Excursión a "the Quibbler"

por: Alvaro Sanchez

II: El Animago más grande

Harry se vistió y salió apresuradamente de su cuarto, llegó a

la cocina a tiempo para que una chica de unos 15 o 16 años le sonriera

con una expresión agotada.

- Harry, apenas acabo de llegar, veo que las noticias vuelan -dijo la

jovencita, sonriendo mientras jalaba con fuerza de un pesado baúl.

- No, eh, Hermione, no sabía que habías llegado, es una sorpresa -dijo

Harry, aunque inmediatamente reconociendo que tal vez no debería

habérselo dicho.

- Si, eh -dijo Hermione de pronto ruborizándose-, claro, creía que te

alegraría verme...

- Pero por supuesto -dijo Harry, mientras alisaba un poco sus

pantalones.

- ¿Quién no se alegraría de que llegue? -dijo detrás de ella Ron,

que había estado empujando el baúl (que parecía mucho más pesado de lo

que Harry había supuesto).

- Cuanto te alegra que llegue Hermione, ¿no Ron? -dijo Ginny Weasley,

llegando a la cocina con una amplia sonrisa.

Hermione, que estaba todavía un poco roja, ahora había tomado

un tono rojo vivo. Ron miró, amenazador, a su hermana, y Harry supo que

ella estaba hablando más de lo que Ron se lo hubiera permitido. Ella

simplemente sonrió una vez más, y, tomando a Hermione de la cintura, se

la llevó a la mesa, mientras le despeinaba su rizado pelo con la otra

mano.

- Me alegra verte -dijo Ginny, sonriendo a cada palabra-, estabamos...

er... pensando en tí, algunos inclusive contigo clavada en su mente,

¿no?

Ron no se abstuvo más. Estaba sentado en el suelo, jadeando

después de inútilmente empujar el baúl cuando Hermione lo jalaba, pero

ahora se apoyaba sobre sus rodillas y suplicaba, con las manos juntas.

- Y es que, tenía tanto que contarte... -soltó, con una risita- Ven,

vamos a nuestra habitación.

Hermione observó como Ginny le hablaba sonriendo, como desviaba

la mirada hacia su hermano, y como Harry, desde un lado, observaba

alternativamente ambos cuadros. Todo el esfuerzo de Ron había sido

inútil, pues ella lo había observado en el reflejo de los brillantes

ojos de Ginny, y ahora su rubor era acompañado por una extrañada

sonrisa; ¿le agradaba la idea? Tal vez.

Harry observó la escena, y aunque inmediatamente se dió cuenta

de lo que estaba pasando, tal vez le costaba un poco creerlo.

- Ron... no me dijiste nada -dijo, forzando una sonrisa en medio de su

confusión.

- Y tú no me dijiste de Luna -contraatacó Ron.

- Yo mismo no lo sabía -se oyó decir Harry, casi mecánicamente.

- Bueno, por eso supuse que ibas a querer ir al callejón Diagon -dijo

Ron, mientras se incorporaba.

- No, eso pensaba ayer, pero ahora estaba pensando ir a...

- Pero The Quibbler está en el callejón Diagon -le interrumpió Ron-. Es

ahí a donde quieres ir, ¿no es cierto? Y verla en persona, para saber

si lo que sientes no lo sientes solo por una chica de tu imaginación,

si no por la verdadera Luna, ¿no?

- ¿Como sabes? -dijo Harry, atragantándose con la palabra

"entrometido".

- ¿Odias que eso pase? -dijo Ron, en lo que a Harry le pareció un

espectacular ejemplo de "legili mens"- ¿Odias que alguien se meta en tu

vida sentimental? Parece que mi hermana también, y ahora se está

vengando por haberme inmiscuido más de la cuenta en algunos asuntos de

ella... hum ¿Odias que alguien parezca saber lo que piensas? Yo igual.

Mi hermana comenzó a "leerme" la mente hace una semana, me hacía

algunas preguntas insulsas y sin sentido, en las que yo no encontraba

ninguna doble intención, y de pronto sabía exactamente qué sentía

por... Hermione -dijo Ron, algo rojo al decir el nombre de la joven

maga.

- Ron, tú... -murmuró Harry, esperando escuchar un poco más de lo que

tenía que decir.

- Y tenía que verla, caí en una trampa terrible. La noche que mi

hermana fué a recoger un libro que había dejado en mi cuarto me escuchó

murmurar su nombre en sueños, dice ella -dijo Ron, un poco

avergonzado-. Lo sabía, yo soñé con ella esa noche, pero... lo que

sentí nunca había estado tan claro como ahora... ¿era ella? ¿no era lo

que yo quisiera que fuera? Empecé a insistir tontamente en que fueran a

buscarla... Caí en una trampa, una que yo solo me hice, ahora todos en

la casa saben lo que siento por Hermione, ¿por qué crees que no hay

nadie? La trajeron Moody y Tonks, y, luego de que todos la saludaran en

la entrada, la hicieron entrar en la cocina, y me trajeron a empujones.

Te juro que fué lo más vergonzoso que he vivido... pedía ayuda, la

gritaba por dentro, y vino la persona menos indicada: Ginny. Ahora ella

ya le debe estar diciendo.

- Y... ¿me vas a acompañar? -preguntó Harry, después de sopesar la

similaridad de su situación y la de Ron.

- Si tú quieres -dijo Ron-, de verdad, no me enojaré si no quieres, y

tampoco me enojaré por ir, tú solo dime si quieres que te acompañe.

- Claro, vamos... -dijo pensativo Harry- Dentro de un rato, debo

desayunar...

Harry se sentó en la mesa, preguntó si le habían dado comida a

Buckbeak, Ron salió, respondiendo que lo iba a hacer ahora, y luego

Harry empezó a observar dónde habían dejado la comida. Tenía un plato

para él encima de una vieja mesa a un lado. La recogía, y en ese

momento llegaron Ginny y Hermione.

- ¡Harry, felicidades! -dijo Hermione, algo seria.

- ¿Por? -preguntó Harry, atragantándose con una tostada.

- Has heredado las pertenencias de Sirius, y parece que te las van a

dar...

- Ya me las han dado.

- Pero no eres mayor de edad -dijo Hermione-, por eso dudaba que de

verdad te den estas cosas, pero parece que el Ministerio está muy

ocupado como para observar ese detalle.

- No, si me lo han dicho, pero dicen que ya no hay nadie más que quede

de intermedio, y que esto pasa a manos de algún tutor que puedo nombrar

yo -respondió Harry, mientras invitaba a las chicas que se sienten con

un ademán-. Supongo que tus padres no se molestarán si los nombro

tutores, ¿verdad?

- Oh, no -dijo, visiblemente feliz, Ginny- en realidad se lo han estado

esperando.

En ese momento llegó Ron, limpiándose las manos con un poco de

asco.

- Bueno, ya le he dado comida a Buckbeak, no sabía que le gustaba que

le des la comida de tu mano...

Ron levantó la vista, y, al ver a su hermana sonriendo

satisfecha, quedó petrificado. Hermione bajó la vista, y de nuevo su

rostro cobró un color escarlata.

- Yo... er... Ginny, ¿podemos hablar? -dijo Ron, y Ginny se levantó de

su asiento tranquilamente y salió del cuarto con Ron.

- Nunca debí pedirle a Ginny que me ayudara a aclarar las cosas con

Ron... -murmuró Hermione, mirando angustiada a Harry.

- ¿Tu? -dijo admirado Harry.

- ¡No sé! -respondió de pronto, con tono impaciente- Solo quería saber

qué sentía él.

Hermione se encerró en sí misma el resto del desayuno, y Ron

llegó con Ginny (que lucía preocupada) unos momentos después.

- Muy bien, Harry ¿estás listo? -dijo Moody, entrando al cuarto con las

acostumbradas ropas muggles.

- No, dame un minuto -dijo Harry, corriendo escaleras arriba.

- He de acompañarlo -dijo Ron en ese intante, preparándose para salir

del cuarto.

- Y nosotras -dijo Ginny.

- Deberían preguntarle primero... -dijo Ron, y desapareció, aunque un

pequeño traspié hizo un ruido seco el recibidor de la casa, y los

gritos de la madre de Sirius inundaron la casa Black.

- ¿Preguntarle? -dijo Hermione incrédula- ¿a donde va entonces?

- Vamos al callejón Diagon -respondió Moody-, y, si quieren, pueden ir

también. Pero una vez allá, si es el deseo de Harry, nos separaremos.

Pero... -dijo, bajándo el volumen de su voz- debemos vigilarlo de todos

modos.

Moody se fué a alistar las cosas con Tonks. Hermione y Ginny se

miraron incrédulas.

- ¿Qué se supone que va a hacer Harry, para que esté tan envuelto en el

misterio? -dijo Hermione, un poco molesta.

- Tal vez quiere aclarar las cosas con Chang -dijo Ginny.

- No me extrañaría -dijo Hermione, aunque la idea si la extrañaba-.

Vamos a preguntarle, de todos modos.

Hermione y Ginny salieron de la cocina.

- ¿Te dijo que Hermione le preguntó? -dijo Harry incrédulo.

- Si, eso me dijo, dijo que ella estaba, no le especificó por qué,

interesada en saber qué sentía por ella -dijo Ron, sonriendo

ligeramente.

- Sabes... deberías plantearte seriamente el decirle a Hermione -dijo

Harry, nunca había tocado este tema con Ron.

- ¿Tu crees? -dijo Ron, peinándose- digo, ella es nuestra amiga, ha

sido una grandiosa amiga, no puedo evitar sentir lo que siento por

ella, pero... ¿y si no sale?

- ¿Tanto te importa?

- ¿Por qué me dices eso? -dijo en un tono molesto Ron.

- Nunca oí que te importara que Hermione se enojara con nosotros.

- Pero esto es diferente, de una u otra manera, siempre había

solución. Pero tal vez, si no resulta, nunca más me vuelva a hablar...

y la quiero tanto...

La puerta rechinó suavemente, y Ginny corrió precipitadamente a

su cuarto, pero Hermione estaba plantada allí, como un esbelto árbol,

meciéndose apenas apoyada en la puerta. El rostro de Ron empezó a

tornarse rojo, pero al ver la cara de congoja de Hermione, de pronto

palideció, y solo sus orejas quedaron brillando, enrojecidas.

- Debo salir. Ron, no quiero que vayas conmigo -dijo Harry, sintiendo

que condenaba a su amigo a la muerte-. Deben hablar -le dijo a

Hermione.

Harry salió del cuarto, dejando atrás a sus mejores amigos. Él

sabía que, pase lo que pase, las cosas a partir de ese día nunca

volverían a ser las mismas entre los tres.

- Señor Moody, estoy listo- dijo Harry, bajando las escaleras.

- Aquí tenemos al mocoso aprovechado que se va a quedar con todo lo que

a la familia Black le queda, ¿no? -dijo una voz chillona. Harry supo

que no debería haber hablado tan alto- Eres un criminal, tú y tu padre,

han acabado con mi hijo por fin, ¿no? Lo preveía, nunca supo hacer

amistades correctas, mira lo que le vino a pasar...

El cuadro de la madre de Sirius siguió hablando, pero Alastor

Moody tomó a Harry y lo llevó afuera, dejando detrás los terribles

gritos de "¡No he acabado contigo! ¡vagabundo! ¡criminal!".

- Debemos apurarnos, tú sabes que el día pasa rápido cuando uno se

divierte. Espero que te hayas hecho una agenda buena para hoy -dijo

Moody-. Yo tengo que hablar con algunos contactos en El Caldero

Chorreante.

Harry y Moody comenzaron a caminar unas cuantas cuadras, y a

Harry le sorprendió que no haya más escolta que él. Llegaron a un

edificio viejo, que tenía la típica apariencia de haber sido abandonado

después de la segunda guerra mundial, y fueron rodeándolo, hasta llegar

a un escondido callejón sin salida. Ahí ya los esperaba Tonks y el

profesor Snape. A Harry le brincó el estómago dentro, pero supo que

Snape no podría estropearle nada fuera del colegio.

- Bueno, para variar, Moody, llegas cinco segundos antes de lo

programado -dijo en tono sarcástico Tonks.

- No todos somos tan inpuntuales como tú, Ninphadora.

- ¡No me llames así!

- No perdamos el tiempo -dijo Moody, y, volteándose a Harry, señaló una

cajita de dulces-. Ese es un transportador, vamos de una vez.

Tomaron el transportador, y, mientras una fuerza invisible

jalaba sus cuerpos frenéticamente, Harry recordó que ni siquiera había

podido saludar a Snape.

- ¿Donde estamos? -preguntó Harry, restregándose la espalda. Tonks

había caído sobre él cuando llegaron.

- Ollivander -dijo Snape indiferente-. Debemos irnos, Ninphadora,

Alastor.

- ¡Que no me llamen así! -insistió Tonks.

Los Aurores salieron, y Harry ignoraba que lo vigilarían

turnándose, y que el señor Weasley venía con Ron, Hermione y Ginny, en

un incómodo silencio.

- Buenas tardes -saludó Harry al viejo Ollivander.

- Harry Potter, ¿has cuidado tu varita? ¡Me han dicho que te has

enfrentado a los Mortífagos y Al-que-no-debe-ser-nombrado! ¿No has

estropeado tu varita Harry? El señor Longbottom y la señorita Lovegood

me han traído sus varitas casi en pedazos.

- ¿Luna? -Harry tragó saliva- ¿Y Neville?... ¿Cuando la vió?

- La señorita Lovegood casi ha pasado sus vacaciones aquí desde que

llegó de cazar no-sé-qué de cuerno rizado con su padre -dijo

Ollivander, revisando la varita que Harry había sacado mecánicamente.

- ¿Donde está The Quibbler? -preguntó Harry.

- Calle abajo, casi llegando a Gringotts -informó Ollivander-, hay un

edificio de dos pisos. En el primer piso se encuentra "Madame Diggle"

una florería que trae hierbas de todas partes del mundo, y por supuesto

flores. En el segundo piso se encuentra la editorial de "The Quibbler".

- Gracias -dijo Harry, saliendo de la tienda de Ollivander.

- ¡Harry, espera! -dijo el mago- No puedes dejar tu varita. Además,

está aceptablemente bien, para lo que ha pasado...

Harry recibió su varita y se encaminó a Gringotts. Caminó

distraídamente por Diagon, y, aunque las atracciones este año eran

varias, contando la tienda de bromas de los hermanos Weasley (que

estaba cerrada), y la salida de dos muevas escobas, resistentes a

pesadas cargas y a largos viajes, el callejón parecía vacío.

Alguna gente se acercaba a saludar a Harry, y el esquivaba

conversaciones, especialmente por que muchos niños que recién

ingresarían a Hogwarts lo miraban como otra escoba nueva en los

escaparates.

Llegó a la florería de "Madame Diggle", y entró.

- Buenas tardes, ¿puedo ayudarlo? -dijo una vieja bruja, mientras

sonreía a Harry. Estuvo observándolo concentrada unos segundos y luego

reaccionó- ¡Pero si es el señor Potter! Conocí a sus padres, jovencito,

y déjeme decirle que es usted idéntico a su padre, y tiene los ojos de

su madre...

- Si -interrumpió Harry, que ya había oído eso muchas veces antes-

disculpe, ¿como llego al segundo piso?

- ¿Vas a ver al viejo Lovegood? -dijo la bruja, con una sonrisa- está

un poco chiflado, pero es un buen hombre en el que puedes confiar. Sal,

y, antes de abrir la puerta, dí: "The Quibbler, oficinas de redacción"

-dijo la señora Diggle. Sonrió de nuevo a Harry, y le regaló un par de

orquídeas rosadas, que le habían llegado de Sudamérica.

Harry salió, le habló a la puerta, y, cuando la volvió a abrir,

encontró delante de si unos estrechos escalones, que parecían ir casi

verticales.

Llegó al segundo piso, y se sobresaltó.

No entendía como, pero este pasillo lo había visto antes. El

sueño que tuvo esta mañana había sido una visión. Cuadros de numerosos

equipos de Quidditch empapelaban las paredes, y practicaban entre

ellos, mientras un poster gigante de las tribunas del mundial de

Quidditch de hace dos años hacía barra por diferente equipos. Un

buscador saludó a Harry. Más adelante encontró retratos, fotos y

pinturas de diferentes celebridades del mundo mágico: artístas,

escritores, investigadores y poderosos magos de distintas epocas

hablaban monótonamente entre sí. A Harry no le sorprendió nada que

ninguno siquiera volteara a verlo.

Llegó a la puerta, y la abrió. Un amplio cuarto, ocupado por

numerosos estantes, pilas de pergaminos y varios escritorios era

iluminado por la luz del sol de verano.

- ¿Puedo ayudarte? -dijo una voz ronca, y Harry volteó.

Un mago rubio y regordete, de unos cuarenta años de edad, le

sonreía a traves de unos delgados lentes de lectura. En la mano derecha

llevaba un pergamino que tenía el título en letras verdes. Las letras

cambiaron súbitamente de color, y Harry pudo leer, "Las desapariciones

de muggles son atribuidas a extraterrestres por éstos". En la otra mano

llevaba una taza de café. Los ojos del mago, plateados, inmediatamente

le recordaron a Luna, mientras estos se abrían un poco.

- ¡Eres Harry Potter! ¡Mi hija me ha contado que eres un amigo suyo!

-dijo el mago, volteando a la ventana. Harry lo imitó.

Una estridente risa se dejó oír, y una joven rubia, parada

delante de la ventana se puso a señalar afuera, por la ventana.

- ¡El pequeño Testy se ha comido el helado de un niño! -dijo,

carcajeando mientras observaba- oh... vaya parece que el abuelo del

niño puede verlo... ¡Testy! -llamó la rubia.

Harry iba a saludar a Luna (era ella), cuando por la ventana

entró un Thestrall, casi la mitad del tamaño de uno adulto.

- ¡Luna! ¡Tu amigo está aquí! ¡Harry Potter! -dijo el Señor Lovegood.

Luna volteó, en lo que a Harry se le antojó un ligero

sobresalto, pero la tranquilidad con la que Luna lo veía a través de

sus ojos plateados desconcertó ligeramente a Harry.

- Uhm... ¡me alegra verte! -explotó de pronto, y un mechón de su pelo

cayó sobre su rostro. Harry tragó con dificultad- te presento a Testy.

La chica atrajo la atención del thestrall, y este vino,

meciéndose elegantemente, y reflejando la luz en sus blancos y

brillantes ojos. Latigando el aire con fuerza, hizo volar por los aires

dos archivos cuando pasó al lado de una mesa.

- Es cariñoso, ¿verdad? -preguntó Luna, pero Harry se le había quedado

mirando- ¿Harry? Ah... el sueño.

La mención de esas palabras paralizaron a Harry.

- ¿Q... qué?

- Tu también tuviste el sueño, ¿no? Por eso viniste, ¿verdad? -dijo

Luna, sosteniendo la mirada en Harry. Harry desvió la mirada, y su

rostro empezó a brillar, mientras, extrañamente, la cicatriz empezaba a

palpitarle.

- Yo... Luna -dijo Harry, levantando la mirada repentinamente-, quería

verte.

Para sorpresa de Harry, ahora Luna desvió la mirada. Iba a

preguntarle qué había soñado ella, cuando un extraño resplandor iluminó

la calle: ahora la luz que entraba por la ventana era verde.

- ¡La marca tenebrosa! -se susurró Harry, terriblemente asustado.

Involuntariamente abrazó a LUna, y la sostuvo con fuerza, como si esa

luz pudiera absorberla en cualquier momento.

- ¡Oh no es posible! -dijo el padre de Luna, mientras corría asustado a

la ventana. Harry y Luna lo observaron mirar brevemente, y, para

sorpresa de ambos, saltó por la ventana.

- ¡Papá! ¡No tadavía! -gritó Luna desesperada.

La luz esmeralda que entraba de afuera de pronto se debilitó,

y, si antes había un inusual alboroto afuera, ahora había un escándalo

espantoso, y terribles gritos de terror llenaron el tenso ambiente.

Harry escuchó un grito terrible afuera, y la verdosa luz estalló,

escupiendo chispas calientes a los muros de la habitación.

- No debió... -murmuró Luna- Lo van a arrestar.

Harry observaba incrédulo la inmensa figura que se movía

ceremoniosamente afuera.

- ¿Tu padre es animago?

- Nunca se registró, debió hacerlo, ahora se ha ganado problemas -dijo

Luna, observándolo por la ventana. Intentaba ir a la ventana, pero

Harry la sujetaba aún- y esos locos pudieron haberlo atacado.

- Nadie esperaba un animago tan... -dudó Harry- tan grande, no sabía...

La figura empequeñeció, y, unos segundos después, apareció el

padre de Luna por la puerta.

- Ser un elefante da hambre -dijo riendo.

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No me culpen, he estado terriblemente ocupado.

Espero que les guste, y no olviden postear, que su ánimo y sus críticas

me dan aliento para continuar con esta historia.

Si hay una duda más personal (o una crítica más fuerte jeje), mi mail

está en mi ficha, ¿no?

El siguiente capítulo titulará: "Noche lunática"

Alssus the unmaker.