N.A. Por si alguien lo había pensado...No Estoy muerto.
Rurouni Kenshin no es mío, no me pertenece y francamente ni lo quiero debido a montones de problemas legales que tendría que lidiar. Yo solo lo uso, reuso, deformo, corrompo y transformo para darle gusto a mi imaginación torcida.
Esta historia corre paralela con LADRONA de Slayers y Soldó de Gundam Wing. Si no las han leído, ¿qué rayos esperan para leerlas? La conjunción está próxima y les conviene saber de los que tratan las otras.
Este capitulo esta dedicado a Blankaoru, quien me dio ideas para poder terminarlo.
Esta serie esta auspiciada por Leche Pudrimilk. El chocolate que pudre a sus niños. (Aliméntate sanamente)
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Kenshin tomó la espada de la parte más alejada del mango con la mano izquierda. Plantó los pies en el suelo y adelantó la pierna derecha. Parecía postura Battou si no fuera por que los pies estaban demasiado separados y flexionados. Sostuvo la espada horizontal con la punta dirigiéndose a Shougo y la aseguró con las yemas de los dedos de la mano derecha. Giró el tronco hacia atrás e inclinó el cuerpo hacia delante.
"¿Qué clase de postura era esa?"
Por un momento ambos contendientes esperaron una señal invisible. En un instante, las pupilas de Battousai se contrajeron en un punto y se arrojó a una velocidad brutal.
- ¡A la carga!
Shougo por un momento se asustó. Su velocidad no se redujo ni un metro por hora, al contrario, parecía ser mas furiosa. Sus pues dejaban huellas notables en el piso. Solo sele ocurrió una cosa: Saltar.
Si Shougo estuviera allí, su cuello habría sido perforado por la poderosa estocada izquierda de Battousai. La pared, en cambio no tuvo tanta suerte. El muro cedió ante el golpe, parecido a un cañonazo y se colapsó en escombros y polvo.
Shougo comenzaba a bajar, desenvainando la espada.
- ¿Crees que has eludido mi ataque Shougo?
En un instante Battousai recuperó la postura origina, solo que apuntó la katana hacia arriba, contrajo fuertemente el brazo y saltó, lo más fuerte que sus piernas le permitían. Estocada.
Los ojos de Shougo se agrandaron de dolor. No había forma de precisar que tan grave sería la herida, ya que, por el momento, solo sentía DOLOR, aunado a sorpresa y furia. Miró hacia abajo.
Y unos brillantes ojos dorados lo saludaron.
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Asesino
Capitulo 4 Muerte y vida.
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Por una cuestión de suerte, mala puntería o benevolencia, la punta de la espada de Battousai rozó la costilla de Shougo, rodeándola; perforando piel, músculo y ropa.
La percepción de ambos era tan rápida, que les pareció que caían lentamente.
"Mira con que facilidad puedo cambiar a un ataque horizontal" Pensó Battousai al momento que sus pies tocaron el suelo. Giró el filo de la espada y realizó un corte. El filo rozó nuevamente la costilla y agrandó el tamaño y la seriedad de la herida. Completó el giro y una pesada bota se estrellaba contra la quijada de Shougo, mandándolo a volar muy lejos.
La herida, aunque grande, no era mortal. La estocada fue cuidadosamente planeada para incomodar al enemigo, jugar con él y restarle fuerza a su ataque. No fue mala puntería, ni suerte. Mucho menos benevolencia.
Fue crueldad.
Unas gotas de sangre cayeron desde la punta de la espada del pequeño espadachín. La visión de la sangre de su enemigo lo regocijaba. Shougo jadeaba y trataba de controlar el dolor y el flujo de la sangre de su herida. Pocas, muy pocas veces, alguien le había herido con gravedad. Solo podía mirar con odio a ese pequeño...
- No hay ángulo muerto en el Hira-zuki, creado por el genio de la estrategia Hijikata Toshizou. Otrora líder del Shinsengumi. El Gatotsu es mucho mejor.
Shougo registró de nuevo la postura. Inclinado hacia delante, brazo y espada listos para una estocada izquierda. Se arrojó hacia Battousai cuando este empezó a moverse. Al dar la estocada, la esquivó interponiendo su espada al ataque secundario del Gatotsu. El lado derecho de Battousai quedaba algo desprotegido, si pudiera atacar por allí mediante...
- Astuto. - Gritó Kenshin al entender la jugada de su rival. Dejó de oponer resistencia al bloqueo y golpeó la cara de Shougo con el mango de la espada. Aprovechando los 20 Kilos extra que el abrigo de Kelvar le proporcionaba empujo fuertemente a Shougo con el hombro, haciendo que se estrellara contra una pared cercana. Su cuerpo dejó huella y cayó como un saco de papas.
- Lección final del Hiten Mitsurugi Ryu numero 1: Por el simple hecho de blandir tu espada no puedes asegurar que tu enemigo venga hacia ti. No creí que tu técnica se hubiera deteriorado tanto Shougo. Este es el Kempo no Battoujutsu.
Un brillo pequeño e intenso empezó a iluminar los ojos del caído. En su mente, las imágenes del Kenshin mas joven que lo derrotó años atrás se sobreponían con las del Battousai de ahora. Una ira descontrolada comenzó a crecer dentro de él.
El brillo no pasó desapercibido para Battousai. Ni el aparente cambio en el Ki de su oponente.
"A pesar de tener una herida profunda en su costado, la segunda respuesta fue mucho más rápida que la primera. Será posible que, conforme avanza la pelea, salga su destajador interno."
Las reflexiones de Kenshin quedaron inconclusas. Shougo se levantó e inmediatamente después corría a enfrentar de nuevo al Destajador. Battousai preparó el ataque con el Gatotsu y asestó la estocada cuando lo vio conveniente. El movimiento, puramente defensivo no requirió que moviera los pies. Sería efectivo, si encontrara un objetivo. La espada se encontró con solo aire.
Kenshin sintió una corriente de aire a su derecha y haciendo un esfuerzo gigantesco, conectó una patada. La cara de Shougo saludaba de nuevo la pesada bota de su rival y girando en consecuencia, se alejó de él.
"¿Qué fue eso? Ese movimiento estuvo mas allá de mis expectativas. Entonces es cierto. El asesino nato de Shougo sale cada vez que pelea."
Shougo respiraba rápida y entrecortadamente. Como si su cuerpo no pudiera soportar el poder que tenía. De pronto se calmó. Dignamente se puso de pié y dio unos pasos. Para, finalmente, revelar un par de ojos intensamente dorados.
"Un Hitokiri. Un Hitokiri de verdad. Shougo al fin se convirtió en un asesino hecho y derecho. ¡Demonios! Si solo Saito estuviera allí"
Pero había algo más en la postura de Shougo. De alguna forma lo diferenciaba de él. A Shougo ya no le importaba tomar o perder la vida. Solo peleaba, como un verdadero Samurai. No como Battousai quien experimentaba un goce con la crueldad. De algún modo estaba más equilibrado que él. Eso lo hacia ¿superior?
"Naaa"
- Veo que finalmente decidiste pelear en serio. Entonces... - Cambio ligeramente su postura. - ...usaré el verdadero Gatotsu.
La postura era la del Gatotsu Nishiki. La espada estaba sobre la cabeza del atacante, la punta sostenida por los dedos derechos y listo para atacar. Kenshin gritó, presumiendo unos pronunciados caninos y corrió, tan rápido como pudo.
Shougo realizó 2 pasos. Esquivó la estocada inclinando ligeramente la cabeza e interponiendo la espada en el siguiente ataque de Battousai. Siguiente paso, giró y provocando un arco de plata, el filo de la Katana se encontró con el cuello del abrigo de su rival. Ryu Kan Sen.
Las vértebras de Kenshin tronaron, su boca escupió sangre mientras era arrojado hacia una pared cercana. Esta colapsó al estrellarse con la cara del asesino. Y Shougo se preguntó porque su cabeza no se había separado. ¿El abrigo?
- Lección del Hiten Mitsurugi Ryu numero "n". En un duelo, procura usar una técnica que acabe a la primera. El Gatotsu, sin importar que tan impresionante sea, después de verlo 3 veces se te ocurren una o dos formas de eludirlo. Levántate, no creo que quieras terminar así después de trece años.
El cuello le dolía como el infierno, el impacto lo dejó viendo estrellas, pero lo mas impactante era el tono de voz de Shougo. Frío, distante. Definitivamente era todo un Asesino.
"Ryu Kan Sen" Se dijo mentalmente. Cuando practicaba con Saito mientras le enseñaba el Hira Zuki, y por ende el Gatotsu, había usado un Do Ryu Sen para romper el ritmo del ataque, y un Hi Ryu Sen para atacar. Pero lo mas adecuado resultó ser un Ryu Kan Sen. "Maldito, lo haz dominado bien."
- Terminar ¿eh? Pensaba entretenerme un poco con tigo, pero mi mente acaba de cambiar. Te mataré.
- Sigue parloteando, me entretiene tu charlatanería.
La sangre escurría por el rostro de Battousai mientras se colocaba en la posición del Nishiki y Shougo, sangrando del costado, en la Battou. A una señal inexistente ambos avanzaron y chocaron las espadas.
Ambos estaban cansados, doloridos y sangrantes. Y aún así sus ataques no se reducían en poder ni un poco. Kenshin era hábil peleando con la izquierda, la cual desconcertaba un poco a Shougo, quien estaba en un estado de absoluta concentración. Su objetivo: Matar.
En un punto, aprovechando un bloqueo y los 20 Kilos extras que el abrigo de Kelvar le proporcionaba, Battousai colocó la mano derecha en el inverso de la hoja para empujar a Shougo hacia una pared. Su intención era estrangularlo con su propia Katana, pero reste rompió el movimiento al conectar su rodilla con la quijada del pelirrojo. Saltó lejos para recuperar energías y se encontró bloqueando un mandoble. Kenshin aprovechó la energía de la defensa del "cura" y giró hacia la izquierda sorpresivamente. Levantó él pié y con una patada lateral, empujó el filo directamente al brazo izquierdo de Shougo. Shuugeki Tousei. Watoujutsu.
El dolor hizo que Shougo gritara y se alejara. Una grandiosa combinación de Kun Fu y Kendo fue suficiente para convencerlo que Battousai era experto en varias disciplinas. Mucho más que él.
- Estoy impresionado, tu uso del HMR sorprendería al mismísimo Hiko. Él estaría orgulloso de ti - La confesión calmó un poco la furia de Shougo, solo preparándolo para lo que sigue. - y por lo mismo, te daré un obsequio. Te mostraré el Ouji.
Shougo sonrió fríamente. Sabía que, a pesar del titánico esfuerzo que realizaban ambos para aparentar normalidad, sus fuerzas menguaban cada vez más rápido. Battousai debía terminar la batalla antes de morir. Por eso necesitaba usar el Ouji. Bien. En ese caso, usaré el Rai Ryu Sen.
Shougo guardó la espada en la vaina y enfrentó a Battousai. Lo encontró parado, derecho, sosteniendo la espada con ambas manos. Cosa extraña. Shougo siempre había pensado que el Ouji sería una clase de súper técnica Battou. ¿Qué quería hacer?
No importa. Lo cegaría y le sacaría la verdad.
Battousai corrió.
Al igual que Shougo.
Este empezaba a concentrar su Kenki para empezar con el Shin no Ippu y conectarlo con la espada cuando lo vio.
O mejor dicho, lo vio.
- Este es el Ouji estilo Hiten Mitsurugi Ryu, Kuzuryusen, Luz de dragón policéfalo.
9 golpes asesinos. Los nueve ataques básicos del Kendo. Todos en el mismo movimiento. Simultáneos. Ineludibles. Efectivos.
No alcanzo ha hacer el Rai Ryu sen. Sacó la espada y la vaina con la intención de bloquear los ataques.
Nueve destellos simultáneos parecieron iluminar el recinto.
Ambos contrincantes estaban separados. Cada uno esperando lo mejor.
Entre gritos de dolor, cortes profundos aparecían a lo largo del cuerpo de Shougo mientras la sangre fluía.
La vaina estaba destrozada, al haber detenido al Sakakaze (en medio de los pies, muy importante) El mango detuvo al Tsuki y la hoja desvió al karatake. El resto de los golpes encontró su marca, como resultado, la vida de Shougo se escurría.
- Este él es el estilo Hiten Mitsurugi Kuzuryusen. Es mi especialidad, mi técnica favorita.
Shougo solo podía verlo con odio. Sintiendo como la vida se le escurría. El pequeño asesino lo estaba viendo a los ojos.
- Lamento que esto acabara así. - De repente sus ojos perdieron un poco su brillo dorado. - Adiós hermano.
El cuerpo de Shougo sufrió un espasmo cuando una espada atravesó su cráneo y se encajó en el piso.
Una espada se envainó mientras Battousai se retiraba.
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- A buen tiempo. ¿Terminaste? - Sanosuke preguntó cuando Battousai apareció. El Cabeza-de-gallo parecía bastante alegre. Y no era para menos. 6 meses de entrenamiento intensivo de la Master-Hacker Comadreja1000 habían servido para sacar toda la información que el Shinsengumi necesitaba. - porque yo sí.
Los ojos de Battousai cambiaron de dorado a azul varias veces antes de contestar.
- Si, terminé - dijo de forma neutra. - Vamonos.
- Bueno. Mas vale abandonar el barco antes que la policía venga. -usando un Futae-no-Kiwami izquierdo, se deshizo de la computadora mientras guardaba un diskette en la bolsa de su pantalón.
- Kanryuu sobornaba al jefe de policía local para que no metiera sus narices en este edificio. Lo que sucedía aquí, aquí se quedaba. No debemos preocuparnos por eso. - explicó Battousai en un esfuerzo por contenerse y alardear. Kenshin no se lo permitía. Al menos no frente a Sanosuke.
- Vaya. ¿De donde sacaste eso?
- De tu "padre" Saito. - sonrió. Sin estar seguro si fue Kenshin o Battousai el que hizo el comentario.
Sanosuke no dijo nada. Solo su ceja tembló levemente.
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- Linda espada. ¿De donde la sacaste?
- Es un regalo de los muertos.
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El trayecto, debió ser más tranquilo. Sin prisas por llegar a Kyoto a una hora. Con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo, y disfrutar de conducir un auto por las solitarias carreteras de Japón.
Bueno, mientras Battousai no condujera.
Sano resistía el impulso de abrazar sus piernas para darse el lujo de un poco de seguridad ante la conducción temeraria del pelirrojo. Esta bien, a él le gustaban las altas velocidades, y de vez en cuando corría un poco para desahogarse. Pero esto era demasiado. Ni en las curvas mas cerradas la aguja bajaba de los 130 Km por hora.
Battousai iba al volante. Y con la misma inmisericorde saña con la que segaba las vidas de otros, conducía el jetta negro, de forma que hasta Hiko sudaría.
Sano trataba de entender. La Kitsune una vez comentó que varias de las acciones que hacía, eran para dejar atrás a su alter ego. Por lo que la rapidez con la que conducía era como para alejarse del lugar donde Battousai aún estaba presente. Por lo tanto, que condujera lo más rápido que quisiera.
Mientras estuviera solo.
Pero morir no estaba en la agenda de Sano, y más valía hacer una pequeña y arriesgada observación.
- Kenshin, ¿Tienes que ir tan rápido?
Llamar Kenshin a Battousai (aunque fuera la misma persona) era peligroso por 2 razones. Battousai odiaba a Kenshin por débil, por lo que te podía golpear o escupir (sí bien te iba). Solamente lo soportaba de Saito o Hiko. Sus superiores. O 2, Battousai soltaba una andada de maldiciones capaces de sonrojar a un marino sin importar quien estuviera allí.
- ¿Te asusta la velocidad? - preguntó burlonamente Battousai. Existían mas posibilidades.
Sanosuke se arrepintió de haber preguntado cuando las revoluciones del motor aumentaron y él turbo fue cargado. Después la velocidad bajo, situándose en unos mas seguros 80 Km por hora.
Una leve sonrisa apareció en su boca.
- ¿Te asusté? Lo siento.
Sanosuke estuvo más tranquilo. Ahora era su amigo Kenshin.
- ¿Se fue?
Kenshin sabía a quien se refería sano y miro por el retrovisor. Solo para él, Battousai lo saludó desde el asiento trasero, sus ojos dorados como llamas en la oscuridad.
- Nunca. Solo descansa.
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En uno de los edificios de la zona rica y limpia de Kyoto, estaba un apartamento lujoso. Bastante grande, teniendo en cuenta que solo una persona lo habitaba. En esos momentos, su dueño, dueña mas bien, se encontraba en una clase de danza Tai-Chi para serenar la mente.
Dra. Megumi Tanaki, cirujana del hospital general de Kyoto.
Ella parecía sacada de la tapa de una revista. Cabello largo, negro con brillos verdes. Ojos grandes y almendrados y un carmín natural en los labios que le simplificaban las cosas a la hora de maquillarse. De proporciones corporales, ni hablar. Todo estaba donde debería estar y sin duda justificaba todos los piropos y cumplidos que recibía al día.
Solo que ella los odiaba. De hecho en ese día soltó 4 bofetadas, 5 patadas y dejó a 3 residentes de cirugía cantando la nota alta por propasarse. Era en esos momentos cuando deseaba el cuerpo de la comadreja.
Exhaló, tratando de quitar esos pensamientos de su mente y los sustituyó por recuerdos agradables.
Su padre. Una figura grave, estricta y tan cariñosa cuando debía. Medico pedriático quien la cuidaba cada vez que enfermaba. Su mamá, ginecóloga quien le ayudó cuando tuvo sus primeros problemas de adolescente. Abuelos doctores. Los Tanaki. Toda una dinastía de doctores famosos y tan buenos. Cada vez que los evocaba, la tranquilidad regresaba a su alma. junto con una figura pequeña de cabello largo...
El sonido suave del timbre rompió su concentración e interrumpió su danza tranquilizante. Suspirando se dirigió a la puerta e investigó al idiota que estaría molestando a esa hora de la mañana. ¡Pasaban de la una de la mañana!
Estaba a punto de maldecir cuando, por la mirilla de la puerta distinguió una cabeza roja. Sonrió al reconocerlo y abrió la puerta sin darse cuenta que la cadena iba a estorbar. El idiota que molestaba estaba avanzando, casi empezaba a saludar cuando la cadena evitó que la puerta se abriera por completo. Haciendo que Megumi se diera cuenta de algo vergonzoso.
Estaba desnuda. Al fin y al cabo salió de bañare y se disponía a descansar.
La puerta se cerró violentamente mientras gritaba algo como "Espera un momento".
Corrió por el apartamento buscando algo decente con que cubrirse y en la entrada de su habitación encontró una yukata de seda verde. Se la puso de inmediato y corrió de nuevo a la puerta. Al abrirla su corazón se saltó un latido.
Los ojos de Kenshin empezaban a brillar de color dorado mientras se agarraba la nariz. Obviamente, la puerta se estrelló con su cara cuando ella la cerró. Battousai estaba surgiendo cuando la indignación se hizo presente.
- ¡¿Oro?!
Megumi sonrió de nuevo. Era Kenshin Himura.
- Hola Kenshin. - Saludó suavemente, contenta de que Battousai no se hiciera presente.
- Señorita Megumi, disculpe la molestia, pro necesito unos vendajes frescos y ropa limpia. ¿Podría pasar? - Siempre tan educado. Battousai, si estuviera allí, vomitaría.
- Pasa Kenshin. Mi casa es tu casa. - Dijo Megumi sonriendo ampliamente.
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Megumi estaba aplicando unas cuanta puntadas a la extensa herida de la espalda de Kenshin.
Ella, definitivamente se negó a sanarlo si no se daba un baño primero. Por lo que Kenshin solo vestía una toalla grande envuelta en su cintura.
Megumi le había ayudado a quitarse el pesado abrigo de Kelvar y placas de acero de mas de 20 Kilos de peso. Cuyo propósito, además de deformar los hombros paulatinamente, era darle mas fuerza a las técnicas de carga. También se había quitado las botas de suela reforzada. En otras palabras, 30 Kilos en ropa diseñada era lo que descansaba en un sofá en la sala, junto con la espada envainada.
La espada de Shougo, le había comentado Kenshin.
Para Megumi, Kenshin siempre fue un hombre especial. Y eso que conocía a muchos. Hiko, Saito, Sagara, Ahosi, todos aquellos en el Shinsengumi eran espaciales a su manera. Pero Kenshin, lo era más. Al menos para ella.
No por nada fue quien la rescató de Kanryuu 3 años atrás. Cuando, gracias a sus investigaciones universitarias de las drogas, había fabricado Heroína y Takeda la raptó, matando a gran parte de su familia en el proceso. Y durante 2 años fue prisionera en una mansión de Tokio, al cuidado de los Oniwabanshu, de Ahosi para ser exactos.
Aún recordaba el día en que un gran escándalo la despertó en la noche. Su celda estaba descuidada y pudo salir con pocas dificultades. Al llegar al enorme recibidor de la mansión pudo atestiguar el combate entre el pequeño pelirrojo y el altísimo Okashira. Vió la danza de las espadas, el Kenbo Rokuren de Shinomori y su posterior derrota. Battousai estaba a punto de matarlo cuando Kanryuu sacó una extraña arma. Como una ametralladora de cilindro redondo, dispuesto a matar a todos. Battousai alcanzó a esquivar la primera ronda, cuando, para sorpresa de todos, Takeda estaba a punto de matar a Ahosi y uno a uno de los Onis derrotados fueron protegiéndolo, escudándolo con sus cuerpos y muriendo.
Battousai, aprovechando la distracción, partió en dos el arma de Kanryuu, y lo hubiera matado, su un individuo no interrumpiera su ejecución.
Battousai lo llamó Enishi y peleó brevemente con él, solo para terminar con la retirada de Takeda y el muchacho de cabello blanco.
Finalmente, Battousai le ofrecía la ayuda a Aoshi, para que se vengara de Kanryuu en su momento y este aceptó.
En esa noche, lo conoció en persona. A aquel que hizo posible su libertad y su posterior alianza con el Shinsengumi. La cual llevaba 3 años.
Ella era la medico no oficial que sanaba las terribles heridas que los miembros ganaban en los combates. Heridas de bala, espada y otras que no podían ser atendidas en un hospital sin despertar sospechas. Su trabajo como cirujana y el puesto fue gracias a las influencias de muchos "Miburos" como los llamaba Saito. Sin embargo, ella siempre trató de demostrar que se merecía el puesto. Siendo ahora de las mejores.
Si le preguntaran, en que pensaba en ese momento, mientras colocaba las últimas puntadas en esa espalda fuerte y lastimada, sería en su dueño. Kenshin.
De cierta forma simpatizaba con el sufrimiento interno que tenía debido a todo lo que había tenido que pasar. Sabía de su esposa e hijo. Muertos por culpa de Shishio, el líder del eterno rival del Shinsen: El Jupongatana. Sabía de lo de Battousai, de la tortura que era llevar en la conciencia cientos de muertes. Del constante esfuerzo que tenía que hacer para mantener controlado al Hitokiri. De las pesadillas, las visiones de sangre y los lamentos que constantemente escuchaba por el difícil patrón de vida que escogió vivir.
Todo eso aumentaba la admiración y aprecio que le tenía. De alguna forma, el amor que creía había nacido él ella para él. Y verlo en ese estado, herido, sangrante, lastimado y triste, tan triste; eso le hacia querer llorar. Derramar lágrimas que él se negaba a sacar. Ella deseaba ser un sostén, algo que lo rescatara de ese abismo de desesperación en el que estaba cayendo, de la misma forma que él la rescató de Kanryuu.
Terminó de suturar el último tramo de carne y colocó una gasa estéril sobre la herida sanada y la aseguró con cinta médica. Y suspiró imperceptiblemente al recordar la venda e su brazo, el moretón extenso en su cuello (después de la explicación del origen de ese morete, Megumi agradeció el abrigo) y ahora, la espalda parchada. Cada vez que reflexionaba en eso, se preguntaba cuanto daño más soportaría ese cuerpo en apariencia endeble y frágil.
- Muchas gracias por sus atenciones señorita Megumi. - Dijo educadamente Kenshin cuando se dio cuenta que había terminado.
- Sabes que no es nada Kenshin. Pero, por favor, para la próxima vez, ten más cuidado con tu cuerpo ¿quieres?
- Procuraré hacerlo.
Megumi no sabía que hacer. Bueno, en alguna parte de su mente, deseaba desatar esa toalla y si era necesario someterlo para que ellos pudieran...
Pero la parte más grande de su razón estaba concentrada en el daño de su cuerpo, en el dolor que ella sentía por verlo de esa forma y antes que se diera cuenta, había apoyado la frente en esa cálida espalda y rodeado la cintura firme de él con sus brazos.
Kenshin parpadeó varia veces al sentir esa cálida presión en su espalda.
- Señorita Megumi...
- Perdón Kenshin, pero me duele tanto verte así. Pro favor cuídate...
Le tomó un par de segundos darse cuenta que ella estaba sollozando suavemente y unas pocas lágrimas humedecían su espalda lastimada.
Volteó a todos lados para caer en la cuenta que Battousai no estaba allí. El nunca lo había dejado tanto tiempo. Y más en situaciones como esas, donde los sentimientos estaban a flor de piel, fuera ira, alegría, tristeza, lo que sea; él estaba allí para tomar control de la situación si Ken se lo permitía.
Pero no estaba allí. Como si le estuviera dando un ¿Descanso?
Casi automáticamente empezó a acariciar los delgados brazos de Megumi con sus dedos callosos. Como tratando de consolarla.
Hacía mucho tiempo que alguien manifestaba una preocupación tan sincera e intensa por él, por lo que le tomó algo de tiempo reconocer que ella lo estaba haciendo. Estaba llorando por él. No por Battousai, como las mujeres lloraban cuando eran testigos de una muerte, sino por Kenshin, porque sentían su dolor. Simpatizaban por él.
¿Cuándo alguien, desde que es Battousai había llorado por Kenshin? Nunca, hasta ahora.
¿Por qué su demonio se había retirado? Por mas que lo buscaba, no podía encontrarlo y no se atrevía a llamarlo en voz alta. Sus manos estaban limpias, no llenas de sangre como siempre las veía después de hacer un trabajo. Su mente esta serena, tranquila, y, buscando un poco, feliz.
Porque alguien lloraba por él. Por su dolor.
Alguien lo apreciaba, a pesar de todo.
Salió del abrazo de Megumi y se dio media vuelta, para estar frente a ella. Tomó la delicada barbilla y la obligó a levantar la cabeza. Unas lagrimas aún caían por sus mejillas y él las limpió con un gesto gentil.
Megumi, de repente se sintió como una niña frente a él. La reacción que siempre sentía. Desde el día en que él le extendió la mano para sacarla de la mansión Takeda. A pesar de ser mas alta que él, siempre se sintió pequeña.
- No llores por mí Megumi. - Le dijo en un susurro con una sonrisa sincera y tierna. Sus ojos estaban mas azules que nunca. - Yo no lo valgo.
- Si lo vales, y mucho. - Se sonrojó al no poder mantener la mirada a esos ojos azules y se vio obligada a desviarla.
Kenshin ahora acariciaba su largo cabello sintiéndose tan tranquilo, preguntándose porque no se había dado cuenta antes de lo hermosa que era ella. Claro, la yukata reveladora y delgada ayudaba mucho, pero ahora podía verla con ojos diferentes. Sin la presión de Battousai, sin sangre en las manos...
Megumi abrió los ojos en sorpresa al sentirse besada por él.
Y entonces sus mentes se perdieron.
Sus cuerpos reaccionaban automáticamente. Sus brazos se enlazaban en el cuello de otro. Sus manos recorrían el cuerpo del otro (provocando suspiros o ligeros respingos de dolor, dependiendo quien fuera)
Megumi se sonrojó violentamente cuando sintió las manos callosas recorrer la piel de su pecho. Nuevamente sintiéndose como una jovencita de 16 años con su primer amante. Las manos siguieron el recorrido haciendo que cada poro de su sensible piel se erizara cuando la yukata empezó a caer de sus hombros. Las manos de ella sujetaban el cuello del hombre y recorrían cada centímetro de su nuca, sobando el golpe que tenía en el cuello.
Para ella era un poco raro, al inclinar un poco la cabeza hacia abajo para alcanzar los labios de él. Jugueteaba con la cabellera de su paciente mientras él desataba el cordón de la bata para finalmente desecharla, mientras ella hacía lo mismo con la toalla de él.
Kenshin se sintió contento al sentir en su boca el sabor dulce de la boca de ella, tan diferente al sabor de la sangre que estaba acostumbrado a probar en cada comida y bebida. Se alegró de sentir la suave textura de su piel sin temor de embarrarla con la sangre que normalmente veía hasta en las paredes. En oír su respiración y sus suaves jadeos que era música para sus oídos acostumbrados a la agonía ajena.
Estaba tan tranquilo.
Megumi feliz, por sentir la cercanía de aquel al que apreciaba tanto, al que amaba, aunque no estuviera consiente de que fuera recíproco.
Nada importaba esa noche. Que el futuro se fuera al diablo, que el pasado desaparezca en la corriente del tiempo. Para Megumi solo importaba el ahora. El allí. Ese momento, que perduraría para siempre.
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Pregunten un numero, y ninguno podría decir cual.
Perdieron la cuenta después del 2, o el 3.
El tiempo, como declaraba Einstein, era relativo. Donde las horas se hacían segundos y los segundos, eternidades.
Megumi descansaba su cabeza en el pecho de Kenshin, sintiéndose adormilada por la tremenda descarga de endorfinas que era consecuencia de la actividad previa. No se quería dormir, quería disfrutar mas de esa calidez, de ese aroma natural que nunca antes había podido disfrutar. Pero el sueño le ganó la batalla.
Al igual que a Kenshin.
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"Algo falta" se dijo Kenshin.
Caminaba por un soberbio bosque de arboles altos y césped verde. De vez en cuando, sus manos acariciaban flores de lavanada que crecía alto. El aire estaba lleno de fragancias. Lavanda, cerezos blancos, y otros aromas tan agradables.
El sol era cálido, agradable y una ligera brisa rozaba su cara haciendo que cerrara los ojos en deleite.
"Algo falta" decidió.
No había sangre, ni muerte, ni sufrimiento, ni lamentos. No había pesadillas.
A su derecha, divisó una pequeña y frágil chocita, hecha en un solo día y divisó las sombras de dos personas abrazadas, contemplando el paisaje. Realmente no se sorprendió cuando identificó a esas personas...
A su izquierda un matrimonio joven jugaba con un bebé, quien gritaba en deleite cuando el padre lo movía como si estuviera volando y la madre sonreía mientras preparaba emparedados en una manta sobre el césped verde.
Un padre pelirrojo, una madre de cabello negro y un bebé moreno. Kenshin, Tomoe, Yahiko.
Siguió avanzando y vio mas gente. Siempre la misma, en varias escenas de felicidad familiar.
Y otras más. Momentos pacíficos de amigos recientes. El Shinsengumi en una amable fiesta de sociedad. Aoshi entrenando con él mientras la comadreja dirigía las porras a ambos bandos. Sanosuke bebiendo con él en el Shirabeko. O jugando ajedrez con Hiko.
Lo entendió.
Era la parte de su mente que aún no había caído en la locura.
Lo comprendió cuando llegó a la frontera, en donde el verde pasto terminaba para dar paso a un yermo desolado, de color sangre. Sobre su cabeza, el cielo cambiaba de azul a oscuro con nubarrones rojos, y más allá, un ejército de seres que avanzaban, espada en mano para combatir y conquistar.
Battousai iba a la cabeza. Liderando a todos los muertos que había hecho. Las figuras que torturaban su mente a cada rato.
Kenshin se dio cuenta que en su cito colgaba una espada. La desenvainó.
Era una sakabatou.
"El Hiten Mitsurugi Ryu no debe ser usado para destruir. Si no para proteger" "No puedes proteger a todos, sin importar lo poderosa que sea tu técnica" "Puedes salvarlos uno a uno."
Esas palabras las decía Hiko, en aquel bosque hacía tanto tiempo atrás.
- No puedo proteger a los que me importan, si no puedo cuidar la felicidad que me queda. - Declaró en voz alta.
Colocó la espada en guardia y se arrojó al combate.
No importa lo que Battousai quiera hacer. Kenshin protegerá la felicidad que le queda. Aunque tenga que hacerlo para siempre.
Las espadas chocaron y el Hiten Mitsurugi Ryu cumplía su cometido.
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La mañana llegó muy rápido, pero Kenshin ya estaba despierto desde que el sol empezaba a salir. Para esos momentos ya estaba vestido con uno de los cambios que Megumi tenía (un cambio de ropa de cada miembro del Shinsen, por si acaso) y colocaba en el buró cercano a su cama un pequeño sobre. No había forma de analizar sus sentimientos o decir si estaba enamorado de ella. Lo que sí era que estaba agradecido. Por todo.
Por sanar, parcialmente su espíritu.
La besó levemente sin sacarla de su sueño y se prometió a sí mismo conversar con ella y encontrarle significado a lo que pasó.
Salió sin hacer ruido, dejando solo las prendas que no podía llevarse.
Al salir del edificio, emprendió camino al Dojo. Al fin y al cabo, había clases que dar.
Battousai salió a su encuentro desde un callejón. Espada lista. Por un momento el furioso dorado de sus ojos se encontraron con el azul calmado de los suyos. Parecía que estaba listo para pelear. Con esa sonrisa burlona, cruel y repugnante.
- Apártate. - Le ordenó Kenshin.
Por primera vez en 4 años. Sin nada que sirva de precedente, Battousai obedeció.
Kenshin partió al Dojo, más tranquilo que nunca.
Con Battousai siguiéndolo dócilmente por detrás.
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Para las 12 de la mañana Megumi abría los ojos a una nueva tarde. Tocó el lado derecho de la cama y suspiró cuando no encontró nadie.
Si se inquietó por no haber ido a trabajar, no lo demostró. Solo se quedó viendo al techo, recordando cada aspecto de la noche anterior y sintiendo como su cara se sonrojaba por lo sucedido.
Al girar la cabeza para investigar la hora encontró un sobre con su nombre escrito. Se sentó en la cama, cubriéndose con una sábana y lo abrió.
"Megumi:
Antes que nada perdón por marcharme tan temprano y sin despedirme. EL Dojo me llama.
No sabes lo agradecido que estoy contigo por lo que me has diste esta madrugada. No puedo recordar cuando fue la última vez que alguien manifestó tanto interés en mí. Cuando alguien se preocupó tanto por mí.
No puedo decir exactamente que fue lo que sucedió entre nosotros, pero agradezco tanto a Kami por lo que pasó. Si el destino dicta volver a encontrarnos de esa forma, de sentirnos tan cerca una vez más, estaré agradecido, aún más y si no es así, llevaré siempre este recuerdo que evocaré cada vez que lo necesite. Para sanar.
Tal como tu me has sanado.
Sé que te veré de nuevo. Pero por el momento, Adiós.
Kenshin"
Megumi sonreía.
Estaba claro. Kenshin no la amaba. La apreciaba demasiado. Y en vez de sentirse dolida o insultada, no podía dejar de sentirse feliz.
No fue usada. No fue forzada. Como tantas veces en el pasado.
Fue querida.
"Kenshin" susurró mientras una ligera lágrima de felicidad caía por su mejilla. Agradeciendo que por esa noche, aunque fuera por esa noche, la hubiera amado de esa forma.
Se acostó de nuevo, dispuesta a recordar detalle a detalle a su pelirrojo.
Pidiendo al cielo ganarse su corazón otra vez.
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N.A. Tomen nota del Jardín. Será importantísimo en el futuro. Y si, Kenshin practica el Hirazuki como cualquier otro del grupo Shinsen. Y teniendo de cuate a Saito, pues era lógico que supiera el Gatotsu. El abrigo tiene que ser necesario para compensar la falta de peso que tiene en las técnicas de carga.
Por cierto, cualquier parecido de la pelea con cualquier otra, es meramente coincidencia. (Falso, es casi igual, sí, lo acepto. Después de todo es una de las mejores. No es así??????)
Para este Fic quiero agradecer mucho a Blankaoru, no solo por la publicidad en su fic, sino por ayudarme con ideas (aunque no lo sepa jajaja.) Para terminarlo. Si, sé que me he tardado, pero las vacaciones para mí son las que más me matan, pues no tengo tiempo para nada. En el siguiente capitulo terminaré de conjuntar las otras historias por lo que sugiero firmemente que lean Soldado y Ladrona.
Sé lo que les conviene.
Review:
gaby(hyatt : Me agrada que te guste. Es difícil insertar humor cuando la intención es hacerlo triste y cruel. Pero espero estar lográndolo. Como puedes ver Shougo no murió tan fácil, teniendo a Battousai como contrincante debería sufrir un poco mas. Gracias por tus reviews, creo que eres la única que los deja. Snif, snif.
Sugerencia del día: Actuaciones sin libreto, cada vez se pone más interesante y no puedo esperar por ver cual va ha ser la continuación de la Saga de Kyoto. (Blankis...mas vale que sea el Jinchu)
Rurouni Kenshin no es mío, no me pertenece y francamente ni lo quiero debido a montones de problemas legales que tendría que lidiar. Yo solo lo uso, reuso, deformo, corrompo y transformo para darle gusto a mi imaginación torcida.
Esta historia corre paralela con LADRONA de Slayers y Soldó de Gundam Wing. Si no las han leído, ¿qué rayos esperan para leerlas? La conjunción está próxima y les conviene saber de los que tratan las otras.
Este capitulo esta dedicado a Blankaoru, quien me dio ideas para poder terminarlo.
Esta serie esta auspiciada por Leche Pudrimilk. El chocolate que pudre a sus niños. (Aliméntate sanamente)
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Kenshin tomó la espada de la parte más alejada del mango con la mano izquierda. Plantó los pies en el suelo y adelantó la pierna derecha. Parecía postura Battou si no fuera por que los pies estaban demasiado separados y flexionados. Sostuvo la espada horizontal con la punta dirigiéndose a Shougo y la aseguró con las yemas de los dedos de la mano derecha. Giró el tronco hacia atrás e inclinó el cuerpo hacia delante.
"¿Qué clase de postura era esa?"
Por un momento ambos contendientes esperaron una señal invisible. En un instante, las pupilas de Battousai se contrajeron en un punto y se arrojó a una velocidad brutal.
- ¡A la carga!
Shougo por un momento se asustó. Su velocidad no se redujo ni un metro por hora, al contrario, parecía ser mas furiosa. Sus pues dejaban huellas notables en el piso. Solo sele ocurrió una cosa: Saltar.
Si Shougo estuviera allí, su cuello habría sido perforado por la poderosa estocada izquierda de Battousai. La pared, en cambio no tuvo tanta suerte. El muro cedió ante el golpe, parecido a un cañonazo y se colapsó en escombros y polvo.
Shougo comenzaba a bajar, desenvainando la espada.
- ¿Crees que has eludido mi ataque Shougo?
En un instante Battousai recuperó la postura origina, solo que apuntó la katana hacia arriba, contrajo fuertemente el brazo y saltó, lo más fuerte que sus piernas le permitían. Estocada.
Los ojos de Shougo se agrandaron de dolor. No había forma de precisar que tan grave sería la herida, ya que, por el momento, solo sentía DOLOR, aunado a sorpresa y furia. Miró hacia abajo.
Y unos brillantes ojos dorados lo saludaron.
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Asesino
Capitulo 4 Muerte y vida.
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Por una cuestión de suerte, mala puntería o benevolencia, la punta de la espada de Battousai rozó la costilla de Shougo, rodeándola; perforando piel, músculo y ropa.
La percepción de ambos era tan rápida, que les pareció que caían lentamente.
"Mira con que facilidad puedo cambiar a un ataque horizontal" Pensó Battousai al momento que sus pies tocaron el suelo. Giró el filo de la espada y realizó un corte. El filo rozó nuevamente la costilla y agrandó el tamaño y la seriedad de la herida. Completó el giro y una pesada bota se estrellaba contra la quijada de Shougo, mandándolo a volar muy lejos.
La herida, aunque grande, no era mortal. La estocada fue cuidadosamente planeada para incomodar al enemigo, jugar con él y restarle fuerza a su ataque. No fue mala puntería, ni suerte. Mucho menos benevolencia.
Fue crueldad.
Unas gotas de sangre cayeron desde la punta de la espada del pequeño espadachín. La visión de la sangre de su enemigo lo regocijaba. Shougo jadeaba y trataba de controlar el dolor y el flujo de la sangre de su herida. Pocas, muy pocas veces, alguien le había herido con gravedad. Solo podía mirar con odio a ese pequeño...
- No hay ángulo muerto en el Hira-zuki, creado por el genio de la estrategia Hijikata Toshizou. Otrora líder del Shinsengumi. El Gatotsu es mucho mejor.
Shougo registró de nuevo la postura. Inclinado hacia delante, brazo y espada listos para una estocada izquierda. Se arrojó hacia Battousai cuando este empezó a moverse. Al dar la estocada, la esquivó interponiendo su espada al ataque secundario del Gatotsu. El lado derecho de Battousai quedaba algo desprotegido, si pudiera atacar por allí mediante...
- Astuto. - Gritó Kenshin al entender la jugada de su rival. Dejó de oponer resistencia al bloqueo y golpeó la cara de Shougo con el mango de la espada. Aprovechando los 20 Kilos extra que el abrigo de Kelvar le proporcionaba empujo fuertemente a Shougo con el hombro, haciendo que se estrellara contra una pared cercana. Su cuerpo dejó huella y cayó como un saco de papas.
- Lección final del Hiten Mitsurugi Ryu numero 1: Por el simple hecho de blandir tu espada no puedes asegurar que tu enemigo venga hacia ti. No creí que tu técnica se hubiera deteriorado tanto Shougo. Este es el Kempo no Battoujutsu.
Un brillo pequeño e intenso empezó a iluminar los ojos del caído. En su mente, las imágenes del Kenshin mas joven que lo derrotó años atrás se sobreponían con las del Battousai de ahora. Una ira descontrolada comenzó a crecer dentro de él.
El brillo no pasó desapercibido para Battousai. Ni el aparente cambio en el Ki de su oponente.
"A pesar de tener una herida profunda en su costado, la segunda respuesta fue mucho más rápida que la primera. Será posible que, conforme avanza la pelea, salga su destajador interno."
Las reflexiones de Kenshin quedaron inconclusas. Shougo se levantó e inmediatamente después corría a enfrentar de nuevo al Destajador. Battousai preparó el ataque con el Gatotsu y asestó la estocada cuando lo vio conveniente. El movimiento, puramente defensivo no requirió que moviera los pies. Sería efectivo, si encontrara un objetivo. La espada se encontró con solo aire.
Kenshin sintió una corriente de aire a su derecha y haciendo un esfuerzo gigantesco, conectó una patada. La cara de Shougo saludaba de nuevo la pesada bota de su rival y girando en consecuencia, se alejó de él.
"¿Qué fue eso? Ese movimiento estuvo mas allá de mis expectativas. Entonces es cierto. El asesino nato de Shougo sale cada vez que pelea."
Shougo respiraba rápida y entrecortadamente. Como si su cuerpo no pudiera soportar el poder que tenía. De pronto se calmó. Dignamente se puso de pié y dio unos pasos. Para, finalmente, revelar un par de ojos intensamente dorados.
"Un Hitokiri. Un Hitokiri de verdad. Shougo al fin se convirtió en un asesino hecho y derecho. ¡Demonios! Si solo Saito estuviera allí"
Pero había algo más en la postura de Shougo. De alguna forma lo diferenciaba de él. A Shougo ya no le importaba tomar o perder la vida. Solo peleaba, como un verdadero Samurai. No como Battousai quien experimentaba un goce con la crueldad. De algún modo estaba más equilibrado que él. Eso lo hacia ¿superior?
"Naaa"
- Veo que finalmente decidiste pelear en serio. Entonces... - Cambio ligeramente su postura. - ...usaré el verdadero Gatotsu.
La postura era la del Gatotsu Nishiki. La espada estaba sobre la cabeza del atacante, la punta sostenida por los dedos derechos y listo para atacar. Kenshin gritó, presumiendo unos pronunciados caninos y corrió, tan rápido como pudo.
Shougo realizó 2 pasos. Esquivó la estocada inclinando ligeramente la cabeza e interponiendo la espada en el siguiente ataque de Battousai. Siguiente paso, giró y provocando un arco de plata, el filo de la Katana se encontró con el cuello del abrigo de su rival. Ryu Kan Sen.
Las vértebras de Kenshin tronaron, su boca escupió sangre mientras era arrojado hacia una pared cercana. Esta colapsó al estrellarse con la cara del asesino. Y Shougo se preguntó porque su cabeza no se había separado. ¿El abrigo?
- Lección del Hiten Mitsurugi Ryu numero "n". En un duelo, procura usar una técnica que acabe a la primera. El Gatotsu, sin importar que tan impresionante sea, después de verlo 3 veces se te ocurren una o dos formas de eludirlo. Levántate, no creo que quieras terminar así después de trece años.
El cuello le dolía como el infierno, el impacto lo dejó viendo estrellas, pero lo mas impactante era el tono de voz de Shougo. Frío, distante. Definitivamente era todo un Asesino.
"Ryu Kan Sen" Se dijo mentalmente. Cuando practicaba con Saito mientras le enseñaba el Hira Zuki, y por ende el Gatotsu, había usado un Do Ryu Sen para romper el ritmo del ataque, y un Hi Ryu Sen para atacar. Pero lo mas adecuado resultó ser un Ryu Kan Sen. "Maldito, lo haz dominado bien."
- Terminar ¿eh? Pensaba entretenerme un poco con tigo, pero mi mente acaba de cambiar. Te mataré.
- Sigue parloteando, me entretiene tu charlatanería.
La sangre escurría por el rostro de Battousai mientras se colocaba en la posición del Nishiki y Shougo, sangrando del costado, en la Battou. A una señal inexistente ambos avanzaron y chocaron las espadas.
Ambos estaban cansados, doloridos y sangrantes. Y aún así sus ataques no se reducían en poder ni un poco. Kenshin era hábil peleando con la izquierda, la cual desconcertaba un poco a Shougo, quien estaba en un estado de absoluta concentración. Su objetivo: Matar.
En un punto, aprovechando un bloqueo y los 20 Kilos extras que el abrigo de Kelvar le proporcionaba, Battousai colocó la mano derecha en el inverso de la hoja para empujar a Shougo hacia una pared. Su intención era estrangularlo con su propia Katana, pero reste rompió el movimiento al conectar su rodilla con la quijada del pelirrojo. Saltó lejos para recuperar energías y se encontró bloqueando un mandoble. Kenshin aprovechó la energía de la defensa del "cura" y giró hacia la izquierda sorpresivamente. Levantó él pié y con una patada lateral, empujó el filo directamente al brazo izquierdo de Shougo. Shuugeki Tousei. Watoujutsu.
El dolor hizo que Shougo gritara y se alejara. Una grandiosa combinación de Kun Fu y Kendo fue suficiente para convencerlo que Battousai era experto en varias disciplinas. Mucho más que él.
- Estoy impresionado, tu uso del HMR sorprendería al mismísimo Hiko. Él estaría orgulloso de ti - La confesión calmó un poco la furia de Shougo, solo preparándolo para lo que sigue. - y por lo mismo, te daré un obsequio. Te mostraré el Ouji.
Shougo sonrió fríamente. Sabía que, a pesar del titánico esfuerzo que realizaban ambos para aparentar normalidad, sus fuerzas menguaban cada vez más rápido. Battousai debía terminar la batalla antes de morir. Por eso necesitaba usar el Ouji. Bien. En ese caso, usaré el Rai Ryu Sen.
Shougo guardó la espada en la vaina y enfrentó a Battousai. Lo encontró parado, derecho, sosteniendo la espada con ambas manos. Cosa extraña. Shougo siempre había pensado que el Ouji sería una clase de súper técnica Battou. ¿Qué quería hacer?
No importa. Lo cegaría y le sacaría la verdad.
Battousai corrió.
Al igual que Shougo.
Este empezaba a concentrar su Kenki para empezar con el Shin no Ippu y conectarlo con la espada cuando lo vio.
O mejor dicho, lo vio.
- Este es el Ouji estilo Hiten Mitsurugi Ryu, Kuzuryusen, Luz de dragón policéfalo.
9 golpes asesinos. Los nueve ataques básicos del Kendo. Todos en el mismo movimiento. Simultáneos. Ineludibles. Efectivos.
No alcanzo ha hacer el Rai Ryu sen. Sacó la espada y la vaina con la intención de bloquear los ataques.
Nueve destellos simultáneos parecieron iluminar el recinto.
Ambos contrincantes estaban separados. Cada uno esperando lo mejor.
Entre gritos de dolor, cortes profundos aparecían a lo largo del cuerpo de Shougo mientras la sangre fluía.
La vaina estaba destrozada, al haber detenido al Sakakaze (en medio de los pies, muy importante) El mango detuvo al Tsuki y la hoja desvió al karatake. El resto de los golpes encontró su marca, como resultado, la vida de Shougo se escurría.
- Este él es el estilo Hiten Mitsurugi Kuzuryusen. Es mi especialidad, mi técnica favorita.
Shougo solo podía verlo con odio. Sintiendo como la vida se le escurría. El pequeño asesino lo estaba viendo a los ojos.
- Lamento que esto acabara así. - De repente sus ojos perdieron un poco su brillo dorado. - Adiós hermano.
El cuerpo de Shougo sufrió un espasmo cuando una espada atravesó su cráneo y se encajó en el piso.
Una espada se envainó mientras Battousai se retiraba.
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- A buen tiempo. ¿Terminaste? - Sanosuke preguntó cuando Battousai apareció. El Cabeza-de-gallo parecía bastante alegre. Y no era para menos. 6 meses de entrenamiento intensivo de la Master-Hacker Comadreja1000 habían servido para sacar toda la información que el Shinsengumi necesitaba. - porque yo sí.
Los ojos de Battousai cambiaron de dorado a azul varias veces antes de contestar.
- Si, terminé - dijo de forma neutra. - Vamonos.
- Bueno. Mas vale abandonar el barco antes que la policía venga. -usando un Futae-no-Kiwami izquierdo, se deshizo de la computadora mientras guardaba un diskette en la bolsa de su pantalón.
- Kanryuu sobornaba al jefe de policía local para que no metiera sus narices en este edificio. Lo que sucedía aquí, aquí se quedaba. No debemos preocuparnos por eso. - explicó Battousai en un esfuerzo por contenerse y alardear. Kenshin no se lo permitía. Al menos no frente a Sanosuke.
- Vaya. ¿De donde sacaste eso?
- De tu "padre" Saito. - sonrió. Sin estar seguro si fue Kenshin o Battousai el que hizo el comentario.
Sanosuke no dijo nada. Solo su ceja tembló levemente.
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- Linda espada. ¿De donde la sacaste?
- Es un regalo de los muertos.
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El trayecto, debió ser más tranquilo. Sin prisas por llegar a Kyoto a una hora. Con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo, y disfrutar de conducir un auto por las solitarias carreteras de Japón.
Bueno, mientras Battousai no condujera.
Sano resistía el impulso de abrazar sus piernas para darse el lujo de un poco de seguridad ante la conducción temeraria del pelirrojo. Esta bien, a él le gustaban las altas velocidades, y de vez en cuando corría un poco para desahogarse. Pero esto era demasiado. Ni en las curvas mas cerradas la aguja bajaba de los 130 Km por hora.
Battousai iba al volante. Y con la misma inmisericorde saña con la que segaba las vidas de otros, conducía el jetta negro, de forma que hasta Hiko sudaría.
Sano trataba de entender. La Kitsune una vez comentó que varias de las acciones que hacía, eran para dejar atrás a su alter ego. Por lo que la rapidez con la que conducía era como para alejarse del lugar donde Battousai aún estaba presente. Por lo tanto, que condujera lo más rápido que quisiera.
Mientras estuviera solo.
Pero morir no estaba en la agenda de Sano, y más valía hacer una pequeña y arriesgada observación.
- Kenshin, ¿Tienes que ir tan rápido?
Llamar Kenshin a Battousai (aunque fuera la misma persona) era peligroso por 2 razones. Battousai odiaba a Kenshin por débil, por lo que te podía golpear o escupir (sí bien te iba). Solamente lo soportaba de Saito o Hiko. Sus superiores. O 2, Battousai soltaba una andada de maldiciones capaces de sonrojar a un marino sin importar quien estuviera allí.
- ¿Te asusta la velocidad? - preguntó burlonamente Battousai. Existían mas posibilidades.
Sanosuke se arrepintió de haber preguntado cuando las revoluciones del motor aumentaron y él turbo fue cargado. Después la velocidad bajo, situándose en unos mas seguros 80 Km por hora.
Una leve sonrisa apareció en su boca.
- ¿Te asusté? Lo siento.
Sanosuke estuvo más tranquilo. Ahora era su amigo Kenshin.
- ¿Se fue?
Kenshin sabía a quien se refería sano y miro por el retrovisor. Solo para él, Battousai lo saludó desde el asiento trasero, sus ojos dorados como llamas en la oscuridad.
- Nunca. Solo descansa.
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En uno de los edificios de la zona rica y limpia de Kyoto, estaba un apartamento lujoso. Bastante grande, teniendo en cuenta que solo una persona lo habitaba. En esos momentos, su dueño, dueña mas bien, se encontraba en una clase de danza Tai-Chi para serenar la mente.
Dra. Megumi Tanaki, cirujana del hospital general de Kyoto.
Ella parecía sacada de la tapa de una revista. Cabello largo, negro con brillos verdes. Ojos grandes y almendrados y un carmín natural en los labios que le simplificaban las cosas a la hora de maquillarse. De proporciones corporales, ni hablar. Todo estaba donde debería estar y sin duda justificaba todos los piropos y cumplidos que recibía al día.
Solo que ella los odiaba. De hecho en ese día soltó 4 bofetadas, 5 patadas y dejó a 3 residentes de cirugía cantando la nota alta por propasarse. Era en esos momentos cuando deseaba el cuerpo de la comadreja.
Exhaló, tratando de quitar esos pensamientos de su mente y los sustituyó por recuerdos agradables.
Su padre. Una figura grave, estricta y tan cariñosa cuando debía. Medico pedriático quien la cuidaba cada vez que enfermaba. Su mamá, ginecóloga quien le ayudó cuando tuvo sus primeros problemas de adolescente. Abuelos doctores. Los Tanaki. Toda una dinastía de doctores famosos y tan buenos. Cada vez que los evocaba, la tranquilidad regresaba a su alma. junto con una figura pequeña de cabello largo...
El sonido suave del timbre rompió su concentración e interrumpió su danza tranquilizante. Suspirando se dirigió a la puerta e investigó al idiota que estaría molestando a esa hora de la mañana. ¡Pasaban de la una de la mañana!
Estaba a punto de maldecir cuando, por la mirilla de la puerta distinguió una cabeza roja. Sonrió al reconocerlo y abrió la puerta sin darse cuenta que la cadena iba a estorbar. El idiota que molestaba estaba avanzando, casi empezaba a saludar cuando la cadena evitó que la puerta se abriera por completo. Haciendo que Megumi se diera cuenta de algo vergonzoso.
Estaba desnuda. Al fin y al cabo salió de bañare y se disponía a descansar.
La puerta se cerró violentamente mientras gritaba algo como "Espera un momento".
Corrió por el apartamento buscando algo decente con que cubrirse y en la entrada de su habitación encontró una yukata de seda verde. Se la puso de inmediato y corrió de nuevo a la puerta. Al abrirla su corazón se saltó un latido.
Los ojos de Kenshin empezaban a brillar de color dorado mientras se agarraba la nariz. Obviamente, la puerta se estrelló con su cara cuando ella la cerró. Battousai estaba surgiendo cuando la indignación se hizo presente.
- ¡¿Oro?!
Megumi sonrió de nuevo. Era Kenshin Himura.
- Hola Kenshin. - Saludó suavemente, contenta de que Battousai no se hiciera presente.
- Señorita Megumi, disculpe la molestia, pro necesito unos vendajes frescos y ropa limpia. ¿Podría pasar? - Siempre tan educado. Battousai, si estuviera allí, vomitaría.
- Pasa Kenshin. Mi casa es tu casa. - Dijo Megumi sonriendo ampliamente.
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Megumi estaba aplicando unas cuanta puntadas a la extensa herida de la espalda de Kenshin.
Ella, definitivamente se negó a sanarlo si no se daba un baño primero. Por lo que Kenshin solo vestía una toalla grande envuelta en su cintura.
Megumi le había ayudado a quitarse el pesado abrigo de Kelvar y placas de acero de mas de 20 Kilos de peso. Cuyo propósito, además de deformar los hombros paulatinamente, era darle mas fuerza a las técnicas de carga. También se había quitado las botas de suela reforzada. En otras palabras, 30 Kilos en ropa diseñada era lo que descansaba en un sofá en la sala, junto con la espada envainada.
La espada de Shougo, le había comentado Kenshin.
Para Megumi, Kenshin siempre fue un hombre especial. Y eso que conocía a muchos. Hiko, Saito, Sagara, Ahosi, todos aquellos en el Shinsengumi eran espaciales a su manera. Pero Kenshin, lo era más. Al menos para ella.
No por nada fue quien la rescató de Kanryuu 3 años atrás. Cuando, gracias a sus investigaciones universitarias de las drogas, había fabricado Heroína y Takeda la raptó, matando a gran parte de su familia en el proceso. Y durante 2 años fue prisionera en una mansión de Tokio, al cuidado de los Oniwabanshu, de Ahosi para ser exactos.
Aún recordaba el día en que un gran escándalo la despertó en la noche. Su celda estaba descuidada y pudo salir con pocas dificultades. Al llegar al enorme recibidor de la mansión pudo atestiguar el combate entre el pequeño pelirrojo y el altísimo Okashira. Vió la danza de las espadas, el Kenbo Rokuren de Shinomori y su posterior derrota. Battousai estaba a punto de matarlo cuando Kanryuu sacó una extraña arma. Como una ametralladora de cilindro redondo, dispuesto a matar a todos. Battousai alcanzó a esquivar la primera ronda, cuando, para sorpresa de todos, Takeda estaba a punto de matar a Ahosi y uno a uno de los Onis derrotados fueron protegiéndolo, escudándolo con sus cuerpos y muriendo.
Battousai, aprovechando la distracción, partió en dos el arma de Kanryuu, y lo hubiera matado, su un individuo no interrumpiera su ejecución.
Battousai lo llamó Enishi y peleó brevemente con él, solo para terminar con la retirada de Takeda y el muchacho de cabello blanco.
Finalmente, Battousai le ofrecía la ayuda a Aoshi, para que se vengara de Kanryuu en su momento y este aceptó.
En esa noche, lo conoció en persona. A aquel que hizo posible su libertad y su posterior alianza con el Shinsengumi. La cual llevaba 3 años.
Ella era la medico no oficial que sanaba las terribles heridas que los miembros ganaban en los combates. Heridas de bala, espada y otras que no podían ser atendidas en un hospital sin despertar sospechas. Su trabajo como cirujana y el puesto fue gracias a las influencias de muchos "Miburos" como los llamaba Saito. Sin embargo, ella siempre trató de demostrar que se merecía el puesto. Siendo ahora de las mejores.
Si le preguntaran, en que pensaba en ese momento, mientras colocaba las últimas puntadas en esa espalda fuerte y lastimada, sería en su dueño. Kenshin.
De cierta forma simpatizaba con el sufrimiento interno que tenía debido a todo lo que había tenido que pasar. Sabía de su esposa e hijo. Muertos por culpa de Shishio, el líder del eterno rival del Shinsen: El Jupongatana. Sabía de lo de Battousai, de la tortura que era llevar en la conciencia cientos de muertes. Del constante esfuerzo que tenía que hacer para mantener controlado al Hitokiri. De las pesadillas, las visiones de sangre y los lamentos que constantemente escuchaba por el difícil patrón de vida que escogió vivir.
Todo eso aumentaba la admiración y aprecio que le tenía. De alguna forma, el amor que creía había nacido él ella para él. Y verlo en ese estado, herido, sangrante, lastimado y triste, tan triste; eso le hacia querer llorar. Derramar lágrimas que él se negaba a sacar. Ella deseaba ser un sostén, algo que lo rescatara de ese abismo de desesperación en el que estaba cayendo, de la misma forma que él la rescató de Kanryuu.
Terminó de suturar el último tramo de carne y colocó una gasa estéril sobre la herida sanada y la aseguró con cinta médica. Y suspiró imperceptiblemente al recordar la venda e su brazo, el moretón extenso en su cuello (después de la explicación del origen de ese morete, Megumi agradeció el abrigo) y ahora, la espalda parchada. Cada vez que reflexionaba en eso, se preguntaba cuanto daño más soportaría ese cuerpo en apariencia endeble y frágil.
- Muchas gracias por sus atenciones señorita Megumi. - Dijo educadamente Kenshin cuando se dio cuenta que había terminado.
- Sabes que no es nada Kenshin. Pero, por favor, para la próxima vez, ten más cuidado con tu cuerpo ¿quieres?
- Procuraré hacerlo.
Megumi no sabía que hacer. Bueno, en alguna parte de su mente, deseaba desatar esa toalla y si era necesario someterlo para que ellos pudieran...
Pero la parte más grande de su razón estaba concentrada en el daño de su cuerpo, en el dolor que ella sentía por verlo de esa forma y antes que se diera cuenta, había apoyado la frente en esa cálida espalda y rodeado la cintura firme de él con sus brazos.
Kenshin parpadeó varia veces al sentir esa cálida presión en su espalda.
- Señorita Megumi...
- Perdón Kenshin, pero me duele tanto verte así. Pro favor cuídate...
Le tomó un par de segundos darse cuenta que ella estaba sollozando suavemente y unas pocas lágrimas humedecían su espalda lastimada.
Volteó a todos lados para caer en la cuenta que Battousai no estaba allí. El nunca lo había dejado tanto tiempo. Y más en situaciones como esas, donde los sentimientos estaban a flor de piel, fuera ira, alegría, tristeza, lo que sea; él estaba allí para tomar control de la situación si Ken se lo permitía.
Pero no estaba allí. Como si le estuviera dando un ¿Descanso?
Casi automáticamente empezó a acariciar los delgados brazos de Megumi con sus dedos callosos. Como tratando de consolarla.
Hacía mucho tiempo que alguien manifestaba una preocupación tan sincera e intensa por él, por lo que le tomó algo de tiempo reconocer que ella lo estaba haciendo. Estaba llorando por él. No por Battousai, como las mujeres lloraban cuando eran testigos de una muerte, sino por Kenshin, porque sentían su dolor. Simpatizaban por él.
¿Cuándo alguien, desde que es Battousai había llorado por Kenshin? Nunca, hasta ahora.
¿Por qué su demonio se había retirado? Por mas que lo buscaba, no podía encontrarlo y no se atrevía a llamarlo en voz alta. Sus manos estaban limpias, no llenas de sangre como siempre las veía después de hacer un trabajo. Su mente esta serena, tranquila, y, buscando un poco, feliz.
Porque alguien lloraba por él. Por su dolor.
Alguien lo apreciaba, a pesar de todo.
Salió del abrazo de Megumi y se dio media vuelta, para estar frente a ella. Tomó la delicada barbilla y la obligó a levantar la cabeza. Unas lagrimas aún caían por sus mejillas y él las limpió con un gesto gentil.
Megumi, de repente se sintió como una niña frente a él. La reacción que siempre sentía. Desde el día en que él le extendió la mano para sacarla de la mansión Takeda. A pesar de ser mas alta que él, siempre se sintió pequeña.
- No llores por mí Megumi. - Le dijo en un susurro con una sonrisa sincera y tierna. Sus ojos estaban mas azules que nunca. - Yo no lo valgo.
- Si lo vales, y mucho. - Se sonrojó al no poder mantener la mirada a esos ojos azules y se vio obligada a desviarla.
Kenshin ahora acariciaba su largo cabello sintiéndose tan tranquilo, preguntándose porque no se había dado cuenta antes de lo hermosa que era ella. Claro, la yukata reveladora y delgada ayudaba mucho, pero ahora podía verla con ojos diferentes. Sin la presión de Battousai, sin sangre en las manos...
Megumi abrió los ojos en sorpresa al sentirse besada por él.
Y entonces sus mentes se perdieron.
Sus cuerpos reaccionaban automáticamente. Sus brazos se enlazaban en el cuello de otro. Sus manos recorrían el cuerpo del otro (provocando suspiros o ligeros respingos de dolor, dependiendo quien fuera)
Megumi se sonrojó violentamente cuando sintió las manos callosas recorrer la piel de su pecho. Nuevamente sintiéndose como una jovencita de 16 años con su primer amante. Las manos siguieron el recorrido haciendo que cada poro de su sensible piel se erizara cuando la yukata empezó a caer de sus hombros. Las manos de ella sujetaban el cuello del hombre y recorrían cada centímetro de su nuca, sobando el golpe que tenía en el cuello.
Para ella era un poco raro, al inclinar un poco la cabeza hacia abajo para alcanzar los labios de él. Jugueteaba con la cabellera de su paciente mientras él desataba el cordón de la bata para finalmente desecharla, mientras ella hacía lo mismo con la toalla de él.
Kenshin se sintió contento al sentir en su boca el sabor dulce de la boca de ella, tan diferente al sabor de la sangre que estaba acostumbrado a probar en cada comida y bebida. Se alegró de sentir la suave textura de su piel sin temor de embarrarla con la sangre que normalmente veía hasta en las paredes. En oír su respiración y sus suaves jadeos que era música para sus oídos acostumbrados a la agonía ajena.
Estaba tan tranquilo.
Megumi feliz, por sentir la cercanía de aquel al que apreciaba tanto, al que amaba, aunque no estuviera consiente de que fuera recíproco.
Nada importaba esa noche. Que el futuro se fuera al diablo, que el pasado desaparezca en la corriente del tiempo. Para Megumi solo importaba el ahora. El allí. Ese momento, que perduraría para siempre.
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Pregunten un numero, y ninguno podría decir cual.
Perdieron la cuenta después del 2, o el 3.
El tiempo, como declaraba Einstein, era relativo. Donde las horas se hacían segundos y los segundos, eternidades.
Megumi descansaba su cabeza en el pecho de Kenshin, sintiéndose adormilada por la tremenda descarga de endorfinas que era consecuencia de la actividad previa. No se quería dormir, quería disfrutar mas de esa calidez, de ese aroma natural que nunca antes había podido disfrutar. Pero el sueño le ganó la batalla.
Al igual que a Kenshin.
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"Algo falta" se dijo Kenshin.
Caminaba por un soberbio bosque de arboles altos y césped verde. De vez en cuando, sus manos acariciaban flores de lavanada que crecía alto. El aire estaba lleno de fragancias. Lavanda, cerezos blancos, y otros aromas tan agradables.
El sol era cálido, agradable y una ligera brisa rozaba su cara haciendo que cerrara los ojos en deleite.
"Algo falta" decidió.
No había sangre, ni muerte, ni sufrimiento, ni lamentos. No había pesadillas.
A su derecha, divisó una pequeña y frágil chocita, hecha en un solo día y divisó las sombras de dos personas abrazadas, contemplando el paisaje. Realmente no se sorprendió cuando identificó a esas personas...
A su izquierda un matrimonio joven jugaba con un bebé, quien gritaba en deleite cuando el padre lo movía como si estuviera volando y la madre sonreía mientras preparaba emparedados en una manta sobre el césped verde.
Un padre pelirrojo, una madre de cabello negro y un bebé moreno. Kenshin, Tomoe, Yahiko.
Siguió avanzando y vio mas gente. Siempre la misma, en varias escenas de felicidad familiar.
Y otras más. Momentos pacíficos de amigos recientes. El Shinsengumi en una amable fiesta de sociedad. Aoshi entrenando con él mientras la comadreja dirigía las porras a ambos bandos. Sanosuke bebiendo con él en el Shirabeko. O jugando ajedrez con Hiko.
Lo entendió.
Era la parte de su mente que aún no había caído en la locura.
Lo comprendió cuando llegó a la frontera, en donde el verde pasto terminaba para dar paso a un yermo desolado, de color sangre. Sobre su cabeza, el cielo cambiaba de azul a oscuro con nubarrones rojos, y más allá, un ejército de seres que avanzaban, espada en mano para combatir y conquistar.
Battousai iba a la cabeza. Liderando a todos los muertos que había hecho. Las figuras que torturaban su mente a cada rato.
Kenshin se dio cuenta que en su cito colgaba una espada. La desenvainó.
Era una sakabatou.
"El Hiten Mitsurugi Ryu no debe ser usado para destruir. Si no para proteger" "No puedes proteger a todos, sin importar lo poderosa que sea tu técnica" "Puedes salvarlos uno a uno."
Esas palabras las decía Hiko, en aquel bosque hacía tanto tiempo atrás.
- No puedo proteger a los que me importan, si no puedo cuidar la felicidad que me queda. - Declaró en voz alta.
Colocó la espada en guardia y se arrojó al combate.
No importa lo que Battousai quiera hacer. Kenshin protegerá la felicidad que le queda. Aunque tenga que hacerlo para siempre.
Las espadas chocaron y el Hiten Mitsurugi Ryu cumplía su cometido.
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La mañana llegó muy rápido, pero Kenshin ya estaba despierto desde que el sol empezaba a salir. Para esos momentos ya estaba vestido con uno de los cambios que Megumi tenía (un cambio de ropa de cada miembro del Shinsen, por si acaso) y colocaba en el buró cercano a su cama un pequeño sobre. No había forma de analizar sus sentimientos o decir si estaba enamorado de ella. Lo que sí era que estaba agradecido. Por todo.
Por sanar, parcialmente su espíritu.
La besó levemente sin sacarla de su sueño y se prometió a sí mismo conversar con ella y encontrarle significado a lo que pasó.
Salió sin hacer ruido, dejando solo las prendas que no podía llevarse.
Al salir del edificio, emprendió camino al Dojo. Al fin y al cabo, había clases que dar.
Battousai salió a su encuentro desde un callejón. Espada lista. Por un momento el furioso dorado de sus ojos se encontraron con el azul calmado de los suyos. Parecía que estaba listo para pelear. Con esa sonrisa burlona, cruel y repugnante.
- Apártate. - Le ordenó Kenshin.
Por primera vez en 4 años. Sin nada que sirva de precedente, Battousai obedeció.
Kenshin partió al Dojo, más tranquilo que nunca.
Con Battousai siguiéndolo dócilmente por detrás.
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Para las 12 de la mañana Megumi abría los ojos a una nueva tarde. Tocó el lado derecho de la cama y suspiró cuando no encontró nadie.
Si se inquietó por no haber ido a trabajar, no lo demostró. Solo se quedó viendo al techo, recordando cada aspecto de la noche anterior y sintiendo como su cara se sonrojaba por lo sucedido.
Al girar la cabeza para investigar la hora encontró un sobre con su nombre escrito. Se sentó en la cama, cubriéndose con una sábana y lo abrió.
"Megumi:
Antes que nada perdón por marcharme tan temprano y sin despedirme. EL Dojo me llama.
No sabes lo agradecido que estoy contigo por lo que me has diste esta madrugada. No puedo recordar cuando fue la última vez que alguien manifestó tanto interés en mí. Cuando alguien se preocupó tanto por mí.
No puedo decir exactamente que fue lo que sucedió entre nosotros, pero agradezco tanto a Kami por lo que pasó. Si el destino dicta volver a encontrarnos de esa forma, de sentirnos tan cerca una vez más, estaré agradecido, aún más y si no es así, llevaré siempre este recuerdo que evocaré cada vez que lo necesite. Para sanar.
Tal como tu me has sanado.
Sé que te veré de nuevo. Pero por el momento, Adiós.
Kenshin"
Megumi sonreía.
Estaba claro. Kenshin no la amaba. La apreciaba demasiado. Y en vez de sentirse dolida o insultada, no podía dejar de sentirse feliz.
No fue usada. No fue forzada. Como tantas veces en el pasado.
Fue querida.
"Kenshin" susurró mientras una ligera lágrima de felicidad caía por su mejilla. Agradeciendo que por esa noche, aunque fuera por esa noche, la hubiera amado de esa forma.
Se acostó de nuevo, dispuesta a recordar detalle a detalle a su pelirrojo.
Pidiendo al cielo ganarse su corazón otra vez.
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N.A. Tomen nota del Jardín. Será importantísimo en el futuro. Y si, Kenshin practica el Hirazuki como cualquier otro del grupo Shinsen. Y teniendo de cuate a Saito, pues era lógico que supiera el Gatotsu. El abrigo tiene que ser necesario para compensar la falta de peso que tiene en las técnicas de carga.
Por cierto, cualquier parecido de la pelea con cualquier otra, es meramente coincidencia. (Falso, es casi igual, sí, lo acepto. Después de todo es una de las mejores. No es así??????)
Para este Fic quiero agradecer mucho a Blankaoru, no solo por la publicidad en su fic, sino por ayudarme con ideas (aunque no lo sepa jajaja.) Para terminarlo. Si, sé que me he tardado, pero las vacaciones para mí son las que más me matan, pues no tengo tiempo para nada. En el siguiente capitulo terminaré de conjuntar las otras historias por lo que sugiero firmemente que lean Soldado y Ladrona.
Sé lo que les conviene.
Review:
gaby(hyatt : Me agrada que te guste. Es difícil insertar humor cuando la intención es hacerlo triste y cruel. Pero espero estar lográndolo. Como puedes ver Shougo no murió tan fácil, teniendo a Battousai como contrincante debería sufrir un poco mas. Gracias por tus reviews, creo que eres la única que los deja. Snif, snif.
Sugerencia del día: Actuaciones sin libreto, cada vez se pone más interesante y no puedo esperar por ver cual va ha ser la continuación de la Saga de Kyoto. (Blankis...mas vale que sea el Jinchu)
