Capítulo 2: Anna

Anna ya tenía 17 años, al igual que su prometido Yoh, y seguían viviendo los dos como simples prometidos, sin casarse y aún en la antigua casa en Tokio.

Manta, Horohoro, Pilika, Ryu, Chocolove y Tamao también vivían en la casa con ellos, así que siempre era un desastre...

–Quita tus sucias manos de mi plato –dijo Anna un día, cuando Chocolove se lanzó sobre la comida en la mesa sin saber de quién era.

–Ay, lo siento, mi negra... –le respondió inocentemente.

–¿Mi negra? –Anna empieza a enfadarse–. ¡¿Qué clase de maldita broma sin chiste es esa?!

–Tranquila, Anna; sólo está jugando... –dijo Yoh, apareciendo en el comedor.

–¿Jugando? –dijo molesta.

"¿Cómo es posible que Yoh no me defienda, por Dios?", pensó Anna, entre sorprendida y enojada.

"Pero ya verá...".

–A propósito, Anna, ¿no han llegado noticias de nadie? –dijo Yoh.

Anna se tranquilizó un poco; Yoh quería saber ahora si habían llegado noticias de alguno de sus viejos compañeros.

"Lo dice como si ellos nos importaran, o como si nosotros les importáramos", pensó Anna.

–No –dijo Anna.

Lo que sabían de cada uno era muy poco...

Fausto vivía felizmente con su adorada esposa Elisa (a quien Yoh tuvo la gentileza de revivir).

Jun Tao también vivía felizmente al lado de su espíritu acompañante... y de su (casi ignorado por ella ahora) hermano, Len Tao.

De Lyserg nadie sabía nada, y tampoco de las otras cinco chiquillas.

Y del resto...

Anna sabía de todo, puesto que vivían en su casa...

"Ojalá que no tuviera que compartir mi casa con un negro, dos hermanos locos, un tipo pasado de moda, una niña y un enano cabezón", pensó Anna, como siempre en algún momento del largo día.

"Pero sería peor si compartiera mi casa con...", pensó de repente, por primera vez desde hacía tiempo.

Hao Asakura.

"Qué bueno que ese tipo se fue, que desapareció...".

–Anna, ¿por qué no comes? –preguntó Yoh–. Anda, come. La comida de hoy está deliciosa.

–Son sobras del refrigerador... –susurró Horohoro.

–¿Son sombras del refrigerador? –dijo Chocolove.

Anna lo miró con esa miradita suya que lo paralizó, mientras Pilika estallaba en otra risotada por la gracia del muchacho (traducida como "estupidez" para Anna).

"No sé cómo esa tarada se ríe de todas las estupideces dichas por ese tipo".

Y entonces, sin ningún motivo, empezó a extrañar al misterioso muchacho de cabello largo, hermano de Yoh...

"Tan siquiera ese tarugo ya habría aniquilado a Chocolove bajo mi petición...".

De repente, llegaron Ryu y Manta, muertos de hambre, así que se hizo un alboroto que ni siquiera Anna con sus típicos gritos pudo calmar...

"Qué odiosos...", pensaba Anna mientras subía a su cuarto.

–Espere, señorita Anna –dijo Tamao desde la puerta de su cuarto, compartido con Pilika–. ¿No quisiera descansar de esos chicos por un rato? Venga, duerma aquí, para que descanse...

"¿Qué...?".

Yoh y Anna dormían en el mismo cuarto, pero de la siguiente manera: Anna se quedaba con cobijas y almohadas, y enviaba a Yoh a dormir solito en el suelo al otro lado de la habitación (bajo la amenaza de matarlo si se le acercaba).

–Está bien –dijo Anna.

Entró en el cuarto, decorado con cositas lindas de todo tipo.

Tamao y Pilika ya habían preparado sitio para Anna...

–Bien... Buenas noches –dijo Anna simplemente, y se dio la vuelta.

–Espere, señorita Anna. Hablemos un rato antes de dormirnos –dijo Tamao.

–Cierto. Hay muchas cosas de que hablar entre chicas –dijo Pilika.

"¿Me invitaron a dormirme o a platicar?", pensó Anna, haciéndoles caso y sentándose con ellas en el centro de la habitación.

Empezó la plática, y continuaba por más ronquidos que se escuchaban fuera del cuarto y que el reloj marcara que ya era muy tarde...

–¡Ay, pero el peinado del señor Ryu...! –dijo Tamao, con Anna muy bien integrada a la conversación, como si fuera costumbre–. Cada vez trae estilos más locos.

–Lo único que le falta es hacerse un sombrero con su propio cabello –dijo Pilika.

–O hacerles una ciudad a sus piojos, que de seguro tiene –dijo Anna.

–¡Yuk! –dijeron las otras dos, riéndose.

"Vaya... Por más malos comentarios que hago, no se quejan como los muchachos", pensó Anna.

"Como si nunca fueran a enojarse conmigo. Nunca, nunca", pensaba mientras la llenaba de un curiosito sentimiento...

"Como si fuéramos amigas...", y se sorprendió con ese último pensamiento, haciendo que Pilika y Tamao se preocuparan por el cambio exterior tan evidente.

–¿Qué le sucede, señorita Anna? ¿Está bien?

Se demoró un poco en contestar.

–Sí, estoy bien.

Continuaron hablando hasta que llegaron al tema que inició toda la historia...

–¿Ya diste tu primer beso, Tamao? –preguntó Pilika.

–¡Ay, no! Aún no... –dijo sonrojándose un poco–. ¿Y tú?

–No, tampoco –contestó Pilika.

Y ambas voltearon a ver a Anna con una miradita curiosa...

–Señorita Anna, ¿ya dio usted su primer beso, acaso? –preguntó Tamao, con una vocecita muy distinta a la usada anteriormente.

–Yo... –empezó Anna, pero Pilika la salvó, sabiendo la respuesta.

–¡Ya es muy tarde! ¡Muy, pero muy tarde! Es mejor que nos durmamos ya...

Las tres se acostaron, y Pilika y Tamao hablaron en susurros antes de dormirse.

"Yo tampoco he dado mi primer beso...", pensó Anna tristemente.

"Yoh...".