Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y
Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April
O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana
me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven,
también es un personaje inventado por mí.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Una media verdad es igual que una mentira
A estas alturas, ya no cabía la menor duda de que la española se había convertido en uno más de los chicos, incluso entrenaba como ellos, idea de Leonardo, para que supiera defenderse en caso de emergencia, y allí es donde se encontraban en ese momento, en el tatami que estaba al final del pasaje.
- Cúbrete la cabeza o acabarás sin ella. – Dijo el mayor de los quelonios usando unas varas en lugar de sus katanas no fuera que tuviesen un disgusto. La chica se protegió la cabeza con la base de la mano, golpeando el palo que estaba a punto de darle. Pero no pudo evitar que el segundo bastón le diera en el costado. – Si hubiera sido una espada estarías cortada por la mitad. – Descansó la vara sobre el hombro mientras se apoyaba en la otra.
- Ya, ya... pues no puedo hacerlo mejor... – Se quejó Ana sentándose en el suelo.
- Sí que puedes, pero no te esfuerzas en intentarlo, levántate, no hemos acabado. – Quería ser serio con las clases a la chica, aunque ella se lo pusiera difícil.
- Estoy agotada, Leo, dejémoslo por hoy, anda... – Puso ojitos, tal y como le había enseñado Mike, según él funcionaba porque Leo en el fondo era un cacho de pan. Él se lo pensó un momento, estuvo a punto de ceder ante la mirada de perrito abandonado, pero sacudió la cabeza y se puso serio de nuevo.
- No, no me embaucarás tú también, arriba, venga. – Le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
- Vale... Mira esta llave me la enseñó un amigo. – La chica lo agarró de la mano y del cinturón, y utilizando el propio peso de su cuerpo, con la ayuda de una pierna, se echó hacia atrás, de espaldas y lo lanzó por encima suyo, haciendo que cayera sobre su caparazón. Luego se le subió encima. – ¡Ja-ja, te he pillado! – Se rió y comenzó a hacer signos de victoria.
- No ha estado mal... em... – Leonardo se le quedó mirando un momento, ella estaba a caballo sobre él y seguía riéndose. – Anda, sal de encima.- Le dijo evidentemente incómodo por la situación.
- Intenta bajarme tú, jefe. – Respondió desafiante sin dejar de sonreír.
Él la agarró por la cintura y le encontró las cosquillas, las aprovechó para desequilibrarla y echarla a un lado, entonces se pudo incorporar.
- ¡Eh, eso no vale! – Se quejó sin dejar de reírse aún afectada por las cosquillas.
La miró, muerta de risa tirada en el suelo, en ese momento se le pareció a su hermano Michelangelo, curiosamente era como una combinación de ellos, el orgullo y el cinismo de Raph, la curiosidad y el gusto por las máquinas de Don, el humor y la inclinación artística de Mike y en sus momentos serios y con su afán de superación le recordaba a sí mismo. Era algo realmente curioso.
No se había dado cuenta, inmerso en sus pensamientos, que la chica se había dejado de reír y le miraba extrañada, porque estaba inmóvil.
- Leo, ¿te pasa algo?- Preguntó pestañeando tras las gafas. – Si te ha molestado que te derribara, lo siento... de verdad.
- No es nada de eso, no te preocupes. Bien, hemos acabado por hoy. – Se levantó y fue a dejar las varas en sus sitios.
Ahora era ella la que estaba pensativa de rodillas en el suelo, Leo era incapaz de decir lo que sentía, en ocasiones daba la sensación de ser muy frío y distante.
Ya se estaba levantando cuando Don se acercó.
- Te he conseguido por internet un ordenador, una ganga en perfecto estado, pero con poca capacidad y sin impresora. Pero ha sido mucho menos de lo que tenías pensado pagar, miraré si por lo que te sobra, te pillo una impresora decente. – Le informó ayudándola a levantar.
- Gracias Donnie, eres un sol. – Le dio un beso en la mejilla y él se sonrojó.
- No hay de qué, lo enviarán a casa de April, como siempre. Por cierto, ¿Qué tal el entrenamiento con Leo, muy duro?
- Nah, como siempre, exige mucho.
- No más de lo que se exige a sí mismo, te lo aseguro. – Miró hacia su hermano mayor, acababa de sentarse en el sofá con el equipo aún puesto.
- ¿Dónde están Mike y Rapha? – Preguntó recorriendo con la vista la estancia.
- A decir verdad no tengo ni idea... ya sabes que me desconecto del mundo cuando enciendo el ordenador. – Se rascó la cabeza, avergonzado.
- Jeje. Bueno, voy a ducharme, que estoy pegajosa y me doy asco. – Sonrió y se retiró a su cuarto a coger ropa para cambiarse en el baño luego. Don se rió y pasando por detrás del televisor, frente al que se encontraba Leo, se fue hacia sus queridos ordenadores.
Los dos hermanos ausentes llegaron unos minutos más tarde. Raphael dejó el sombrero a lo Bogart sobre uno de los estrafalarios maniquís que decoraban la entrada, la gabardina acabó en el mismo muñeco, aún con los pantalones puestos, fue para dentro de la estación. Michelangelo, vestía algo más deportista, con un pasamontañas verde oscuro, pulóver y pantalones de chándal.
- Hey, queridos quelonios, ¿cómo están pasando esta fría tarde de octubre? – Saludó el menor con el pasamontañas en la mano. Leo levantó una mano a modo de saludo, lo mismo que Don, que estaba enfrascado con el ordenador. – Qué efusivos son... hay que ver... – Se encogió de hombros y siguió para adentro, hacia el cuarto de los chicos, a quitarse todo aquello de encima.
- ¿Y Ana?- Preguntó Raph nada más bajar las escaleras que separaban la entrada del resto de la guarida.
- Duchándose. – Respondió Leonardo, mientras su hermano se sentaba a su lado y se libraba de los pantalones. - ¿Dónde han ido? Estábamos preocupados. - Le miró de reojo. Raph le miró igual, acomodándose.
- Fuimos a dar una vuelta, Mike tenía que hacer unas cosas. – Dijo esta vez sin mirarle. – Ya somos mayorcitos, Leo, no seas tan plasta.
- Por lo menos podrían decir a dónde van cuando salen... – Replicó. – No les cuesta nada y los que nos quedamos en casa no nos preocupamos. – Intentaba mantener su acostumbrada serenidad, cosa difícil cuando era con Raph con el que hablaba.
El irascible hermano se levantó, llevándose el pantalón con él, sin decir media palabra más. Mike salió del cuarto a la vez que Raphael entraba casi llevándoselo por delante.
- ¿Qué enjambre le ha picado ahora?- Señaló con el pulgar dentro de la habitación.
- El de siempre... A ti también te lo digo, si sales, di a donde vas.
- Okis, esta vez se me fue la bola, lo siento. Y mira que pensaba que se lo había dicho a alguien... Me lo imaginaría, seguro. ¡Tío, que hambre tengo! – Cambió de tema rápidamente.
- Mira a ver que hay y aprovecha para apuntar lo que falta, tenemos que ir a comprar. – Dijo cambiando un poco de postura.
- Muy bien. – Entró en la cocina y cogió el block que colgaba de la nevera, para hacer la lista de la compra. Una por una, fue abriendo todas las puertas de las despensas y la nevera. – Pan, mantequilla, galletas... ¡¿ya se han acabado las Root Beer?! Este Raph... Cereales, salsa de tomate, leche... embutidos, masa para pizza, verdura y fruta... oh, también falta el té para Splinter. – Apuntó todo eso y más cosas que fue echando a faltar en los armarios. Al cabo de un rato parecía que ya estaba todo, revisó la lista, sí, estaba todo. – Leo, esto ya está... – Al asomarse, su hermano mayor ya no estaba en el sofá, en su lugar vio a Ana, que se peinaba el pelo húmedo. – Hola, Ana. – Se sonrieron. – Vamos de compras al super, ¿te vienes?
- Claro, me visto en un momento. – La chica se levantó y se fue a su pequeño cuarto, aún sin acabar, pero que ya gozaba de un aspecto particular. Cuando la puerta del dormitorio se cerró, comenzó a oírse una musiquita por la sala.
Mike se quedó a la escucha, tenía el oído tan entrenado que no tardó en localizar la fuente del sonido, el móvil rojo granate de la española, que estaba en la mano de un maniquí. El quelonio lo cogió, iba a llevárselo a la chica cuando se dio cuenta de que no podría dárselo porque estaba vistiéndose. Se encogió de hombros y lo 'descolgó'.
- ¿Diga? -
Una voz de mujer, mayor, hablando en lo que le pareció español, estaba al otro lado. El chico entendió enseguida que no podía ser otra que la madre de Ana. Intentó decir algo en su idioma, pero su conocimiento de español era bastante reducido.
- Ana es... en... her room. Eh... wait a minute! – Tapó el micrófono del teléfono y le hizo señas a Donatello. – Don, la madre de Ana, no entiendo lo que dice y ella está vistiéndose... ¿Qué hago?
- Pásamela. – Alargó la mano y su hermano le lanzó el móvil, este lo cogió en el aire sin apenas moverse. Se aclaró la garganta, llevaba tiempo practicando su español con Ana, era una buena ocasión de ponerlo a prueba. – Dígame.
*¿Quién es usted? ¿Dónde está Ana?* Preguntó la mujer, con tono preocupado y hablando muy deprisa.
- Yo soy un amigo de Ana, ella no puede ponerse ahora, ¿quiere dejar un... – tuvo que hacer memoria para recordar a palabra que necesitaba. – ...una nota? – Terminó de decir.
* Sí, que me llame cuando pueda. * Respondió.
- Yo se lo diré, adiós. – Y el informático apagó el teléfono. Mike le miraba interrogante.
- ¿Qué quería?
- Qué va a querer, Mikey, hablar con su hija... – La puerta del dormitorio se abrió de nuevo, la chica estaba vestida ya, se terminaba de recoger el pelo según caminaba. – Ana, tu madre te acaba de llamar, parecía nerviosa. Me pareció entenderle que la llames.
La española les miró con los ojos muy abiertos, cogió el móvil que le tendía Don y tecleó con rapidez. Su español, obviamente era más fluido que el de sus amigos.
- ¿Mamá? ¿Acabas de llamar?-
* Sí, y lo cogió primero un chico que no hablaba español y luego otro que bueno... algo sabía. ¿Quiénes son? *
- Un par de amigos, estoy en su casa y había ido un momento al baño. – Le respondió, mintiendo como una bellaca. Los dos hermanos la miraban.
* ¿Estás sola con ellos? Ten cuidado, Ana. *
- Mamá, tranquila, que son muy buenos chicos.
* ¿Son esos hermanos de los que me has hablado? *
- Sí, son dos de ellos. Además, estábamos a punto de salir, vamos al super. ¿Qué querías?
* Saber de ti, mi niña, que hace casi un mes que no llamas y siempre tienes el móvil apagado.*
- Siempre se me olvida encenderlo, mira, hoy me acordé de chiripa.
* Tu padre y yo preocupados por si te había pasado algo y tú tan tranquila... *
Ana puso cara de aburrimiento, que recordó las que le ponía Raphael a Leonardo.
- Joer, mamá, tranqui, que estoy bien.
* Pero oímos por las noticias que hubo un incendio allí y no llamabas... teníamos miedo de que hubiera sido por donde vives tú.*
La española puso una mueca, si ella supiera que lo ocurrido, había empezado precisamente en su apartamento... pero más valía no preocuparla más.
- Ya te digo que estoy bien. Eso ha sido lejos de donde estoy viviendo. – Bueno, no la estaba mintiendo exactamente. – Mamá, que nos tenemos que ir. Besos, les quiero. – Por si no tenía ocasión de volver a decírselo.
Leo salía del baño con la toalla sobre los hombros. Se sorprendió de ver la caras de los allí presentes.
- ¿Qué pasa?- Preguntó secándose la cabeza por detrás
- Mi madre acaba de llamar, por las noticias pusieron lo del incendio y estaba preocupada. – Le respondió ella.
- ¿Cómo se ha podido enterar si está en España? – Mike metió baza.
- No sé, por el canal satélite, supongo que estarán enganchados a las noticias mundiales. – Se encogió de hombros.
- ¿ Y qué le has dicho? – Leonardo agarró los extremos de la toalla que le colgaban sobre el pecho.
- Le mentí, le dije que eso había pasado lejos de donde vivo.
- ¿Por qué no le has dicho lo que pasó? – Volvió a hablar Mike.
- Oh, sí, Mike, muy listo. "Mamá, sí, mi apartamento ardió porque unos ninjas, que venían a por uno de mis amigos, que es una tortuga mutante, nos querían convertir en carbón a los dos." – Respondió Donatello, sarcásticamente. Michelangelo le hizo una carantoña.
- Más vale que la llames a menudo o se preocupará mucho más. – Dijo Leonardo, ignorando a los dos que se estaban haciendo muecas.
- Sí, es capaz de venir a Nueva York a ver qué pasa. – Concluyó colgando el móvil del cinturón.
- Pasando a otra cosa. ¿Mike, hiciste la lista? – El mayor miró al pequeño, que le enseñó el papel. – Pues preparémonos para salir. – Y se fue al vagón acompañado por Michelangelo, Donatello se detuvo a apagar el ordenador.
Raphael, llevaba un rato sentado en el sofá, vestido de nuevo, en silencio. Ana se sentó a su lado.
- ¿Llevas mucho rato esperando?
- Desde que cogiste el teléfono. ¿ Se ha mosqueado mucho tu vieja?
- Un poco, tengo que dejar el móvil siempre encendido por si se le ocurre volver a llamar.
Raph asintió. Una vez todos estuvieron vestidos salieron a hacer la compra.
Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.
Una media verdad es igual que una mentira
A estas alturas, ya no cabía la menor duda de que la española se había convertido en uno más de los chicos, incluso entrenaba como ellos, idea de Leonardo, para que supiera defenderse en caso de emergencia, y allí es donde se encontraban en ese momento, en el tatami que estaba al final del pasaje.
- Cúbrete la cabeza o acabarás sin ella. – Dijo el mayor de los quelonios usando unas varas en lugar de sus katanas no fuera que tuviesen un disgusto. La chica se protegió la cabeza con la base de la mano, golpeando el palo que estaba a punto de darle. Pero no pudo evitar que el segundo bastón le diera en el costado. – Si hubiera sido una espada estarías cortada por la mitad. – Descansó la vara sobre el hombro mientras se apoyaba en la otra.
- Ya, ya... pues no puedo hacerlo mejor... – Se quejó Ana sentándose en el suelo.
- Sí que puedes, pero no te esfuerzas en intentarlo, levántate, no hemos acabado. – Quería ser serio con las clases a la chica, aunque ella se lo pusiera difícil.
- Estoy agotada, Leo, dejémoslo por hoy, anda... – Puso ojitos, tal y como le había enseñado Mike, según él funcionaba porque Leo en el fondo era un cacho de pan. Él se lo pensó un momento, estuvo a punto de ceder ante la mirada de perrito abandonado, pero sacudió la cabeza y se puso serio de nuevo.
- No, no me embaucarás tú también, arriba, venga. – Le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
- Vale... Mira esta llave me la enseñó un amigo. – La chica lo agarró de la mano y del cinturón, y utilizando el propio peso de su cuerpo, con la ayuda de una pierna, se echó hacia atrás, de espaldas y lo lanzó por encima suyo, haciendo que cayera sobre su caparazón. Luego se le subió encima. – ¡Ja-ja, te he pillado! – Se rió y comenzó a hacer signos de victoria.
- No ha estado mal... em... – Leonardo se le quedó mirando un momento, ella estaba a caballo sobre él y seguía riéndose. – Anda, sal de encima.- Le dijo evidentemente incómodo por la situación.
- Intenta bajarme tú, jefe. – Respondió desafiante sin dejar de sonreír.
Él la agarró por la cintura y le encontró las cosquillas, las aprovechó para desequilibrarla y echarla a un lado, entonces se pudo incorporar.
- ¡Eh, eso no vale! – Se quejó sin dejar de reírse aún afectada por las cosquillas.
La miró, muerta de risa tirada en el suelo, en ese momento se le pareció a su hermano Michelangelo, curiosamente era como una combinación de ellos, el orgullo y el cinismo de Raph, la curiosidad y el gusto por las máquinas de Don, el humor y la inclinación artística de Mike y en sus momentos serios y con su afán de superación le recordaba a sí mismo. Era algo realmente curioso.
No se había dado cuenta, inmerso en sus pensamientos, que la chica se había dejado de reír y le miraba extrañada, porque estaba inmóvil.
- Leo, ¿te pasa algo?- Preguntó pestañeando tras las gafas. – Si te ha molestado que te derribara, lo siento... de verdad.
- No es nada de eso, no te preocupes. Bien, hemos acabado por hoy. – Se levantó y fue a dejar las varas en sus sitios.
Ahora era ella la que estaba pensativa de rodillas en el suelo, Leo era incapaz de decir lo que sentía, en ocasiones daba la sensación de ser muy frío y distante.
Ya se estaba levantando cuando Don se acercó.
- Te he conseguido por internet un ordenador, una ganga en perfecto estado, pero con poca capacidad y sin impresora. Pero ha sido mucho menos de lo que tenías pensado pagar, miraré si por lo que te sobra, te pillo una impresora decente. – Le informó ayudándola a levantar.
- Gracias Donnie, eres un sol. – Le dio un beso en la mejilla y él se sonrojó.
- No hay de qué, lo enviarán a casa de April, como siempre. Por cierto, ¿Qué tal el entrenamiento con Leo, muy duro?
- Nah, como siempre, exige mucho.
- No más de lo que se exige a sí mismo, te lo aseguro. – Miró hacia su hermano mayor, acababa de sentarse en el sofá con el equipo aún puesto.
- ¿Dónde están Mike y Rapha? – Preguntó recorriendo con la vista la estancia.
- A decir verdad no tengo ni idea... ya sabes que me desconecto del mundo cuando enciendo el ordenador. – Se rascó la cabeza, avergonzado.
- Jeje. Bueno, voy a ducharme, que estoy pegajosa y me doy asco. – Sonrió y se retiró a su cuarto a coger ropa para cambiarse en el baño luego. Don se rió y pasando por detrás del televisor, frente al que se encontraba Leo, se fue hacia sus queridos ordenadores.
Los dos hermanos ausentes llegaron unos minutos más tarde. Raphael dejó el sombrero a lo Bogart sobre uno de los estrafalarios maniquís que decoraban la entrada, la gabardina acabó en el mismo muñeco, aún con los pantalones puestos, fue para dentro de la estación. Michelangelo, vestía algo más deportista, con un pasamontañas verde oscuro, pulóver y pantalones de chándal.
- Hey, queridos quelonios, ¿cómo están pasando esta fría tarde de octubre? – Saludó el menor con el pasamontañas en la mano. Leo levantó una mano a modo de saludo, lo mismo que Don, que estaba enfrascado con el ordenador. – Qué efusivos son... hay que ver... – Se encogió de hombros y siguió para adentro, hacia el cuarto de los chicos, a quitarse todo aquello de encima.
- ¿Y Ana?- Preguntó Raph nada más bajar las escaleras que separaban la entrada del resto de la guarida.
- Duchándose. – Respondió Leonardo, mientras su hermano se sentaba a su lado y se libraba de los pantalones. - ¿Dónde han ido? Estábamos preocupados. - Le miró de reojo. Raph le miró igual, acomodándose.
- Fuimos a dar una vuelta, Mike tenía que hacer unas cosas. – Dijo esta vez sin mirarle. – Ya somos mayorcitos, Leo, no seas tan plasta.
- Por lo menos podrían decir a dónde van cuando salen... – Replicó. – No les cuesta nada y los que nos quedamos en casa no nos preocupamos. – Intentaba mantener su acostumbrada serenidad, cosa difícil cuando era con Raph con el que hablaba.
El irascible hermano se levantó, llevándose el pantalón con él, sin decir media palabra más. Mike salió del cuarto a la vez que Raphael entraba casi llevándoselo por delante.
- ¿Qué enjambre le ha picado ahora?- Señaló con el pulgar dentro de la habitación.
- El de siempre... A ti también te lo digo, si sales, di a donde vas.
- Okis, esta vez se me fue la bola, lo siento. Y mira que pensaba que se lo había dicho a alguien... Me lo imaginaría, seguro. ¡Tío, que hambre tengo! – Cambió de tema rápidamente.
- Mira a ver que hay y aprovecha para apuntar lo que falta, tenemos que ir a comprar. – Dijo cambiando un poco de postura.
- Muy bien. – Entró en la cocina y cogió el block que colgaba de la nevera, para hacer la lista de la compra. Una por una, fue abriendo todas las puertas de las despensas y la nevera. – Pan, mantequilla, galletas... ¡¿ya se han acabado las Root Beer?! Este Raph... Cereales, salsa de tomate, leche... embutidos, masa para pizza, verdura y fruta... oh, también falta el té para Splinter. – Apuntó todo eso y más cosas que fue echando a faltar en los armarios. Al cabo de un rato parecía que ya estaba todo, revisó la lista, sí, estaba todo. – Leo, esto ya está... – Al asomarse, su hermano mayor ya no estaba en el sofá, en su lugar vio a Ana, que se peinaba el pelo húmedo. – Hola, Ana. – Se sonrieron. – Vamos de compras al super, ¿te vienes?
- Claro, me visto en un momento. – La chica se levantó y se fue a su pequeño cuarto, aún sin acabar, pero que ya gozaba de un aspecto particular. Cuando la puerta del dormitorio se cerró, comenzó a oírse una musiquita por la sala.
Mike se quedó a la escucha, tenía el oído tan entrenado que no tardó en localizar la fuente del sonido, el móvil rojo granate de la española, que estaba en la mano de un maniquí. El quelonio lo cogió, iba a llevárselo a la chica cuando se dio cuenta de que no podría dárselo porque estaba vistiéndose. Se encogió de hombros y lo 'descolgó'.
- ¿Diga? -
Una voz de mujer, mayor, hablando en lo que le pareció español, estaba al otro lado. El chico entendió enseguida que no podía ser otra que la madre de Ana. Intentó decir algo en su idioma, pero su conocimiento de español era bastante reducido.
- Ana es... en... her room. Eh... wait a minute! – Tapó el micrófono del teléfono y le hizo señas a Donatello. – Don, la madre de Ana, no entiendo lo que dice y ella está vistiéndose... ¿Qué hago?
- Pásamela. – Alargó la mano y su hermano le lanzó el móvil, este lo cogió en el aire sin apenas moverse. Se aclaró la garganta, llevaba tiempo practicando su español con Ana, era una buena ocasión de ponerlo a prueba. – Dígame.
*¿Quién es usted? ¿Dónde está Ana?* Preguntó la mujer, con tono preocupado y hablando muy deprisa.
- Yo soy un amigo de Ana, ella no puede ponerse ahora, ¿quiere dejar un... – tuvo que hacer memoria para recordar a palabra que necesitaba. – ...una nota? – Terminó de decir.
* Sí, que me llame cuando pueda. * Respondió.
- Yo se lo diré, adiós. – Y el informático apagó el teléfono. Mike le miraba interrogante.
- ¿Qué quería?
- Qué va a querer, Mikey, hablar con su hija... – La puerta del dormitorio se abrió de nuevo, la chica estaba vestida ya, se terminaba de recoger el pelo según caminaba. – Ana, tu madre te acaba de llamar, parecía nerviosa. Me pareció entenderle que la llames.
La española les miró con los ojos muy abiertos, cogió el móvil que le tendía Don y tecleó con rapidez. Su español, obviamente era más fluido que el de sus amigos.
- ¿Mamá? ¿Acabas de llamar?-
* Sí, y lo cogió primero un chico que no hablaba español y luego otro que bueno... algo sabía. ¿Quiénes son? *
- Un par de amigos, estoy en su casa y había ido un momento al baño. – Le respondió, mintiendo como una bellaca. Los dos hermanos la miraban.
* ¿Estás sola con ellos? Ten cuidado, Ana. *
- Mamá, tranquila, que son muy buenos chicos.
* ¿Son esos hermanos de los que me has hablado? *
- Sí, son dos de ellos. Además, estábamos a punto de salir, vamos al super. ¿Qué querías?
* Saber de ti, mi niña, que hace casi un mes que no llamas y siempre tienes el móvil apagado.*
- Siempre se me olvida encenderlo, mira, hoy me acordé de chiripa.
* Tu padre y yo preocupados por si te había pasado algo y tú tan tranquila... *
Ana puso cara de aburrimiento, que recordó las que le ponía Raphael a Leonardo.
- Joer, mamá, tranqui, que estoy bien.
* Pero oímos por las noticias que hubo un incendio allí y no llamabas... teníamos miedo de que hubiera sido por donde vives tú.*
La española puso una mueca, si ella supiera que lo ocurrido, había empezado precisamente en su apartamento... pero más valía no preocuparla más.
- Ya te digo que estoy bien. Eso ha sido lejos de donde estoy viviendo. – Bueno, no la estaba mintiendo exactamente. – Mamá, que nos tenemos que ir. Besos, les quiero. – Por si no tenía ocasión de volver a decírselo.
Leo salía del baño con la toalla sobre los hombros. Se sorprendió de ver la caras de los allí presentes.
- ¿Qué pasa?- Preguntó secándose la cabeza por detrás
- Mi madre acaba de llamar, por las noticias pusieron lo del incendio y estaba preocupada. – Le respondió ella.
- ¿Cómo se ha podido enterar si está en España? – Mike metió baza.
- No sé, por el canal satélite, supongo que estarán enganchados a las noticias mundiales. – Se encogió de hombros.
- ¿ Y qué le has dicho? – Leonardo agarró los extremos de la toalla que le colgaban sobre el pecho.
- Le mentí, le dije que eso había pasado lejos de donde vivo.
- ¿Por qué no le has dicho lo que pasó? – Volvió a hablar Mike.
- Oh, sí, Mike, muy listo. "Mamá, sí, mi apartamento ardió porque unos ninjas, que venían a por uno de mis amigos, que es una tortuga mutante, nos querían convertir en carbón a los dos." – Respondió Donatello, sarcásticamente. Michelangelo le hizo una carantoña.
- Más vale que la llames a menudo o se preocupará mucho más. – Dijo Leonardo, ignorando a los dos que se estaban haciendo muecas.
- Sí, es capaz de venir a Nueva York a ver qué pasa. – Concluyó colgando el móvil del cinturón.
- Pasando a otra cosa. ¿Mike, hiciste la lista? – El mayor miró al pequeño, que le enseñó el papel. – Pues preparémonos para salir. – Y se fue al vagón acompañado por Michelangelo, Donatello se detuvo a apagar el ordenador.
Raphael, llevaba un rato sentado en el sofá, vestido de nuevo, en silencio. Ana se sentó a su lado.
- ¿Llevas mucho rato esperando?
- Desde que cogiste el teléfono. ¿ Se ha mosqueado mucho tu vieja?
- Un poco, tengo que dejar el móvil siempre encendido por si se le ocurre volver a llamar.
Raph asintió. Una vez todos estuvieron vestidos salieron a hacer la compra.
