Disclaimer: Las tortugas ninja (Leonardo, Raphael, Donatello y Michelangelo), el maestro Splinter, Oroku Saki, el clan del pie, April O'neil, Casey Jones.... Son todos personajes propiedad de Mirage Studios. Ana me representa a mí, así que es un personaje de mi propiedad, Oroku Steven, también es un personaje inventado por mí.

Nota: Este fic está basado en el universo de las películas, más que el de los comics o las series animadas.

Hay veces en las que, con tener cuidado, no basta

Un par de días más tarde de la llamada, Ana proseguía con su vida normal, bueno, la que se había vuelto normal para ella, porque el convivir con cuatro tortugas que practican el antiguo arte del ninjitsu no era la cosa más normal del mundo, precisamente.

Salía de su última clase del día, no abandonó el edificio, no hasta que vio a Michelangelo acercarse a ella.

- Hola Mickey. ¿Cómo te ha ido el día?-

- Pues estupendamente, he estado pululando por las clases, entré en una de escultura, estuvo muy bien, la gente estaba haciendo moldes de escayola. ¿Y tú? – Cruzaron a la calle de enfrente.

- Bien también, entregué los trabajos y eso, ya estoy más liberada de cosas. – Sonrió a su amigo, estaba feliz de haber encontrado a una especie de alma afín en cuanto al arte. - ¿No has pensado en apuntarte a algún curso?

- Sí que lo había pensado, pero no sé a cuál, además, prefiero cogerlo desde el principio, no a medias. – Respondió metiendo las manos en los bolsillos.

- ¿Y cuáles te interesaría...? – Sin acabar la frase miró extrañada a su amigo, Mike le hizo un gesto con la mirada, miró de reojo hacia atrás, la chica le imitó. - ¿Nos siguen? – Preguntó en voz baja. La tortuga asintió suavemente.

- Tú no te asustes, haz como si no pasara nada. – Dijo en el mismo volumen que ella. – Pues no estoy muy seguro, tal vez haga ese que estás haciendo tú, o puede que ilustración... – Con disimulo metió las manos en el pulóver, bajo él, enganchados del cinturón, llevaba los nunchakus, preparados para cualquier imprevisto, como aquel. – Llama a casa y diles que vengan. – Volvió a decir en baja voz.

Ana asintió, estaba algo asustada, pero no se le notó en absoluto, sacó el móvil de un bolsillo lateral de la mochila, con suma calma y cuando comenzó a marcar, una sombra saltó por encima de ellos y les cortó el paso. Dos más hicieron lo mismo, el quelonio cubrió a su amiga mientras esta llamaba.

La lucha no se hizo esperar, el más joven de las tortugas mostró su valía, derrotando a los que se iban sumando a los tres primeros, pero pronto fueron demasiados para él sólo. La chica y la tortuga de quedaron espalda contra caparazón, estaban rodeados.

- Es un buen momento de ver qué tal te está entrenando Leo. – Dijo en tono guasón. Ana asintió y dejó caer la mochila al suelo, lucharía mejor sin peso de sobra. Se puso en actitud defensiva. Los ninjas parecían aguardar sus movimientos. Michelangelo se lanzó el primero contra los encapuchados y luego fue Ana, hacia el otro lado.

La española no lo hacía demasiado mal, pero por supuesto ellos eran mejores y esquivaban y paraban sus ataques, la chica se llevó una piña en el estómago, que la hizo doblarse. Tosió y se abrazó el lugar golpeado. El ninja que la había dado estuvo apunto de darle con un codo en la espalda cuando, la joven miró hacia arriba y soltando los brazos le dio un puñetazo al encapuchado en plena entrepierna, cayéndose al suelo, dolorido. Ana se rió y le sacó la lengua, pero su felicidad duró bien poco, dos la agarraron por los brazos y tiraron de ella con algunas dificultades al ella patalear e intentar liberarse.

- ¡Ana! – Gritó Michelangelo al percatarse de lo que ocurría a su espalda. Cuando giró, un ninja aprovechó la distracción para golpearle y dejarlo aturdido. Uno, armado con una katana fue a acabar con él, cuando otro le hizo un gesto.

- Todavía no. – Dijo, y con la muchacha a rastras, desaparecieron en la oscuridad.

La llevaron a lo que parecía un muelle, en una zona en construcciones, por supuesto, le taparon los ojos para que no supiera el camino. Los dos ninjas la empujaron y la tiraron al suelo, ella quedó de rodillas, se quitó la venda que la mantenía ciega e hizo ademán de levantarse, pero aquellos dos mismos que la había traído, le impidieron acabar el movimiento.

- ¡ No me toquen! – Se quejó, de los nervios, le costaba encontrar las palabras en inglés. Miró con rudeza a los ninjas, que estaban perfectamente alineados por detrás de ella. Ana giró su cabeza y miró hacia el frente, donde pudo distinguir, unos metros más allá, una sombra esbelta, que se acercaba lentamente hacia el grupo.

- Disculpa la rudeza de mis pupilos. – Dijo una voz masculina y con un ligero acento oriental, procedente de la sombra. – No están muy acostumbrados a tratar con invitados. – La sombra se acercó hasta que la luz la envolvió, cobrando la forma de un hombre joven, alto y delgado, vestido con ropas oscuras, de las que llamaba especialmente la atención una larga gabardina negra, de cuero.

- ¿Quién eres tú? ¿Qué diablos quieres de mí? – Preguntó visiblemente enfadada, tras tratar con Raphael, nadie la amedrentaba ya.

- Mi nombre es Oroku Steven. – Le ofreció la mano para ayudarla a levantar, que ella ignoró, levantándose por su propio pie. Uno de los ninjas fue a agredir a la española, por su insolencia, cuando el joven, con la mano que ella había rechazado, le hizo un gesto a aquel para que se detuviera y sonrió ligeramente.

- Me alegro por ti, ahora déjame ir. – Se cruzó de brazos y la expresión de disgusto no desapareció.

- Temo que eso no va a ser posible, querida, serás mi invitada hasta que aparezcan esos... amigos tuyos para intentar rescatarte. – Se alejó con las manos a la espalda. La española le siguió. Los ninjas hicieron lo propio.

- No sé de quién me habla. - Respondió haciéndose la loca y mirando hacia el cielo, disimulando.

Oroku se giró y ladeando la cabeza, volvió a sonreír.

- Sabes de quienes hablo, no hagas que me enfade... no te gustaría. – Su voz, cambió al final de la frase, se volvió fría y amenazadora.

- Ni te imaginas el miedo que me das... – Su sistema de defensa se puso en marcha, no podía mostrar temor, no lo mostraría aunque estuviera realmente asustada.

Con un rápido movimiento, que no tenía nada que envidiar a los de Raph, la agarró por la camisa y la atrajo hacia sí, quedando su cara a un palmo escaso de la de ella.

- No juegues conmigo, chica. Por tu bien, tus amigos verdes vendrán y tratarán de recuperarte... si no es así, si nos hemos equivocado... tú sufrirás su suerte entonces. – La soltó y se alejó. – Átenla ahí y monten guardia por la zona, conviene que vean dónde estamos. – Dijo a sus ninjas, sin el tono cortés de antes.

Mientras tanto, en las cercanías de la escuela...

- Mike, hermano, ¿ cómo te encuentras? – Sonó la voz de Donatello en la mente del más joven.

- Como si hubieran usado mi cabeza como gong... – Respondió en voz baja, frotándose el lugar del golpe. - ¡¿Y Ana?! – Se levantó del suelo, Leonardo tuvo que sujetarlo, porque casi vuelve a caer.

- Se suponía que contigo... – Esta vez, la voz fría de Raphael irrumpió en los oídos de Michelangelo, le señalaba reprobándole.

- Los del Clan del Pie, se la llevaron, eran un montón. Lo siento... – Miró a los ojos de Raph, oscuros e implacables.

Leonardo le soltó al ver que ya podía mantenerse en pie sólo. Entonces fue cuando vio una silueta moverse en las sombras, se impulsó a por ella, pero lo más que pudo alcanzar fue a ver cómo desaparecía en un callejón desierto. Miró a su derecha, clavada en una pared, con un shuriken, una nota. La arrancó y la llevó donde sus hermanos.

- Es de esos tipos. – Aclaró. "Queridos quelonios: si quieren recuperar sana y salva a su pequeña amiga, vengan al antiguo muelle, lo más pronto que puedan. Fdo.: Oroku S.." Leyó a los demás.

- ¡¿Oroku S.?! – Dijeron casi a coro. Raphael le arrebató la nota de la mano.

- No puede ser, nos lo cargamos. El muelle se lo cargó. – Levantó la vista del papel y miró a Leo, luego a los dos menores. – ¡Ese tío es más persistente que el conejito de Duracell! – Estrujó la nota con ira.

- Calma, Raphael, no es posible que siga vivo, estaba muerto, del todo. – Dijo Leonardo. Mike parecía el más anonadado con la noticia.

- Es como en mi sueño, será un SuperShredder por todos los mocos esos que se tragó, y no podremos con él...

- ¡Mike! – Le hizo callar Donatello. – Eso no es posible. Como dice Leo, Shredder murió.

- ¿Y quién puede ser si no, ese Oroku 'Ese', 'S' de Saki? – Preguntó retóricamente.

- Puede que un hermano, o un hijo... – comentó Leonardo.

- ¡Eh! ¿Y si dejamos ya de hacer preguntas estúpidas y vamos a salvar a Ana? – La voz de Raphael volvió a sonar entre ellos. Parecía realmente enfadado y nervioso.

- Raph tiene razón, vámonos. – Sentenció Leo. Las tortugas se pusieron en movimiento, hacia el viejo muelle.