ayuda y él aceptó sabiendo que se trataba de su adorado excelencia. El que también parecía estar inconsciente era Kohaku, se sostenía la cabeza mientras cerraba los ojos con fuerza.
- ¿¿¿Q-Qué me sucede??? ¿Qué son todas estas imágenes? - gritó aterrado saliendo para que la luz de la luna se proyectara en su pequeño cuerpo. Miró a Sango que se le había acercado y le tendía una mano, ella quería llevarle con ellos - ¿Hermana?
- ¡¡KOHAKU!! - exclamó la taijiya abrazando al niño, este no dejó de sollozar hasta caer rendido en los brazos de la joven, tenía muchas penas, incluyendo la muerte de su padre por sus mismas manos.
Kagome fijó su vista en el cielo que comenzaba a volverse celeste, había sido una noche agitada y el sueño comenzaba a vencerle, el sol ya se habría paso entre las montañas y su reflejó teñía todo de rojizos y anaranjados. Su mano acarició el rostro del hanyou dormido en sus rodillas, él había luchado, de alguna forma, por ella. Y eso la complacía, mas también tenía la intuición de que pronto ella tendría que luchar por él.
Su mente pasó del mitad demonio a Kanna y Kagura que se habían quedado en el castillo del que había sido su amo, las había visto sufrir, pero ahora eran libres y eso les debía agradar después de todo. Kouga se había marchado también, quería volver a su guarida y alejarse de tantos problemas. La miko recordó sus palabras antes de partir.
- sé que Inuyasha te hará feliz, y mucho más que tu lo harás feliz a él, pero siempre hay algo que interfiere entre los amantes... siempre... esa será la prueba que fortalezca su amor. Yo estaré siempre, Kagome, siempre que me necesites. ¡adiós! - dijo antes de salir corriendo a menos velocidad, sin remolinos, lo que sorprendió a la muchacha.
Luego volvió la vista al cielo cuando un pensamiento cruzó en su mente.
- "acaso... " - pensó revisando entre sus ropas, en uno de los bolsillos de la minifalda que llevaba tenía los dos fragmentos del lobo youkai envueltos en una tela muy suave
- ¿Y esos? - preguntó Shippo viendo como la miko los purificaba - ¿De Kouga?
- Hai.
- Inuyasha estará bien, ¿no es así? - preguntó el pequeño kitsune viendo al hanyou dormitar.
- Sí, Shippo. él y Miroku... todos nosotros... estaremos bien.. - se aferró a sus pensamiento acariciando la cabeza del zorrito con dulzura- "porque yo no dejaré que nada malo nos suceda, lucharé, así tenga que sacrificar mi vida en la batalla..."
El mapache les dejó a pocos pasos de la casa de Kaede, quien rápidamente comenzó a atender a los caídos en batalla. Kagome aguardaba fuera de la cabaña mirando en dirección al bosque del pozo de huesos, Sango estaba ayudando a la anciana Kaede a curar a Miroku mientras que Inuyasha dormía en una habitación conjunta, sin que sus heridas fueran revisadas. Su agotamiento era físico pero también mental, hacia tiempo que no descansaba correctamente, siempre cuidando de los sueños del grupo cuando acampaban.
- La luna... - susurró mirando en el cielo la ausencia de ella debido a que el sol se encontraba en posición opuesta, Luna nueva. - Las heridas de Inuyasha tardarán más en sanar, no nos conviene, pero tampoco puedo marcharme a buscar a mi tiempo medicinas, temo el alejarme de él.
- Estará bien - dijo Kaede saliendo de su casa y observando al mismo lugar que la miko - aunque sea una de estas noches...
Las dos mikos se quedaron tranquilas ahí respirando el aire puro que sólo una de ellas podía apreciar con más fervor, porque en su tiempo esos momentos eran pocos.
- Kagome... creo que Inuyasha necesita verte, ¿Porqué no vas con él? - le preguntó mirándola a los ojos.
- Yare, ya regreso - aceptó la miko desde la puerta.
Efectivamente, la luna nueva había impactado sobre el estado del hanyou que ya no tenía sus orejas de perro ni sus garras, en vez de eso tenía orejas de humano y manos comunes y corrientes. Su largo y plateado cabello era ahora iluminado por la luz que apenas entraba en un matiz negro noche. Él abrió sus ojos al sentirla llegar, al percibir su aroma en el aire.
- Kagome... - susurró entre sus dolencias.
- ¿Cómo estás Inuyasha? - preguntó la jovencita acercándose al muchacho y tomando sus manos entre las suyas, podía sentir su poca fuerza y su piel suave.
- Estaré mejor pronto, yo quiero saber cómo estás tú - se esforzó entre otros susurros entrecortados. - ¿Me temes Kagome?
- ¿uh? - se extrañó. Sabía que se refería a su cambio de hanyou a youkai pero no podía contestar esa pregunta cuando sus sentimientos se encontraban aún en estado de shock - no lo sé... - susurró.
- Perdóname...
- No... está bien, sé que jamás me harías daño... pero...
- te entiendo, Kagome... ¡vete! - le pidió algo resentido mientras volteaba para no mirarla.
- Pero...
- ¡¡¡VETE!!! - le gritó aterrado mostrando sus grandes ojos dorados y mirando la pared nuevamente - "Gomen nasai..."
Ella agachó la cabeza con tristeza, podía sentir las lágrimas a los bordes de sus ojos, suplicándole el dejarlas libres, no tardaron en fluir libremente muriendo en sus mejillas, haciendo ecos al caer. A pesar de no tener sus orejas Inuyasha podía escuchar su llanto silencioso pero cuando quiso volver a girar para detenerla, decirla una vez más lo que ya le había asegurado ella no estaba ahí sólo su delicioso aroma en el ambiente. Encontró, entre las mantas, la Shikon no Tama, completa y brillante, señal de que no regresaría.
No dudó en levantarse rápidamente, a diferencia de Miroku sus golpes no habían sido tan graves, sólo estaba agotado; pese a ello el querer ver a Kagome a los ojos y profesarle amor eterno era más fuerte que cualquier tipo de dolencia o cansancio. En las afueras de la casita, la anciana Kaede miraba a su alrededor algo preocupada.
- ¡¿Dónde se fue?! - le preguntó colocándose su haori de mejor forma.
- Por allá, es peligroso Inuyasha, siento presencias malignas allí, demasiadas - le indicó la anciana señalando a un bosque opuesto al del Goshinboku.
El hanyou no esperó más y se lanzó a la carrera para alcanzar a la mujer que había robado su corazón y alcanzado en él un lugar preciado llenándolo de amor, consideración y respeto mutuo. Ella le había demostrado que el no era un humano ni tampoco un youkai, sólo Inuyasha, el ser que tantas veces había demostrado amar, más allá de todas esos desprecios y castigos que él le diera.
Inuyasha entendía eso a la perfección y por eso le amaba más. El bosque se debatía entre ramas gruesas y finas que cortaban la carne fácilmente, pero él tenía su traje especial que si había resistido los cabellos del demonio Shura soportaría esto también. La encontró a varios metros de la entrada, desmayada en el suelo con millones de cortes en el rostro y el resto del cuerpo, en su desesperación no había podido medir cuán filosas y puntiagudas eran las armas de los árboles del lugar.
Le quitó el pelo que cubría su rostro y pudo sentir su apenas perceptible respiración, lo que permitió que su corazón latiera de nuevo.
- ¿Porqué lo hiciste Kagome? - susurró.
La levantó en brazos con suavidad y dulzura, acariciando su cuerpo entre sus manos que ahora eran humanos mas no temían de las lastimaduras, no tardó en llenarse de la sangre que emanaban los pequeños pero profundos cortes. No le importó tampoco y comenzó el camino de regreso a la casa de Kaede.
La miko anciana continuaba allí esperando su llegada y se sorprendió extremadamente al verla llegar en ese estado.
- espero que no sea muy tarde...
Continuará....
Bueno, je, je, acá está mi cuarto capítulo, vaya... espero que les esté gustando a los que lo leen y no anden con ganas de matarme. Les cuento que a pesar de que la Shikon Tama ha sido juntada y Naraku ha muerto, quedan enemigos sin rumbo, Miroku que se debe recuperar, Kagome que está aterrada por la actitud de Inuyasha y él que se comienza a sentir culpable por las cosas que le suceden a la miko. Bueno, esto es básicamente mi fic, ja, ja, ya les expliqué un poco, pero no es sólo eso, las cosas se mezclarán y aún falta el deseo a la Shikon.
Muchísimas gracias a los que me dejan reviews, especialmente a Kala y a Meyko.
Ahora... un pequeño glosario:
Sankon Tentsusou: son las garras de acero de Inuyasha, es el nombre japonés del ataque.
Kazaana: es el agujero negro de Miroku.
Hiraikotsu: el boomerang de Sango.
Gomen: literalmente significa perdón, su forma más formal y completa es Gomen nasai, perdóname por favor.
Aishiteru: significa te amo, y Aishiteru mo, significa yo te amo también.
Onegai: Por favor.
Goshinboku: es el árbol del encuentro, donde Kagome e Inu-chan se vieron por primera vez.
Youkai: demonio.
Hanyou: mitad youkai y mitad humano.
Yare: Bueno, de acuerdo.
No sé que más querrán saber, hay cosas obvias pero pueden preguntarme. Les cuento que los nombres de los ataques lo saqué de una página bastante interesante de Inuyasha en español más algunas cosillas que yo ya sabía.
Bueno, me voy despidiendo, esperaré sus reviews, con comentarios, críticas constructivas y no destructivas, ja,ja, también pueden aportar con información e ideas para continuar el fic, ya saben que nunca me rindo.
AHORA SÍ...
¡¡¡JA NE!!!!
Debajo de todo... aquí... ¡¡DEJEN SUS REVIEWS!!
¡¡¡¡¡¡¡¡ONEGAI!!!!!!!!
Sumire-chan J
