Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y
Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April
O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana
me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven,
también es un personaje inventado por mí.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Conocer a los amigos
Semanas pasaron desde que la española se instaló en la antigua estación de metro que hacía de hogar a las tortugas y su maestro. Se sentía miembro de una familia numerosa. Pronto se dio cuenta de las peculiaridades de cada uno de sus amigos. Aunque similares en apariencia, que no iguales, salvo para el ojo poco educado, cada uno mostraba una personalidad completamente diferente del resto.
Donatello tendía a ser el tímido del grupo, hablaba poco, pasaba largos ratos enfrente de la pantalla de su ordenador, haciendo, Dios sabe qué cosas, o arreglando trastos que encontraba en sus salidas habituales por las mañanas. Había conseguido un trabajo por internet que le gustaba mucho, algo sobre diseño de páginas web. A pesar de todo, es un tipo sonriente y con un rebuscado sentido del humor, que sólo él entiende.
Leonardo, el mayor, era más serio y disciplinado que sus hermanos, ágil de mente, responsable y maduro. Ana gustaba de largas charlas filosóficas con este joven, que pasaba la mayor parte de su tiempo meditando o inmerso en sus libros. Rara era la vez que, estando con Raphael, no discutían por tonterías, que casualmente nunca empezaba Leo.
Michelangelo, el menor de ellos, tiene el corazón de un artista y la mente de un eterno niño. Dedica su tiempo libre en pintar y escribir, cuando no está viendo la tele o haciendo bromas con Don. Siempre dispuesto para sacar una sonrisa en el instante preciso, aunque a veces sus gracias no surjan en el mejor momento.
Raphael, aparte de entrenar con sus hermanos o a solas, hacía poca cosa, salía de día durante horas y volvía más tarde más enfadado que al salir, pero delante de Ana se calmaba y se mostraba un poco más suave, aunque nunca perdía su aire sarcástico y algo agresivo. Ahora tenía una cicatriz en la cara y otra a la altura de la clavícula, que no parecían ser permanentes, pero que no le gustaban en absoluto y no veía la manera de vengarse de los del Clan del Pie por ello.
En lo que al maestro se refería, siempre estaba calmado, con un aire de eterna paz, que sólo se rompía cuando charlaba con Mike, durante largos ratos en los que se podía ver su faceta de anciano gracioso. Era el único capaz de calmar a Raph en uno de sus cabreos ocasionales, cosa por la que Leo lo admiraba, aparte de por su sabiduría oriental, adquirida durante su vida en el lejano Japón. En cuanto a Don, pocas veces había en las que charlaban, el maestro sabía perfectamente que el informático era algo parco en palabras, pero aún así, se entendían a la perfección, como sólo un padre comprende a sus hijos.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Conocer a los amigos
Semanas pasaron desde que la española se instaló en la antigua estación de metro que hacía de hogar a las tortugas y su maestro. Se sentía miembro de una familia numerosa. Pronto se dio cuenta de las peculiaridades de cada uno de sus amigos. Aunque similares en apariencia, que no iguales, salvo para el ojo poco educado, cada uno mostraba una personalidad completamente diferente del resto.
Donatello tendía a ser el tímido del grupo, hablaba poco, pasaba largos ratos enfrente de la pantalla de su ordenador, haciendo, Dios sabe qué cosas, o arreglando trastos que encontraba en sus salidas habituales por las mañanas. Había conseguido un trabajo por internet que le gustaba mucho, algo sobre diseño de páginas web. A pesar de todo, es un tipo sonriente y con un rebuscado sentido del humor, que sólo él entiende.
Leonardo, el mayor, era más serio y disciplinado que sus hermanos, ágil de mente, responsable y maduro. Ana gustaba de largas charlas filosóficas con este joven, que pasaba la mayor parte de su tiempo meditando o inmerso en sus libros. Rara era la vez que, estando con Raphael, no discutían por tonterías, que casualmente nunca empezaba Leo.
Michelangelo, el menor de ellos, tiene el corazón de un artista y la mente de un eterno niño. Dedica su tiempo libre en pintar y escribir, cuando no está viendo la tele o haciendo bromas con Don. Siempre dispuesto para sacar una sonrisa en el instante preciso, aunque a veces sus gracias no surjan en el mejor momento.
Raphael, aparte de entrenar con sus hermanos o a solas, hacía poca cosa, salía de día durante horas y volvía más tarde más enfadado que al salir, pero delante de Ana se calmaba y se mostraba un poco más suave, aunque nunca perdía su aire sarcástico y algo agresivo. Ahora tenía una cicatriz en la cara y otra a la altura de la clavícula, que no parecían ser permanentes, pero que no le gustaban en absoluto y no veía la manera de vengarse de los del Clan del Pie por ello.
En lo que al maestro se refería, siempre estaba calmado, con un aire de eterna paz, que sólo se rompía cuando charlaba con Mike, durante largos ratos en los que se podía ver su faceta de anciano gracioso. Era el único capaz de calmar a Raph en uno de sus cabreos ocasionales, cosa por la que Leo lo admiraba, aparte de por su sabiduría oriental, adquirida durante su vida en el lejano Japón. En cuanto a Don, pocas veces había en las que charlaban, el maestro sabía perfectamente que el informático era algo parco en palabras, pero aún así, se entendían a la perfección, como sólo un padre comprende a sus hijos.
