¡Hola! Soy yo de nuevo con un nuevo fanfic extraño para atormentarte, sólo que este fic no es 100% mío, sino que la idea fue de mi hermano (que se hace llamar Lúgar), y yo lo escribí. Así que chécalo para ver si te gusta, es una historia que se sitúa en la época mitológica de Oriente, y he de decir que está buena (y no lo digo por que Lúgar sea mi hermano ¿eh?)

Léelo y dinos qué te parece.

Lince: Digimon no me pertenece.

Lúgar: Y nunca te pertenecerá nn

Lince: Le da un zape a Lúgar en la nuca.

Lúgar: ¡Auch!

Lince: Ejem!... como decía. Digimon le pertenece a Akiyoshi Hongo... (U.U ni hablar)

 

La leyenda del espíritu del bosque

Por: Lince y Lúgar

Capítulo 1: El cordero que desaparecía

Ruki Makino metió dos dedos en su boca, y soltó un silbido enérgico y extenso.

Las ovejas que habían estado pastando y mascando hierba todo el tiempo, soltaron un balido de protesta y alzaron perezosamente las cabezas, mientras la joven pelirroja de catorce años se aproximaba hacia ellas.

     –¡Ya es hora de volver a casa! –las urgió, comenzando a contarlas rápidamente con la vista, sus ojos castaños recorrían las cabezas de ganado asegurándose de que todas se encontraran reunidas.

Los Makino habían servido durante seis generaciones a la familia Lee, la cual los había recibido en sus tierras durante la época de la guerra que azotó los terrenos de Japón en los que originalmente habían vivido, y razón por la cuál habían emigrado a China.

Ruki vivía con su madre y con su abuela en una pequeña vivienda situada en los límites del pueblo, ahí, los Makino se habían encargado del cuidado de los rebaños ovinos de sus amos por siglos; podría decirse que dicha actividad se encontraba genéticamente dominada para ellos y se había convertido en un arte transmitido de generación en generación. 

Las mujeres de la familia se habían encargado siempre del trato de la lana, mientras que los hombres eran los que se encargaban de la alimentación, la crianza, y del pastoreo. Pero hacia tres años que Ruki desempeñaba las tareas que antes cumplía su padre, desde que éste había muerto misteriosamente en la pradera cumpliendo con su deber. Este era el por qué la madre de Ruki, Rumiko, se preocupaba tanto cada vez que su hija salía del pueblo y se encaminaba hacia los pastos.   

La pelirroja terminó la cuenta, meneó la cabeza y suspiró.

     –Siempre se separa ese pequeño. –murmuró con algo de resignación en la voz. –¡Hey Takato! –llamó.

Un chico alto de catorce años, cabello castaño y ojos carmesí, asomó la cabeza de entre los animales y corrió presuroso hacia la muchacha que lo había nombrado.

     –¿Qué sucede, Ruki? –preguntó Takato.

La chica se cruzó de brazos y lo miró valorativamente.

     –Lo que sucede, Matsuda, es que no has aprendido a hacer bien tú trabajo. –gruñó.

Takato sonrió nerviosamente y sujetó el bastón que usaba para arrear a las ovejas.

     –¿No lo estoy haciendo bien, Ruki? –pronunció el chico, arqueando las cejas.

Ruki resopló y asió firmemente su propio bastón.

     –Otra vez dejaste que "Nube" se separara del rebaño, torpe. –lo reprendió la pelirroja. –Sabes que ese cordero es el favorito de la señorita  Shuichon, y ella se pondrá muy triste si llega a enterarse de que al pequeño se lo comió alguna bestia hambrienta de por aquí. –comentó la chica con seriedad.

Takato tragó saliva.

El muchacho había llegado hacía algunos meses al pueblo, al parecer no tenía familia; había estado vagando varios días por la villa buscando un trabajo hasta que Seiko, abuela de Ruki, lo conoció en el mercado. El pobre chico llevaba mucho tiempo sin alimento y se veía pálido y delgado ese día. La anciana lo había invitado a comer, y charlando se enteró de su historia; la mujer le preguntó a Takato sí conocía el oficio de pastor, y lo había invitado a vivir con ellas. Ante la sonrisa de gratitud del joven.

Takato sacudió la cabeza y miró a Ruki, quien acababa de silbar nuevamente hacia el rebaño y lo guiaba con facilidad hacia donde se encontraba el chico.

El joven parpadeó confundido.

     –¿Ruki, qué haces? –balbuceó Takato.   

La chica se apartó el fleco de la cara y le sonrió a su inexperto compañero.

     –Voy a buscar a Nube. –habló la pelirroja mientras observaba al sol ocultarse tras el horizonte. –Será mejor que te lleves el rebaño a casa. Yo te alcanzaré en cuanto encuentre a esa oveja descarriada.

El chico se había dado cuenta en los meses que había pasado con las mujeres Makino, que Ruki era una chica seria y atemorizante la mayor parte del tiempo; pero cuando la joven tomaba su bastón y llegaba al campo, era una persona totalmente distinta. Ella le había enseñado a Takato todo lo que sabía; pero aún así, Nube seguía escapándose de la vista del chico. Ruki siempre regañaba a su aprendiz por sus constantes descuidos en el campo; pero en las noches, cuando regresaban a casa, se sonreía y admitía que a ella también se le habían escapado las crías de vez en cuando.

Takato asintió vacilante ante la petición de la pelirroja y comenzó a guiar al ganado por el camino rumbo al pueblo, hasta que Ruki lo llamó de nuevo.

     –¡Takato!... No le digas nada a mi madre, se preocuparía mucho.

     –¿Y entonces qué le digo? –inquirió él.

     –No lo sé. Inventa algo bueno. –terminó Ruki alejándose y encaminándose al bosque.

El chico se rascó la nuca y arqueó las cejas.

     –¿Qué voy a decir esta vez?

La verdad del asunto era que el pequeño cordero en cuestión llevaba varios días escapándose de Takato, y extrañamente, Ruki podía recordar que desde mucho antes que él llegara, siempre era una cría la que se separaba de los demás. Incluso cuando Ruki era pequeña y acompañaba a su padre a los pastos recordaba las ocasiones en las que tenían que volver a casa con las demás ovejas y regresar de inmediato a buscar a la que se perdía. Porque las crías que se perdían del rebaño sólo volvían a aparecer cuando Ruki era quien las buscaba. Por eso Ruki había aprendido todo lo que se necesitaba saber del pastoreo, porque su padre decía que ella parecía tener un talento especial con esos pequeños animales.

Ruki se adentró en el bosque con cautela. Con la mirada inspeccionaba cada posible rincón que le pudiera servir de escondite a la criatura extraviada. Constantemente la chica miraba por sobre su hombro, mientras sentía que un terrible escalofrío le recorría la espina; no le gustaba ese sitio, siempre se sentía observada ahí dentro. Avanzó unos cuantos pasos más hasta que escuchó un sonido conocido. Los árboles tras ella se derrumbaron con un estruendo sordo. La joven se giró, solo para darse cuenta de que la salida del bosque había sido bloqueada y había desaparecido.

Ruki meneó la cabeza.

     –Estoy atrapada. –susurró.

Al mismo tiempo, una sombra se escabullía por ahí y por allá siguiendo a la joven pastora. Siempre a sus espaldas, pues la sombra la conocía muy bien; sabía de sobra que la pelirroja era demasiado astuta y que podía descubrirla si cometía algún error.

La sombra se preguntó si la pastora podría pasar la prueba como en las otras ocasiones. Se preguntó si de nuevo podría encontrar al pequeño perdido.

     –¡Nube! –llamó Ruki, adentrándose más y más en el bosque pero sin lograr ver nada. De pronto, se detuvo al toparse contra una barrera de troncos enormes que no recordaba haber visto antes.

Es extraño. pensó Ruki. El bosque no se extiende tanto... será que...

La sombra miró a la chica desde su escondite con curiosidad. ¿Será que ya lo ha adivinado?

Ruki asió su bastón con firmeza y colocó dos dedos en su boca mientras soltaba un silbido largo y pausado. Nada sucedió. Ruki cerró los ojos y se inclinó pegando una oreja al suelo.

Nube está aquí... pensó. ...puedo escuchar sus pisadas, está inquieto, asustado... está cerca...

La pastora se levantó de un brinco, y con la vista escudriñó con persistencia la maleza que se encontraba frente a ella. Arqueó las cejas.

Esto no es real... Se dijo mientras levantaba su bastón y lo dirigía hacía un grupo de árboles enormes que le obstruían el paso.

La sombra esbozó una sonrisa ante la acción de la pastora, chasqueó sus dedos; al hacerlo, todos los árboles que se erguían frente a Ruki desaparecieron como si se hubieran tratado de fantasmas o algo así. Más Ruki no se inmutó.

     –Ven aquí Nube. –llamó la pelirroja mientras se arrodillaba y acariciaba al animal. –Eres un buen chico.

La chica se levantó, recorrió el lugar con la vista y sujetó su bastón con fuerza.

     –Vámonos pequeño. –lo urgió. –La señorita Shuichon debe estar preocupada por ti.

Al decir aquello, se escuchó otro chasquido, y el paisaje del bosque cambió revelando la salida del lugar.

     –¡Perfecto! –gritó Ruki. –¡Pasamos! –comentó dirigiéndose al cordero, y encarrerándose hacia la salida.

Con mucha frecuencia le sucedían a Ruki cosas como aquella, cuando los corderos se perdían era un verdadera faena el volver a encontrarlos. Siempre parecía tener que cruzar por una especie de prueba o acertijo, y en ocasiones más extrañas había tenido que sortear peligros y enfrentarse contra criaturas extrañas que luego se esfumaban en el aire ante el desconcierto de la pastora que al final no entendía qué era lo que sucedía. Durante años, Ruki pasó por lo mismo durante una y otra vez sin prestar demasiada atención al asunto; pero cuando su padre murió sin razón aparente, decidió investigar más a fondo. Hablando con la gente más vieja de la aldea había logrado descubrir que en ese bosque habitaban muchos espíritus y monstruos diversos, y que probablemente uno de ellos había sido el causante del desafortunado fallecimiento del jefe de la familia Makino.

Ruki suspiró. Aunque sabía muy bien que era uno de esos espíritus el que le hacía pasar tantas penalidades no podía evitar el divertirse cuando buscaba a las crías que se le perdían en el bosque, era como un reto, una prueba tras otra que tenía que superar por alguna extraña razón. Esa forma de probarse era lo que más emocionaba a la chica, aunque no estuviera aún muy segura del por qué. Cuando la pastora hubo alcanzado el límite del bosque junto con su pequeño perdido, golpeó el suelo dos veces con su bastón, y se apartó el cabello con petulancia.

     –Eso fue muy fácil... –murmuró.

Arrogante como siempre. Pensó la sombra a espaldas de la chica.

La pelirroja se dio media vuelta y levantó la mirada hacia las copas de los árboles.

     –¡Necesitas mejorar tus travesuras, Espíritu! –habiendo dicho esto, Ruki sonrió, apuró a Nube y se deslizó hacia los campos a todo correr.

La sombra descendió a tierra y se cruzó de brazos mientras observaba a la pastora desaparecer a lo lejos; esbozó una sonrisa maliciosa, tomando como desafío las palabras de la pelirroja.

     –Lo haré Ruki. –susurró entre dientes. –Ten por seguro que lo haré.

Continuará...

Bueno, este ha sido el final del capítulo 1. Como ves, mi hermano Lúgar a hecho un par de cambios extraños pero que se ven bien (lo del color de los ojos de Ruki fue a propósito) Usamos los nombres japoneses porque pensamos que eran los más adecuados, y bueno, otros detallitos ya se definirán conforme avance la historia (algo típico en mí U.U) Bueno, no me queda más que agradecerte por checar este fic, y decirte lo que ya sabes: Dudas o comentarios, envíalos por e-mail o por un review. Puedes comunicarte con Lince (o sea yo) o con mi molesto hermano Lúgar (jejejeje)

Su e-mail es:

lugar85titanhotmail.com

¡Nos leemos pronto! (espero) Y no olvides dejar un review