Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven, también es un personaje inventado por mí.

Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.

Todo queda en familia

Durante los siguientes días que sucedieron al ataque, Raphael no se apartaba de Ana, que no salía para nada de la casa. Pasaban las horas hablando o viendo la tele. Incluso le había hecho retratos al quelonio. Ambos disfrutaban la compañía mutua, además, aquel suceso los había unido más que antes.

- ¿Crees que algún día podrías presentarte a tu familia?- Sentada a su lado en el sofá, tenía la cabeza apoyada en su hombro y continuaba la conversación.

- Me temo que no... Ya sabes que no puedo. – Le respondió. Sonó el móvil con su inconfundible melodía de los BM. Raphael alargó el brazo y lo cogió de la estantería, pasándoselo a Ana.

- ¿Sí? – La cara de la española hizo una mueca de extrañeza. – Un momento... – Lo apartó de su oreja y se lo tendió a su amigo. – Para ti.

Intranquilo, agarró el teléfono. – ¿Qué? –

- Raph, soy Don. – Dijo el excéntrico hermano.

- ¿Cómo conseguiste el número?

Ana lo miraba interrogante.

- Se quedó registrado en la memoria, según el maestro el último que llamó fuiste tú, desde ese número.

- ¿Y cómo se te ocurre llamar? ¿Qué quieres? – El tono rudo que hacía tiempo que no escuchaba en él, surgió de nuevo.

- Saber dónde diablos estás. – La voz de Leonardo sustituyó a la de Donatello.

- Estoy cuidando de alguien. – Dijo echando una mirada a su amiga, que tenía el portafolios en la mano y esbozaba la postura que tenía él, con el móvil en el oído

- ¿De alguien? ¿Quién? – Leo estaba confuso, no sabía nada de Ana.

- No es asunto tuyo...

- Raph, si esa persona te ha visto, es asunto de todos. ¿Qué es lo que sabe?

- ¿Por qué no vienes tú y se lo preguntas?

- Sabes que no puedo y tú tampoco deberías estar ahí.

Hubo un silencio.

- No voy a dejarla sola, Leo. – El tono de Raphael pasó de ser agresivo a ser muy serio de repente. Ana lo miró. – Ella sabe de vuestra existencia, nada más... no le he contado cosas importantes, no soy estúpido. Yo no soy el que ha llamado preguntando por mí... – Su tono habitual volvió.

- ¿Dónde están ahora?

- En su apartamento. - Dio la dirección a su hermano, que la apuntó en un papel del block de dibujo que Mike se había dejado cerca. – Eres un paranoico, Leo.

- No, soy precavido. Puede que el Clan del Pie ya no vaya a por nosotros, pero seguimos siendo ninjas, Raphael, no lo olvides.

- Que sí, Leo. ¿Sabes? Puede que me esté cansando de todo el rollo del guerrero en las sombras.

- Raph, no sigas por ahí. El maestro Splinter está ya bastante preocupado por ti, como para saber que piensas eso. Raphael gruñó, aunque lo que decía era cierto, lo menos que quería era hacer daño al maestro, que lo había sido todo para él.

- Mira, si te quieres asegurar de lo que sabe, ven y la interrogas. – Cortó la llamada. – Conozco a Leo lo suficiente como para saber que estarán aquí enseguida. - La chica sonrió bastante animada. Le apetecía mucho conocer a los hermanos de Raph.

- Así que se llama Leo... ¿Y los demás?

- Ya lo sabrás. – Seguía con el tono que estaba usando con su hermano, inconscientemente. Ana se puso seria.

Al rato se oyó golpear la puerta. La española se levantó, aún algo dolorida, Raph se había ocultado tras la pared que separaba la entrada del resto de la sala. Ana abrió la puerta, tres tipos, aproximadamente de la misma altura que el mutante, estaban ante ella, ni un ápice de sus pieles se veía entre la ropa.

- Raph... – Al oírla, se asomó ligeramente, tras ver que eran ellos, se mostró del todo, la chica los hizo pasar. Uno de ellos, con un sombrero a lo Bogart le resultó extrañamente familiar. Él también pareció sorprendido al verla.

- ¡Qué pequeño es el mundo! – Dijo quitándose el sombrero y acercarse a ella. – Soy Michelangelo...

La memoria de la chica localizó el recuerdo.

- ¡El del libro de anatomía! – Sonrió, realmente el mundo era ínfimo.

Raphael se encogió de hombros, era obvio que se conocían, ya averiguaría de qué, más tarde.

- Ana, estos son Donatello. – Señaló a Don, que se quitó la gorra que llevaba, donde estaba escrito "Wiz Guy." – Y Leonardo. – Leo se bajó la capucha de la chaqueta deportiva. – Ya conoces a Mike. – Que sonrió al oír su nombre.

- Encantada de conocerles, chicos. – Le dio la mano a cada uno de ellos.– Pónganse cómodos. – Indicó el sofá. – Acercaré unas sillas. – Pero Raph se le adelantó y separándolas de la mesa, las acercó al perímetro del sofá, luego se sentó en una, con el respaldo por delante.

Ana esperó hasta que los chicos tomaron asiento para sentarse ella. Se sentó entre Don y Mike, en el sofá, Leo empezó a hablar en bajo con Raphael.

- Estás llena de heridas... – Observó Mike, levantando con delicadeza uno de los brazos de la chica. - ¿No habrá sido él, verdad?- Señaló con el pulgar hacia Raphael, que desvió su atención de Leo.

- No digas gilipolleces, Mickey. – Dijo el aludido con aire molesto. – La atacaron hace unos días. – Y miró de nuevo a Leo, el cual se había girado para ver de qué hablaba Michelangelo.

- ¿Quién? – Preguntó Donatello, se había quitado el bo de la espalda y lo movía entre sus manos.

- Cuatro atracadores... como no llevaba dinero que darles, quisieron cobrarlo en especies. – Respondió Raphael visiblemente cabreado, viendo la reacción de Ana ante lo dicho, no dijo nada más. Se había abrazado las piernas delante del pecho. Mike le acarició un hombro, sin decir nada.

- Pero mira que eres bruto... – Le dijo Leo mirándolo de reojo.

- Por suerte, estaba él allí para ayudarme... – Levantó la vista hacia su amigo, que le sonrió.

- Así que por eso no has aparecido por casa estos días... – Comentó Don girándose hacia él.

- Exacto. No podía dejarla sola en su estado.

- Y eras tú el que decía que los humanos son poco más que escoria.- Leo metió el dedo en la llaga.

- Y lo sigo diciendo... como coja a los cabrones que la atacaron, los mato, es una promesa. – Puso un sai a la vista.

- Ella también es humana.

- Preferiría que no me encuadraras en ese conjunto. – Ana le miró con una fiereza más propia de Raphael que de ella misma.

- No se considera humana, es un punto a su favor. – Dijo Raphael, ante lo que Ana se calmó y le sonrió.

- Ah. – Soltó Mike por lo dicho por su hermano. - ¿Y en qué grupo estarías? – Se lo tomaba a broma, algo bastante lógico en él.

- Terrícola alternativo. – Dijo sonriendo, sabía que era un nombre tonto, pero era lo que más se aproximaba.

Mike se rió, encontraba bastante curiosa a aquella chica, que le recordaba, en algunos aspectos a Raphael.

Cuando este fue a por unas pizzas, Ana fue interrogada por los chicos, que querían saber cómo se habían conocido, ella lo contó, Leo le dejaba caer algunas preguntas acerca de cuánto le había contado Raph, no sacó gran cosa. Después de darse cuenta de que podían fiarse de ella, relataron la historia de cómo habían llegado a lo que eran, un tema del que Raphael prefería no hablar. En ese momento, dicho hermano entró en escena, con las pizzas en una mano. Hablaron durante horas, cosa que relajó inmensamente a la chica. Eran casi las dos de la mañana cuando Don, Leo y Mike se fueron a casa. El rebelde seguía insistiendo en quedarse, como Ana no se lo discutió, lo hizo.

- Tus hermanos son encantadores. – Dijo terminando de recoger las cajas de la comida.

- Sí, unos soles... – Respondió mirando al techo con cara de fastidio.

- Pues lo son. – Se estiró y se fue al dormitorio, sin encender las luces. Raph la siguió, pero se quedó en la puerta, su silueta se dibujó bajo el marco. Ana preparaba la cama para irse a dormir, cuando se dio cuenta que la miraba, levantó la cabeza hacia él. - ¿Estás seguro de que sigues queriendo dormir en el sofá? Es muy incómodo y aquí cabemos los dos...– No quería dar a entender nada raro, pero se sonrojó. Ciertamente en el sofa- cama que estaba fijo en la segunda versión, cabían los dos perfectamente.

- Creo que mejor duermo en el salón. – Se rascó la nuca y dio la vuelta para irse para allá, cuando la voz de la española lo detuvo.

- Prometo que te respetaré.

Ante lo que se rió sin poder evitarlo.

- Bueno, si es así, cómo puedo resistirme. – Usó el mismo tono que ella y entró en el cuarto.

Esperó a que se acostase para tumbarse él, por la máscara no se le notaba, pero también estaba algo avergonzado por la situación. Estaban cara a cara, mirándose en la oscuridad.

- Buenas noches, Raph. – Y con una sonrisa muy dulce, cerró los ojos.

- Buenas noches, Ana. – La miró un poco más antes de quedarse dormido él también.