Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y
Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April
O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana
me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven,
también es un personaje inventado por mí.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Planes alternativos
Temprano un sábado por la mañana, el primero en despertarse es Leonardo, como siempre, y se mete en la cocina-comedor para preparar algo de desayunar. Detrás de él se dibuja una silueta, el ninja mira de reojo y sonríe.
- Buenos días, Ana.
- Buenos días, Leo. – La humana se acerca a él y pone una mano sobre el caparazón. - ¿Te ayudo?
- Vale, ve poniendo a hervir el agua para el té del maestro. – Él pone una taza con una bolsita en su interior, sobre el mueble.
- Muy bien. – Ana saca la tetera y la pone bajo el grifo llenándola de agua. En ese momento aparece Raphael, que va directamente a la nevera y saca un refresco de cola. – Hola Raph.
- Hola. – Parecía más seco que de costumbre. No dormía bien y eso le ponía de mal humor... de peor humor, mejor dicho.
El siguiente en llegar es Mike, que se sienta y apoya la cabeza sobre las manos, en la mesa.
- ¿Qué te pasa, Mickey? – Le pregunta Leonardo sacando unas tostadas recién hechas de la tostadora y poniéndolas en un plato.
- He tenido una pesadilla y no me ha dejado dormir en paz en toda la noche. – Dijo sin levantar la vista.
Ana quitó la tetera del fuego y la puso en una bandeja, junto con la taza, para llevársela al maestro, le gustaba servirse él mismo el agua. – Pues ya tenía que ser horrible para quitarte a ti el sueño.
- Fatal, he soñado que Shredder volvía y que era un super-Shredder... y que intentábamos vencerle, pero era más fuerte que nosotros y ni el maestro podía con él... menuda nochecita. – Al levantar la cabeza se le notó la cara de cansancio. Sus hermanos presentes le miraron expectantes. Ana le acarició la cabeza con mimo y salió con la bandeja hacia el cuarto de Splinter.
- Sólo ha sido un sueño, Mike, Oroku Saki está muerto. – Leonardo dejó las tostadas con mantequilla y mermelada sobre la mesa, delante de Michelangelo, que cogió una y le pegó un bocado.
- Ya, ya sé que está muerto... No hace falta que me lo recuerdes... el viejo muelle se le cayó encima hace diez años.
- Pues entonces no sé a qué viene tu preocupación. – Le dijo Raphael dando palmaditas en el hombro del más joven, luego se sentó a su lado y le dio un trago al refresco.
- Bah, olvídenlo. – Se restregó un ojo con el puño y se levantó con la tostada en la boca. Al salir, saludó a Donatello, que nada más levantarse estaba en su rincón de trabajo, tenía unas pinzas que sostenían una especie de componente electrónico en una mano y un pequeño soldador en la otra.
Leonardo se asomó fuera de la cocina.
- ¿Don, quieres una taza de café? Acabo de hacerlo. – Su hermano asintió con la cabeza, estaba completamente inmerso en su trabajo. Se metió de nuevo dentro y derramó el oscuro líquido mezclado con leche y azúcar, dentro de una taza de "Matrix". – Raph, ¿vas a desayunar algo más que esa cola? – Miró al taciturno, que estaba aún sentado a la mesa, mirando al infinito.
- No. – Respondió tajantemente, cogiendo la lata y marchándose fuera. Leonardo suspiró y sacudió la cabeza. Salió con la taza y la puso en el posavasos al lado de la pantalla del ordenador de Don. Ana salió de su cuarto, vestida con un vaquero rojo, playeras y una camiseta negra, tenía una chaqueta amarrada a la cintura. Se disponía a terminar de subir por la escalerilla para ir a la superficie, cuando la voz del líder de los ninja, la detuvo. Él estaba abajo, apoyado en un escalón.
- Ana, ¿a dónde vas?
- Voy a dar una vuelta, vengo en un rato.
- ¿Y piensas ir sola? ¿Con el Clan del Pie rondando por ahí? Ni hablar.
La chica bufó y miró hacia el quelonio.
- Leo, tío, no empieces... – Bajó un poco y puso una mano en la cintura y con la otra se sujetaba a la escalera. Él la miraba muy serio. – Maldita sea... – Terminó de bajar y miró a Leo. – Pues tú dirás que hago... Necesito salir un rato aunque sea.
- Yo voy contigo, también necesito despejarme un poco. – La voz de Raphael sonó más atrás. Llevaba la gabardina y el sombrero a lo Bogart, además de un pantalón y unas botas, arregladas por Mike, que estaba inspirado y aparte de sus obras de arte habituales estaba arreglando ropa para salir a la superficie.
- Qué guapo. – Comentó Ana sonriendo, la verdad es que el joven del grupo había hecho un buen trabajo de costura y la ropa le encajaba a la perfección.
- Ya, ya. Vamos. – Subió algo apresuradamente las escaleras. La chica se encogió de hombros mirando a Leonardo, que puso una cara de resignación.
- Tengan cuidado. – Dijo el mayor viendo cómo se cerraba la trampilla.
Un momento más tarde estaban arriba, paseando entre la gente de Nueva York, que estaba sumida en sus vidas ajetreadas, incluso un sábado.
- ¿ Adónde tenías que ir? – Preguntó él con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina.
- A ninguna parte en concreto, sólo necesitaba tomar el aire. – Dijo andando a su lado. - ¿Qué tal si vamos al Central Park?
- Vale. – La miró por debajo del ala del sombrero, las colas de su cinta roja ondeaban por fuera, mecidas por el ligero viento. – Cogieron el metro hasta llegar al corazón verde de la ciudad. Al llegar, vieron gente que disfrutaba del fin de semana, parejas, niños... Todo muy bucólico.
Anduvieron pausadamente hasta una zona donde no había tanta gente y se acomodaron en la hierba. Raphael se tumbó con las manos en la nuca y una pierna sobre la otra rodilla, bajó el sombrero para cubrirse con él la cara. Ana se quedó sentada, apoyada hacia atrás, con las piernas extendidas delante.
- Mi rincón favorito de la ciudad. – Dijo ella cerrando los ojos y levantando la cabeza hacia el cielo, respiró hondo, el aire allí no estaba tan viciado como en el resto de La Gran Manzana.
Raph levantó un poco el sombrero para mirarla de reojo. Se notaba demasiado que no era de allí. Él ya estaba más que acostumbrado y veía como algo corriente aquel parque, pero para ella era como el Edén, en parte la envidiaba, como a Mike, veía las cosas con el corazón. Ana se tumbó y su cabeza quedó a la altura de la de Raph.
- Ojalá el tiempo se detuviese en este momento. – Dijo ella aún con los ojos cerrados.
- No estaría mal. – Sonrió, por primera vez en toda la mañana. – Se está muy bien aquí, incluso con esos estúpidos niños dando voces más allá.
- ¿Siempre tienes que ser tan negativo? – Se recostó de lado, mirándole.
- Me gusta ser así. – Respondió con una sonrisa sarcástica.
- De noche no suele haber gente por aquí, ¿qué te parece si venimos entonces? – Dijo alegremente. –Además, así no tendrás que ir tan disfrazado.
- Por la noche esto se llena de drogatas. No sería muy seguro. – Cerró los ojos, sin cambiar de postura.
- Sé que es mucho pedir... Pero, ¿ No hay ninguna parte en esta ciudad donde no corras el peligro de que te vean, intenten matarnos y además haya buena vista?
Raph la miró de nuevo, levantando más el sombrero.
- Sé de un sitio... ¿Tienes vértigo?
Ana se quedó extrañada total, lo pensó un momento y luego le contestó.
- No... ¿Qué tienes en mente?
- Ya lo verás esta noche. – Y recolocándose el sombrero no dijo nada más.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Planes alternativos
Temprano un sábado por la mañana, el primero en despertarse es Leonardo, como siempre, y se mete en la cocina-comedor para preparar algo de desayunar. Detrás de él se dibuja una silueta, el ninja mira de reojo y sonríe.
- Buenos días, Ana.
- Buenos días, Leo. – La humana se acerca a él y pone una mano sobre el caparazón. - ¿Te ayudo?
- Vale, ve poniendo a hervir el agua para el té del maestro. – Él pone una taza con una bolsita en su interior, sobre el mueble.
- Muy bien. – Ana saca la tetera y la pone bajo el grifo llenándola de agua. En ese momento aparece Raphael, que va directamente a la nevera y saca un refresco de cola. – Hola Raph.
- Hola. – Parecía más seco que de costumbre. No dormía bien y eso le ponía de mal humor... de peor humor, mejor dicho.
El siguiente en llegar es Mike, que se sienta y apoya la cabeza sobre las manos, en la mesa.
- ¿Qué te pasa, Mickey? – Le pregunta Leonardo sacando unas tostadas recién hechas de la tostadora y poniéndolas en un plato.
- He tenido una pesadilla y no me ha dejado dormir en paz en toda la noche. – Dijo sin levantar la vista.
Ana quitó la tetera del fuego y la puso en una bandeja, junto con la taza, para llevársela al maestro, le gustaba servirse él mismo el agua. – Pues ya tenía que ser horrible para quitarte a ti el sueño.
- Fatal, he soñado que Shredder volvía y que era un super-Shredder... y que intentábamos vencerle, pero era más fuerte que nosotros y ni el maestro podía con él... menuda nochecita. – Al levantar la cabeza se le notó la cara de cansancio. Sus hermanos presentes le miraron expectantes. Ana le acarició la cabeza con mimo y salió con la bandeja hacia el cuarto de Splinter.
- Sólo ha sido un sueño, Mike, Oroku Saki está muerto. – Leonardo dejó las tostadas con mantequilla y mermelada sobre la mesa, delante de Michelangelo, que cogió una y le pegó un bocado.
- Ya, ya sé que está muerto... No hace falta que me lo recuerdes... el viejo muelle se le cayó encima hace diez años.
- Pues entonces no sé a qué viene tu preocupación. – Le dijo Raphael dando palmaditas en el hombro del más joven, luego se sentó a su lado y le dio un trago al refresco.
- Bah, olvídenlo. – Se restregó un ojo con el puño y se levantó con la tostada en la boca. Al salir, saludó a Donatello, que nada más levantarse estaba en su rincón de trabajo, tenía unas pinzas que sostenían una especie de componente electrónico en una mano y un pequeño soldador en la otra.
Leonardo se asomó fuera de la cocina.
- ¿Don, quieres una taza de café? Acabo de hacerlo. – Su hermano asintió con la cabeza, estaba completamente inmerso en su trabajo. Se metió de nuevo dentro y derramó el oscuro líquido mezclado con leche y azúcar, dentro de una taza de "Matrix". – Raph, ¿vas a desayunar algo más que esa cola? – Miró al taciturno, que estaba aún sentado a la mesa, mirando al infinito.
- No. – Respondió tajantemente, cogiendo la lata y marchándose fuera. Leonardo suspiró y sacudió la cabeza. Salió con la taza y la puso en el posavasos al lado de la pantalla del ordenador de Don. Ana salió de su cuarto, vestida con un vaquero rojo, playeras y una camiseta negra, tenía una chaqueta amarrada a la cintura. Se disponía a terminar de subir por la escalerilla para ir a la superficie, cuando la voz del líder de los ninja, la detuvo. Él estaba abajo, apoyado en un escalón.
- Ana, ¿a dónde vas?
- Voy a dar una vuelta, vengo en un rato.
- ¿Y piensas ir sola? ¿Con el Clan del Pie rondando por ahí? Ni hablar.
La chica bufó y miró hacia el quelonio.
- Leo, tío, no empieces... – Bajó un poco y puso una mano en la cintura y con la otra se sujetaba a la escalera. Él la miraba muy serio. – Maldita sea... – Terminó de bajar y miró a Leo. – Pues tú dirás que hago... Necesito salir un rato aunque sea.
- Yo voy contigo, también necesito despejarme un poco. – La voz de Raphael sonó más atrás. Llevaba la gabardina y el sombrero a lo Bogart, además de un pantalón y unas botas, arregladas por Mike, que estaba inspirado y aparte de sus obras de arte habituales estaba arreglando ropa para salir a la superficie.
- Qué guapo. – Comentó Ana sonriendo, la verdad es que el joven del grupo había hecho un buen trabajo de costura y la ropa le encajaba a la perfección.
- Ya, ya. Vamos. – Subió algo apresuradamente las escaleras. La chica se encogió de hombros mirando a Leonardo, que puso una cara de resignación.
- Tengan cuidado. – Dijo el mayor viendo cómo se cerraba la trampilla.
Un momento más tarde estaban arriba, paseando entre la gente de Nueva York, que estaba sumida en sus vidas ajetreadas, incluso un sábado.
- ¿ Adónde tenías que ir? – Preguntó él con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina.
- A ninguna parte en concreto, sólo necesitaba tomar el aire. – Dijo andando a su lado. - ¿Qué tal si vamos al Central Park?
- Vale. – La miró por debajo del ala del sombrero, las colas de su cinta roja ondeaban por fuera, mecidas por el ligero viento. – Cogieron el metro hasta llegar al corazón verde de la ciudad. Al llegar, vieron gente que disfrutaba del fin de semana, parejas, niños... Todo muy bucólico.
Anduvieron pausadamente hasta una zona donde no había tanta gente y se acomodaron en la hierba. Raphael se tumbó con las manos en la nuca y una pierna sobre la otra rodilla, bajó el sombrero para cubrirse con él la cara. Ana se quedó sentada, apoyada hacia atrás, con las piernas extendidas delante.
- Mi rincón favorito de la ciudad. – Dijo ella cerrando los ojos y levantando la cabeza hacia el cielo, respiró hondo, el aire allí no estaba tan viciado como en el resto de La Gran Manzana.
Raph levantó un poco el sombrero para mirarla de reojo. Se notaba demasiado que no era de allí. Él ya estaba más que acostumbrado y veía como algo corriente aquel parque, pero para ella era como el Edén, en parte la envidiaba, como a Mike, veía las cosas con el corazón. Ana se tumbó y su cabeza quedó a la altura de la de Raph.
- Ojalá el tiempo se detuviese en este momento. – Dijo ella aún con los ojos cerrados.
- No estaría mal. – Sonrió, por primera vez en toda la mañana. – Se está muy bien aquí, incluso con esos estúpidos niños dando voces más allá.
- ¿Siempre tienes que ser tan negativo? – Se recostó de lado, mirándole.
- Me gusta ser así. – Respondió con una sonrisa sarcástica.
- De noche no suele haber gente por aquí, ¿qué te parece si venimos entonces? – Dijo alegremente. –Además, así no tendrás que ir tan disfrazado.
- Por la noche esto se llena de drogatas. No sería muy seguro. – Cerró los ojos, sin cambiar de postura.
- Sé que es mucho pedir... Pero, ¿ No hay ninguna parte en esta ciudad donde no corras el peligro de que te vean, intenten matarnos y además haya buena vista?
Raph la miró de nuevo, levantando más el sombrero.
- Sé de un sitio... ¿Tienes vértigo?
Ana se quedó extrañada total, lo pensó un momento y luego le contestó.
- No... ¿Qué tienes en mente?
- Ya lo verás esta noche. – Y recolocándose el sombrero no dijo nada más.
