lunes, 22 de septiembre de 2003
Agua en el desierto.
Capítulo 2.
El sol comenzaba a esconderse cuando Takao lanzó una enorme carcajada.
-¡Ja ja!, ¿Acaso alguien creía que se iba a perder?, ¿alguien dijo acaso que no llegaríamos?
Max sonreía mientras Kai caminaba sin saber si era más molesto el olor a tierra y suciedad que llevaba encima o las burlas de Kinomiya en su oído.
-Ahora hay que buscar a Rei. Necesito una ducha...
-Yo iré por él, ustedes quédense.
Hiwatari y Mizuhara se sentaron en el borde de una pileta que había mientras Takao se perdía en un local. Ambos venían cansados y estaban algo sucios, ansiando un poco de agua y ropa limpia.
El cielo era extraordinariamente claro, salpicado por miles de estrellas que tintineaban lejos, en la oscuridad del espacio. La enorme luna llena alumbraba con increíble fuerza, dando aspectos tétricos y misteriosos a cuanta cosa proyectara una sombra. Las casas alrededor de la plaza en donde se encontraban y las luces que se veían enclavadas en la falda de las montañas daban la impresión de un pueblo de leyenda, o de fantasía, como si la emoción del despertar de la noche estuviera contenido en esas puertas y ventanas abiertas y de cortinas descorridas.
-Bien chicos, a Rei no lo encontré, pero si vi a Mariah, ella nos llevará.
El muchacho rubio respondió con una sonrisa, mientras Kai continuaba observando el lugar.
A los pocos minutos la citada muchacha llegó junto a los amigos. Mariah lucía ahora un esbelto metro 69 centímetros, y medidas casi perfectas, coronadas por una cascada de cabello rosa liso que caía en una trenza compacta. Los ojos dorados brillaban en la oscuridad, y su sonrisa era clara, pero discreta.
-Bienvenidos, tanto tiempo sin vernos.
-¿Como estás Mariah?
-Muy bien Max, ¿y ustedes?
-Bien, estamos todos bien.
Los tres muchachos se levantaron y siguieron a su guía durante algunos minutos hasta una casa alta que estaba a las afueras del pueblo. La infraestructura estaba completamente hecha de madera, con las puertas y los marcos pintados de un hermoso color marrón mientras lo demás estaba barnizado en color natural.
-Rei no está en este momento. –dijo Mariah –me pidió que los atendiera mientras llegaba.
-Muy amable.
El interior de la casa era modesto pero sumamente objetivo. Dos sillones de dos cuerpos y una enorme cantidad de cojines adornaban la sala, junto a un televisor, un equipo de música y una pequeña biblioteca. Al otro lado había un pequeño comedor de madera conformado por una mesa baja a estilo japonés con 6 cojines celestes puestos ordenadamente alrededor. Sobre la superficie había un florero con una solitaria rosa negra. Saliendo por el comedor había un balcón con terraza, que daba a una pequeña quebrada que había junto a la casa. Todas las puertas del interior eran correderas y no poseía segunda planta, dejando el dormitorio del dueño al fondo, junto a una habitación de huéspedes amoblada y al baño. La cocina se encontraba junto al comedor, y ocupaba un pequeño espacio.
-No sabíamos que Rei vivía solo –comentó Kai –
-Si, lo decidió después de comenzar a trabajar.
-¿Trabajar? –ella solo les sonrió –
-Él les contará.
Durante unos veinte minutos los cuatro estuvieron conversando animadamente sobre lo que habían hecho durante ese año y más que no se habían visto. Mariah comentó contenta los cambios que observaba en los antiguos Blade Brakers, como la sociabilidad de Kai y el aparente sosiego de Takao.
-¿No puedes darnos una pista sobre el trabajo de Rei?
-Solo puedo decirles que gracias a él no está nunca en casa, así que espero que su visita lo ancle a este lugar al menos por unas horas.
La puerta se abre de pronto y los muchachos miran quien viene. Una sombra entró corriendo y atravesó la sala rápidamente, volviendo casi al instante por donde vino, atravesando la puerta otra vez, sin cerrarla correctamente. Mariah se levantó con desgano y tomó la hoja.
-¡Dejaste la puerta abierta! –gritó hacia la calle-
-¡Lo siento! –gritó alguien de vuelta, con la voz perdiéndose por la distancia -¡Y dile a los chicos que ya voy!
-...Como quieras.
Kai, Max y Takao miraban sin comprender del todo lo que había pasado. Ella los miró y volvió a sentarse.
-Esas son las visitas de Rei a esta casa. Decidió cambiarse de hogar porque dijo que nosotros nos preocupábamos más que él de sus horas de llegada, así que era mejor que viviera solo, para que pudiéramos estar tranquilos.
-...No estuvo ni 5 minutos –comentó Kinomiya-
-Siempre es así.
-Pero al menos dijo que ya venía... –dijo Mizuhara contento –
-Si... supongo que tendré que atenderlos hasta mañana... La última vez que me dijo 'vengo enseguida' me tuvo esperando 8 horas en la estación de trenes. Debíamos ir a Hong Kong a comprar algunos insumos, pero él se quedó en las montañas trabajando. Llegó empapado con una enorme sonrisa de satisfacción en la cara, con las mejillas sonrojadas y la nariz congestionada en mucosidad. Cayó a la cama enfermo, y el doctor le dijo que debía descansar una semana. Al tercer día se puso dos pares de camisetas y creyéndose abrigado salió de nuevo.
Mariah hablaba distraídamente mientras preparaba té y buscaba cosas pequeñas para comer.
-Le encanta estar en las montañas. ¡Debe conocerlas de memoria!, pero se ve tan contento desde que trabaja con el Doctor Aki...
-¿Doctor?, ¿acaso está trabajando con un médico?
-Si, podría decirse que si.
-¿No puedes contarnos más verdad? –ella suspiró. Como siempre Kai era más atento y observador que los otros –
-Rei me pidió que no lo hiciera. El mismo quiere contarles lo que ahora lo apasiona. No es algo fuera de lo común ni nada, pero está tan entusiasmado que no quiero arruinar la sorpresa.
Hiwatari asintió y prohibió a sus compañeros preguntar más, como cuando eran un equipo de bey luchadores.
-No somos unos niños Kai.
-Pues te portas como uno Takao. –dijo sonriendo malvadamente. Kinomiya se lanzó a la ofensiva mientras Max intentaba mediar entre ellos. Mariah los observaba contenta. Los amigos de Rei realmente habían cambiado mucho y nada al mismo tiempo. Ya eran jóvenes guapos y... quizás maduros, pero cuando estaban juntos se portaban exactamente igual que cuando tenían 12 o 14 años. Las risas de los 3 varones llenaron sus oídos y se regocijó pensando que Kon tenía tan buenos amigos. Ellos nunca lo abandonarían, y eso la tranquilizaba de sobremanera. –
-¿Saben muchachos? –dijo interrumpiendo los simulacros de lucha y discusiones que llevaban a cabo los otros –Espero que tengan ropa adecuada...
-¿Adecuada?
-¿Para qué? –ella rió y ellos no entendían nada –
-Me imaginaba que no les había dicho nada... pero Lee se casa en unos días, y estamos todos invitados.
-¿En serio se casa? –preguntó Kai -¿No es muy joven?
-Debe estar enamoradísimo... –comentó Max -¿Tú que dices Takao?
-¡Digo que tenemos que hacer una despedida de soltero!
-Pues opino lo mismo.
Todos miraron hacia la puerta buscando al dueño de la suave y melodiosa voz que había apoyado a Takao. Rei los miraba sonriendo, con los pantalones negros llenos de barro, la camiseta larga pegada al cuerpo como una segunda piel gracias al agua, el cabello cayendo sobre sus ojos dorados y unas gruesas botas de montaña desabrochadas. Colgando de su hombro derecho había un bolso negro y verde impermeable al agua, y los chicos notaron que llevaba guantes sin dedos y una enorme cantidad de rasguños en los brazos y la cara.
-Bienvenidos a mi casa.
***ediciones_ryochan@hotmail.com***
