Capítulo 9: Anna

Yoh colgó el teléfono, suspiró y fue al comedor, donde Anna se encontraba viendo la televisión sola...

De hecho, estaban solos en la casa; completamente solos...

–Hola, Anna –dijo Yoh.

–¿Quién llamó?

–Adivina. Llamó Lyserg, el chico ese que practica la radiestesia del que te hablé...

–¿El cabello de moco? –dijo Anna–. ¿Para qué te habló?

–No es un cabello de moco –dijo Yoh, sentándose al lado de Anna.

"Pero aún no me dice por qué llamó", pensó Anna.

–Llamó para invitarnos a una fiesta de shamanes, el viernes de la próxima semana –dijo Yoh sonriendo–. ¿Qué te parece?

–No iremos.

–¿Qué? ¿Por qué no? Hasta se ofreció llevarnos en su auto...

–Y a mí qué.

Yoh se acercó a ella lentamente, y ella se puso muy nerviosa ante tal cercanía.

"¿Qué planea este?".

–Es un convertible rojo, Anna; ten consideración...

"No me besó...", pensó Anna triste.

Yoh se preocupó al verla cambiar de su expresión siempre dura a aquella carita de tristeza, y preguntó de inmediato si se encontraba bien.

–Sí.

"¡Claro que no, idiota!", pensó Anna.

"Estamos solos en la casa, tú te me acercas y me dices que el auto que tiene ese cabello de moco es un convertible rojo... ¡¿Qué clase de tarado eres?!", pensó de nuevo, aún más enojada.

"¿Qué no sabes que tengo sentimientos, por Dios?", se puso triste nuevamente.

Todo eso que había pensado era una práctica de plática, pero no la podía llevar a cabo ahorita, con el tema de la fiesta de shamanes...; y menos con Yoh Asakura.

–Está bien, iremos... Pero sólo si me dejas ir de compras de nuevo para comprarme un vestido digno de tu prometida, Yoh Asakura, el Rey de los Shamanes.

Yoh sonrió de manera orgullosa y alegre al ser reconocido por su prometida como el Rey de los Shamanes; ciertamente lo era, pero por primera vez desde hacían tres años que Anna lo reconocía con ese título...

"Más le vale que me deje ir de compras...".

–Está bien, puedes ir de compras cuando quieras; te pago todo lo que pidas.

"Oh, así está mejor".

Hubo un silencio en el que sólo se oían los ruidos provenientes de la televisión y los de afuera (estaba empezando a llover).

Después, Yoh se estiró y reacomodó, echándole a Anna encima de los hombros uno de sus brazos y sonriendo al ver que Anna iba pasando de su tono de piel claro a uno similar al del tomate...

"Ay...", fue lo único que pudo pensar Anna.

–¿Sabes por qué quiero ir a la fiesta? –dijo Yoh finalmente–. Quiero ver si ahí nos encontramos con más viejos amigos...

Ciertamente, ella hubiera preferido que él hubiera dicho que para convivir un ratito más con ella...; pero ahorita no podía pensar ni en eso por el hecho de que Yoh aún seguía abrazándola.

"Ay, no puedo pensar en nada... ¡Qué deje de abrazarme, que no me deja ni pensar!", pensó Anna antes de descubrir lo rarito que sonaba el hecho.

"Bueno, no me puedo concentrar en nada que me interese...; ni siquiera en la película".

La película que estaban viendo ahora era una de miedo, puesto que Yoh se había puesto a cambiar los canales hasta encontrar algo de su interés (¿cuál sería exactamente?).

A cada minuto, la lluvia en el exterior sonaba más fuerte y los truenos caían con más fuerza y frecuencia...

La televisión entonces mostró una imagen aterradora, que los mató del susto a ambos, pero fue Anna quien le saltó encima a Yoh y él la abrazó con cuidado...

"Ah, ¿quién soy? ¿Dónde estoy?...", pensaba Anna, con la mente prácticamente en blanco mientras continuaba en los brazos de su prometido.

Entonces, un trueno cayó, espantándolos de nuevo a ambos, y se fue la luz...

Se quedaron a oscuras en la noche, a media tormenta y a medio comedor; solos en la casa, completamente solos... (¿ya dije a oscuras en la noche, verdad?).

"Ay, ¿ahora qué irá a pasar?".

Sintió cómo Yoh la abrazaba y la acercaba a él lenta, muy lentamente.

"Oye, Yoh, no hay prisa; tárdate una vida si quieres...", pensaba Anna como burla.

"Pero pensándolo bien: haz lo que quieras, mientras pase lo que estoy pensando...".

Ya estaban a la nada de besarse, cuando volvió la luz a la vez que se oyó una voz en la puerta principal.

–¡Ya llegamos! –dijeron Ryu y Manta, mientras la manada de gente entraba del aguacero y frío de afuera al calorcito de la casa.

"¡No es posible...!", pensó Anna mientras ella e Yoh se miraban a los ojos.

Antes de que la manada alcanzara a verlos, ya se habían separado más de tres metros de distancia; cuando Horohoro alcanzó el comedor y entró llevando la cena comprada, Yoh salió y se fue a su habitación.

"Yoh...".

Todos se sentaron y comieron, mientras que Pilika y Tamao le mostraban a Anna las cosas que habían traído del paseo que habían dado.

–Mire, señorita Anna; trajimos casi media tienda de curiosidades... –decía Tamao, pero Anna no la escuchaba.

Seguía pensando en lo que había estado a punto de pasar entre ella e Yoh.

"Él me iba a besar, como mínimo".

Terminó de comer, se despidió y se fue a la habitación que compartía con su prometido; pero no podía entrar, no sabía por qué.

"No quiero verlo", pensó Anna triste.

Escuchó a Tamao y a Pilika subir al segundo piso hacia su habitación.

"¿Me querrán aceptar otra vez con ellas?", pensó Anna y fue a con ellas.