Capítulo VIII
Fluffy y las pinturas
Harry estaba frente al retrato de la Dama Gorda, una mujer con un largo vestido de color rosa con muchos adornos.
- ¿Cuál es la contraseña? – preguntó la Dama Gorda a Harry con un aire importante.
- Pastel de Manzana con Nuez – dijo Harry con cierto enojo por lo que había pasado afuera del Gran Comedor.
- Puedes pasar – el retrato de la Dama Gorda se movió revelando un gran agujero, por el que Harry entró.
No había nadie en la Sala Común, excepto Dean y Hermione. Ambos rostros eran iluminados por la luz que provenía de las ventanas cercanas.
- ¿Qué paso allá abajo, Harry? – preguntó Hermione intrigada. Levantó una de sus cejas y frunció sus labios.
- Te lo contaré todo de camino a la cabaña de Hagrid – indicó el chico como respuesta. – Necesito hablar con él.
- Está bien – dijo Hermione. Ambos se alejaron y dejaron solo a Dean, que tenía una expresión triste en su cara.
Harry y Hermione, bajaron por una escalera que tenía algo peculiar que la distinguía de las otras por un leve crujido que parecía que respiraba.
- ¿Ésta no es la escalera donde hay un peldaño suelto y…? – preguntó Hermione interrumpida, debido a que Harry ya había colocado un pie en el escalón siguiente. La escalera lanzó lo que parecía un rugido y comenzó a girar rápidamente.
-Harry se aferró a la barandilla con todas sus fuerzas. Hermione tropezó y se abrazó de la cintura de Harry. Éste sintió un vuelco en el corazón, y no precisamente por el giro de la escalera, lo que comenzaba a provocarle mareo.
Varios segundos después, la escalera comenzó a girar más lentamente. Harry divisó una puerta algo corroída por el paso del tiempo.
- Tenemos que alcanzarla – sugirió Harry de manera tajante, señalando la puerta. Hermione tenía el pelo enmarañado y la túnica desacomodada.
- Está bien – respondió ella algo confundida.
Harry tomó a Hermione por el brazo y se colocaron al pie de la escalera. Con un gran y sorpresivo impulso, Harry llegó al pórtico de la escalera. Hermione saltó también y cayó con un solo pie, por lo que resbaló. Harry logró tomarla por la mano. Pensaba que si hubiera reaccionado un segundo después, hubiera sido demasiado tarde.
- ¡Ayúdame, Harry! – gritó Hermione entre gemido de dolor. Parecía que se había lastimado la pierna, pues Harry notó que no estaba en una posición correcta y normal. Hermione tenía lágrimas en sus ahora rojos ojos.
Harry sintió unas gotas de frío sudor recorriendo su cicatriz hasta sus mejillas. No podía perder a otra persona importante para él. Recordaba aquél velo, el que, gracias a Bellatrix Lestrange, le había arrebatado la única familia verdadera que tenía: su padrino, Sirius Black.
- ¡Sostente con fuerza! – dijo Harry con cierto esfuerzo.
Hermione se impulsó, logró subir y, casi automáticamente, abrazó a Harry, tal y como lo había hecho en la escalera.
- Gracias – dijo ella temblando. – Mil gracias.
Harry miró el cabello de Hermione y le sonrió, pero el chico no sabía si ella había notado ese gesto.
Después de que pasó aquél momento de tensión, ambos, con una mirada de complicidad, acordaron que la única manera de llegar a la cabaña de Hagrid era entrando por la puerta detrás de ellos.
- Alohomora… - Hermione pronunció el hechizo apuntando al candado que había en el cerrojo de la puerta entre sollozos, pero el candado se limitó a moverse de un lado a otro, pero sin abrirse.
- Debe ser por la manera en que lo pronunciaste – dedujo Harry. - ¡Alohomora! – el chico agito su varita y el candado se abrió automáticamente. Esto hizo sentir muy bien a Harry, porque era la primera vez que lograba hacer ese hechizo sin la ayuda de Hermione.
Ambos entraron, pero, Hermione cayó repentinamente después de dar un paso.
- Es mi pierna – explicó ella apuntando su extremidad con el dedo.
- Tal vez esto funcione – susurró Harry. - ¡Férula! – él agito nuevamente su varita de pluma de fénix y de repente, unos vendajes aparecieron y enrollaron la pierna de Hermione, que todavía tenía los restos de sus lágrimas por todo su rostro.
Entonces, Hermione puso un brazo sobre el hombro de Harry y logro ponerse de pie. El mago recordó aquella vez en donde unos Dementores lo habían atacado junto con su primo y Harry tuvo que cargarlo hasta la entrada de la casa de sus tíos, en Privet Drive.
Entonces, ambos chicos notaron que estaban en un amplio pasillo, con pilares de piedra a los lados, unos bellos vitrales en las cúpulas arriba de ellos y una diminuta puerta de madera incrustada en el piso.
- Esto se parece… - mencionó Harry con un aire de misterio, casi igual al tono de voz de la profesora Trelawney, de Adivinación. -… ¡a la trampilla de Fluffy!
- ¡Es cierto! – confirmó Hermione algo recuperada. - ¡Ahora lo recuerdo! ¡Todo está en el mismo sitio!
- Me pregunto si el espejo está… - susurró Harry, pero lo suficientemente fuerte para que Hermione escuchara.
- Sabes que, aparte de que fue destruido, ese espejo es altamente adictivo – explicó Hermione, ya con un tono listillo. Harry pensó que ya se había recuperado del temor que sintió hace unos momentos. – Ahora debemos pensar como salir de aquí.
- Parece que allá hay una salida – Harry señaló con la punta de su varita a la esquina derecha del pasillo.
Hermione se aferró bien a Harry y avanzaron hacia el lugar que éste había indicado. Efectivamente, había otro pasillo oscuro y mohoso, por donde, ambos se aventuraron a entrar.
- ¡Lumos! – de la punta de la varita de Harry apareció una pequeña luz comparada con la inmensidad del pasadizo. El techo estaba grabado con serpientes, águilas, tejones y leones, algunas veces juntos u otras veces peleando entre ellos. En las paredes estaban los mismos grabados, solo que esta vez estaban acompañados de otros símbolos desconocidos para Hermione, que los veía con atención, y aún más para Harry, que estaba atónito.
A lo que parecía la mitad del camino, Harry se detuvo. Al lado izquierdo del corredor, se encontraban cuatro pinturas empolvadas. El chico se acercó a la primera, sopló con gran fuerza y una gran cantidad de polvo salió desprendida de la pintura. Harry y Hermione tosieron fuertemente.
Al disiparse la polvareda, los dos magos vieron el rostro de una mujer de cabello pardo, grandes brazos, un gran collar de perlas y un vestido amarillo brillante.
- Hay una inscripción abajo del retrato – Hermione señaló una placa de oro que también estaba empolvada. Con el pulgar, Hermione quitó los restos de suciedad de la placa y ambos vieron el mensaje grabado:
HELGA HUFFLEPUFF
"La Casa del Tejón"
Harry, junto con Hermione, se movieron un poco a la izquierda para mirar el otro cuadro. Harry removió el polvo cuidadosamente y reveló a otra mujer, esta vez con el cabello negro como el de Harry, mucho más joven y vigorosa que Helga, ojos marrón y un vestido azul rey. Su inscripción decía:
ROWENA RAVENCLAW
"La Inteligente Águila"
Ahora los chicos estaban en el tercer y último cuadro. Un anciano con muchas arrugas en el rostro, pero el resto de su cabeza estaba cubierta por una capucha negra, como un Dementor, y con sus manos sostenía un pergamino café y una pluma al parecer de un fénix, con la que escribía unas notas de color azul.
Esta pintura no tenía una inscripción debajo de ella, pero Harry y Hermione supusieron que se trataba de Salazar Slytherin.
Mira, hay algo allí – señaló Hermione donde debería ir la leyenda dorada. Había un hueco con muchas telarañas, pero Harry, valientemente, metió la mano y sacó un trozo de pergamino:
Tuviera… fuera mía… Todo sería distinto… Godric… muerto… maldito… hubiera acabado con él… tuviera…
Harry no halló sentido a lo que el escritor de ese pergamino trataba de plasmar. Solo comprendía que se refería a Godric Gryffindor, cuyo retrato, por alguna razón, no se encontraba junto a los otros tres.
Sumergido en ese pergamino, Harry alcanzó a distinguir un sonido que provenía del mismo pasillo. Un sonido calmado, pero a la vez inquietante. El chico apunto con su varita iluminada en todas direcciones buscando el origen de ese sonido; y lo encontró: Era una campana de viento que resonaba con firmeza.
- Creo que deberíamos irnos – sugirió Hermione. Harry asintió y comenzaron a moverse rápidamente, dejando las pinturas atrás, pero todavía con el pergamino en la mano. El sonido no dejaba se perseguirlos, así que dedujo que había mas de una campana de viento en aquel corredor.
Harry, ya cansado, aminoró el paso, pues ya no podía soportar a Hermione en su hombro. Extendió el brazo hacia adelante y tocó una perilla. Harry estaba contento. Se libraría de esta, sano y salvo.
Jaló la perilla y caminó, pero noto que su cabeza había chocado contra algo. Harry miró primero a Hermione, que estaba asustada y luego miro hacia arriba. Era la profesora McGonagall, seguida por el profesor Snape, una de las personas que Harry más odiaba en todo el mundo.
Fluffy y las pinturas
Harry estaba frente al retrato de la Dama Gorda, una mujer con un largo vestido de color rosa con muchos adornos.
- ¿Cuál es la contraseña? – preguntó la Dama Gorda a Harry con un aire importante.
- Pastel de Manzana con Nuez – dijo Harry con cierto enojo por lo que había pasado afuera del Gran Comedor.
- Puedes pasar – el retrato de la Dama Gorda se movió revelando un gran agujero, por el que Harry entró.
No había nadie en la Sala Común, excepto Dean y Hermione. Ambos rostros eran iluminados por la luz que provenía de las ventanas cercanas.
- ¿Qué paso allá abajo, Harry? – preguntó Hermione intrigada. Levantó una de sus cejas y frunció sus labios.
- Te lo contaré todo de camino a la cabaña de Hagrid – indicó el chico como respuesta. – Necesito hablar con él.
- Está bien – dijo Hermione. Ambos se alejaron y dejaron solo a Dean, que tenía una expresión triste en su cara.
Harry y Hermione, bajaron por una escalera que tenía algo peculiar que la distinguía de las otras por un leve crujido que parecía que respiraba.
- ¿Ésta no es la escalera donde hay un peldaño suelto y…? – preguntó Hermione interrumpida, debido a que Harry ya había colocado un pie en el escalón siguiente. La escalera lanzó lo que parecía un rugido y comenzó a girar rápidamente.
-Harry se aferró a la barandilla con todas sus fuerzas. Hermione tropezó y se abrazó de la cintura de Harry. Éste sintió un vuelco en el corazón, y no precisamente por el giro de la escalera, lo que comenzaba a provocarle mareo.
Varios segundos después, la escalera comenzó a girar más lentamente. Harry divisó una puerta algo corroída por el paso del tiempo.
- Tenemos que alcanzarla – sugirió Harry de manera tajante, señalando la puerta. Hermione tenía el pelo enmarañado y la túnica desacomodada.
- Está bien – respondió ella algo confundida.
Harry tomó a Hermione por el brazo y se colocaron al pie de la escalera. Con un gran y sorpresivo impulso, Harry llegó al pórtico de la escalera. Hermione saltó también y cayó con un solo pie, por lo que resbaló. Harry logró tomarla por la mano. Pensaba que si hubiera reaccionado un segundo después, hubiera sido demasiado tarde.
- ¡Ayúdame, Harry! – gritó Hermione entre gemido de dolor. Parecía que se había lastimado la pierna, pues Harry notó que no estaba en una posición correcta y normal. Hermione tenía lágrimas en sus ahora rojos ojos.
Harry sintió unas gotas de frío sudor recorriendo su cicatriz hasta sus mejillas. No podía perder a otra persona importante para él. Recordaba aquél velo, el que, gracias a Bellatrix Lestrange, le había arrebatado la única familia verdadera que tenía: su padrino, Sirius Black.
- ¡Sostente con fuerza! – dijo Harry con cierto esfuerzo.
Hermione se impulsó, logró subir y, casi automáticamente, abrazó a Harry, tal y como lo había hecho en la escalera.
- Gracias – dijo ella temblando. – Mil gracias.
Harry miró el cabello de Hermione y le sonrió, pero el chico no sabía si ella había notado ese gesto.
Después de que pasó aquél momento de tensión, ambos, con una mirada de complicidad, acordaron que la única manera de llegar a la cabaña de Hagrid era entrando por la puerta detrás de ellos.
- Alohomora… - Hermione pronunció el hechizo apuntando al candado que había en el cerrojo de la puerta entre sollozos, pero el candado se limitó a moverse de un lado a otro, pero sin abrirse.
- Debe ser por la manera en que lo pronunciaste – dedujo Harry. - ¡Alohomora! – el chico agito su varita y el candado se abrió automáticamente. Esto hizo sentir muy bien a Harry, porque era la primera vez que lograba hacer ese hechizo sin la ayuda de Hermione.
Ambos entraron, pero, Hermione cayó repentinamente después de dar un paso.
- Es mi pierna – explicó ella apuntando su extremidad con el dedo.
- Tal vez esto funcione – susurró Harry. - ¡Férula! – él agito nuevamente su varita de pluma de fénix y de repente, unos vendajes aparecieron y enrollaron la pierna de Hermione, que todavía tenía los restos de sus lágrimas por todo su rostro.
Entonces, Hermione puso un brazo sobre el hombro de Harry y logro ponerse de pie. El mago recordó aquella vez en donde unos Dementores lo habían atacado junto con su primo y Harry tuvo que cargarlo hasta la entrada de la casa de sus tíos, en Privet Drive.
Entonces, ambos chicos notaron que estaban en un amplio pasillo, con pilares de piedra a los lados, unos bellos vitrales en las cúpulas arriba de ellos y una diminuta puerta de madera incrustada en el piso.
- Esto se parece… - mencionó Harry con un aire de misterio, casi igual al tono de voz de la profesora Trelawney, de Adivinación. -… ¡a la trampilla de Fluffy!
- ¡Es cierto! – confirmó Hermione algo recuperada. - ¡Ahora lo recuerdo! ¡Todo está en el mismo sitio!
- Me pregunto si el espejo está… - susurró Harry, pero lo suficientemente fuerte para que Hermione escuchara.
- Sabes que, aparte de que fue destruido, ese espejo es altamente adictivo – explicó Hermione, ya con un tono listillo. Harry pensó que ya se había recuperado del temor que sintió hace unos momentos. – Ahora debemos pensar como salir de aquí.
- Parece que allá hay una salida – Harry señaló con la punta de su varita a la esquina derecha del pasillo.
Hermione se aferró bien a Harry y avanzaron hacia el lugar que éste había indicado. Efectivamente, había otro pasillo oscuro y mohoso, por donde, ambos se aventuraron a entrar.
- ¡Lumos! – de la punta de la varita de Harry apareció una pequeña luz comparada con la inmensidad del pasadizo. El techo estaba grabado con serpientes, águilas, tejones y leones, algunas veces juntos u otras veces peleando entre ellos. En las paredes estaban los mismos grabados, solo que esta vez estaban acompañados de otros símbolos desconocidos para Hermione, que los veía con atención, y aún más para Harry, que estaba atónito.
A lo que parecía la mitad del camino, Harry se detuvo. Al lado izquierdo del corredor, se encontraban cuatro pinturas empolvadas. El chico se acercó a la primera, sopló con gran fuerza y una gran cantidad de polvo salió desprendida de la pintura. Harry y Hermione tosieron fuertemente.
Al disiparse la polvareda, los dos magos vieron el rostro de una mujer de cabello pardo, grandes brazos, un gran collar de perlas y un vestido amarillo brillante.
- Hay una inscripción abajo del retrato – Hermione señaló una placa de oro que también estaba empolvada. Con el pulgar, Hermione quitó los restos de suciedad de la placa y ambos vieron el mensaje grabado:
HELGA HUFFLEPUFF
"La Casa del Tejón"
Harry, junto con Hermione, se movieron un poco a la izquierda para mirar el otro cuadro. Harry removió el polvo cuidadosamente y reveló a otra mujer, esta vez con el cabello negro como el de Harry, mucho más joven y vigorosa que Helga, ojos marrón y un vestido azul rey. Su inscripción decía:
ROWENA RAVENCLAW
"La Inteligente Águila"
Ahora los chicos estaban en el tercer y último cuadro. Un anciano con muchas arrugas en el rostro, pero el resto de su cabeza estaba cubierta por una capucha negra, como un Dementor, y con sus manos sostenía un pergamino café y una pluma al parecer de un fénix, con la que escribía unas notas de color azul.
Esta pintura no tenía una inscripción debajo de ella, pero Harry y Hermione supusieron que se trataba de Salazar Slytherin.
Mira, hay algo allí – señaló Hermione donde debería ir la leyenda dorada. Había un hueco con muchas telarañas, pero Harry, valientemente, metió la mano y sacó un trozo de pergamino:
Tuviera… fuera mía… Todo sería distinto… Godric… muerto… maldito… hubiera acabado con él… tuviera…
Harry no halló sentido a lo que el escritor de ese pergamino trataba de plasmar. Solo comprendía que se refería a Godric Gryffindor, cuyo retrato, por alguna razón, no se encontraba junto a los otros tres.
Sumergido en ese pergamino, Harry alcanzó a distinguir un sonido que provenía del mismo pasillo. Un sonido calmado, pero a la vez inquietante. El chico apunto con su varita iluminada en todas direcciones buscando el origen de ese sonido; y lo encontró: Era una campana de viento que resonaba con firmeza.
- Creo que deberíamos irnos – sugirió Hermione. Harry asintió y comenzaron a moverse rápidamente, dejando las pinturas atrás, pero todavía con el pergamino en la mano. El sonido no dejaba se perseguirlos, así que dedujo que había mas de una campana de viento en aquel corredor.
Harry, ya cansado, aminoró el paso, pues ya no podía soportar a Hermione en su hombro. Extendió el brazo hacia adelante y tocó una perilla. Harry estaba contento. Se libraría de esta, sano y salvo.
Jaló la perilla y caminó, pero noto que su cabeza había chocado contra algo. Harry miró primero a Hermione, que estaba asustada y luego miro hacia arriba. Era la profesora McGonagall, seguida por el profesor Snape, una de las personas que Harry más odiaba en todo el mundo.
