Típico: Alguno de estos personajes pertenecen a J.K.Rowling bla bla bla y otros son míos.

Summary: Draco asiste a la batalla final, él es mortífago, ¿qué pasará cuando esta lucha llegue a su fin y la gente tenga que enfrentarse a los actos que ha realizado a lo largo de los años? ¿crees en las segundas oportunidades? ¿Cómo sale una persona después de Azkaban?

Nenuf@r: Buenas, es que tenía que hacerlo, jeje porque era una idea que me rondaba la cabeza y cuando lleva dos días por mi cabeza tengo que escribirla jeje. Sisi tienes a tu Draquito de prota, bueno asesino… mmm tiene su morbazos ahí cuando se ríe de Funge, aisss es que me encanta. Las otras historias claro que las voy a continuar jeje, hay algunas a punto de terminar los capítulos juas. Bueno nada, que espero que te guste este capítulo. Besos wapa.

Lira Garbo: Hola nena, jeje sisis para que te enganches!! Jajaja yo no creo que te vuelva más majara :-p A mí también me gustan las segundas oportunidades jajaja, no en serio, todos tenemos derecho jeje ;-) Bueno neni, espero que te guste este capítulo. A por cierto, subí el tercero de la historia de Snape/Ginny, échale un vistazo si quieres. Besazos!

SEGUNDA OPORTUNIDAD

2. Nuevo Draco Malfoy

Nothing from nowhere, I'm no one at all

Radiate, recognize one silent call

As we all form one dark flame... Incinerate

A.F.I. - Miseria Cantare (The Beginning)*

Draco fue transportado hacia el Hospital San Mungo, donde despertó al cabo de unas cuantas horas, su aspecto había mejorado ligeramente, pero aún conservaba su piel demasiado pálida y unas profundas ojeras surcaban sus ojos, rodeando el gris indiferente que ahora miraba fijamente a Albus Dumbledore.

- ¿Qué tal te encuentras? –preguntó amablemente, pero Draco no contestó. Albus le miró fijamente y continuó hablando- Draco, te he encontrado un lugar donde podrás vivir, es gente de bien y se han ofrecido a compartir su casa contigo y a aceptarte como un miembro más de la familia –Draco continuó sin contestar, para él la familia simplemente existía por la sangre, las riquezas, para preservar un apellido a lo largo de los años, pero todo ello había acabado, no tenía ganas de volver a incorporarse en la falsedad que para él estaba asociada a la palabra "familia".

Dumbledore se apartó de la camilla y se encaminó hacia la puerta para hablar con algunos medimagos.

- ¿No habla? –preguntó preocupado.

- Solo cuando sueña –dijo una mujer regordeta, con el pelo rubio recogido en una coleta- tiene pesadillas horribles –su rostro se ensombreció- pero cuando le preguntas algo y está consciente no contesta.

Albus agradeció la información y se volvió a acercar a la cama en la que ahora Draco estaba incorporado, con la vista perdida en la ventana que había al final de la habitación, en el vació de sus ojos grisáceos se reflejaba la luz del día, intentando llenar su indiferencia, intentando dar un poco de vida y brillo a aquellos ojos que parecían estar condenados.

- Tu nuevo tutor te está esperando en la puerta –le informó Dumbledore- vivirás con él, y ya le conoces –Draco siguió con la vista fija en la ventana, pero sus atención se desvió hacia Dumbledore "¿El viejo loco había dicho que ya lo conocía? ¿quién sería?". La puerta se abrió y Draco oyó pasos a su espalda. Dumbledore se apartó un poco de él y se acercó a recibir a la nueva figura que había entrado- Gracias por haber venido, Remus.

Draco se quedó de piedra, dos sombras se acercaron a él y le taparon la luz del sol. Albus Dumbledore sonreía y le decía algo a Remus Lupin que Draco no logró entender, estaba como ausente, de todas las personas que había, le tenía que haber tocado con él, ¡un licántropo!

Remus tenía más canas que la última vez que había estado dando clase en Hogwarts, seguía teniendo unas profundas ojeras y su túnica estaba raída por los bajos, lo que demostraba que seguía teniendo dificultades económicas debido a su condición de hombre lobo.

- Draco, ¿nos vamos? –preguntó con tono neutro, al no saber cómo hablar a un chico que acaba de perder todo lo que tiene y que ha pasado un tiempo en Azkaban. Draco no se movió, simplemente le miró fijamente- ¿prefieres que te llame Malfoy?

Draco se levantó en ese momento y se puso delante de Remus, el hombre lobo asintió y caminó hacia la puerta seguido de Draco y Albus. Salieron del Hospital y llegaron a un callejón en el que las basuras estaban volcadas y en el ambiente había cierto olor a putrefacción que se colaba por las fosas nasales. Dumbledore se despidió de ellos dos y posteriormente desapareció.

Se quedaron Draco y Remus solos, Remus miraba de reojo al chico rubio, que no le quitaba la vista de encima, y lo que más temía era que en el rostro del muchacho no había nada reflejado, ni en aquellos ojos, era todo una máscara de indiferencia, una cáscara que no se sabía si estaba vacía, Remus quería zarandearle y obligarle a que le hablase, a que le mirase con el típico deje de superioridad con el que miraba anteriormente a la gente, que le hablase con malicia, que sus ojos se volviesen fríos, pero no la frialdad que tenía ahora, que se mostraba inhumana, sino la frialdad de antes, que al menos dejaba ver vida tras esos astutos ojos.

Remus rebuscó entre algo de basura, hasta que sacó una zapatilla de color rosa fosforito, que estaba rota por la suela del zapato. Hizo a Draco que se acercase y ambos agarraron la deportiva. Draco sintió como si algo le agarrase de la tripa y tirase con fuerza, la cabeza le dio vueltas hasta que se encontró en un vestíbulo. Remus estaba a su lado y miraba nervioso a Draco. El rubio desplazó su mirada por el pequeño vestíbulo que conectaba con unas escaleras de madera para subir al piso de arriba. Al lado derecho se abría una puerta en la que parecía que había una pequeña cocina.

El licántropo le señaló la puerta de la izquierda, que llevaba a un salón pequeño y acogedor, Draco no dio muestras de asco al estar observando esa casa tan poco parecida a la que él había conocido desde su día de nacimiento, a la mansión de los Malfoy.

- Siéntate si quieres –señaló Remus una silla, pero Draco no le hizo caso, siguió pasando sus ojos por la estancia- ¿quieres que te enseñe tu habitación? –como el chico no contestó, Remus se encogió de hombros y se encaminó hacia la escalera, Draco le siguió lentamente.

Llegaron al final de las escaleras, Remus le enseñó el baño en común, tendrían que compartirlo entre tres, y finalmente llegaron a la habitación del fondo. Remus abrió la puerta, una cama cómoda no muy grande pero tampoco pequeña, estaba apoyada al lado de una ventana circular. El cuarto tenía pocos muebles y se notaba que había sido anteriormente un trastero al que habían cambiado en pocos días.

La mesita de noche tenía un par de velas de color verde, al igual que la manta que había sobre la cama– pensé que te gustaría que fuese verde –dijo Remus siguiendo la mirada de Draco.

Había una estantería ancha en la que estaban apilados un montón de libros de todas las formas y tamaños. Y por último un armario con puerta de madera algo vieja y con algún agujero pequeño debido a las polillas.

- En el armario está tu ropa, mañana, el ministro, traerá una caja con las pertenencias de tu habitación que hayan pasado su examen y las haya aceptado para que puedas tenerla –miró a Draco que se estaba acercando a la ventana- si necesitas algo estoy abajo.

Remus se fue y cerró lentamente la puerta, sin hacer el más leve ruido. Draco cerró con fuerza los puños y los ojos, su cuerpo temblaba, un montón de emociones se mezclaban en su cabeza, simplemente quería huir, huir de aquel sitio, huir de la gente, quería encerrarse, volver a la soledad de la prisión, pudrirse sin nada a su lada, tal y como vino al mundo, sin nadie que le hiciese caso, sin nadie que le quisiese, le hablase, le consolase en sus noches de terroríficas pesadillas.

Recorrió el paisaje, intentando grabar en su mente la bonita vista, la ventana circular daba lugar a un campo verde de extensos terrenos de césped sobre los que habían desperdigados multitud de árboles, sin orden. Más cerca de la casa, había una carretera por la que pasaba en esos momentos un grupo de chicos de aproximadamente su edad, uno de ellos alzó la cabeza hacia donde él estaba.

Draco no se apartó, vio como el muchacho castaño se giraba hacia una chica que iba un poco apartada del grupo y la decía algo, el resto del grupo elevó la cabeza para mirar a Draco, la chica asintió y se separó del grupo sin haber mirado a la ventana. Sus amigas cuchicheaban y señalaban a Draco mientras los chicos le miraban con los ojos entrecerrados.

- Adiós Lean –dijo el chico castaño que había visto a Draco el primero.

Lean se acercó a la puerta y entró en la casa, Draco oyó ruidos de voces en el vestíbulo y se alejó de la ventana, en la que todavía estaban el grupo de chicos mirando, y las chicas saludándole con la mano y riendo tontamente.

Draco no bajó a la hora de la cena, ni tocó el plato que Remus le subió y le colocó encima de la mesa de estudio. Se metió en la cama cuando todo lo que entraba en su cuarto era oscuridad, y la débil luz de la luna menguante. Desde ese lugar las estrellas se veían perfectas, eran puntos brillantes que destacaban entre el manto negro que a esas horas se cernía sobre la ciudad.

El chico cerró los ojos e intentó conciliar el sueño, no supo cuánto tiempo estuvo despierto, hasta que finalmente cayó en un sueño intranquilo, le volvieron a abordar pesadillas, en mitad de la noche despertó sudoroso y con respiración agitada, se pasó la mano por la frente, estaba ardiendo y el sudor era frío.

Al otro lado de la puerta oyó los crujidos de la madera vieja y traicionera, estaba seguro de que Remus estaría ahí, pero el hombre no se atrevía a llamar ni a entrar.

Se movió en la cama hasta que encontró una posición que le resultó algo cómoda, se había acostumbrado al duro suelo de la prisión y la cama, el colchón blando, le daba nauseas.

* * * * * * * * * * * * * * * * * *

La luz se coló por la ventana y le dio de lleno en la cara al chico rubio que dormía entre las sábanas color piel de serpiente. Draco se levantó lentamente y salió de su cuarto, miró el pasillo y se encaminó hacia donde el licántropo le había dicho el día anterior que estaba situado el baño.

Se dio una ducha fría que le relajó, cogió una toalla que estaba puesta sobre una percha en la que ponía Draco con letras de color verde. Draco se ató la toalla gris en la cintura y salió al pasillo para volver a su habitación.

Cuando estaba llegando a su puerta, se abrió la que estaba a su lado, del interior salió una chica un poco más baja que las de su edad, con el pelo rubio oscuro cayendo sobre su espalda, y unos ojos color del Sol, igual de dorados que los de Remus.

La chica se quedó parada, mirando de forma seria a Draco, que se había dado la vuelta y la examinaba minuciosamente, Draco le dio la espalda y entró a su cuarto. Cuando se empezó a vestir oyó pasos apresurados que bajaban la escalera.

Después de haberse puesto algo de ropa limpia, el rubio bajó las escaleras y se acercó a la cocina, en el interior estaba Remus y Lean, que discutían acaloradamente. Cuando él entró se callaron de golpe.

- Han traído esta mañana esto –dijo Remus señalando una caja de cartón llena de alguna pertenencias que Draco reconoció de inmediato, se acercó a la caja y revolvió su interior, se enfureció interiormente por todas las cosas que se había quedado ese incompetente de Fudge- Bueno, lo siento, os he dejado algo de comida preparada, pero tengo que irme. –antes de darse la vuelta añadió- por cierto, Draco Malfoy, esta es mi sobrina, Lean Lupin.

Remus se despidió y desapareció de inmediato. Reinó el silencio en la casa, en la cocina, Lean miraba escrutadoramente a Draco. El rubio volvió a darle la espalda por segunda vez en ese día y se encaminó hacia el salón, arrastrando los pies aburridamente. Se sentó en un sillón ignorando los rugidos de su tripa.

Lean llegó y se quedó mirándole con el ceño fruncido.

- Ese es mi sitio rubito –Draco le devolvió la mirada pero no se movió, la chica apretó los labios fuertemente y añadió- si estás esperando a que te traiga la comida lo llevas claro –y se sentó en el otro sillón murmurando- niño mimado.

Lean empezó a comer del plato que había traído, Draco fijó sus ojos en ella, la volvió a examinar, recorrió con sus pupilas el pelo lacio de la joven, los mofletes algo más colorados que su piel blanca y cristalina, como una cascada de un río, parecía fría y a la vez suave.

Los ojos amarillentos estaban fijos en una patata que se llevaba elegantemente a los labios rojizos y jugosos. La joven notó molesta la insistente mirada de Draco y cuando acabó de comer le miró.

- ¿Qué? –le espetó molesta- ¿no sabes hablar? –dijo con sorna. Se levantó y se quedó de pie delante de él- te estoy hablando rubito –Draco la miró a los ojos pero ninguna expresión cruzó su rostro, la chica intentó no moverse incómoda, pero siguió hablando de forma mordaz- ¿tampoco sabes moverte? –se agachó hasta su altura y le pellizcó el brazo.

Draco se miró la zona rojiza y luego volvió a fijar sus ojos en los dorados de Lean. La chica se quedó cortada, pero esta vez le dio un golpe en el brazo, y abrió la boca de forma confusa al ver que Draco ni había pestañeado. Empezó a incomodarle aquellos ojos grises que no decían absolutamente nada.

Lean volvió a pellizcar el brazo de Draco, ahora solo le interesaba molestarle, saber hasta dónde llegaba.

- ¿Sigues sin hablar? ¿No gritas? –le dio una palmada algo fuerte en el hombro y Draco se quedó como antes- Entonces te oiré esta noche gritar también –dijo maliciosamente y entrecerrando los ojos. Draco se sobresaltó, pero no dio muestras de ellos, la chica se acercó a su cara- Alomejor hasta vuelvo a oírte hablar, niño mimado –iba a volver a golpearle en el brazo, pero Draco se movió tan rápido que ni ella misma le vio, la agarró del brazo y la empujó hacia el sofá, luego se acercó a ella y pegó su cara a la de la chica.

- No lo vuelvas a hacer –su voz sonó más fría de lo que nunca nadie se hubiese imaginado, era una voz irreal, parecía que no venía de ese mundo, Lean se estremeció y empezó a temblar. Draco la soltó justo cuando sonó el timbre de la puerta.

Lean se levantó de un salto y se tropezó mientras andaba de espaldas, aún mirando lívida a Draco.

Corrió hacia la puerta y la abrió. Draco volvió a sentarse normal y fijó su vista en la sala.

- Hola Lean –dijo la voz de un chico- ¿te vienes a dar una vuelta?

- No –dijo la chica- es que mi tío me dijo que me quedase en casa.

- Pues te hacemos compañía –dijo otro chico.

Antes de que la chica se negase, los dos muchachos entraron en el vestíbulo y fueron hacia el salón. El primero en entrar fue el chico castaño de ayer, tenía los ojos marrones y un piercing en la ceja, su pelo era algo larguito y su tono de piel era un poco morena. Detrás de él iba un chico con el pelo teñido de azul peinado en punta, tenía los ojos azules y un lunar muy pequeño en el cuello.

- Así que este es el hijo de los amigos de tu tío –sentenció el castaño. Draco le miró de arriba abajo y luego fijó la vista en Lean, que tenía agarradas las manos e intentaba disimular su nerviosismo.

- Es Draco –dijo susurrando y viendo con temor como sus amigos se acercaban al chico.

- Yo soy Mike –tendió la mano el castaño- y él Ben –dijo señalando al del pelo azul. Draco miró la mano de Mike y luego le miró a los ojos, se levantó y se apartó de ellos dos, dejándoles pasmados.

Draco caminó hacia la puerta y pasó rozando el brazo de Lean de forma intencionada, la chica se estremeció ante el contactó frío y dio un salto hacia un lado.

El rubio dejó atrás a los chicos que se había acercado a Lean y le preguntaban sobre él.

Fue hasta la cocina y recogió su caja, iba a utilizar la varita que estaba sobre el montón de utensilios, pero la dejó sobre sus pertenencias y la cargó hasta su cuarto, ya que suponía que los amigos de Lean serían muggles, al no conocer nada sobre él.

Dejó la caja en el suelo y se sentó al lado, estuvo un tiempo mirando el interior sin hacer nada, hasta que luego metió la mano y sacó una snitch en tamaño miniatura, con la mano izquierda agarró un libro antiguo de pociones que le había regalado su padre un cumpleaños y le había hecho aprendérselo de memoria en un día.

Cerró los ojos y apretó los utensilios contra su pecho, luego rabioso consigo mismo, los arrojó con fuerza contra la cama, el libro dio contra la pared y algunas de sus hojas saltaron, la pelotita que simulaba una snitch, se rompió en miles de trozos que salieron volando, uno de ellos alcanzó a Draco y le hizo un corte en el brazo.

Maldijo en silencio y cogió su varita, metió los trozos esparcidos en la caja y el libro de pociones y luego hizo un hechizo para quemarlo todo.

Se volvió a sentar y vio como las llamas engullían todo su pasado, toda la tradición de los Malfoy, los recuerdos, todos ellos forjados a base de frialdad y dolor.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí, frente a las llamas que iban extinguiéndose, y con ellas, se extinguía todo lo que había pertenecido al antiguo Draco Malfoy, el nuevo era distinto, era otra persona.

Y la caja quedó reducida a cenizas, el chico abrió la ventana con un movimiento de varita, y envió las cenizas fuera, nada más contactar con el aire de fuera, se unieron al viento y se desperdigaron por la atmósfera, dejando libre a Draco de un peso, algo que ni él mismo había notado antes, un peso que le había estado atormentando toda su vida, desde que tenía uso de razón.

Alguien llamó a la puerta y abrió, una melena rubia se asomó por la puerta y sin esperar permiso entró en la habitación.

Lean observó la ventana abierta, a Draco sentado en el suelo con los ojos cerrados y una varita en su mano, y con un corte en el brazo.

Se acercó silenciosamente a él y se puso de cuclillas.

- Eres un maleducado –comenzó con su voz dulce pero a la vez seria- mis amigos solo querían ser amables contigo, si vas a vivir aquí tienes que aprender a respetar a los demás.

Draco abrió los ojos y Lean descubrió con sorpresa que en ellos había sentimientos, ya no eran ojos muertos como antes, aunque no se alegró del odio y la maldad que vio en ellos, tampoco le hizo gracia la frialdad y poca piedad con la que la miró.

Se levantó e intentó retroceder, pero Draco con un movimiento de varita cerró la puerta, se puso de pie y se acercó con la varita en alto hacia Lean.

- A mi nadie me dice cómo debo ser –su voz volvió a sonar igual que en el salón, Lean se encogió de miedo mientras notaba como la varita de Draco se posaba sobre su pecho- ¿sabes que una chica tan guapa no debería entrar sola a una habitación en la que estoy yo? –en la cara de Lean apareció una mueca de terror.

Draco la encarceló entre la puerta y él, con la varita aún apoyada sobre la camiseta de la chica.

- No tiene gracia –dijo intentando controlar su voz. Draco se pegó más hacia ella y acercó la varita al cuello de Lean, mientras la deslizaba lentamente una sonrisa maliciosa apareció en sus labios- ¡Basta! –sollozó sin poder evitarlo.

Draco borró su sonrisa y se apartó de golpe, ya se había aburrido de ella, se fue hacia su cama y se tumbó todo lo largo que era, cruzó sus manos detrás de su nuca.

- Largo –dijo arrastrando todas las letras de esa palabra.

Lean consiguió moverse y se dio la vuelta chocando contra la puerta y buscando desesperadamente el pomo. Cuando lo encontró, tiró de él y salió corriendo por el pasillo.

Draco oyó contento como la chica bajaba las escaleras y la puerta de la calle sonaba con un golpe sordo.

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Hola, bueno aunque sé que no mucha gente está siguiendo esta historia, la continúo para los que la han leído y me han dejado un review, gracias para Lira Garbo y para Nenuf@r o Yop jeje que es la misma, muchas gracias por leer nenas.

Espero que os haya gustado este capítulo.

Dejar reviews y gracias por leer.

* Traducción:

(Nadie de ninguna parte, ya no soy nadie en absoluto

Irradia, reconoce una silenciosa llamada

Como todos formamos una llama oscura… Incinera)