Capítulo 4: Len

Len y Jun Tao bajaron del avión y entraron en el aeropuerto, con todo un mundo de sirvientes suyos cargando las cosas (entre ellas la caja con el cuerpo de Lee Bruce Long).

Esperaban ver una milagrosa señal que les indicara donde se encontraban sus viejos, pero aún no pasados de moda, amigos...

"Vaya, esos tipos se están tardando demasiado...", pensó Len molesto, mientras Jun daba indicaciones a sus sirvientes de cómo cargar cada parte del equipaje.

–¡Hola, Len! –gritó Horohoro casi del otro extremo del aeropuerto y agitando la mano, llevándose consigo las miradas de medio mundo mientras iba hacia el joven.

–Hola... –murmuró Len una vez que Horohoro los alcanzó.

–¿Qui hubo, Len? –le preguntó llegando Chocolove.

–¡¿Sigues por aquí?! –gritó Len, sacando su inmensa arma de quién sabrá dónde (como siempre) y haciendo la santa posesión en medio de tanta gente.

"Mugroso... si seguía por aquí, ¡¿por qué diablos vino?!", pensó Len.

–Len, contrólate; estamos en un aeropuerto... –dijo Jun, enamorando de pasada a Ryu–. Nadie normal está acostumbrado a ver shamanes, recuerda.

–Sí, sí, ya recuerdo... –dijo Len.

Pidieron un taxi... bueno, varios (para llevar todo), y fueron directamente a casa de Yoh, donde Len pensaba quedarse un tiempo.

Pidió a los taxis que llevaran a Jun y a los sirvientes a un hotel donde tenían reservación, y se quedó con todas sus cosas, casi solo, en la puerta de la casa de los Asakura.

–Vaya, vaya; es Len Tao el que acaba de llegar... –dijo Anna desde la puerta de la casa, que acababa de abrir.

"Anna Kyoyama... ¿seguirá siendo Kyoyama, o ya será Asakura?", pensaba Len con curiosidad, para poder burlarse luego de Yoh por cualquiera que fuese la respuesta a la pregunta.

Salieron detrás de Anna las cabezas de las tímidas Pilika y Tamao, ambas sonrojadas al ver que a Len le había favorecido bastante el tiempo lejos del grupo de amigos...

"Vaya, dos admiradoras más a la larga lista...", sonrió él.

Entró a la casa, llevando su única maleta con él, seguido de Horohoro, Chocolove y Ryu, quienes lo guiaron a la habitación que compartían los...

–¡¿Cuatro?! –gritó Len.

–Bueno, contigo, mi negro, seremos cinco en este cuartito tipo clóset... –dijo Chocolove, sin ser amenazado por Len debido a la sorpresa.

"¿Cinco...?", pensaba Len, medio asustado.

–¿Qué? ¿Te da pena como a las nenitas, Len? ¿Te nos fuiste al otro lado en este tiempo? –preguntó burlonamente Horohoro.

"Cómo se atreve este h...", pensó Len.

–¡Cállate!

–Eso significa que sí...

Las chicas llegaron en cuanto los ruidos de la pelea se tornaron más fuertes, y que Ryu fue a llevar el chisme como niñita que era.

–Oye, ¿qué le haces a mi hermano? ¡Déjalo! –dijo Pilika.

–Hazle caso... –dijo Horohoro, con las manos de Len alrededor de su cuello.

–Len Tao, deja al Hotohoto en paz o te las verás conmigo por romper la escasa paz que hay en este humilde hogar –dijo Anna, y todo se calmó.

"¿Cómo le hace para que todo se calme con una sola frase?".

–¡Oye, ¿por qué me dijiste Hotohoto?! –dijo en protesta Horohoro mientras bajaban para comer.

–¿Qué? ¿Hay algún problema?

–Ah... no.

"Se lo merece el Hotohoto", pensaba Len mientras Tamao les servía a todos sonrojada por el hecho de que él se quedaría un tiempo.

–¡Hola, ya llegamos de correr! –saludó Yoh, entrando al comedor junto con Manta.

–¡Hola, Len! –saludó Manta.

–Hola –saludó con menos ánimo Len.

"Vaya, ninguno de los dos cambió mucho que digamos...", pensó Len.

–¿Y qué? ¿Sacarán a pasear a las chicas? –preguntó Anna mientras Manta e Yoh empezaban a comer.

–Claro... A propósito, Len, ¿dónde está Jun? –dijo Yoh, con la boca llena de comida.

–En un hotel... Teníamos reservación, pero preferí quedarme aquí un tiempo para saludar al resto del grupo –dijo Len.

–Excelente. Nosotros también ya queríamos verte –dijo Yoh–. ¿Verdad, chicos?

Obtuvo un sí con la cabeza únicamente, pero no dejó de sonreír... para variar.

"Igual que hace casi tres años...", pensó Len.

"Sólo que mayor de edad".

Llegó la noche y Anna permitió a Yoh ir a bañarse con el grupo de chicos; y ahí estaban, entonces, los seis de nuevo juntos...

–¿Saben, mis negros? Ya extrañaba las reunioncitas en el baño... –dijo Chocolove.

–No somos ningunos negros... –murmuró Len.

"Creo que este tipo empieza a hablar mejor que hace tiempo", pensó.

–Ciertamente, todos extrañábamos tener un tiempo con el grupo, completamente solos, ¿o no? –dijo Yoh sonriendo, echándole un brazo encima a los hombros de Len entre un intento de risita de Horohoro y uno de chiste barato de Chocolove.

–Sí, ya nos hacía falta vernos –dijo Manta.

"Vaya que sí... Es doloroso admitirlo, pero los extrañé como ellos me extrañaron a mí", pensó Len.

Después de eso, fueron a dormirse los cinco al cuarto (todos hechos bola, pero de que cabían, cabían).

–Bueno... ¡Buenas noches a todos! –dijo Manta, y les dio la espalda.

–Igualmente –dijo Ryu e hizo lo mismo.

"Ahora sólo queda el grupo con el que participé en el Torneo de Shamanes".

–Vaya, te extrañamos un buen, Len; fue triste dar el adiós aquel día... –dijo Horohoro, actuando antes de decir la verdad–. Pero es bueno que volvieras a saludarnos... –su miradita cambió–. ¿Te casaste o por qué no volvías?

"¡Lo odio!", pensó furioso Len, y le saltó encima dispuesto a ahorcarlo.