N.A. Este probablemente es el peor capítulo que he escrito desde... no,
desde nunca. Definitivamente lo considero malo. Perdon.
Gundam Wing no es mío, no me pertenece y definitivamente no lo quiero. Después de ver la cantidad de licencias que tendría que supervisar, me da flojera hacerlo. Y como no gano nada al hacer esta historia, solo lo uso, reuso, compongo, arreglo, deformo y etc. Para ajustarlo a los caprichos de mi imaginación torcida.
Esta historia corre paralela a ASESINO de Rurouni Kenshin y LADRONA de Slayers. Decir que los lean esta de mas, pro si no lo han hecho...allá ustedes. Solo digo que para el próximo Cáp. Terminará de juntarse para dar inicio a una historia que espero, supere a...otras historias.
Este capitulo esta auspiciado por Kleenex (se imaginarán porque)
Sin mas...
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Soldado
Capitulo 4 Promesas renovadas.
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Londres lloraba, al igual que un ángel blanco.
Cualquier persona podía distinguir una figura metálica en la cima del puente de Londres, solo si ponía atención al reflejo que las propias luces de la cuidad provocaban en su piel metálica.
El era posiblemente el soldado perfecto. Entrenado desde que tiene conciencia para pelear y comandar. Posee una de las armas más poderosas que la humanidad ha fabricado en su historia. Su historial, si pudiera ser conocido, haría que más de un viejo veterano lo respetara y admiraba.
Y solo tenía 18 años.
"Este es un buen final para el Dios de la muerte"
"Abran cancha que el Dios de la Muerte va ha pasar."
"No moriremos Heero."
¿Cómo sobreponerse a la muerte de todo lo que te importa?
Heero Yuy estaba dentro de esa piel metálica.
Ojos cerrados, recordando cada fragmento de la batalla que había tenido lugar en aquellos cielos escoceses. Reviviendo cada explosión colorida que las armaduras destruidas provocaban. Escuchando cada lamento y grito que sus amigos habían lanzado a la hora de morir.
Duo, Wu Fei, Quatre, Trowa y Zech. Sus hermanos de sangre, camaradas de armas, amigos más allá de cualquier otra explicación.
Y se mataron mutuamente.
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"Ya detente Zech, no tiene caso que sigas peleando" Gritaba Heero por la Radio al manco Tallgeese. Este era un Armor Suit blanco de visos azules y marcas tribales en las mejillas de la mascara. Heero, en un ataque, le había cercenado el brazo izquierdo en un intento de detenerlo. Pero Zech tenía una razón muy fuerte para seguir peleando.
"Tal vez para ti no lo haya. Pero yo estoy condenado. Debo ganar o morir." Decía mientras, con dificultades trataba de asestar golpes con su sable térmico.
Las explosiones lejanas indicaban que Duo estaba entrando al castillo para cumplir con su misión. Zech trataba de llegar hacia él, pero Heero se interponía en su camino. Con destreza bloqueaba los sablazos con su propia arma y el escudo triangular de su brazo izquierdo. No había posibilidad alguna de que le ganara. Conciente de eso, en una oportunidad dirigió una estocada potenciada hacia el hombro derecho de Zech. Este gritó de olor cuando la intensa energía atravesó la armadura y la carne viva, carbonizándola en un punto.
El Tallgeese caía, inutilizado para usar sus armas.
"Ya basta Zech. Te dije que no quiero mas muertes." Dijo Heero mientras hacía el ademán de irse, a apoyar a la base de OZ. Su rostro, aunque ocultado por la máscara metálica de interfase, estaba triste. Desilusionado por lo que acababa de hacer. Pero Zech aún no se rendía.
"Para mí es ganar o morir Heero." Dijo por la radio. "Tallgeese, activa autodestrucción del suit" esto hizo que Heero se parara en seco. "Código de voz White Fang, Zech Marquise." Un contador apareció en su visor.
"¡Zech!" Gritó Heero sabiendo que una autodestrucción dañaría severamente el terreno adyacente, incluidos los sistemas de cualquier Suit a menos de 500m de distancia. Y Duo estaba a 300m. Si el no destruía la base enemiga, OZ caería sin duda. "Ya basta, ¡cancela la orden!"
"Ganar o morir Heero." Zech señaló su cabeza con las manos del Armor. La única forma de detener la autodestrucción es destruir el centro de control. La cabeza.
Con un grito de furia y dolor encajó el sable láser en el cráneo del Suit, matando la armadura. Matando a Zech.
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Después de la explosión del castillo de Queenze, el submarino anfibio de Trieze se retiró, dejando un contingente de salvataje, para recuperar Armors, o pilotos.
Los sistemas de rastreo del 01 quedaron dañados, por lo que para el amanecer, cuando Heero recuperaba la conciencia, se encontró enterrado bajo piedras, tierra y escombros. Solo.
El viaje a Londres fue lastimoso y tardado. Los propulsores funcionando al 10 %, al igual que los sistemas antigravedad. Se vio obligado a viajar a baja altura para evitar radares y miradas furtivas. Pero con problemas, llegó a la ciudad a atardecer. De allí a la base en Douvres no había más de media hora a vuelo normal. Pero no tenía intenciones de ir. Al menos no ahora.
Había pasado todo ese tiempo en la lluvia, deseando que el agua se llevara todas sus preocupaciones y sentimientos. Sin embargo, mientras la noche pasaba, sentía que se iba sumiendo más y más en la desesperación. Deseando haber muerto en el campo de batalla. De olvidarse de esa pena y esa tristeza.
"Sería fácil" se dijo. Al fin y al cabo conocía más de una manera de dar muerte a alguien. Después de todo era un asesino. Podía aplicar sus conocimientos en si mismo. "Seria tan fácil."
¿Por qué se detenía? Entonces.
Reelena. Ese nombre entró en su mente de repente y recordó lo que decidió en el techo del castillo con Wu Fei.
Ellos peleaban y morían, incluso, para que los demás no tuvieran que hacerlo. Para protegerlos. No quería ver la tumba de ella.
Ella. ¿Donde estaría ahora?
El ángel extendió sus alas, y se remontó al cielo nocturno de Londres.
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"Odio esta ciudad." Pensó Reelena cuando un trueno la hizo saltar de su asiento.
Aunque de alguna forma se lo merecía. Solo a ella se le ocurría ver "Carrie 2" en una noche tormentosa y fría, después de ver "El exorcista" remasterizada. Y sola.
Aunque en sus planes no había estado estar sola. Originalmente pensaba invita a alguien, aprovechado que su madre debía salir de la cuidad en un viaje de negocios. Se hizo de un catálogo de DVD's bastante atractivo, a saber: El exorcista, Carrie, Carrie 2, El 6to sentido, Revelaciones y para rematar La bruja de Blair. Obviamente un catálogo diseñado para abrazarse de la persona más cercana para buscar protección y seguridad.
Pero algo salió mal. Y "esa" persona no asistió por el simple hacho de que estaba prácticamente desaparecida desde casi 36 horas. Sin decir nada, solo recibió una llamada por teléfono y salió despedido con rumbo desconocido. "Maldito Heero." Pensó por enésima vez en el día, en especial cuando el asesinato número desconocido se consumaba en la pantalla. Estaba enojada, o disgustada por dos cosas. Por desaparecer repentinamente y porque, debido a esa desaparición, no pudo despejar las dudas de Calculo y por ende reprobado el examen. Solo esperaba que llegara su madre para la reprimenda.
Pero ella no estaba, como era la costumbre. Sin un padre quien sostuviera la familia, la madre tenía que salir a buscar el pan. Aunque el pan estuviera en la India. De esa forma, Reelena, quien había planeado una velada de películas de horror abrazada del brazo del único sujeto que podría dormirse con "El aro" pudo ser posible, pero.
Un sonido repentino la sobresaltó y le enchinó la piel. Cosa normal al estar sola, en medio de una noche lluviosa con truenos repentinos y además viendo una instructiva película. Pero a diferencia de los ruidos normales como viento o crujido de ramas del árbol de afuera. Este se pareció mas a un paso pesado en el patio trasero.
La reacción normal sería asustarse y agarrar el teléfono para llamar a la policía. Pero, aunque se asustó, irónicamente, lo que Reelena hizo fue lo tradicional para una película de terror. Ir a investigar.
Oh, claro, ella había visto muchas de ellas, siendo su género preferido, y sabía que por regla alguien podría atacarla, por lo que se armó con un bat que encontró en el armario. Lenta y silenciosamente se dirigió hacia la puerta trasera mientras los gritos de los jóvenes masacrados sonaban al fondo, añadiendo un aire más tétrico a la cocina. El alumbrado público entraba por la ventana empañada evitando distinguir claramente lo de afuera.
Dispuesta a sorprender a quienquiera que fuera, giró la manija en silencio. Abrió la puerta casi centímetro a centímetro y por último, terminó.
Lo que vio la paralizó por un momento. Una clase de ángel resplandeciente parecía acomodar sus alas doradas mientras se erguía con dificultad como si estuviera lastimado. Estaba de espalda y parecía dispuesto a girar para confrontarla. Esto requería acciones. A apenas giró la cabeza, un Batazo en plena "cara" hizo que perdiera el equilibrio y sus casi 2 metros de altura se estrellaron en el piso.
El bat vibró en las manos de Reelena mientras oía como caía de espaldas ese "ángel" Estaba a punto de asestar un segundo golpe ciando una voz conocida la detuvo.
- Reelena, ¡Alto!
Ella conocía esa voz. La había oído durante meses. Sus sospechas solo se confirmaron cuando de las manos metálicas algo deformes fueron a la cara y el ángel se quitó una clase de máscara metálica.
Ella lo reconoció. "¡¡¡Heero!!!"
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Aunque normalmente se tardaba menos de 30 segundos pasar del patio trasero a la sala, ellos tardaron más de 10 minutos. En especial por tratar de quitar esa pesada armadura del cuerpo del chico. Pero finalmente, pudieron llegar y Reelena le proporcionó una toalla a Heero, quien se secaba mientras ella se cambiaba de ropa. (Una sudadera mojada no es muy cómoda) y después de eso, solo estaban allí.
Entonces Heero empezó a hablar.
Durante casi 20 minutos le regaló una narración acerca de batallas, sacrificios y muerte de niveles reservados para una película bélica. Por un momento pensó que era un relato solo reservado por otakus que tenian tatuados a cada lado del trasero la insignia de la RDF y NERV*.
Pero este era Heero. Aquel chico con quien pasó tanto tiempo en el tejado, con quien empezó a observar otros aspectos de la vida, fuera de su mundo de actividades neo-políticas. Aquel que empezó a mostrarle un lado más luminoso de si mismo. Aunque ahora parecía tan sombrío. Después de llegar a la realidad de que compañeros a los que ella conocía murieron de esa forma tan.terrible. Ella se encontraba sin saber que sentir. O que decir.
Después de los primeros minutos de relato decidió que Heero realmente se lo estaba contando para sí, como un monólogo para recordar todas las cosas aterradoras que había vivido. Y en todo ese tiempo Reelena observaba el cambio en esos ojos azules. Donde una vez eran intensos, ahora estaban opacos, casi grises y prácticamente muertos. Y eso era lo que mas asustaba.
La taza de café que le había dado a Heero estaba fría, sin haber sido tocada. El agua de la lluvia de su cabello aún no se evaporaba a pesar de la cálida atmósfera de la sala y en especial, su expresión estaba inusualmente dura. Fría.
Reelena suspiró, no encontrando otra cosa que hacer, y se puso de pie tomando la taza de las manos de Heero. El roce de su suave piel con las manos de él, hicieron que se parpadeara.
- Supongo que no has comido nada. - Dijo por lo bajo con exactitud técnica. - Te traeré algo para comer.
Heero pestañeó varias veces cuando la vio desaparecer a la cocina.
¿En que está pensando esa niña? ¿Acaso no escuchó lo que estaba diciendo? Prácticamente le describió las guerras y le confesó que era un asesino de masas, de amigos, de aliados. ¿Y se preocupa por si comió o no?
Aunque por una parte, no se sorprendía. Al menos demasiado. Después de todo, la conocía demasiado bien. En esos largos y pacíficos días en el techo de la escuela se dio cuenta que de alguna forma, ella estaba más allá de los problemas. Su lugar estaba con las soluciones. ¿Acaso no fue por eso porque estaba allí, después de todo? Por buscar una solución a su problema. Para confirmar sus decisiones y consolarse diciéndose a si mismo que lo que hizo es por el bien de ella.
Para que no tuviera que pelear...
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Reelena se encontró de repente con el estomago en la boca tratando de retener unas nauseas marca diablo. No por estar haciendo una comida. (Sándwich de pavo, para variar) Sino por el recuerdo de todo ese relato. Emociones encontradas y darse cuenta que de los pocos a quienes pudo llamar amigos o conocidos estaban muertos. La realidad es algo oscuro y terrible, decidió, pero aún así estaba contenta. Heero estaba bien, y en ese preciso instante era lo más importante.
Pero que era lo que la molestaba. Las nauseas no eran producto de una narración tétrica (para alguien cuyo género favorito, aunque secreto, es el Terror, ya estaba acostumbrada), sino mas bien de esos ojos y esa expresión. Era como si sintiera tristeza por él. De una forma mas allá de la simple empatía. Como si quisiera llorar y lamentarse en su lugar. Quitar todo su sufrimiento para que él no tuviera que guardarlo en su corazón. Para que...
Sacudió la cabeza y sonrió, a pesar de si misma. Empezaba a hablar como...como...alguien**.
Regresó a la sala cargando una bandeja con un plato lleno de Sándwiches de pavo (como se había dicho antes) y más café caliente.
Heero estaba en el mismo lugar. Sentado en el suelo con la espalda recargada en uno de los sillones, aún con la expresión de piedra en la cara.
Y los ojos vacíos.
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Heero seguía torturándose, casi involuntariamente, con los recuerdos de la batalla. Aunque también con una pequeña dosis de temor a ser rechazado por Reelena. Y la actitud calmada de ella no ayudaba en nada. La reacción común sería que llorara, gritara, lo viera como bicho raro, o algo. Bueno, no deseaba eso, pero eso se había imaginado.
Reelena puso ante él la bandeja y esperó u momento para que el tomara la comida. Pero en vez de eso vio que se le quedaba viendo fijamente, de forma casi, incrédula.
- ¿Por qué haces eso? - Le preguntó casi susurrando.
- Como dijiste que pasaste todo el dia viajando, creo que debes de tener hambre. Y esto es lo que había.
- No me refiero a la comida. Sino a esto. A tu amabilidad, a tu gentileza. ¿Por qué lo haces?
Reelena sonrió. Percibiendo el nerviosismo bien disimulado de Heero.
- ¿Cómo quieres que me porte? ¿Que te pida que abandones mi casa, que te grite Asesino o mentiroso o te reclame el que me hayas tenido en secreto tu vida? Puedo hacerlo si quieres. - Lo miró a los ojos. - Pero se que eso te lastimaría mas. ¿No es así?
Heero simplemente no pudo sostener esa mirada y desvió la vista. Era claro que ella sabía lo que estaba sintiendo. ¿Cómo? Seria imposible decirlo, pero eso era exactamente lo que estaba temiendo.
- Desde un principio sabía que tenías tus secretos y nunca tuve la intención de conocerlos. Porque me agradabas así. El Heero del techo, y así te recuerdo. Y para mí, es el que está aquí. Tú no has cambiado nada, Heero.
Tomó su cara en sus manos y lo obligó a verla a los ojos. En ellos pudo ver prácticamente todo lo que pasaba por su cabeza. EL dolor, la tristeza y la renuencia a romperse. La intención de enterrar todo ese dolor dentro de si. Solo que si lo hacía...
- No tienes que hacerlo - le dijo en voz baja mientras se acercaba un poco a él. Quien apretaba sus puños en un intento de contenerse. - Pero si lo deseas, permíteme estar contigo. Deja que llore las lágrimas que retienes. Sentir tu dolor y sufrimiento, servirte de apoyo.
Con cada palabra se acercaba más a él. Para que al final, acunar su cabeza en su pecho. Heero se encontró abrazado, apretando dolorosamente los puños. Toda su vida fue entrenado para mantener sus sentimientos guardados. Por lo que estos eran puros. Pero el endurecimiento y el acondicionamiento propio de un soldado acostumbrado a matar, lo obligaban a mostrarse frió. A acallar su conciencia para que todo eso no lo torturaba. En los últimos 2 días, ese condicionamiento empezaba perderse, incluso, mientras estaba en el puente, sentía su cabeza dando vueltas, nauseas y tantas emociones que simplemente no podía controlar. Ahora estaba ella. Diciéndole que estaría allí. Ella quien lo estaba abrazando para consolarlo. Empatizando con su dolor. De pronto Heero se sintió diferente.
Desde que recordaba nunca había llorado realmente, pero en esa ocasión, dejó de verse como "El soldado perfecto" como siempre le llamaban, y se sintió como un niño. Un niño pequeño que necesitaba consuelo. En otro tiempo sería inadmisible que el se rindiera a sus penas. Pero...
Reelena pudo sentir claramente sus lágrimas fluyendo, la convulsión de sus hombros y posteriormente, los lamentos casi gritados que era el lloro generalizado en su cuerpo. Heero se abrazaba a su cintura mientras enterraba más su cabeza en el pecho de ella para obtener un poco de consuelo. Reelena sintió que sus propios ojos se humedecían y se quedó allí, simplemente, acariciando la cabeza de Heero mientras el desahogaba el dolor de su alma.
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Había pasado poco más de media hora, aunque para ellos fue menos. Reelena estaba ahora arrodillada en el suelo alfombrado y Heero tenía su cabeza en el regazo de ella, aún abrazando su cintura.
Sus lágrimas hacia tiempo que se habían secado, al igual que su necesidad de llorar. En esos momentos se sentía seguro, protegido de todo el dolor que la batalla le había provocado. Esto no quería decir que ya había olvidado la batalla y las muertes. Solo que habían dejado de tener tanto peso para él. Dudó un poco en levantarse (se sentía tan cómodo y el calor que emanaba de ella era tan confortable), pero de alguna forma sabía que tarde o temprano tenía que hacerlo. Aunque deseaba prolongar ese momento durante mucho, mucho tiempo sentía el impulso de levantarse y...
Reelena también estaba deseando que todo siguiera igual. En toda su vida nunca había encontrado una conexión tan precisa con una persona. Ni siquiera con su familia. Para ella, las emociones de los demás eran tan visibles como un lenguaje preciso. Entendía mejor que nadie los sentimientos de las personas, y eso, cuando estaba con su padre, la convencieron de buscar soluciones para los problemas de otros. No podía soportar ver el sufrimiento de otros, porque era el suyo. Tal vez eso era extraño, pero eso era lo que sentía.
Y en este momento Heero estaba emanando las agradables sensaciones de Paz y tranquilidad que no conocía antes en él. Y deseaba que esa sensación se extendiera aún por más tiempo. Pero de pronto sintió algo diferente. Era ¿Incertidumbre?
Heero se arrodilló frente a Reelena y la miró directamente a los ojos. De alguna forma estaba tan agradecido por el consuelo que ella le había dado que se encontró con que "agradecer" era una palabra demasiado débil para lo que ahora quería expresar. No hubo palabras, sino un flujo de emociones que Reelena entendió sin necesidad de interpretar. No era incertidumbre, no era temor. Incluso la Paz se había alejado. Era...era...
Heero, sin saber que lo impulsaba (quizás deseo o algo mas), acercó su cara un poco, sintiéndose un poco incómodo. (Soldado perfecto o no, seguía siendo un chico de 18 que nunca había tenido una relación seria con una chica) sin duda por un breve instante se sorprendió cuando Reelena cubrió en ultimo espacio que quedaba entre ellos y comenzó un beso tímido.
Pero eso fue lo único que bastó para que ellos dos empezaran a dejarse llevar. De alguna forma no había necesidad de decir lo que pensaban o sentía. Heero decidió que no era agradecimiento lo que sentía, ni siquiera amistad. Era Amor. Y Reelena lo sabía.
Ella se dejó llevar cuando Heero tomo el mando, acariciando su cabeza, la nuca y el cuello. Ambos tratando de profundizar los besos de forma inexperta. Y sin embargo tan contentos de tenerse el uno al otro para hacerlo. Las manos bajaron a la espalda, cintura y después más abajo. En una reacción comprensiva, Reelena detuvo a Heero cuando este llegó a sus piernas. Pero se rindió después cuando este empezó a levantar su sudadera.
Ella intentaba quitarle el traje de interfase, pero se frustró un poco al desconocer como hacerlo. Heero entendió y rompió el contacto para quitárselo mientras Reelena hacía lo mismo con su sudadera. LA visión de ambos semidesnudos rompió cualquier precaución o cautela en sus acciones.
Como 2 amantes llenos de pasión, se arrojaron, uno a los brazos del otro para entregarse sin importar las consecuencias, o problemas pasados o por venir.
Después, el tiempo dejó de importar.
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Rellana despertó cerca de las 4 de la mañana. No recordaba cuando había llegado a su cama. Pero por instinto extendió su brazo y se sorprendió al encontrar que estaba sola. Heero debía estar allí, acurrucado junto a ella, después de todo, así se durmieron. Pero al ver a la ventana, se dio cuenta que estaba parado, observando el cielo. Pensando.
Se incorporó un poco, cubriéndose con la sábana. ¿Qué estaba haciendo Heero allí? ¿Que sentía? ¿Temor? ¿Incertidumbre? Salió de la cama, envolviéndose con la sábana, o sintiéndose tonta por eso. Después de rodó, ¿no acababan de hacer el amor?
Se acercó silenciosamente a Heero, tratando de descubrir que era lo que estaba pensando. El la sintió antes de que se acercara y giró para enfrentarla.
- Un centavo por tus pensamientos. - Dojo Reelena cuando sus ojos se encontraron.
Heero pocas veces se había cuestionado el estilo de vida que tenía. Incluso cuando la duda lo llenaba, normalmente había algo que lo motivaba a seguir. Un emotivo discurso de Trieze, una promesa, una revelación de Cierto chino. Pero ahora, realmente tenía dudas profundas. Su corazón le sugería quedarse, que OZ y todos esos locos lo dieran por muerto, para poder quedarse con ella. Su mente le recordaba que tenía un deber que cumplir. Que había decidido pelear, para que ella no tuviera que sufrir. Pero ahora.
- Tú sabes lo que soy. Y en verdad aprecio que lo entiendas. Sin embargo, mi deber como soldado es regresar y esperar la siguiente misión. Pero mi corazón me pide que me quede. Porque realmente quiero hacerlo.
Reelena extendió una de sus manos y tocó la cara de él. "Siento, duda. Siento temor. Pero no un temor a la muerte o al dolor. Sino un dolor a la perdida." Dijo en voz alta.
Heero nuevamente se sorprendió. ¿Cómo podía ella saber lo que estaba sintiendo? ¡Claro que tenía miedo! Un miedo increíble a perderla. A no volverla ha ver. A...
- Una vez comentaste, que la forma correcta de vivir era dejarse llevar por los sentimientos. ¿Lo recuerdas?
Heero asintió. Eso lo dijo en una de las clases de Filosofía, donde se ganó unas cuantas risas de sus compañeros.
- Solo puedo decirte que hagas eso. Si no sigues a tu corazón, te arrepentirás sin importar cual decisión tomes. ¿No crees?
El podía enfrentar a la muerte a la cara. De hecho estaba acostumbrado a eso. Pero le era difícil mantener la mirada a esos ojos tan sinceros que parecían penetrar hasta el fondo de su alma. ¿Qué había en su corazón? Se forzó a si mismo a analizarse. Es cierto, lo que más quería era quedarse y estar con ella. Siempre.
Pero OZ estaba casi destruido. Si sus enemigos lanzaban un ataque las consecuencias serían desastrosas y OZ caería. (Esa era la parte del soldado) Sin Oz, Inglaterra perdería su defensa principal y los riesgos serían enormes. (Eso le decía el patriota) En una guerra de Armor Suit, nadie estaría a salvo. No importaba si estaba con ella, o incluso vivía con ella, en una guerra no estarían a salvo. Ella sufriría y posiblemente...
Ese era su pensamiento de pérdida. La perdería para siempre. Perdería su felicidad y eso no podría perdonárselo. Para eso tenía que regresar a OZ, a seguir obedeciendo órdenes de alguien cuyo respeto había perdido. Significaba apartarse de Reelena.
¿Qué era mas grave? Alejarse, sabiendo que la estaba protegiendo. O quedarse, sabiendo que no hacía nada para defenderla.
- No quiero perderte, nunca. Así tenga que...irme. - Dijo casi susurrando.
Reelena sonrió y lo abrazó.
- Hagamos un trato. - Su tono era tan práctico que por enésima vez sorprendió a Heero. ¿Cómo la hacía? - Tú harás lo que tengas que hacer. Y sin importar lo que decidas o pase, yo estaré aquí, esperándote.
Heero no lo había notado, pero Reelena llevaba una cruz de oro, la cual se quitó y se la puso a él. Durante un momento se quedó viendo el crucifijo hasta que le vio significado. Sonrió como solo ella podía hacerlo sonreír y la abrazó.
- Te amo. - Acaso había otra palabra para expresar todo lo que quería decir. Si existía, no estaba en el diccionario que Heero usaba. - Te prometo que pase lo que pase, regresaré. Nada me impedirá hacerlo.
Ella también estaba sonriendo. De hecho, sus ojos estaban húmedos. Lágrimas de felicidad estaban empañando la vista de ella. Y de el también.
Con un beso sellaron de nuevo sus promesas, y lo demás pasó rápidamente.
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Reelena despertó, de nuevo, esta vez a las 11 de la mañana. Estaba sola, aunque eso lo esperaba. Después de ponerse algo de ropa, bajó ala sala, para encontrar que los sándwiches de pavo y el café habían desaparecido. Al igual que cierto traje de interfase y una pesada armadura.
Heero había tomado su decisión, y era su deber apoyarlo. Después de todo, esa era la obligación de una novia, ¿verdad? La incertidumbre quizás llenaría su vida los próximos días, pero lo que sintió esa noche solo reforzaba su postura. Heero la amaba. Ella lo sabía. Y eso era suficiente para mantener su resolución.
Cuando llegara el día, ella lo estaría esperando.
Cuando regresó a su habitación para prepararse una ducha, encontró algo en su ventana. Si no fuera por que era de metal y porque con la luz del sol destalló, quizás nunca la hubiera visto. Abrió la ventana y la recogió. Su corazón saltándose un latido.
Era un círculo de metal. OZ era lo que tenía escrito y estaba hermosamente adornado. Era sin duda una insignia. Pero lo que la enterneció, no fue ese regalo (una manera de compensar la cruz de la abuela que le había dado al chico), sino una pequeña nota que la acompañaba.
"Volveré"
Reelena sintió su confianza renovada y se vio obligada a gritar "Te estaré esperando Heero" a todo pulmón.
Consiente que el viento, de alguna forma, llevaría esas palabras a los oídos de cierto soldado.
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En alguna parte del cielo inglés. Un ángel blanco sonrió.
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* RDF, ejército de la serie Macross. NERV, organización a la que pertenecen los Evas de Neon Genesis Evangelion.
** Leer Broken Pieces de Lynai. Si les digo exactamente, sería un Spoiler.
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N.A. Si, si. No es mi mejor trabajo, pero después de Ladrona4 mi cerebro quedó frito. El siguiente capitulo se dará información que es vital para el entendimiento de "La Alianza" que será el fic donde junte todas las series. Espero que lean las otras historias.
Cada persona involucrada en una lucha DEBE tener un motivo por el cual pelear. Algo que lo aliente a seguir aunque las fuerzas le flaqueen. La escena de un carácter fuerte rompiéndose debido a algo es una de las que mas me gustan. (Maximus llorando a los pies de su esposa crucificada; Spirit, el corcel indomable, después que se murió Lluvia) Es donde se muestra la verdadera naturaleza del ser humano, a saber: Que siempre necesita de algo o alguien. De allí que "El soldado perfecto" se derrumbara en los brazos de Reelena.
Si no les gustó, pues demándenme.
Reviews:
Suna y Artemis: Perdon, tenían que morir precisamente para que Heero se cuestionara todo lo de su vida y encontrara una nueva motivación. Además, con tanto piloto protagónico, habría sido difícil darles su lugar a todos. Pero considerando que este es un mundo de ficción y las imposibilidades ocurrieran ¿Alguien podría revivir? Si así fuera.¿Quién sería?... Fuera de eso, no se quien te dijo que ya había acabado (cosa que como puedes ver es falsa porque aquí sigue) Acabará pero Soldado en el próximo capítulo, pero Heero seguirá como personaje principal del siguiente fic.
Suisei Lady Dragon: En la Historia, Trieze volaba el Tallgeese II cuando se suicido a manos de Wufei. Zech usaba el Epyon cuando lucho contra el Zero. Las razones por las cuales no los enfrenté como en la serie, deberán permanecer secretas, así como el origen del Epyon y su piloto. Y, gracias por el comentario, contando que casi me descuartizas por haber matado a Duo y no a Heero. Pero es bueno que apoyas la decisión. Heero no llegó a la locura.eso vendrá después. (Risa siniestra)
Solo un comentario final. Debido a que será Crossover con otras 2 series ¿Dónde lo pongo? Rurouni Kenshin, Slayers o Gundam Wing. O de plano en Anime Crossovers de la sección Misc. Si de por si, no me hacen caso. Si lo cambio o pongo en otra parte me van ha olvidar por completo (Buaaaaa!)
Sin más por el momento: JACK
Sugerencia del día: Ninguna, porque no se me ocurre nada.
Gundam Wing no es mío, no me pertenece y definitivamente no lo quiero. Después de ver la cantidad de licencias que tendría que supervisar, me da flojera hacerlo. Y como no gano nada al hacer esta historia, solo lo uso, reuso, compongo, arreglo, deformo y etc. Para ajustarlo a los caprichos de mi imaginación torcida.
Esta historia corre paralela a ASESINO de Rurouni Kenshin y LADRONA de Slayers. Decir que los lean esta de mas, pro si no lo han hecho...allá ustedes. Solo digo que para el próximo Cáp. Terminará de juntarse para dar inicio a una historia que espero, supere a...otras historias.
Este capitulo esta auspiciado por Kleenex (se imaginarán porque)
Sin mas...
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Soldado
Capitulo 4 Promesas renovadas.
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Londres lloraba, al igual que un ángel blanco.
Cualquier persona podía distinguir una figura metálica en la cima del puente de Londres, solo si ponía atención al reflejo que las propias luces de la cuidad provocaban en su piel metálica.
El era posiblemente el soldado perfecto. Entrenado desde que tiene conciencia para pelear y comandar. Posee una de las armas más poderosas que la humanidad ha fabricado en su historia. Su historial, si pudiera ser conocido, haría que más de un viejo veterano lo respetara y admiraba.
Y solo tenía 18 años.
"Este es un buen final para el Dios de la muerte"
"Abran cancha que el Dios de la Muerte va ha pasar."
"No moriremos Heero."
¿Cómo sobreponerse a la muerte de todo lo que te importa?
Heero Yuy estaba dentro de esa piel metálica.
Ojos cerrados, recordando cada fragmento de la batalla que había tenido lugar en aquellos cielos escoceses. Reviviendo cada explosión colorida que las armaduras destruidas provocaban. Escuchando cada lamento y grito que sus amigos habían lanzado a la hora de morir.
Duo, Wu Fei, Quatre, Trowa y Zech. Sus hermanos de sangre, camaradas de armas, amigos más allá de cualquier otra explicación.
Y se mataron mutuamente.
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"Ya detente Zech, no tiene caso que sigas peleando" Gritaba Heero por la Radio al manco Tallgeese. Este era un Armor Suit blanco de visos azules y marcas tribales en las mejillas de la mascara. Heero, en un ataque, le había cercenado el brazo izquierdo en un intento de detenerlo. Pero Zech tenía una razón muy fuerte para seguir peleando.
"Tal vez para ti no lo haya. Pero yo estoy condenado. Debo ganar o morir." Decía mientras, con dificultades trataba de asestar golpes con su sable térmico.
Las explosiones lejanas indicaban que Duo estaba entrando al castillo para cumplir con su misión. Zech trataba de llegar hacia él, pero Heero se interponía en su camino. Con destreza bloqueaba los sablazos con su propia arma y el escudo triangular de su brazo izquierdo. No había posibilidad alguna de que le ganara. Conciente de eso, en una oportunidad dirigió una estocada potenciada hacia el hombro derecho de Zech. Este gritó de olor cuando la intensa energía atravesó la armadura y la carne viva, carbonizándola en un punto.
El Tallgeese caía, inutilizado para usar sus armas.
"Ya basta Zech. Te dije que no quiero mas muertes." Dijo Heero mientras hacía el ademán de irse, a apoyar a la base de OZ. Su rostro, aunque ocultado por la máscara metálica de interfase, estaba triste. Desilusionado por lo que acababa de hacer. Pero Zech aún no se rendía.
"Para mí es ganar o morir Heero." Dijo por la radio. "Tallgeese, activa autodestrucción del suit" esto hizo que Heero se parara en seco. "Código de voz White Fang, Zech Marquise." Un contador apareció en su visor.
"¡Zech!" Gritó Heero sabiendo que una autodestrucción dañaría severamente el terreno adyacente, incluidos los sistemas de cualquier Suit a menos de 500m de distancia. Y Duo estaba a 300m. Si el no destruía la base enemiga, OZ caería sin duda. "Ya basta, ¡cancela la orden!"
"Ganar o morir Heero." Zech señaló su cabeza con las manos del Armor. La única forma de detener la autodestrucción es destruir el centro de control. La cabeza.
Con un grito de furia y dolor encajó el sable láser en el cráneo del Suit, matando la armadura. Matando a Zech.
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Después de la explosión del castillo de Queenze, el submarino anfibio de Trieze se retiró, dejando un contingente de salvataje, para recuperar Armors, o pilotos.
Los sistemas de rastreo del 01 quedaron dañados, por lo que para el amanecer, cuando Heero recuperaba la conciencia, se encontró enterrado bajo piedras, tierra y escombros. Solo.
El viaje a Londres fue lastimoso y tardado. Los propulsores funcionando al 10 %, al igual que los sistemas antigravedad. Se vio obligado a viajar a baja altura para evitar radares y miradas furtivas. Pero con problemas, llegó a la ciudad a atardecer. De allí a la base en Douvres no había más de media hora a vuelo normal. Pero no tenía intenciones de ir. Al menos no ahora.
Había pasado todo ese tiempo en la lluvia, deseando que el agua se llevara todas sus preocupaciones y sentimientos. Sin embargo, mientras la noche pasaba, sentía que se iba sumiendo más y más en la desesperación. Deseando haber muerto en el campo de batalla. De olvidarse de esa pena y esa tristeza.
"Sería fácil" se dijo. Al fin y al cabo conocía más de una manera de dar muerte a alguien. Después de todo era un asesino. Podía aplicar sus conocimientos en si mismo. "Seria tan fácil."
¿Por qué se detenía? Entonces.
Reelena. Ese nombre entró en su mente de repente y recordó lo que decidió en el techo del castillo con Wu Fei.
Ellos peleaban y morían, incluso, para que los demás no tuvieran que hacerlo. Para protegerlos. No quería ver la tumba de ella.
Ella. ¿Donde estaría ahora?
El ángel extendió sus alas, y se remontó al cielo nocturno de Londres.
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"Odio esta ciudad." Pensó Reelena cuando un trueno la hizo saltar de su asiento.
Aunque de alguna forma se lo merecía. Solo a ella se le ocurría ver "Carrie 2" en una noche tormentosa y fría, después de ver "El exorcista" remasterizada. Y sola.
Aunque en sus planes no había estado estar sola. Originalmente pensaba invita a alguien, aprovechado que su madre debía salir de la cuidad en un viaje de negocios. Se hizo de un catálogo de DVD's bastante atractivo, a saber: El exorcista, Carrie, Carrie 2, El 6to sentido, Revelaciones y para rematar La bruja de Blair. Obviamente un catálogo diseñado para abrazarse de la persona más cercana para buscar protección y seguridad.
Pero algo salió mal. Y "esa" persona no asistió por el simple hacho de que estaba prácticamente desaparecida desde casi 36 horas. Sin decir nada, solo recibió una llamada por teléfono y salió despedido con rumbo desconocido. "Maldito Heero." Pensó por enésima vez en el día, en especial cuando el asesinato número desconocido se consumaba en la pantalla. Estaba enojada, o disgustada por dos cosas. Por desaparecer repentinamente y porque, debido a esa desaparición, no pudo despejar las dudas de Calculo y por ende reprobado el examen. Solo esperaba que llegara su madre para la reprimenda.
Pero ella no estaba, como era la costumbre. Sin un padre quien sostuviera la familia, la madre tenía que salir a buscar el pan. Aunque el pan estuviera en la India. De esa forma, Reelena, quien había planeado una velada de películas de horror abrazada del brazo del único sujeto que podría dormirse con "El aro" pudo ser posible, pero.
Un sonido repentino la sobresaltó y le enchinó la piel. Cosa normal al estar sola, en medio de una noche lluviosa con truenos repentinos y además viendo una instructiva película. Pero a diferencia de los ruidos normales como viento o crujido de ramas del árbol de afuera. Este se pareció mas a un paso pesado en el patio trasero.
La reacción normal sería asustarse y agarrar el teléfono para llamar a la policía. Pero, aunque se asustó, irónicamente, lo que Reelena hizo fue lo tradicional para una película de terror. Ir a investigar.
Oh, claro, ella había visto muchas de ellas, siendo su género preferido, y sabía que por regla alguien podría atacarla, por lo que se armó con un bat que encontró en el armario. Lenta y silenciosamente se dirigió hacia la puerta trasera mientras los gritos de los jóvenes masacrados sonaban al fondo, añadiendo un aire más tétrico a la cocina. El alumbrado público entraba por la ventana empañada evitando distinguir claramente lo de afuera.
Dispuesta a sorprender a quienquiera que fuera, giró la manija en silencio. Abrió la puerta casi centímetro a centímetro y por último, terminó.
Lo que vio la paralizó por un momento. Una clase de ángel resplandeciente parecía acomodar sus alas doradas mientras se erguía con dificultad como si estuviera lastimado. Estaba de espalda y parecía dispuesto a girar para confrontarla. Esto requería acciones. A apenas giró la cabeza, un Batazo en plena "cara" hizo que perdiera el equilibrio y sus casi 2 metros de altura se estrellaron en el piso.
El bat vibró en las manos de Reelena mientras oía como caía de espaldas ese "ángel" Estaba a punto de asestar un segundo golpe ciando una voz conocida la detuvo.
- Reelena, ¡Alto!
Ella conocía esa voz. La había oído durante meses. Sus sospechas solo se confirmaron cuando de las manos metálicas algo deformes fueron a la cara y el ángel se quitó una clase de máscara metálica.
Ella lo reconoció. "¡¡¡Heero!!!"
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Aunque normalmente se tardaba menos de 30 segundos pasar del patio trasero a la sala, ellos tardaron más de 10 minutos. En especial por tratar de quitar esa pesada armadura del cuerpo del chico. Pero finalmente, pudieron llegar y Reelena le proporcionó una toalla a Heero, quien se secaba mientras ella se cambiaba de ropa. (Una sudadera mojada no es muy cómoda) y después de eso, solo estaban allí.
Entonces Heero empezó a hablar.
Durante casi 20 minutos le regaló una narración acerca de batallas, sacrificios y muerte de niveles reservados para una película bélica. Por un momento pensó que era un relato solo reservado por otakus que tenian tatuados a cada lado del trasero la insignia de la RDF y NERV*.
Pero este era Heero. Aquel chico con quien pasó tanto tiempo en el tejado, con quien empezó a observar otros aspectos de la vida, fuera de su mundo de actividades neo-políticas. Aquel que empezó a mostrarle un lado más luminoso de si mismo. Aunque ahora parecía tan sombrío. Después de llegar a la realidad de que compañeros a los que ella conocía murieron de esa forma tan.terrible. Ella se encontraba sin saber que sentir. O que decir.
Después de los primeros minutos de relato decidió que Heero realmente se lo estaba contando para sí, como un monólogo para recordar todas las cosas aterradoras que había vivido. Y en todo ese tiempo Reelena observaba el cambio en esos ojos azules. Donde una vez eran intensos, ahora estaban opacos, casi grises y prácticamente muertos. Y eso era lo que mas asustaba.
La taza de café que le había dado a Heero estaba fría, sin haber sido tocada. El agua de la lluvia de su cabello aún no se evaporaba a pesar de la cálida atmósfera de la sala y en especial, su expresión estaba inusualmente dura. Fría.
Reelena suspiró, no encontrando otra cosa que hacer, y se puso de pie tomando la taza de las manos de Heero. El roce de su suave piel con las manos de él, hicieron que se parpadeara.
- Supongo que no has comido nada. - Dijo por lo bajo con exactitud técnica. - Te traeré algo para comer.
Heero pestañeó varias veces cuando la vio desaparecer a la cocina.
¿En que está pensando esa niña? ¿Acaso no escuchó lo que estaba diciendo? Prácticamente le describió las guerras y le confesó que era un asesino de masas, de amigos, de aliados. ¿Y se preocupa por si comió o no?
Aunque por una parte, no se sorprendía. Al menos demasiado. Después de todo, la conocía demasiado bien. En esos largos y pacíficos días en el techo de la escuela se dio cuenta que de alguna forma, ella estaba más allá de los problemas. Su lugar estaba con las soluciones. ¿Acaso no fue por eso porque estaba allí, después de todo? Por buscar una solución a su problema. Para confirmar sus decisiones y consolarse diciéndose a si mismo que lo que hizo es por el bien de ella.
Para que no tuviera que pelear...
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Reelena se encontró de repente con el estomago en la boca tratando de retener unas nauseas marca diablo. No por estar haciendo una comida. (Sándwich de pavo, para variar) Sino por el recuerdo de todo ese relato. Emociones encontradas y darse cuenta que de los pocos a quienes pudo llamar amigos o conocidos estaban muertos. La realidad es algo oscuro y terrible, decidió, pero aún así estaba contenta. Heero estaba bien, y en ese preciso instante era lo más importante.
Pero que era lo que la molestaba. Las nauseas no eran producto de una narración tétrica (para alguien cuyo género favorito, aunque secreto, es el Terror, ya estaba acostumbrada), sino mas bien de esos ojos y esa expresión. Era como si sintiera tristeza por él. De una forma mas allá de la simple empatía. Como si quisiera llorar y lamentarse en su lugar. Quitar todo su sufrimiento para que él no tuviera que guardarlo en su corazón. Para que...
Sacudió la cabeza y sonrió, a pesar de si misma. Empezaba a hablar como...como...alguien**.
Regresó a la sala cargando una bandeja con un plato lleno de Sándwiches de pavo (como se había dicho antes) y más café caliente.
Heero estaba en el mismo lugar. Sentado en el suelo con la espalda recargada en uno de los sillones, aún con la expresión de piedra en la cara.
Y los ojos vacíos.
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Heero seguía torturándose, casi involuntariamente, con los recuerdos de la batalla. Aunque también con una pequeña dosis de temor a ser rechazado por Reelena. Y la actitud calmada de ella no ayudaba en nada. La reacción común sería que llorara, gritara, lo viera como bicho raro, o algo. Bueno, no deseaba eso, pero eso se había imaginado.
Reelena puso ante él la bandeja y esperó u momento para que el tomara la comida. Pero en vez de eso vio que se le quedaba viendo fijamente, de forma casi, incrédula.
- ¿Por qué haces eso? - Le preguntó casi susurrando.
- Como dijiste que pasaste todo el dia viajando, creo que debes de tener hambre. Y esto es lo que había.
- No me refiero a la comida. Sino a esto. A tu amabilidad, a tu gentileza. ¿Por qué lo haces?
Reelena sonrió. Percibiendo el nerviosismo bien disimulado de Heero.
- ¿Cómo quieres que me porte? ¿Que te pida que abandones mi casa, que te grite Asesino o mentiroso o te reclame el que me hayas tenido en secreto tu vida? Puedo hacerlo si quieres. - Lo miró a los ojos. - Pero se que eso te lastimaría mas. ¿No es así?
Heero simplemente no pudo sostener esa mirada y desvió la vista. Era claro que ella sabía lo que estaba sintiendo. ¿Cómo? Seria imposible decirlo, pero eso era exactamente lo que estaba temiendo.
- Desde un principio sabía que tenías tus secretos y nunca tuve la intención de conocerlos. Porque me agradabas así. El Heero del techo, y así te recuerdo. Y para mí, es el que está aquí. Tú no has cambiado nada, Heero.
Tomó su cara en sus manos y lo obligó a verla a los ojos. En ellos pudo ver prácticamente todo lo que pasaba por su cabeza. EL dolor, la tristeza y la renuencia a romperse. La intención de enterrar todo ese dolor dentro de si. Solo que si lo hacía...
- No tienes que hacerlo - le dijo en voz baja mientras se acercaba un poco a él. Quien apretaba sus puños en un intento de contenerse. - Pero si lo deseas, permíteme estar contigo. Deja que llore las lágrimas que retienes. Sentir tu dolor y sufrimiento, servirte de apoyo.
Con cada palabra se acercaba más a él. Para que al final, acunar su cabeza en su pecho. Heero se encontró abrazado, apretando dolorosamente los puños. Toda su vida fue entrenado para mantener sus sentimientos guardados. Por lo que estos eran puros. Pero el endurecimiento y el acondicionamiento propio de un soldado acostumbrado a matar, lo obligaban a mostrarse frió. A acallar su conciencia para que todo eso no lo torturaba. En los últimos 2 días, ese condicionamiento empezaba perderse, incluso, mientras estaba en el puente, sentía su cabeza dando vueltas, nauseas y tantas emociones que simplemente no podía controlar. Ahora estaba ella. Diciéndole que estaría allí. Ella quien lo estaba abrazando para consolarlo. Empatizando con su dolor. De pronto Heero se sintió diferente.
Desde que recordaba nunca había llorado realmente, pero en esa ocasión, dejó de verse como "El soldado perfecto" como siempre le llamaban, y se sintió como un niño. Un niño pequeño que necesitaba consuelo. En otro tiempo sería inadmisible que el se rindiera a sus penas. Pero...
Reelena pudo sentir claramente sus lágrimas fluyendo, la convulsión de sus hombros y posteriormente, los lamentos casi gritados que era el lloro generalizado en su cuerpo. Heero se abrazaba a su cintura mientras enterraba más su cabeza en el pecho de ella para obtener un poco de consuelo. Reelena sintió que sus propios ojos se humedecían y se quedó allí, simplemente, acariciando la cabeza de Heero mientras el desahogaba el dolor de su alma.
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Había pasado poco más de media hora, aunque para ellos fue menos. Reelena estaba ahora arrodillada en el suelo alfombrado y Heero tenía su cabeza en el regazo de ella, aún abrazando su cintura.
Sus lágrimas hacia tiempo que se habían secado, al igual que su necesidad de llorar. En esos momentos se sentía seguro, protegido de todo el dolor que la batalla le había provocado. Esto no quería decir que ya había olvidado la batalla y las muertes. Solo que habían dejado de tener tanto peso para él. Dudó un poco en levantarse (se sentía tan cómodo y el calor que emanaba de ella era tan confortable), pero de alguna forma sabía que tarde o temprano tenía que hacerlo. Aunque deseaba prolongar ese momento durante mucho, mucho tiempo sentía el impulso de levantarse y...
Reelena también estaba deseando que todo siguiera igual. En toda su vida nunca había encontrado una conexión tan precisa con una persona. Ni siquiera con su familia. Para ella, las emociones de los demás eran tan visibles como un lenguaje preciso. Entendía mejor que nadie los sentimientos de las personas, y eso, cuando estaba con su padre, la convencieron de buscar soluciones para los problemas de otros. No podía soportar ver el sufrimiento de otros, porque era el suyo. Tal vez eso era extraño, pero eso era lo que sentía.
Y en este momento Heero estaba emanando las agradables sensaciones de Paz y tranquilidad que no conocía antes en él. Y deseaba que esa sensación se extendiera aún por más tiempo. Pero de pronto sintió algo diferente. Era ¿Incertidumbre?
Heero se arrodilló frente a Reelena y la miró directamente a los ojos. De alguna forma estaba tan agradecido por el consuelo que ella le había dado que se encontró con que "agradecer" era una palabra demasiado débil para lo que ahora quería expresar. No hubo palabras, sino un flujo de emociones que Reelena entendió sin necesidad de interpretar. No era incertidumbre, no era temor. Incluso la Paz se había alejado. Era...era...
Heero, sin saber que lo impulsaba (quizás deseo o algo mas), acercó su cara un poco, sintiéndose un poco incómodo. (Soldado perfecto o no, seguía siendo un chico de 18 que nunca había tenido una relación seria con una chica) sin duda por un breve instante se sorprendió cuando Reelena cubrió en ultimo espacio que quedaba entre ellos y comenzó un beso tímido.
Pero eso fue lo único que bastó para que ellos dos empezaran a dejarse llevar. De alguna forma no había necesidad de decir lo que pensaban o sentía. Heero decidió que no era agradecimiento lo que sentía, ni siquiera amistad. Era Amor. Y Reelena lo sabía.
Ella se dejó llevar cuando Heero tomo el mando, acariciando su cabeza, la nuca y el cuello. Ambos tratando de profundizar los besos de forma inexperta. Y sin embargo tan contentos de tenerse el uno al otro para hacerlo. Las manos bajaron a la espalda, cintura y después más abajo. En una reacción comprensiva, Reelena detuvo a Heero cuando este llegó a sus piernas. Pero se rindió después cuando este empezó a levantar su sudadera.
Ella intentaba quitarle el traje de interfase, pero se frustró un poco al desconocer como hacerlo. Heero entendió y rompió el contacto para quitárselo mientras Reelena hacía lo mismo con su sudadera. LA visión de ambos semidesnudos rompió cualquier precaución o cautela en sus acciones.
Como 2 amantes llenos de pasión, se arrojaron, uno a los brazos del otro para entregarse sin importar las consecuencias, o problemas pasados o por venir.
Después, el tiempo dejó de importar.
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Rellana despertó cerca de las 4 de la mañana. No recordaba cuando había llegado a su cama. Pero por instinto extendió su brazo y se sorprendió al encontrar que estaba sola. Heero debía estar allí, acurrucado junto a ella, después de todo, así se durmieron. Pero al ver a la ventana, se dio cuenta que estaba parado, observando el cielo. Pensando.
Se incorporó un poco, cubriéndose con la sábana. ¿Qué estaba haciendo Heero allí? ¿Que sentía? ¿Temor? ¿Incertidumbre? Salió de la cama, envolviéndose con la sábana, o sintiéndose tonta por eso. Después de rodó, ¿no acababan de hacer el amor?
Se acercó silenciosamente a Heero, tratando de descubrir que era lo que estaba pensando. El la sintió antes de que se acercara y giró para enfrentarla.
- Un centavo por tus pensamientos. - Dojo Reelena cuando sus ojos se encontraron.
Heero pocas veces se había cuestionado el estilo de vida que tenía. Incluso cuando la duda lo llenaba, normalmente había algo que lo motivaba a seguir. Un emotivo discurso de Trieze, una promesa, una revelación de Cierto chino. Pero ahora, realmente tenía dudas profundas. Su corazón le sugería quedarse, que OZ y todos esos locos lo dieran por muerto, para poder quedarse con ella. Su mente le recordaba que tenía un deber que cumplir. Que había decidido pelear, para que ella no tuviera que sufrir. Pero ahora.
- Tú sabes lo que soy. Y en verdad aprecio que lo entiendas. Sin embargo, mi deber como soldado es regresar y esperar la siguiente misión. Pero mi corazón me pide que me quede. Porque realmente quiero hacerlo.
Reelena extendió una de sus manos y tocó la cara de él. "Siento, duda. Siento temor. Pero no un temor a la muerte o al dolor. Sino un dolor a la perdida." Dijo en voz alta.
Heero nuevamente se sorprendió. ¿Cómo podía ella saber lo que estaba sintiendo? ¡Claro que tenía miedo! Un miedo increíble a perderla. A no volverla ha ver. A...
- Una vez comentaste, que la forma correcta de vivir era dejarse llevar por los sentimientos. ¿Lo recuerdas?
Heero asintió. Eso lo dijo en una de las clases de Filosofía, donde se ganó unas cuantas risas de sus compañeros.
- Solo puedo decirte que hagas eso. Si no sigues a tu corazón, te arrepentirás sin importar cual decisión tomes. ¿No crees?
El podía enfrentar a la muerte a la cara. De hecho estaba acostumbrado a eso. Pero le era difícil mantener la mirada a esos ojos tan sinceros que parecían penetrar hasta el fondo de su alma. ¿Qué había en su corazón? Se forzó a si mismo a analizarse. Es cierto, lo que más quería era quedarse y estar con ella. Siempre.
Pero OZ estaba casi destruido. Si sus enemigos lanzaban un ataque las consecuencias serían desastrosas y OZ caería. (Esa era la parte del soldado) Sin Oz, Inglaterra perdería su defensa principal y los riesgos serían enormes. (Eso le decía el patriota) En una guerra de Armor Suit, nadie estaría a salvo. No importaba si estaba con ella, o incluso vivía con ella, en una guerra no estarían a salvo. Ella sufriría y posiblemente...
Ese era su pensamiento de pérdida. La perdería para siempre. Perdería su felicidad y eso no podría perdonárselo. Para eso tenía que regresar a OZ, a seguir obedeciendo órdenes de alguien cuyo respeto había perdido. Significaba apartarse de Reelena.
¿Qué era mas grave? Alejarse, sabiendo que la estaba protegiendo. O quedarse, sabiendo que no hacía nada para defenderla.
- No quiero perderte, nunca. Así tenga que...irme. - Dijo casi susurrando.
Reelena sonrió y lo abrazó.
- Hagamos un trato. - Su tono era tan práctico que por enésima vez sorprendió a Heero. ¿Cómo la hacía? - Tú harás lo que tengas que hacer. Y sin importar lo que decidas o pase, yo estaré aquí, esperándote.
Heero no lo había notado, pero Reelena llevaba una cruz de oro, la cual se quitó y se la puso a él. Durante un momento se quedó viendo el crucifijo hasta que le vio significado. Sonrió como solo ella podía hacerlo sonreír y la abrazó.
- Te amo. - Acaso había otra palabra para expresar todo lo que quería decir. Si existía, no estaba en el diccionario que Heero usaba. - Te prometo que pase lo que pase, regresaré. Nada me impedirá hacerlo.
Ella también estaba sonriendo. De hecho, sus ojos estaban húmedos. Lágrimas de felicidad estaban empañando la vista de ella. Y de el también.
Con un beso sellaron de nuevo sus promesas, y lo demás pasó rápidamente.
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Reelena despertó, de nuevo, esta vez a las 11 de la mañana. Estaba sola, aunque eso lo esperaba. Después de ponerse algo de ropa, bajó ala sala, para encontrar que los sándwiches de pavo y el café habían desaparecido. Al igual que cierto traje de interfase y una pesada armadura.
Heero había tomado su decisión, y era su deber apoyarlo. Después de todo, esa era la obligación de una novia, ¿verdad? La incertidumbre quizás llenaría su vida los próximos días, pero lo que sintió esa noche solo reforzaba su postura. Heero la amaba. Ella lo sabía. Y eso era suficiente para mantener su resolución.
Cuando llegara el día, ella lo estaría esperando.
Cuando regresó a su habitación para prepararse una ducha, encontró algo en su ventana. Si no fuera por que era de metal y porque con la luz del sol destalló, quizás nunca la hubiera visto. Abrió la ventana y la recogió. Su corazón saltándose un latido.
Era un círculo de metal. OZ era lo que tenía escrito y estaba hermosamente adornado. Era sin duda una insignia. Pero lo que la enterneció, no fue ese regalo (una manera de compensar la cruz de la abuela que le había dado al chico), sino una pequeña nota que la acompañaba.
"Volveré"
Reelena sintió su confianza renovada y se vio obligada a gritar "Te estaré esperando Heero" a todo pulmón.
Consiente que el viento, de alguna forma, llevaría esas palabras a los oídos de cierto soldado.
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En alguna parte del cielo inglés. Un ángel blanco sonrió.
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* RDF, ejército de la serie Macross. NERV, organización a la que pertenecen los Evas de Neon Genesis Evangelion.
** Leer Broken Pieces de Lynai. Si les digo exactamente, sería un Spoiler.
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N.A. Si, si. No es mi mejor trabajo, pero después de Ladrona4 mi cerebro quedó frito. El siguiente capitulo se dará información que es vital para el entendimiento de "La Alianza" que será el fic donde junte todas las series. Espero que lean las otras historias.
Cada persona involucrada en una lucha DEBE tener un motivo por el cual pelear. Algo que lo aliente a seguir aunque las fuerzas le flaqueen. La escena de un carácter fuerte rompiéndose debido a algo es una de las que mas me gustan. (Maximus llorando a los pies de su esposa crucificada; Spirit, el corcel indomable, después que se murió Lluvia) Es donde se muestra la verdadera naturaleza del ser humano, a saber: Que siempre necesita de algo o alguien. De allí que "El soldado perfecto" se derrumbara en los brazos de Reelena.
Si no les gustó, pues demándenme.
Reviews:
Suna y Artemis: Perdon, tenían que morir precisamente para que Heero se cuestionara todo lo de su vida y encontrara una nueva motivación. Además, con tanto piloto protagónico, habría sido difícil darles su lugar a todos. Pero considerando que este es un mundo de ficción y las imposibilidades ocurrieran ¿Alguien podría revivir? Si así fuera.¿Quién sería?... Fuera de eso, no se quien te dijo que ya había acabado (cosa que como puedes ver es falsa porque aquí sigue) Acabará pero Soldado en el próximo capítulo, pero Heero seguirá como personaje principal del siguiente fic.
Suisei Lady Dragon: En la Historia, Trieze volaba el Tallgeese II cuando se suicido a manos de Wufei. Zech usaba el Epyon cuando lucho contra el Zero. Las razones por las cuales no los enfrenté como en la serie, deberán permanecer secretas, así como el origen del Epyon y su piloto. Y, gracias por el comentario, contando que casi me descuartizas por haber matado a Duo y no a Heero. Pero es bueno que apoyas la decisión. Heero no llegó a la locura.eso vendrá después. (Risa siniestra)
Solo un comentario final. Debido a que será Crossover con otras 2 series ¿Dónde lo pongo? Rurouni Kenshin, Slayers o Gundam Wing. O de plano en Anime Crossovers de la sección Misc. Si de por si, no me hacen caso. Si lo cambio o pongo en otra parte me van ha olvidar por completo (Buaaaaa!)
Sin más por el momento: JACK
Sugerencia del día: Ninguna, porque no se me ocurre nada.
