Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven, también es un personaje inventado por mí.

Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.

Cuando las cosas se tuercen

Tras un mes de convivencia más o menos normal, Ana había vuelto a salir a la calle, aún algo suspicaz y sospechando de cualquier sombra, pero salía. Sus profesores y jefe sabían lo que había sufrido días atrás, así que le dieron un espacio de tiempo para volver a coger el ritmo de sus quehaceres.

Por su parte, Raphael volvía a su casa durante el día, donde entrenaba con sus hermanos y discutía con Leonardo, ante la mirada de Mike y Don, y por supuesto, el maestro Splinter, que estaba más que acostumbrado a esas discusiones, que acababan regularmente en las manos. Por las noches volvía y cuidaba el regreso de la chica, para que no le ocurriese nada malo, después de todo, aquellos tipos seguían sueltos.

Aquella mañana, Raph vio irse a trabajar a Ana y no fue a casa, se quedaría allí, subiría a la azotea y aprovecharía para entrenar al aire libre, el edificio estaba tan arropado por otros de más altura que le daban la espalda, que nadie lo vería. Tras estiramientos y calentamientos, sacó los sais y comenzó una tanda de ataques contra un adversario invisible, del que también se defendía. No podía imaginarse que no muy lejos de allí, en un edificio cercano, unas miradas le observaban atentamente.

Ya, al mediodía, la española volvía al apartamento, con algo de comida rápida para los dos.

- Hey, Raph, ya estoy en casa. ¿ Dónde estas?- Dejó las llaves en la entrada y las bolsas sobre el poyo de la cocina.

- Aquí. - El quelonio había bajado un par de horas antes y tras haberse dado una relajante ducha, ahora leía unos comics sentado sobre la cama de la chica. Ana sonrió y se dispuso a ir para dentro.

- He traído comida congelada, de esa que se hace en cinco minu... – No pudo acabar la frase, unos individuos vestidos completamente de negro irrumpieron por la ventana, destrozándola. La chica se cubrió en acto reflejo para no acabar cubierta de cristales. Raphael salió inmediatamente para encarar a los invasores.

- ¡El Clan del Pie! – Parecía más sorprendido por quienes eran, que por que estuviesen allí. – Ponte detrás de mí. – Le dijo a Ana, que obedeció. Retrocedieron hasta la puerta de la habitación, los encapuchados avanzaron. – Mantente alejada de las ventanas. - Se puso en guardia, preparado para el ataque.

La española asintió, pero no podía dejar sólo a su amigo en esto. Se metió corriendo en la habitación y sacó dos cuchillos que tenía de decoración, uno militar y otro de caza.

- Se acabó el ser una buena chica...

Raphael saltó hacia los ninjas, que se defendían bastante mejor que los vulgares bándalos callejeros. Ana, por su parte, blandiendo los dos cuchillos, no dejaba que ninguno pasase de una distancia prudencial, puede que los cuchillos estuvieran decorando, pero eran de verdad y estaban muy afilados, y lo mejor, sabía cómo utilizarlos.

Tras una escena de lucha bastante larga, los pocos ninjas que quedaron más o menos bien parados, sacaron a sus compañeros y saliendo por la ventana, desaparecieron.

- Volverán, recoge lo imprescindible y vámonos. – Dijo guardando los sais, tenía unas heridas bastante profundas recorriéndole un hombro y la cara y algunas de menor importancia en brazos y piernas.

- ¿Quiénes eran esos y qué querían? – Preguntó secándose el sudor de la frente.

- Luego te lo cuento, ahora haz lo que te he dicho, cuando vuelvan serán muchos más y mejor armados. ¿De dónde sacaste esos cuchillos? – Entraron en el cuarto, para hacer las maletas.

- Son de mi padre, los tengo desde hace mucho tiempo, me encantan. – Sonrió mientras guardaba las piezas más imprescindibles de su ropa dentro de la maleta: vaqueros, camisetas y ropa interior, junto con unos Zips y el disco removible de la torre, donde tenía sus dibujos y escritos. En la sala cogió la estatua de Jack y la desmontó, metiéndola también dentro. – Tardé un año en hacerla y no pienso dejarla aquí. - Ya tenía todo lo que necesitaba. Además, se había enganchado las fundas de los cuchillos en el cinturón, para guardarlos luego.

- Si ya estás lista vámonos, no dejes nada que te identifique. – Estaban a punto de salir, cuando más ninjas empezaron a entrar por la ventana rota. No perdieron el tiempo, prendieron fuego a las cosas más fácilmente combustibles en la casa, con la intención de quemarlos vivos.

- No va a ser necesario, Raph... no creo que ni los dientes queden de nosotros para identificarnos... – Su tono sarcástico no era el más oportuno para la situación, pero allí estaba.

Lucharon por salir, ya que varios ninjas habían bloqueado la entrada, el quelonio los despachó bastante deprisa, no había tiempo para exhibiciones marciales. Cogió a Ana de la mano y tiró de ella hacia el pasillo, los vecinos aún no se habían dado cuenta del incendio. Llegaron a la entrada del edificio.

- ¡Tengo que encender la alarma para que a la gente le dé tiempo a escapar! – Dijo la española rompiendo el cristal que cubría el timbre de seguridad antiincendios, con el mango de uno de los cuchillos. Una campana comenzó a sonar estridentemente por todo el inmueble. Algunas puertas se abrieron y personas vieron asustadas como el rellano estaba lleno de humo.

- No podemos quedarnos aquí, nos verán. – La agarró de nuevo y salieron, se ocultaron en un lateral del edificio, unas sirenas anunciaban la llegada de los bomberos. – Ellos se ocuparán de tus vecinos, los ninjas ya se habrán ido para no ser descubiertos, hagamos lo mismo. – Levantó la tapa de una alcantarilla. – Va siendo hora de que veas donde vivo.

Ana lo miró extrañada, ya sabía que vivía bajo el suelo, pero... aquello se le hacía muy raro. Se encogió de hombros y bajó delante de Raphael, por una escalerilla de metal, anclada a la pared del túnel. Aquello estaba muy oscuro y lúgubre, se podía sentir la humedad en los huesos, el olor era lo peor.

- ¿Cómo has podido vivir aquí abajo tanto tiempo y seguir teniendo olfato?- Se tapó la nariz con una mano.

- Cuestión de acostumbrarse. – Miró a ambos lados después de haber cerrado la entrada. – Por aquí, ven. Cuidado donde pisas.

Con razón se lo decía, el suelo estaba algo inundado y fangoso, trató de no quejarse, bastante cansado parecía ya él para tener que aguantar sus lamentaciones.

- ¿Me contarás ahora quiénes eran los de antes? – Se puso a su lado.

- Eran ninjas de un clan enemigo de mis hermanos, mi maestro y mío. Se hacen llamar el Clan del Pie, pero su jefe murió hace años, nosotros acabamos con él y con la mayoría de ellos. – Señaló hacia arriba con la mano. – Pero está visto que han vuelto. – Pasó el brazo sobre el hombro de ella y la miró. La chica pudo ver la sangre que corría por el rostro de su amigo.

- Estás herido... – Al sentir el roce de la mano en la herida, éste se apartó un poco instintivamente.

- No es nada, un rasguño. – Apartó la mirada, le dolía infiernos pero no pensaba admitirlo ante ella.

Anduvieron un rato, mirando de vez en cuando para atrás, asegurándose de que nadie los seguía. Llegaron a un recodo, desde donde se veía el exterior por una rejilla. Raphael levantó una trampilla y bajó.

- Tira de ella cuando empieces a bajar, se cerrará poco a poco. - Cuando llegó abajo se encontró que el maestro estaba sentado en su asiento, tenía algunas velas encendidas. – Hola maestro, traigo visita.

Splinter se levantó lentamente, su cuerpo no era tan joven como antes. Se sorprendió de ver bajar a Ana tras Raphael.

- Puedo explicar que esté ella aquí. – Dijo antes de que la rata dijera ni una palabra, poniendo las manos delante, como a la defensiva. El anciano se apoyó en su bastón y negó con la cabeza. – Los del Clan del Pie han vuelto, maestro.

Entonces sí que fue inmensa la sorpresa en su cara.

- Y por si fuera poco han quemado el apartamento de Ana... – Aparecieron los otros tres chicos; salvo uno de ellos, ninguno llevaba su equipo habitual.

- Raph, Ana... ¿qué ha pasado?- Leonardo, que llevaba sus katanas a la espalda, se acercó rápidamente a su hermano al ver que estaba sangrando.

- Unos ninjas del Clan del Pie entraron en casa y nos atacaron. – Respondió la española mirando hacia Mike, que se había puesto a su lado y tenía una mano sobre su hombro.

- ¿Cómo es posible? Nos encargamos de Shredder hace mucho tiempo, ¿verdad?. – Dijo Donatello, bastante intranquilo.

- Pues o a resucitado o tienen un nuevo líder. – Puntualizó Raphael, mientras se quitaba la cinta de la cara, para que Leo viese mejor el estado de la herida. – Me decanto por lo último.

- Mike, el botiquín, rápido. – Leonardo hizo sentar a Raphael y cuando Michelangelo trajo el botiquín, se puso a curarle. Ana estaba cerca del maestro, inmóvil. - ¿Tú estás herida? – Giró la cabeza hacia ella mientras limpiaba la sangre del brazo de Raphael.

- No, sólo cansada, él se ha llevado la peor parte. – Se sentó cuando el maestro le hizo un gesto con la mano, indicándole el asiento que estaba a su lado, la chica le sonrió.

- Tendrían que haberla visto, los ninjas no se atrevían a acercarse cuando sacó los cuchillos. - Su cara sonriente cambió cuando Leo se dispuso a limpiar la herida de la cara con agua oxigenada. Ana tenía uno de los cuchillos en una funda, enganchado al cinturón. – Te enseñaré trucos con ellos más tarde.

- Lamento que hayas perdido tu casa por nuestra culpa, hija. – El maestro por fin habló.

- Bueno... sólo era una casa, lo realmente importante es que hemos salido vivos y que he podido salvar mis trabajos. – Se encogió de hombros.

- Eh, hasta que encuentres otro apartamento puedes quedarte con nosotros, ¿verdad, maestro? – Mike se asomó al lado de Splinter.

- Gracias, pero no quiero molestar. – Ana negó con la mano y se sonrojó.

- No es molestia, hija. Será un placer que vivas aquí el tiempo que quieras. – La rata se sentó de nuevo en su asiento, rodeado de velas, su cola caía a un lado.

- Además, el Clan del Pie irá a por ti ya que sabe que eres amiga nuestra... aquí abajo estás a salvo, nos encargaremos de eso. – Añadió Leonardo terminando de curar la cara de Raphael. La primera vez que se encontraron, Leo parecía hostil hacia ella, pero con el paso del tiempo estaba claro que no era con ella, sino con Raph, por su actitud contra los humanos.

- Bueno, vale... De todos modos no tengo donde meterme...

- Donatello, lleva a nuestra invitada al vagón, para que pueda dejar allí sus cosas. – Indicó Splinter con aire calmado.

- Claro, ven. Te aviso que no es gran cosa... pero por lo menos estarás bajo techo. – Abrió de par en par las puertas correderas del vagón en cuestión. – Tenemos una cama de más por que Casey a veces se queda a dormir aquí. – Tenía una mano puesta sobre el pecho y la otra la tenía apoyada en la puerta.

- Gracias, Donnie. – Le acarició el brazo al entrar. Había cinco camas, tipo oriental, a ras de suelo y al fondo algunos trastos. Dejó la mochila y la maleta de deporte en el suelo.

- Pues te dejo para que te instales, si necesitas algo, estamos ahí fuera. – Cerró las puertas al salir.

- Cuando mi madre se enteré de esto, le va a dar un ataque... – Dijo a sí misma dejándose caer sobre el colchón.

En el exterior del vagón, los chicos y el maestro discutían sobre qué hacer con estos nuevos ninjas.

- Voto por hacer que salgan y luego seguir a los que queden en pie, para saber dónde se reúnen ahora. – Dijo Raphael chocando un puño en la palma de la otra mano. – Y darles una buena tunda.

- Ese no es modo de actuar Raphael, recuerda lo que pasó la última vez que decidiste un plan así... de no ser por el maestro, seríamos pinchitos morunos de tortuga. – Respondió Leonardo de pie delante de su hermano.

- Pero salimos de aquello y además salvamos al profe, ¿no? – El quelonio no se daba por vencido tan rápido.

Leo le dio por imposible y se sentó.

- Estoy de acuerdo con Leonardo. Esos planes sólo conducen a ponerles en peligro innecesariamente. – Splinter miró a sus hijos, en especial a Raphael. – Estoy seguro que el enfrentamiento directo será muy pronto hasta entonces... evitemos los encuentros con ellos en lo que podamos.

- ¿Y que va a pasar con Ana? No puede quedarse aquí abajo encerrada... Tiene clases a las que asistir y un trabajo. – Raph señaló el vagón donde se encontraba la humana.

- Alguien debería acompañarla... para asegurarse que no van contra ella. – Mike habló por fin.

- Puedo cuidarme sola. – La voz de la chica se oyó más atrás. Nadie la había visto salir del cuarto. Estaba con los brazos cruzados apoyada en un pilar.

- Esos tíos no son delincuentes aficionados, Ana, son expertos en artes marciales, con entrenamiento ninja, por si fuera poco. – Comentó Don girándose hacia ella.

- Si ya a nosotros nos costaba vencerles... imagínate a ti. – Terminó Leo.

- Pero... – Descruzó los brazos y se acercó al grupo.

- No habrá discusión sobre eso, uno de nosotros irá contigo y ya está. – Raph se levantó y la encaró, sacando su vena responsable.

- Está bien... – Respiró resignada, sentándose en el brazo del sillón donde estaban Don y Leo. - ¿Y quién se ofrece para ser mi guardaespaldas?- Preguntó con su tono sarcástico habitual.

Se ofrecieron Mike y Raph para vigilar que no la atacasen, el primero por la escuela y el segundo en el curro. A la española no le hacía demasiada gracia, pero sería mejor no quejarse después de cómo la estaban tratando.