N.A. Rurouni Kenshin no me pertenece ni lo quiero, prefiero que lo conserve Watsuki Nobuhiro (q.e.p.d. jajaja) y se encargue de lo legal y monetario. Solo uso esto para darle gusto a mi imaginación torcida.

Shinsengumi: Cuerpo secreto enemigo del Jupongatana al que pertenece Kenshin (en el futuro deben de tener esto en cuenta) Es entre azul y buenas noches. Al estilo propio de Saito.

Jupongatana: Mafia que controla muchos aspectos del crimen de Kioto. Liderado por el mismísimo Makoto Shishio.

Esta historia corre paralela a LADRONA de Slayers y SOLDADO de Gundam Wing. En el futuro se unirán en un magno crossover.

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Asesino

Cap. 2 Aliados.

Si existía un lugar popular (legal) entre diversas organizaciones secretas, criminales o no, ese lugar era el Shirabeko.

No era para menos, la dueña del lugar, Sae, provenía de una familia con fuertes lazos con la organización Chosu. A su desaparición a manos del Bakufu, Los Tokuwagua decidieron brindar la protección al restaurante después de que Sae se comprometió con el hijo menor de Iyeasu, el Big Daddy de esa familia. Al desaparecer el Bakufu, el Shirabeko, bastante popular entre los mafiosos, sirvió como zona neutral por mutua conveniencia de decenas de familias rivales. Por lo que era considerado el lugar más seguro de todo Kioto, a pesar de albergar continuamente a mafiosos armados, policías corruptos y uno que otro cliente "normal".

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En uno de los apartados, un hombre esperaba pacientemente su comida e impacientemente a su cita. No era común que ese desgraciado llegue tarde, así que le gustaría saber que clase de excusa inventaría.

Una niña se acercó a él, con una sonrisa en el rostro, pero temblaba casi imperceptivamente.

Esa reacción satisfacía en sobremanera a Hajime Saito, mejor conocido como Goro Fujita, jefe de detectives de la Zona 3 de Kioto.

La niña era de reciente adquisición para el restaurante. No podía tener mas de 11 años y estaba vestida , al igual que todas las del restaurante, de Kimonos tradicionales, a juego con el resto del local. La tradición era algo importante para cada Yakuza que visitaba el lugar.

- Fujita-san, su tazón de fideos. - dijo con voz suave y baja, con respeto. Depositó con gentileza el tazón, los palillos y un pequeño vaso de té humeante. Incluso dejó un cenicero y un paquete de cerillos, los cuales no estaban en la orden.

- Muchas gracias Tsubame, - Respondió el aludido, sonriendo falsamente y cerrando los temibles ojos dorados. Extendió un billete. - Toma esto por tu amabilidad y no te preocupes, llámame Fujita a secas.

Una risa nerviosa recibió el billete y asintió rápidamente, impaciente por regresar a la relativa seguridad de la cocina.

Saito sonrió para si mismo. Sabía que su aspecto infundía miedo. Facciones que alguien comparaba con las de un lobo, ojos dorados propios de alguien acostumbrado a la sangre y muerte. Cabello oscuro, peinado hacia atrás con unos cuantos flecos desordenados, tan largos que tocaban su barbilla. Complexión delgada y bastante fuerte. Alto como nadie y un aura de peligro, que hasta el mismo Battousai respetaba.

- Estúpido Battousai. - Murmuró entre dientes mientras separaba los palillos.

De hecho lo estaba esperando desde hacía media hora y de no ser por el hambre que tenía desde la mañana, lo hubiera buscado por todo Kioto para darle un par de bofetadas y una patada en el trasero.

La perspectiva de esa agresión mitigó un poco su impaciencia, mientras condimentaba un poco el caldo.

¿Desde cuando conocía a Battousai? Ah si, desde la muerte de su esposa Tomoe. Una lástima. Lo único bueno que se sacó de esa desgracia (en verdad le agradaba la señora Himura) fue que logró desatar la ira ciega del pequeño pelirrojo y convertirlo en el arma más poderosa del Shinsengumi.

Pero era tan difícil de controlar. En ocasiones efectuaba el trabajo rápido, en silencio. En otras, presentaba un espectáculo digno de las Vegas. Un día, cortaba cabezas de forma anónima, al otro, escribía su nombre sobre las paredes con la sangre de sus víctimas. Extraño, bastante extraño.

Llevó el tazón a su boca, para beber algo del delicioso caldo de los fideos mientras sentía un sobre en su pecho.

Una nueva misión, una nueva muerte, una liberación más para el peligroso Kioto.

El deseaba hacer ese trabajo. Exterminar con su espada a todo el mal que causa riesgos a la gente. Pero no era lo más conveniente. Según el líder, servía mas en silencio, controlando la Policía para cubrir los pasos de los otros.

Y vaya si tuvo que hacer trabajo la noche pasada. El "baka" dejó demasiados testigos del crimen, tanto que Saito tuvo que usar toda su influencia para borrar toda evidencia que los relacionara con el Shinsen. Se arriesgó demasiado, pero finalmente estaban a salvo.

El sonido de la puerta lo distrajo y sintió el aura de su aliado.

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Kenshin entraba al Shirabeko como en otras ocasiones. Ignorando las miradas de los parroquianos. Las meseras estaban acostumbradas a ver al oscuro pelirrojo, vestido siempre de negro y con largos abrigos o gabardinas (estuviera o no haciendo frío). Checo la hora del reloj y se dio cuenta que llegaba tarde. La primera vez desde que trabajaba para el Shishou.

- Himura-san, bienvenido. - Saludó amablemente Tsubame, quien en ves de temblar como con Saito, le daba gusto recibir a Kenshin. - Fujita-san lo esta esperando.

- Muchas gracias Tsubame. - Contestó Kenshin sonriente, sintiéndose a gusto por primera vez en el día.

Despojándose de sus botas, se arrodilló frente a Saito quien no dejaba de comer.

- Lamento la tardanza Saito.

- Fujita, mi nombre es Goro Fujita, que no se te olvide tonto.

- Lo lamento, no he sido mi mejor día.

- Kenshin, que gusto verte. - La interrupción fue de Sae, al ser informada de que Ken había llegado, se dispuso a atenderlo personalmente.

Cualquiera podía pensar que Kenshin era un simple muchacho, con esa sonrisa y apariencia juvenil. Realmente no entraba el estereotipo de asesino desalmado. Ese era su atractivo. Solo un inocente muchacho que le ve lo lindo a la vida.

Esa era la razón de que cualquiera que llegaba a conocer a Kenshin, ganaba su amistad. Era desprendido, daba incluso buenos consejos a los niños de otros. No permitía que se le faltara el respeto a una mujer ni nada por el estilo. Era en sí, el perfecto caballero.

- Hola, Sae-san.

- ¿Quieres que te traiga lo de siempre?

- Si por favor, solo que ¿también podrías proporcionarnos un par de botellas de Sake por favor?

Con un movimiento de la cabeza, Sae asintió y se retiró.

- ¿Coqueteando con la dueña para obtener un descuento? Eso creí que solo el cabeza de pollo lo hacía.

- Solo trato de ser amable. Si no lo hiciera terminaría amargado como tú, Lobo.

Saito sonrió. Era gracioso que debajo de esa cara amable se escondía la única persona que lo superaba en combate, y en crueldad al asesinar. Todo un cúmulo de contradicciones.

- Battousai. - Murmuró Saito con la intención de que solo el sujeto frente de sí lo escuchara.

El cambio en Kenshin fue rápido. Al escuchar el nombre sus ojos pasaron inmediatamente de azul a Dorado en un parpadeo y la expresión de su cara se hizo más dura que la del lobo.

- Dime. - Su voz fue apenas un susurro.

- Escuché que hiciste un buen trabajo con Watsuki, pero corriste riesgos innecesarios al enfrentarte a Jinnei.

Battousai rió guturalmente.

- Vamos Wolffie, no me puedes culpar el querer algo de diversión.

- Sin importarlo que pienses, tu misión era acabar rápida y silenciosamente con ese idiota. ¿Sabes cuanto papeleo tuve que hacer para ocultar tu gracia.

- Creo que única persona que me debería reclamar es Tokio. Aunque, podría consolarla.

Ese era Battousai, un psicópata maníaco que disfrutaba del sufrimiento ajeno. Saito se arrepintió de hablarle de esa forma. Un asesino enfadado pondría peligro no solo al grupo, sino a la familia de los miembros.

- Después de todo, creo que a ella le gustará que un hombre de verdad la...

Saito observó como se interrumpió a si mismo mientras tocaba su cabeza con la mano, como si padeciera de jaqueca. En fracciones de segundo, los ojos azules aparecieron, siendo sustituidos por los dorados de nuevo.

- Hubo algún problema.

La seriedad regresaba a su tono, que dejaba de ser burlón y sádico, para ser de nuevo frío y seco.

- Por el momento no, pero se presentan nuevas dificultades, que deben ser resueltas de inmediato.

- ¿Que dificultades.?

La respuesta tuvo que esperar. Sae llegaba cargando una bandeja con arroz, pescado asado y 2 tazones de fideos con trozos de carne. Además de 2 botellas de Sake con sus respectivos vasos.

- Disculpe la tardanza Himura-san. Su comida.

- Muchas gracias Sae-dono. - Dijo Ken con sus ojos azules.

Durante los siguientes 5 minutos se dedicaron a comer en silencio sin razón alguna. Pero para Kenshin, fue un buen descanso de mantener la lucha continua con Battousai por el control. Saito lo entendía, y sin importar cuanto apreciaba (casi admiraba) a Battousai, sabía que sin Kenshin, Battousai sería como Shishio.

- Necesito que vayas de inmediato a Osaka. Tu blanco se encuentra allí.

Battousai tomó el sobre que Saito le extendía e inmediatamente lo abrió.

- Creí que esperarías un poco, pero, en fin. Veo que encuentras un nombre conocido.

- Kanryuu Takeda. ¿Que tiene que ver con...

- Shogo Amakusa. Creo que lo recuerdas.

Shogo Amakusa el primer alumno de Hiko, quien abandonó la enseñanza después de que Kenshin derrotara en un combate pare decidir quien aprendería las enseñanzas finales del Hiten Mitsurugi. Shogo nunca perdonó a Ken por drerrotarlo, aunque nunca volvió a enfrentarlo.

- Que hace ese cristiano con Kanryuu.

- Eso es uno de los misterios que ni el mismo Okashira podría descubrir. Sin embargo tu Shishou quiere que te encargues de eso.

- Porqué no el cubo de hielo. Esta más cerca de Osaka y tiene la habilidad para rebanar en cachitos a ese Shogo.

- Desafortunadamente no puede entrar a Osaka, so pena de encarcelamiento.

Battousai alzó una ceja.

- La última vez que estuvo en ese lugar, lo encontraron en un motel, en plena acción comprometedora con una menor de edad.

- La comadreja.

- Así es, debido a eso, tiene orden de aprensión y ni siquiera yo puedo revocarla en Osaka.

- Me gustaría saber lo que el viejo opina de eso.

- Ya se que no lo sabes, pero les dio su bendición y fijó fecha para el matrimonio.

Battousai, que en ese momento sorbía un poco de te, casi se atraganta. La comadreja era 10 años más joven que el cubo de hielo, quien también era joven, no mas de 27 años.

- Siempre pensé que el viejo tenía una mente abierta, pero no que tanto. - Dijo en un murmullo, vagamente recordando a una mujer joven de cabello negro. Hacia tanto tiempo. - De acuerdo, tomaré el trabajo. ¿Hay algo mas que deba saber?

- Kanryuu es uno de los principales soportes del Jupongatana, les provee de armas convencionales y por lo visto ha estado haciendo negocios con gente de Londres para otro tipo de armamento. Si eliminamos a Kanryuu, esas negociaciones se suspenderán el tiempo suficiente como para permitir a los onis reunir más información respecto a eso..

- Para eso debo pasar sobre Shogo.

- Exacto. Es su principal guardaespaldas, por lo que puedes esperar más contrincantes que tomar en cuenta. Como castigo por tu entretenida ejecución pasada, le he ordenado al gallo que te acompañe, pasará por ti a tu casa a las 9:00 P.M.

- Eso si que es un castigo.

Para ese entonces ambos terminaban su comida y Kenshin/Battousai se disponía a abrir las botellas de Sake.

- No puedo, gracias. -Negó Saito después de que su compañero le extendió un trago. - Sabes que, aparte de que estoy de servicio, tengo malos deseos cuando bebo.

- Y eso que importa, yo los tengo todo el tiempo.

Ambos levantaron las copas y repitieron al tiempo: "Aku Soku San"

Después de vaciar las botellas, cada uno se retiró a su respectiva obligación.

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Cuando Kenshin entró al viejo Dojo, una ola de recuerdos lo asaltó. Todos de tiempos mejores, cuando decenas de niños practicaban movimientos con las Shinais o los bokkens. Una sonrisa adornó su cara al recordar todo eso.

- Como siempre, viviendo en el pasado.

Kenshin no tuvo que voltear la cabeza para reconocer la voz que sonaba en su cabeza.

- No quiero hablar contigo.

- Que interesante, pero ¿qué crees? No puedes hacer nada al respecto.

De pronto se encontró viendo a Battousai, como siempre. Vestido de negro, con la espada colgando orgullosa de su cintura y su cabello sujeto en una cola alta de caballo. Ojos dorados brillando en la penumbra.

- ¿Qué quieres? - preguntó con un suspiro.

- Lo que siempre he querido, tu resolución. Que al fin te decidas a desaparecer, para que pueda llevar nuestras vidas como se debe, hacia el futuro, no estancarnos en el pasado por otros 4 años. Eso es lo que quiero.

- En ese caso, ya sabes mi respuesta. No. Así que retírate, no te necesito.

-¿Realmente crees que no me necesitas? O simplemente no quieres aceptar que no puedes seguir adelante sin mí. Acéptalo, si no fuera por mí, te habrías matado en ese cementerio, en vez de luchar como debió haber sido desde un principio. De haber luchado, nuestra familia seguiría viva, seríamos felices, y es tu culpa que ellos estén muertos.

- Ya basta.

- Acéptalo, nunca tuviste el valor de pelear, ni siquiera cuando se trataba de proteger a alguien tan importante como Tomoe.

- Basta.

- Ni para cuidar de tu hijo.

- ¡¡¡BASTA!!! ¡Ya cállate!

La visión de si mismo sonrió y se retiró.

Esa alucinación se iba haciendo más común. Un fantasma que surgía cada vez que iba ha hacer un trabajo. Se le aparecía en el dojo, en la cocina, en la calle, donde quiera que iba. Cada vez más fuerte, mas grande y mas cruel.

Para este entonces ya había entrado a su casa y se dispuso a entrar a la ducha. Después de desnudarse se metió bajo en fuerte flujo del agua caliente, tratando de relajarse. Cuando miraba abajo, al agua que corría, sentía que se iba volviendo roja, hasta encontrarse envuelto en sangre. Una sacudida a la cabeza y todo regresaba como antes. Si se quedaba viendo las paredes, de nuevo, manchas de color rojo se formaban a cada momento, como heridas provocadas por su espada. Si agarraba un jabón, resultaba ser un corazón, y así, consecutivamente, las alucinaciones y las pesadillas diurnas lo envolvían una y otra vez. Y en todo momento, sentía como un par de ojos dorados lo perseguían a todas partes.

Tomó una toalla y se envolvió en ella. Al pasar frente al espejo, como tantas veces, veía al destajador reflejado en él, observándolo con crueldad, deleitándose de su propio sufrimiento. Kenshin sintió la tentación de romper el vidrio con sus puños, como otras veces, pero estaba demasiado cansado de hacer lo mismo. Cada espejo que rompía era una victoria más que Battousai tenía en su contra. Así que como otras tantas veces, intentó ignorarlo.

A pesar de la tortura verbal a la que era sometido constantemente por las burlas y reclamos de él, Kenshin se acostumbraba a ello. Veía a Battousai en cada esquina, llamándolo, provocándolo para tomar control de su cuerpo. Lo encontraba sentado a su mesa y en ocasiones, hasta le servía un plato de comidas solo para oírlo burlarse de él y desaparecer. Cierta ocasión escucho comentar a uno de los médicos del Shinsengumi, que padecía un severo caso de esquizofrenia paranoica grave, como resultado de la muerte de su familia.

Estúpido matacuerdos, Kenshin sabía que no tenía una doble personalidad como todos juraban. El sabía mejor que nadie que no era mas que un demonio que buscaba poseerlo y mandarlo a un infierno viviente.

¿Pero tenía opción? Dios sabe cuantas veces ha intentado expulsarlo de sí mismo, pero una y otra vez regresa. Siendo indispensable para cometer los asesinatos que debería traer un mejor Kioto en memoria de Tomoe y Yahiko. Se enfurecía reconocerlo, pero lo necesitaba.

Por eso le permitía tomar el control de sí en ocasiones, para efectuar el trabajo, y después usaba todas sus fuerzas para retirarlo. La conciencia lo atormentaba cada vez más debido a cada muerte, mientras Battousai estaba a su lado recordándole cada muerte, cada cuerpo sin vida que desollaba, cada cabeza que cortaba, todo en el supuesto "bien de Kioto". O lo peor. Soñar con Battousai sostener la cabeza de su familia y gritar a todo pulmón la máxima de su Shishou, "Sacrificios son necesarios para un mejor Kioto." Despertaba más cansado que cuando se acostaba.

La única actividad que podía relajarlo momentáneamente, era la que se disponía ha hacer.

Encendió una varita de incienso en la vela que tenía en un altar casero. Colocándose en una posición de piernas cruzadas, comenzó a meditar.

Eso, al menos le permitía olvidarse un poco de todo. La sangre, los gritos, la risa maníaca de si mismo al cortar la gargantas de otros. Pero siempre terminaba donde mismo. En un lugar oscuro, desprovisto de toda fuente de luz, y aún así distinguía perfectamente a Battousai, quien lo retaba a un duelo. Peleaban usando lo mejor de si mismos, y cada vez que estaba apunto de perder, Kenshin se esforzaba por despertar y salir de ese terrible trance.

Las 8 sonaron en el reloj de la sala.

Mecánicamente se dirigió a su habitación, encendiendo todas las luces del apartamento, tratando de ahuyentar a los demonios y fantasmas que lo perseguían. Procedió a vestirse. Gruesos pantalones de spandex negro bastante ajustados para una mayor movilidad. Sweater de algodón ajustado y botas altas, especialmente diseñadas para él. Sobre todo eso, pesado abrigo largo, con varios adornos de plata. En silencio se dirigió al dojo, donde guardaba las espadas. Al entrar se volvió a encontrar a su alter ego sonriendo, sujetando las espadas, extendiéndoselas amablemente.

- Sabes que no puedes vivir sin mí. ¿Te parece bien, si trabajamos juntos de nuevo?

Kenshin no dijo nada. Por todos los medios ignoraría a esa visión, solo tomó las espadas y se retiró.

- Estaré siempre a tu lado cariño! - Gritó Battousai con burla. - Cuando sea necesario, cuando lo quieras, cuando no. Te veré en Osaka.

Casi con desesperación, Kenshin salió del dojo. Con las espadas ahora en su cintura trató de calmarse, si se excitaba o agitaba demasiado, el demonio lo tomaría de nuevo, antes de llegar a Osaka. No quería pensar las consecuencias de eso.

A las 9, un Jetta 99 color negro se estacionaba frente a su puerta, donde aguardaba impacientemente Kenshin.

- A buen tiempo Kenshin, ¿cómo has estado?

- Muy bien Sano. ¿Nos vamos?

Ambos subieron al auto sin más palabras.

Rumbo a Osaka. Hacia un combate más.

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N.A.

Paranoia: Casi casi cuando el que lo padece siente que es perseguido por medio mundo e incluso puede llegar a ser agresivo con sus conocidos.

Esquizofrenia: Cuando el fulano oye voces, ve cosas e incluso personas que no están allí. (Ejemplo: Mente Brillante)

La intención es tratar de explicar la locura de Kenshin, quien quiero que padezca un caso de Doble personalidad extremo, aunado con la esquizofrenia y la paranoia de sus alucinaciones.

Me explico?

¿Alguien conoce la historia del Green Goblin de Spiderman? La de la historieta, no tanto la película. Si es así, pus así. Si no, léanla o pregúntenle a alguien que la conozca. Si no pregunten.