Capítulo VI
Harry se sentó en el asiento más lejano del vagón, ya que no quería hablar con nadie; también sentía un profundo enojo porque Ron no lo acompañaría en algo muy importante en su vida y Ron sería la única persona a la que le contaría sobre el beso que le dio Hermione, el cual todavía estaba enterrado en su mente, como un árbol que se aferra a la tierra, para recibir su alimento diario. - ¿Potter, aquí? ¡Qué desagradable sorpresa! - Draco Malfoy estaba parado frente a Harry con su típico cabello amarillo pálido, solo que ésta vez no lo tenía relamido hacia atrás, sino que lo tenía hacia delante, con unos mechones cayendo sobre sus fulminantes ojos. Crabbe y Goyle estaban justo detrás de él. - ¿Por qué no vas a molestar a otras personas, Malfoy? - respondió Harry, sin mirarlo a los ojos, porque sentía que si lo hacía, saltaría a su cuello y lo estrangularía. Repentinamente, una diminuta ave de color rojo brillante entró por la puerta que comunicaba el vagón con el anterior. Tenía las plumas de su cola de un color verde limón y su pico parecía de oro, ya que brillaba con cada rayo de sol que pasaba por éste. Unos segundos después de exhibirse, el ave comenzó a picar la ovalada cabeza de Draco con una gran furia. - ¡Quítenme esto de encima! - gritaba Draco moviendo sus brazos de un lado a otro tratando de ahuyentar al pájaro. Rápidamente, Crabbe y Goyle intentaron capturar el ave, pero, debido a su torpeza, lograron que sus cabezas chocaran una contra otra, dejándolos a ambos en el suelo. Draco abrió la puerta de comunicación del vagón y desapareció de la vista de Harry, quien reía sin parar. Después, el ave se paró sobre una silla mirando fijamente a Harry. El pájaro comenzó a retorcerse y contorsionarse y, gradualmente, comenzó a cambiar de forma. Se estaba transformando en una chica con cabello rojo fulminante y la piel blanca: Se trataba de Ginny. - Hola, Harry - saludó Ginny con una expresión pícara en el rostro. - ¡¿Ginny?! - gritó Harry, sorprendido. - ¡¿Tú eras el ave?! ¡¿Eres animaga?! - Así es - respondió Ginny, sentándose en la misma silla que Harry. - Pero, ¿Cómo es que nunca me lo dijiste? - Harry acomodó sus lentes en la posición correcta. - Lo acabo de lograr hace unas semanas, pero he estudiado mucho sobre el tema desde el segundo curso en Hogwarts y ahora, gracias a este nuevo don, espero ganar esa beca de intercambio - explicó Ginny, moviendo su cabello de un lado a otro. - ¿Quién más participará en la selección para la beca, Ginny? - preguntó Harry para cambiar el tema de conversación. - Yo - Harry y Ginny giraron su cabeza al mismo tiempo. Luna Lovegood estaba recargada sobre la pared del vagón opuesta a ellos, luciendo su cabello rubio con una gran sonrisa. - ¡Luna! ¡Hola! - se levantó Ginny, solo para abrazarla fuertemente. - Hola a todos - Neville Longhbottom había entrado en el vagón. - Genial. Ahora toda la "Armada de Dumbledore" que enfrentó a Voldemort está aquí - expuso Luna con un tono un poco misterioso. - Te equivocas, Luna - contradijo Harry con tristeza. - Falta Ron. Entonces Harry, ayudado de Ginny, comenzó a relatar la historia de Ron, incluyendo la Pluma de Oro. Al final del relato, el tren ya estaba arribando a Hogsmeade. Todos quedaron boquiabiertos al igual que Ron en San Mungo. - Parece que éste es otro caso para la "Armada de Dumbledore" - gritó Ginny entusiasta, mientras subían a los carruajes que los llevarían al castillo, donde, al día siguiente, se llevaría a cabo el concurso por la codiciada beca.
Harry, acompañado de Hermione, Neville y Ginny, dejaron a Luna, para subir al séptimo piso, donde se encontraba la sala común de Gryffindor. - "Tulipán Dorado" - Hermione pronunció la contraseña y la Dama Gorda los dejó pasar cortésmente. Subiendo las escaleras de caracol, los cuatro chicos se separaron para entrar a sus distintas habitaciones. Harry y Neville entraron a la habitación de los chicos, que estaba igual que siempre: lienzos dorador y rojos se balanceaban de un lado a otro, debido al viento que provenía desde las ventanas abiertas del cuarto. Harry notó que sus cosas ya estaban sobre su acostumbrada cama. Se dirigió hacia ellas y empezó por sacar su pijama, se desvistió y se la colocó, dispuesto a dormir. - Buenas noches, Harry - dijo Neville que ya estaba dentro de sus sábanas. - Buenas noches, Neville - contestó Harry. Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero a la vez no podía dormir ya que mañana tendría en un gran y espectacular día.
Harry se sentó en el asiento más lejano del vagón, ya que no quería hablar con nadie; también sentía un profundo enojo porque Ron no lo acompañaría en algo muy importante en su vida y Ron sería la única persona a la que le contaría sobre el beso que le dio Hermione, el cual todavía estaba enterrado en su mente, como un árbol que se aferra a la tierra, para recibir su alimento diario. - ¿Potter, aquí? ¡Qué desagradable sorpresa! - Draco Malfoy estaba parado frente a Harry con su típico cabello amarillo pálido, solo que ésta vez no lo tenía relamido hacia atrás, sino que lo tenía hacia delante, con unos mechones cayendo sobre sus fulminantes ojos. Crabbe y Goyle estaban justo detrás de él. - ¿Por qué no vas a molestar a otras personas, Malfoy? - respondió Harry, sin mirarlo a los ojos, porque sentía que si lo hacía, saltaría a su cuello y lo estrangularía. Repentinamente, una diminuta ave de color rojo brillante entró por la puerta que comunicaba el vagón con el anterior. Tenía las plumas de su cola de un color verde limón y su pico parecía de oro, ya que brillaba con cada rayo de sol que pasaba por éste. Unos segundos después de exhibirse, el ave comenzó a picar la ovalada cabeza de Draco con una gran furia. - ¡Quítenme esto de encima! - gritaba Draco moviendo sus brazos de un lado a otro tratando de ahuyentar al pájaro. Rápidamente, Crabbe y Goyle intentaron capturar el ave, pero, debido a su torpeza, lograron que sus cabezas chocaran una contra otra, dejándolos a ambos en el suelo. Draco abrió la puerta de comunicación del vagón y desapareció de la vista de Harry, quien reía sin parar. Después, el ave se paró sobre una silla mirando fijamente a Harry. El pájaro comenzó a retorcerse y contorsionarse y, gradualmente, comenzó a cambiar de forma. Se estaba transformando en una chica con cabello rojo fulminante y la piel blanca: Se trataba de Ginny. - Hola, Harry - saludó Ginny con una expresión pícara en el rostro. - ¡¿Ginny?! - gritó Harry, sorprendido. - ¡¿Tú eras el ave?! ¡¿Eres animaga?! - Así es - respondió Ginny, sentándose en la misma silla que Harry. - Pero, ¿Cómo es que nunca me lo dijiste? - Harry acomodó sus lentes en la posición correcta. - Lo acabo de lograr hace unas semanas, pero he estudiado mucho sobre el tema desde el segundo curso en Hogwarts y ahora, gracias a este nuevo don, espero ganar esa beca de intercambio - explicó Ginny, moviendo su cabello de un lado a otro. - ¿Quién más participará en la selección para la beca, Ginny? - preguntó Harry para cambiar el tema de conversación. - Yo - Harry y Ginny giraron su cabeza al mismo tiempo. Luna Lovegood estaba recargada sobre la pared del vagón opuesta a ellos, luciendo su cabello rubio con una gran sonrisa. - ¡Luna! ¡Hola! - se levantó Ginny, solo para abrazarla fuertemente. - Hola a todos - Neville Longhbottom había entrado en el vagón. - Genial. Ahora toda la "Armada de Dumbledore" que enfrentó a Voldemort está aquí - expuso Luna con un tono un poco misterioso. - Te equivocas, Luna - contradijo Harry con tristeza. - Falta Ron. Entonces Harry, ayudado de Ginny, comenzó a relatar la historia de Ron, incluyendo la Pluma de Oro. Al final del relato, el tren ya estaba arribando a Hogsmeade. Todos quedaron boquiabiertos al igual que Ron en San Mungo. - Parece que éste es otro caso para la "Armada de Dumbledore" - gritó Ginny entusiasta, mientras subían a los carruajes que los llevarían al castillo, donde, al día siguiente, se llevaría a cabo el concurso por la codiciada beca.
Harry, acompañado de Hermione, Neville y Ginny, dejaron a Luna, para subir al séptimo piso, donde se encontraba la sala común de Gryffindor. - "Tulipán Dorado" - Hermione pronunció la contraseña y la Dama Gorda los dejó pasar cortésmente. Subiendo las escaleras de caracol, los cuatro chicos se separaron para entrar a sus distintas habitaciones. Harry y Neville entraron a la habitación de los chicos, que estaba igual que siempre: lienzos dorador y rojos se balanceaban de un lado a otro, debido al viento que provenía desde las ventanas abiertas del cuarto. Harry notó que sus cosas ya estaban sobre su acostumbrada cama. Se dirigió hacia ellas y empezó por sacar su pijama, se desvistió y se la colocó, dispuesto a dormir. - Buenas noches, Harry - dijo Neville que ya estaba dentro de sus sábanas. - Buenas noches, Neville - contestó Harry. Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero a la vez no podía dormir ya que mañana tendría en un gran y espectacular día.
