2. EL Calor de la Cabaña

Los días pasaron lentos para Nellas. Las heridas de los niños curaban rápidamente con las aplicaciones de jojojopo y en sus cuerpos apenas quedaban rastros de congelación pero seguían sin despertar. Les puso una de sus túnicas para dormir como pijama y cuando les volvió a tapar tuvieron un ataque de terribles temblores y delirios, acompañados de altas fiebres, en el que no paraban de gemir tres palabras: "nana", "ada", "ú". Se les pasó al cabo de unas horas y desde entonces sus caras y cuerpos habían recuperado casi totalmente el color que seguramente alguna vez tuvieron. Las calenturas también desaparecieron con la rapidez que habían aparecido. Sus rostros ya eran más reconocibles al ir cerrándoseles las llagas y la elfa pudo ver por primera vez lo guapos que eran aquellos dos niños. Los mismos rasgos finos y bien cincelados, el mismo tono de rubio cabello. Ella ya sabía qué eran los gemelos pero nunca antes había visto unos.

Llegó el día en el que los niños estuvieron completamente curados. Entonces Nellas se inclinó una vez más sobre ellos y, acercándose mucho, les susurró.

- No durmáis más, pequeños. La vida os sonríe y la luz os ha salvado. Despertad, disfrutad de aquello que os ha sido devuelto y olvidad el pasado. El futuro y el destino os esperan.

Poco a poco, los párpados se fueron abriendo. Dos pares de grandes ojos grises como las neblinas sobre el Aelin- Uial miraron fijamente a Nellas. Ella sonrió cálidamente y los corazones de los niños se sintieron reconfortados ante aquella visión.

- Bienvenidos a mi humilde casa. Soy la doncella Nellas que habita en los bosques Garthurian. Os encontré y sané vuestras heridas. Ahora os llevaré con vuestra familia.

Uno de los niños intentó decir algo pero la voz no salió de su garganta. Nellas se levantó y volvió con sendas tazas de infusión.

- Bebed esto y vuestra voz volverá.

Ellos tomaron obedientemente el líquido de la taza que ella puso en sus labios. Luego el niño que antes había intentado tomar la palabra tragó saliva y habló en un tono bajo.

- Nuestra familia está muerta. Nosotros mismos vimos como los mataban.

Los ojos del pequeño se volvieron como profundos pozos de dolor mientras decía estas palabras. Tanto aquellos ojos como las palabras fueron un duro golpe para la doncella. ¿Qué había pasado en Menegroth? Ella pocas veces se interesaba por los hechos de la capital, sólo había estado allí una vez y nunca más había vuelto. La sola idea de hacerlo le provocaba claustrofobia. No deseaba ir allí para saber lo que había pasado. Pero conocía a alguien que seguro que conocía todo lo acaecido. Iría a verle en cuanto los niños se pudieran levantar. Necesitaba el consejo de su amigo.

Los gemelos la seguían mirando fijamente mientras Nellas reflexionaba sobre estos puntos. Luego les dedicó una sonrisa tranquilizante.

- Todo pasará y estará bien. Descansad un poco más. Mañana podréis levantaros y caminar un rato.

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Los músculos de los niños se recuperaron del entumecimiento con facilidad y unos días después, ya corrían y saltaban por la cabaña de Nellas. Ella jugaba con ellos pero también dedicaba parte del tiempo a confeccionar abrigadas prendas para los pequeños. Por ahora llevaban todavía sus túnicas que ella había cortado para que les llegaran justo hasta los tobillos. Había guardado las bellas ropas con las que les encontró, además de la capa que les cubría, una vez que estuvieron secas. Las túnicas grises eran de tela fina y delicada con el mismo emblema de los medallones bordado, en nada apropiadas para permanecer a la intemperie; sin embargo la capa era gruesa, ligera y preparada para largos viajes. Se le ocurrió que aquella capa les había mantenido con vida mucho más tiempo del que hubieran vivido al carecer de ella.

Los gemelos eran silenciosos, apenas se les oía hablar y menos aun reír, a pesar de sus continuos juegos, que la doncella se dio cuenta que realizaban para huir de los pensamientos que atormentaban sus jóvenes mentes. Nellas pensó que tenían que haber visto verdaderas atrocidades para permanecer en ese estado.

Un día temprano, la elfa los vistió con las prendas que había confeccionado para ellos. Luego abandonaron la cabaña y se adentraron en el bosque. La tormenta había durado varios días pero ahora había cesado y la capa de nieve que cubría el suelo era poco gruesa.

En cuanto dejaron atrás la bóveda de ramas y salieron a la intemperie, los niños se sintieron desprotegidos. Se pegaron a las faldas de Nellas y ella los cubrió con su capa para ocultarlos. Aun así, los sentía temblar de miedo mientras caminaban.

Menos de una hora les separaba del lugar al que se dirigían, una cabaña muy similar a la de Nellas pero algo más pequeña. Tampoco era visible desde el exterior pero ella sabía muy bien dónde estaba la entrada. Un túnel entre los arbustos los recibió y al fondo del pasadizo, enmarcado por una puerta de brillante madera, un elfo de plateados cabellos les sonrió alegremente.

- Maer arin, Nellas. Te esperaba- saludó el elfo, haciéndoles un gesto para que pasaran al interior de la casa.

La elfa le dedicó una reverencia y traspasó la puerta, que se cerró segundos más tarde tras ella. Se quitó la capa, dejando a la vista a los pequeños, que se pegaron aun más a ella.

- No tenéis porqué tener miedo. Mi amigo es un sabio ermitaño y no os va a hacer ningún daño- trató de confortarlos ella pero no lo consiguió. Los gemelos continuaron mirando al elfo con miradas temerosas y desconfiadas.

- No pasa nada, Nellas. Luego tendré una charla con estos niños pero antes creo que tenemos que tratar los asuntos que te han traído hasta mí.

- ¿Con ellos delante?

- Eso tiene solución.

Unos segundos después, los niños caían suavemente al suelo, dormidos.

- ¿Era necesario?- preguntó Nellas, ligeramente angustiada mientras les dejaban encima de la cama.

- Sí, es mejor que no lo oigan. Es más que suficiente con lo que sus jóvenes ojos han visto. Es algo que nunca olvidarán- dijo el elfo sombríamente. Nellas le miró nerviosa.

- Elmo ¿qué ha sucedido?- preguntó con ansias.

El elfo suspiró.

- Lo que una vez vaticiné se ha cumplido. La ruina ha alcanzado a Doriath.


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N. de A.: quiero dar las gracias a Lisswen, que me ha apoyado en la publicación de este fic, y que está esperando este segundo capítulo.

También quiero dar las gracias a n0rdik0 que, aunque está lejos de mí, siempre le llevo conmigo.