Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven, también es un personaje inventado por mí.

Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.

Aquel mismo día

Cuando los chicos se fueron de patrulla, Raphael y Ana aprovecharon para salir, el maestro se quedaba meditando en su cuarto, de esa manera sabía cuando sus hijos estaban en peligro, su mente era prodigiosa.

Llevando tan sólo la gabardina y el sombrero, salió esta vez el quelonio, la chica iba con sus usuales vaqueros, una camiseta cualquiera y playeras. Según le había comentado escuetamente él, iban a caminar algo. Pero no fue tanto, pararon delante de un edificio bastante alto, que ocupaba casi una calle entera, se trataba de una especie de grandes almacenes, pero estaba cerrado y en no muy buenas condiciones.

Con su ayuda, la chica pudo entrar por una ventana del tercer piso, que estaba tapiada, pero las tablas estaban más sueltas. Siguieron caminando dentro del edificio, y subieron el resto de escaleras hasta llegar a la azotea.

- Wow. – Fue lo primero que salió de la boca de Ana cuando contempló las vistas que tenía aquel lugar. Como lo que tenía alrededor eran aparcamientos y una carretera, no había obstáculos que impidiesen ver las calles, iluminadas por la llegada de la noche.

- Bienvenida a mi villa soledad. – Dijo con tono más relajado quitándose la chaqueta y el gorro y dejándolos caer al suelo, descuidadamente. Se apoyó en el muro que los separaba de una caída de más de siete plantas, a su lado.

- Así que aquí vienes cuando quieres estar solo... – Dijo sin apartar la mirada de horizonte. – Te alabo el gusto. – Giró la cabeza hacia él y le sonrió.

Raphael se giró para mirar también los alrededores.

- Eres la única, aparte de mí, que ha venido aquí, desde hace años. – Pestañeó, sus ojos negros se perdían en la oscura lejanía salpicada de lucecitas.

- Ajá. La brisa que corre es muy agradable aquí arriba. No se oyen los coches ni hay estúpidos niños dando voces. – Dijo mirándole de reojo con sonrisa pilla.

- Touché. - Raphael le devolvió la misma sonrisa. – Oye, Ana... – De repente se puso serio.

- Qué. – Chocada por el cambio, se quedó a la escucha.

- ¿Te gusta vivir con nosotros?

Qué preguntas más raras hacía este tipo.

- Mucho. Me encantan los trasiegos matutinos, el momento de pedir una pizza, las peleas por el mando de la tele, verles llegar enteros tras una ronda nocturna, incluso me gustan los sermones de Leo. – Y muchas otras situaciones que ahora se le olvidaban, seguramente.

- Sé que los chicos están contentos de tenerte en casa... Y bueno, me han dicho que te pregunte, si te quieres quedar indefinidamente. Piénsalo y...

- Vale. – Dijo sin dejarle terminar.

- ¿'Vale', qué?

- Que sí, que me quedaré indefinidamente. – Afirmó con aire jovial, quitándose un mechón de pelo de la cara y poniéndolo detrás de la oreja correspondiente. – Además, en casa necesitan un toque femenino... o bueno... algo parecido. – Añadió mirándose y luego mirando a Raph.

Los dos se rieron un momento por la gracia y sus miradas se cruzaron, entonces hubo un silencio incómodo.

- En realidad, soy el más interesado en que te quedes. – Dijo él al fin, no era muy bueno en delicadezas.

- ¿¿De verdad?? Quiero decir... ¿ Y eso por qué? – No quiso parecer entusiasmada por oírlo, pero se le iluminó la mirada.

- Por que me gusta tenerte por allí, es agradable saber que alguien está de mi lado en las discusiones... Ya casi te peleas con Leo tanto como yo. – Sonrió de medio lado.

- Cierto. – Se rió y luego volvió a mirar al oscuro cielo nocturno.

- Ah, por cierto, hemos estado pensando en si te quedabas, te haríamos un pequeño cuarto, al fondo, para que tengas algo más de intimidad.

- Qué considerados son. Un momento... ¿eso es de lo que Don estaba haciendo los planos el otro día?

- Sí, ya sabes cómo es, le gusta tenerlo todo bien medido. – Respondió negando con la cabeza. – Ha hecho planos hasta de la instalación eléctrica... te digo que ese tío no es normal.

- Se están tomando demasiadas molestias conmi... – No pudo acabar la frase, Raph le tapo la boca con la mano. Ella le miró con una ceja levantada.

- Mira, molestia es Leo cuando viene de patrulla conmigo... él sí que es una molestia, tú no. – Dijo retirando la mano y mirando al horizonte. Ana sonrió tras el comentario.

- Gracias, es todo un halago viniendo de ti. – También miró hacia fuera y respiró profundamente, luego miró su reloj, llevaban un par de horas allá arriba, quedaba apenas media hora para la madrugada.

- ¿Al final te llamó tu vieja? – Preguntó, con escaso interés.

- Sí, llamó ayer a la tienda. – Se sentó en la cornisa, con las piernas colgado hacia fuera.

- ¿Ya sabe lo de tu apartamento?

- No, todavía no se lo he dicho... si se lo digo y le cuento que estoy viviendo con cuatro tíos y su anciano padre, enviará a la guardia nacional a buscarme... – Puso cara de fastidio. Raph sonrió de medio lado.

- Dile que somos buenos tíos y que te cuidamos y te mimamos... Ya sabes, esas mentiras que siempre se le cuentan a los padres. – Fue su contestación.

La chica le miró de reojo, como si eso no hubiera sido una verdad como un templo... aquellos chicos de verdad se preocupaban por ella y eso que ni siquiera era uno de ellos. Raph se incorporó y recogió la ropa del suelo.

- Será mejor que volvamos, si no estamos en casa para cuando ellos lleguen, Leo nos sermoneará hasta el día del juicio final. – Esperó a que se levantara y con cuidado volviese a la seguridad de la azotea.

Esquivando zonas muy transitadas volvieron a la guarida de las tortugas, por suerte para ellos, aún no habían regresado los tres patrulleros.