CAPITULO 1: Una gran hermandad.
Los días soleados del verano tocaban su fin y el otoño se acercaba a
pasos agigantados en aquel recóndito lugar de Japón, para ser exactos en
el lejano y enigmático Izumo.
Y en aquella casa la paz y la prosperidad abundaban, sus habitantes, los
Asakura, eran los más ricos y respetados de toda la región, todos los
miembros de la familia eran queridos para los demás habitantes, pero no
tanto como lo eran los dos integrantes más pequeños: los gemelos Hao e
Yoh Asakura.
Ambos niños eran un ejemplo de sencillez y humildad, lo cual provocaba
que todos aquellos que los conocían los quisieran desde el primer
momento. Además los dos se llevaban de maravilla, era digno de verse como
ambos se ayudaban en las faenas de la casa y siempre como inseparables
compañeros de juegos. Sí sus padres se sentían muy orgullosos de tener
semejantes hijos, que por cierto eran muy lindos y cuando crecieron esa
belleza infantil se convirtió en algo sumamente atractiva y varonil.
A pesar de ser tan iguales, eran muy diferentes, a Hao siempre le encanto
eso de llevar y hacer cuentas, amaba la justicia, era sumamente ordenado
y algo autoritario, le gustaba vestir bien y elegantemente, aunque en un
momento de rebeldía se dejo crecer excesivamente el cabello y a pesar de
que su adolescencia paso, él siguió conservando el mismo largo de su
cabellera por muchos años después. Por otro lado a Yoh, le gustaba
observar las nubes, la luna y las estrellas, componía sorprendentes
canciones y las interpretaba de igual manera, también tocaba y componía
extraordinarias piezas en el piano. Las únicas peleas que sostuvieron
fueron por la exasperación de Hao para con Yoh, le molestaba de
sobremanera ese carácter tan despreocupado y tranquilo, así como esa
manera tan fachosa de vestir, pero de ahí en fuera eran como uña y mugre,
nunca se veía al uno sin el otro.
Los años de la niñez y de la adolescencia pasaron sin contratiempos,
fueron grandiosos estudiantes y se graduaron con conmemoraciones
especiales, Hao se convirtió en un gran abogado, mientras que Yoh llevó
una gran formación artística, que lo llevó a ser un gran concertista de
piano.
Y llegó aquel trágico día en el que sus caminos, que siempre estuvieron
juntos, se separaron, llevándolos sin saber a una mutua destrucción.
-Ya es hora Yoh, tienes que partir- le dijo su hermano aquella mañana, y
con una voz aunque amarga trato de parecer feliz agregó- Europa te
espera.
-Lo sé, estoy muy nervioso, no creo ser lo suficientemente capaz y
talentoso como para presentar un concierto en la filarmónica de Viena- y
agacho tristemente la cabeza.
-No digas eso, sabes de sobra que eres muy bueno, además es una
oportunidad que no debes desperdiciar, velo de este modo, tu primer
concierto y lo inicias con el pie derecho, a ningún principiante se le da
la oportunidad de tocar un concierto para el solo y tampoco creas que es
cosa de todos los días que a los reyes austriacos se les ocurra invitar a
un pianista desconocido a su país, créelo eres un gran prodigio y un
maravilloso virtuoso del piano.
-Sí tienes razón, no soy tan malo, pero-su voz decayó- voy a extrañarlos
a todos, a mamá, a papá, a los abuelos, pero en especial a ti, nunca
hemos estado tanto tiempo lejos el uno del otro.
-Yo también voy a echarte de menos, pero aunque te quedaras sabes que la
separación sería inevitable, yo también dentro de poco abandonare este
hermoso y tranquilo Izumo, para partir hacía Nueva York para finalizar la
maestría, aunque yo no estaré tan lejos de casa como tú, ya que cuando
logre concluirla regresaré a Japón, claro esta que no retornare a Izumo
sino a...
-Tokio para comenzar a ejercer como abogado en el famoso despacho de
Komiyama & Cía.- lo interrumpió Yoh con un tono que recordaba a los niños
cuando repasan la lección- Creo que esto lo has dicho más de un millón de
veces.
-Yoh, hijo, el taxi que te llevara hacía el aeropuerto ha llegado- les
interrumpió una mujer hermosa y alta, de cabellos largos negros y lacios
y les sonrió- Apresúrate, no querrás perder el vuelo, ¿verdad?- y salió
de la habitación.
-La hora ha llegado- suspiro y cogió sus maletas.
Ambos salieron de la habitación y se dirigieron hacía la entrada
principal, donde su padre y su madre, sus abuelos y el chofer del taxi lo
estaban esperando.
Después de besos, bendiciones y abrazos, subió al auto que lo llevaría a
su primera gran aventura, solo y en un país desconocido. Bajo la
ventanilla y le sonrió a su acongojada madre y abuela, el chofer encendió
el motor y ya desde lo lejos alcanzo a escuchar a su hermano que le
gritaba:
-Promete que me escribirás, porque yo sí lo haré, sabes mi dirección,
suerte.
Yoh se acomodo dentro del taxi, no tenía que prometerlo, lo haría y Hao
sabía que así sería.
CONTINUARA...
Notas: Perdonen pero no me di cuenta, lo lamento mucho de verdad, pero
como verán ya lo solucione, estoy muy contenta de encontrarme con gente
conocida y que ha leído el fic.
Los días soleados del verano tocaban su fin y el otoño se acercaba a
pasos agigantados en aquel recóndito lugar de Japón, para ser exactos en
el lejano y enigmático Izumo.
Y en aquella casa la paz y la prosperidad abundaban, sus habitantes, los
Asakura, eran los más ricos y respetados de toda la región, todos los
miembros de la familia eran queridos para los demás habitantes, pero no
tanto como lo eran los dos integrantes más pequeños: los gemelos Hao e
Yoh Asakura.
Ambos niños eran un ejemplo de sencillez y humildad, lo cual provocaba
que todos aquellos que los conocían los quisieran desde el primer
momento. Además los dos se llevaban de maravilla, era digno de verse como
ambos se ayudaban en las faenas de la casa y siempre como inseparables
compañeros de juegos. Sí sus padres se sentían muy orgullosos de tener
semejantes hijos, que por cierto eran muy lindos y cuando crecieron esa
belleza infantil se convirtió en algo sumamente atractiva y varonil.
A pesar de ser tan iguales, eran muy diferentes, a Hao siempre le encanto
eso de llevar y hacer cuentas, amaba la justicia, era sumamente ordenado
y algo autoritario, le gustaba vestir bien y elegantemente, aunque en un
momento de rebeldía se dejo crecer excesivamente el cabello y a pesar de
que su adolescencia paso, él siguió conservando el mismo largo de su
cabellera por muchos años después. Por otro lado a Yoh, le gustaba
observar las nubes, la luna y las estrellas, componía sorprendentes
canciones y las interpretaba de igual manera, también tocaba y componía
extraordinarias piezas en el piano. Las únicas peleas que sostuvieron
fueron por la exasperación de Hao para con Yoh, le molestaba de
sobremanera ese carácter tan despreocupado y tranquilo, así como esa
manera tan fachosa de vestir, pero de ahí en fuera eran como uña y mugre,
nunca se veía al uno sin el otro.
Los años de la niñez y de la adolescencia pasaron sin contratiempos,
fueron grandiosos estudiantes y se graduaron con conmemoraciones
especiales, Hao se convirtió en un gran abogado, mientras que Yoh llevó
una gran formación artística, que lo llevó a ser un gran concertista de
piano.
Y llegó aquel trágico día en el que sus caminos, que siempre estuvieron
juntos, se separaron, llevándolos sin saber a una mutua destrucción.
-Ya es hora Yoh, tienes que partir- le dijo su hermano aquella mañana, y
con una voz aunque amarga trato de parecer feliz agregó- Europa te
espera.
-Lo sé, estoy muy nervioso, no creo ser lo suficientemente capaz y
talentoso como para presentar un concierto en la filarmónica de Viena- y
agacho tristemente la cabeza.
-No digas eso, sabes de sobra que eres muy bueno, además es una
oportunidad que no debes desperdiciar, velo de este modo, tu primer
concierto y lo inicias con el pie derecho, a ningún principiante se le da
la oportunidad de tocar un concierto para el solo y tampoco creas que es
cosa de todos los días que a los reyes austriacos se les ocurra invitar a
un pianista desconocido a su país, créelo eres un gran prodigio y un
maravilloso virtuoso del piano.
-Sí tienes razón, no soy tan malo, pero-su voz decayó- voy a extrañarlos
a todos, a mamá, a papá, a los abuelos, pero en especial a ti, nunca
hemos estado tanto tiempo lejos el uno del otro.
-Yo también voy a echarte de menos, pero aunque te quedaras sabes que la
separación sería inevitable, yo también dentro de poco abandonare este
hermoso y tranquilo Izumo, para partir hacía Nueva York para finalizar la
maestría, aunque yo no estaré tan lejos de casa como tú, ya que cuando
logre concluirla regresaré a Japón, claro esta que no retornare a Izumo
sino a...
-Tokio para comenzar a ejercer como abogado en el famoso despacho de
Komiyama & Cía.- lo interrumpió Yoh con un tono que recordaba a los niños
cuando repasan la lección- Creo que esto lo has dicho más de un millón de
veces.
-Yoh, hijo, el taxi que te llevara hacía el aeropuerto ha llegado- les
interrumpió una mujer hermosa y alta, de cabellos largos negros y lacios
y les sonrió- Apresúrate, no querrás perder el vuelo, ¿verdad?- y salió
de la habitación.
-La hora ha llegado- suspiro y cogió sus maletas.
Ambos salieron de la habitación y se dirigieron hacía la entrada
principal, donde su padre y su madre, sus abuelos y el chofer del taxi lo
estaban esperando.
Después de besos, bendiciones y abrazos, subió al auto que lo llevaría a
su primera gran aventura, solo y en un país desconocido. Bajo la
ventanilla y le sonrió a su acongojada madre y abuela, el chofer encendió
el motor y ya desde lo lejos alcanzo a escuchar a su hermano que le
gritaba:
-Promete que me escribirás, porque yo sí lo haré, sabes mi dirección,
suerte.
Yoh se acomodo dentro del taxi, no tenía que prometerlo, lo haría y Hao
sabía que así sería.
CONTINUARA...
Notas: Perdonen pero no me di cuenta, lo lamento mucho de verdad, pero
como verán ya lo solucione, estoy muy contenta de encontrarme con gente
conocida y que ha leído el fic.
