Capítulo III
Harry despertó, con su cabeza dándole vueltas y con muchas náuseas. Recordaba poco de lo que había pasado anoche, pero lo que no podía borrar de su memoria era que los mortífagos se habían llevado a Tía Petunia y que Dudley o Tío Vernon podrían estar muertos. - ¡Tía Petunia! - exclamó Harry alteradamente. - ¿Te encuentras bien? - Hermione estaba a su lado, tomando su mano y con una expresión de mucha preocupación e incertidumbre. - ¡No, no estoy bien! - gritó Harry. - ¡Se han llevado a Tía Petunia! - ¿Quiénes? - preguntó Hermione exasperada. - ¡Mortífagos! - rugió Harry. - ¡Tres de ellos entraron a la casa y. Tío Vernon. Dudley. Tía Petunia. se la han llevado. La Pluma de Oro! - ¿Pluma de Oro? - se cuestionó Hermione a sí misma. - ¿Qué es eso, Harry? - No tengo idea - farfulló. - Debe de ser algo muy valioso, ya que eso era lo que los mortífagos vinieron a buscar. Harry, con la ayuda de Hermione, se levantó y empezó a examinar el lugar. Varias ventanas se encontraban rotas, la mesa de la cocina se encontraba destrozada, todas cosas de la sala estaban revueltas, cosas de porcelana de Tía Petunia no estaban en su lugar habitual, todos los víveres de la alacena en la cocina s encontraban tirados en el suelo. La cicatriz de Harry comenzó a arder. - ¡¿Qué hay con Tío Vernon y Dudley?! - preguntó exaltado. - ¿Están bien? ¿Están.? - Mis padres habrían llamaron a una ambulancia, pero decidí que vinieran Curanderos del Hospital San Mungo, para atenderlos - informó Hermione. - Supe que no eran ladrones comunes, ya que las paredes parecían rasgadas por hechizos. - Gracias, Hermione. Eres una gran amiga - dijo Harry abrazándola. - Será mejor que nos vayamos antes de que venga la policía- musitó Hermione, peinando su cabello con la mano. - Mis padres nos esperan en el auto. Harry se abrió paso con su equipaje y con Hedwig entre el desastre, seguido por Hermione. Antes de salir, Harry le entregó a Hermione su lechuza y le explicó que estaba muy herida y que Tía Petunia la había llevado al veterinario. Ya fuera de la casa, volteando a ambos lados para ver si ningún vecino curioso los estaba mirando. Ya en el auto, Harry por fin pudo conocer a los misteriosos padres de Hermione. Su padre tenía cabello negro, ojos café oscuro y unos lentes ya pasados de moda, mientras que su madre tenía el cabello castaño al igual que Hermione, verde pálido y un rostro similar al de Tía Petunia. En el trayecto a la casa de los Granger, Harry le informó a Hermione sobre lo bien que se había portado Tía Petunia con él hace varios días. - Tal vez el Vociferador que recibió el verano pasado es lo que cambió su humor - finalizó. - Eso debe ser. - opinó Hermione, cuando estaban arribando a su casa. Al bajar del auto último modelo, Harry pudo contemplar que La casa Granger era muy grande, con tres pisos herrería blanca y la fachada era amarillo pálido. Al estar en el recibidor, notó que toda la mueblería era de madera muy bien cuidada y con tapicería de color blanco perla o de un amarillo similar al exterior de la casa. Hermione indicó a Harry que subiera las escaleras de mármol para mostrarle la habitación donde dormiría. - Bienvenido, Harry - dijo la señora Granger gentilmente mientras Harry acataba las órdenes de su impaciente amiga. Harry y Hermione se encontraban en la habitación de huéspedes. Ésta era muy grande con un balcón muy amplio, a la vez con varias sillas y una mesa muy linda. Colocó a Hedwig en una esquina y se recostó sobre la confortable cama, mirando al techo y pensando en sus tíos. Hermione estaba a punto de confortarlo, cuando la Señora Granger entró en la habitación. - Hermione, querida, ¿cuándo irás a visitar a tu amigo Ron al hospital? - preguntó. Un gran silencio cayó en la habitación. Harry miró a Hermione, con un enorme desconcierto. - No, mamá. Lo visitaré en unos días - informó Hermione. - De acuerdo. Si me necesitan estaré abajo - aclaró la Señora Granger al salir. Pasaron unos segundos hasta que Harry se decidió a hablar. - ¡Tu me dijiste que Ron se encontraba bien! - dijo en voz alta. - ¡En la carta me informaste que su casa habia sido invadida por mortífagos, pero nunca que había sido herido y enviado al hospital! - Lo que pasa es que no quería alarmarte. Ya tenías suficientes problemas con V-Voldemort y con la muerte.- Hermione interrumpió su explicación. - ¡¿Por qué nadie me dice nada?! - rugió Harry. -¡Al parecer todos creen que soy muy pequeño para entender las cosas, pero ya tengo dieciséis años, por Dios del Cielo! - Harry, mira - Hermione señaló a la puerta del balcón. Era una pequeña lechuza blanca que picoteaba el cristal de la puerta para llamar la atención. Harry procedió a abrirla y dejar entrar a la lechuza, que dejó caer dos cartas, una dirigida a Hermione y otra a Harry. Ambos se miraron mutuamente.
Harry despertó, con su cabeza dándole vueltas y con muchas náuseas. Recordaba poco de lo que había pasado anoche, pero lo que no podía borrar de su memoria era que los mortífagos se habían llevado a Tía Petunia y que Dudley o Tío Vernon podrían estar muertos. - ¡Tía Petunia! - exclamó Harry alteradamente. - ¿Te encuentras bien? - Hermione estaba a su lado, tomando su mano y con una expresión de mucha preocupación e incertidumbre. - ¡No, no estoy bien! - gritó Harry. - ¡Se han llevado a Tía Petunia! - ¿Quiénes? - preguntó Hermione exasperada. - ¡Mortífagos! - rugió Harry. - ¡Tres de ellos entraron a la casa y. Tío Vernon. Dudley. Tía Petunia. se la han llevado. La Pluma de Oro! - ¿Pluma de Oro? - se cuestionó Hermione a sí misma. - ¿Qué es eso, Harry? - No tengo idea - farfulló. - Debe de ser algo muy valioso, ya que eso era lo que los mortífagos vinieron a buscar. Harry, con la ayuda de Hermione, se levantó y empezó a examinar el lugar. Varias ventanas se encontraban rotas, la mesa de la cocina se encontraba destrozada, todas cosas de la sala estaban revueltas, cosas de porcelana de Tía Petunia no estaban en su lugar habitual, todos los víveres de la alacena en la cocina s encontraban tirados en el suelo. La cicatriz de Harry comenzó a arder. - ¡¿Qué hay con Tío Vernon y Dudley?! - preguntó exaltado. - ¿Están bien? ¿Están.? - Mis padres habrían llamaron a una ambulancia, pero decidí que vinieran Curanderos del Hospital San Mungo, para atenderlos - informó Hermione. - Supe que no eran ladrones comunes, ya que las paredes parecían rasgadas por hechizos. - Gracias, Hermione. Eres una gran amiga - dijo Harry abrazándola. - Será mejor que nos vayamos antes de que venga la policía- musitó Hermione, peinando su cabello con la mano. - Mis padres nos esperan en el auto. Harry se abrió paso con su equipaje y con Hedwig entre el desastre, seguido por Hermione. Antes de salir, Harry le entregó a Hermione su lechuza y le explicó que estaba muy herida y que Tía Petunia la había llevado al veterinario. Ya fuera de la casa, volteando a ambos lados para ver si ningún vecino curioso los estaba mirando. Ya en el auto, Harry por fin pudo conocer a los misteriosos padres de Hermione. Su padre tenía cabello negro, ojos café oscuro y unos lentes ya pasados de moda, mientras que su madre tenía el cabello castaño al igual que Hermione, verde pálido y un rostro similar al de Tía Petunia. En el trayecto a la casa de los Granger, Harry le informó a Hermione sobre lo bien que se había portado Tía Petunia con él hace varios días. - Tal vez el Vociferador que recibió el verano pasado es lo que cambió su humor - finalizó. - Eso debe ser. - opinó Hermione, cuando estaban arribando a su casa. Al bajar del auto último modelo, Harry pudo contemplar que La casa Granger era muy grande, con tres pisos herrería blanca y la fachada era amarillo pálido. Al estar en el recibidor, notó que toda la mueblería era de madera muy bien cuidada y con tapicería de color blanco perla o de un amarillo similar al exterior de la casa. Hermione indicó a Harry que subiera las escaleras de mármol para mostrarle la habitación donde dormiría. - Bienvenido, Harry - dijo la señora Granger gentilmente mientras Harry acataba las órdenes de su impaciente amiga. Harry y Hermione se encontraban en la habitación de huéspedes. Ésta era muy grande con un balcón muy amplio, a la vez con varias sillas y una mesa muy linda. Colocó a Hedwig en una esquina y se recostó sobre la confortable cama, mirando al techo y pensando en sus tíos. Hermione estaba a punto de confortarlo, cuando la Señora Granger entró en la habitación. - Hermione, querida, ¿cuándo irás a visitar a tu amigo Ron al hospital? - preguntó. Un gran silencio cayó en la habitación. Harry miró a Hermione, con un enorme desconcierto. - No, mamá. Lo visitaré en unos días - informó Hermione. - De acuerdo. Si me necesitan estaré abajo - aclaró la Señora Granger al salir. Pasaron unos segundos hasta que Harry se decidió a hablar. - ¡Tu me dijiste que Ron se encontraba bien! - dijo en voz alta. - ¡En la carta me informaste que su casa habia sido invadida por mortífagos, pero nunca que había sido herido y enviado al hospital! - Lo que pasa es que no quería alarmarte. Ya tenías suficientes problemas con V-Voldemort y con la muerte.- Hermione interrumpió su explicación. - ¡¿Por qué nadie me dice nada?! - rugió Harry. -¡Al parecer todos creen que soy muy pequeño para entender las cosas, pero ya tengo dieciséis años, por Dios del Cielo! - Harry, mira - Hermione señaló a la puerta del balcón. Era una pequeña lechuza blanca que picoteaba el cristal de la puerta para llamar la atención. Harry procedió a abrirla y dejar entrar a la lechuza, que dejó caer dos cartas, una dirigida a Hermione y otra a Harry. Ambos se miraron mutuamente.
