Fin de una vida... Inicio de una historia.
La noche era clara en Alqualonde, la luz de las estrellas se reflejaba en el mar oscuro produciendo que pareciera que se había convertido en un campo de estrellas. Los barcos amarrados se movian con las olas, y en el medio de toda esta tranquilidad surgió en alguna de las casas el llanto de un recien nacido...
Era una casa modesta, Eärcale, acababa de dar la vida a su hijo, que estaba en los brazos de Surelindo, su padre. La alegría se veía en los ojos de los nuevos padres, más un temor se apoderó de ellos, ya que los ojos del pequeño, azules como el mar, no mostraban nada más que una leve oscuridad, por eso, ambos padres dijeron al mismo tiempo, lo siguiente:
- Eärhuine será su nombre, pues en sus ojos se ve un mar en penumbra, y además siento que tendrá que soportar un gran sufrimiento...
Una lagrima recorrió el rostro de la madre, mas no era de dolor, sino de alegría, pues lo que más había deseado hasta entonces era traer al mundo a un niño, y como a ella la fue predecido, sería el único que trajera al mundo, y tendría sobre sus hombros un arduo destino, en el que vería marchar a los suyos...
Pasados 3 días del nacimiento organizaron una gran fiesta, a la que asistieron muchas de las amistades que tenían, incluido Narringue, un gran amigo de la familia. En los rostros de todos se veía la alegría cuando miraban al pequeño, pues llenaba sus corazones de esperanza. Todo el mundo llego a la misma conclusión, el niño sería uno de los grandes, mas, hasta mucho tiempo despues no se sabría si sería cierto.
Pasó el tiempo y el pequeño Eärhuine ya tenía 5 años. Habían salido a pasear por las cercanías de la ciudad, hasta un alto barranco lleno siempre de flores, el lugar favorito de Eärcale. Llegarón allí, y el pequeño empezó a correr por toda la pradera que allí se extendía, siempre a distancia del borde del precipicio. Eärcale se sento con Surelindo, y comenzaron a hablar:
- Surelindo, ¿te acuerdas de este lugar? -dijo Eärcale sonriendo mientras miraba el rostro de su marido.
- Claro que recuerdo este lugar, aquí fue donde nos conocimos, y donde pedí tu mano - respondió Surelindo mientras suavemente tocaba la mano de su esposa.
- Y ahora, observa... el tiempo ha pasado, y volvemos a este lugar, pero ahora no estamos solos, tenemos a nuestro pequeño Eärhuine, mira como juega con las mariposas, como corre feliz entre las flores... -dijo Eärcale siguiendo con la mirada al pequeño.
- Ya lo veo, y escucho sus carcajadas, que desde que llegaron a mi vida me han devuelto toda la alegria que perdí hace ya tiempo -dijo Surelindo.
-Bueno, vamos a dar un paseo, pues en este lugar no corre un gran peligro nuestro pequeño - Dijo Eärcale al mismo tiempo que se ponía en pie tirando de la mano de su esposo.
Entonces Surelindo agarro la mano de su querida esposa y se puso en pie, y comenzaron a caminar hacia una zona que estaba cubierta por miles de flores de las que Eärcale mas amaba. Entonces ella se giró hacia su hijo y le dijo:
-Espera en este lugar, pues no marchamos muy lejos, ya que la felicidad de este día esta para que todos la podamos disfrutar. Juega pues, pequeña estrella, sonrisa del mar.
Y marcharon por el sendero que conducía hacia arriba de la colina que daba al mar. Eärhuine continuó jugando, alegre entre las maravillas de la naturaleza, hasta que se cansó y se dejo caer sobre el suelo blando por la gran cantidad de plantas que lo cubrian. Miro hacia lo alto del cielo, donde vio la grandeza de las estrellas que miraban a la tierra desde mucho tiempo atrás.
Algo asaltó la tranquilidad que había invadido al pequeño elfo. Un gran ruido de caida de rocas se oyó del lugar al que sus padres se habían dirigido, y un temor invadió al pequeño, que rapidamente se puso en pie, y marcho hacia aquel lugar con toda la velocidad que sus pequeñas piernas podían darle. Entonces, una visión eclipsó toda la felicidad que tenía, pues vió los cuerpos inertes de sus padres, sobre los que había caido una avalancha de rocas.
Gritó, y gritó, pidiendo ayuda, mas nadie respondía a su llamada, entonces marchó hacia la ciudad a buscar la ayuda que en aquel lugar no había encontrado. Pero el camino era largo, y aún más duro para un niño de cinco años. Pasado un tiempo, cuando ya sus fuerzas se habían escapado, cayó rendido sobre la tierra, cubrió su cara con sus manos y empezó a llorar. Las lagrimas cubrían sus ojos, el llanto llenaba de dolor todo el lugar que se hayaba cerca de él, mas... algo ocurrió. De repente, las lagrimas dejaron de manar por un instante, alzó la vista, y ante él pudo ver a no mucha distancia la gran ciudad de los barcos, su ciudad, Alqualonde. Sus piernas no tenían casi fuerzas, mas, como por obra de Ilúvatar, se alzó en pie, y caminó hacia las casas más cercanas, gritando mas fuerte que nunca en busca de ayuda.
Las luces de algunas casas se encendieron al poco tiempo de que el pequeño empezará a gritar, y rapidamente se formó un gran grupo de personas alrededor del pequeño. Una mujer le preguntó:
-¿Qué te pasa pequeño?¿Y tus padres?¿Por que gritas en busca de ayuda?- preguntó con intriga.
Las palabras se cortaban en sus labios, mas, la mujer logró entender una frase:
"Mis padres... necesitan... ayuda...¡¡¡SNIFF!!! Estan en la colina del barranco"
Todos los que escucharon al pequeño salieron corriendo hacia el lugar indicado. La mujer, alzó en sus brazos al pequeño elfo, y lo llevó a su casa, donde le dió algo de comer, y le intentó tranquilizar.
Pasó una hora desde que el pequeño Eärhuine llegó a la ciudad. El pequeño se había dormido, mas, una persona llamó a la puerta de la casa de la mujer, y la dijó que habían traido a la ciudad los cuerpos de los padres del pequeño, y que al día siguiente los enterrarían en la colina donde habían muerto. Entonces la mujer, al darse cuenta de que la ayuda que habían intentando darles había llegado tarde se entristeció, y mandó llamar a algún conocido de la familia del pequeño, para que se hiciera cargo de aquel niño.
La noche transcurrió llena de pesadillas para Eärhuine, la visión de sus padres vacios de vida lo atormentaba. Entre sudor y gritos, miedo y dolor, transcurrieron las horas... Llegado un momento la mujer de la casa fue al cuarto de Eärhuine, suavemente acarició su rostro, y después le dijo al oido:
- La hora a llegado, hemos de ir a despedir a los tuyos...
El pequeño tembloroso abrió los ojos, y como si de magia se tratará, todo lo ocurrido el día anterior paso frente a sus ojos, recordando lo que les había ocurrido a sus padres. La mujer dejo unas ropas de luto sobre los pies de la cama del niño, y salio de la habitación. El pequeño quedo tumbado mirando al techo, pensativo, pero se levanto y cojió las ropas vistiendose con ellas. Salió de la habitación, y marcho hacia la sala de entreda de la casa. Allí le esperaba la muchacha que le tendió la mano como si de su propio hijo se tratará, y salieron a la calle, donde esperaba una comitiva funeraria.
El pequeño marcho justo detrás de los cuerpos, que habían sido preparados disimulando heridas y golpes, casi parecía que solo estaban dormidos, pero no se abrieron los ojos de los cuerpos como deseaba tanto el niño. Tras un tiempo caminando, la comitiva llegó al acantilado donde perdieron la vida, y allí, mirando hacia el mar, fueron enterrados.
Las lagrimas recorrían el rostro del pequeño más que nunca antes, el ver que se quedaba solo en el mundo lo desesperó, y sintió como si todo lo que quiso se hubiera ido por que aunque tuviera solo cinco años en un día su vida había cambiado por completo.
La multitud comenzo a marcharse, hasta que solo quedaron la mujer y Eärhuine. Esta se puso en pie, e hizo un gesto al pequeño como para que marchará con ella, pero este no se movió. Ella insistió un tiempo, pero se cansó y dijo:
-Ahora me marchó, más cuando te sientas con fuerza puedes venir a mi casa, para que cuando vengan a por tí te puedan encontrar -y al terminar de decir esto se agachó, y le dio un beso en la mejilla, se puso de nuevo en pie, y marcho hacia la ciudad.
Pasaron las horas, y el pequeño permanecía delante de la tumba de sus padres como una estatua. Entonces algo ocurrió y el tiempo cambió. El cielo fue cubierto por nubes, que rapidamente lanzaban temibles rayos, y producian truenos que hacian temblar los huesos. El viento sopló con fuerza, levantanto las olas que chocaban contra la costa bajo el acantilado, entonces la lluvia empezo a caer, haciendo salir al muchacho de su trance.
Entonces miró a su alrededor, sintiendo el agua caer sobre sus ropas y su rostro, sobre sus cabellos rubios... Se levanto, y mientras miraba hacia el cielo comenzó a gritar:
- ¿¡Por qué me pasa esto!? ¿¡es que he hecho algo malo!?¿¡Por que se han ido papá y mamá!? -entonces se agachó, cojió unas flores que estaban cerca de él, y salió corriendo hacia el borde del precipicio gritanto- ¡¡¡¡Ahora nadie impedirá que vaya con ellos!!!!
Y el pequeño cayó por el barranco mientras una última lágrima muy especial salía de sus ojos. Fue revuelto entre las aguas por las fuertes corrientes que la tormenta provocaba, y de repente ocurrió algo muy extraño, incluso en las profundas aguas. El niño llegó a un lugar en el fondo del mar en el que había aire.
Despertó pasado poco tiempo, y al ver lo que había a su alrededor se aterró. El aire formaba una barrera en la que al otro lado se movían las furiosas aguas, y entonces se oyó el canto de los mares. La voz del señor de las aguas llegó hasta él y comenzó a hablarle:
-Pequeño... ¿qué haces en mi reino? Llegas entre la tormenta lleno de dolor, mas no llores cuentame lo que te sucedió -y entonces la voz calló para dejar responder a Eärhuine.
-El dolor consume mi pequeño corazón, pues las rocas trajeron el sufrimiento a mi. Calleron sobre mis padres, que murieron dejandome solo.
-¡Oh! pequeño, no pienses que el mundo está contra tí, no olvides la alegría, debes marchar a la tierra y encontrar tu camino, pues aunque sea largo y duro, merecerá la pena, antes que morir sin a penas haber podido sentir lo que es la vida.- y entonces cayó un segundo, y tras esto continuó diciendo- Toma este collar, en cuyo colgante va incrustada la ultima lagrima que derramaste, llevalo contigo, pues te servirá de ayuda, ya que le he dado un poder que algún día controlarás.
Y entonces, cuando Eärhuine tomo en sus manos el colgante la burbuja desapareció, volviendo a estar en medio de las aguas, incapaz de dirigirse a tierra. No tenía más fuerzas, las olas le robaban las fuerzas, pero en el momento que sintió escapar su último aliento, algo ocurrió...
Continuará...
La noche era clara en Alqualonde, la luz de las estrellas se reflejaba en el mar oscuro produciendo que pareciera que se había convertido en un campo de estrellas. Los barcos amarrados se movian con las olas, y en el medio de toda esta tranquilidad surgió en alguna de las casas el llanto de un recien nacido...
Era una casa modesta, Eärcale, acababa de dar la vida a su hijo, que estaba en los brazos de Surelindo, su padre. La alegría se veía en los ojos de los nuevos padres, más un temor se apoderó de ellos, ya que los ojos del pequeño, azules como el mar, no mostraban nada más que una leve oscuridad, por eso, ambos padres dijeron al mismo tiempo, lo siguiente:
- Eärhuine será su nombre, pues en sus ojos se ve un mar en penumbra, y además siento que tendrá que soportar un gran sufrimiento...
Una lagrima recorrió el rostro de la madre, mas no era de dolor, sino de alegría, pues lo que más había deseado hasta entonces era traer al mundo a un niño, y como a ella la fue predecido, sería el único que trajera al mundo, y tendría sobre sus hombros un arduo destino, en el que vería marchar a los suyos...
Pasados 3 días del nacimiento organizaron una gran fiesta, a la que asistieron muchas de las amistades que tenían, incluido Narringue, un gran amigo de la familia. En los rostros de todos se veía la alegría cuando miraban al pequeño, pues llenaba sus corazones de esperanza. Todo el mundo llego a la misma conclusión, el niño sería uno de los grandes, mas, hasta mucho tiempo despues no se sabría si sería cierto.
Pasó el tiempo y el pequeño Eärhuine ya tenía 5 años. Habían salido a pasear por las cercanías de la ciudad, hasta un alto barranco lleno siempre de flores, el lugar favorito de Eärcale. Llegarón allí, y el pequeño empezó a correr por toda la pradera que allí se extendía, siempre a distancia del borde del precipicio. Eärcale se sento con Surelindo, y comenzaron a hablar:
- Surelindo, ¿te acuerdas de este lugar? -dijo Eärcale sonriendo mientras miraba el rostro de su marido.
- Claro que recuerdo este lugar, aquí fue donde nos conocimos, y donde pedí tu mano - respondió Surelindo mientras suavemente tocaba la mano de su esposa.
- Y ahora, observa... el tiempo ha pasado, y volvemos a este lugar, pero ahora no estamos solos, tenemos a nuestro pequeño Eärhuine, mira como juega con las mariposas, como corre feliz entre las flores... -dijo Eärcale siguiendo con la mirada al pequeño.
- Ya lo veo, y escucho sus carcajadas, que desde que llegaron a mi vida me han devuelto toda la alegria que perdí hace ya tiempo -dijo Surelindo.
-Bueno, vamos a dar un paseo, pues en este lugar no corre un gran peligro nuestro pequeño - Dijo Eärcale al mismo tiempo que se ponía en pie tirando de la mano de su esposo.
Entonces Surelindo agarro la mano de su querida esposa y se puso en pie, y comenzaron a caminar hacia una zona que estaba cubierta por miles de flores de las que Eärcale mas amaba. Entonces ella se giró hacia su hijo y le dijo:
-Espera en este lugar, pues no marchamos muy lejos, ya que la felicidad de este día esta para que todos la podamos disfrutar. Juega pues, pequeña estrella, sonrisa del mar.
Y marcharon por el sendero que conducía hacia arriba de la colina que daba al mar. Eärhuine continuó jugando, alegre entre las maravillas de la naturaleza, hasta que se cansó y se dejo caer sobre el suelo blando por la gran cantidad de plantas que lo cubrian. Miro hacia lo alto del cielo, donde vio la grandeza de las estrellas que miraban a la tierra desde mucho tiempo atrás.
Algo asaltó la tranquilidad que había invadido al pequeño elfo. Un gran ruido de caida de rocas se oyó del lugar al que sus padres se habían dirigido, y un temor invadió al pequeño, que rapidamente se puso en pie, y marcho hacia aquel lugar con toda la velocidad que sus pequeñas piernas podían darle. Entonces, una visión eclipsó toda la felicidad que tenía, pues vió los cuerpos inertes de sus padres, sobre los que había caido una avalancha de rocas.
Gritó, y gritó, pidiendo ayuda, mas nadie respondía a su llamada, entonces marchó hacia la ciudad a buscar la ayuda que en aquel lugar no había encontrado. Pero el camino era largo, y aún más duro para un niño de cinco años. Pasado un tiempo, cuando ya sus fuerzas se habían escapado, cayó rendido sobre la tierra, cubrió su cara con sus manos y empezó a llorar. Las lagrimas cubrían sus ojos, el llanto llenaba de dolor todo el lugar que se hayaba cerca de él, mas... algo ocurrió. De repente, las lagrimas dejaron de manar por un instante, alzó la vista, y ante él pudo ver a no mucha distancia la gran ciudad de los barcos, su ciudad, Alqualonde. Sus piernas no tenían casi fuerzas, mas, como por obra de Ilúvatar, se alzó en pie, y caminó hacia las casas más cercanas, gritando mas fuerte que nunca en busca de ayuda.
Las luces de algunas casas se encendieron al poco tiempo de que el pequeño empezará a gritar, y rapidamente se formó un gran grupo de personas alrededor del pequeño. Una mujer le preguntó:
-¿Qué te pasa pequeño?¿Y tus padres?¿Por que gritas en busca de ayuda?- preguntó con intriga.
Las palabras se cortaban en sus labios, mas, la mujer logró entender una frase:
"Mis padres... necesitan... ayuda...¡¡¡SNIFF!!! Estan en la colina del barranco"
Todos los que escucharon al pequeño salieron corriendo hacia el lugar indicado. La mujer, alzó en sus brazos al pequeño elfo, y lo llevó a su casa, donde le dió algo de comer, y le intentó tranquilizar.
Pasó una hora desde que el pequeño Eärhuine llegó a la ciudad. El pequeño se había dormido, mas, una persona llamó a la puerta de la casa de la mujer, y la dijó que habían traido a la ciudad los cuerpos de los padres del pequeño, y que al día siguiente los enterrarían en la colina donde habían muerto. Entonces la mujer, al darse cuenta de que la ayuda que habían intentando darles había llegado tarde se entristeció, y mandó llamar a algún conocido de la familia del pequeño, para que se hiciera cargo de aquel niño.
La noche transcurrió llena de pesadillas para Eärhuine, la visión de sus padres vacios de vida lo atormentaba. Entre sudor y gritos, miedo y dolor, transcurrieron las horas... Llegado un momento la mujer de la casa fue al cuarto de Eärhuine, suavemente acarició su rostro, y después le dijo al oido:
- La hora a llegado, hemos de ir a despedir a los tuyos...
El pequeño tembloroso abrió los ojos, y como si de magia se tratará, todo lo ocurrido el día anterior paso frente a sus ojos, recordando lo que les había ocurrido a sus padres. La mujer dejo unas ropas de luto sobre los pies de la cama del niño, y salio de la habitación. El pequeño quedo tumbado mirando al techo, pensativo, pero se levanto y cojió las ropas vistiendose con ellas. Salió de la habitación, y marcho hacia la sala de entreda de la casa. Allí le esperaba la muchacha que le tendió la mano como si de su propio hijo se tratará, y salieron a la calle, donde esperaba una comitiva funeraria.
El pequeño marcho justo detrás de los cuerpos, que habían sido preparados disimulando heridas y golpes, casi parecía que solo estaban dormidos, pero no se abrieron los ojos de los cuerpos como deseaba tanto el niño. Tras un tiempo caminando, la comitiva llegó al acantilado donde perdieron la vida, y allí, mirando hacia el mar, fueron enterrados.
Las lagrimas recorrían el rostro del pequeño más que nunca antes, el ver que se quedaba solo en el mundo lo desesperó, y sintió como si todo lo que quiso se hubiera ido por que aunque tuviera solo cinco años en un día su vida había cambiado por completo.
La multitud comenzo a marcharse, hasta que solo quedaron la mujer y Eärhuine. Esta se puso en pie, e hizo un gesto al pequeño como para que marchará con ella, pero este no se movió. Ella insistió un tiempo, pero se cansó y dijo:
-Ahora me marchó, más cuando te sientas con fuerza puedes venir a mi casa, para que cuando vengan a por tí te puedan encontrar -y al terminar de decir esto se agachó, y le dio un beso en la mejilla, se puso de nuevo en pie, y marcho hacia la ciudad.
Pasaron las horas, y el pequeño permanecía delante de la tumba de sus padres como una estatua. Entonces algo ocurrió y el tiempo cambió. El cielo fue cubierto por nubes, que rapidamente lanzaban temibles rayos, y producian truenos que hacian temblar los huesos. El viento sopló con fuerza, levantanto las olas que chocaban contra la costa bajo el acantilado, entonces la lluvia empezo a caer, haciendo salir al muchacho de su trance.
Entonces miró a su alrededor, sintiendo el agua caer sobre sus ropas y su rostro, sobre sus cabellos rubios... Se levanto, y mientras miraba hacia el cielo comenzó a gritar:
- ¿¡Por qué me pasa esto!? ¿¡es que he hecho algo malo!?¿¡Por que se han ido papá y mamá!? -entonces se agachó, cojió unas flores que estaban cerca de él, y salió corriendo hacia el borde del precipicio gritanto- ¡¡¡¡Ahora nadie impedirá que vaya con ellos!!!!
Y el pequeño cayó por el barranco mientras una última lágrima muy especial salía de sus ojos. Fue revuelto entre las aguas por las fuertes corrientes que la tormenta provocaba, y de repente ocurrió algo muy extraño, incluso en las profundas aguas. El niño llegó a un lugar en el fondo del mar en el que había aire.
Despertó pasado poco tiempo, y al ver lo que había a su alrededor se aterró. El aire formaba una barrera en la que al otro lado se movían las furiosas aguas, y entonces se oyó el canto de los mares. La voz del señor de las aguas llegó hasta él y comenzó a hablarle:
-Pequeño... ¿qué haces en mi reino? Llegas entre la tormenta lleno de dolor, mas no llores cuentame lo que te sucedió -y entonces la voz calló para dejar responder a Eärhuine.
-El dolor consume mi pequeño corazón, pues las rocas trajeron el sufrimiento a mi. Calleron sobre mis padres, que murieron dejandome solo.
-¡Oh! pequeño, no pienses que el mundo está contra tí, no olvides la alegría, debes marchar a la tierra y encontrar tu camino, pues aunque sea largo y duro, merecerá la pena, antes que morir sin a penas haber podido sentir lo que es la vida.- y entonces cayó un segundo, y tras esto continuó diciendo- Toma este collar, en cuyo colgante va incrustada la ultima lagrima que derramaste, llevalo contigo, pues te servirá de ayuda, ya que le he dado un poder que algún día controlarás.
Y entonces, cuando Eärhuine tomo en sus manos el colgante la burbuja desapareció, volviendo a estar en medio de las aguas, incapaz de dirigirse a tierra. No tenía más fuerzas, las olas le robaban las fuerzas, pero en el momento que sintió escapar su último aliento, algo ocurrió...
Continuará...
