Capítulo 7: Hao
Había vuelto a reunir un enorme grupo de shamanes que buscaban venganza, como él, a otras gentes.
Se encontraban acampando muy afuera de la ciudad de Tokio.
"Está medio increíble que nadie nos haya visto, si somos demasiados", pensó Hao, mientras veía una fogata y al cielo nocturno alternados.
"Lo que es la estupidez humana en la actualidad...".
Su inseparable enano moreno de ojos raros, con tres años más encima, apareció de la nada para sentarse al pie de la roca donde se había sentado Hao.
–¿Qué piensa hacer ahora, señor Hao, con media Aldea Apache persiguiéndonos? –dijo el enanín.
–Mira que nadie nos ha descubierto aún... ¿Piensas que los Apaches nos encontrarán? –dijo Hao sonriendo–. No lo creo, están medio dormidos ahora, después de que pasaron tres años desde el último Torneo de Shamanes...
–¿Y por qué nadie nos ha descubierto aún, si somos tantos?
–Ésa es la parte que me divierte del caso... –dijo Hao, pensando en una respuesta para la pregunta.
Tenía que admitirlo; él también estaba empezando a dormirse como la Aldea Apache, ahora que todo lo del Torneo de Shamanes había pasado a la historia.
"Vaya, qué difícil pregunta...", pensaba Hao.
"¿Qué le digo? Hum...".
–¿No sabe, señor Hao?
–En realidad, yo... –se preparó para mentir, pero no pudo–. No, no sé nada...
Se entre enojó por haber dicho eso.
"¡Yo lo sé todo! ¡¿Cómo diablos le hice para poder pronunciar esa frase maldita digna de estúpidos?!", pensó Hao, en tormenta y desesperado por dentro, más pasivo que una montaña por fuera...
–Yo sé algo que usted no, señor Hao; otro motivo por el que quiso volver usted...
–¿Ah?
–Que se le quedó la vista bien puesta sobre la prometida de Yoh Asakura.
"Ah, sí; Anna... Annita Kyoyama...", pensaba Hao mientras se dejaba llevar por el sentimiento del dizque amor hacia ella.
"Ay, Anna; si me hubieras hecho caso, no hubiera tenido que volver y acabar con Yoh tan cruelmente como espero hacerlo".
–Sí, también volví por ella... Aunque sé que no me hará caso y que no me quiere –dijo Hao sonriendo feliz, para después cambiar la sonrisa a malvadilla–. Haré que se acostumbre a quererme, ya verás...
–¿Cómo? ¿Cómo piensa hacer que sus caminos se crucen nuevamente? –dijo el enano como si fuera un chisme de mujeres.
–Ah... aún no sé, pero sé que se me ocurrirá algo...
"Hum, ¿cómo le hago?".
Entonces tuvo una visión de un chico extranjero apuesto, de cabello y ojos verdes, manejando un hermosísimo auto rojo convertible con una hadita rosa en el hombro... y se dirigía a buscar a Yoh.
–Ven, acompáñame –dijo Hao–. Alguien más llegó a la ciudad; un viejo conocido...
–Está bien.
"¿Qué hace ese pequeño aquí? ¿No fue suficiente todo lo que le hice por estar en contra mía: matar a sus padres, estar con esos tipos raros que querían eliminarme...?", pensaba Hao mientras caminaban hacia el borde de la carretera de entrada a Tokio.
–Ahí va –dijo Hao, señalando un carro rojo convertible con las luces encendidas que iba hacia ellos.
–¿No se dará cuenta de que es usted?
–No, no lo creo; va muy rápido...
El carro los pasó, y Hao sonriendo le dijo al enanín.
–¿Ves?
Se oyó un chillido de las llantas y el carro dio vuelta en U, dirigiéndose nuevamente hacia ellos.
El chico dejó a su hada al volante y se paró mientras el carro continuaba la marcha, con una pistola en la mano y apuntándole a Hao.
"Ay, güeros... Ese tipo no necesita lentes para nada", pensó como pensamiento adicional al hecho de que sabía que tenía que salir corriendo.
–¡Hao! –gritó el muchacho sin disparar el arma y bajándose del carro que se detuvo ante el mencionado.
–¿Eu?
–¡¿Cómo que eu?! ¡Ya sabes a lo que he venido! –dijo Lyserg–. ¡He venido a acabar contigo! –gritó.
–Oye, no necesitas gritar; no estoy sordo... –dijo Hao, limpiándose la orejita izquierda con un dedito.
Lyserg gruñó con rabia y el enanín se despidió para salir corriendo...
"El muy cobarde, muy amigo mío...", pensaba Hao.
"¡Tengo una idea!".
–Oye, Lyserg, dejemos nuestras diferencias a un lado...; hablemos –dijo Hao.
–Nada de lo que digas te salvará –dijo Lyserg, poniéndole el arma directamente en la frente a Hao.
–Ok, nada más necesito que me des un ratito para contarte un plan... para conquistar a una chica.
Esto sorprendió y desconcertó a Lyserg, y soltó el arma (se disparó y le dio a una de las llantas del carro).
–¿Qué debo hacer: una fiesta muy grande a la que no pueda evitar asistir, o ir a darle serenata y cosas así?
–¿Y por qué me preguntas a mí?
–Tienes popularidad con las damas... Cuéntame.
Se recargaron contra el carro y hablaron, y Hao supo con esto que se había salvado el pellejo... por el momento.
Lyserg le dijo que, en lo personal, una fiesta era una manera mucho más cara, pero que si tenía la oportunidad de no enfrentarse sola a todo eso (la chica en cuestión), capaz y sí cedería...; aparte, estaba lo de la bebida y eso, que funcionaba mejor.
–Gracias por tu ayuda, Lyserg –y Hao golpeó a Lyserg dejándolo inconsciente.
Cogió el celular y llamó a una ambulancia fingiendo que había sido un accidente.
"Si no funciona el plan, ya sé en dónde encontrarlo...", pensó Hao.
Había vuelto a reunir un enorme grupo de shamanes que buscaban venganza, como él, a otras gentes.
Se encontraban acampando muy afuera de la ciudad de Tokio.
"Está medio increíble que nadie nos haya visto, si somos demasiados", pensó Hao, mientras veía una fogata y al cielo nocturno alternados.
"Lo que es la estupidez humana en la actualidad...".
Su inseparable enano moreno de ojos raros, con tres años más encima, apareció de la nada para sentarse al pie de la roca donde se había sentado Hao.
–¿Qué piensa hacer ahora, señor Hao, con media Aldea Apache persiguiéndonos? –dijo el enanín.
–Mira que nadie nos ha descubierto aún... ¿Piensas que los Apaches nos encontrarán? –dijo Hao sonriendo–. No lo creo, están medio dormidos ahora, después de que pasaron tres años desde el último Torneo de Shamanes...
–¿Y por qué nadie nos ha descubierto aún, si somos tantos?
–Ésa es la parte que me divierte del caso... –dijo Hao, pensando en una respuesta para la pregunta.
Tenía que admitirlo; él también estaba empezando a dormirse como la Aldea Apache, ahora que todo lo del Torneo de Shamanes había pasado a la historia.
"Vaya, qué difícil pregunta...", pensaba Hao.
"¿Qué le digo? Hum...".
–¿No sabe, señor Hao?
–En realidad, yo... –se preparó para mentir, pero no pudo–. No, no sé nada...
Se entre enojó por haber dicho eso.
"¡Yo lo sé todo! ¡¿Cómo diablos le hice para poder pronunciar esa frase maldita digna de estúpidos?!", pensó Hao, en tormenta y desesperado por dentro, más pasivo que una montaña por fuera...
–Yo sé algo que usted no, señor Hao; otro motivo por el que quiso volver usted...
–¿Ah?
–Que se le quedó la vista bien puesta sobre la prometida de Yoh Asakura.
"Ah, sí; Anna... Annita Kyoyama...", pensaba Hao mientras se dejaba llevar por el sentimiento del dizque amor hacia ella.
"Ay, Anna; si me hubieras hecho caso, no hubiera tenido que volver y acabar con Yoh tan cruelmente como espero hacerlo".
–Sí, también volví por ella... Aunque sé que no me hará caso y que no me quiere –dijo Hao sonriendo feliz, para después cambiar la sonrisa a malvadilla–. Haré que se acostumbre a quererme, ya verás...
–¿Cómo? ¿Cómo piensa hacer que sus caminos se crucen nuevamente? –dijo el enano como si fuera un chisme de mujeres.
–Ah... aún no sé, pero sé que se me ocurrirá algo...
"Hum, ¿cómo le hago?".
Entonces tuvo una visión de un chico extranjero apuesto, de cabello y ojos verdes, manejando un hermosísimo auto rojo convertible con una hadita rosa en el hombro... y se dirigía a buscar a Yoh.
–Ven, acompáñame –dijo Hao–. Alguien más llegó a la ciudad; un viejo conocido...
–Está bien.
"¿Qué hace ese pequeño aquí? ¿No fue suficiente todo lo que le hice por estar en contra mía: matar a sus padres, estar con esos tipos raros que querían eliminarme...?", pensaba Hao mientras caminaban hacia el borde de la carretera de entrada a Tokio.
–Ahí va –dijo Hao, señalando un carro rojo convertible con las luces encendidas que iba hacia ellos.
–¿No se dará cuenta de que es usted?
–No, no lo creo; va muy rápido...
El carro los pasó, y Hao sonriendo le dijo al enanín.
–¿Ves?
Se oyó un chillido de las llantas y el carro dio vuelta en U, dirigiéndose nuevamente hacia ellos.
El chico dejó a su hada al volante y se paró mientras el carro continuaba la marcha, con una pistola en la mano y apuntándole a Hao.
"Ay, güeros... Ese tipo no necesita lentes para nada", pensó como pensamiento adicional al hecho de que sabía que tenía que salir corriendo.
–¡Hao! –gritó el muchacho sin disparar el arma y bajándose del carro que se detuvo ante el mencionado.
–¿Eu?
–¡¿Cómo que eu?! ¡Ya sabes a lo que he venido! –dijo Lyserg–. ¡He venido a acabar contigo! –gritó.
–Oye, no necesitas gritar; no estoy sordo... –dijo Hao, limpiándose la orejita izquierda con un dedito.
Lyserg gruñó con rabia y el enanín se despidió para salir corriendo...
"El muy cobarde, muy amigo mío...", pensaba Hao.
"¡Tengo una idea!".
–Oye, Lyserg, dejemos nuestras diferencias a un lado...; hablemos –dijo Hao.
–Nada de lo que digas te salvará –dijo Lyserg, poniéndole el arma directamente en la frente a Hao.
–Ok, nada más necesito que me des un ratito para contarte un plan... para conquistar a una chica.
Esto sorprendió y desconcertó a Lyserg, y soltó el arma (se disparó y le dio a una de las llantas del carro).
–¿Qué debo hacer: una fiesta muy grande a la que no pueda evitar asistir, o ir a darle serenata y cosas así?
–¿Y por qué me preguntas a mí?
–Tienes popularidad con las damas... Cuéntame.
Se recargaron contra el carro y hablaron, y Hao supo con esto que se había salvado el pellejo... por el momento.
Lyserg le dijo que, en lo personal, una fiesta era una manera mucho más cara, pero que si tenía la oportunidad de no enfrentarse sola a todo eso (la chica en cuestión), capaz y sí cedería...; aparte, estaba lo de la bebida y eso, que funcionaba mejor.
–Gracias por tu ayuda, Lyserg –y Hao golpeó a Lyserg dejándolo inconsciente.
Cogió el celular y llamó a una ambulancia fingiendo que había sido un accidente.
"Si no funciona el plan, ya sé en dónde encontrarlo...", pensó Hao.
