Hola.
Te diría que estás leyendo el último capítulo del espíritu del bosque, pero no es así, este es el penúltimo, por decisión de Lúgar (de último momento ¬¬ ) ya que a su parecer, se va a requerir de un capítulo completo para explicar todo lo que va a suceder al final de este, y él piensa que tienes el derecho de tener todo un capítulo para eso. Así que, aquí tienes el penúltimo. Ojalá lo disfrutes.
Digimon no nos pertenece, le pertenece a Akiyoshi Hongo
La leyenda del espíritu del bosque
Por: Lince y Lúgar
Capítulo 6: El destino
–¡Ryo-kun! –soltó Ruki, estupefacta al reconocer al individuo con quién había chocado. Ryo era quien estaba frente a ella, vistiendo su armadura y sujetando su lanza con firmeza. Ruki suspiró de forma aliviada.
El joven Akiyama parpadeó un par de veces, miró las extrañas adiciones kitsunes que mostraba la pelirroja y de pronto pareció caer en la cuenta de algo. Le tendió la mano a Ruki y la levantó con un rápido movimiento a la vez que señalaba una vieja bodega que servía de armería para los soldados, y que se encontraba a unos cuantos metros de distancia del lugar en el que estaban. Ryo desvió la vista hacia ambas direcciones, asegurándose de que nadie estuviera cerca, e hizo una indicación con la cabeza de que lo siguiera.
–¡Ruki-san, por aquí! –susurró en voz baja.
Ruki arqueó las cejas, entendiendo la señal y se movió ágilmente hasta alcanzar a Ryo quién en esos momentos levantaba un enorme tablón que cerraba la entrada. Abrió la puerta y ambos entraron al cuartucho oscuro. Ruki miró a su alrededor, captando cada pequeño rincón con sus ojos kitsunes iluminados. Las habilidades que la ahora inconsciente Icari le estaba proporcionando, bien le podían servir en esos momentos precarios en los que necesitaba huir de la aldea; pero ¿cómo conseguirlo encerrada en un cuarto con Ryo Akiyama? Ruki no parecía saber cómo. La pelirroja veía que el castaño levantaba unos barriles y los hacía a un lado, mientras tanteaba el suelo con las manos.
–¿Ryo… qué es lo que? –comenzó a decir ella, pero no terminó de hacer la pregunta. En vez de eso, sonrió ligeramente al notar que en el piso, cerca del pie derecho de Ryo, había una puerta trampilla, con lo que imaginó que seguramente eso era lo que el castaño buscaba con tanto ahínco. La pelirroja se acercó a donde Ryo y le palmeó el brazo para llamar su atención. –Está por este lado. –susurró quedamente al sujetar la argolla de la puertecilla y levantarla, hecho que reveló un túnel que marcaba un camino oculto. Ruki lo miró sorprendida. –¿A dónde lleva esto?
Ryo sonrió y saltó por la abertura del piso.
–Hacia el jardín de los Lee. –respondió Ryo desde abajo. –Ten cuidado, el salto es algo largo.
Ruki asintió y se dejó caer por la abertura, al mismo tiempo que llegaban a sus oídos las voces de los hombres del pueblo que ya pasaban cerca, buscándola. Ryo la atrapó en el aire y la dejó en el piso con precaución, mientras extendía el brazo y cerraba la puertecilla de un golpe.
–Siguen tras de mí. –susurró Ruki, mirando hacia arriba con aprensión. –¿Cómo voy a librarme de esta?
–Primero hay que salir de aquí. –respondió el chico al momento de ponerse en marcha, tanteando con una mano la pared. –Sígueme Ruki.
Ruki siguió a Ryo a través del oscuro pasadizo, el cual parecía cruzar toda la villa de manera subterránea. La pelirroja caminaba tras el muchacho, sin comprender muy bien lo que sucedía. Ryo no se veía demasiado sorprendido por lo que ocurría, incluso Ruki tenía la extraña idea de que el castaño sabía lo que pasaba; pero ¿cómo lo había sabido? En eso pensaba cuando volvió a hablarle.
–Ryo, ¿cómo has adivinado que yo…? –comenzó.
–Fuimos advertidos. –respondió el chico, mientras seguía caminando. –Al menos yo fui advertido por el amo Jenrya esta noche cuando bailábamos. Ignoro desde cuando lo adivinó él. Probablemente fue durante el festival.
Ruki lo sujetó del brazo y lo miró fijamente.
–El espíritu que viaja conmigo no es maligno. –le dijo de manera grave. –¿Me crees, cierto?
Ryo pensó por un momento y le devolvió la mirada.
–Te creo, Ruki. –y sonrió ligeramente. –Eres una buena persona y sé que no te aliarías con nada malo.
La chica le devolvió la sonrisa y siguieron caminando.
–Bien, hemos llegado. –dijo Ryo algunos minutos más tarde, sintiendo con sus dedos unas escalerillas de metal clavadas en la pared. –Sólo hay que subir, Ruki.
La pelirroja asintió conforme y comenzó a trepar detrás de Ryo, quién al poco rato pareció alcanzar la superficie y se volvió para ayudarla. Ruki asomó la cabeza, sintiendo el aire fresco golpeándole la cara, y miró a su alrededor. Definitivamente ese era el jardín de los Lee, y se acababa de dar cuenta de que ella y Ryo acababan de salir del viejo pozo que se encontraba cerca de los corrales. Parpadeó sorprendida al notarlo.
–Jamás sospeché de la existencia de este camino. –siseó ella.
–Ni yo. –admitió Ryo encogiéndose de hombros. –Pero el amo Jenrya sí que lo conocía.
Ruki arqueó las cejas, y abrió la boca para decir algo; sin embargo, sus oídos le hicieron llegar el sonido de pisadas sobre el césped, así que se giró rápidamente. Jenrya Lee se detuvo de pronto e inclinó la cabeza levemente.
–Bienvenida, Ruki. –susurró con voz suave, mientras sonreía de forma amable. –Por favor acepten tú y el espíritu que viaja contigo la poca ayuda que pueda ofrecerles.
Ruki pareció turbarse por las palabras del joven noble.
–No entiendo lo que sucede. –murmuró ella viéndolo con fijeza. –pero usted y Ryo si se ven muy bien enterados. ¿por qué?
Jenrya se colocó las manos tras la espalda y suspiró ligeramente.
–Créame, Ruki, que sólo sé lo poco que se me pudo decir sobre su situación actual. Por lo tanto, aún desconozco mucho sobre su futuro.
–¿Mi futuro? –soltó Ruki aún más confusa. –¿Qué tiene que ver usted en esto? –inquirió, comenzando a enfadarse. No le gustaba esa idea de no poder controlar lo que sucedía en su vida, y no toleraría que alguien que no fuera ella misma influyera de alguna forma. –Nadie puede saber el porvenir de los demás si ni siquiera conoce el suyo. –añadió, con la vista clavada en los ojos grises del noble y sorprendiéndose de pronto al leer con total claridad los pensamientos del joven quién de pronto desvió la mirada.
Otra manifestación de poder kitsune. La lectura del pensamiento. Ahora comprendía Ruki porque Icari lo sabía todo sobre ella, el kitsune siempre la miraba hacia los ojos cuando charlaban en el bosque, por lo tanto siempre conocía lo que pensaba. La chica pareció horrorizarse ante la idea, pero de pronto recordó lo que había visto en los ojos de Jenrya y parpadeó de forma incrédula. No podía ser. El noble pareció notar el cambio repentino en la pelirroja que evitaba mirarlo y meneó la cabeza.
–Ryo-kun. –murmuró Jenrya de forma tranquila. –¿Podría por favor asegurarse que la salida de la que le hablé se encuentre despejada? Tal vez sí necesitemos utilizarla más tarde.
Ryo asintió y se alejó trotando hacia uno de los costados del palacio, perdiéndose tras una esquina. Jenrya se aclaró la garganta y levantó la mirada hacia el cielo estrellado. Permaneció en silencio por un momento y entonces habló de pronto:
–Sé lo que has visto, Ruki. –susurró tristemente. –y temo decirte que ha sido verdad.
Ruki negó con la cabeza, sin poder creer sus palabras.
–Pero… amo Lee. –balbuceó ella, mientras se ruborizaba ligeramente. –entonces…
Jenrya se acercó hacia la pelirroja y le sonrió de forma apagada.
–Sí, Ruki... Siempre te he amado.
Ruki jadeó sorprendida. Jenrya suspiró.
Aunque nunca te percataras de ello. –susurró el noble. –Aunque perteneciéramos a mundos diferentes, debo decirte que siempre fue tuyo mi corazón. –una ligera brisa sacudió su cabello cuando él acarició su mejilla y ella sintió la calidez de su tacto. –Mi corazón se hizo pedazos hace un año y aún ahora me doy cuenta de que no he podido olvidar lo que siento. Fui un tonto por tratar de huir de esta forma tan cobarde…
–Amo Lee… –susurró Ruki apartándose un poco. –Por favor piense en su esposa. –añadió, de manera firme. –Ella es una buena mujer y será la madre de sus hijos algún día, por favor, aparte de su mente la idea de encontrar su felicidad en otra persona… –la pelirroja bajó la mirada. –Yo no puedo brindársela…
Un silencio incómodo los cubrió por unos segundos.
–Hace un año, tuviste la oportunidad de ser una doncella. –recordó Jenrya amargamente. –y rechazaste el título de nobleza que pudo haberle brindado honor a toda tu familia. –susurró apretando su puño. –Te negaste… Fue en ese momento que me di cuenta que jamás podría tenerte a mi lado. Que habías escogido ser libre.
Ruki lo miró compasivamente, el chico negó con la cabeza.
–La noticia me dejó sin esperanzas. –continuó Jenrya. –La única posibilidad que tenía de amarte se había esfumado en el aire con una simple palabra tuya. Sin poder soportarlo. Acepté mi compromiso y me casé tiempo después. ¿Lo recuerdas, Ruki? –dijo el chico de manera apagada. –Incluso la fecha de la boda fue apresurada. Todo el mundo asumió que me encontraba feliz por lo sucedido, sin embargo no lo fue. Mi felicidad seguía apareciendo cada mañana en el portón del palacio. Mi alegría seguía siendo verte. Me di cuenta de que no podía olvidarte.
–Amo…
Jenrya se acercó hacia ella y la rodeó con sus brazos de manera gentil. Ruki no se movió un solo centímetro, y sólo pareció paralizarse. El noble susurró algunas palabras en su oído:
–Qué cruel ha sido mi destino. –le dijo. –He caído bajo el encanto de un corazón que siempre ha tenido dueño.
Se separó de Ruki y la miró fijamente. La pelirroja se había ruborizado y parecía no saber qué decir ante esa acusación por parte del noble. Entrelazó sus manos de forma nerviosa y entonces sucedió: Una punzada en su pecho la hizo perder el equilibrio y se tambaleó, cayendo en los brazos de Jenrya, quién la atrapó estupefacto.
–¿Ruki-san qué ocurre? –balbuceó Jenrya de forma atropellada.
Ruki jadeó dolorosamente y recuperó su apariencia normal. El poder de transformación kitsune pareció terminarse del todo por alguna razón y de pronto Ruki se sintió terriblemente débil, como si incluso respirar fuera algo muy pesado. Meneó la cabeza y le habló a Jenrya en un susurro desmayado.
–El bosque… algo malo está sucediendo. –jadeó. –Icari, está sufriendo. Trata de advertirme. –dijo, tratando de enderezarse con toda la intención de salir rumbo a la montaña. –Debo… detenerlo.
Jenrya la detuvo con fuerza.
–¡No! –soltó el chico al instante. –Es tal como lo dijo... –susurró casi para sí mismo. –Ruki, por favor, ignora lo que se aparezca esta noche en el bosque y quédate en el palacio. Yo enviaré hombres o todo un ejército si así lo prefieres. Déjame protegerte a ti y a mi pueblo, pero no te aventures fuera. No lo hagas.
Jenrya parecía inquieto y suplicante. Ruki lo miró, asombrada; pero negó con la cabeza.
–Debo ir. –respondió con más fuerza. –Sé que puedo hacer algo al respecto.
La pelirroja se enderezó, decidida, y el noble sólo pudo suspirar con resignación.
–Es inútil hacer entrar en razón a alguien como usted Ruki-san. –dijo el joven meneando la cabeza. –Incluso él también lo dijo. –Ruki arqueó las cejas ante lo último, pero Jenrya dio dos palmadas, tras lo cuál Ryo Akiyama regresó de su puesto anterior de vigilancia e hizo una leve reverencia ante el noble que ya había vuelto a fruncir el entrecejo.
–¿Cuáles son sus mandatos, amo Jenrya? –susurró Akiyama, mirándolo a él y a Ruki alternativamente. –¿Qué ha decidido Ruki-san?
La pelirroja los miró, completamente confundida, y Jenrya solo levantó una mano, mientras meneaba la cabeza.
–Ha decidido continuar. –contestó el noble. –Por favor dale lo que necesita.
Ryo asintió de manera seria, y sacó de entre su peto una daga larga envuelta en su funda, la cuál Ruki reconoció de inmediato.
–¡Mi daga Tenko! –jadeó la muchacha. –pero ¿cómo la has obtenido? –inquirió tomándola con ambas manos y mirándola con asombro.
–Todo a nuestro alrededor se mueve en torno a nuestras propias decisiones, Ruki-san. –le dijo Jenrya de forma misteriosa. –Digamos que alguien ya sabía que usted respondería el llamado de auxilio del bosque.
Una vez dicho aquello, una chica de cabello lila y ojos del mismo tono, salió de dentro de la casona y caminó hacia ellos de manera solemne. Shuichon Lee miró a Ruki y le sonrió ligeramente.
–¡Hermana! –jadeó Jenrya, indignado. –¿Ahora resulta que me espías?
–Sí, hermano. –respondió la chica resueltamente. –deja de armar alboroto. –añadió volviéndose a la pelirroja que parecía un tanto apenada. –Ruki-san, antes de partir, permítame por favor otorgarle prendas que sean apropiadas para su empresa. –susurró la chica amablemente. –¿No pensará subir a la montaña con ese lindo vestido suyo, verdad? Necesitará de algo que la ayude a moverse con libertad.
La pelirroja parpadeó un par de veces y asintió con la cabeza, caminando tras la muchacha Lee que la guiaba hacia dentro del palacio. Ryo y Jenrya las siguieron con la mirada por unos momentos. El primero se cruzó de brazos y le habló en voz baja al segundo:
–La verdad, yo no le encontraba ningún inconveniente.
Los dos se miraron un instante y sonrieron.
–¡Puercos! –se escuchó la voz de Shuichon de lejos. Quien era acompañada por una Ruki que caminaba con la cara completamente roja. Los hombres recuperaron la seriedad en su semblante, y parecieron decidir algo de pronto.
–No permitiré que suceda. –susurró Jenrya en voz baja. –No si puede evitarse… ¡Akiyama!, reúna a sus mejores hombres. –soltó al momento en que Ryo se enderezaba y escuchaba atentamente. –Que dejen para después su tonta caza hacia el kitsune. Hay cosas más peligrosas que un zorro, cerniéndose sobre nosotros en este mismo instante. Haga sonar la campana. Todo aquel que pueda pelear, debe subir a la montaña.
–Entendido, amo Lee. –respondió el castaño, saliendo de los terrenos del palacio con prontitud. –Aunque debo decir que todo esto me parece algo ya incontrolable…
–Se te ve muy bien, Ruki. –dijo Shuichon, complacida.
La pelirroja miró su nuevo atuendo y sonrió ante el apruebo de la muchacha que la miraba con ensueño, ya que para ella, Ruki se había convertido en una especie de heroína desde su participación en la valiente defensa de la villa un año antes. La joven de 18 años vestía ahora: una blusa azul de mangas largas de una tela suave y ligera, que resultaba ciertamente confortable; pantalones blancos justos a los tobillos; zapatillas negras; una cinta blanca y gruesa, que atada a su cintura, servía de sostén para Tenko; se había trenzado el largo cabello rojizo con un lazo azul; y en esos momentos, se encontraba ajustando los cintillos de una pechera de metal gris azulado que le colgaba de los hombros. Se aseguró de que se encontrara firmemente asida y suspiró satisfecha, mientras llegaban a sus oídos los tañidos repetidos de la campana de alerta, y las voces de la gente que ya comenzaba a movilizarse hacia la lucha.
–Estoy lista. –susurró, haciendo una leve inclinación con la cabeza hacia Shuichon, al momento que salía de la habitación y recorría los pasillos externos de la casona. –¡Gracias por todo! –soltó fugazmente, al comenzar a correr rumbo a los jardines; en donde Jenrya, vestido ya con su armadura de color verde oscuro, la esperaba, montado en un fino caballo blanco.
La joven Shuichon los despidió con la mano y frunció el entrecejo.
–Él debe estar equivocado. –susurró para sí misma de manera esperanzada. –Tú no puedes morir esta noche.
–¡Escúchenme bien! –hablaba Jenrya desde la plaza principal, ante la mayor parte del pueblo que había respondido a los llamados de Ryo, y que ya se encontraba reunido a su alrededor. –El espíritu que Ruki ha traído ante nosotros es un kitsune de los cielos. –pronunció el chico, firmemente, mientras la pelirroja asentía de manera solemne. –Ha acudido a nosotros para prevenirnos del peligro que ensombrece la montaña. –hizo una pausa breve para que la gente pudiera procesar todo aquello. Algunos miraron de forma sorprendida a Ruki, y posteriormente, todos se inclinaron ante ella. Incluso Wei la reverenció de forma impactada ya que él había pensado que Icari era solamente un kitsune ordinario y no uno celestial. El noble recuperó la palabra. –Perdonará nuestra ignorancia y salvará nuestras vidas, si es que decidimos luchar bajo su causa… –añadió Jenrya. –Yo por mi parte, pelearé. –dijo decididamente al desenvainar su espada. –¿Quién me seguirá? –exclamó desafiante.
Ruki asintió con la cabeza y se inclinó frente a Jenrya de forma leal. Ryo Akiyama fue el segundo en hacerlo, y poco a poco, el resto de los soldados lo hicieron también; enfilándose luego hacia las tierras salvajes que se extendían fuera de la seguridad de la empalizada. La chica recorrió con la mirada en todas direcciones buscando a Takato, pero no pudo verlo por ninguna parte. Se mordió el labio, desconcertada.
–Takato…
Ruki divagaba sobre los posibles lugares en los que podría encontrarse el joven Matsuda, cuando un par de voces familiares la sacaron de su ensimismamiento:
–¡Ruki! –la llamaban. –¡Ruki!
La pelirroja levantó la cabeza y sonrió ampliamente. Su madre corría hacía ella, y la abuela Seiko la seguía a un paso más corto. Rumiko estrujó con fuerza a su hija, quién solo jadeó en busca de aire.
–¡Madre! –soltó la chica algo sorprendida. –¿Qué es lo que sucede contigo?
La mujer frunció el ceño y apretó los labios en desapruebo; sin embargo su mirada seguía siendo amable.
–Ruki Makino. –comenzó la madre. ¿Se puede saber cuánto tiempo más planeabas seguir con tus trucos? –Ruki sonrió inocentemente. –No, esta vez no, jovencita. –repuso Rumiko con firmeza, mientras Ruki se encogía en su sitio. –Si no es porque tu abuela me ha explicado lo sucedido contigo estos últimos días, ¡Y qué decir de esta noche! ¡Ruki, por poco logras que te maten!
Ruki meneó la cabeza y sonrió nerviosamente, mientras se rascaba la nuca.
–Lo siento… –susurró en voz baja. –Supongo que no lo pensé.
–Y ese es el eterno problema, Ruki que no piensas en las consecuencias de lo que haces.
–Sí que lo hago. –se defendió la chica. –Tal vez muchas veces parezca que no es así, pero tengo muy presentes las acciones que tomo.
La pelirroja miró fijamente a su madre y está suspiró.
–Supongo que no podré detenerte, ¿cierto?
Ruki movió la cabeza de un lado a otro.
–Me temo que no. –respondió alegremente.
Rumiko abrazó a su hija una vez más y de pronto pareció no querer soltarla.
–Estoy orgullosa de ti, mi chica valiente. –susurró en voz baja, mientras Ruki le sonreía. –Prométeme que vas a cuidarte mucho.
Ruki asintió levemente y le devolvió el abrazo a su madre.
–Te lo prometo. –le dijo al oído. –Esta es la última vez que me aventuro al bosque. La última.
Rumiko limpió con disimulo las lágrimas que comenzaban a brillar en sus ojos y asintió con la cabeza, mientras la abuela Seiko abrazaba también a su nieta.
–Cuídense ambas. –dijo, para luego dejarla ir.
Ruki dio media vuelta y se unió a la multitud que salía de la aldea, caminando junto con los otros hacia la montaña, silenciosamente. Era un suceso sumamente extraño el que una mujer se encontrara participando en un enfrentamiento militar como el que se estaba llevando a cabo; sin embargo, Jenrya Lee, siendo el gobernante de ese territorio, poseía cierto poder para hacer de lado algunas de las leyes conocidas hasta entonces; sin mencionar que Ruki poseía por sí misma el talento necesario para justificar su presencia en ese sitio. Continuaron su trayecto hasta que el camino se volvió algo empinado e iniciaron el ascenso. La pelirroja sentía un viento frío y sobrenatural soplando de la cima, y escuchaba murmullos espectrales que nadie más parecía estar escuchando. Los estaban esperando. Ruki se detuvo un momento y cerró los ojos. Aspiró profundamente. Un humo blanco salió de la tierra y entró a su cuerpo sin que nadie más lo notara. Aspiró nuevamente y esta vez el pasto y las hierbas fueron las que liberaron parte de su esencia. Ruki continuó con aquello, quería lograr que Icari despertara nuevamente; la necesitaba ahí con ella. Dentro de la mente de Ruki, Icari comenzaba a abrir lentamente los ojos, y se enderezaba dificultosamente, meneando la cabeza. Ruki le tendió la mano y la ayudó a levantarse.
–¿Todo bien? –preguntó sonriente.
–E-eso creo. –respondió Icari. –por un momento pensé que terminaría del otro lado.
La pelirroja le sonrió.
–Tenemos un nuevo trabajo. –le dijo. –Habrá que luchar nuevamente.
Icari le devolvió la sonrisa y asintió conforme al sentirse ya más fuerte.
–Entonces que así sea, Ruki. Te ayudaré con todo mi poder si es necesario.
Ruki parecía estar a punto de decir algo más, cuando algo la sacó de sus pensamientos.
–¿Ruki-san?
La pelirroja arqueó las cejas y miró a Wei Long, caminando junto a ella y mirándola desconcertado.
–¿Wei?
El chico inclinó la cabeza.
–Te ruego me perdones. –le dijo en un susurro. –Por todo. Sé que tal vez no puedas hacerlo, pero de todos modos yo aceptaré vivir con mi vergüenza… –hizo una pausa breve, y continuó. –No quería admitir que mi hermano hubiera sido usado por los demonios. Era más fácil odiarte en vez de aceptar la verdad. Ahora yo debo reconocer que siempre fuiste tú la que actuó con honor.
El chico guardó silencio, esperando la respuesta de Ruki. La pelirroja sonrió sinceramente.
–Todo está olvidado, pequeño Wei. –le dijo, mientras le sacudía el cabello.
El chico se tropezó e intentó recuperar la compostura.
–¡Aaaaargh! ¡Ruki-san, no soy tan chico! –soltó de forma ofendida. –¡ya casi cumplo los 17!
Ambos sonrieron y se detuvieron cuando todos los demás lo hicieron. Habían llegado ya a los lindes del bosque. Todo el mundo miró el lugar con la boca abierta.
–Jamás pensé que así hubieran terminado las cosas… –susurró Ruki tan sorprendida como los otros.
El bosque estaba muerto. El terreno que se extendía a lo lejos parecía un completo desierto. No se escuchaba un solo sonido viviente por ningún sitio, sólo el viento que aullaba de manera aterradora. Una niebla densa y negra flotaba por sobre sus cabezas. Jenrya avanzó lentamente e inspeccionó todo de manera cautelosa. Sus soldados lo siguieron poco a poco y se adentraron en esa oscuridad que los fue envolviendo por completo. Entonces Ruki entró también en ella, y la niebla se disipó con un chillido agudo. Todo el lugar comenzó a estremecerse como si tuviera vida propia y la oscuridad se partió en miles de pedazos. Ruki miró todo de manera desconcertada.
–¿Q-qué es lo que está ocurriendo en este lugar? –soltó asombrada.
Todo mundo asumió posición de batalla, esperando que el enemigo diera la cara. Ryo jadeó de pronto y señaló hacia arriba en el cielo.
–¡Ahí! –gritó para hacerse oír por sobre los murmullos asustados de sus compañeros. –¡en los trozos de la niebla!
Todos levantaron las miradas y vieron, en efecto, que los fragmentos de la oscuridad que había sido partida, comenzaban a tomar forma, y caían a tierra como demonios feroces. Pronto, el terreno se vio cubierto de bestias y monstruos que rugían amenazadoramente.
–¡No puede ser! –jadearon algunos al ver la cantidad de seres malignos que todavía seguían materializándose.
Jenrya Lee avanzó decidido y se dirigió a sus guerreros.
–¡Yo no le temo a la oscuridad! ¡Y tampoco pienso huir de ella! –gritó, recorriendo la primera fila de lado a lado en un intento de inyectar algo de confianza a sus hombres y a si mismo. Habló de nuevo. –¡enfrenten su miedo y luchen por aquellos a quienes aman, pues yo así lo haré! –desenvainó su espada y apuntó hacia el enemigo. –Si he de morir, será peleando y con honor.
Los soldados asintieron y prepararon sus armas.
–¡Formación! –gritó Jenrya desde su puesto en el frente. –¡Quiero ver 5 hileras por aquí! –dijo al momento en que se agrupaba su ejército. –¡Arqueros! ¡Prepárense! –pronunció, mientras los mencionados tensaban las cuerdas de sus arcos. –¡Apunten!
Ruki y los otros permanecían expectantes mientras los arqueros, en el frente, esperaban la orden de Jenrya, y observaban a los demonios que corrían hacia ellos velozmente.
–¡Fuego!
Los arqueros soltaron sus flechas, y los demonios de las filas delanteras comenzaron a caer. Continuaron con su avance, y los arqueros siguieron disparando, hasta que el enemigo se acercó a una distancia de 15 metros. Las filas posteriores del ejército humano, se prepararon para atacar.
–¡Lanceros! –gritó Jenrya. Al momento que los arqueros se retiraban rápidamente y los hombres que manejaban las lanzas corrían a embestir a los monstruos. Ryo Akiyama destruyó 4 demonios en un instante, y animados, sus compañeros atacaron con fiereza.
El avance se siguió dando, y Ruki vio próxima su salida.
–¡Espadas! –soltó Jenrya, lanzándose él mismo al ataque, al mismo tiempo que todos los espadachines que se encontraban junto a él, lo seguían y embestían a cuanta criatura podían alcanzar.
Los arqueros seguían apoyando, ahora desde la retaguardia. Ruki desenfundó a Tenko y corrió velozmente por el campo de batalla, cortando demonios en segundos. Encendió unas bolas de fuego en sus dedos y las lanzó hacia una agrupación de monstruos que se acercaba peligrosamente hacia los arqueros.
–¡Kitsune-bi! –gritó la chica al conjurar el hechizo de fuego de zorro que voló en pedazos a los demonios que fueron impactados. Los soldados suspiraron y siguieron atacando. Ruki se reunió con el resto de los espadachines y continuó su avance. Sentía una fuerza muy grande en el bando enemigo, y estaba decidida a exterminarla antes de que se manifestara por completo. Se abrió paso entre demonios y soldados, y entonces divisó a lo lejos una oscuridad informe que oscilaba en el aire. La pelirroja sonrió y preparó su arma, la cual despidió un destello brillante en su hoja.
–Te acabaré en este instante… –se dijo.
–¡Makino, cuidado! –gritó Wei, al ver que un demonio soltaba una flecha negra hacia la pelirroja.
–¿Uh?
Ruki se giró y partió el proyectil en dos trozos con su daga iluminada.
–¡Necio! –gritó la pelirroja al lanzarse hacía su agresor y cortarlo con Tenko. –Eres lo menos por lo que debo preocuparme en momentos como estos.
De pronto, una lluvia de flechas negras cayó desde las ramas altas de los árboles retorcidos. Ruki puso 2 dedos frente a su boca.
–¡Om! –gritó, al momento que un domo invisible la cubría a ella y a los soldados que se encontraban cerca, quienes parpadearon confundidos. –¡Wei, arriba! –soltó la muchacha prontamente, mientras veía de reojo que la sombra que había tratado de destruir antes, comenzaba a tomar forma.
Wei y los demás arqueros dispararon sus flechas y los demonios cayeron al suelo, convirtiéndose en polvo. Ruki deshizo el hechizo de escudo y corrió rápidamente a la neblina negra que tenía ya en frente, encendiendo el filo de su daga.
–¡Kitsune-bi! –gritó mientras partía la oscuridad y la disipaba por completo.
Ruki jadeó sorprendida al ver que una mano enorme salía de entre la niebla y la apartaba como una mosca.
–¡Woah! –soltó la chica cayendo al suelo estrepitosamente.
Jenrya decapitó a un par de demonios y se giró bruscamente al percatarse de lo sucedido.
–¡Ruki! –gritó el noble. –¡Aléjate!
La pelirroja y varios soldados se movieron de ahí lo más aprisa que pudieron, mientras los arqueros disparaban flechas hacia la enorme bestia que rugió imponentemente. Ruki abrió la boca estupefacta. Tenía en frente a un oni de piel color rojo fuego, que sin duda alguna debía de ser el oni más grande y horrible de todos los que algunas vez hubieran pisado el mundo físico. El monstruo se carcajeó divertido ante las diminutas flechas que se le encajaban como palillos de dientes, y las incendió con un respiro. Los soldados retrocedieron asustados cuando el oni escupió una gran cantidad de fuego por su boca, sonriendo de satisfacción.
–¡Huyan humanos patéticos! –decía el demonio, avanzando con lentitud. –Estás tierras no tienen un guardián que valga la pena.
El monstruo se estremeció, tambaleándose, cuando Ryo Akiyama le dio una buena estocada en la rodilla derecha. El oni rugió, rabioso.
–¡Sabandija! –bramó al golpearlo y enviarlo a unos cuantos metros de distancia.
Ryo se golpeó fuerte en la cabeza y quedó en el piso, desmayado. El oni tomó aire y escupió una nueva ráfaga de fuego. Gruñó enfurecido al dejar de soplar y ver que Ryo no había sido dañado en lo más mínimo. Ruki se encontraba frente a él, materializando el escudo defensivo de Icari. El demonio torció los labios, mostrando los dientes, a la vez que sus ojos brillaban de manera chispeante.
–Eres tú… –gruñó, mirando a la pelirroja.
Ruki se inclinó junto a Ryo para asegurarse de que estuviera bien, y apretó los puños, furiosa.
–¡Maldito!… –gruñó Ruki, enderezándose lentamente, y desafiándolo con la mirada. –¡Malditos sean tú y los de tu estirpe! ¡Jamás permitiré que vuelvan a causar daño mientras viva!
El oni se cruzó de brazos y se carcajeó sonoramente.
–Recuerda tus palabras entonces, niña… –gruñó el oni, torciendo la boca en una mueca desagradable. –Recuérdalas bien…
Ruki juntó dos dedos y encendió nueve flamas tras ella.
–¡kitsune-bi! –gritó al lanzarlas hacia el demonio que las absorbió como si nada.
–No esperarás dañar a una criatura de fuego, como yo, con esa llama ridícula, ¿verdad? –el oni tomó aire y lanzó una llamarada que Ruki esquivó con velocidad kitsune. –Que chiquilla tan molesta eres… –susurró la bestia, frunciendo el ceño.
El oni atacó de nuevo, y la pelirroja tuvo que hacer uso de su escudo, nuevamente, para evitar ser quemada. La chica resopló agotadamente y meneó la cabeza sin poder entender, retrocediendo hacia los soldados, quienes intentaron apoyar a Ruki, sin mucho éxito. La pelirroja jadeó un momento, tratando de recuperar el aliento, y entonces recordó aquella vez en la que Tenko, por un breve instante, había sido capaz de traspasar el poder de un oni. Decidió probar de nuevo su suerte, y desenfundó su daga.
–¡Pero si has sacado un cuchillo diminuto! –se sonrió el oni, con todas sus fuerzas. –Nunca podrás derrotarme con ese mondadientes. –gruñó despectivamente.
La pelirroja se lanzó hacia el demonio y lo atacó seguidamente; sin embargo, su piel parecía ser extremadamente dura, la daga no lo tocaba siquiera. Varias veces lo intentó la chica, y en todas ellas fue rechazada con un manotazo o una llamarada. Ruki jadeó cansadamente y secó el sudor de su frente.
–¡No puedo cortarlo! –siseó. –¿¡por qué!?
–¡Ruki! –gritó Jenrya de pronto. –¡Cuidado!
Ruki volteó justo cuando el oni emitía una onda oscura que expulsó lejos a la chica y la hizo caer al piso, rodando sobre la hierba muerta, mientras un zorro dorado salía del cuerpo de la pelirroja y caía a unos cuantos metros de los humanos, de manera inconsciente. Ruki sacudió la cabeza al darse cuenta de lo ocurrido.
–¡Icari! ¡No! –jadeó.
El kitsune fue recogido por Jenrya, mientras Wei y varios arqueros disparaban flechas al oni, quién las quemó todas con un solo soplido.
–Vaya, vaya, tu alimaña kitsune por fin ha salido de tu cuerpo humana. –sonrió el oni de forma irónica. –¿Qué tan hábil eres sin ella?
Ruki se levantó con algo de dificultad y sacudió la cabeza con desgana. Parecía dispuesta a seguir peleando.
–R-Ruki… –susurró Icari débilmente en los brazos de Jenrya, tratando de enderezarse y de regresar con la pelirroja.
–¡¿Qué es lo que buscan, bestia?! –bramó Ruki, desesperada. –¿Qué rayos es lo que quieren?
El demonio mostró los dientes y la señaló con su dedo afilado.
–Que desaparezcas por completo. –le respondió.
Ruki jadeó sorprendida al escuchar sus palabras. Frunció el entrecejo, y permaneció de pie en su sitio, como pensando en algo. Miró su daga, luego al oni, al bosque destruido, y a los demonios que miraban burlonamente a los soldados humanos que apretaban los puños de rabia. Miró de reojo a Jenrya, quién cuidaba de Icari, y este meneó la cabeza.
–No, Ruki… –susurró el noble.
La pelirroja se mordió el labio y levantó la cabeza, decidida. Sujetó a Tenko con ambas manos y reunió en las mismas toda su fuerza espiritual. Su aura resplandeció intensamente, momentáneamente, y de pronto la hoja de Tenko pareció volverse más larga y brillante, luz pura. La daga de Tenko acababa de convertirse en una espada.
–¡Hyaaaaaaa! –gritó la chica, corriendo hacia el enorme demonio que sólo sonrió de forma incrédula.
–¡Puedes intentarlo un millón de veces, y nunca funcionará!
Las dos figuras saltaron y chocaron en el aire con una fuerza sorprendente. El impacto fue tal, que un fulgor blanco brilló en ese instante, cegándolos a todos e impidiéndoles ver lo sucedido. Tan rápido como se formó, la luz fue extinguiéndose hasta desvanecerse, al mismo tiempo que el oni y la humana descendían lentamente.
–¡Noooooooooo! –chillaba el monstruo, sangrando de una herida en forma de x marcada en su pecho, la cuál brillaba intensamente y lo iba consumiendo en su trayecto hacia abajo.
El oni cayó estruendosamente sobre el suelo terroso, convirtiéndose en polvo al instante, mientras que Ruki tocaba tierra ágilmente, empuñando firmemente a Tenko. Todo el mundo, que parecía haber estado conteniendo el aliento ante la situación, respiro de nuevo aliviadamente al ver que la chica había resultado victoriosa y que se encontraba en pie. Los demonios que quedaban, temblaron asustados y desaparecieron del lugar, como ratas, ante la derrota de su general más poderoso. Jenrya sonrió aliviado, y Ryo Akiyama gritaba eufórico. Habían triunfado. Ruki, desde su sitio, frunció el entrecejo ligeramente y se giró, mientras se palpaba con la diestra una enorme línea que se dibujaba por su torso, y la miraba de forma asombrada.
–…maldito... –susurró, al verse la mano teñida de rojo.
–¡No! –gritó Jenrya.
La espada Tenko cayó al suelo, convirtiéndose de nuevo en daga, y Ruki perdió todo su aplomo. La chica se tambaleó y fue sujeta por Icari, quién se había movido velozmente hasta ella, y negaba con la cabeza frenéticamente. Ruki jadeó, estremeciéndose en su sitio mientras su sangre brotaba libremente por la herida provocada por el rasguño del monstruo. La pelirroja apretó los dientes, el corte era profundo, y un dolor ardiente comenzaba a recorrerla por dentro, extendiéndose rápidamente por todo su cuerpo. El veneno mortal, contenido en las garras y dientes de todo demonio, parecía estar haciendo efecto demasiado pronto. Ruki sintió que la fuerza la abandonaba, y que ya no podía moverse. Se dejó caer en brazos del kitsune de manera desmayada, ante la multitud, que pareció enmudecer de pronto al mirar con desconcierto la escena.
–¡No, Ruki!, ¡No! –gritó Icari, desconsoladamente. –¡Esto no puede estar pasando! –sollozó, abrazando a la chica que tenía en el regazo. Ruki respiraba débilmente y sudaba frío, sintiéndose morir. Icari apretó los dientes y sus ojos brillaron, furiosos. –¡NOOOOO!
Wei cayó de rodillas al piso y meneó la cabeza, incrédulo. Ryo avanzó lentamente y miró a la chica, herida de muerte en brazos del kitsune dorado.
–R-Ruki-san… –susurró el castaño.
–I-Icari… Icari. –llamó Ruki en un susurro bajo. –Está bien…
El kitsune miró a la pelirroja, tristemente y se aclaró la garganta.
–No, Ruki, no está bien. –repuso Icari. –Esto es… –susurró, mirando la herida abierta de la chica. –Algo que ni yo, ni nadie puede curar. –le dijo quedamente. –No tengo el poder para ayudarte.
La pelirroja asintió lentamente y miró de nuevo a Icari.
–Lo sé… –le dijo. –Pero ya todo ha terminado… –Yo era lo que buscaban… ya no volverán a atacarlos por mi causa…
Icari arqueó las cejas.
–¿Por eso lo enfrentaste? –inquirió.
Ruki se encogió de hombros.
–¿Qué es una vida en contra de tantas otras?... es un intercambio justo… ¿no te parece?
El kitsune guardó silencio.
El bastón que Ruki solía usar para pastar en el campo, cayó al suelo con un golpe sordo. Rumiko y Seiko, que habían permanecido preocupadas, mirando nerviosamente por la ventana, se dirigieron a la entrada de la casa rápidamente y vieron el cayado tirado sobre el piso de madera. Rumiko cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, mientras levantaba el bastón y lo abrazaba, desmoronada. La señal, era un presagio que trataba sobre la vida de su hija. Seiko levantó la vista hacia la montaña, compartiendo el dolor de la afligida Rumiko.
–Ruki…
–Ruki… –sollozó Icari, quedamente, tomándola de la mano. –No te vayas, por favor. No puedes morir así… –susurró, inclinando la cabeza, mientras lloraba en silencio. –No as
–Los hijos de Inari deben ser fuertes… –sonrió la pelirroja. –limpiando con su mano temblorosa las lágrimas que resbalaban por la cara peluda del kitsune que meneaba la cabeza con tristeza. –Fue… mi decisión… –pronunció débilmente. –sólo mía…
–No es justo. –susurró Icari.
–La vida no lo es… –respondió la pelirroja.
Ruki jadeó agotadamente y le habló de nuevo al kitsune.
–Sólo… lamento no haber encontrado… ese camino del que me hablaste tanto, Icari… mi propio camino… Ese es mi único pesar…
Ruki pensó en su madre y en su abuela, con los ojos cristalinos, pensó en Takato, a quién no pudo ver por última vez, mientras todo comenzaba a oscurecérsele lentamente.
–Lo… siento… –susurró.
Un par de lágrimas resbalaron de sus ojos al momento que emitió su último aliento y la vida la abandonó entonces por completo; dejándola atrás, hermosa y fría, tendida sobre la hierba. Un alma excepcional que se había perdido ya para siempre. Icari lloró sobre su pecho, y todos los soldados se inclinaron tristemente. Ryo se pasaba las manos por el cabello, mientras lloraba incontrolablemente, y Jenrya permaneció de pie, derramando sus propias lágrimas de pena en silencio. Unas nubes negras se reunieron por sobre sus cabezas, y dejaron caer su dolor sobre la tierra que vio morir a la pelirroja, despidiéndola para siempre. Todos los presentes guardaron silencio y entonces, lo escucharon hablar a él con voz de trueno:
–Está hecho.–susurró alguien desde las alturas.
Takato descendió a la tierra, lentamente, montado en un hermoso dragón de color rojo, cabellos plateados y ojos ambarinos. El mismo que había acabado con el oni que atacó a Ruki en el bosque hacía algunas semanas. El sirviente del Señor del agua. Los reunidos levantaron las miradas y jadearon sorprendidos.
Concluye en el siguiente capítulo…
Cielos, ¡Dios mío, mi hermano mató a Ruki! ¿Qué se puede decir al respecto? Bueno, comentarios, felicitaciones, dudas, quejas… (Cuentas de terapia ya no, porque nos endeudamos con las de Nayru XD…) pero todo lo demás es bien recibido por e-mail o por un review.
Nos leemos en la conclusión del próximo cap!
