Hola!
Sí estás leyendo esto es porque verdaderamente tienes una paciencia asombrosa, muchas gracias! Esto ya se está acabando!
(Lince con lágrimas en los ojos): Ya casi se termina! Puedo ver mi libertad allá a lo lejos!
(Intromisión de Lúgar): La verdad Lince estuvo toda vuelta loca porque este capítulo era pura comedia y no encajaba muy bien XD (soy un enfermo!!!)
Lince: No tienes vergüenza! Después de todo lo que me has hecho escribir!
Lúgar: Ya, ya, que bien que te prendiste tú también, escribiendo todas mis fumadas.
Lince: Ok, ok, ya basta de quemadas, este es el penúltimo capítulo de la saga! Qué lo disfrutes!
Un saludo a mi camarada Argus, y a Nayru, que son con ganas!
Digimon no nos pertenece, le pertenece a Akiyoshi Hongo
La leyenda del espíritu del bosque
Por: Lince y Lúgar
Capítulo 5: La posesión kitsune
Ruki intentó abrir los ojos cuando comenzó a escuchar voces a su alrededor que parecían estar discutiendo las unas con las otras; pero como no pudo conseguirlo, decidió dedicarse a escucharlas solamente. Se sorprendió al captar la voz de su madre que susurraba algo de manera histerizada, y a la de Takato que era la que le respondía. Rumiko tomó la palabra:
–¿Qué ocurrió, Takato?, ¡Ruki se encontraba perfectamente esta mañana y regresa a casa en estas condiciones! –reprochó Rumiko, que sonaba increíblemente enfadada. A la par de la mujer, se escuchaba que Takato balbuceaba algunas medias frases.
–¡Ignoro lo que sucedió, Rumiko-san! –explicó el muchacho con torpeza. –Encontré a Ruki recostada en la hierba, así como la ven ustedes.
La discusión fue interrumpida momentáneamente cuando la abuela Seiko entró a la habitación con una vasija de agua entre las manos y se inclino junto a Ruki, mientras molía con sus dedos algunas hojas resecas que depositaba en el recipiente, para luego humedecer los labios de la chica. La anciana observó fijamente el corte que la pelirroja tenía en su mano izquierda y frunció ligeramente el entrecejo, mirando al joven Matsuki de reojo.
–Parece como si Ruki no hubiera comido en muchos días. –susurró, levantando uno de los huesudos brazos de su nieta con sumo cuidado. –Nunca había visto algo así. –añadió preocupadamente.
Rumiko se sujetó la frente y meneó la cabeza, claramente en un intento de reprimir el llanto. Takato clavó la vista en el suelo. Y Seiko suspiró, encogiéndose de hombros.
–Lo más prudente sería tratarla con soba, solo para prevenir que algo peor ocurriera, ¿no crees Rumiko?
La mujer asintió pesadamente. Takato se puso de pie de un salto.
–¡Yo me encargaré de conseguir una poca! –declaró con firmeza, mientras abandonaba la habitación y salía presuroso, calzándose las zapatillas en el camino.
Rumiko miró a su hija nuevamente y se arrodilló junto a ella, sollozando ligeramente, mientras le acariciaba la cabeza. Ruki trató de moverse y abrazar a su madre, pero no pudo conseguirlo.
–Sabía que algo malo iba a suceder… –susurró quedamente. –…Lo presentí y no hice caso…
Ruki no podía soportar ya más tiempo el escuchar a su madre hablar de esa forma, como si estuviera muerta… ¡No lo estaba! Trató con todas sus fuerzas de recobrar el control sobre su cuerpo que se negaba a responderle. Enfocó todos sus pensamientos en ello y de pronto se sintió más ligera, más despierta, logró recuperar la sensibilidad en sus músculos y se percató de que estos le producían un dolor de los mil diablos; pero no le importó. Siguió esforzándose. Quería despertar. Mirar a su madre. Dejar de causarle penas. Sintió sus propias lágrimas resbalando por su cara, y entonces sucedió. En ese momento, Ruki pareció mover un poco sus dedos, y gimió ligeramente antes de abrir los ojos y ver el rostro borroso de Rumiko quién esbozó una sonrisa de alivio y la tomó de la mano de forma nerviosa.
–...Madre... –susurró la pelirroja, débilmente. –Perdóname… yo…
–Shhhh. –chistó Rumiko, meneando la cabeza. –Tranquilízate Ruki, no te esfuerces mucho. Ya habrá tiempo para hablar sobre esto.
Ruki desvió un poco la mirada, sin comprender muy bien a su madre. Entonces vio la herida de su mano y lo recordó todo. ¿Qué había sucedido con Icari? pensó; sin embargo, antes de que su mente aterrizara en los sucesos acontecidos en el bosque, Ruki frunció el entrecejo al notar lo extraña que su mano se veía, y arqueó las cejas. ¿Esos eran sus dedos?, pudo comprobarlo al moverlos un poco. Sí que lo eran, pero no podían ser… ¿o sí? Parecían demasiado delgados, casi podría jurar que se veían sus huesos. Sus ojos siguieron subiendo y entonces vio su brazo…
–¡Aaaaaargh! –soltó Ruki, intentando levantarse, mientras su madre y su abuela trataban de detenerla. –¿Qué está pasando? –soltó mirándose ambas manos, histéricamente. –¿Qué sucedió?
Ruki jadeó y toqueteó su cara. ¡Estaba en los huesos!, Toda ella parecía un esqueleto viviente, ¿Cómo era posible que siguiera con vida en un estado como ese? ¿Tendría que ver Icari en todo eso? ¿Habría hecho algo para evitar que muriera o se rompiera en trozos? Ruki meneó la cabeza y de pronto sintió ganas de vomitar. Todo estaba pasándole demasiado rápido.
–¿Ruki? –susurró su madre. –Cálmate, cariño.
Ruki sintió de pronto que se mareaba, y que sus ojos se cerraban pesadamente mientras caía en su futón y era envuelta en una negrura nebulosa. Escuchaba vagamente que su madre y su abuela la llamaban afligidamente; pero sus voces se fueron apagando hasta que Ruki atravesó la oscuridad y se detuvo en un sitio blanco e iluminado que le brindaba un sentimiento de calidez que le resultaba extrañamente familiar...
–¿Qué pasó? –preguntó Ruki mirando a su alrededor. –¿Qué es este sitio?
La pelirroja se sorprendió un poco al escuchar cómo su voz se extendía por ese espacio, para luego perderse por completo. Arqueó las cejas. Miró sus manos. Se veían normales, sacudió la cabeza sin poder comprender mucho. –¿Qué rayos estocurriendo?–inquirió.
–Lo que sucede es que estamos dentro de tu mente, Ruki. –respondió una voz suave que resonaba en un eco que parecía provenir de un sitio lejano. –Como supuse, aún no tienes suficiente fuerza para controlar de nuevo tu cuerpo.
Ruki parpadeó sorprendida.
–¿Icari?, ¿Icari eres tú?, ¿Qué fue lo que sucedió conmigo? –cuestionó la pelirroja mientras se miraba las manos y recordaba la apariencia que habían tenido hacía unos momentos. –¿En dónde estás?, ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estás tú aquí?
Frente a Ruki se materializó el kitsune dorado que le sonrió ligeramente.
–Te estoy pagando el favor. –le dijo con suavidad mientras se encogía de hombros. –Tú salvaste mi vida, así que mi deber es cuidarte hasta que te recuperes por completo.
Ruki ladeó la cabeza.
–¿Eh?
Icari sonrió ligeramente y asintió con brevedad.
–Verás, Ruki. Cuando me ofreciste parte de tu alma para ayudarme, tú quedaste indefensa en un estado y un sitio peligroso. Debo decir que me sorprende que actúes siempre sin pensar en las consecuencias. –la reprendió Icari, aunque sin dejar de sonreír. –Poreso decidí poseer tu cuerpo, para darte de mi fuerza y aliviarte con mayor rapidez.
Ruki parpadeó sorprendida.
–¡¿Quieres decir que en estos momentos estoy poseída?! –jadeó la chica sin podérselo creer. Ruki frunció el entrecejo unos instantes y se colocó las manos en la cintura –Espera, Icari. Creía que las personas poseídas no podían actuar a voluntad. –razonó. –Entonces ¿por qué?...
–Bueno, tenía que dejar que vieras a tu madre. –respondió el kitsune encogiéndose de hombros. –Tú estabas luchando por hacerlo, ¿no?–Ruki asintió decidida. –Tienes una voluntad muy fuerte, Ruki, y eres mi amiga. Por eso te liberé de mi control en ese momento, pero creo que lo más prudente será que me dejes encargarme de ahora en adelante. Aún te encuentras muy débil.
–Sí, pero… –dudó la pelirroja.
–Confía en mí.
Icari desapareció en el aire y Ruki sólo pudo quedarse en ese espacio, mirando a su alrededor. Suspiró sonoramente y se mordió el labio.
–Lo hago siempre, Icari. –susurró la chica en voz baja.
(Ruki acaba de ceder el control de su cuerpo a Icari)
Ruki abrió los ojos lentamente ante el alivio de su madre que la miraba de forma temerosa. La chica sonrió ligeramente.
–Hola, mamá… –le dijo la pelirroja con voz suave. –…Discúlpame por darte estos sustos.
Rumiko negó con la cabeza, mientras dibujaba una sonrisa maternal.
–Sólo quédate tranquila y no hagas movimientos bruscos. –le dijo la mujer, acercándole un cuenco de agua que la pelirroja sujetó como si nada. –¿Sí puedes tú sola, Ruki? –preguntó Rumiko algo sorprendida.
Ruki se ruborizó un poco ante la pregunta, y asintió tímidamente.
–S-sí, sí. –barbotó nerviosamente. –Está bien. Hace rato sólo me mareé un poco. –explicó, a la vez que miraba a Rumiko y a Seiko quienes parecían algo escépticas. –Ya comienzo a sentirme algo mejor. –agregó mientras se bebía toda el agua de un trago. –¿Lo ven?
La señora Makino la miró con ojos penetrantes, mientras la muchacha se encogía en su sitio algo asustada, la madre parpadeó un poco al captar en la mirada de su hija un brillo extraño que de pronto le provocó algo de sueño. Ruki al notarlo le sonrió. Rumiko sacudió la cabeza y sonrió también, se giró a ver a su madre.
–Parece que se encuentra algo mejor, ¿no te parece, madre?
Seiko miró a Ruki por el rabillo del ojo.
–Mmmmm…
Un silencio algo incómodo se apoderó de la habitación, mientras Seiko miraba de forma ceñuda a la pelirroja, quién parecía realmente intimidada por la mirada que le dirigía la mujer. La abuela se puso de pie después de un rato y salió del cuarto sin decir nada. Rumiko meneó la cabeza, y Ruki pasó saliva.
–Creo que tu abuela y yo nunca compartimos las mismas opiniones. –suspiró Rumiko, encogiéndose de hombros.
Ruki clavó la vista en el suelo y de pronto le habló a su madre quedamente.
–Tengo hambre... –susurró al momento en que su estómago emitía un sonido semejante a un gruñido.
–¡Eso es una excelente noticia! –sonrió Rumiko. –¿Qué te gustaría, Ruki?, Lo prepararé en seguida.
Ruki frunció el entrecejo y sonrió de pronto.
–¿Cualquier cosa? –preguntó.
–Cualquiera, Ruki. –corroboró su madre.
La chica pareció de pronto que se saboreaba de algún platillo que le pasaba por la mente, y entonces respondió:
–Quisiera… –titubeó. –me gustaría… Arroz... –pronunció la chica sonriente. –Arroz frito... con mucha soya. –pidió relamiéndose. –mucha…pero que sea fermentada.
Rumiko arqueó las cejas y miró a su hija fijamente.
–¿Arroz frito con soya, Ruki?
–Fermentada. –recordó la muchacha.
–¿Qué no odiabas eso? –inquirió la mujer con gesto de extrañeza.
–No… me encanta. –susurró Ruki algo ansiosa.
–Entonces... lo traeré en un momento… –pronunció Rumiko algo confusa. –¿Con soya fermentada?–murmuró todavía aturdida cuando se hubo marchado de la habitación de la pelirroja.
Ruki siguió con la vista a Rumiko y se enderezó cuando la perdió de vista, sonrió satisfactoriamente y abrazó la almohada con los ojos brillantes.
–¡Voy a comer arroz frito! –chilló emocionada.
En ese momento una voz resonó en la cabeza de Ruki, y esta se sobresaltó, la voz era idéntica a la suya, solo que sonaba mucho más molesta y terrible:
–¡Icari! ¡Qué rayos estás haciendo! –rugió la verdadera Ruki desde el interior de su propia mente. –¿Sabes lo enferma que me pone esa cosa?
Ruki sonrió y se recostó de nuevo en su futón, mientras deslizaba los pies sobre el suelo de madera.
–Tú tal vez te enfermes, Ruki, pero ahora tú mente no controla tu cuerpo sino yo; y como yo no me enfermo con ese platillo, entonces nada te sucederá… ¿captas?
–No mucho. –admitió la voz de la pelirroja.
Ruki suspiró.
–En estos momentos tu cuerpo goza de mis poderes. –explicó Ruki. –¿Te diste cuenta de cómo casi hipnotizo a tu madre? ¡Y eso que te encuentras débil!, creo que las cosas se van a poner divertidas en cuanto recuperes más fuerza… –susurró el kitsune mientras esbozaba una sonrisa maliciosa usando los labios de la pelirroja.
–¿A qué te refieres con divertidas? –cuestionó la voz de Ruki con algo de inquietud.
Ruki chasqueó la lengua.
–Ah, ya lo averiguarás… –susurró misteriosamente. –Aunque por ahora me preocupa tu abuela. Creo que a ella no la pude convencer, tendrás que ayudarme, Ruki.
–Mmmm… será complicado.–respondió la voz de la pelirroja. –La abuela es muy perspicaz.
–Bueno, ya habrá tiempo para preocuparse por eso. –respondió Ruki como no dándole mucha importancia a ese asunto. –Lo verdaderamente urgente es tu energía. Tienes que recuperarte cuanto antes para que podamos volver al bosque.
–¿Volver?–inquirió la voz de Ruki, extrañada.
–¡Para despejarlo de espíritus malignos, Ruki! Ahora deben estar aprovechando mi ausencia. Recuerda que ese oni lo destruyó todo, y no puedo regresar ahí como kitsune. Necesitaré que tú me lleves.
–Uh… claro. –balbuceó la voz de Ruki no muy convencida de tener en esos momentos el poder de un kitsune de 9 colas. –Icari ¿y en serio puedo hacer tus mismos trucos? –soltó ante dicha inquietud.
–Bueno, la mayoría de los de mi repertorio, podría decirse. Después de todo tienes mucha fuerza espiritual; sin embargo no estoy muy segura de qué tan lejos puedas llegar. Tal vez algunos consumirían mucha de tu energía. –susurró Ruki de forma preocupada. –tu cuerpo es muy fuerte, pero no es el de un kitsune, probablemente no puedas ser capaz de resistir algún truco muy avanzado.
–¡Ruki, ya despertaste!, ¡Qué alivio! –gritó alguien desde el pasillo.
Ruki jadeó y se giró rápidamente, siguiendo el curso de la voz. Takato era quién entraba lentamente a la habitación en ese momento, sosteniendo un cuenco de madera entre sus manos, el cuál parecía estar lleno de un líquido espeso y de color verdoso. Se detuvo frente a la pelirroja y arqueó las cejas.
–Ruki, ¿qué tanto murmurabas? –inquirió extrañado. –¿Hablabas con alguien en especial? –agregó curiosamente.
Ruki meneó la cabeza frenéticamente, mientras reía y sentía que un sudor frío le resbalaba por la cara. Icari no se dio cuenta de la llegada del chico, y todo ese tiempo estuvo hablando aparentemente sola. Un silencio espectral se apoderó del cuarto a la vez que Ruki rogaba mentalmente que Takato no la siguiera cuestionando al respecto, cosa que afortunadamente, no sucedió. En su lugar, Takato se sentó junto a ella y se remojó los dedos con la pasta que había conseguido. Sostuvo su mano en el aire unos segundos hasta que se aclaró la garganta, ligeramente.
–mmm… Ruki. –susurró. –¿Podrías por favor descubrirte un poco la espalda? Tengo que untarte esto.
La pelirroja miró al chico, sorprendida. Se ruborizó ligeramente, y entonces asintió.
–Va a estar un poco frío. –previno Takato.
Ruki asintió de nuevo y se estremeció ligeramente cuando el chico le aplicó el ungüento suavemente, la chica frunció un poco el entrecejo sin entender lo que sucedía. En realidad la pasta sí estaba algo fría; pero Icari se sorprendió al sentir que el corazón le latía rápidamente, y que no era ella quién parecía estarlo provocando, sonrió divertida, pues acababa de darse cuenta de algo interesante.
Con que de eso se trataba… pensó Icari resueltamente. Ahora ciertas cosas tienen más sentido.
Ruki miró al chico de reojo, ciertamente, él también parecía haberse ruborizado; aunque si bien su semblante se veía serio. Takato dejó el recipiente con soba en el suelo y desvió la mirada.
–Con eso será suficiente. Ya puedes cubrirte. –susurró, al momento en que se giraba y le daba la espalda.
La pelirroja reacomodó su blusa con la extraña sensación de que el corazón podía salírsele por el pecho en cualquier momento. Matsuda era todo un caballero, e incluso Icari tuvo que reconocerlo. Takato no dirigió su vista hacia Ruki en ningún momento, y eso quería decir que realmente la respetaba. La chica tosió cortésmente y el chico se giró de nuevo y la miró sonriente. Ruki le devolvió la mirada y le sonrió de vuelta.
–Gracias. –Le dijo.
Takato inclinó la cabeza y asintió ligeramente.
–Siempre te aventuras sin oír razones. La próxima vez podrías no tener tanta suerte. Ten más cuidado, Ruki.
La pelirroja arqueó las cejas y le sonrió de nuevo.
–Lo tendré, Takato.
Ruki frunció el entrecejo al notar que el chico parecía algo nervioso.
–Ruki… –susurró apresuradamente, mientras miraba a todas partes como si quisiera asegurarse de que nadie los escuchaba. –Tengo algo importante que decirte. –añadió.
Icari y Ruki parecieron sorprenderse.
–¿Algo… importante? –balbuceó la chica torpemente.
Takato la miró a los ojos y dudó un momento antes de menear la cabeza y ponerse de pie.
–No, discúlpame. –le dijo él en voz baja. –No es nada… –murmuró, saliendo de la habitación y dejando a la pelirroja sumamente confundida.
La chica guardó silencio hasta que escuchó su voz en su mente.
–Que extraño. –susurró la voz de Ruki, intrigada. –Takato nunca se comporta de esa forma.
–Bueno, tal vez es tímido, ¿no? –repuso Icari cruzándose de brazos.
–Para nada. –contradijo la voz de la pelirroja. –Al menos no conmigo. –frunció el entrecejo antes de volver a hablar. –Icari, creo que me perdí de algo mientras estuve inconsciente… ¿Qué crees que pudo haber…? ¿Icari?... ¿Icari?
Pero Icari ya no podía contestar nada más, Rumiko había retornado a la habitación y había depositado un enorme platón lleno de arroz bañado en soya que Ruki estaba devorando como si alguien fuera a quitarle el plato en cualquier momento, todo ante la mirada atónita de su madre quién parpadeaba sorprendida.
En la mente de Ruki, Ruki parecía al borde de la histeria.
–¡¡¡¡Icari!!!!
Al cabo de un par de semanas, Ruki parecía gozar de un mejor aspecto. Se veía más saludable y extrañamente alegre. No podía subir a las montañas todavía, pues Rumiko se lo había prohibido, así que se quedaba en casa a cumplir con las labores de la misma, y acompañaba a su madre al mercado con el pretexto de que necesitaba respirar el aire fresco, y bueno, en parte era verdad. Icari, siendo un kitsune joven, no podía soportar mucho tiempo el encierro y necesitaba de los espacios abiertos y del calor del sol; sin embargo para la verdadera Ruki, esto era una completa pesadilla, ya que Icari no se esforzaba mucho en ocultar su buen humor, cosa que para nada encajaba con la imagen que todo el mundo tenía de la pelirroja Makino, que era fría y seria con la gente. Takato, que era el que se encargaba de pastar a las ovejas sin contar con la compañía de Ruki, parecía encontrarse en ocasiones muy serio y ciertamente dudoso de algo. Por las noches intentaba hablar con Ruki, pero luego se arrepentía y se iba, dejándola con la intriga; la pelirroja no sabía qué era lo que pasaba últimamente con él, sin embargo decidió que no lo presionaría, y esperaría hasta que el chico pudiera hablarle por su cuenta. Ahora, que otro problema con el que tenía que lidiar Ruki, era la abuela Seiko, quién había estado recelosa de ella la última semana, y si bien no tenía la certeza de asegurar que su nieta tenía algo extraño, bien tenía sus sospechas, y buscaba todos los días algún motivo para fundamentarlas; pues conforme la pelirroja fue recobrando su energía, las habilidades kitsunes de las que Icari le habló, parecían comenzar a manifestarse. Ruki siempre había sido considerada como una chica muy bella por algunos muchachos del pueblo que la admiraban secretamente; pero ahora, parecía ser que cada hombre de la villa tenía los ojos puestos sobre ella y la asediaban constantemente. Icari le había explicado que eso se debía a un poder de seducción que los kitsunes tenían sobre los integrantes del género opuesto, pero que resultaba especialmente fuerte sobre los humanos. Ruki se lo creyó todo la primera vez que salió de su casa desde el encuentro con el oni, cuando unos veinte muchachos la rodearon y la invitaron a salir, cosa que a la pelirroja no le hizo nada de gracia. Takato le hacía bromas a Ruki al respecto y salía de la casa como si nada, pues el chico parecía tener cierta resistencia a los encantos de la pelirroja y la trataba como de costumbre, algo similar se aplicaba con Wei; quién seguía enfurruñado en contra de ella y le seguía lanzando miradas envenenadas cada vez que podía. Mientras que por otro lado, Ruki tenía que alejar prácticamente a palos a Ryo Akiyama quién ahora trataba de conquistarla con más insistencia que antes; el hechizo también pareció haber caído sobre el joven Jenrya, quién saludaba a la pelirroja con un entusiasmo renovado cuando esta pasaba cerca de su palacio y le sonreía nerviosamente. Definitivamente fueron días difíciles y locos. Todo el pueblo parecía estar de cabeza y Ruki, más confundida que de costumbre. Pues por primera vez, en sus dieciocho años de vida, se acababa de percatar de que la aldea le era un lugar ajeno y se sentía incómoda ahí. Nunca había prestado atención a esos detalles cuando salía a pastar y recorría el campo libremente. Era algo difícil de explicar. Ruki ya antes había tenido ese sentimiento, como de no pertenecer a ninguna parte; pero era cuando se acercaban las festividades en la villa cuando este se acrecentaba. Era como si las fiestas la hicieran sentir melancólica por algo, aunque no supiera exactamente por qué.
Y precisamente en el pueblo, esos días, cada persona del lugar se encontraba haciendo preparativos para el festival anual de la cosecha, en el que se agradecería al espíritu de la lluvia la abundancia experimentada durante el año anterior. No pudiendo soportar pasar más tiempo en la aldea, y después de rechazar a Ryo por millonésima vez, Ruki decidió subir a la montaña para alejarse un poco de todo el bullicio y de la gente, pues sentía que sus nervios ya no podrían soportar otro día más. Así que esa mañana Ruki caminaba distraídamente por el pueblo y miraba con anhelo el terreno salvaje que se extendía por los alrededores, deseando poder recorrerlo como solía hacerlo antes. En eso estaba, cuando se topó en el camino con el sacerdote de la aldea, quién se detuvo a saludarla amablemente. Había sido él quién le había dado la soba a Takato, así que el anciano estaba enterado de que Ruki había estado enferma y débil. El monje parecía sorprendido de ver a la chica tan recuperada y tan llena de energía, así que solo pudo sonreír impresionado.
–¡Vaya, Makino! Me alegra verla mejor. El joven Matsuda me había contado que estuvo usted grave hace algunos días.
Ruki fijó la vista en el khakkara (bastón de anillos) del anciano y sonrió nerviosamente.
–S-sí, Excelencia. –confirmó la chica, sin dejar de ver el bastón como si se tratara de un instrumento peligroso. –Tuve un accidente en el bosque de la montaña y estuve enferma algunos días.
–Bueno, es un alivio que se encuentre fuera de peligro. –el anciano frunció el entrecejo al notar la actitud de la pelirroja. –¿Le sucede algo, Makino-san?
Ruki se sobresaltó.
–¡No, Excelencia! –soltó Ruki de inmediato. –Es solo que… –pensó, tratando de inventar algo creíble. –…que estaba preocupada por el estado del bosque, y quería comprobarlo por mi misma. –balbuceó de manera improvisada.
–Oh, sí. –recordó el monje. –Hace semanas pareció incendiarse, se veía mucho humo desde aquí, ¿Fue eso lo que sucedió, Ruki?
La pelirroja vaciló un poco antes de responder.
–Eeeeeh… sí, fue algo así. –respondió, mirando de reojo hacia la salida de la villa. Se apartó un par de cabellos de la cara e hizo una inclinación con la cabeza. –Discúlpeme excelencia, pero llevo algo de prisa. Buen día.
–Por supuesto, Makino-san, Buen día.
El monje arqueó las cejas y siguió con la mirada a la chica pelirroja que se alejaba a paso rápido, y salía de la aldea con dirección a la montaña.
–¿Quieres dejar de hacer eso? –gruñó la voz de Ruki, mientras Icari corría velozmente y rodeaba la zona por la que seguramente Takato estaría pastando a las ovejas. –¡Yo no hago ese tipo de cosas! Y menos frente al sacerdote, nos podemos meter en problemas si alguien nos llega a descubrir. ¿Te has puesto a pensar en eso?
–¡Ya lo sé! ¡Pero no me gustan los monjes! –respondió Icari con simpleza. –Siempre están tratando de hacer que una vuelva al mundo espiritual. –repuso, saltando un par de rocas grandes y deteniéndose de repente en el límite oeste del bosque con los ojos como platos. La abuela Seiko se encontraba ahí y parecía haberla estado esperando. Ruki sintió que se paralizaba, no esperaba que sucediera algo como eso. La mujer se cruzó de brazos y frunció el entrecejo.
–¿Y bien? –demandó la abuela.
Ruki bajó la mirada y se rascó la nuca.
–Puedo explicarlo. –susurró.
–Eso espero. –murmuró Seiko peligrosamente. –porque podría solicitarte un exorcismo.
Ruki levantó la cabeza de forma instantánea y Seiko resopló.
–Es a lo que le temes, ¿no espíritu? Eso es lo que debe hacerse con las criaturas que irrumpen en los cuerpos de los humanos.
La pelirroja negó con la cabeza y se acercó lentamente a la abuela, mientras irradiaba un aura clara y cálida.
–¿Puede ver lo que queda de este sitio? –pronunció Ruki en un susurro que sonó más parecido a la voz de Icari que a la de la pelirroja misma. –Este bosque fue mi hogar durante siglos, y ya no es más que algo muerto y seco. –una corriente de aire sopló suavemente, levantando un poco de polvo y sacudiéndoles el cabello. –Es una verdadera lástima, pero nadie más ha parecido notarlo. He protegido estas tierras por 300 años y ni una sola persona se ha preguntado qué ha sido de este lugar. Sólo lo saben aquellos que han subido hasta aquí, y no temen a los rumores de los demonios, los cuales es mi deber exterminar. –dijo Ruki, levantando una de sus manos en la que apareció una flama azulada que titiló en su palma.
Seiko frunció el entrecejo ligeramente y miró a su nieta directo a los ojos, los cuales se veían profundos y sabios. La abuela se llevó las manos a la boca.
–¡Pero si eres un kitsune! –soltó.
La chica asintió levemente y sonrió de manera misteriosa.
–Su nieta me salvó la vida y ahora yo estoy saldando mi deuda.
La mujer parecía completamente sorprendida.
–Pero ¿cómo? –jadeó Seiko, aturdida. –Sabía que esa niña se traía algo raro, pero ¿adentrarse en el bosque de los espíritus? ¿Qué otras cosas han sucedido a espaldas mía y de su madre?
Ruki levantó su mano y la abuela guardó silencio.
–Volvamos a casa. –le dijo. –Le explicaré todo una vez que estemos ahí.
La mujer asintió levemente y siguió a la pelirroja colina abajo, caminando en silencio. Ambas parecían tan perturbadas, que ninguna se percato de que estaban siendo observadas desde la distancia por un chico de cabello oscuro que cargaba un arco en una mano, y un par de conejos muertos en la otra.
–Que interesante… –susurró el joven, sonriendo ligeramente. –Ahora sí que estás en problemas, Makino. –gruñó, descendiendo de la colina a toda velocidad. –Al menos yo me aseguraré de que los tengas…
–¡Las mujeres y los niños tomen refugio! ¡Todos los hombres que puedan luchar vayan hacia las puertas!
Ruki miró hacia ambos lados, sorprendida. El pueblo se encontraba en llamas. La lluvia había caído con fuerza convirtiendo el terreno en una superficie lodosa y resbaladiza, una trampa mortal. Todo se encontraba hundido en una oscuridad aterradora. Se escuchaban gritos feroces y el chocar de las espadas, cientos de flechas volaban por el aire; pero todo esfuerzo parecía inútil. Nada podía detenerlos. La chica vio a las mujeres, los ancianos y los niños que corrían despavoridos, huyendo de un mal que no podía percibirse; pero que para ella era muy claro. Caballos espectrales, jineteados por guerreros muertos, cabalgaban por doquier, matando a quién se interpusiera en su camino. Ruki apretó los puños y entonces abrió la boca, estupefacta. Otra pelirroja corría ya hacía ellos, desenfundando una daga brillante.
–¡Hya! –gritó, saltando y cortando a dos fantasmas con un rápido movimiento. Cayó al suelo y siguió corriendo rumbo a la puerta principal de la cual parecía provenir todo el alboroto –¡Ryo! –gritó por sobre su hombro. –¡El enemigo viste armadura! ¡Presta atención a los reflejos que se ven con el fuego!
El guerrero Akiyama asintió con la cabeza y traspasó con su lanza una sombra que brilló cerca suyo repentinamente, el demonio se materializó frente a él y luego se convirtió en polvo con un alarido. El chico arqueó las cejas, sorprendido.
–¡Qué todos los hombres prendan antorchas! ¡El enemigo es visible con el fuego! –gritó.
Ruki continuó de pie, observándolo todo. Recordaba todo eso. Fue lo que sucedió un año antes en la aldea. Fue por lo que a los que lucharon se les trató como a héroes. Fue esa noche. La pelirroja se vio a si misma corriendo a toda velocidad hacia la puerta que estaba cerrándose, mientras se deslizaba y cruzaba hasta el otro lado. La puerta de madera cayó con un estruendo sonoro y Ruki jadeó, adoptando una posición de pelea y preparando su daga. Escuchó que dos soldados la llamaban desde el muro:
–¡Makino-san! ¡Qué rayos hace! ¡Vuelva aquí!
Ruki negó con la cabeza y clavó la mirada en el aura oscura que se movía por el cielo.
–¡Guardaré de la puerta que mira hacia el bosque! –respondió resueltamente. –¡Sé como hacerlo!
La pelirroja vio que desde la montaña, un rayo dorado acababa con varios de los demonios que se dirigían hacia la villa. Sonrió esperanzada.
–Icari… –susurró. –Tal vez sí podamos lograrlo… –siguió con la vista al enemigo ya más próximo. –¡Que los arqueros se preparen! ¡Disparen flechas encendidas!
Todos los hombres que manejaban el arco, se movilizaron de inmediato siguiendo la orden de Ruki, ya que descubrieron que ella parecía poder ver a los espectros, prendieron fuego a las puntas de sus flechas y dispararon a su señal. Decenas de demonios cayeron a tierra, algunos en llamas, y otros simplemente heridos, los cuales Ruki se encargó de exterminar. Los arqueros gritaron jubilosos y prendieron otra carga de flechas, esperando que la pelirroja les diera la ubicación del enemigo, entre los hombres del muro podía verse al joven Wei quién sonreía como los otros.
Ruki señaló por sobre sus cabezas.
–¡Hacia arriba, están sobre nosotros! ¡Intentarán caernos encima!
Los arqueros dispararon sus flechas y acabaron con más demonios, los que lograron burlarlos intentaron entrar a la aldea por arriba, pero chocaron con un campo invisible que los rechazó de inmediato. Ruki sonrió ante ese milagro.
–¡No pueden entrar! –gritó con más ánimo. –¡Algo protege el punto muerto del muro!
Llenos de una creciente confianza, continuaron atacando, hasta que el enemigo se retiró unos 200 metros y se quedó ahí a lo lejos, como esperando algo. Ruki frunció el entrecejo sin comprender la táctica, pero entonces divisó a la distancia una figura alta que se acercaba a paso raudo. La pelirroja la miró, impresionada.
–¡Jiao Long! –soltó incrédula al ver al joven de cabello negro y armadura que se acercaba hacía ella.
–Hermano… –jadeó Wei de forma sorprendida.
El chico se detuvo frente a Ruki y la miró fijamente.
–Abre la puerta. –susurró ásperamente. –Vienen refuerzos.
–No. –respondió la chica desconfiadamente. –Tú y tu ejército se fueron hacia el sur a soportarlo hace dos días. No pueden estar de vuelta tan pronto.
–Abre la puerta. –repitió el joven.
–La puerta no se abrirá… –susurró la pelirroja, captando el aura oscura que rodeaba al joven. –demonio.
El chico rugió ferozmente y desenfundó una espada larga, con la que intentó atacar a la pelirroja.
–¡He dicho que la abras! –bramó, mientras Ruki lo esquivaba.
Arriba, los soldados parecían histerizados.
–¡Ayuden a Makino, Long se volvió loco!
Casi unos 5 segundos después de haber pronunciado eso. Ryo Akiyama salió de quién sabe donde y golpeó al otro joven con todas sus fuerzas, tirándolo al suelo. Ambos iniciaron una lucha feroz ahí mismo. Akiyama maniobró con su lanza y golpeó a Jiao, cuidando de no estocarlo, mientras que el soldado atacaba a Ryo sin cuartel. Mantuvieron el mismo ritmo de pelea durante algunos minutos hasta que se escuchó un golpe fuerte de metal. Ruki y el resto de los hombres ahogaron un grito cuando el arma de Ryo fue partida en dos partes por la espada de su enemigo y este cayó al suelo, desarmado. El ganador se dispuso a blandir la espada nuevamente, y entonces sucedió.
–¡Hermano! –gritó Wei desde una de las torres del muro.
–¡Imposible! –gruñó Jiao, viendo que resbalaba sangre de su pecho.
Ruki se había movido rápidamente y había clavado su daga directamente en el corazón del soldado que cayó al piso despidiendo un humo negro que desapareció al cabo de unos instantes. Ryo parpadeó sorprendido. Wei meneó la cabeza frenéticamente, y comenzó a descender del muro lo más aprisa que pudo.
–¡Hermano!
Ruki se giró lentamente, sacudió con un movimiento de su muñeca la hoja de Tenko salpicando el suelo de sangre, guardó su daga en su funda, e hizo una reverencia frente al cuerpo del joven que yacía muerto a sus pies. Wei corrió presuroso, inclinándose junto a su hermano, mientras lloraba incontrolablemente sobre su pecho.
–¡Jiao! –sollozaba quedamente. –hermano…
Ruki apoyó una mano sobre su hombro, sin atreverse a mirarlo.
–Ya está en paz, pequeño Wei. –susurró en voz baja. –Su alma es libre ahora… –Ruki le dirigió una mirada compasiva y se aclaró la garganta. –Regresa al muro, este sitio es peligroso…
Ruki miró de reojo la enorme nube de espíritus, que enfurecida, preparaba un segundo ataque, y sujetó la empuñadura de su arma mientras avanzaba de frente a ella. Wei seguía junto a su hermano, sin mostrar indicios de querer alejarse. Ruki lo miró de reojo y volvió a llamarlo:
–¡Qué te vayas de aquí, niño! –rugió la pelirroja, levantándolo con una mano y poniéndolo en pie. –¡No causes más aflicciones a tu madre! ¡Vete!
Wei, que fue empujado como un metro, se tambaleó y sollozó ligeramente, con la mirada fija en el rostro pálido de su hermano. Tras unos instantes, apretó los puños y saltó sobre Ruki, quién de forma sorprendida cayó al suelo lodoso, forcejeando con el joven que estaba hecho una furia.
–¡Asesina! –gritaba Wei, intentando arrebatarle a Ruki su daga. –¿Por qué? ¡Mi hermano confiaba en ti! ¡Pudo haberse solucionado de otra forma!
Ruki, que parecía estar ahogándose bajo el peso del chico, apretó los dientes y se lo quitó de encima casi tan enfadada como él
–¡No seas estúpido! ¡Él no era tu hermano! ¡Ya nada podía hacerse!
Varios guerreros bajaron y sujetaron al chico, quién se irguió de pronto y clavó una mirada llena de odio hacía la pelirroja que estaba siendo sujeta por Ryo en esos momentos.
–¡Vas a pagar esto, Makino! –gritó mientras lo arrastraban hacia adentro de la aldea. –¡Jamás te perdonaré esto!
¡Lo pagarás!
–¿Aún sigues recordando eso? –inquirió Icari acercándose a la pelirroja que seguía de pie en el mismo lugar, aunque el escenario en el que se encontraba ya había desaparecido y volvía a ser blanco.
–Sí. –susurró ella meneando la cabeza. –No lo sé Icari, aunque Jiao hubiera sido manipulado por un demonio, aún as –pronunció tristemente.
–El ya estaba muerto, Ruki. –le dijo el kitsune tranquilamente. –Hiciste bien al liberarlo.
–Él era una buena persona. –susurró Ruki, sentándose en el suelo y rodeando sus piernas con sus brazos mientras lloraba ligeramente. –Tal vez es justificado que Wei me odie… ¿por qué suceden cosas así, Icari? ¿Quién decide quién debe morir y quién no?
Icari se sentó junto a ella y la rodeó con un brazo, suspirando ligeramente.
–Cada quién decide su propio camino, Ruki. Y las fuerzas que existen a su alrededor se encargan de cumplir con sus deseos. No debes culparte.
La chica guardó silencio y bajó la mirada.
La mañana aún no se presentaba en la aldea cuando él cruzó las calles en silencio y observó con detenimiento los preparativos que se habían estado realizando para efectuar el festival de la cosecha de ese año. Sonrió ligeramente sabiendo que los espíritus se sentirían complacidos por las ofrendas de los pueblerinos, pero entonces recordó que la fecha ya estaba próxima. Que ella tendría que pasar por la misma prueba que él ya había vivido. Frunció el entrecejo. Había tenido el impulso de confesarle toda la verdad para que entonces tuviera oportunidad de elegir; pero no podía hacerlo. No podía intervenir. Se detuvo en el jardín del único templo del pueblo y suspiró, antes de pronunciar palabras en otra lengua:
–Mi señora, temo que se acerca el momento… –susurró frente a una placa de piedra con caracteres tallados en relieve. –Creo que el tiempo que debía vivir en este mundo se está agotando con demasiada rapidez. Agradezco de verdad lagenerosidad que ha tenido conmigo. –pronunció en voz baja, mientras bajaba la mirada y apretaba su puño. –pero si tan solo pudiera darme unos días más…
Una corriente ligera de viento arrastró consigo una voz suave que apagó toda esperanza de cambiar las cosas.
–No puedes intervenir. –le dijo quedamente.
El bajó la mirada, sabiendo que la situación debía seguir el rumbo marcado por el destino.
–Lo s –susurró como respondiendo a la brisa que le acariciaba la cara. Levantó la mirada hacia las nubes y se mordió el labio. –Sólo espero que ella pueda comprenderlo…
…Y sea capaz de perdonarme…
La aldea estaba de fiesta esa noche. Las ofrendas y las oraciones al dios de la lluvia ya se habían efectuado y todo el mundo parecía alegre y estárselo pasando de lo mejor. Había mucha comida y bebida, y diferentes espectáculos se estaban llevando a cabo. Se escuchaba música rítmica de tambores, acompañados con flautas y varias parejas bailaban y reían o simplemente conversaban. Ruki se encontraba sentada a una distancia prudente de los muchachos que la miraban desde lejos, embelesados. La pelirroja lucía un vestido blanco de manga corta que entallaba muy bien su figura, y su abuela le había recogido el cabello a la manera tradicional, por lo que la chica parecía toda una doncella y el motivo de las miradas de casi todos los presentes. Incluso Jenrya le había dirigido unas cuantas palabras cuando pasó por su lado, vestido con su fino traje verde de motivos dorados. La velada estaba resultando muy tranquila e Icari parecía estarse aburriendo, pues Ruki no parecía querer bailar con nadie de los que se lo pedían. La voz de la pelirroja sonaba en su mente de vez en cuando, preguntando siempre lo mismo:
–¿Ves a Takato? –susurró la voz de Ruki, intentando sonar desinteresada. –Él siempre baila conmigo en los festivales.
–No. No se ve por aquí. –respondió Icari, escudriñando el lugar con la mirada. –Y es una lástima, la música es tan hermosa… ¡Oye, mira eso!
Ruki dirigió la vista hacia su madre quién bailaba con un hombre alto y de cabello castaño.
–No me lo puedo creer. –soltó la voz de Ruki. –¡mamá está bailando con el padre de Ryo!
–Y eso es malo, ¿por…?
–No, no es malo por nada. –respondió Ruki con simpleza. –La madre de Ryo murió poco tiempo después de haberlo dado a luz; pero de todos los hombres en esta fiesta, ¿tenía mamá que escoger al señor Akiyama?
–Bueno, Ruki, así son estas cosas. –susurró Icari alegremente.
–¿A qué te refieres? –inquirió la voz de la pelirroja un tanto indignada.
–¿Ruki-san, bailaría conmigo? –susurró Ryo Akiyama, quién había caminado hacía ella, mientras le tendía la mano a la pelirroja que lo miró, extrañada.
En la mente de Ruki se debatía la respuesta a la pregunta:
–¡Ni hablar! –decía Ruki.
–Por favor… –suplicaba Icari. –Yo si quiero bailar y ya me cansé de esperar a Takato.
–Con Akiyama, ¡jamas!
–Sólo una pieza, anda.
–No, y es mi última palabra.
Los labios de la pelirroja se movieron despacio después de eso:
–Por supuesto, Ryo-kun. –le dijeron, aceptando y caminando junto a él hacia la zona de baile.
–¡Aaaaaaaaaaargh! ¡Esto no debería de estar sucediendo! –chillaba la voz de Ruki dentro de sí misma.
–¿Sabe, Ruki-san? Es la primera vez que acepta algo de mí. –susurró el chico de forma emocionada. –¿Será que por fin comienza a cambiar de parecer? –remató sonriendo con sus dientes blancos.
La pelirroja lo miró misteriosamente y sonrió de la misma forma.
–¿Quien lo sabe, Ryo-kun? –respondió Icari, mientras se imaginaba la cara que estaría poniendo Ruki en ese momento.
–Sabe que mi oferta siempre se ha mantenido en pie para usted. –le dijo él al oído. –Sabe que nada me haría más feliz que el que fuera usted mi esposa.
Ruki desvió la mirada nerviosamente y decidió permanecer en silencio. Ahí ya no era asunto de Icari responder, así que no pronunció palabra. Ryo tampoco volvió a hacerlo. Terminaron la pieza e hicieron una leve inclinación de cabeza, mientras varios chicos y chicas los miraban de manera celosa. Ryo también tenía su séquito de admiradoras, las cuales resultaban opacadas siempre por Ruki. Jenrya Lee se acercó hacia ellos de manera seria, y le hizo una señal a Ryo de que lo siguiera. Akiyama asintió de inmediato y se volvió a hablar con la pelirroja.
–Disculpa, Ruki. Aunque realmente me gustaría bailar por siempre contigo, debo retirarme. El deber me llama.
Ruki asintió conforme y siguió con la vista a Ryo, quién se quedó hablando con Jenrya en voz baja unos momentos, después Ryo pareció sorprenderse y miró a Ruki de reojo, volvió a dirigirse al noble Lee y después ambos desaparecieron entre la multitud. Ruki parpadeó confundida y decidió mejor regresar a casa, pensando que tal vez ahí podría encontrar a Takato y reclamarle por haberla dejado plantada.
–Ojalá todo terminara de una buena vez. –susurró la chica, caminando lentamente por la calle vacía. –ser humano es algo complicado.
Ruki continuó su camino de manera distraída hasta que chocó con alguien, y un montón de cosas cayeron al piso. La pelirroja arqueó las cejas, saliendo de su ensueño y percatándose de que acababa de chocar con el sacerdote del pueblo.
–Excelencia, ¡Discúlpeme! –jadeó la muchacha prontamente. –Permítame ayudarle a levantar esto…
Ruki se inclinó para recoger el montón de pergaminos, y sus ojos se abrieron de forma sorprendida cuando su mano dio contra un trozo de papel que le quemó los dedos. La muchacha se enderezó rápidamente cuando un aro brillante se dibujo en el piso, y miró hacia todas partes antes de darse cuenta de que no podía moverse. Clavó la vista en el papel que estaba justo debajo suyo como si se tratara de un explosivo peligroso.
–¡Esto es una oración! –chilló Ruki, sintiendo que el sudor le resbalaba por la asustada cara. –E-excelencia, ¿qué significa esto? –balbuceó la chica, esforzándose en sonar inocente.
–La misma pregunta iba a hacerle yo, Makino san ¿Qué es lo que sucede? –repuso el anciano de forma grave.
Ruki se encogió en su sitio, atemorizada.
–¡N-no sé de qué me habla…! –chilló.
El monje se encogió de hombros.
–Una oración de exorcismo no debería lastimarla a menos de que hubiera alguien más habitando en su cuerpo
Ruki pasó saliva y miró al anciano con fijeza.
–No es lo que parece… Le aseguro que usted comete un error.
El hombre negó con la cabeza y sujetó su bastón con ambas manos.
–El joven Long me lo ha informado todo. ¡Deja en paz a Makino, zorro! –ordenó el anciano, golpeando la base del khakkara contra el suelo y sacudiendo sus anillos.
–¡Aaaaaaaaaah!
Ruki cayó de rodillas cuando el círculo de energía que el sacerdote había estado conjurando se manifestó con toda su potencia. La pelirroja se encogió en el suelo y sollozó, temblando como un conejo asustado. De pronto, los ojos de la chica se pusieron en blanco y comenzó a sacudirse con fuerza. ¡El monje estaba efectuando un exorcismo! Y estaba aplicando todo su poder para extirpar a Icari del interior de Ruki, ante el asombro de la gente que se acercó al escuchar el alboroto y que ya había comenzado a rodearlos.
–¡Déjala! –repetía el monje con insistencia.
Ruki parecía estar tratando de luchar contra los poderes del anciano, pero no podía hacer gran cosa. Era demasiado poderoso. Icari se sintió de pronto arrastrada por la fuerza espiritual del sacerdote, que ya la empujaba hacia el mundo de los espíritus y chilló aterrada.
–¡No! –gimió con la voz llena de pánico. –¡No puedo ir allá! ¡Todavía no!
Quienes los rodeaban, animaban al sacerdote a que empujara al espíritu lejos de la pelirroja, considerándolo un ser maligno. Ruki podía oír sus voces desde donde estaba:
–¡Excelencia, salve a Ruki, por favor!
–¡No puedo creer que la hubiera poseído uno de esos monstruos del bosque! ¡Pobrecilla!
Icari pareció perder la conciencia y cayó dentro del espacio blanco en el que Ruki se encontraba. La pelirroja gritó con todas sus fuerzas:
–¡No!
(Ruki ha recuperado el control sobre su cuerpo)
Ruki se puso de pie lentamente.
–¡Suficiente! –jadeó, intentando salir del círculo. –¡Déjela en paz! –siseó, apareciendo una bola de fuego en su mano, lanzándola hacia el suelo y liberándose del hechizo.
Todo el mundo jadeó cuando Ruki pegó entonces un salto de varios metros y cayó en el tejado de una casa cercana a cuatro patas como si fuera un enorme gato, se irguió lentamente después de la caída y sacudió la cabeza mostrando unas orejas peludas y puntiagudas de color cobre y meneando una cola larga y afelpada del mismo color de su cabello, sus ojos brillaban como faros en la oscuridad. Hubo un estremecimiento general cuando un gañido espectral rompió la tranquilidad de la noche, ¡Ruki acababa de emitir el mismo sonido de un zorro!
–¡Demonio! –chillaron algunos de los presentes.
Ruki les habló desde donde estaba:
–¡No! ¡Ustedes no entienden! –se hizo oír la chica por sobre los murmullos de quienes estaban abajo. –¡Este espíritu no es maligno! ¡Su deber es guardar el bosque de la montaña!, ¡Deben creerme!
Los cuchicheos se detuvieron y parecieron escuchar con atención las palabras que la pelirroja les dirigía; sin embargo, un chico salió de entre las sombras y se unió a la multitud reunida. Wei Long lo presenciaba todo de manera satisfecha.
–¡La bestia le ha nublado la razón! –se hizo oír, ocultando una media sonrisa. –Lo mismo le ocurrió a mi hermano! ¡Hay que matar a Ruki cuanto antes! Estoy seguro que ella lo habría querido así. Jamás nos perdonaría si permitimos que un monstruo controle su cuerpo.
–¡Es verdad! –corroboraron unos. –Estuvimos ahí esa noche.
Ruki miró a Wei con fijeza.
–Maldito… hijo de…
–¡Atrapen al zorro! –gritó el chico mientras se colgaba al hombro su aljaba de flechas.
Ruki se alejó velozmente en un intentó de escapar de la muchedumbre que intentaba darle caza. Si había un momento para regresar a las montañas sin duda era ese, huyó por los tejados y saltó hacia el piso corriendo rumbo a la salida. Miró por sobre su hombro escudriñando los alrededores con su vista agudizada, y entonces su oído le indicó que debía mirar hacia el frente.
–¡Uf!
Sin saber lo que había ocurrido, chocó con una figura alta que la envió al suelo de manera confundida. La pelirroja levantó la vista y jadeó sorprendida. Esa sombra sostenía una enorme lanza y la miraba fijamente.
Continuara …
El capítulo 5 es el penúltimo de todo esto! Prepárate para el 6 porque ya nada va a ser lo mismo!
Dudas, comentarios, quejas, cuentas de terapia, lo que sea, mándenlas por mail o por un review.
Nos leemos en el gran final! (Pendientes, porque es lo que sigue. Lo siento por los que leen la Jaula y el Digivice, ¡pero este fic se acaba primero!)
